UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLET...

Von Jota-King

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Saga "The Wings of the Scorpions" Primera entrega. En un pueblo olvidado del mundo, Arturo debe luchar día a... Mehr

Notas del autor.
Cita en el bar.
La amenaza de un extraño.
Atención a las señales.
Recuerdos del pasado.
Conflictos.
Viaje al fondo del abismo.
Palabras del alma.
No hay plazo que no se cumpla.
Las llamas de la venganza.
Cenizas.
Mar de dudas.
Noche de insomnio.
Luto en Los Manzanos.
El último recorrido.
Considérate afortunado.
Familia fracturada.
Nuevo error.
Don nadie.
Hombres de la calle.
Cementerio de esperanza.
En el lugar equivocado.
Un nuevo destino.
Se abren puertas.
Oportunidad.
Prueba de confianza.
Una nueva identidad.
Son más que sueños.
Sinceridad.
Bondad en el corazón.
Encuentro inesperado.
Mordiendo el anzuelo.
Noches perdidas.
Retomando el juego.
Convaleciente.
Pleito en el bar.
La muerte anuncia su llegada.
Con el corazón en la mano.
Una estrella en el firmamento.
Adiós viejo querido.

Una señal de esperanza.

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Von Jota-King

No así quien ante cada fracaso tiene las herramientas para salir del fondo, caminar dignamente y progresar en su lucha por ser mejor. Lo que no es pretexto para pasar la vida cometiendo errores para aprender. Es un tanto contradictorio. El enigma de la vida, una lucha constante. Si caes, aprende a levantarte y no volver a tropezar con el mismo problema que te hizo caer. Aunque en este caso en particular, el problema que se le avecinaba a Arturo no lo podía esquivar.

—¿Por lo menos encontraste al estúpido de tu hermano? —Gertrudis lo interrogaba apenas ponía un pie en la casa, al ver la hora de la noche en que éste llegaba.

—Si mi amor, logré dar con él, —Arturo se sentaba en el sillón y estiraba su cuerpo, claramente cansado— estaba en una cantina de mala muerte en la Ciudad Sin Nombre.

—¡Y hasta allá se fue a beber! ¿Hasta cuándo sigues aguantando las estupideces de Willy?

—Hoy por lo menos fue diferente. —Masculló confundido pero aliviado al referirse a ello.

—¡Ah claro, como andaba lejos fue diferente!

—No me refiero a eso. —Hizo una pausa antes de continuar, entrelazó sus manos y miró fijamente a su esposa antes de indicar— Hoy por fin me pidió ayuda.

—¿Y qué tiene de diferente? —Ella cambiaba el tono de su voz, suavizándola, pues le sorprendía lo que Arturo acababa de decir.

—Eso fue lo diferente… y raro a la vez. Por fin me pidió ayuda para salir de toda esa mierda en la que está sumido. Creo que por fin tocó fondo.

—¡Ya era hora que  tocara fondo, —exclamó— era la única manera en que abriera los ojos y lo sabes! ¿Y qué vas a hacer?

—Ayudarlo, qué más. —Respondió resignado en sus palabras.

—¡Ojalá sea la última vez! —Advirtió Gertrudis, quien no estaba muy confiada en la ayuda solicitada por William.

—Mi amor, esta conversación la hemos tenido por mucho tiempo, y las excusas y adornos ya se me acabaron. —Evidentemente ya estaba cansado del mismo tipo de conversación en torno a las adicciones de su hermano— ¿Qué quieres que te diga? Solo espero que esta vez en verdad quiera cambiar y salir de los problemas.

—¡Pero los problemas de tu hermanito llevan años dándonos problemas! ¡Arturo hasta cuando! —Increpaba ésta de inmediato, haciendo alusión al tiempo que llevaban soportando lo mismo— ¡Los problemas de Willy son de Willy, no tuyos!

—No lo sé, no te puedo dar una fecha, —por más que quisiera, no podía responder esa interrogante— escapa de mis manos. Por lo menos ya dio el primer paso y el más importante, pedir ayuda. Pero estás un poco equivocada.

—¡Ah, ahora resulta que yo estoy equivocada! —Pese a disgustarse por sus palabras, Gertrudis se sentaba junto a él.

—Es mi hermano, y te guste o no sus problemas siempre llegarán a mi puerta, esté donde esté. —Decía resignado ya ante la situación.

—¡Willy sabe que está mal, —le discutía sin embargo, queriendo aclarar que tenía bastante razón en sus palabras, lo que en el fondo era cierto— y lo sabe hace bastante tiempo, pero se aprovecha de que siempre estás tú para sacarlo de problemas, y no se da cuenta que lo único que logra es meterte a ti en problemas! Nos acarrea a todos, y tú solo te compadeces y buscas de la mejor manera calmar las cosas. Esto no puede seguir así. ¡Mírate, trabajas todo el día de un lado para otro para que aquí no falte nada, me ayudas en los quehaceres, ayudas a nuestros hijos, le pones buena cara a todo el mundo, incluso a mi madre a sabiendas de que ustedes jamás se llevarán bien, y aparte de eso estás siempre ayudándolo! ¿Y tú, en qué momento dejas de existir para vivir?

—Pero si ya te dije mi amor, ya dio el primer paso, ahora tengo que aprovechar eso y buscar la manera de sacarlo de ese círculo vicioso. No sé, quizás sea buena idea buscar algún centro para internarlo y que se rehabilite.

—¡Deja de existir Arturo, empieza a vivir de una vez, no desperdicies el tiempo intentando ayudar a tu hermano, si él quisiera cambiar lo hubiera hecho hace años, pero no, no lo hace, y ahora su excusa es la muerte de Rose Marie! —Gertrudis intentaba calmarse un poco al ver la cara de Arturo— No merecemos estar así por él. Además, nadie te garantiza que lo que te dijo ahora lo dijera porque de verdad quiere cambiar, o solo porque estaba borracho.

—Gracias mi amor. —Murmuraba éste mirando al suelo desde el sillón donde permanecía.

—¿Gracias de qué, te quieres burlar de mí? —Enojada creyendo que Arturo ironizaba, comenzó a mirarlo de pies a cabeza.

—Para nada. —Respondió en voz baja, mientras la tomaba de las manos— Gracias por estar conmigo, por apoyarme y ayudarme aunque no quieras hacerlo. Gracias por tenerle… a pesar de todo… mucho cariño a mi hermano… aunque muchas veces no se lo merezca. Esas pequeñas grandes cosas fueron las que me enamoraron de ti.

—¿En verdad me estás tomando el pelo, estás enfermo acaso? —Al preguntar tocaba la frente de Arturo buscando alguna señal de fiebre.

—Para nada, en tus palabras, entre líneas puedo leerte, darme cuenta que no solo te preocupas de mi bienestar, sino también del de mi hermano.

—¿Te tomaste algo por allá? —Insistía nuevamente ella.

—Para nada.

—Mmm… si… es verdad. —Resumía ella, levantando una de sus cejas mientras no le quitaba la vista de encima— Por muy mal que se porte, me preocupo igual de tu hermano, ojalá por fin retome el camino que nunca debió dejar. Sé que no es una persona mala, solo que extravió su camino en algún momento. Admito que le tengo mucho cariño.

—Ojalá mi amor, ojalá. Aunque me duela, ésta será la última vez que le tenderé la mano.

—Mejor vayamos a la cama Arturo, es hora de descansar.

Por varios minutos Gertrudis guardó silencio ante las palabras tan sinceras de su amado. En el fondo sabía que Arturo no se podía permitir fallarle a su hermano. No era una cuestión de ego, o de querer demostrar que era capaz de hacerlo todo y nunca demostrar cansancio. Iba por el sentido de la vida que les había tocado llevar. Pese a los conflictos siempre permanecieron juntos, y con el correr de los años, ver en lo que se había convertido William, para Arturo era un dolor enorme.

Muchas de esas noches en que le tocaba dormir en el sillón, Gertrudis lo sorprendía llorando desconsolado, intentando encontrar esas respuestas tan esquivas. Y aquella noche por fin se dejaba ver una oportunidad para cambiar las cosas y que William de una vez por todas se alejara de los problemas que su adicción al alcohol le provocaban. Sería una tarea enorme, su adicción la arrastraba hace años.

Todos habían perdido la cuenta de cuánto tiempo, habían perdido toda esperanza de que sucediera el milagro que por lo visto aquella noche sucedió. Para buena fortuna de todos, estaba decidido a darle un giro a su vida y dejar atrás lo mal que lo ha pasado, en especial después de aquel fallido matrimonio. Aquel fue el principio de una caída libre al fondo del abismo en su vida, y el golpe por fin estaba dando los resultados que por mucho tiempo esperaban, el de escribir la última página de aquel libro tan oscuro en su vida y sepultarlo de una vez por todas.

El tiempo desperdiciado por William había sido exagerado, pero por fin había llegado el día en que decidió dejar de ser un problema, primero para darse la oportunidad de llevar una nueva vida lejos del alcohol, y segundo, para dejar esa vida llena de soledad y falsas amistades, volver a ser parte de una familia; aquella que siempre tuvo junto a su hermano y que nunca tomó en cuenta por estar sumido en un mundo que lo único que le dio fue una falsa felicidad. Pero la real motivación estaba lejos de ser revelada por éste.

Gertrudis y Arturo decidieron que lo mejor para William, era que dejara de vivir solo en su casa, por lo que comenzó a alojar en casa de ellos mientras Arturo pudiera encontrar un centro de rehabilitación para internarlo. De nada serviría tenerlo en casa si no recibía la ayuda de profesionales. Así, William estaría en compañía de su familia para alimentar aquella decisión tomada por él. En cuanto a su casa, ésta sería arrendada para ayudar con el gasto de su rehabilitación.

Lo que no costó mucho, pues habían muchos interesados en el inmueble. Durante el tiempo en que William permaneciera internado, tendría la tranquilidad de que su casa no quedaría abandonada y le reportaría dividendos que le ayudarían en los gastos que se venían. La vida de los hermanos comenzaba a tener cierto grado de calma, y ya se preparaban para recibir las fiestas de fin de año, el momento preciso para hacer borrón y cuenta nueva, dejando atrás aquel año tan oscuro, en especial para William.

Éste se mentalizaba en la nueva vida que comenzaría, puesto que ya estaba inscrito en un centro de rehabilitación y comenzaría su tratamiento una vez finalizadas las fiestas. La pequeña casa de la cual era dueño ya había sido arrendada, por lo que no tendría problemas con el pago de las mensualidades en dicho lugar. Eran a tal punto los cambios que pretendía generar en su vida, que luego de mucho meditarlo, había tomado el valor de visitar por fin la tumba de Rose Marie.

Este paso era algo importante para él, dado el tiempo en que de una u otra manera lo dilató, pues no se sentía preparado para visitarla. Solo un par de meses habían transcurrido desde su muerte, y la investigación aún no arrojaba resultados. Él o los responsables aún permanecían impunes y libres. La herida en el corazón de William tardaría mucho tiempo en cicatrizar y no le era fácil dejar en el baúl de los recuerdos todo el tiempo vivido junto a ella.

Pero comprendió que el casarse hubiese sido un error, pues jamás tuvieron una relación plena y verdadera, y solo se podía rescatar algunos pasajes de felicidad y tranquilidad. Sin embargo, Rose Marie no merecía encontrar la muerte de esa manera. Aquella mañana los hermanos tomaron rumbo al cementerio del pueblo; para William había llegado el momento de realizar esa visita. Ya en las afueras del lugar le pidió a Arturo mantenerse en la camioneta, pues lo que haría debía hacerlo solo, a lo que éste accedió sin objetar.

Arturo también comprendía que era algo que debía hacer para cerrar aquel capítulo tan amargo y desdichado. Por las indicaciones que recibió de Arturo, no le fue difícil llegar a la última morada de Rose Marie, y con cada paso que daba a su encuentro, más sentía en su interior que era lo que debía hacer. Antes de ingresar al cementerio, compró un ramo de flores, intuyendo que la tumba no tendría flor alguna.

Y tan lejano de la realidad no fue su pensamiento, dado que no tenía familiares en el pueblo, salvo una que otra amistad que de vez en cuando dejaban algún presente cuando visitaban a algún familiar. Sin darse cuenta por fin estaba frente a la tumba de Rose Marie, notando de inmediato que una que otra flor marchita aún se erguía en los floreros de mármol.

—Aquí estoy Rose, por fin después de todo lo que ha pasado tengo el valor de pararme aquí, en tu última morada. Sé que donde estés puedes verme, y sabes el porqué de mi visita, de igual forma necesito decirte las cosas. No vengo aquí para hacerme la víctima ni nada por el estilo, vengo para pedirte perdón por todo el daño que te causé, por todas las noches en que para mí era más importante andar de fiesta con mis susodichos amigos, en vez de pasar el tiempo contigo… no lo sé… quizás nuestras vidas no tenían como destino el estar juntas. Nos dedicamos más a hacernos daño que a cuidarnos y respetarnos, nunca nos amamos como algún día nos lo prometimos.

Tras aquellas palabras, un nudo se apoderó de su garganta, impidiendo con su fuerza que fuese capaz de emitir palabra alguna. Sus ojos se cristalizaron con lágrimas que no quería soltar, por lo que utilizó sus manos para evitar que éstas rodaran por su rostro. Comenzó a observar lo que a su alrededor ocurría, con la esperanza de encontrar en el entorno las palabras que en ese minuto le eran esquivas.

Se mantuvo así, solo observando, silente. Hasta que por fin aquel nudo en su garganta comenzó a disiparse tras largos minutos de espera. Hubiera sido más fácil decir en su mente aquellas palabras, pero necesitaba decirlas en voz alta, en la última morada de aquella mujer con la que estuvo a punto de contraer matrimonio. Mientras le hablaba, quitaba las flores marchitas para poner en los floreros las que había comprado.

—Tu partida aún duele Rose, todavía me pregunto qué fue lo que sucedió, como terminaste de ésta forma. Espero que algún día quien te hizo esto lo pague. Como ya sabes, terminé tocando fondo con todo esto. La carga emocional me superó… fue como un globo que por años se mantuvo creciendo hasta que por fin reventó, y el detonante fue por desgracia tu muerte. Pero aquí estoy, levantándome poco a poco, después de toda la tempestad, todo lo malo comienza a quedar atrás con la ayuda de mi hermano y de su familia. Por fin me siento tranquilo, pero muy nervioso esperando que llegue el día en que me internaré para poder rehabilitarme. Igual he tenido uno que otro problema en este tiempo, pero ya no es lo mismo de antes. Espero que tú también tengas la paz que nunca lograste tener en vida.

Se sentía tranquilo tras su monólogo. Esperaba que Rose Marie, desde el otro mundo, le diera una señal aceptando sus disculpas, pues éstas eran desde el fondo de su corazón. Y ocurrió… una pequeña ave se posó junto a él, llevando en su pico una hoja blanca cuya forma asimilaba a un corazón. Éste la observó detenidamente hasta que la pequeña ave emprendió el vuelo, dejando su mensaje sobre la tumba.

—Gracias Rose… ya debo despedirme, Arturo me está esperando. Iremos a la Ciudad Sin Nombre a comprar los regalos de navidad para mis sobrinos. Créeme que fue muy agradable poder venir y cerrar de algún modo este capítulo, y no te preocupes, no siento odio hacia ti, muy por el contario, deseo que estés en paz. Atesoraré por siempre tu mensaje. Adiós Rose Marie.

William caminó lentamente hacia la salida del cementerio. Tras aquel breve momento junto a la tumba de quien alguna vez fue su gran amor, por fin había logrado una paz y tranquilidad como hacía mucho no la tenía. Quería comenzar a dejar atrás todo el dolor y sufrimiento, y precisamente una de las cosas que debía hacer para lograrlo era visitar la tumba de quien fuese su prometida.

Aun así su paz no era completa, faltaba algo más por hacer. Si bien habían tenido momentos de dicha, la mayor parte de la relación que mantuvieron fue un rotundo caos, llena de dolor, mentiras, traiciones, malos tratos entre ambos. Fueron cuatro años de tormento; lo que al final acabó de la peor manera.

Ella muerta, y bajo extrañas circunstancias, pero por fin descansando en paz. Él vivo aún, pero con un dolor tan grande que le hizo tocar fondo de la peor forma, y con el recuerdo fresco de aquel amor interrumpido a manos de la muerte. Al llegar a las afueras del cementerio, ingresó a un negocio del sector, compró un par de gaseosas y se dirigió a la camioneta donde permanecía Arturo.

—¿Todo bien hermanito? —Preguntó éste ante la llegada de William.

—Si mi hermano, todo bien. Créeme que me siento con una tranquilidad y una paz interior que necesitaba. Espero que Rose también la tenga, esté donde esté.

—Yo creo que sí la tiene, si no la tuviera, —le dijo mirándolo con cara graciosa— ¡ya te hubiera venido a penar!

—¡Muy gracioso el weón, muy gracioso! —Exclamó William entre risas— ¡Mejor pone en marcha tu tarro con ruedas para que vayamos a comprar antes que el calor se ponga más intenso! ¿Le queda combustible o hay que usar los pedales?

—¡Por lo menos tengo en qué moverme! —Le alegó ante la broma pesada en referencia a la camioneta que conducía— ¿Y hablando de calor? ¡Tú tomando bebida! Quién te viera y quién te ve.

—¡Si te apetece entonces pasamos a tomarnos unas cervezas, —le respondió en tono burlesco, al tiempo que extendía su mano y le ofrecía una de las gaseosas— digo, por el calor!

—¡No gracias, —respondía de inmediato ante la invitación— déjame con la bebida, después nos pasamos de copas y nos quedamos sin navidad! ¡Hasta ahí nomás nos llegaría la fiesta! Recuerda que la pasaremos en casa de mis suegros, y la vieja de mierda es jodida conmigo, así que no quiero darle pie para que me arruine la noche.

—¡Ya tranquilo hombre si era broma! Está más que claro que sería un problema.

—¡Si pero entre broma y broma terminamos borrachos, —se quejaba Arturo— y a ti no te van a joder tanto como a mí!

—¡Bueno, bueno! ¿Piensas estar aquí todo el día mirando el paisaje o le darás marcha a tu cafetera con ruedas? —William le daba un sorbo a su bebida tras preguntar.

—¿Y si antes de eso, vamos a visitar a la mamá primero? Hace mucho que no la venimos a ver, y ya que estamos aquí… —Indicaba Arturo, señalando la entrada del lugar.

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