Vidas cruzadas: El ciclo. #3...

By AbbyCon2B

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Muchas cosas han sucedido en la vida de los Morgan, pero la aventura no termina. Su historia está por enfrent... More

NOTA DE LA AUTORA Y MÁS.
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AGRADECIMIENTOS.

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By AbbyCon2B

Vestido de Olivia (verde/derecha) y Elizabeth (salmón/izquierda) en el capítulo:

13 de marzo 1890.
White Oak, Minnesota.
Cinco años después.

El jardín estaba decorado con flores y mesas de comida, tenían manteles blancos con algunas sillas a juego y abundaban los alimentos. La señora Hooper y la señora Davis realmente se habían lucido con todo lo que habían preparado y algunos de los mozos habían sacado a relucir unas habilidades artísticas inesperadas al diseñar gansos de servilletas para adornar los platos.

—¡Adalynn Morgan, si te veo corriendo por los pasillos otra vez te dejare las nalgas rojas! —gritó Olivia desde su dormitorio.

Tenía la puerta abierta mientras terminaba de aprontarse y estaba segura de que Adalynn había pasado corriendo frente a esta como eran las malas costumbres. No se equivocó y casi a los segundos, Adalynn regresó caminando sobre sus pasos y se detuvo a mirarla.

—No estaba corriendo, mami.

—Eso no es lo que yo vi —señaló y terminó de abrocharse el pendiente—. ¿Por qué no estás vestida todavía? Adalynn los invitados llegarán en cualquier momento.

—El tiempo vuela cuando estoy en el jardín —justificó y se acomodó el vestido—. Pero me vestiré rápido.

Se giró hacia la puerta para marcharse corriendo, pero se detuvo cuando Olivia enderezó su cuerpo con una advertencia.

—Caminando voy, está bien, está bien.

El corredor estaba repleto de jarrones delicados y flores que fácilmente podían pechar si no tenían cuidado. Y no sería la primera vez que Ada pechaba un jarrón por accidente. Normalmente a Olivia no le molestaba y enviaba a alguno de los empleados a comprar otro, pero esa tarde necesitaba todo perfecto para la fiesta y no quería perder un jarrón.

Se colocó perfume en el cuello y las muñecas y abandonó el dormitorio llevándose su sombrero abajo del brazo para poder dejar las manos libres y subirse los guantes. Le gustaba ver la casa toda decorada y muchas cosas habían cambiado en los últimos cinco años. Habían remodelado el comedor para que fuera más grande y ahora tenían también una mesa más grande, donde toda la familia podía entrar para las comidas. También tenían un gran salón (relativamente nuevo) donde se reunían para las grandes comidas, con todos sus nietos y bisnietos...Porque ese era un nuevo detalle, Olivia y Jonathan tenían bisnietos, Liam (el hijo de Jian y Derby) había sentado cabeza y era papá.

También habían modificado el recibidor, remplazando las baldosas del suelo por unas más elegantes y refinadas y habían ampliado el salón de estar. Tenían electricidad en toda la casa y un teléfono en el corredor y otro en la en la oficina de Jonathan. Normalmente solo Edgar usaba el teléfono para contestar o hacer llamadas y de ser necesario, la pasaba a quien estuviera siendo solicitado. Tenían un timbre que rara vez utilizaban, pues la gente seguía con la costumbre de llamar a la puerta y habían remodelado todas las habitaciones.

El exterior de la mansión seguía incluyendo un gran jardín mucho más desarrollado. Tenían dos gazebos y algunas fuentes de agua. Habían incluido un laberinto de arbustos y un campo de tenis donde Jonathan pasaba tiempo con sus hijos. el invernadero se había convertido en una hermosa jungla floral gracias a los cuidados de Olivia, incluso tenían a algunas aves que podían entrar y marcharse por las aperturas abiertas en el techo y casi todas las tardes llegaban picaflores. Sus hijos habían construido sus casas a la vuelta, por lo que al salir podía verlas en la distancia y aparte de los Jones, también tenían a los Hunt y los Waller viviendo en la propiedad, dos nuevas familias que habían llegado hacía unos tres años y cuyas hijas se habían vuelto buenas amigas de las suyas.

White Oak, el bello pueblo que habían construido años atrás, seguía floreciendo como un pequeño reino, pero la mina había cerrado al quedar vacía. Ahora en el pueblo se cultivaban uvas para la producción de vino y era otro pequeño negocio en el cual a Jonathan le iba bien.

Los negocios de Jonathan solo crecían; trenes, minería, compañías eléctricas y comercio. Tenía éxito allí donde ponía su mente y Olivia siempre lo apoyaba para que se arriesgara a seguir explorando sus capacidades. Era un hombre mucho más inteligente de lo que él creía.

Olivia salió de la casa por las puertas que se encontraban ya abiertas y sonrió al encontrarse con toda la familia en el jardín, reunidos para la fiesta de esa tarde. Jonathan estaba jugando con dos de sus nietas, Denisse y Evette, ambas hijas de Adrian y Jazmín, ellas lo corrían por el jardín o se agarraban a sus manos para que las levantara por los aires como si fueran aves. Sus risas y las del resto de los niños inundaban el jardín.

—¿Y ella dónde está? —preguntó, encaminándose hacia Jonathan.

Él la miró con, Denisse colgando de cabeza en un brazo y Evette sobre el hombro. Ambas reían y pataleaban.

—¿No estaba en su cuarto?

Olivia maldijo para sus adentros y regresó sobre sus pasos hacia las escaleras para subir rápidamente. Sujetó el frente de su vestido para no caerse y cuando alcanzó el segundo piso estiró las arrugas y se apresuró. La moda también había cambiado, ya no usaban polisones o crinolette, las faldas caían de forma natural, a veces con un delgado almohadón en las caderas para darle un poco más de volumen, pero era una apariencia mucho más natural, acostumbraban a usar solo una falda y no varias de estas y casi todos los atuendos incluían camisas o blusas con mangas infladas o muy holgadas.

Llamó a la puerta del dormitorio de Elizabeth y asomó para encontrarla dando vueltas todavía en pijama.

—Elizabeth, todo el mundo espera por ti y ni si quiera te has peinado.

—No puedo ir —confesó girándose hacia su madre y sacudió la cabeza—. Me mirarán y no me gusta que la gente me mire...Está bien, sí me gusta, pero no sí sé que me van a estar mirando, eso no me gusta y me pone muy nerviosa ¿qué tal si hago el ridículo? No puedo salir, mamá, simplemente no puedo, cancela todo, por favor.

—Tonterías, no cancelaré nada porque ya hicimos venir a todo el mundo. Te pregunte más de una vez si querías hacer una fiesta y dijiste que sí.

—Eso fue antes —señaló agitando sus manos—. Cuando la idea parecía una buena idea, pero ahora... —. Miró por la ventana de su dormitorio hacia el jardín y sacudió la cabeza—. Es una pésima idea.

—Ya, es solo un cumpleaños y estamos entre amigos y familias, no hay porqué estresarse —. La giró frente al espejo y le acomodó el corsé enfrente para que se lo abrochara mientras ella le ajustaba las cuerdas en la espalda—. Será solo un rato y luego puedes volver a lamentarte a tu dormitorio.

—Creo que echarlos sigue siendo una mejor idea.

—Es descortés, especialmente cuando tu hermano Peter ha hecho todo el viaje desde Nueva York para poder verte.

—¿Peter vino? —. Olivia la siguió por el dormitorio cuando ella se fue hacia la ventana para buscarlo—. No lo veo.

—Estará por ahí, Elizabeth, pero estate quieta que no puedo atarte el corsé.

—¿Vino con Wendi? —. Se giró y Olivia maldijo y giró con ella siguiendo las cuerdas del corsé—. Hace tiempo no los veo ¿y si piensan que engorde? ¿Y si notan el grano que me salió en la frente? No puedo, madre, no puedo... ¡Oh, Dios, ¡voy a morir!

Elizabeth se dejó caer bocabajo en su cama y Olivia soltó las cuerdas del corsé y suspiró exasperada.

—Ya deja el drama, Elizabeth —. Tiró de ella sin mucho éxito para poder acomodarle la ropa y la soltó al no conseguirlo—. ¿De verdad vas a hacer que tu pobre madre se esfuerce de esta forma?

Sus palabras parecieron funcionar, porque Elizabeth se sentó en la cama y bufó.

—Todos los años la misma historia con tus cumpleaños, dabas menos trabajo cuando eras niña —. Consiguió que se pusiera de pie y terminó de abrocharle el corsé para luego atarle la delgada almohada en la espalda. Se la acomodó a la altura de las nalgas y le colocó la falda que iba debajo del vestido y tenía una tela floreada—. Estarás bien y te verás hermosa, todo el mundo verá que eres hermosa.

—Pero no quiero que me miren, me pondré nerviosa.

Olivia ya conocía el juego con Elizabeth, estaba nerviosa hasta que se unía a la fiesta y se divertía. Entonces se olvidaba de los nervios y terminaba disfrutando de las mejores tardes. Pero Olivia sabía que sus verdaderos nervios no eran la fiesta o su hermano Peter.

—Es Ethan ¿verdad?

—¿Qué? No, claro que no ¿por qué sería él? —inquirió y se giró hacia ella, alisando las arrugas de la falda. Olivia tomó el vestido rosado y lo remangó para pasárselo por la cabeza—. ¿Vendrá?

—No lo sé, cariño, le enviamos la invitación.

—Oh...Igual no me importa si no viene —. Se acercó para colocarse el vestido y apartó su cabello—. No es como si importara...

—Seamos honestas ¿Cuándo ese chico se ha perdido un cumpleaños tuyo? —. Tenía razón, Ethan nunca faltaba a su cumpleaños, incluso había hecho el viaje en su periodo de exámenes, posponiendo su educación y poniendo en riesgo su carrera solo para poder visitarla—. Seguro vendrá, Lizzie y pensará que te ves hermosa.

—Eww, no quiero que piense eso...No me importa que piense eso, no necesito su aprobación —. Se giró otra vez acomodándose las mangas y la miró—. ¿Realmente crees que piense me veo hermosa? ¿Y mi grano?

—Taparemos ese grano con un poco de maquillaje y listo. No te preocupes, estás en la edad y a todos nos pasa —. La sentó frente al tocador y empezó a recogerle el cabello para—. ¿Te gusta?

Elizabeth la miró a través del espejo y sus ojos saltaron.

—Madre, creo que la edad comienza a hacerte delirar —observó—. Ethan es mi amigo, mi mejor amigo, no podría interesarme por él.

—No podrías, eso no significa que no suceda. Los sentimientos no se controlan.

—Pues yo sí los controlo —mintió—. Y no siento nada por él, es un amigo.

—Uhm-mmm, seguro que es solo eso.

Terminó de acomodarle el cabello y se fue a buscar su maquillaje para poder cubrirle el grano en la frente y resaltar un poco más sus pestañas. Elizabeth era una mujer preciosa, tenía la piel suave y blanca, con pecas como ella y los ojos de su padre realmente resaltaban su mirada. Eran enigmáticos e intensos, llenos de curiosidad, carácter e inteligencia. Su pelo se había mantenido rubio con el pasar de los años y no se había oscurecido como le había sucedido a Jonathan y Olivia cuando eran niños. Tenía una larga melena dorada con rulos y sus mejillas algo sonrojadas ante la reciente conversación acerca de Ethan. Era alta como Olivia y delgada.

—Muy bien, ponte perfume y baja a saludar a todo el mundo.

Asintió de malagana y cuando su madre abandonó el dormitorio fue a acostarse otra vez en la cama.

Sería honesta con sí misma, estaba nerviosa porque vería a Ethan y habían pasado seis meses desde la última vez que lo había visto. Él vivía en Nueva York, donde estudiaba en la Universidad de Medicina, estaba enfocado en su futuro, en ser un hombre independiente e independizarse de sus padres, mientras ella seguía siendo una niña ridícula, inmadura y sin historia alguna. Todavía se ensuciaba toda la boca al comer pastel de chocolate y era torpe y mimosa con su padre. Le avergonzaba que Ethan llegara un día y descubriera que ya no era interesante o peor aún...Que el regresara con esposa.

Porque muy en el fondo sabía que le gustaba y que dudaba mucho él fuera a elegirla a ella con su inmadurez por sobre una mujer mucho más capaz.

Enterró el rostro en la almohada y se lamentó por lo bajo.

En seis meses mucho podía cambiar en él. Siempre cambiaba. Cada vez que la visitaba, notaba algo distinto. Mas vello facial, estaba más alto, más fuerte, más delgado, con su voz más grave, más serio, más calmado, más estresado o angustiado. Siempre era algo distinto e interesante...Ella era la misma.

Caminó en círculos por su dormitorio y miró hacia el jardín desde la ventana. Toda la familia estaba reunida y también habían llegado los Hunt y los Waller, lo cual incluía a sus tres mejores amigas, Annika, Sera y Sadie. Harvie estaba bebiendo como de costumbre, pero charlaba con Chester y Terrell, su padre jugaba con sus nietas y Olivia había empezado a organizar las mesas y asegurarse de que todo el mundo estuviera servido. La mesa de regalos estaba cubierta y el gato de Katherina estaba hurgando entre las cosas.

Sí, Katherina finalmente había conseguido un gato de regalo por sus dieciocho años, el gato se había tardado unos diez años en llegar, pero al menos había llegado y ella estaba feliz. Era un bello gato negro a quién Jonathan odiaba con esmero, incluso aunque él lo había traído para complacer los caprichos de su hija.

Poco después de traer el gato y solo para hacer su vida miserable, Jonathan había llegado a la casa con un perro labrador, que, aunque era amistoso con el animal, lo molestaba las veinticuatro horas del día. Jonathan amaba a ese perro.

Se giró bruscamente cuando escuchó que llamaban a la puerta y su corazón se congeló cuando sus ojos encontraron los de Ethan. Ni siquiera entendía porque se sorprendía de verlo, como su madre había señalado; él nunca faltaba a su cumpleaños.

La respiración se le atoró en el pecho y no pudo reaccionar a verlo. Estaba guapo con su traje y el sombrero que se quitó al detenerse en la puerta. Tenía el cabello castaño con algunas ondas engominadas hacia atrás y se había dejado un candado de barba que le sentaba muy bien. Mejor que el bigote que traía la última vez. Era alto, más alto que ella (lo cual era decir bastante) y parecía un poco más fuerte que la última vez, pero no era sorpresa, Ethan siempre ejercitaba en su tiempo libre.

—¿Se puede pasar o peligra mi vida?

Se rio y asintió para luego ir a cerrar la puerta.

—Papá está distraído con las hijas de Adrian. Viniste...

—Me ofende el tono de sorpresa —le dijo y se sentó en la cama—. No todos los días se cumplen diecisiete años.

Él extendió la mano y Elizabeth sonrió al estrellarla para empezar el saludo que tenían desde los once años. Chocaron sus manos dos veces, golpearon sus puños y sus manos otra vez antes de estrellar sus caderas y saludarse con dos besos en las mejillas. Era un saludo ridículo y, aun así, aunque fuera una tontería, Ethan nunca lo olvidaba.

—Feliz cumpleaños —. Se sonrojó cuando él le extendió un paquete envuelto en papel marrón—. Disculpa el empaquetado, no pude conseguir mejor papel en la Universidad.

Elizabeth se sentó en la cama para desenvolverlo y él permaneció de pie, apoyándose en el poste de la cama y estudió el entorno.

—Remodelaste —observó—. Me gusta, encaja más contigo.

—¿Por qué lo dices?

Señaló el entorno y sonrió.

Las paredes tenían un papel de flores rosadas y blancas, las cortinas eran beige y transparentes, tenía un escritorio más pequeño y de una madera más fina donde ella organizaba sus cuadernos y lápices. El tocador era nuevo y estaba repleto de broches, perfumes, maquillaje y accesorios. El armario era más grande y contenía los cientos de atuendos que tenía y había adquirido una alfombra que combinaba con las mantas de su nueva cama de dos plazas.

—Es fresco y creativo como tu personalidad.

—Gracias, papá me dejó remodelar como regalo de cumpleaños adelantado —. Retiró la cinta del paquete y miró hacia Ethan con una sonrisa—. Nunca me había dejado gastar tanto dinero en mi cuarto. ¿Ya lo saludaste?

—No, no... —. Ella rio al ver el pánico en su rostro—. No me ha visto en un tiempo así que imagino ha adquirido nuevas opiniones respecto a mi apariencia que pronto compartirá muy gustoso conmigo.

—Se aburrirá de molestarte tarde o temprano.

—Conociéndolo, será tarde —. Decidió sentarse en la cama frente a ella, aunque le pusiera nervioso y la ayudó a retirar la cinta del papel—. ¿Tu como has estado? No respondiste mi última carta.

—Lo hice, solo que no la envíe.

—¿Y eso?

Elizabeth se encogió de hombros y no lo miró.

—Fue una carta muy emotiva que hice en medio de otra crisis y si te la enviaba solo te preocuparías y terminaras viajando a verme por nada.

—Otra crisis ¿eh? ¿Qué sucedió?

—Discutí con mamá hace tiempo y papá se enfureció por algunas cosas que dije y provoqué una pelea enorme entre todos...Fue horrible —. Y recordarlo era igual de horrible—. Papá no me habló como por una semana después de eso y él nunca deja de hablarme después de discutir.

—¿Y por qué discutieron?

Elizabeth se encogió en el lugar consciente de que Ethan también la regañaría y él alzó las cejas a la espera de una respuesta.

—Escapé a un bar con mis amigas y nos robaron.

—¡¿Qué?! —. Apretó los ojos cuando él se puso bruscamente de pie y suspiró—. Elizabeth, eso es imprudente y estúpido. ¿Te lastimaron?

—No, no, solo nos robaron el poco dinero que teníamos y ya, tuvimos suerte, pero mamá se enteró y obviamente se lo dijo a papá y luego Marie entró a defenderme y Marie y papá discutieron y luego Gwendoline entró a defender a papá y Marie y Gwendoline discutieron y entonces llegó Adrian y Adrian se enojó conmigo, entonces Marie y Adrian discutieron y al final Marie y Zenia se agarraron de los pelos y papá las separó y mamá les pegó a ambas. Fue horrible, créeme. Me dio una crisis cuando vi que la discusión había escalado y de un accidente se había vuelto una guerra familiar y como justo había recibido tu carta te escribí pidiendo tu apoyo y si podía irme contigo por unos días a Nueva York, pero luego me percaté de que solo te preocuparías y no la mandé.

—Dios...Suena como una fea pelea.

—Lo fue —. Terminó de desenvolver el regalo y se encontró con una caja de madera y sonrió—. Pero ya estamos bien y me han quitado el castigo.

—Y aprendiste la lección espero. No puedes salir de noche sola, al menos invita a alguno de tus hermanos o algo.

—¿No me dirás que no debo escaparme?

—Nah, yo también me escapo algunas veces, pero al menos cuídate mientras lo hagas y siempre ve con un hombre que conozcas —. Asintió y le sonrió antes de concentrarse en el regalo—. Espero que te guste, estuve un tiempo planeándolo.

Ethan tenía la costumbre de regalarle cosas que hacía con sus propias manos. Cuando eran niños le regalaba dibujos o historias animadas, durante la adolescencia solía hacerle adornos para su cuarto, pinturas o canciones. Ahora que eran adultos sus regalos se habían vuelto un poco más elaborados y atentos.

La caja de madera la había hecho y tallado el, era del tamaño de un libro promedio y tenía un tallado de flores en toda la superficie y un barnizado que brillaba como cristales. Venía con un pequeño candado y la llave estaba amarrada con una cuerda delgada de color rojo. La tomó y abrió la caja para descubrir en su interior unas flores, algunos bombones envueltos en papel (bombones que él cocinaba), un collar delicado con un dije en forma de rosa y unas cuantas cartas pequeñas con frases que podían derretirle el corazón.

Me encantaría decirte todas las cosas bonitas que me vienen a la mente cuando te veo, pero cuando estás cerca de mí se me olvidan las palabras.

Sonrió al alzar la vista hacia él y lo encontró algo sonrojado mientras la dejaba explorar su regalo. Le había agregado a la caja una foto de Nueva York y le encantó. Ella no conocía mucho de Nueva York, tenía un vago recuerdo de haberlo recorrido de niña, pero era borroso e Ethan sabía lo mucho que ella ansiaba poder visitarlo algún día.

—¿Dónde es esto?

—Central Park, justo enfrente he rentado un apartamento con tus hermanos para salirnos de los dormitorios de la Universidad —. Se inclinó hacia la foto y señaló hacia una figura—. Ese soy yo, justo ese día estaba estudiando para un examen.

—Señor responsable, te ves muy concentrado —. Y se veía guapo, pero esa parte se la guardó—. Desearía poder visitarte algún día, pero mi padre preferiría morirse antes que permitir algo como eso.

—Lo sé, seguramente te ponga un cinturón de castidad antes de permitirlo —. Se rieron y Elizabeth asintió entro carcajadas.

—Es muy capaz.

Se llevó uno de los bombones a la boca antes de continuar con los regalos y la saliva se amontonó al instante, provocando que escupiera al hablar.

—Ay, mierda...Perdón —. Tragó cubriéndose con la boca y él se rio y alzó los hombros—. Pero están exquisitos...Mmm, tienen nueces.

—Para que sean algo crocantes.

—Mmm, me encantan...Ahora quiero otro y justo cuando empezaba la dieta.

—Como si la necesitarás, estás perfecta —. Sonrió, con sus mejillas sonrojadas y se llevó otro bombón a la boca y volvió al regalo.

Leyó todas las notas con una sonrisa estúpida en su rostro y se colocó el collar agradeciendo por el detalle. Encontró algunas figuras hechas con papel para agregar a su colección de figuras que Ethan le hacía y un brazalete hecho con hilos a mano.

—¿Tu lo hiciste? —inquirió y miró que el brazalete ponía su nombre en cursiva.

Elizabeth,

—Sí, fue algo que aprendí en esta clase con señoras embarazadas.

Le miró con una ceja en alto y él se sonrojó y ocultó el rostro en ambas manos.

—No me hagas contar la historia.

—Debes contar la historia.

—Ay, joder, está bien...No es la gran cosa, solo que...Perdí una apuesta ¿vale? Y me obligaron a ir a un taller para mujeres embarazadas y uno de las actividades era coser brazaletes para relajarse.

—¿Fuiste a una terapia para embarazadas?

—Uhm-mmm, fue horrible, la señora pensaba que iba a ser papá o algo y no dejaba de decirme, lo hace muy bien, padre —. Se frotó las mejillas enrojecidas y negó—. Y luego cuando empezaron a hacer sentadillas con respiraciones y tuve que imitarlas...No, fue...horrible.

—Pero ahora tienes un nuevo talento —señaló y sostuvo la pulsera frente a él—. Te quedó hermosa. ¿Me la abrochas?

Ethan anudó los extremos en su muñeca y acarició su mano suavemente antes de soltarla, deteniéndose por más tiempo del necesario tocándola. Cada vez que la visitaba, mantenía la esperanza en su pecho de que ella no volviera a sacudir todo su piso y luego la veía y descubría que las sensaciones eran incluso más fuertes. Sus sentimientos por Elizabeth solo crecían y temía que llegara el día en el que simplemente no pudiera controlarlos y se lanzara a besarla como tanto ansiaba. Temía que ese fuera el día en el que arruinara la amistad que tenían.

—Hay más regalos —señaló con la intención de romper el momento y que ambos regresaran a la normalidad.

Detestaba que por su culpa las cosas se tornaran incomodas.

Elizabeth terminó de ver los regalos y le agradeció con un gran abrazo que lo derritió por dentro. No podía comprender como algo tan simple provocaba tantas cosas en su interior y como una mujer podía tener tanto control sobre él, pero simplemente la adoraba y la amaba demasiado. Ella era todo en su mundo y pensar en ella era su pasatiempo favorito cuando estaban separados.

El día que llegara a visitarla para descubrir que tenía novio, sería el día en el que su corazón se haría pedazos.

—¿Cuánto tiempo te quedarás? —curioseó ella mientras agregaba las figuras de papel a su colección en los estantes y se comía otro bombón.

—Me marcho mañana me temo —. Tenía exámenes finales para los cuales prepararse y luego las vacaciones, durante las cuales regresaría por unos tres meses antes de volver a irse. Pero entonces vio la angustia y decepción en su rostro y no pudo soportarlo—. Aunque...podría quedarme una semana más.

—¿En serio?

—Sí, claro, tenemos que ponernos al día con todo lo que hemos hecho —. Se puso de pie y le sonrió—. Pero ahora ya deberíamos bajar a la fiesta o tu madre vendrá a buscarte.

Asintió y bajaron las escaleras juntos para ir hacia el jardín.

Tenerlo a él la hacía sentirse mejor, más tranquila y contenta. Ethan tenía ese efecto sobre ella, junto con el efecto de ponerla nerviosa y provocar que se enojara consigo misma por siquiera sentir algo hacia él. ¡Su mejor amigo!

Cuando se unieron a la gente, Elizabeth se vio arrastrada por todo el mundo que quería felicitarla y finalmente, Ethan se acercó a saludar a Olivia y (aunque quisiera evitarlo) también a Jonathan, pues ambos estaban juntos.

Jonathan bajó a Denise de sus hombros y borró su sonrisa al verlo llegar.

—¿No se estrelló el tren?

—No, señor Morgan y considerando su suerte, seguro de haberse estrellado yo habría sido el único en salir con vida.

Jonathan forzó una sonrisa y cuando lo vio extender una mano para saludarle, ni siquiera se molestó en responder.

—No te habría lastimado la mano si te hubieras afeitado un poco ¿o sí?

—Jonathan, déjalo tranquilo, le queda precioso este nuevo estilo, mucho mejor que el bigote, debo señalar.

Olivia le sonrió e Ethan sonrió de regreso. Adoraba a Olivia y también a Jonathan, aunque su relación era tensa.

—Me gusta este estilo y creo que a Lizzie también le ha gustado —comentó, solo para molestarle.

—Esa pobre niña nunca tuvo buen gusto. ¿Y en que has estado perdiendo el tiempo? ¿Más figuras de origami?

—No, de hecho, ahora estoy empezando a tejer brazaletes —señaló sin importancia—. Le he hecho uno a Lizzie con su nombre. Una completa perdida de tiempo para un macho rudo como usted, imagino.

La lengua de Jonathan fue por el interior de su mejilla lentamente, mientras su mirada enfurecía ante la presencia de Ethan. Le reconocería que, con la edad, el joven había aprendido a enfrentarle sin temor y con orgullo. Era valiente y tenía carácter y rara vez se callaba la boca, pero cuando lo hacía, lo hacía correctamente.

—¿Por qué no vas y te consigues una esposa mejor? Realmente nos harías muy felices y yo podría ayudarte.

—¿Oh ¿de verdad? —. Jonathan asintió e Ethan se aclaró la garganta y miró hacia Elizabeth—. ¿Me daría la mano de su hija en matrimonio entonces?

El rostro de Jonathan se tensó ante la furia e Ethan empezó a reír antes de pasar junto a él y darle unas palmaditas en el hombro.

—Ay, señor Morgan, le extrañé, ahora si me disculpan, vi que preparó pastel de moras, señora Morgan y mi estomago pide a gritos por una porción.

Ethan se alejó y Jonathan vio su espalda con la boca abierta e indignación.

—Es mí pastel de moras.

—Ya, ya, cariño, he preparado otro más para la noche ¿sí?

La miró con su rostro todavía tenso y negó.

—¿Escuchaste lo que dijo? Atrevido... ¿Ves porque no es bueno para Lizzie?

—Pero tiene razón ¿o no? Digo, debes ir planeando como le entregaras la mano de Lizzie porque tu y yo sabemos que...

—¡Ah, no te oigo, no te oigo! —. Jonathan se tapó los oídos y empezó a alejarse de regreso hacia sus nietas que jugaban con las flores.

Olivia rodó los ojos y decidió entretenerse charlando con sus hijos. volvió a Grayson y Geordie, quienes acababan de regresar de la Universidad junto con Ethan y abrazó a Grayson desde la espalda, llenándole las mejillas de besos.

—Mis muchachos...Todavía no me creo lo grande que están.

—¿Grande ¿yo? Mira a esta roca —. Grayson señaló hacia Geordie y se sacudió como si el hubiera recorrido un escalofrío—. Me deja pequeño.

—Ha dejado a toda la familia pequeña.

Olivia intentaba no ser tan mimosa con Geordie, pues sabía que a él no le gustaba y muchas veces le incomodaba, pero aprovechó a acariciarle la mejilla y él no la rechazó.

—¿Cómo han estado? A ver, cuéntenme todo. ¿Las clases?

—Renuncié.

—Renunció —repitió Grayson.

—¿Cómo? Pero Geordie...Pensé que esta era tu pasión, siempre has querido dedicarte a la ciencia.

—Estaba rodeado de un montón de seres subdesarrollados y los profesores no me permitían tomar el examen para recibir mi diploma por adelantado, así que renuncié —. Se sirvió una porción de pastel en su plato y limpió la cuchara tres veces con la servilleta antes de usarla para comer—. Todo lo que estaban enseñando era aburrido y primitivo, casi se sentía como si me hubieran enviado a una Universidad en plena edad media y no me dejaban acceder al laboratorio porque soy de primer año, solo me estaban haciendo perder el tiempo y el tiempo es algo que no se puede perder, madre, además la cocinera quería acostarse conmigo.

—Espera ¿qué?

—Yo se lo dije, también le dije que aprovechara ¿pero me escuchó? No, por supuesto que no —. Geordie miró hacia Grayson, todavía intentando comprender porque habría de aprovechar para dormir con la cocinera y luego este continuó—. ¿Sabes las de alimentos que puedes conseguir después de dormir con ella una vez?

Olivia golpeó a Grayson en el brazo y este se rio.

—¿Eso haces tu en la Universidad? ¿Dormir con las mujeres?

—Bueno, o sea...Tengo necesidades y...Y ya sabes...Pero...Sí estudio.

—No, no lo haces —delató Geordie frunciendo el ceño—. Te la pasas yendo a fiestas y acomodando las faldas de las cocineras, lo cual considero muy extraño, madre, no sabía que las mujeres pedían ayuda a los hombres para acomodarse las faldas.

Porque eso no era ayuda, era sexo. Grayson estaba teniendo relaciones con las cocineras y había mentido a su hermano para que este no le delatara con su brutal honestidad como acababa de hacer.

—Guau, Geordie, gracias, no me imagino lo que ha de ser caerte mal si así tratas a tu hermano favorito —espetó Grayson y Geordie le miró confundido—. Miente, madre.

—Geordie nunca miente.

—Pues aprendió a hacerlo y ahora lo hace muy bien —. Se encogió de hombros y llevó una galleta a su boca—. Pero yo me comportó como un caballero, te lo aseguro.

—Más bien como un mujeriego —agregó Aiden al detenerse en la mesa junto a ellos para servirse un vaso de jugo—. Yo lo vi.

—¡Perfecto! ¿Alguien más quiere divulgar toda mi vida? —. Los mellizos abrieron la boca desde los bancos y Grayson les chitó—. No ayuden, por favor.

—Solo íbamos a decir que te fue muy bien en los exámenes.

Grayson sonrió con arrogancia ante las palabras de Henry y miró a su madre para que registrara esa información.

—Claro, suponiendo que bien signifique dormir con la esposa del profesor para luego chantajearlo con divulgarlo en los periódicos si no te entrega el aprobado —finalizó Nolan y chocó los cinco con su hermano.

Grayson palideció y miró sobre su hombro hacia ellos.

—¿Yo hice eso? Vaya...No...No recuerdo... —. Forzó una sonrisa al regresar la mirada hacia su madre y se agarró la oreja cuando ella le tiró con fuerza—. Auch, auch...Está bien, comprendo, estás enojada...Madre, auch, mi oreja...Madre, la necesito para escuchar ¿sabes?

—Técnicamente solo necesitas el tímpano, lo cual se encuentra dentro del oído, así que puede arrancarte la oreja si eso satisfará su enojo.

—No ayudas, Geordie...

Olivia le soltó la oreja y lo golpeó en la cabeza con su mano abierta.

—¡Vergüenza, Grayson Morgan! ¡Vergüenza debería darte! ¿Cuánto ha pagado tu padre por esa Universidad ¿eh? Y todo para que lo desperdicies deshonrando a la familia.

—A ver, que sí he aprobado mis materias.

—"Aprobado" —murmuraron sus hermanos y los mellizos se rieron mientras intercambiaban sus bebidas cuando se aburrían.

Olivia apretó los labios al enfrentarse a su mirada y lo señaló.

—Hablaremos de esto en la noche con tu padre, jovencito —espetó con un firme tono de voz y lo suavizó al girarse hacia Geordie—. Y tú, mi amor, no puedes abandonar la Universidad. Sé que es frustrante que todos sean muy bobos y lentos comparados contigo, pero necesitas el título en ciencias para poder conseguir tu propio laboratorio como tanto deseas ¿sí? Y mami quiere ayudarte a conseguirlo, pero debes primero ganarte ese título ¿de acuerdo?

—Está bien, madre, sabía que no me dejarías renunciar, por eso dejé mis cosas en Nueva York.

Sonrió con orgullo y lo borró al girarse hacia Grayson.

—Vergüenza, Grayson.

Cuando Olivia se marchó, Grayson se giró hacia sus hermanos y apoyó los puños en la mesa.

—Los odio a todos, menos a ti Geordie, porque sé que lo tomarás literal —espetó y Geordie continuó comiendo su pastel sin alarmarse—. Pero ustedes tres...Púdranse en el infierno.

—No me gusta el calor —contestó Aiden.

—No me importa, púdranse.

—No soy fruta —agregó Henry.

Grayson gruñó exasperado y se alejó de la mesa hacia otra parte, cuando lo hizo, Geordie recogió rápidamente su bebida y lo siguió para sentarse a su lado en los bancos.

—¿Cometí un error ¿verdad? Perdón.

—Tranquilo, sé que no fue tu intención —. Le sonrió y miró hacia sus padres—. Joder, papá me va a estrangular cuando mamá le diga.

—Tal vez no le diga.

—Es mamá, Geordie, ella le cuenta todo a papá.

Exhaló todo el aire en su pecho y se recostó en la silla con las piernas estiradas. Estaba muerto o al menos verdaderamente jodido, pues su padre se enojaba el doble cuando Olivia se enojaba.

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