UNA NUEVA IDENTIDAD. (COMPLET...

By Jota-King

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Saga "The Wings of the Scorpions" Primera entrega. En un pueblo olvidado del mundo, Arturo debe luchar día a... More

Notas del autor.
La amenaza de un extraño.
Atención a las señales.
Recuerdos del pasado.
Conflictos.
Viaje al fondo del abismo.
Una señal de esperanza.
Palabras del alma.
No hay plazo que no se cumpla.
Las llamas de la venganza.
Cenizas.
Mar de dudas.
Noche de insomnio.
Luto en Los Manzanos.
El último recorrido.
Considérate afortunado.
Familia fracturada.
Nuevo error.
Don nadie.
Hombres de la calle.
Cementerio de esperanza.
En el lugar equivocado.
Un nuevo destino.
Se abren puertas.
Oportunidad.
Prueba de confianza.
Una nueva identidad.
Son más que sueños.
Sinceridad.
Bondad en el corazón.
Encuentro inesperado.
Mordiendo el anzuelo.
Noches perdidas.
Retomando el juego.
Convaleciente.
Pleito en el bar.
La muerte anuncia su llegada.
Con el corazón en la mano.
Una estrella en el firmamento.
Adiós viejo querido.

Cita en el bar.

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By Jota-King

Un pequeño aparato sonoro lo acompañaba en sus días de trabajo, su fiel amigo. Era su regalo de cumpleaños y lo cuidaba como uno de sus más grandes tesoros. Gracias a la música que se transmitía por su estación de radio favorita, lograba despejar la mente de los conflictos del diario vivir, y de paso le ayudaba a sentir más ligeras sus extenuantes jornadas laborales, a pesar de que de cuando en cuando, aquella voz tan característica que se escabullía por el parlante le recordara la hora del día. En algún minuto por sus oídos pasó una canción, y una frase en particular llamó su atención.

"La vida elige para darle a uno, donde más le duela".

Esta historia es el reflejo de aquella frase, aunque no será la vida como tal quien se encargará de proporcionarle semejante dolor; será un ser de carne y hueso, temible y despiadado, un ser carente de sentimientos, creado por la mente retorcida de un hombre que solo buscaba con sus experimentos engendrar al ser perfecto. Y en particular, obtener el reconocimiento de sus pares, y de paso dos cosas importantes para él, poder y control.

Su felicidad al ver cumplido su sueño fue fugaz, y su único legado fue crear a ese sujeto, el cual hoy por hoy se encuentra fuera de control; y que escondido entre las sombras solo sabe causar dolor. En ocasiones no necesitas estar en un sueño profundo para caer en la peor de tus pesadillas, solo basta que tu camino se cruce con la persona equivocada para que sobre ti se desate la peor de las tempestades, convirtiendo aquella pesadilla en tu cruel realidad, cambiando tu vida de manera drástica y para siempre.

Todo fue muy rápido, como un abrir y cerrar de ojos, como si no fuese más que un tronco seco y viejo, destruido por la inclemencia del ardiente sol y la falta de humedad en sus raíces, abandonado a la mitad de la nada y con el recuerdo de haber sido un árbol fuerte, frondoso y lleno de vida. Su mente formula muchas preguntas, pero las respuestas le son esquivas. Si todo era tranquilo, su vida hasta ese fatídico día era normal, era un hombre común y corriente, una persona honesta con quienes le rodeaban, que luchaba cada día para surgir y conseguir darle lo mejor a su esposa e hijos, esa hermosa familia que con tanto esfuerzo logró formar.

Los problemas son parte de la vida y sin ellos no podemos surgir, si no somos capaces de aprender a resolverlos y dar el paso necesario para avanzar en este enigma llamado vida, no seríamos más que un armazón de carne, huesos y articulaciones, caminando sin sentido alguno. Sus problemas eran cotidianos como en el común de la gente, hasta que su existencia cambió por completo. El sufrimiento, la sangre derramada, y aquellos ojos que por desgracia tuvo la desdicha de ver; ojos que no eran más que el reflejo de la maldad pura, fueron solo el principio de un sufrimiento interminable.

El verano estaba en su máximo esplendor, y ese día en específico había sido extenuante, por lo que Arturo decidió pasar al bar para capear con una cebada el calor y la sed que el imponente sol le provocaba. Ese instante en que por su mente pasó aquella idea, fue la que sentenció su futuro. Sabía que tendría problemas con su mujer, pues a ella no le gustaba la idea de sus visitas a dicho lugar, en especial si se encontraba con William y sus amigos, pues la mayoría de las veces terminaba metiéndose en problemas a raíz de las estupideces que su hermano menor y sus amistades hacían cuando estaban pasados de copas.

Era más fácil tomar rumbo fijo hasta su casa después de aquel extenuante día, pero la sed pudo más, aún a sabiendas que le sería difícil librarse de la reprimenda que le esperaba a manos de su mujer. Jamás imaginó que hubiera sido más fácil tolerar eso, a tener que soportar lo que estaba a punto de suceder. Al llegar al lugar estacionó su camioneta y descendió de ésta, observando alrededor la inusual tranquilidad.

Ya dentro del bar se acercó a la barra para saludar a don Pepe y pedirle una cerveza bien helada, dispuesto a apagar con ella el incendio descontrolado en su garganta. Don Pepe era el dueño del único bar que había en el pueblo, el lugar indicado para beber alcohol, escuchar música ambiente y desconectarse de los problemas, aunque muchas veces los problemas te seguían ahí. Con mucho esfuerzo logró convertir aquel lugar en lo que es hoy en día; un proyecto que se le vino a la mente luego de comprar aquella vieja casa a sus antiguos dueños, gente que decidió emigrar de aquel olvidado pueblo en busca de nuevos horizontes.

¿La idea? Convertirla en un lugar de entretención para la gente del pueblo. Aunque no sólo los hombres frecuentaban el bar, en menor cantidad también lo hacían mujeres, las cuales en menor grado también aportaban con sus pleitos. Con el correr del tiempo fue tomando forma y haciéndose popular en el pueblo y sus alrededores. Los adictos al alcohol ayudaron en gran medida a que esto fuese posible, pues en un pueblo tan olvidado del mundo, este pequeño centro de reunión era el escape perfecto para muchos, incluido Arturo.

—Buenas tardes don Pepe, ¿cómo lo trata la vida? ¿Tiene alguna cerveza bien helada para mí?

—Aquí Arturo, trabajando como siempre. Hace un rato estuvo tu hermano. —Don Pepe no perdió tiempo en hacerle saber que William no hacía mucho había estado en el lugar, mientras le extendía la cerveza solicitada.

—Y conociéndolo, de seguro no andaba solo. —Refutó éste, tomando entre sus manos la botella y sintiendo el frío de ésta, siendo su primer alivio.

—Para nada, —reconoció en el acto don Pepe— hoy pasó solo.

—¡Que raro, —vociferó— de seguro no tenía mucho dinero!

—Es lo más probable, solo tomó un par de cervezas. Se veía un tanto acongojado y enrabiado a la vez, por lo poco que pude hablar con él, me dio a entender que para variar, nuevamente sostuvo una discusión con su pareja.

—Esa relación es bien anormal, —indicó Arturo tras darle un sorbo a la botella, apagando por fin el calor desmedido en su garganta— pero no es problema mío, tengo los propios y me basta con eso. Ojalá algún día no tenga que depender de mí para solucionar sus conflictos.

—¿Y hablando de problemas, lograste reparar ese auto que guardas? —Don Pepe hacía referencia a un proyecto que tenía entre manos Arturo.

—Para nada, el dinero no me da para eso, ¡un Porsche no es fácil de reparar mi amigo, en especial si el dinero escasea! —Se encogió de hombros evidenciando resignación, ya que no lograría en el corto tiempo reparar aquel vehículo.

—¡Menudo desafío con ese auto! —Exclamó don Pepe en tono un tanto burlesco— Con lo complicado que es por estos lados tener dinero.

—¡Herencia de mi padre! —Alegó éste con un dejo de rabia en sus palabras— ¡Lo único bueno que me dejó el viejo de mierda! A mí ese auto, y a Willy una pequeña casa en la parte más retirada del pueblo, por lo menos tiene donde vivir el infeliz. Y sí, tiene toda la razón, este pueblo está tan olvidado del mundo exterior que cuesta conseguir el dinero para el pan de cada día.

—¡Pero para el trago nunca falta!

—¡Y bueno, este lugar es la única distracción aquí, por lo que debemos tenerlo para distraernos! ¡Es un imán! —Profirió con euforia.

—En ese sentido a tu hermano nunca le falta para la distracción mi amigo.

—Eso es verdad, —continuó Arturo, bebiendo poco a poco mientras platicaban— bien dicen que algunos nacen con suerte para todo, nunca les falta nada.

—¡Y de milagro, con lo desordenado que es! —Aseguró don Pepe— Cuando se vuelca a beber no hay quién lo pare, pero siempre tiene para pagar. Lástima que la mayoría de sus problemas sea precisamente a causa de las amistades con las que se rodea, y del alcohol. Pero es un buen muchacho, aunque muy mal influenciado.

—¡Ahí está el detalle, que los problemas de mi hermano siempre terminan brincando hacia mi lado! —Jugaba con la botella de cerveza, mientras se resignaba al decir aquellas palabras— ¡Por más que trato de evitarlos!

—Definitivamente tienes mala suerte mi amigo. —Suspiraba don Pepe mientras palmoteaba amigablemente el hombro de Arturo— Hasta con las herencias de tu padre. O quizás fue que el viejo creyó que tú sí podrías reparar ese auto.

—Nuestro padre, —suspiraba— ¡eh bueno! Era lo que había disponible para nosotros. No corrimos con mucha suerte pero igual se agradece. Algún día la suerte para nosotros cambiará, tengo fe en eso, sobre todo que le cambie al idiota de mi hermano.

El padre de ambos un día se fue. Por los relatos de la madre, el motivo de su ausencia era por trabajo, pues había recibido una gran oferta desde un lugar lejano, aunque nunca especificó donde, y tampoco tuvieron la claridad de a qué se dedicaba, pues ella nunca habló de eso y ellos eran muy pequeños para comprenderlo. A medida que fueron creciendo, aquel lazo con su padre se fue extinguiendo al punto de ni siquiera importarles en donde se encontraba o preguntar por él. Vagos recuerdos y unas cuantas fotografías era lo único que conservaban.

Pero mes a mes, el hombre se encargó de hacerle llegar dinero a la madre para que en casa no faltara nada. Fue dentro de aquellos años, que a través de terceros se hizo de aquel viejo Porsche y de la casa donde hoy vive William, haciendo llegar a la madre una carta donde decía que pronto volvería, para junto a ellos reparar aquel vehículo, ya que soñaba con tener uno, aunque fuese estropeado, pero repararlo con sus propias manos en sus ratos libres, como una especie de hobby.

Una vez terminado el vehículo, éste sería un obsequio para Arturo, mientras que para William quedaría aquella pequeña casa. En el pueblo era conocida popularmente como "la casa pitufo", pero muy hermosa y bien cuidada por sus dueños en aquellos años. No como la tiene hoy por hoy William, convertida en un antro de fiestas y excesos. Un punto de encuentro ideal no solo para el dueño, sino también para las amistades con las que se rodea.

Pero aquel día nunca llegó; el padre murió sin que tuvieran oportunidad de volver a verlo. Desde aquel día la madre tuvo que sacarlos adelante por sus propios medios, pero en un lugar tan olvidado del mundo le fue difícil. Aun así se las arregló para darles la educación necesaria y la comida diaria. Y para ello no tuvo otra alternativa que buscar recursos monetarios anexos en las afueras de su zona de confort, por este motivo, la mayor parte del tiempo los hermanos se encontraban solos durante el día, dadas las extenuantes jornadas de trabajo que la madre sostenía.

El esfuerzo de años terminó por cobrarle factura, siendo envuelta en un sueño eterno, cambiando la vida para ambos drásticamente. Sin familiares conocidos, tuvieron que sortear sus destinos y salir adelante de la mejor manera. Quizás fue en esta etapa que Arturo debió ser más presente con William, pero la vida le tenía otro camino preparado, aquel que lo unió a temprana edad con quien se convertiría en su esposa, y poco a poco los hermanos fueron separando sus mundos. Otra crueldad del destino.

Arturo ya iba en la tercera cerveza, cuando de pronto entró un sujeto y se arrimó a una de las mesas. Jamás había visto al tipo por esos lados, y por los comentarios de don Pepe, llevaba varios días frecuentando el bar, por lo que los rumores de su procedencia no se hicieron esperar. En un pueblo pequeño todos se conocen, y no es de extrañar que un forastero llamase la atención de inmediato, en especial éste. Su aspecto físico daba mucho de qué hablar, pues era intimidante, 1.80 metros de musculatura pura y una mirada de aquellas que matan, además de una llamativa cicatriz que le cruzaba el rostro por sobre su ojo derecho.

Nadie pensaría que su presencia marcaría la peor catástrofe en la vida de Arturo, que la actitud de aquel extraño y sus malos tratos en contra de la empleada que en mala suerte para ella lo atendía, lo impulsaría a actuar de la manera en que lo hizo. La decisión de Arturo fue sin duda la que se debía tomar ante semejante escena, en especial por el nulo apoyo por parte de don Pepe hacia su empleada, pero no de la forma en que la ejecutó.

Aquel acto contra dicho extraño desataría el principio de una serie de eventos que lo marcarían para siempre, destruyendo todo aquello que lo hizo llegar a ser la persona que un día fue. La felicidad le fue arrebatada de las manos gracias a este sujeto, quien resultó ser un mensajero de la muerte, enviado por un ser lleno de maldad y sediento de una venganza que aún desconoce. Federico resultó ser el nombre de aquel forastero.

Arturo jamás imaginó que su amenaza se haría real, que traspasaría las fronteras y le fustigaría con una tempestad desmedida. Quizás nunca debió pasar a calmar su sed aquel día. ¿Quién iba a pensar que le costaría tan caro? Se suponía que aquella era solo una riña más, pero no lo fue. Arturo ya estaba marcado desde el día en que nació, y solo bastaba que su malhechor se tomase el tiempo de encontrarlo para comenzar a cobrar su venganza personal, la que iniciaría de la mano de uno de sus vasallos. Aquel fue ese día.

—¡Oye tú, deja de molestar a la señorita! —Interpeló Arturo al forastero— ¿No ves que está trabajando, acaso no tienes cerebro?

—¡No te metas donde no te llaman hijo de perra! —Le respondió enérgico el extraño.

—¡Con mi madre no te metas! —Alegó rápidamente ante sus descargos— ¡Te lo advierto, deja de molestarla, de lo contrario me obligarás a ser rudo contigo! No entiendo como permiten que escorias como tú ingresen aquí.

—¿Y tú quién eres para defender a una ramera como esta, te crees su abogado acaso? —Aquel forastero se levantaba de su silla mientras discutía con Arturo, dejando ver su intimidante tamaño— ¡Mejor no te metas donde no te llaman mal nacido!

—¡Soy amigo de la dama, y ten más respeto con ella o lo lamentarás! —Arturo también se levantaba de su silla para demostrarle que no le temía, aunque dudó un tanto al ver el tamaño y musculatura de su adversario. Sin embargo se mantuvo firme.

—¡Mira muerto de hambre! —El forastero levantaba su brazo y lo señalaba con su dedo, mientras una sonrisa se dibujaba en su rostro— ¡Si no te callas serás tú quien lo lamentará, en mis asuntos no te metas, no sabes quién soy!

—¿Vieras que preocupado estoy? No voy a dormir pensando en eso, patanes como tú son los que arruinan la sociedad.

—¡Perdón por echarle a perder su perfecta sociedad! —Exclamó con total ironía— Como si me importara mucho tu maldita opinión, mejor preocúpate de tus asuntos y de tu mierda de vida, y deja de entrometerte y defender a esta perra inútil.

—¡Para nada es perfecta esta sociedad, —exclamó de inmediato Arturo a su rival— pero sería un poco mejor si bastardos como tú no existieran! Eres una lacra y estás malgastando el oxígeno de otros que valen mucho más que tú.

—¡Pues esta lacra terminará por matarte si sigues metiéndote donde no te llaman maldito bastardo! —Éste usó un tono mucho más desafiante, queriendo incitar con ello a una pelea cuerpo a cuerpo, lo que por el momento no fue correspondido por Arturo.

—¡No es necesario que me llamen si es para defender a alguien, —prosiguió sin temor en sus palabras, mientras los presentes observaban con el miedo reflejado en sus rostros por lo que aquel extraño sería capaz de hacer— y menos si se trata de una mujer, bastardo mal parido!

—¡Bah, de a poco vas cambiando las palabras!

—¡Pues ya que tú no estás a mi nivel, me veo en la obligación de bajar a tu cloaca, maldito bastardo piojoso!

—¡Sigue metiéndote y verás de lo que soy capaz hijo de perra! —Continuó éste, con la férrea intensión de llegar a los golpes, dado sus palabras y postura corporal— ¡Ya me estás haciendo perder la paciencia!

—¡Dame unos minutos entonces para juntar miedo! —Respondió en tono burlesco Arturo, moviendo sus cejas mientras lo miraba fijamente— ¿Te ayudo a buscar tu paciencia?

—¡Y aparte de eso se cree chistoso el muerto de hambre!

—¡El único chiste aquí eres tú! —Sentenció con decisión.

Arturo jamás puso en duda el defender a la muchacha, para él, era como ver a una de sus hijas, Trinidad y Kimberly, quienes a pesar de su juventud poseían una belleza envidiable. Con Gertrudis, su esposa, se esforzaban para darles lo mejor a ellas y a Jeremick, el menor de sus hijos. Los jóvenes estudiaban en un colegio de la Ciudad Sin Nombre. Cada día a las 07:30 de la mañana, el bus que los trasladaba se estacionaba en la pequeña plaza del pueblo en espera de los estudiantes del lugar. Demoraba alrededor de media hora en llegar a la ciudad y otros 20 minutos en llegar al colegio.

A pesar de sus edades, comprendían el esfuerzo y dedicación de sus padres para cuidarlos y ayudarles en todo cuanto pudieran. La jornada escolar terminaba a las 17:00 horas y llegaban a casa a eso de las 19:30 horas. Cada noche los padres les ayudaban con las tareas del colegio, o por lo menos lo intentaban en la medida de sus conocimientos. En muchas ocasiones, dada la jornada laboral de Arturo, sólo Gertrudis se daba el tiempo de ayudarlos. Esta muchacha que defendía le hacía recordarlas, y a la vez darle gracias a Dios por la fortuna que tenían sus hijas de no tener que pasar lo que ella estaba viviendo.

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