Softober 2021

De clio_valdez

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Recopilación de los relatos para el Softober 2021 de @/arienvega (twitter). Los relatos serán de distintos sh... Mai multe

Softober 2021
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Despertar (Fierrochase)

Burbuja (KageHina)

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De clio_valdez

Era habitual encontrarse a Hinata en clase horas después de que sonara el timbre. Solía ser culpa de decenas de alumnes embobades por su sonrisa y las mejillas coloradas que le rodeaban esperando a que el hada se fijara en elles. Luego estaban las importantes, cuando lograba perderse entre la marabunta y volver dentro, solo, sin nadie que le molestara.

No quería sonar malo, Hinata quería a sus compañeres y aunque él contestara con un gesto quitándose importancia, toda esa atención le llenaba de una agradable satisfacción. Se hacía ver y la gente le miraba. Ese era Hinata Shoyo, la obra de arte de Shiz. Con el pelo naranja despampanante era difícil pasar desapercibido, aún recordaba las veces que de joven intentó cambiar el color para evitar comentarios de todo tiempo. Ahora, no puede estar más orgulloso de su cabello.

A Kageyama le gustaba pensar que es porque tiene la cabeza en llamas. Siempre moviéndose de un lado para otro, buscando qué hacer o decir en el momento preciso, sus ansias de mejorar hasta ser la mejor bruja. Creía que las emociones de Hinata eran tan fuertes que salían al exterior en forma de hoguera.

Él mejor que nadie sabe lo que es que tu vida esté condicionada por un color. ¿Acaso no es la bruja verde por excelencia? O más bien, la única. La piel de Tobio siempre ha sido más protagonista que él. Era el foco de las conversaciones y el mayor problema de sus padres, nunca el don mágico de su hijo, talentoso por naturaleza.

Kageyama había aprendido a verlo como una expresión de sí mismo ya que se le daba tan bien con las palabras. En eso se parecía mucho a la magia. Primero le hicieron creer que era verde envidia, uno feo que le envenenaba la sangre. Lo llegó a creer, no entendía la diferencia entre el rechazo y la admiración que le provocaba Oikawa. Pero eso es cosa del pasado. Ahora, sabe que su piel es su ambición, es su trabajo y parte de lo que le hace tan especial. Aunque cuando trabaje con Oz no le importaría deshacerse del color. Él ya sabe lo que vale, no necesitaba un recordatorio constante.

Mientras, podía practicar en las aulas, vacías y a los profesores les daba igual quién estuviera ahí (si no tenían ningún accidente). Había intentado en la biblioteca o detrás de esta pero les demás alumnes le molestaban. También en su habitación. El peor incordio de todos. Ese canijo de Hinata Shoyo incapaz de cerrar el pico un solo segundo. Debía investigar algún hechizo para eso.

Ya en la puerta, sujetando con dificultad los libros de teoría que iba a hacer realidad, cayó en que no sólo compartían cuarto. Hinata estaba ahí, mejor dicho, su mitad superior. A pesar de estar sumergido en el suelo hasta la cintura, Shoyo seguía con la boca abierta y berreando. Tobio se prometió que le pediría un hechizo silenciador al profesor Ukai. O unos tapones a su hermana.

—¡Kageyama! Kageyama estoy aquí, ¡ayúdame!

—¿Cómo has-? ¿Qué?

—No sé qué ha pasado, sólo intent- ¡AH!

Tirar los libros, correr y darle las manos a Hinata para que no se lo tragara el suelo. Se suponía que esa era una hora tranquila, pero ahí estaba, sujetando al pelinaranja como si fuera un bebé. Este miraba a Kags desde abajo, con un puchero, sintiéndose tan indefenso como un bebé.

—Haz fuerza que yo no puedo empujar —pidió.

—¡Deshaz el hechizo!

—Me partiría por la mitad.

Kageyama hizo bien en no responder. A veces le ponía de los nervios. Era la mejor hada de toda la escuela, que saliera él solito.

—A la de tres. —Le abrazó por debajo de las axilas y Hinata se sujetó con fuerza.

Colocó la cara sobre el hombro de Kags, no habían estado tan cerca desde el baile de invierno, hacía ya varios meses. Hinata se sintió culpable al ver a Tobio solo, sentado en una mesa vacía entre las sobras y vasos baboseados. Sacarle a bailar fue un impulso, por un momento, pensó que hasta un error. Eso fue hasta que Kageyama le puso la mano en la cintura y Hinata se permitió girar al ritmo de la música; la risa de Tobio sonaba muy bien con la melodía. Entonces dijo que fue una buena acción, ahora, se había vuelto un sueño.

—... ¡y tres! —Estaba salvando al chico popular de un pozo de arenas movedizas y sólo pensaba en lo mucho que le olía el pelo a cítricos. Ya lo sabía, dejaba el mismo olor en la habitación, también tras hacer un hechizo, un pequeño regalo después de dar su magia. Era el fruto de años de trabajo y esfuerzo.

—Gracias. —susurró Hinata, demasiado avergonzado tumbado sobre Kageyama como para mirarle, además del baile sólo se habían acercado tanto al chocarse por la habitación o los pasillos o los caminos y tardar más de lo debido en apartarse.

¿Cómo tenía los ojos tan naranjas?

¿Cómo tenía la piel verde tan suave?

Qué asco se daban.

—¿Qué haces? —preguntó Kageyama mientras se ponía de pie, ayudando a Hinata y arrepintiéndose el segundo que se tocaron los dedos.

—Eh, sólo... Practicaba. —Entre el pelo naranja y los ojos naranjas la cara roja desentonaba un poco, pero a Kageyama le gustó no ser el único con la piel de color raro.

—¿El qué? No parece irte muy bien, no suele ser así.

Se acercó a la mesa más cercana, Hinata había abierto varios libros de brujería y magia aérea. También de anatomía y otro de, ¿ornitorrincos?

—La ornitología estudia aves, Tobobo. Son preciosas. Este lo saqué de la zona de profesores —eso no estaba permitido pero a Kags le dio igual— y son pájaros de otro mundo. Mira, tienen muchísimos colores y los picos son de formas distintas y viven en lugares muy distintos pero sobreviven igual y se alimentan de cosas distintas. Este se parece a ti. Se llama "cotorra".

Kageyama quería darle en la cabeza con el libro, pero se veía tan feliz que no pudo. Había un aura brillante alrededor de Hinata cuando sonreía, demasiada alegría para mantener en el cuerpo, y él, entre todos los seres de Oz, no iba a romper esa magia.

—¿Desde cuándo te interesan tanto? No pensé que te la jugarías metiéndote en la zona restringida de profesores sólo para un libro de animales que aquí ni vas a ver.

—Vuelan. Kageyama míralos, están volando.

—Tú también puedes —dijo el mago de aceitunada tez, petrificado cuando los ojos de Hinata le miraron como si fuera otro de sus pájaros y no su mayor competencia.

Hinata cerró todo y tiró los libros de la mesa con un fuerte estruendo, ni de lejos tan amenazador como quería, pero al menos se tumbó encima de esta cómodamente, con un puchero en los labios que Kageyama esperaba se quedara por siempre, que sólo un roce concreto pudiera deshacerlo.

—Ríete. Ya ves que no puedo. Llevo semanas, Kageyama. ¡Meses! No voy a rendirme pero no sé cómo seguir.

—Tú también tienes el pelo raro.

—¡Eso a qué viene? —gritó, con las orejas del color de los mechones.

—Lo más parecido que he visto nunca a un- pájaro, es un Hinata. Y llevas desde que empezó el curso hablando de ello en sueños. Necesito una siesta paz.

Kageyama tenía otras mil excusas preparadas, pero la sonrisa de su compañero de cuarto preguntando si le ayudaría hizo que se olvidara de todas.

◌◌◌

—Si me caigo me coges, ¿verdad?

—Si te toco te contagiaré el verde.

—Ojalá yo te pegue algo de ánimos.

Después de dos meses de imparable trabajo, Kageyama le ha visto volar cada día sin que su hechizo funcione, pero Hinata no parece darse cuenta de la magia que una suave carcajada suya esconde. O de lo que hace aparecer en el pecho de Tobio.

Era el ridículo, insulso e indiferente día de las elecciones estudiantiles. Siempre que no fuera Hinata Shoyo, hijo perfecto de modales perfectos con actitud perfecta y una técnica mágica pésima. Todes sabían que iba a ganar, les profesores esperaban de pie en el escenario, una joven de primero tendría el honor de decir su nombre ante todo el auditorio. Sólo miraba a Kiyoko, delegada de debate que había ayudado a preparar la entrega de premios.

—Por último pero no menos importante —anunció Yachi, temblando aún cuando la ceremonia ya estaba acabando, —el premio a le mejor alumne. No sólo ahora, sino en el futuro, le héroe al que podamos mirar cuando necesitemos ayuda. La persona capaz de ver más allá de la gente y del mundo, de ver el bien: Hinata Shoyo.

"Y el mundo verá su bien" pensó Kageyama. Según rozaba los escalones la gente veía la pureza del corazón de Hinata rodearle, un escudo protector, un espejo de lo hermoso, una burbuja de su alma. Dentro de esta podía levitar, alzarse y extender los brazos como un cuervo blanco. Relucir, un sol más, iluminando el mundo desde el cielo. Y ese Dios le señaló. Señaló al único al que miraban los que tenían más miedo que fascinación.

Pero Kageyama los evitó a todos, sostuvo los dedos de Hinata por dentro de la burbuja con un leve color verde esperanza. El corazón expuesto de dos almas unidas.

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