โž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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๐˜๐†๐†๐ƒ๐‘๐€๐’๐ˆ๐‹ || โ La desdicha abunda mรกs que la felicidad. โž Su nombre procedรญa de una de las leyendas... More

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โ” Proemio
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ โ” ๐˜๐ ๐ ๐๐ซ๐š๐ฌ๐ข๐ฅ
โ” ๐ˆ: Hedeby
โ” ๐ˆ๐ˆ: Toda la vida por delante
โ” ๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Fiesta de despedida
โ” ๐ˆ๐•: Una guerrera
โ” ๐•: Caminos separados
โ” ๐•๐ˆ: La sangre solo se paga con mรกs sangre
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ: Entre la espada y la pared
โ” ๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Algo pendiente
โ” ๐ˆ๐—: Memorias y anhelos
โ” ๐—: No lo tomes por costumbre
โ” ๐—๐ˆ: El funeral de una reina
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ: Ha sido un error no matarnos
โ” ๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Un amor prohibido
โ” ๐—๐ˆ๐•: Tu destino estรก sellado
โ” ๐—๐•: Sesiรณn de entrenamiento
โ” ๐—๐•๐ˆ: Serรก tu perdiciรณn
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Solsticio de Invierno
โ” ๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No es de tu incumbencia
โ” ๐—๐ˆ๐—: Limando asperezas
โ” ๐—๐—: ยฟQuรฉ habrรญas hecho en mi lugar?
โ” ๐—๐—๐ˆ: Pasiรณn desenfrenada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No me arrepiento de nada
โ” ๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: El temor de una madre
โ” ๐—๐—๐ˆ๐•: Tus deseos son รณrdenes
โ” ๐—๐—๐•: Como las llamas de una hoguera
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ: Mi juego, mis reglas
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El veneno de la serpiente
โ” ๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟPor quรฉ eres tan bueno conmigo?
โ” ๐—๐—๐ˆ๐—: Un simple desliz
โ” ๐—๐—๐—: No te separes de mรญ
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ: Malos presagios
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: No merezco tu ayuda
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Promesa inquebrantable
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Yo jamรกs te juzgarรญa
โ” ๐—๐—๐—๐•: Susurros del corazรณn
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Por amor a la fama y por amor a Odรญn
๐€๐œ๐ญ๐จ ๐ˆ๐ˆ โ” ๐•๐š๐ฅ๐ก๐š๐ฅ๐ฅ๐š
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
โ” ๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mรกs enemigos que aliados
โ” ๐—๐—๐—๐ˆ๐—: Una velada festiva
โ” ๐—๐‹: Curiosos gustos los de tu hermano
โ” ๐—๐‹๐ˆ: Cicatrices
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ: Te conozco como la palma de mi mano
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Sangre inocente
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐•: No te conviene tenerme de enemiga
โ” ๐—๐‹๐•: Besos a medianoche
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ: Te lo prometo
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: El inicio de una sublevaciรณn
โ” ๐—๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Que los dioses se apiaden de ti
โ” ๐—๐‹๐ˆ๐—: Golpes bajos
โ” ๐‹: Nos acompaรฑarรก toda la vida
โ” ๐‹๐ˆ: Una red de mentiras y engaรฑos
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ: No tienes nada contra mรญ
โ” ๐‹๐ˆ๐ˆ๐ˆ: De disculpas y corazones rotos
โ” ๐‹๐ˆ๐•: Yo no habrรญa fallado
โ” ๐‹๐•: Dolor y pรฉrdida
โ” ๐‹๐•๐ˆ: No me interesa la paz
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ: Un secreto a voces
โ” ๐‹๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Yo ya no tengo dioses
โ” ๐‹๐ˆ๐—: Traiciรณn de hermanos
โ” ๐‹๐—: Me lo debes
โ” ๐‹๐—๐ˆ: Hogar, dulce hogar
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ: El principio del fin
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La cabaรฑa del bosque
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐•: Es tu vida
โ” ๐‹๐—๐•: Visitas inesperadas
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ: Ella no te harรก feliz
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ: El peso de los recuerdos
โ” ๐‹๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: No puedes matarme
โ” ๐‹๐—๐ˆ๐—: Rumores de guerra
โ” ๐‹๐—๐—: Te he echado de menos
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ: Deseos frustrados
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Estรกs jugando con fuego
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mal de amores
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐•: Creรญa que รฉramos amigas
โ” ๐‹๐—๐—๐•: Brezo pรบrpura
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ: Ya no estรกs en Inglaterra
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Sentimientos que duelen
โ” ๐‹๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: ยฟQuiรฉn dice que ganarรญas?
โ” ๐‹๐—๐—๐ˆ๐—: Planes y alianzas
โ” ๐‹๐—๐—๐—: No quiero perderle
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ: Corazones enjaulados
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ: Te quiero
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐ˆ๐ˆ: La boda secreta
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ: Un sabio me dijo una vez
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ: Amargas despedidas
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Te protegerรก
โ” ๐‹๐—๐—๐—๐ˆ๐—: El canto de las valquirias
โ” ๐—๐‚: Estoy bien
โ” ๐—๐‚๐ˆ: Una decisiรณn arriesgada
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ: Tรบ harรญas lo mismo
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Mensajes ocultos
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐•: Los nรบmeros no ganan batallas
โ” ๐—๐‚๐•: Una รบltima noche
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ: No quiero matarte
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ: Sangre, sudor y lรกgrimas
โ” ๐—๐‚๐•๐ˆ๐ˆ๐ˆ: Es mi destino
โ” ๐—๐‚๐ˆ๐—: El fin de un reinado
โ” ๐‚: Habrรญa muerto a su lado
โ” ๐‚๐ˆ: El adiรณs
โ” ๐„๐ฉ๐ขฬ๐ฅ๐จ๐ ๐จ
โ€– ๐€๐๐„๐—๐Ž: ๐ˆ๐๐…๐Ž๐‘๐Œ๐€๐‚๐ˆ๐Žฬ๐ ๐˜ ๐†๐‹๐Ž๐’๐€๐‘๐ˆ๐Ž
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โ” ๐‹๐—๐—๐—๐•: Brisingamen

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By Lucy_BF

──── CAPÍTULO LXXXV──

BRISINGAMEN

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◦✧ ✹ ✧◦

        SINTIÓ UNA GENTIL CARICIA EN SU BRAZO DERECHO, allá donde las frazadas no la cubrían. Al principio comenzó como algo sutil y prácticamente inapreciable, pero poco a poco aquel suave cosquilleo se fue intensificando. Sus ojos permanecían cerrados, aún sumida en su apacible duermevela. Primero percibió el inconfundible tacto de unos dedos que se deslizaban insinuantes por la piel desnuda de su brazo... Luego la sensación húmeda de unos labios besando su hombro y el lateral izquierdo de su cuello.

Drasil ronroneó mientras sonreía, abandonando lentamente el mundo de los sueños. Se removió bajo la gruesa manta de piel de oso que la protegía del frescor de la mañana y entreabrió los ojos, somnolienta. La claridad del nuevo día, que ya empezaba a filtrarse por la ventana, la obligó a cerrarlos de nuevo, justo antes de taparse el rostro con las manos.

—Buenos días, escudera. —La voz de Ubbe se coló en sus oídos como la más hermosa de las melodías—. ¿Cómo ha amanecido mi esposa, hum? —Su tono todavía era algo ronco, señal inequívoca de que él también había despertado hacía relativamente poco.

Esta vez la hija de La Imbatible emitió un gruñido, cosa que pareció divertir al hombre, que rio entre dientes. Apenas un instante después, su mano izquierda volvió a acariciar el brazo de Drasil, que se había colocado bocabajo para poder hundir el semblante en la almohada, huyendo desesperadamente de los rayos del sol naciente.

—Sigo teniendo sueño... Así que de «buenos días» nada —farfulló ella.

Ubbe esbozó una sonrisa torcida, para posteriormente instar a la skjaldmö a que lo encarase. Drasil así lo hizo —no sin antes remolonear un poco—, girando sobre su propio eje para poder quedar recostada de medio lado. Sus iris esmeralda, bajo los que podían atisbarse unas prominentes ojeras, continuaban entornados y tenía la nariz arrugada en un tierno gesto.

—Yo puedo hacer que eso cambie. —Ubbe se inclinó ligeramente sobre la muchacha, quedando así a la altura perfecta para poder susurrarle al oído. Y, ya de paso, depositar algún que otro beso en la línea de su mandíbula—. Me encargaré personalmente de que tengas una mañana digna de recordar... Si tú quieres, claro —añadió con picardía.

Drasil no pudo hacer otra cosa que reír.

Su marido también se había acomodado de medio lado, apoyándose sobre su antebrazo derecho para mantenerse erguido. La imagen de su torso desnudo, en el que podían apreciarse varias cicatrices, resplandecía frente a ella, haciéndola recordar que horas atrás sus labios y su lengua habían estado ahí... Además de en otras partes.

—¿Ah, sí? —La castaña llevó su mano derecha al brazo que Ubbe tenía sobre su cintura—. ¿Y cómo piensas hacerlo? —inquirió, viendo cómo el caudillo vikingo comenzaba a acortar la distancia que los separaba.

—Bueno, tengo mis métodos —bisbiseó el Ragnarsson con su rostro a escasos centímetros del de Drasil. Sus hálitos se entremezclaban debido a la cercanía y las puntas de sus narices se rozaban en un mohín que ya era característico de ellos—. ¿Quieres que te haga una demostración? —propuso, coqueto.

La hija de La Imbatible asintió en tanto se mordía el labio inferior, lo que llevó a Ubbe a focalizar toda su atención en su boca. Los orbes celestes del guerrero relampaguearon de puro deleite ante la imagen que le estaba ofreciendo su esposa y entonces la besó, gozando nuevamente del sabor de sus labios. Le encantaba lo suaves y carnosos que eran.

Drasil no demoró en acunar el semblante de Ubbe entre sus manos, hundiendo las falanges en su prominente barba. La zurda del primogénito de Ragnar y Aslaug, por su parte, empezó a acariciar sus caderas por encima de las frazadas, masajeando a voluntad.

Se mantuvieron así durante un par de minutos más, compartiendo infinidad de besos y caricias, hasta que finalmente Ubbe se apartó. Este volvió a erguirse, lo justo para poder juntar su frente con la de Drasil, que cerró los ojos en un acto reflejo. Dioses, ojalá el tiempo pudiera congelarse y aquel momento durase una eternidad.

—Tengo algo para ti —anunció el hombre.

La escudera compuso una mueca intrigada.

En cuanto Ubbe se retiró de su lado, Drasil se incorporó hasta quedar sentada en el lecho. Volvió a cubrirse con las mantas, envolviendo su cuerpo en ellas, y apoyó la espalda en el cabecero de madera. Sus ojos se desviaron inevitablemente a la figura de su pareja, quien ya se había puesto en pie. No tuvo vergüenza alguna en detallar su desnudez con la mirada, centrándose en determinadas zonas de su anatomía que la hicieron suspirar... Hasta que Ubbe recogió sus calzas del suelo y se las puso, privándola de tan excitantes vistas.

La curiosidad aumentó en ella cuando el caudillo vikingo se dirigió hacia uno de los arcones que había en el aposento. Lo abrió y se agachó para poder hacerse con lo que parecía ser una caja. Acto seguido, volvió sobre sus pasos y se acomodó nuevamente junto a la joven, cuyos labios hilvanaron una sonrisa ilusionada al comprender de qué se trataba.

Era el morgingjölf*.

El regalo de la mañana.

Las facciones de Drasil se iluminaron cuando Ubbe le entregó el relicario, sonriéndola en el proceso. Este era precioso, de madera oscura exquisitamente tallada. Tenía varias gemas incrustadas en la tapa, todas ellas de diferentes colores, y los grabados representaban motivos tribales.

—No contaba con esto, la verdad —confesó la skjaldmö al tiempo que restablecía el contacto visual con el Ragnarsson—. Como todo ha sido tan repentino y apresurado... —Se encogió de hombros y volvió a admirar la cajita, la cual acarició con la yema de los dedos.

Ubbe también se recostó sobre el cabecero, haciendo que este crujiera levemente bajo su peso.

—Lo encargué al día siguiente de proponerte matrimonio —explicó él. Tenía el cabello algo despeinado, con la larga trenza cayéndole por el hombro izquierdo—. Tuve suerte de que lo terminaran la semana pasada. Me habría gustado regalarte algo más, pero... Espero que te guste igualmente.

Drasil lo miró, enternecida, justo antes de depositar un dulce beso en sus labios. Aún no sabía lo que había dentro, pero estaba segura de que sería el obsequio perfecto.

No esperó más: depositó la caja en su regazo y procedió a levantar la tapa. El aire abandonó sus pulmones al vislumbrar el hermoso collar que había en su interior, sobre una tela aterciopelada del mismo color que la sangre. Apenas la luz incidió en él, este centelleó con vigor, como si hubiese sido confeccionado por los mismísimos maestros enanos. Lo que no distaba mucho de la realidad, ya que no era un colgante cualquiera.

Se trataba del Brisingamen*, el collar de la diosa Freyja; una de sus más preciadas —y valiosas— posesiones. Dicho amuleto poseía una gran connotación mágica, dada la vinculación de la Ásynja con la práctica del seiðr, y se decía que era un símbolo de fertilidad. Llevarlo puesto le otorgaba una mayor capacidad de concepción a la portadora, una mayor posibilidad de quedarse encinta.

—Es...

—El collar de Freyja, sí —completó Ubbe por ella—. Dicen que Freyja es la diosa más hermosa de los Nueve Mundos, pero estoy convencido de que hasta ella te tendría envidia. —No reprimió el impulso de llevar su mano al cabello de Drasil para poder acariciárselo. Ella también lo tenía algo alborotado, pero se veía bien igualmente. Sus exuberantes rizos parecían el reflejo de su espíritu fiero e inquebrantable, y eso le encantaba.

Un ligero rubor se adueñó de las mejillas de la muchacha, que sonrió con cierta timidez. Sus iris verdes volvieron a posarse en el colgante, el cual había sustraído del joyero para poder examinarlo mejor. Este estaba conformado por una lámina de plata en la que había numerosos grabados en relieve, además de varias piedras de ámbar de diferentes tamaños que relucían como la más hermosa de las joyas.

Por Odín... Era precioso, digno de una reina.

—¿Te gusta? —quiso saber el guerrero.

Drasil volvió a conectar su mirada con la de él.

Sus ojos brillaban a causa de la emoción.

—Me encanta. Es... Es perfecto, Ubbe.

No pudo contenerse, y tampoco quiso hacerlo. Apenas dejó la réplica del Brisingamen nuevamente en la caja —y esta en una zona segura del lecho—, enredó los brazos alrededor del cuello de su marido y lo besó con todo el amor que le profesaba, transmitiéndole todo lo que no había sido capaz de expresar con palabras. Ubbe la correspondió de inmediato, sintiéndose el hombre más dichoso sobre la faz de Midgard.

La adoraba. A ella y a lo que estaban construyendo juntos.

Sin romper el beso, Drasil volvió a tumbarse en la cama, apoyando la cabeza en la almohada, mientras el primogénito de Ragnar y Aslaug volvía a acomodarse de medio lado. En aquella ocasión la mano de Ubbe se metió por debajo de las mantas para poder acariciar su piel sin ninguna barrera de por medio.

La castaña jadeó contra la boca del hombre al sentir sus falanges recorriendo sus muslos, sus caderas... y finalmente su vientre. Ubbe no subió más; apenas su mano alcanzó el abdomen de Drasil se detuvo y separó sus labios de los de ella, que estaban algo hinchados y enrojecidos.

—¿Ocurre algo? —consultó Drasil a media voz.

El caudillo vikingo negó con la cabeza, para luego depositar una fugaz caricia en la mejilla de la hija de La Imbatible, que lo observaba con expectación.

—No. —Ubbe sonrió con afecto. Sus dedos abandonaron la mejilla de Drasil para poder trazar la línea de su mandíbula—. Dioses, eres tan hermosa que me parte el corazón —dijo en tanto apresaba su barbilla.

Y ahí estaba de nuevo, aquel adorable sonrojo.

—Eres un zalamero... —musitó la skjaldmö tras reír sutilmente.

El Ragnarsson volvió a inclinarse sobre ella.

—Y bien que te encanta, escudera —sentenció él antes de besarla.

Drasil cerró los ojos e inspiró por la nariz.

Ya había transcurrido una hora desde que los dos habían despertado, pero todavía seguían en la cama, disfrutando del calor y la compañía del otro. Era el primer día que pasaban como marido y mujer, y querían aprovecharlo al máximo.

La joven se había acurrucado junto a Ubbe, que la mantenía abrazada en un ademán protector. Tenía la cabeza apoyada en el hueco que se abría entre el hombro y el cuello del guerrero y las piernas entrelazadas con las de él. Sentía tanta paz, tanta calma, que no quería que aquel momento terminase nunca.

—¿En qué piensas? —inquirió Drasil al reparar en lo meditabundo que estaba su esposo. Sabía que algo rondaba por su mente cuando fruncía así el ceño—. ¿Hay algo que te preocupe? —añadió, temerosa de que así fuera.

Para su alivio, Ubbe negó con la cabeza.

—No, al contrario... —Su mano continuó acariciando la espalda de la skjaldmö, cuyos orbes esmeralda lo escrutaban con minuciosidad—. Tan solo imaginaba cómo lucirías con un bebé creciendo en tu interior. Con nuestro hijo creciendo en tu interior —manifestó, virando la cabeza hacia ella.

Drasil juraría que su corazón se detuvo en aquel preciso instante.

La hija de La Imbatible se apartó de él, lo justo para poder mirarle con mayor facilidad. Ubbe estaba recostado bocarriba, con su brazo izquierdo doblado detrás de su cabeza y las frazadas cubriéndole de cintura para abajo. Lucía despreocupado, pero era evidente que estaba hablando en serio. Sus ojos, el brillo que podía discernirse en ellos, lo dejaban más que claro.

—Nunca hemos hablado de esto —articuló Drasil, sorprendida.

El primogénito de Ragnar y Aslaug hizo un mohín con la boca.

—Directamente no, es cierto —concedió él. Le resultó imposible no detallar el hermoso cuerpo de su compañera, que había vuelto a incorporarse para quedar sentada a su lado—. No he querido abordar el tema antes porque no quería que te sintieras presionada ni que lo vieras como una obligación. Pero ahora estamos casados y, bueno... Quiero que sepas que formar una familia contigo es algo que me gustaría hacer en un futuro —confesó sin romper el contacto visual con ella.

Drasil bajó la mirada mientras se mordisqueaba el interior del carrillo.

Las palabras de Ubbe la habían retrotraído a Inglaterra, a aquel mes en el que se le retrasó el sangrado, haciendo saltar todas sus alarmas. Durante varios días llegó a pensar que podía estar encinta, lo que la hizo plantearse muchas cosas... Además de temer y sobrepensar otras, como el hecho de que el caudillo vikingo no quisiera tener hijos con ella. Aunque al final todo se quedó en una simple falsa alarma de la que nadie, a excepción de Eivør, tenía constancia.

Pero ahora las cosas eran diferentes.

Estaban juntos, casados. Y eso implicaba un proyecto común de vida.

—Es algo que yo también deseo, pero... —murmuró Drasil.

—¿Pero? ¿Qué sucede, Dras? —la instó Ubbe a que prosiguiera.

La castaña volvió a alzar la vista hacia él.

—Estamos en guerra, Ubbe —remarcó, verbalizando aquello que ya comenzaba a atormentarla en sueños—. No... No sé si habrá un futuro para nosotros. —Apenas terminó de pronunciar aquella frase, tragó saliva.

El susodicho se irguió de inmediato.

—Eh, eh... —Su mano dominante fue a parar al mentón de Drasil, el cual elevó con delicadeza para que la chica volviera a mirarle a los ojos—. Sobreviviremos a esta guerra, ¿de acuerdo? Derrotaremos a Harald y a mis hermanos, y todo volverá a ser como antes —le aseguró.

Drasil dejó escapar un sonido lastimero. El nudo que se había aglutinado en su garganta se estrechó aún más, como si fuera una soga que ya empezaba a asfixiarla. Y es que la sola idea de que pudiesen encontrar su fin en la batalla que se avecinaba le ponía el vello de punta.

—¿Y si no es así? ¿Y si...?

—Shhh... Ven aquí, Dras. —Ubbe no lo dudó a la hora de envolverla en sus brazos y apegarla a él, todo ello mientras depositaba un tierno beso en su frente. La escudera se dejó hacer, cobijándose en el refugio amplio y seguro de su pecho—. No nos pasará nada a ninguno de los dos, ¿de acuerdo? —Sus manos acariciaron su ondulado cabello—. Cuando todo esto acabe, seguiremos con nuestra vida y, si los dioses quieren, formaremos nuestra propia familia. Seremos felices, Dras... Te lo prometo.

La mencionada se sorbió la nariz, apesadumbrada.

Tenía mucho que perder en aquella guerra, y eso la aterraba.

—Tal vez... Tal vez no pueda darte hijos —volvió a hablar ella, sacando a relucir otra de sus inseguridades.

Ubbe la tomó con suavidad de los hombros y la separó de él para poder mirarla a los ojos. Un profundo desconcierto empañaba sus rasgos faciales, que permanecían parcialmente iluminados por la luz dorada de la mañana. No cabía la menor duda de que aquello lo había pillado desprevenido.

—¿Por qué dices eso? —quiso saber el Ragnarsson.

Drasil se frotó los brazos, apocada.

—Llevamos acostándonos desde hace tiempo y no... —Calló antes de concluir aquella oración. No mentía cuando decía que era algo a lo que le había dado muchas vueltas en esas últimas semanas—. Existe esa posibilidad, Ubbe —declaró con un hilo de voz.

El hombre guardó silencio durante unos segundos que a la skjaldmö se le hicieron eternos, lo que la llevó a arrepentirse de lo que acababa de decir, creyendo que había cometido un error al compartir aquella inquietud con él. Pero cuando Ubbe retomó la palabra... Oh, por Odín, el corazón se le llenó de un sentimiento de amor incomparable.

—Los dioses no lo habrán querido así, Dras —concluyó el caudillo vikingo. Dirigió su mano a la frente de la aludida y le apartó un par de mechones rebeldes—. Pero de una cosa estoy convencido... Y es que, con hijos o sin ellos, quiero estar a tu lado. Lo demás no importa.

Una sonrisa sincera asomó a los labios de Ubbe y Drasil no pudo hacer otra cosa que corresponderle mientras lo abrazaba con una fuerza temblorosa.

Era afortunada. Mucho.

Una sensación de intranquilidad la embargaba.

Estaba haciendo su turno de guardia en las almenas cuando Ragnild le avisó de que Lagertha quería verla en el Gran Salón. La inquietud que se apoderó de ella apenas escuchó aquellas palabras de boca de su compañera de armas fue indescriptible. Y actualmente seguía presente, mordisqueándole las entrañas. No obstante, se había forzado a mantener la compostura y a no ceder a esa vorágine de emociones que se había desatado en su interior, guardando las apariencias.

Y ahí estaba ahora.

Frente al trono. Delante de una implacable Lagertha que la escudriñaba con rigurosidad, como si pretendiera ver a través de ella.

Drasil cuadró los hombros y se enderezó en toda su altura, uniendo sus manos a la espalda. Procuró mantenerse inexpresiva, pero la manera en que la rubia la miraba no hacía más que incrementar su nerviosismo.

Estaba segura de que Lagertha lo sabía, que estaba al corriente de que había contraído matrimonio con Ubbe. Al fin y al cabo, ya habían transcurrido dos días desde que Hilda los había convertido en marido y mujer. Tiempo suficiente para que, pese a haber sido una ceremonia bastante discreta, se hubiese corrido la voz. Y es que Kattegat no dejaba de ser un hervidero de chismes y cotilleos.

—¿Querías verme? —habló la hija de La Imbatible con voz firme. Estaban solas en la dependencia, a excepción del par de escuderas que había apostadas junto a la puerta principal.

La reina, que no le quitaba el ojo de encima, tamborileó sus estilizados dedos sobre la madera del reposabrazos del trono. Ella también lucía una mueca inescrutable, como si su rostro estuviera amortajado en piedra, pero sus iris azules le dedicaban una mirada severa y... Decepcionada.

La prueba irrefutable de que sus sospechas eran ciertas.

—Dime, Drasil —articuló Lagertha tras un largo silencio por su parte. El tono que empleó para dirigirse a ella, tan frío y distante, hizo que la aludida se tensara como un resorte—. ¿Acaso no te lo he dado todo? —Su interpelación la pilló totalmente desprevenida, helándole la sangre—. Te he amado como a una hija y siempre que lo has necesitado, te he ayudado. Incluso te nombré mi hirðkona tras conquistar Kattegat... Porque confiaba en ti —expuso, arrastrando cada palabra con rabia contenida—. ¿Y qué es lo que recibo a cambio? Una traición tras otra.

Una molesta presión se instauró en el pecho de Drasil, dificultando la entrada de oxígeno a sus pulmones. Su corazón había aumentado considerablemente el ritmo de sus latidos y tenía una sensación extraña en el estómago, como si cientos de serpientes culebrearan en su interior. Sus peores temores se estaban volviendo realidad, y lo peor de todo era que no sabía cómo afrontarlos.

—Nunca te he traicionado. Jamás lo he hecho —se defendió la muchacha, procurando ante todo que no se le quebrase la voz—. Siempre te he sido leal, desde que tengo uso de razón... No es justo que me acuses de esa forma. —Ni ella misma supo de dónde sacó la entereza para decir eso último.

Tragó saliva cuando vio que Lagertha se ponía en pie y se aproximaba lentamente a ella, deteniéndose a escasos centímetros de su cuerpo. Drasil era un par de pulgadas más alta, pero, aun así, se sintió diminuta a su lado. Insignificante.

—Sí lo has hecho, Drasil —reiteró la afamada skjaldmö, cuyo ceño se había fruncido en un gesto contrariado—. Me traicionaste en el momento en que te uniste a Ubbe a ojos de los Æsir y los Vanir. —Un timbre quejumbroso adornó su voz y una sombra de dolor cruzó su semblante al verbalizar aquello que había tratado de evitar a toda costa.

La castaña, por su parte, palideció al oírlo.

Aquello no podía estar pasando.

—Ubbe no representa ninguna amenaza para ti —avaló luego de recuperar la compostura. Lagertha había aprovechado la ausencia de gente en el Gran Salón, la falta de apoyos como su progenitora, Ubbe o Eivør para arrinconarla como un gato haría con un ratón—. Es tu aliado. Va a luchar contra sus propios hermanos... ¿Acaso esa no es prueba suficiente? —Ahora fue el turno de ella de arrugar el entrecejo.

La soberana chistó de mala gana. Llevaba puesto un hermoso vestido de color azul oscuro que destacaba sobre su tez pálida y hacía juego con sus ojos. Drasil, por el contrario, lucía su atuendo de escudera, con su larga melena rizada recogida en una apretada trenza.

—¿Y cuando Ivar y Hvitserk ya no supongan un problema qué le impedirá a tu esposo matarme? Porque te recuerdo que ya lo ha intentado. Dos veces, además —rezongó Lagertha, inflexible—. Maté a su madre, Drasil. Dudo que se quede de brazos cruzados. En cuanto tenga la oportunidad, retomará su venganza contra mí.

La más joven negó con la cabeza.

—Él no es como Ivar —le defendió.

Una risa sardónica brotó de la garganta de la soberana.

—También es hijo de una bruja.

Drasil comprimió la mandíbula con fuerza, haciendo rechinar sus dientes. Sus manos estaban cerradas en dos puños apretados, ocasionando que las uñas se le clavaran en las palmas, pero agradecía aquel pellizco de dolor, puesto que la ayudaba a mantener la cabeza fría y a no dejarse llevar por los impulsos.

Lagertha había perdido completamente el norte. Estaba tan obsesionada y paranoica, creyendo que todo el mundo la iba a traicionar a la primera de cambio, que no se daba cuenta de que aquella no era la realidad. Contaba con muchos apoyos, con numerosos guerreros y skjaldmö que le eran fieles desde sus inicios como condesa, pero la venda que le cubría los ojos le impedía verlo y darse cuenta de que precisamente ese exceso de desconfianza iba a ser la causa de que se quedara sola.

Porque todo el mundo tenía un límite, y ella ya no era la misma chiquilla influenciable de hacía dos inviernos.

Estaba tan ensimismada en sus pensamientos, tan abstraída de todo cuanto la rodeaba, que le resultó imposible no estremecerse cuando Lagertha la tomó con suavidad de los brazos. La expresión de la mujer se había suavizado, al igual que su mirada, con sus ojos ahora relucientes debido a lo que quisiera que estuviese sintiendo en aquellos instantes.

—Solo quiero protegerte, Drasil —manifestó Lagertha—. Proteger todo esto que hemos construido juntas, entre todas. —El énfasis en esos dos últimos vocablos fue más que notorio—. Toda esta gente depende de mí... No puedo fallarles, ni tampoco a los dioses. Ni a todos aquellos que hemos perdido por el camino —remarcó, con sus manos todavía en los brazos de la chica—. Lo entiendes, ¿verdad? Ser reina implica muchas cosas, y yo no puedo correr más riesgos.

Drasil volvió a menear la cabeza de un lado a otro.

Sentía que todo se le estaba viniendo encima.

Entendía su punto, el hecho de que como gobernante tuviera que velar por el bienestar de su reino y su gente. Y era normal que tuviese dudas. Es decir, ¿quién no recelaría de aquel que había intentado asesinarte hasta en dos ocasiones? Pero las cosas habían cambiado; Ubbe lo había hecho. Y lo había demostrado con creces al renunciar a su venganza por amor.

Pero Lagertha no lo veía. O no quería verlo.

Estaba envenenada, anclada en un pasado que se negaba a dejar atrás. Y Drasil estaba convencida de que todo aquello se debía al rencor y a la animadversión que una vez sintió por Aslaug, al hecho de que Ubbe fuera el fruto de la aventura que Ragnar tuvo con ella cuando aún estaban casados.

Su prometido era el recordatorio constante de la traición que sufrió a manos del único hombre al que había amado. No veía más allá de eso.

—No me estás protegiendo —rebatió Drasil tras unos segundos más de mutismo. Tenía el cuerpo rígido, con todos y cada uno de sus músculos en una tensión constante—. Estás coartando mi libertad, a pesar de que soy una mujer libre. —Al escucharlo, Lagertha la soltó y reculó un paso, todo ello mientras erguía el mentón con altivez—. Ves sombras donde no las hay y eso te está llevando a poner en duda hasta la lealtad de tus propias escuderas, aquellas que han luchado y arriesgado la vida por ti —le recriminó, sorprendiéndose a sí misma por aquella repentina muestra de carácter.

La rubia asintió con la cabeza, como si estuviera tratando de asimilar lo que acababa de oír. La arruga vertical entre sus cejas había reaparecido y sus labios permanecían apretados en una fina línea blanquecina. No obstante, el brillo de sus orbes celestes continuaba reflejando lo mismo: decepción y pesadumbre.

Ante su crispante silencio y su riguroso escrutinio, la hija de La Imbatible tragó saliva, desasosegada. Enseguida se arrepintió de sus dichos, temiendo haber empeorado las cosas. Ejerció más presión en sus puños cerrados y se aventuró a retomar la palabra:

—Te admiro y te respeto. Siempre te he considerado uno de mis mayores referentes —puntualizó Drasil, tratando de sonar lo más sincera posible—. Y si es verdad que me quieres como a una hija, demuéstralo y confía en mí. —Esta vez fue ella la que acortó la distancia que las separaba para poder tomar las manos de Lagertha entre las suyas—. Ubbe ya no supone una amenaza para ti. No busca causarte ningún daño, te doy mi palabra... Tan solo dale una oportunidad, por favor.

Su voz falló en el último momento y sus iris verdes se cristalizaron a causa de la represión de emociones, demostrando lo mucho que le estaba afectando aquella situación. Sin embargo, el agarre que estaba ejerciendo sobre las manos de la célebre skjaldmö se mantuvo firme, al igual que la determinación en su mirada.

Realmente deseaba que entrara en razón, que le diese a Ubbe —y a ella misma— un voto de confianza. Lo ansiaba tanto que hasta se encomendó a los dioses para que la ayudaran, suplicándoles clemencia.

Sin pronunciar ni una sola palabra, Lagertha liberó su mano derecha y la condujo hacia el rostro de Drasil para poder acariciar una de sus macilentas mejillas. Aquel gesto fue tan inesperado y reconfortante que la castaña cerró momentáneamente los ojos, creyendo que había logrado derribar su coraza y convencerla de que no tenía nada que temer ni de lo que preocuparse. Que ella jamás la apuñalaría por la espalda.

Nada más lejos de la realidad. Y es que el siguiente comentario de la reina fue como un jarro de agua fría para Drasil.

Aquello que marcaría un antes y un después en su relación.

—Espero que jamás te veas en la situación de tener que elegir —comenzó a decir Lagertha, provocando que la muchacha restableciera el contacto visual con ella—. Porque si lo escoges a él, no dudaré en matarte. Tenlo muy presente.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· ANOTACIONES ·

—En la primera noche de bodas los recién casados eran acompañados al lecho nupcial. No se cita en ningún lado que la consumación del matrimonio debiera ser constatada por expertos, aunque tampoco se excluye la posibilidad de que así fuera, como en otras culturas. A la mañana siguiente de esa primera noche en común, el esposo debía hacerle un bonito regalo a su mujer: una joya delicadamente trabajada, ropa de magnífico lino, un cofre de madera esculpida, etc. Es lo que se conoce con el nombre de morgingjölf, el regalo de la mañana.

—Se dice que Brisingamen era el collar de la diosa Freyja en la mitología escandinava. Fue forjado por cuatro enanos: Alfrik, Berling, Dvalin y Grer. Y, para obtenerlo, la diosa tuvo que pasar una noche con cada uno de ellos.

Cuando Freyja lo llevaba puesto nadie podía resistir su encanto, ya fuera hombre, mujer o divinidad. Esto causaba gran preocupación en las otras diosas durante la primavera, época en la que, según se dice, ella lo llevaba puesto. Según algunos rumores, el collar también poseía el poder de dar apoyo a cualquier ejército que Freyja favoreciera en el campo de batalla.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

¡Hola, mis amados lectores!

Ay, ay, ay... ¡La que se ha liado, gente! ¡¡LA QUE SE HA LIADO!! Con lo bien que iba todo en el Drabbe y lo felices que hemos sido en los dos últimos capítulos... Pero, como ya avisé en las anteriores notas de autora, las cosas han vuelto a descontrolarse. Y a base de bien, además. Sin embargo, esta que está aquí tiene 0 remordimientos uwu PORQUE TENÍA TANTAS GANAS DE SACAR A LA LUZ ESTA ESCENA DE LAGERTHA Y DRASIL QUE CASI ME DA UN SÍNCOPE.

Es que ha sido muy fuerte, ¿eh? Nos hemos despertado bravas hoy, especialmente Lagertha, que no ha titubeado a la hora de dejarle las cosas claras a su huscarle más joven.

Pero mejor vayamos por partes, porque es un cap. larguito y aquí hay muchas cosas que comentar y resaltar u.u

Primero de todo: ¿confirmamos que el Drabbe es de lo mejorcito que hay? Confirmamos. Me ha encantado redactar esas primeras escenas de ellos dos siendo marido y mujer, porque son tan tiernos y adorables que en cualquier momento me va a petar la patata. Aunque, qué os voy a decir que no sepáis ya, los adoro y adoro la relación que tienen. Es de las parejas más lindas que he desarrollado y lo cierto es que su evolución a lo largo de la historia me hace sentir muy orgullosa :'3

Así que, decidme: ¿os han gustado esas dos primeras escenas? ¿Qué os ha parecido el regalito de Ubbe a Dras? ¿Y esa conversación sobre formar una familia juntos? En otras escenas lo han dejado caer, pero esta es la primera vez que hablan directamente sobre ello (͡° ͜ʖ ͡°)

A ver, que comente aquí todo aquel que quiera bebé Drabbe.

Aunque esas palabras de Drasil sobre la posibilidad de no ser capaz de engendrar hijos han hecho saltar todas nuestras alarmas, porque, si nos paramos a pensarlo, ya llevan un tiempo juntos y aún no ha habido ningún bollo en el horno. ¿Y si Drasil está en lo cierto y no puede tener hijos? ¿Realmente a Ubbe no le importará no tener descendencia mientras esté con ella? Porque recordemos cómo era Ragnar con este tema en particular *sonrisa perversa*.

Lucy siempre sembrando la discordia, jeje.

Creo que no hace falta que os diga que en el próximo capítulo las cosas se van a poner aún más feas, ¿verdad? De modo que abrochaos los cinturones, pequeños míos, porque vamos a tener drama para rato... Y también últimas escenas entre ciertos personajes. Ahí lo dejo xP

En base a esto, EL MÍNIMO DE VOTOS PARA DESBLOQUEAR EL SIGUIENTE CAPÍTULO ES 42. Ya he terminado el periodo de exámenes (aunque aún me falta saber la nota final y la posición en la que estoy en las listas a la hora de trabajar), por lo que al fin puedo descansar un poco y volver a centrarme en mis pasatiempos favoritos :') De manera que aprovechad que vuelvo a tener algo de tiempo libre y votad para que lleguemos al mínimo de votos lo antes posible.

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el cap. y que hayáis disfrutado de la lectura =)

Besos ^3^

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