ALL THIS TIME - Bill Weasley.

By billweasleylover

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Take all the time lost All the days that I cost Take what I took and Give it back to you - Alex Green regresa... More

The Burrow.
Weasley.
Diagon Alley.
Order of the Phoenix.
Painted Black.
Family.
Time.
Forgiveness.
Alcohol.
Weasley Curse.
Tradition.
Untouchable.
Happily Ever After.
Gone.
Day Destroys the Night.
Healing Process.
Remember.
Home.
Shell Cottage.
Same Questions.
Honesty.
Goodbye.
Nobody.
Take The Dragon by The Horns.
Closure.
The Moment He Knew.
Wish You Were Here.
In The Dark.
Death By A Thousand Cuts.
Yellow.
Past.
I Was There.
Independent.
Strangers.
Hoax.
Unexpected Revelations.
Sacred Truths.
SLEEPLESS NIGHT

It Gets Worse.

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By billweasleylover

Daniel Rosier no le tenía miedo a nada, ni a nadie. La razón de esa característica tan peculiar era el frívolo, casi grotesco, vació que habitaba dentro de él. La mayor parte del tiempo no podía sentir ni una maldita cosa, aunque dentro de él sabía que no siempre fue así.

Daniel estaba consciente de sus raíces, de su privilegio que le permitió tener todo al alcance de sus manos. Prestigio, dinero, magia: Todo lo que cualquier persona pudiera desear. Por más imposible que parezca, podía tener lo que quisiera. No vivió una infancia como la de la mayoría de los asesinos seriales que aparecen en las películas muggles, no sufrió de violencia como la gente que termina cometiendo crímenes de odio.

Simplemente estaba vació. Y solo, jodidamente solo.

Su padre había sido Elmut Rosier, un importante mago francés, perteneciente a la elite mágica de Francia y a los Sagrados 28. Daniel lo quería, era lo único que tenía. Su madre había muerto al nacer, y él pequeño niño de ojos castaños siempre se sintió culpable, a pesar de que su padre siempre lo trato bien. O al menos cuando no lo castigaba y lo ponía a leer de pie en su despacho, hasta que las piernas de Daniel se durmieran y cayera de rodillas sobre la alfombra.

Ese era el peor castigo que el pequeño podía tener, lo hacía sentir débil y humillado, a pesar de que nadie lo veía en la soledad de la gran habitación. En ese momento no sabía que tanto repercutiría ese minúsculo sentimiento de degradación en su vida.

Su infancia fue normal y su adolescencia aún más, cuando no estaba en el colegio Durmstrang, pasaba sus días en la Nueva Mansión Rosier, ubicada al norte de Francia. Sus veranos estaban llenos de tareas y exigencias, pero no se podía quejar, le gustaba el orden que su padre ponía en su vida. Todos los días tenía que abrir los ojos apenas el sol entrará por su ventana y dormir antes de las 8 pm, esas eran las reglas. Todo era sencillo para Daniel, hasta que dejo de serlo.

Algunas veces, antes de dormir, Daniel recordaba el día que cambio todo. El día en que la avaricia y la sed de poder se apoderaron de lo único que tenía en su vida, de la única persona con la que podía sentarse sin decir ni una palabra. Nadie celebraba más el silencio de Daniel que su propio padre, quien murió cuando Daniel apenas tenía catorce años.

Aún repetía en su mente cuando su abuela se bajó de aquel carruaje, con flores oscuras, y apretó su mejilla como saludo. Como si se tratará de algo tan intrascendente como el clima, Vinda Rosier dijo: Han matado a Elmut.

Daniel no se pudo mover ni un milímetro más, no hubo fuerza alguna que pudiera hacer que el joven se metiera a la casa. Ni cuando llegó el cuerpo de su padre, de una manera extravagante y lujosa, pudo hacer que sus piernas se movieran. Solo fue hasta que cayó de rodillas, rendido como si fuera un infantil castigo, que Daniel se quebró.

Todo fue diferente desde ese día.

No había silencios, no había pequeñas sonrisas o palmadas en la espalda cuando aprendía un nuevo conjuro. Solo estaba la abuela, el abuelo y él.

Elphias Rosier, su abuelo, había sido un mago muy exitoso en su época, lleno de amistades y secuaces famosos, pero para ese momento el hombre se había reducido a un bajo y relleno anciano. Le gustaba la tarta de zarzamora, era lo único que lo hacía feliz. Él estaba presente pero siempre distante, jamás participaba en una dinámica familiar hasta que fuese verdaderamente necesario. Era como un fantasma sin chiste, un mueble en un rincón.

Por su parte la abuela Vinda era todo lo contrario. A donde fuera, la mujer capturaba miradas y susurros, todos relacionados a su belleza y elegancia. Daniel no conocía a nadie con más personalidad que su abuela, que aunque fuera una pesadilla cuando se lo proponía, era lo único que tenía. Incluso cuando ella partió, Daniel juraba que esos ojos verdes la seguían a todos lados, por eso él amaba a los gatos.

La vida de Daniel se había convertido monótona, aburrida y vacía de la noche a la mañana.

Una vez que se graduó de Durmstrang, con notas perfectas, sintió que ya no valía la pena vivir. No tenía nada que lo emocionará, que lo hiciera sentir vivo. Tenía todos los galeones que alguien podía imaginar, no había necesidad de levantarse de la cama si quería. Su vida miserable e insufrible estaba planeada. No tenía motivación para nada.

Fue entonces que la emoción llegó a su vida, en forma de un terrible secreto que alcanzó a escuchar de la boca de Elphias, la noche que decidió mezclar pastel de zarzamora y vino, su nueva adicción.

-Cuando te levante por primera vez...- El hombre miro sus regordetas manos- Supe que eras especial, como un regalo hijo. Aunque te parecieras tanto aquel bastardo.

Mientras la plática seguía, de cosas sin sentido, Daniel no podía sacarse la elección de palabras de su abuelo. ¿Tanto a él?, ¿Por qué lo dijo con desprecio, si yo vi como lloraba sobre el cuerpo de mi padre? Daniel pensaba.

-Si- Daniel fingió darle un trago a su botella de vino tinto, esperando que su abuelo lo siguiera- Me parezco a mi padre, Elmut y yo...

Pero para desgracia de él, eso no era cierto. La única cosa que Daniel quería era ser como su padre, pero su cabello y ojos cafés no sé parecían para nada en los rizos oscuros y ojos color jade de su progenitor.

-¿Elmut? Por supuesto que no...- El hombre por poco escupió la rebana de pay de su boca- Me refiero a Edward, a ese es al que te pareces.

Los ojos de Daniel rápidamente buscaron la pintura familiar, justo encima de la chimenea, donde contemplaba a sus abuelos y los hijos de ellos. Elmut estaba a lado de su madre, Vinda, los dos con ojos penetrantes verdes y un aire de superioridad a su alrededor. Era claro que los dos eran los que tomaban las decisiones y mantenían al resto de la familia en su sitio.

Abajo, sentados, estaban Elphias con su gran barriga y barba junto con Evan, con su cabello rubio y ojos verdes como el pasto en primavera. Increíblemente para todos, Evan había sido un estupendo tío. Solía llevarle ranas de chocolate de sus viajes largos, que pronto se descubrieron como torturas a muggles y mestizos. El falleció cuando Daniel tenía solo nueve años, nunca supo cómo sucedió, hasta que creció.

Siempre se preguntó porque si su tío Evan había sido... de esa forma, ¿Por qué su padre no?. No era un fanático de los mestizos o muggles, no solía codearse con nadie que no fuera sangre pura, pero él nunca se enteró de que su padre estuviera a fuera cazando a seres humanos como si se tratará de animales. Él nunca vio esa maldad que la sonrisa de su tio Evan tenía en su progenitor.

Jamás.

-¿Quién es Edward, abuelo?- Daniel preguntó, mirando con el ceño fruncido la imagen de su padre. Tal vez, pensó, no lo conocí del todo bien.

-Tú sabes quién es- Con los brazos cruzados y la cabeza hacía atrás, más dormido que despierto, el borracho de Elphias contestó.

Daniel escuchó como su abuelo roncaba y decidió apartarse de él, sabía que era imposible tratar de averiguar más de su propia boca, manchada de zarzamora. Como siempre, su abuelo era un inútil. No se imaginaba un solo momento donde el hombre hubiese mostrado un poco de agallas. Daniel nunca supo que quería ser en la vida, pero en ese momento descubrió que no quería ser como su abuelo.

La única persona que conocía con agallas, y ovarios de sobra, era su abuela Vinda, Daniel se estaba arriesgando a que lo abofeteará por interrumpir su siesta pero valía la pena el riesgo. Subió por las largas escaleras, acomodándose sus lentes y golpeó la puerta de la habitación principal.

Vinda miraba por el ventanal del tamaño de una pared, fijando su pérdida mirada en las gotas de agua que resbalaban frente a ella.

-¿Qué necesitas Daniel?- La mujer habló con calma, como si estuviera en un perfecto momento de relajación absoluta.

Pero la pregunta que realizo Daniel, la forma en que sus palabras salieron de su boca, hicieron que Vinda se tocará el pecho desprevenida, como si estuviera impidiendo que su corazón saliera de su cuerpo.

-¿Quién es Edward?-

-Cierra la puerta- Murmuro la paralizada mujer.

Y así fue como comenzó a relatar la verdad.

-Mierda, mierda- Charlie decía con la poca respiración que le quedaba, su pecho estaba alzado y su piel era tan roja como si cabello. En sus manos estaban los planos de aquella bóveda, sacudiéndose con exalto, pero él no podía controlar la respuesta de su cuerpo ante tal epifanía. No podía dejar de temblar, tampoco podía hablar.

-¿Qué diablos te pasa? ¿Qué tienes?- Bill se aproximó a él, su hermano parecía que tendría un ataque de pánico en cualquier momento.

Tomo la mano de Charlie e hizo que lo mirará directamente a los ojos, estaba tratando de hacerle saber que estaba a salvo, de lo que fuera que mente estuviese imaginando. Pero todo era en vano, Charlie no podía controlarse.

-Necesitamos saligg de aquí- Fleur tomo a Charlie de un brazo, con Bill imitándola del otro lado- Necesita ggespiggag.

Fleur y Bill prácticamente arrastraron a Charlie hasta la salida, el hermano menor sabía era imposible poder aparecer y desaparecer en las instalaciones de Gringotts, así que estaba buscando el sagrado suelo de la calle para poder salir de ahí.

Una vez que llegaron al corredor principal del Callejón Diagon, Charlie los sacó de ahí con la poca fuerza que tenía.

En un abrir y cerrar de ojos, Bill tuvo una sensación esa fuerte presión en todo el cuerpo que se sentía al aparecer. Sus ojos se abrieron tratando de acostumbrarse al vértigo que se aproximaba al tocar el piso.

-¿Dónde estamos?- Fleur preguntó con preocupación.

-Este es el departamento de Alex- Bill explicó- ¿Qué está pasando, Charlie? Necesito que hab...

La palabra quedó en el aire y Bill se quedó congelado en el recibidor, mientras su hermano alzaba frente a él aquella carta. Su estómago se encogió y tuvo que tomar una gran bocanada de aire, porque sintió que se estaba quedando sin el. Rápidamente se la quitó a Charlie de la mano y la acarició, notando los relieves del sello, con sus ojos tan abiertos que pensó que podrían salirse de sus orbitas en cualquier momento.

Estaba sorprendido y aterrado.

-¡Es la misma!- Charlie gritó- Esa puta rosa, esa maldita insignia.

Fleur cayó en el sillón, mirando las cartas con detenimiento, con su respiración acelerada.

-¿Quién envió esto?- Preguntó la rubia.

-Daniel Rosetre-

Bill y Fleur comenzaron a hablar del mismo, Charlie gritó tratando de hacerlos callar pero cada uno de ellos tenía algo que decir. Todos estaban tratando de decir algo, nada tenía sentido. En un solo minuto todo se había ido a la mierda. Bill fue el primero en reaccionar, dejando que Charlie y Fleur discutieran, caminando hasta las habitaciones. No había señal de Alex en el lugar, la presión en sus cervicales y cabeza comenzó a incrementar.

Puede estar en cualquier lugar, Bill pensaba mientras veía su habitación vacía. Todo estaba en su lugar, salvo por unas cuantas cosas de Charlie que parecían estorbar en medio del orden, pero Alex no estaba ahí. Bill cerró los ojos, deseando que al abrirlos encontrará su tierna sonrisa y a ella vestida con su pijama de perros salchicha.

Apretó las manos, deseando que con toda la fuerza que hubiera en su interior la hiciera aparecer. Pero él sabía que así no funcionaba la magia, tampoco la vida.

¿Y la muerte?

No quería pensar en muerte con ella tan lejos, no se podía permitir perderla.

Todavía escuchaba los gritos de Fleur y Charlie desde la sala, cerró los ojos tratando de aclarar sus ideas. ¿De qué le servía ser... quien era si no había forma de que pudiera ayudar a Alex? ¿De qué le servía tratar de salvar al mundo mágico, si a la única persona que deseaba cuidar... no podía proteger?

Quería que su mente trabajará rápido: no hay encantamiento, no hay detector. No podía hacer que La Orden se reuniera en ese preciso momento, no podía perder más tiempo.

Se encontraba descartando cualquier idea que pasará por su cabeza, hasta que sus ojos con fuerza se abrieron, como si estuviera tratando de cambiar de lugar, de mágicamente aparecer con ella y no volver a separarse de ella. Sin embargo solo encontró su colección de libros muggles, todos acomodados por color en un espacio de su closet.

Entonces una idea apareció, en su pequeña gran mente. Era lo único que tenía y se dedicaría a que funcionará, se lo debía a Alex.

Los gritos de Charlie y Fleur se intensificaron conforme regresaba a la sala de estar, pero ambos callaron cuando vieron el cuerpo de Bill moviéndose de un lado a otro, estaba buscando algo entre los cajones de la cocina y un viejo mueble debajo de la TV.

-¿Pueden callarse?- Bill suspiro con molestia- Charlie necesito que vayas por algo de Alex, algo lo suficientemente personal. Fleur por favor quita todo de la mesa.

Charlie fue y regresó en un segundo, con un puchero en el rostro y un sweater en su mano. Quiso hablar pero la preocupación no le permitía hacerlo, Fleur lo miro conmovida y lo tomo de la mano, olvidando la estúpida pelea que habían tenido momentos atrás. La rubia quito todo con un simple movimiento y Bill extendió un libro, que contenía un mapa de la ciudad.

-Lo intentaremos- Bill musitó- Si funciona, de acuerdo. Si no... iremos por ayuda.

Todos estaban asustados y conmocionados, sin embargo no lograrían hacer nada en ese estado. Necesitaban ser fuertes, o al menos fingir que lo eran.

La rubia quería preguntar porque ese sweater tan sencillo parecía ser la posesión más apreciada de Alex, pero todo tuvo sentido cuando Bill lo puso encima de la mesa.

L.

El sweater mostaza con su inicial en negro, no tuvo que acercarse para comprobar que aquella suavidad había sido creación de Molly Weasley. En medio de aquello, Fleur se encontró sumamente sensible, deseando un día pertenecer a un lugar como Alex. Anhelando encontrar a una familia escogida que le diera el mismo amor y cariño que los dos hombres a su lado tenían. Por ella nunca se hubieran preocupado de esa forma, por ella jamás lucharían de esa forma. En solo un segundo Fleur sintió enojo, ira y celos, pero todo cambio cuando vio la triste expresión de Charlie, quien ya estaba llorando mientras su labio temblaba.

Fleur sintió su pánico por todo el cuerpo, la melancolía estaba aterrizando sobre su puro corazón, con una extraña sensación de tristeza y dolor le corrió la espina dorsal. Ignorando esa terrible sensación, sus ojos azules viajaron a la pequeña bolsa que Bill llevaba entre sus manos, la misma con la que algunas veces habían trabajado en Gringotts.

-Hagámoslo- Fleur asintió, creyendo firmemente en su ahora amigo Bill.

Los tres se sentaron en el piso formando un triángulo con sus manos unidas, haciendo una comunión, y las runas encima de la mesa. El sentimiento de aquel íntimo momento hizo que derramaran algunas lágrimas, dejando que su espíritu y magia viajaran por la habitación.

De pronto las cosas comenzaron a moverse, o al menos eso sentían. Todo iba rápido a su alrededor, pero ellos estaban en el mismo sitio. Era una clase de remolino espiritual.

-¡¿DONDE ESTA LEXIE?!- Fleur siguió sus instintos y dejó salir la pregunta casi como un grito desgarrador, especial para un mitad-veela.

De pronto todo término, toda la luz que había en el departamento y en la calle se esfumó. Los tres quedaron pasmados mirando todo en cámara lenta, observando delicadamente como las runas en la bolsa se movían frente a ellos. Solo una se escapó de su contendedor de terciopelo, flotando encima del mapa mientras señalaba un lugar al norte de Gracechurch St.

Lo habían logrado.

-Tenemos que irnos- Charlie se levantó rápidamente, tomando el mapa entre sus manos, donde una mancha oscura marcaba el lugar donde se encontraban Alex.

Bill tomó a la rubia y a su hermano de la mano, los tres desaparecieron en la oscuridad del lugar, sin observar el rostro que los veía desde el otro lado de la ventana.

La mano de Daniel seguía sobre el cabello de Alexandra, pero ella podía sentir como su cabeza estaba en otro lugar. Podía sentir su pulso acelerándose, el terror corriendo por sus venas, todo pasando muy rápido. No podía hacer nada, estaba inmóvil.

Estaba completamente inútil ante el fuerte agarre del hombre desconocido, aquel que juraba era su amigo.

Lagrimas acidas resbalaban por su rostro, con el presentimiento de que moriría en cualquier momento. Para ese momento, Alex ya podía visualizar lo que diría su tumba.

Alexandra Green.

Hija, amiga.

Y nada más.

-No te atrevas a no mirarme mientras te hablo- La voz de Daniel le gritó, aquella terrorífica voz hizo que temblará aún más.

Pero Alex solo apretaba sus ojos, queriendo estar en una pesadilla que solo se sintiera muy real, eso solo hacía enfurecer más al hombre. Ella escuchó como Daniel buscaba asesinarla, como repetía las palabras mágicas que pondrían fin a su vida pero el hombre salía disparado hacia atrás, como un pez tratando de escapar de una pecera.

-Por favor- Alex suplicó, con la espalda pegada a la pared- Déjame ir.

Daniel levanto la mirada, examinando a Alexandra, tratando de descifrar que estaba pasando. No quería admitirlo, pero nada estaba saliendo conforme a sus planes. Antes de que pudiera reaccionar, Alex trataba de arrastrarse hasta su varita, él pudo notar como la respiración de mujer hacía que fuera más difícil moverse de su toque maligno.

Y amaba hacerla sentir esa clase de miedo, del que paraliza.

-No sé qué mierda este sucediendo- Daniel limpió una gota de sudor de su frente al mismo tiempo que pisaba una pierna de Alex, haciendo que la mujer gritará de dolor cuando esta tronó- Pero te juro que voy a averiguar porque no te puedo matar en este momento.

-¡¿Por qué?!- Alex chilló- ¿¡POR QUE ME HACES ESTO A MI?!

Daniel se agachó con una tenebrosa sonrisa y una risa de satisfacción, había estado esperando mucho tiempo para poder burlarse en su cara. Para ver a Alex muerta de miedo antes de finalmente enviarla a la tumba, arrebatándole ese brillo en sus grandes ojos de venado.

-Edward me quitó lo que quería- Se encogió en hombros, con una mueca en su boca pequeña- Ahora es mi turno.

Álex nunca había estado tan confundida en su vida.

-No sé de qué hablas Dan- Sollozaba- Pero déjame ir, detén esto.

El castaño negó con burla.

-Esto apenas va a empezar, Alexandria.

Un grito desgarrador salió de la garganta de Alex cuando el hombre nuevamente la tomo del cabello, desplazándola hasta que su cabeza golpeo la pared donde había descansado por unos segundos.

-Si no puedo usar magia contigo, encontraré la forma de que te duela- Se burló- Ahora no quiero matarte, quiero que sufras.

Alex cerró los ojos con fuerza cuando sintió el impacto de su sien contra los ladrillos, todo se estaba volviendo a oscuro, sin embargo se rehusaba a rendirse. No quería que su vida terminara, al menos no sin la oportunidad de luchar. Se permitió por un microsegundo pensar en la gente que la había hecho tan fuerte como un roble, en la gente que amaba y a quien más que nunca le debía su vida.

Escuchó el maullido de un gato, Quasimodo se debió de haber entrometido en el camino del poseído Daniel que no quería dejar de golpearla, eso pensó. Pero el ruido se volvió diferente cuando pudo prestar atención, cuando no sintió más las manos de Daniel aferradas a su cabello.

Podía sentir alguien tocándole el rostro, alguien tratando de calmar su cuerpo lleno de trauma, pero no tenía la fuerza para abrir los ojos. Estaba tratando de quedarse despierta, de vivir.

Hasta que ya no pudo más.

Un escalofrió recorrió todo su cuerpo, era como una diminuta chispa en su pecho que le decía que necesitaba despertarse. Lo primero que sintió fueron sus manos dormidas sobre su pecho, se preguntó cuánto tiempo tenían en esa posición, e inevitablemente si se encontraba muerta.

Oh no, no de nuevo. Inmediatamente pensó. Daniel. 

Pero el lugar donde estaba no era una caja o una nube en el cielo, era una habitación con un techo oscuro y cortinas claras. El tapiz de la habitación era rojo escarlata, con finas texturas de rombos. Alex no entendía que hacía ahí, ¿acaso todo era su subconsciente diciéndole que ese era su clase de cielo?

-Estás despierta- Escuchó una voz a su lado.

Es lo que parece, Alex pensó, pero nada tenía sentido.

De pronto las imágenes y el dolor en todo su cuerpo le recordaron lo que había pasado, rápidamente se incorporó en la cama encontrándose con el rostro preocupado de su mejor amigo junto a ella. Charlie tenía la boca abierta, como si estuviera a punto de hablar, pero era incapaz de poder decir cualquier cosa. Se encontraba en total estado de shock.

Por primera vez Charlie Weasley se había quedado sin palabras, simplemente se acercó con cuidado a Alex y escondió su rostro en el cuello.

-Dios- Susurró Charlie, quien hasta ese momento no había creído en los milagros del creador - Dios...

Su voz de quebró y no pudo hacer nada más que besar el cabello castaño de Alex, quien tenía un nudo en la garganta. Ya había estado en ese lugar, en esa misma situación, y no le había gustado el final.

-Pensé que te perderíamos- Charlie sonrió mostrando sus dientes, la castaña encontró eso como un mecanismo de defensa para evitar llorar. Y estaba agradecida del esfuerzo de Charlie por hacer las cosas lo más normales posibles, aunque eso solo fuera momentáneo.

Alex pensó en todo lo que podía decir, desde lo equivocada que había estado respecto a sus nuevas amistades hasta el hecho de que no soportaba el dolor en su cuerpo, sin embargo decidió empezar por lo esencial.

-¿Qué hago en la habitación de mis padres?-

Charlie suspiro echando su cabeza hacia atrás, pero fue salvado por Fleur que entró con sus ojos rojos y su limpiando su nariz.

Antes de que Alex pudiera decir algo, la rubia se acercó empujando a Charlie del camino y abrazándola delicadamente.

-Alex- Sollozó- ¡Pogg Megglin, estas despieggta! ¡Más que nunca!

La castaña cerró los ojos pensando en las palabras de la rubia, Fleur simplemente llevó sus manos a su rostro, tapándose sus lágrimas y Charlie comenzó a llorar junto a ella. Alex estaba realmente confundida, no por los hechos, sino por como había llegado hasta allá.

-¿Cuánto llevó aquí?- Habló despacio, tratando de situarse en tiempo y lugar- ¿Qué ocurrió?

La rubia se abrazó a sí misma, mordiendo su labio inferior, parecía que quería hablar pero estaba muy conmovida para hacerlo. Solo dejó que las palabras salieran de su boca ante la mirada insistente de Alex y la forma en que Charlie se apartó de ellas, mirando por la ventana.

-Charlie vio la bóveda de... ese tipo y de inmediato te fuimos a buscargg, pero no estabas en casa- Fleur suspiro- Gracias a las rggunas antiguas descubrggimos donde estabas, llegamos justo a tiempo Alex...

Los ojos de Alex pasaron de Fleur a Charlie, pero el pelirrojo se encontraba a pasos de ella sin decir nada, sintiéndose increíblemente culpable. Nadie más que él lo entendía, porque él sentía que su responsabilidad había sido cuidar de su hermana y había fallado completamente. Si tan solo hubiera sido más desconfiado, nada de eso hubiera ocurrido.

Pero el pasado ya no podía ser cambiado, solo le quedaba perdonarse.

-Tú... estabas muy herggida, Alex- La rubia hizo una mueca, buscando empatizar con el dolor que recorría el cuerpo golpeado de la mujer en la cama- Podía escuchagg tu mente, no sé porgg qué, pero solo pensabas en... este lugargg.

Fleur no se atrevía a decir en voz alta las palabras que habían pasado por la mente de Alex, quiero morir en casa, simplemente las guardo para ella, esperando en algún momento confesar aquello.

-El es un salvaje- Las lagrimas de Fleur llegaron hasta las manos entrelazadas de las dos mujeres.

La castaña no decía nada, simplemente escuchaba con un fuerte dolor en el corazón. Recordando cada palabra, cada golpe y abuso que había presenciado, en manos de la persona en la que había confiado. Se sentía vulnerable, quebrantada por Daniel Rosier.

¿Cómo había sido tan estúpida? ¿Cómo había permitido que una persona entrará en su vida como si nada, abriendo las puertas de su casa y brindándole cariño sin dudar?

Parecería que Charlie había escuchado sus pensamientos, porque rápidamente agregó:

-No es tu culpa, Alex-

Pero era imposible que ella no se sintiera de esa forma.

-Lo que te hizo ese mal nacido no tiene hombre- Charlie continuo, dándole una pequeña sonrisa- Y le doy gracias al cielo que ya despertaste, que estás aquí.

-Ha sido un día muy largo- Fleur asintió, mirando al pelirrojo- No podíamos despegarnos de ti...

¿Un día? ¿Solo... ha pasado un día? ¿Y porque siento que han pasado tres años? ¿Acaso esto podría empeorar? 

Pero mirando el amplio panorama, todo siendo un poco más claro, se dio cuenta de la pieza fundamental que faltaba en la habitación.

-¿Dónde está Bill?- Alex preguntó.

Fleur y Charlie se quedaron sin palabras, esperando que el silencio pudiera contestar aquella difícil pregunta.

Todo siempre podía empeorar.

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Spoiler alert: Fleur va a tener más protagonismo... Y... va a dejar de hablagggg así porque si no no se le va a entender ni madres jajajajajaa :(.  

HOLAAAAAAAAAA..... perdón por actualizar hasta ahora, hoy tuve un día de locos. ESPERO QUE ESTEN MUY BIEN, LXS AMOoOoO CON TODO MI SERRRR! 

Por cierto, que batallar con los gifs aquí... pero QUE PERFECTO ES DOMHNALL GLEESON <3 <3 <3  

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