Sin Control [✓]

By coldok

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Todo comienza con la mudanza de los Adler, y secretos salen a la luz. More

Intro
1. Vecinos nuevos
3. Bastian y Emanuel
4. Monos En La Costa
5. Niñera
6. Michael Adler
7. Irritable.
8. Amabilidad
9. Club Adler
10. Sentimientos
11. Secretos
12. ¿Cambio?
13. Fiesta
14. Siempre Vuelvo A Ti
15. Nos Siguen
16. Hace años...
17. Vivir con el enemigo.
18. Vender mi cuerpo.
19. Ya no hay nada que puedan lastimarme.
20. Consecuencias
21. Estaré bien
22. Victor...
23. Juicio
24. Blanco
25. Porque tu no me harías daño
Fin
«¿?»
NOTICIAS

2. Familia Adler

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By coldok

Yo no había nacido en una cuna de oro, ni menos con una cuchara de plata o de oro como les dicen a esos jóvenes que nacen con familias adineradas. Mis padres no tenían dinero, éramos de clase baja y lo sigo siendo. La casa es un detalle menor.

Antes vivíamos en un barrio que se escuchaban los autos pasar, los niños gritar mientras jugaban con otros niños del vecindario. Las madres gritando que no crucen la calle sin mirar a los dos lados, las personas mayores viniendo de comprar en un mercado central. Mi ex barrio en Londres era más en el centro, veías a las personas pasar, cuando venían del trabajo y al llegar a sus casas.

Nunca me había quejado de la estabilidad económica. Era feliz con mis padres. Tenía mi propia habitación, tal vez no como las habitaciones de las adolescentes cuando yo tenía catorce años, para mí era suficiente con tener un espacio para mi sola. Era tan feliz con tan poco.

Mi padre conoció a una familia en su trabajo. Nunca entendí que tipo de trabajos hacía, pero algo si sabía, es que no era nada bueno, todo era ilegal. Nunca le preguntaba a mi madre por miedo en saber su respuesta, y al parecer ella tampoco no le agradaba esa idea de que se estaban metiendo en un lugar que no iban a salir nunca. Papá se encegueció con el dinero que les daba la empresa de esa familia, llegaba de trabajar de lunes a lunes, procuraba tener un traje diferente cada día. Yo sabía que él lo único que quería, era sacarnos de la pobreza y sobre todo darle un buen hogar a Emanuel.

Llegaron a ese momento de discutir por todo. Papá llegaba demasiado tarde, borracho y olía a tabaco: nunca en su vida había fumado hasta que se relacionó con esa familia. Mamá lloraba en su habitación preocupada por si él llegaba a casa, lo llamaba tantas veces que él nunca contestaba. Recuerdo que un día llego emocionado porque había conseguido un buen puesto de trabajo en esa empresa de su "amigo". Solo paso un mes que él nos llevó en su auto nuevo, a este barrio privado en Londres, un pequeño lugar llamado Chelsea. No sabía de ese tal lugar, ni menos mamá y cuando llegamos nos encontramos con esta casa. Le mostro los papeles a mi madre, ella no pudo evitar su emoción, yo también estaba emocionada por tener una nueva casa, y porque cuando entre me di cuenta que era más grande que nuestra vieja casa.

Tenía habitaciones propios: matrimonial, una habitación para Emanuel y para mí. Las demás eran para invitados, había baños en cada habitación. Una cocina enorme que podías moverte sin tener que chocarte con nada. Una sala de estar con tanto espacio para poner un enorme sofá. El patio trasero tenía una piscina que cuando llegamos había unos hombres trabajando ahí dentro para repararlo.

Solo había pasado cinco meses cuando unos policías llegaron a la puerta de la nueva casa. Sus expresiones no daban esa impresión que venían con una buena noticia. Cuando un oficial llega a tu casa, se quita su gorro de su uniforme y te mira con una expresión triste, es porque te dará la peor noticia de tu vida.

- Lamento decirle que su madre Millie Bardot y su padre Tom Everdeen Bardot fueron asesinados y encontrados en un descampado dentro de una bolsa consorcio.

Esas palabras fueron como meterme un cuchillo dentro de mi corazón. Como si me tiraran un balde de agua fría.

Mi hermano menor sabía que nuestros padres no estaban. Sobre todo mi madre quien estaba siempre a su lado, dándole cariño, hablándole aunque él nunca le respondía ni tampoco le prestaba atención, jugaba en una alfombra y le cantaba canciones infantiles. Tuve crecer mentalmente para poder estar a su lado, no quise que nos mandaran a esos reformatorios, ni nada de eso. Se había hecho cargo por un momento Esteban Stoll cuando cumplí los dieciocho años, se había ido después de mi cumpleaños. Pero me prometió que siempre estaría cuando lo necesitara, y sobre todo si algo malo le pasaba a Emanuel.

Aunque viva en esta casa. No tengo un dinero asegurado, ese dinero era ilegal que obtenían mis padres y ellos lo sabían. No sé cuándo, ni como, mamá también se unió a esa empresa. Pero si recuerdo las veces que salía muy bien vestida, maquillada y con tacones altos. Pasamos de ser una familia común y feliz, a ser una familia con secretos, y terminaron asesinados por esas personas. Nunca quise investigar, ni tampoco quise preguntar a los oficiales, solamente acepte que mis padres fueron asesinados, yo era consciente de que ellos estaban metidos en un lugar en el que no debían estar.

Solo soy una chica común y corriente. De cabello largo ondulado castaño, no soy tan alta pero tampoco tengo una mala figura, mis ojos de color marrón oscuros al igual que mi madre y tal vez tenga un poco la personalidad de papá. Aunque no todo a veces se hereda.

Emanuel dejo de jugar y termino su plato de puré de manzana. Lo seguí con la mirada cuando se acostó en el sofá tapándose con su manta, y mirando la televisión sin volumen.

- ¿Les gustara esta tarta de verduras? - Lo miro desde la cocina.

Él no se mueve, ni me mira, ni me presta atención, ni tampoco me responde. Me acostumbre a eso, pero siempre finjo como si él me respondiera.

- Claro que sí. No soy tan mala cocinando. - Sonrió orgullosa de mi misma.

Saco la tarta del horno. Por suerte no se siente tanto el calor por el aire acondicionado. El verano en Londres se siente demasiado, siempre trato de mantenerlo en un ambiente soportable para Emanuel.

Lo pongo en un plato blanco. Huele muy bien, intente seguir todos los pasos de ese libro.

Camine hasta la sala con el plato de tarta en mis manos. Mire a Emanuel.

- ¿Quieres venir conmigo?

Tal vez no era bueno exponerlo con vecinos nuevos. Así que solo lo deje que se quedara en el sofá, sé que no se moverá de ahí. Lo conozco muy bien, aprendí demasiado de Emanuel.

- De acuerdo. Vuelvo en un momento.

Mire mi atuendo antes de salir de la casa. Ni siquiera me había dado cuenta que seguía teniendo el delantal. Deje el plato en la mesa de la sala. Me quite rápidamente el delantal negro, y lo deje en el sofá. No estaba tan mal con mi remera blanca, y mi short de jean azul.

Volví a tomar el plato. Salí de la casa poniéndole seguro.

Parece que algunos vecinos ya les dieron su bienvenida a los nuevos vecinos.

Es la primera vez que le doy la bienvenida a alguien, y estando sola sin mi madre, ni mi padre al lado mío. A veces los padres nos dan seguridad.

Desde afuera se ve las luces encendidas de la planta baja, y también de arriba. Ahora si esa casa tiene vida.

Me acerque a la puerta, y como pude toque el timbre una vez. No tardo mucho cuando esa misma mujer que vi, me abrió la puerta con una sonrisa. Sus labios están pintados de un rojo intenso.

- Hola soy Ashley Bardot vivo al lado, y quería darle esta tarta de verduras de bienvenida. - Le extendí el plato. - Es algo tradicional de este barrio.

- Hola querida. - Su voz era un poco chillona e irritante. - Pasa por favor. - Se hizo aun lado.

Di unos pasos adelante hasta estar dentro. Ella cerró la puerta, y suspire nerviosa. La casa es bellísima, las tonalidades claras en las paredes: beige, blanco. Justamente un señor, sería su esposo, bajaba de las escaleras.

- Hola señor me llamo Ashley Bardot.

- Charlie Adler. - Sonrió amablemente.

Al menos él no me parece mal tipo.

La mujer agarro el plato de mis manos.

- Muchas gracias. - Dijo ella con una pequeña sonrisa de lado. - Mi nombre es Ada Adler Serna.

Hasta su nombre es al estilo de ella.

- No suele conversar con los adolescentes. - El señor Adler me miro apenado. - Oh ahí vienen.

Ese niño que había visto correr hacia el auto. Había aparecido desde la sala, sus ojos son azules al igual que ese hombre.

- Bueno él es Bastian. - Me lo presento.

Él niño me sonrió amablemente.

- Hola soy Ashley.

- ¿Eres nuestra vecina? - Me miro emocionado. - Muy bonita por cierto.

- Gracias. - Dije ruborizada por la forma de hablar del niño.

Parece tan maduro.

- Tengo doce años, pero podrías esperarme unos años más...

- Deja de querer coquetear mocoso. - Escuche otra voz.

- Bueno, tengo cosas que hacer. Gracias por la tarta Ashley, y por la bienvenida.

- De nada señor Adler. - Mire al otro chico. Él que estaba hablando por teléfono cuando estaba observándolos por la ventana. - Mi nombre es Ash...

- Ashley si ya lo oí tres veces.

- Trátala bien. - Bastian le dio un codazo en su brazo.

Él no tiene los ojos azules como su padre, ni su hermano, tiene los ojos negros brillosos al igual que su madre. Sus pestañas son largas y negras, es atractivo sí, pero algo irritante.

- Bueno, tengo que marcharme. - Señalo la puerta.

- ¿Tienes un hermano? Aquí no hay niños, y no sé con quién jugar. - Bastian parecía algo triste por eso. Debe ser feo tener un hermano mayor que no juegue contigo.

Me gustaría decirle que sí, pero no puedo exponer a Emanuel, no sé cómo reaccionaría ante una nueva persona que él no conoce.

- Si pero...

- ¿Puedo conocerlo? - En sus ojos había ilusión.

- Tratare de presentártelo. Él tiene seis años.

- No importa, llevarnos siete años no tiene nada de malo. - Sonrió amablemente.

- Te avisare cuando él esté listo para conocerte. Es muy especial.

Él frunció el ceño.

- ¿Es autista? - El mayor me miro con los brazos cruzados.

- No lo sé. Los enfermeros no saben que enfermedad tiene, pero si es mental. - Lo mire.

- Entiendo. - Dijo Bastian. - Pero sería su amigo igual.

Sonreí al oírlo. Bastian parece un niño amable a comparación de su hermano mayor.

- Por cierto su nombre es Victor. - Me susurro. Aunque su hermano lo escucho.

- ¿No dijiste que te ibas? - Aun seguía mirándome.

- Si, debo ir a ver a mi hermano pequeño. - Camine hasta la puerta. - Buenas noches Bastian. - Le sonreí amablemente, y luego mire a Victor cambiando mi expresión a una seria.

No le dije nada, y simplemente salí de esa casa sin antes escuchar lo que Bastian le dijo a Victor:

- Eres un idiota con las mujeres ¿Lo sabes? Tengo doce años y soy más maduro que tú.

- Cierra el pico.

No estaría mal que Emanuel se acercara a Bastian. Tal vez no sería una mala idea.

Hasta sus nombres y apellidos lucen geniales. Aunque la mujer y su hijo mayor parecen tener el mismo carácter y personalidad; el padre y el hijo menor tienen el mismo carácter y personalidad, amables y sonrientes. La mujer trata de ser amable aunque sus intentos son falsos, y su hijo lo demuestra, no tiene filtro en sus palabras, ni tampoco en sus gestos.

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