UNA HISTORIA DE AMOR...

By Echeryl

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tierno, dulce y especial era su amor. vivían cada instante como si fuera el último; anhelando un futuro que j... More

UN SOLO BAILE
TU LLEGADA A MI
UNA MIRADA DE AMOR
DISPUESTO A TODO.
EN SECRETO ES MEJOR
LLUVIA DE LUCIÉRNAGAS
NO ES UN ADIOS..
NO HAY SALIDA
DESDICHA...
AUNQUE TE QUIERO NO TE AMO.
INFORTUNIO
DE VUELTA AL COMIENZO
NO TEMER A NADA.
IRREMEDIABLE
HUIR DE TODO...
TODO ES DIFERENTE...
DISPUESTO A TODO...
DULCE AMOR....
NADIE PODRA EVITARLO.
REALIZACIÓN...
DEL PARAÍSO AL INFIERNO...
EL FINAL DE TODO..
MI TESORO ERES TÚ...
EN LA MIRA DEL ODIO
ABANDONADA....
AVISO IMPORTANTE...

TRISTE REALIDAD...

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By Echeryl

Pasaron en vela toda la noche, Anelice no se había desprendido de su hijo ni un solo momento.

– Madre, deseo ver a John– dijo mirando a Aurora.
Está miro a Anelice quien había salido de la recamara.

– Entra mi niña, pero no toques nada– dijo temerosa por su hija.

A paso lento e indeciso se acerco a la recamara, Anelice la acompaño.

Se acercó a la cama, al ver a John abrió sus ojos, y volvió al pasillo donde se recostó en la pared.

– No puedo verlo, está tan decaído– agitada miro a su madre.

– Si no quieres lo entiendo – dijo Anelice, Sophia limpió sus lágrimas con la manga de su blusa.

– No, deseo verlo un instante– se acercó a la puerta, respiró profundo y después camino hacia la cama; se detuvo y contempló a John, el cual estaba muy delgado, pálido y sudado. La respiración agita y los labios blancos, con enormes sombras negras debajo de sus ojos.

Llevo una temblorosa mano a su boca.

– Oh John!– gimió.

– Que haces aquí– dijo con voz débil – sabes que no puedes estar aquí, no quiero que te pase nada malo– Sophia estiró su mano y trato de tocar la de él, John de inmediato apartó la suya– Sophia – susurro con voz débil– te pido perdón, no quise maltratarte aquella noche– Sophia gimió.

– No digas nada, se que no lo hiciste a propósito– John trago en seco.

– Perdóname, por favor!– Sophia nego.

– No hay nada que perdonar, eres mi esposo y deseo que estés bien– John sonrió.

– No puedo seguir luchando más, me duele todo, ya no tengo aliento – Sophia nego.

– Si puedes, debes estar conmigo– John cerro los ojos, una lágrima rodó por su sien.

– No puedo, debes prometerme que serás feliz, que tendrás hijos y los amarás mucho.

– Tendremos muchos hijos y los amaremos muchos, si mueres No podré tener hijos.

John negó. Miro a Sophia, su mirada era triste y sin brillo.

– Busca tu destino, hasta aquí llego el mío– John cerro los ojos y suspiro por última vez.

Sophia lloró llena de dolor. Si John había muerto ya nada quedaba para ella, Anelice corrió a la cama y abrazo a su yerna.

– Tranquila hija, todo estará bien.

Sophia nego, sabía que ya nada sería igual, ella debería volver a casa de sus padres y vivir de nuevo un infierno.

John fue enterrado esa misma tarde, ya que por su condición no podía tenerlo en la casa por mucho tiempo.

Vestida de negro y con una pava que cubría su rostro enterró a su marido un viernes por la tarde.

El velatorio se realizó en la casa que ella y John habían compartido los últimos meses.

– Deberé regresar a Ashburg con usted, los padres de John no me dejarán quedar en esta casa.

Aurora miro a su hija y sonrió dolor por ella.

– Hija, no pienses en eso ahora.

Sophia nego, sabía que ellos la sacarían de esa propiedad pasada las noche del velatorio.

– Estás bien?– cuestionó Aurora al ver su palidez.

– No, en realidad no me siento nada bien– llevo una mano a su barriga, y otra a su boca – voy a vomitar!_ dijo levantandose de su lugar y corriendo a su recámara.

Aurora y Anelice se miraron.

– De pronto fue algo que le cayó mal– dijo Aurora sonriente.

Anelice sonrió y asintío.

Subieron a la recamara y encontraron a Sophia devolviendo su estómago en la jofaina.

– Mi niña, te sientes bien? – Sophia nego.

– No madre, en realidad me siento muy mal– volvió a bajar su cabeza y vómito de nuevo.

– enjuaga tu boca y toma un poco.

Sophia hizo como su suegra le había mandado.

Pero así como había tomado el agua la había devuelto.

– No es normal sentirme así, yo jamás me enfermo– se sentó en su cama.

– Mandaré por el  presbítero para que te revise – Sophia se recostó en la cama, cerro los y suspiro entrecortado.

– Talvez me siento así por el trajín de los últimos días– le dijo a su madre que sostenía su mano.

– O talvez estás de encargo– la sombra de una sonrisa se dibujo en los labios de Aurora.

– No puedo estar embarazada, que será de mí y de mi bebé– Aurora paso su mano por los rojos cabellos de Sophia.

– Todo estará bien, podrás criarlo aquí o en el campo, como quieras.

Trago en seco, si estaba embarazada eso quería decir que esa criatura era producto de la violación que su marido había cometido contra ella.

Una lágrima rodó por su mejilla, no quería pensar más en ese momento; si estaba preñada se encargaría de amarlo y cuidarlo.

Sonrió, no importa si John la había obligado aquella noche, se dedicarían a cuidar de esa criatura ajena a toda maldad.

Rato después el presbítero llegó y a puerta cerrada la auscultó.

– En hora buena, está de encargo – dijo recogiendo sus instrumentos.

Sophia miro a su madre y a Anelice quien lloraba.

–  Embarazada?– acarició su vientre aún plano

– Si señora Mortimer, su yerna está esperando de su hijo recién  fallecido.

– Puede venir después del velatorio para ver cómo sigue su embarazo?.

– Por supuesto, después de las nueve noches vengo a  examinar a la señora.

–  Gracias doctor – despidió Anelice al presbítero dándole una bolsita con monedas.

El hombre asintío.

Anelice sonriente miro hacia el estudio y entro sin tocar previamente.

– Que sucede mujer, porque entras sin llamar primero.

Anelice sonreía, sus ojos brillanban.

– Sucede algo?.

– Estoy destrozada por el fallecimiento de mi hijo, pero... Ha dejado un legado en esta tierra, Sophia está de encargo– dijo feliz, el señor Mortiner la abrazo y beso.

– Eso quiere decir que tendremos de nuevo a nuestro hijo, bueno, una parte de él– dijo el hombre.

Los días del velatorio pasaron rápidamente, y el señor Mortiner pidió que todos acudieran al estudio.

– Eres la viuda de mi hijo, el compro esta casa para ustedes, el negocio de especias era en gran parte suyo– Sophia apretaba sus manos en su regazo – todo lo que él dejo es tuyo, no debes preocúpate por nada, a mi nieto y a ti no les faltará nada.

Sophia sin decir nada asintío.

– Gracias, señor Mortimer – elevó su triste mirada y observó a su suegro.

– No me quedaré en Londres, pero tampoco deseo vivir bajo su techo. Ocuparé la casa en la que vivía con mi esposo al principio de nuestra unión, mi hijo nacerá y crecerá a su lado, hasta que deba ingresar a la escuela allí me trasladare a Londres para darle el mejor futuro que pueda a mí hijo, está casa la alquilare y dejaré un encargado para que administre mi parte en el negocio de esencias, se que a John le hubiera gustado que las cosas fueran de esa manera.

Los presentes miraban a Sophia, sabían que ella no se dejaría dominar por su suegro.

– No puedes ocupar la casa de Ashburg.

Sophia elevó su mirada la cual ahora estaba cargada de enojó.

– Porqué?, esa casa es mía. Mi marido la compró para mí.

– Porque no se vería bien visto.

– No se preocupe, si es por eso mis padres vivirán conmigo.

El señor Mortimer negó.

– No, las cosas no son tan fáciles como crees, tu no puedes tomar ese tipo de decisiones, eres parte de mi familia y estás obligada a seguir mis órdenes.

Sophia sonrió.

– Señor Mortimer, mi marido era John, el jamás me habló como usted lo está haciendo, no soy de su propiedad, por tal razón viviré dónde me plazca, si no le gusta me quedaré en Londres y le prohibire ver a su nieto.

El padre de John se levantó del  sillón y golpeó el escritorio.

– Debes obedecer mis órdenes;– Sophia se levantó y quedó frente a frente con su suegro.

– No me hables así, está en mí casa.

– Eres una simple mujer, sí quiero te quito al niño cuando nazca.

El padre de Sophia se había mantenido al margen de la discusión.

– Mortimer, debes respetará mí hija, ella no vivirá bajo tu techo y tampoco tendrás derecho a intervenir en la crianza de mí nieto, yo lo tomaré bajo mí tutela.

Tomo a su hija por la mano y salió del estudió, Mortimer furioso miraba la puerta por la que Mcnoure había salido con su hija.

– Esto no se quedará así,
Ella vivirá bajo mi techo.

Sentenció.

Su mujer lo miró y negó.

SUSSEX MANSIÓN SOLARIEGA DE LOS CONDES DE ASHFORD...

Sudaba, gemía y se quejaba por las úlceras que supuraban pus en su cuerpo.

– Su excelencia, levanté la cabeza; debe tomar un poco de agua– su ayuda de cámara elevó la cabeza de Holden para darle de tomar un poco de agua fresca.

Se quejo al sentir como se desprendía la tela de las sábanas que se había pegado en sus granos.

– Tranquilo, debe descansar.

Holden, al ayudar a los arrendatarios de su mansión, contrajo la enfermedad. Ahora se debatía entre la vida y la muerte.

– Cuántos días llevo postrado en esta cama?– pregunto al recostar de nuevo su cabeza a la almohada.

– Veinte días mi señor– Holden asintio.

– Si no me he muerto creo que ya no sucederá.

El ayuda asintío.

– Bajaré a buscar al  presbítero.

Se levantó y salió al jardín, dónde el médico revisaba a los sirvientes enfermos.

El hombre revisó a Holden, y asintío.

– Se ha estado recuperando satisfactoriamente, sus úlceras han ido sanando paulatinamente, pero aún debe tener unos días más de reposo.

– Gracias por venir a revisar a los sirvientes, no se preocupe. Una vez me levanté de esta cama le cancelaré todo la deuda por sus servicios.

– Como usted diga su excelencia, ahora sí me permite; debo retirarme.

Los días pasaban lentamente para Holden, quien deseaba abandonar esa cama y seguir ayudando en la propiedad.

LONDRES, MORTIMER HOUSE

Sophia miro por última vez la fachada de la casa en la que había vivido por corto tiempo con John.

– Vamos hija, debemos emprender el viaje.

Sophia asintío y luego subió al carruaje en el que viajaría con su madre, suspiró. Sabía que sí quería conservar a su hijo debía volver a Ashburg y olvidarse de una vez y para siempre de lo que dejaba atrás.

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