THANTOPHOBIA; James Potter

By prongs_girl

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❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞... More

𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒:
𝐂𝐀𝐒𝐓
𝐏𝐋𝐀𝐘𝐋𝐈𝐒𝐓:
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AGRADECIMIENTOS Y EXPLICACIÓN.
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟭
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟮
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟯
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟰
𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟 𝗔𝗟𝗧𝗘𝗥𝗡𝗔𝗧𝗜𝗩𝗢
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟱
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟲
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟳

| 𝟱𝟯 |

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By prongs_girl


Alex dejó en el suelo una de las últimas cajas de Remus y miró a su alrededor.

El nuevo lugar donde viviría era acogedor y bastante hogareño. Contaba con una cocina, un pequeño living, dos habitaciones y un baño, era pequeño pero muy hermoso.

Aún faltaba terminar de amueblarlo y colocar los adornos y accesorios, pero se veía espléndido. Remus la miró mal y ella sonrió inocente.

–¿Qué parte de “no lleves cosas pesadas” no quedó clara? –sonrió divertido.

–No era pesado, puedo hacerlo. ¿Esto es todo?

Remus colocó las manos en su cintura y asintió mientras inspeccionaba el lugar. Alex suspiró y se acercó a él.

–¿Todo en orden?

–Sí, solo... es un lugar lindo.

–Pero...

–¿Por qué crees que hay un pero? –ella elevó una ceja. –Bien. –se resignó. –Pero me siento mal por hacer que tú...

–Te dije que no hables de ello. Sabes que no me molesta, yo quise hacerlo.

Remus apretó sus labios e iba a replicar, pero ella entrecerró sus ojos amenazándolo con la mirada.

La cuestión es que Remus no podía pagar un buen lugar para vivir, habían conseguido uno que se adaptaba a su presupuesto pero era muy pequeño, demasiado, y Alexandra quería que él esté en un lugar cómodo y cálido, no como aquel lugar.

Alex insistió para comprarlo, Remus había puesto parte de su dinero, pero ella había pagado la mayoría, cosa que no le molestaba, pero el licántropo no se sentía muy cómodo con ello, lo avergonzaba.

–Vamos, Rem. Este lugar es perfecto para ti. –colocó una mano en su espalda.

–Lo sé, es hermoso, pero... prometo que algún día te pagaré ¿si?

–Claro que no. –rió. –Considéralo un regalo.

–Es un regalo muy costoso.

–Shh.. –colocó su mano sobre su boca, haciéndolo reír.

Remus quitó su mano con suavidad y la miró enternecido. Ella estaba haciendo demasiado por él, y no sabía cómo agradecerlo. El quedarse en su casa, preocuparse, ayudarlo a buscar un nuevo hogar y aportar con los gastos... era demasiado.

–Gracias, Alex. –sonrió.

Ella restó importancia y se acercó para abrazarlo, besó su mejilla y suspiró.

–Bien, ahora a la cocina, tengo hambre.

–¿Cuando no?

Alex lo miró con enojo fingido y se agachó para tomar un almohadón que se encontraba dentro de una de las cajas para lanzarla en su rostro, logrando que él suelte una carcajada.




Hacía mucho tiempo que Alexandra no pisaba el cuartel de la Órden del Fénix, pero se mantenía igual.

El lugar mantenía las fotografías, mapas, planes de ataque o defensa y notas autoadhesivas. Húmedo, oscuro y sombrío, pero seguro.

Alexandra ingresó junto a Remus, todos se encontraban allí.

Dorcas, Marlene y Lily corrieron hacia ellos para abrazarlos, después de tanto sin verse. Las tres ya habían visitado a Remus, y estaban un poco al tanto sobre el conflicto entre él y Sirius.

–¡Mírate! Tu barriga creció. –sonrió Marlene.

–¿Me estás diciendo gorda? –bromeó. Lily rió y besó su mejilla, al igual que Marlene y Dorcas. Remus les sonrió algo incómodo, no sabía muy bien qué pensaban sobre él, aunque el trío ya había dejado en claro que confiaban plenamente en él.

–¿Cómo estás, Remus?

–Bien, algo...

El llamado de Moody los interrumpió, suspiraron con fuerza y caminaron hacia la mesa, donde el resto se encontraba. Alexandra pudo notar que ni James ni Sirius se encontraban allí, eso le extrañó.

–Bien, comenzaremos hablando sobre...

La puerta principal resonó, alertando a todos, pero aliviaron sus cuerpos al ver que eran James y Sirius.

–Lamentamos la tardanza. –habló James.

–Sí, nosotros...

Sirius se quedó en silencio al ver a Remus allí. Su boca se abrió y cerró varias veces, sin poder despegar su vista del chico, Remus carraspeó su garganta y limpió sus manos en sus pantalones de forma nerviosa.

–Black, Potter, tomen asiento. –ordenó Moody con voz cansina.

Ambos asintieron y caminaron hasta los asientos disponibles, quedando enfrentados a Alex y Remus, y a un lado de Peter.

Alex miró de reojo a Remus, notando lo nervioso e incómodo que se encontraba. Movía su pierna derecha de arriba hacia abajo, lastimaba sus dedos quitando las pequeñas pieles de alrededor de las uñas y mordía su labio inferior. Ella hizo una pequeña mueca y tomó su mano por debajo de la mesa, haciéndolo sobresaltar un poco.

–Te lastimarás, deja de hacer eso.

Remus miró sus manos, notando que se había lastimado sin darse cuenta, asintió suavemente y aferró con más fuerza el agarre, sintiéndose más relajado.

–Comenzaremos hablando sobre la próxima misión, será solo un patrullaje, pero las cosas se están poniendo cada vez peor y...

–¿Iremos todos? –interrumpió Sirius.

Moody frunció el entrecejo con confusión y asintió.

–Bueno, la Señorita Potter no asistirá, dijo que prefiere asistir a las reuniones pero no a las misiones. Al igual que hacía Weasley.

James no pudo evitar sonreír y la miró, pero ella mantenía su vista fija en Moody, asintiendo a lo que decía.

–Hay un traidor.

Rápidamente se formó el silencio, Alex endureció su expresión y dirigió su vista a Sirius, que había hablado.

–Black, ya hemos hablado de esto. –bufó el auror.

–Arthur ¿tienes los grupos para el patrullaje?

–Sí, solo déjenme... –abrió una carpeta y sacó varios pergaminos. –Bien, por un lado tenemos a McKinnon, Meadowes y Alice Longbottom. Por otro a Lupin, Black...

–¿Perdona? –interrumpió Sirius. –Podría... no lo sé, ¿cambiar de grupo?

Todos se quedaron en silencio y varios carraspearon sus gargantas ante la incomodidad. Dumbledore juntó sus manos sobre la mesa y miró con atención a Sirius.

–¿Hay algo que debamos saber?

–Black, si tienen problemas de pareja es cosa de ustedes, ahora Arthur puedes...

–No son problemas de pareja. –se quejó. –Hablo de que hay un traidor y...

–¡Sirius! –reprochó Alex. El pelinegro la miró e insistió con su mirada, pero ella negó con su cabeza de forma reprobatoria.

Todos olvidaron al instante el pequeño altercado, no muchos estaban al tanto de la discusión entre Sirius, James y Remus. Alexandra continuaba sosteniendo la mano del licántropo, pero al finalizar la reunión, él se marchó al baño, dejándola sola.

–Hola, Alex.

Se giró, encontrándose con Peter, sonrió y se acercó para besar su mejilla.

–¿Cómo te encuentras?

–Bien, bien... –sonrió sin mostrar los dientes mientras miraba el suelo. –Yo... ya debo irme, pero quería preguntarte algo.

–Claro, dime.

–¿Qué sucedió entre Remus y Sirius? James dijo que me contaría pero en verdad debo marcharme y él está hablando con Dumbledore.

Alex suspiró y apoyó su cuerpo sobre la mesa principal, que ya se encontraba vacía.

–Bueno... es complicado, no sé si deba hablar de ello. –hizo una mueca.

Peter asintió y restó importancia, pero Alex notó la mueca de decepción en su rostro. Le parecía injusto que todos sepan de ello excepto él, que era parte del grupo y uno de sus grandes amigos.

–Resumiendo, Sirius desconfía de Remus.

–¿Cree que fue infiel o algo así?

–No, no. –sonrió un poco. –Cree... bueno, que es el traidor. –susurró lo último.

Peter abrió sus ojos en grande y metió las manos dentro de los bolsillos. Miró a su alrededor, ubicando a Sirius que se encontraba hablando animadamente con Frank Longbottom en el otro lado de la habitación 

–¿El traidor?

–Sí, es una locura. –rió irónicamente.

Peter relamió sus labios y abrió un botón más de su camisa, comenzaba a sentir que el aire le faltaba.

–¡Nuestra querida pelirroja! –gritó Fabian llegando a su lado, ella le sonrió a los hermanos y movió su cabeza en forma de saludo.

–Nos dejaste abandonados, duele. –fingió limpiar una lágrima el otro.

–No sean exagerados. –rió.

–Yo debo irme. –habló Peter tocando su brazo izquierdo, sin saber que del otro lado de la habitación alguien lo miraba de forma dudosa.

Marlene se acercó al grupo, con una sonrisa algo falsa, aunque estaba disimulada a la perfección.

–Pet, ¿ya te vas?

–Sí, sí. Debo... hacer unas cosas, mi casa es un desastre y necesito limpiar y ordenar un poco, mi madre me matará. –rió un poco.

Marlene frunció un poco el ceño y bajó su mirada disimuladamente al brazo izquierdo del chico, que aún era sobado por él mismo. Peter carraspeo su garganta y pasó sus brazos por detrás de su cuerpo.

–Oh ¿necesitas ayuda con eso? –preguntó la rubia.

–No, no. –sonrió un poco, mirándola fijamente. –Estoy bien.

Peter saludó a todos rápidamente y se marchó del lugar, dejando desconcertados a los presentes.

Marlene se quedó mirando un punto fijo en el suelo, con el entrecejo fruncido y las manos en su boca, mordiendo un poco sus uñas.

–¿Está todo bien, Marls?

La rubia levantó la mirada y Alex pudo notar que se encontraba algo pálida. Rápidamente sonrió y asintió.

–Sí, creo que mi cabeza me está jugando una mala pasada. –rió un poco. Alex iba a hablar pero ella la interrumpió. –Iré con Dorcas un momento.

–Okey... eso fue extraño. –habló Fabian cuando ella se marchó. –Como sea ¿cómo te trata esto del embarazo?

–Bastante bien, solo tengo ganas de comer todo el tiempo.

–Eso no es novedad. –la molestó Gideon.

Alex rió y golpeó su brazo juguetonamente.

–Por cierto, supongo que ya sabes a quien elegir de padrinos. –ambos sonrieron de forma maliciosa.

–Solo puede tener un padrino. –elevó una ceja.

–Y ese será... –indagó Gideon.

–No serán ustedes.

–¡Alex!

–¿Qué? –rió. –Lo crean o no, hay muchas personas exigiendo el puesto.

–Nosotros nos sumamos a la causa.

Ella negó divertida y miró al costado, viendo cómo Remus se encontraba apoyado contra la pared mirando a su alrededor de forma incómoda.

–Chicos... iré con Remus, luego los veo ¿si?

–Bien, pero no te escaparas de la conversación.

Alex les sonrió y se alejó de ellos, para caminar hacia Remus.

–Lex.

Frenó el paso y respiró hondo, mirando a James que se acercaba a ella esquivando a un grupo de aurores que se encontraba en medio.

Lo miró sin expresión, James suspiró aliviado al llegar, le sonrió un poco y acomodó sus anteojos que se habían deslizado por su nariz.

–Hola, yo... crei que te habías ido.

–No.

–Claro, eh, ¿cómo estás? No te veo desde el otro día, pasaron dos semanas.

Ella asintió y miró hacia donde Remus se encontraba, el castaño le sonrió un poco y se reincorporó para caminar hacia otro lado.

–Bien, estuve ocupada ayudando a Remus.

–Claro, entiendo. –tartamudeó un poco.

Alex notó cómo pasaba sus manos sobre sus pantalones y miraba el suelo, revolvió su cabello y luego comenzó a balancearse sobre sus pies.

Sabía que estaba nervioso, no era muy difícil luego de tanto tiempo. Conocía cada forma suya de actuar, y sabía que pronto diría un dato random para aligerar el ambiente.

–¿Necesitabas algo?

–No, solo... bueno... ¿si?

–¿Es una pregunta?

–¿No?

Alex entrecerró los ojos y ladeó un poco su cabeza, cruzando sus brazos sobre el pecho.

–¿Sabías que los humanos podríamos llenar dos piscinas con nuestra baba?

Apretó sus labios para no reír e hizo una pequeña mueca de asco, arrugando su nariz.

–Sí, asqueroso. –asintió él.

–James...

–¿Regresarás a casa? –preguntó rápidamente.

–No lo sé, yo...

–Sí, lo hará.

Alex se giró y miró a Remus, que estaba de brazos cruzados y mirando a James con dureza, el azabache pestañeó varias veces e intentó hablar, pero ella se adelantó.

–No, no lo haré.

–Lo harás. –ordenó Remus con voz suave. –Ya me ayudaste demasiado, ve.

Alex suspiró y ladeó su cabeza, rogando con su mirada que Remus accediera. El licántropo comenzó a caminar hacia otro lado al ver que James le diría algo.

–Lunático...

–No es el momento, James.

–Pero...

Alex se giró y caminó hacia Remus, alcanzandolo.

–¿Y eso por qué?

Remus frenó el paso y la miró con una pequeña sonrisa.

–Porque, pequeña Alex, debes regresar a tu hogar. Tienes un marido que te está esperando y estás embarazada.

–Mi marido en estos momentos está actuando como un idiota.

Remus rió y sacudió su cabeza.

–Ya, pero no te hizo nada.

–Pero te hizo algo a ti.

–Pero eso no debería afectar tu relación.

–No lo hizo.

–Te fuiste de tu casa por semanas, y no has hablado con él en todo este tiempo.

Alex bufó y refregó sus ojos con cansancio.

–Estoy enojada.

–Y yo también, pero debes intentar arreglar las cosas con él. El problema no es contigo.

–Pero...

–No.

–Remus. –insistió.

–Agradezco todo lo que hiciste por mí, y sin dudarlo es una de las mejores cosas que me pasaron el que hayas estado conmigo este tiempo, sirvió de mucho, pero no puedes descuidar tu relación ahora ¿entiendes?

Alex apretó sus labios y asintió, sabiendo que tenía algo de razón.

–Lo estás privando de acompañarte en el embarazo. –habló en tono bajo. –Y en estos momentos detesto a James, pero no se lo merece, está emocionado por esto.

Alex hizo un pequeño berrinche y un puchero adornó su rostro, Remus no pudo evitar reír.

–¿Por qué eres tan buena persona?

–Eso debería preguntarte yo a ti.

Sonrió y negó con su cabeza, resignada. Se acercó y lo abrazó por el abdomen con fuerza.

–Bien, pero puedes llamarme cuando sea, o puedes visitarme, te avisaré cuando James no esté en casa.

Remus rió, y ella se separó con aspecto confundido.

–¿Es esa una propuesta indecente, Eyad?

Rodó los ojos y golpeó su nuca, haciéndolo quejar.



Alexandra aprovechó el momento en que Sirius y James estaban entretenidos hablando con un grupo de aurores para volver a casa.

Todo estaba como lo había dejado, había bastante orden y todo estaba limpio, lo cual le sorprendía bastante. Solo habían un par de platos sucios en la cocina.

Subió al primer piso y entró a la habitación, al instante se metió en la ducha para tomarse todo el tiempo del mundo y relajarse un poco.

Luego de treinta minutos, salió con su pijama puesto y una toalla en su cabeza. Regresó a la habitación, encontrándose con Sirius.

Frunció el ceño y se quedó parada, mirándolo con duda, enojo y confusión.

–Yo... venía a decirte que la cena está lista. –se levantó de la cama con rapidez. –Eh, bueno, calentamos pastas que quedaron del almuerzo, James no quería cocinar y...

–Bien.

Caminó hasta donde el cepillo se encontraba y comenzó a desenredar su cabello.

–Bueno... te espero allí.

–No iré. –habló con voz dura.

–Pero...

–Cenaré después, cuando ustedes terminen, quiero estar sola un rato.

–Oh, bien.

Sirius sonrió incómodo y caminó hacia fuera, pero ella lo frenó.

–¿Qué haces aquí?

–¿Cómo?

–Remus ya se mudó ¿por qué continúas aquí? Puedes regresar a tu casa.

Sirius abrió la boca, pero ninguna palabra salió.

Dolía que ella le hable así. Sabía que estaba enojada, pero jamás lo había tratado de esa forma.

Veces anteriores, siempre que discutían lograban hablar y hacer las paces, todas esas veces, o la mayoría, habían sido culpa suya, lo sabía bien.

Pero siempre lograba disculparse, hablar con ella y explicarse, y ella siempre lo consolaba y le decía que todo estaba bien. Esta vez no era así, y parecía que no mejoraría en un tiempo.

La extrañaba, y eso le dolía tanto. Ni siquiera tenía una excusa válida esta vez, y sabía que de ser así ella no lo escucharía.

Alex era muy protectora con sus amigos, y esta situación superaba los límites.

Pero él la necesitaba en estos momentos, no la estaba pasando bien como tanto aparentaba. Necesitaba que ella le dijera que todo estaría bien.

–Y-yo... ¿Remus se mudó? –fué lo único que se le ocurrió responder.

–Sí.

–Oh.

Sirius sintió que su estómago se revolvía y su pecho comenzaba a oprimirse, causando un dolor agudo. Tragó en seco y miró sus pies.

–¿Necesitas algo más?

–No. –susurró.

–Bien.

Sirius salió de allí, sabiendo que Alexandra no soportaba verlo, no soportaba su presencia o entablar una conversación con él.

Carraspeo su garganta al sentir que un nudo se formaba en la misma, pudo sentir cómo sus ojos comenzaban a picar, indicando que lloraría.

Pasó sus puños por sus ojos y caminó hacia el piso de abajo.



Luego de cenar Alex se sentó en el sillón leyendo un libro que Remus le había prestado, bebió un sorbo de té y oyó como unos pasos provenían de la escalera. Mantuvo su vista fija en las hojas, concentrada en la lectura.

–Oye.

Levantó la vista y miró a James, lucía hermoso.

Si había algo que Alex siempre amó, fue cómo se veía James al salir de la ducha.

Su cabello húmedo y algo despeinado, junto a sus mejillas sonrojadas y el olor a champú y jabón que enmanaba la volvía loca. Amaba cómo se veía.

Llevaba su pijama de ciervos puesto, e intentó con todas sus fuerzas reprimir una sonrisa.

–¿Si?

–¿Puedes venir?

Elevó una ceja y lo miró sin entender.

–Quiero mostrarte algo.

Suspiró y dejó el libro a un lado, señalando previamente dónde se había quedado. Bebió lo que quedaba de té de un sorbo y se levantó del sillón, estirando su cuerpo en el proceso.

James comenzó a caminar hacia el piso de arriba, con ella detrás suyo. Alex notó cómo él ingresaba a una de las habitaciones en desuso.

Encendió la luz y al instante sus ojos verdes se abrieron con sorpresa.

–Esto es...  –se quedó en silencio.

–Compré varias cosas hace unas semanas. ¿Recuerdas el día que llegué con bolsas? El día en que... bueno.

Alex asintió y miró a su alrededor.

Había una cuna blanca en el centro de la habitación, y algunos muebles a su alrededor del mismo color. Algunos adornos sobre ellas le daban un tono más lindo, ya que eran de color verde agua.

Algunos peluches que sus amigos le habían regalado se encontraban sobre los muebles, aún no estaba terminado, ya que habían algunas bolsas negras con cosas en una esquina.

–No está terminado, quería esperarte y pedirte opinión. Pero creí que... bueno, sé que es algo precipitado ya que faltan algunos meses, pero quería hacerlo.

Alex relamió sus labios y miró con detalle un colgante que había sobre la cuna, tenía algunos juguetes y peluches en forma de estrellas y luna.

–No pinté las paredes aún, quería esperarte para elegir el color. Y cuando compré los adornos elegí ese verde porque... bueno, no sabemos si es niña o niño pero sé que no te gustan los estereotipos de rosa y azul y creí que este era un buen color. Si no te gusta algo podemos cambiarlo o... estoy hablando demasiado, ya, me callo.

Alex soltó una risa y se acercó a un estante, que sabía que lo debían quitar en el momento de pintar, pero se veía hermoso. Tenía sobre él los libros de Alex de la infancia, aquellos que habían rescatado de la casa de su abuela cuando ella falleció.

–Es hermoso. –habló ella. –¿Lo hiciste tú solo?

–Bueno... Sirius me ayudó.

Alex lo miró y asintió de forma lenta, abrazó sus propios brazos y caminó hasta él.

–Es hermoso, y no creo que sea precipitado.

James sonrió y miró sus pies con nervios.

–Es un alivio.

–Es muy lindo, en verdad. –habló para ver cómo él relajaba su cuerpo con alivio.

–Lex... –habló luego de unos segundos. –¿Cómo está Remus?

Ella lo miró desconcertada y elevó sus hombros.

–¿Cómo crees que puede estar luego de que su amigo de casi toda la vida y su novio desconfiaran de él?

Mordió su labio inferior avergonzado y asintió.

–Lo sé, yo... probablemente no sea el momento pero...

–No, no es el momento.

–Pero por favor, déjame hablar. –insistió. –Me dejé llevar por lo que Sirius dijo y... –se quejó en voz baja. –...mierda, actué como un idiota, lo sé. Luego de hablar contigo me di cuenta de muchas cosas.

–Me alegra que te des cuenta. –habló cortante.

–Y sé que me va a llevar mucho tiempo reconciliarme con Remus.

–¿Tú en verdad crees que puedas reconciliarte con él? –preguntó ladeando su cabeza.

–Bueno... no, no lo sé. –se frustró. –No lo sé, puedo intentarlo, pero no quiero estar así contigo. Lex, no soporto estar así, y sí, sé que estás decepcionada pero...

–Estoy muy decepcionada. –recalcó.

James se quedó en silencio y la miró con atención, pudo notar sus ojos verdes repletos de lágrimas.

–Lo sé. –susurró.

–No, no lo sabes. Ni tú ni Sirius lo saben. No saben cómo se siente. Remus es... –hizo una pausa y respiró hondo. –Remus es una de las personas más buenas que puede existir, no le haría daño a nadie ¿y culparlo de tremenda atrocidad? ¿Decirle que es un monstruo? No creo que sepan la gravedad de todo eso.

–Yo...

–No, déjame terminar. –ordenó elevando un poco la voz. –Nunca se sintieron inferiores a alguien, jamás tuvieron que esforzarse para encajar o creyeron que no pertenecían a un lugar.

–Eso no lo sabes.

Alex lo miró con ironía y soltó una risa sin gracia.

–¿Pasaron por ello? Sé perfectamente que alguna que otra vez se habrán sentido así, lo sé. Pero no es comparación, James. Es un hombre lobo sin querer serlo, toda su vida se sintió fuera de lugar y no se creyó suficiente para estar con ustedes. Sabes a la perfección lo que le costó aceptar que lo vale, costó pero lo logró, y ustedes van y arruinan todo ese progreso por miedo.

–Tienes razón.

–¡Claro que la tengo! –exclamó sintiendo como una lágrima caía, la limpió rápidamente y cruzó sus brazos.

–Lex...

–Tú debiste verlo estos días, estaba destrozado, James.

El tema afectaba bastante a Alexandra, no solo por haber visto a Remus de esa forma y por cómo se habían arruinado las cosas. Sino también por ponerse en su lugar.

Ella se imaginaba qué hubiera sucedido si, luego de haber superado todas sus inseguridades y entrar en confianza con ellos, la hubieran hundido nombrando todas sus inseguridades de forma tan despectiva.

Sabía lo que sentía una persona con poca autoestima, lo había vivido en carne propia. Sabía lo difícil que era entrar en confianza, superar todos los problemas.

–Lex...

–Deja, estoy sensible. –lo alejó de ella. –Son las hormonas, ya sabes. –secó su rostro.

James sonrió a medias y notó cómo miraba hacia otro lado.

–Ven.

–No quiero un abrazo.

–Sí lo quieres.

–No.

–Amas mis abrazos.

Alex soltó una risa y sorbió su nariz, mirando como él sonreía infantilmente mientras abría sus brazos.

–¿Por qué eres tan idiota? –preguntó con la voz quebrada.

–Te lo dije desde el día uno, es un don que tengo.

Alex negó con su cabeza y se acercó de forma dubitativa hacia él para refugiarse entre sus brazos. Soltó varias lágrimas, estaba más sensible de lo normal y mentiría si dijera que no extrañaba al azabache.

James sonrió y besó su cabeza para luego posar su mentón sobre la misma. La estrechó con fuerza, acariciando lo largo de su espalda y cabello.

–Lo lamento. –se sinceró él.

Alex no respondió, solo continuó con los ojos cerrados y el rostro escondido en su pecho, inhalando su perfume.

–No perdonaré a Sirius, si es lo que piensas.

–No pensaba en ello. –mintió un poco.

La verdad es que esos últimos días Sirius había hablado bastante con James sobre Alex. Intentaban meditar sobre lo sucedido, más que nada por ella, que había quedado enmedio de todo el caos. Sirius le preguntaba unas tres veces por día a James si lo perdonaría, y la respuesta siempre era la misma “no lo sé”.

–Bien. –se separó de él y limpió su rostro con sus mangas. –Porque no lo haré, no por el momento.

–Bien. –aceptó. –Y yo... bueno, ya sabes.

–¿Qué?

Sabía que quería saber si lo perdonaría a él o no, pero quería hacerlo sufrir un poco.

–Bueno, a Sirius dijiste que no lo perdonarías por un tiempo pero...

–¿Pero...?

–Ya sabes.–aclaró su garganta. –Yo no soy Sirius.

–Eso lo noté.

–Y me expliqué sobre lo sucedido, quiero hablar con Remus también pero no es el momento, de seguro me golpearía y... estoy hablando mucho, otra vez.

–Divagas.

–Lo sé.

–¿Entonces?

–Ya sabes... ¿Tú? ¿Perdonarme? ¿Tal vez? quiero decir... si no quieres está bien, pero creí que... yo no soy Sirius, y como no soy Sirius...

–Ya entendí que no eres Sirius.

–Oh, sí.

Alex elevó una ceja esperando que hable, en su interior se estaba divirtiendo demasiado.

–¿Me perdonarías a mi?

Suspiró y acomodó un mechón de cabello azabache que caía por su frente, él sonrió un poco al sentir su tacto.

–Intentarás hablar con Remus como quieres hacer, no dirás ninguna estupidez y de ahora en adelante pensarás las cosas antes de decirlas, lo digo enserio, James. No puedes dejarte llevar por tus impulsos de esa manera, siempre lo hiciste y siempre trajo consecuencias.

–Lo sé.

–Y Sirius se irá de aquí.

–Bueno... –comenzó con voz aguda. Alex lo miró mal. –Ya sabes, le dije que... podía quedarse aquí unos días más.

–¿A qué te refieres con unos días más?

–Hasta el fin de semana.

Alex entrecerró sus ojos y pensó por unos segundos.

–Hoy es lunes.

–Sí.

–Faltan cinco días para eso.

–Martes, miércoles, jueves... –comenzó a contar.

–Son cinco. –interrumpió.

–¿Es demasiado?

Alex bufó y elevó sus hombros.

–Déjalo así, pero luego se irá ¿entiendes?

–Entiendo.

–Bien.

–¿Entonces...?

–¿Si?

–¿Estoy perdonado?

–Estás en proceso.

–Y... ¿puedo recibir un beso?

–Codicioso.

–No soy codicioso.

Alex rió un poco y se acercó a él para colocar sus brazos detrás de su nuca, miró sus labios y la forma nerviosa en la que él esperaba que lo besara.

–Te odio tanto, James Potter.

–Ay por favor, Potter. –rodó los ojos. –Me amas con locura.

Ella rió y se acercó para unir sus labios con los de él. James rápidamente la tomó de la cintura y acercó su cuerpo aún más.

James intensificó el beso, rozando su lengua sobre su labio inferior. La tomó suavemente del cuello sin que su otra mano abandone su cintura, todo esto mientras ella jugaba con los mechones aún húmedos de su nuca.

–Te extrañaba tanto. –habló él, aún sin abrir los ojos y a poca distancia de su rostro.

Alex besó cortamente sus labios y se separó de él.

–Muero de sueño.

–Vamos a dormir, no sabes lo que extraño abrazarte en las noches.












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