UNA HISTORIA DE AMOR...

By Echeryl

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tierno, dulce y especial era su amor. vivían cada instante como si fuera el último; anhelando un futuro que j... More

UN SOLO BAILE
TU LLEGADA A MI
UNA MIRADA DE AMOR
DISPUESTO A TODO.
EN SECRETO ES MEJOR
LLUVIA DE LUCIÉRNAGAS
NO ES UN ADIOS..
NO HAY SALIDA
DESDICHA...
AUNQUE TE QUIERO NO TE AMO.
INFORTUNIO
DE VUELTA AL COMIENZO
IRREMEDIABLE
TRISTE REALIDAD...
HUIR DE TODO...
TODO ES DIFERENTE...
DISPUESTO A TODO...
DULCE AMOR....
NADIE PODRA EVITARLO.
REALIZACIÓN...
DEL PARAÍSO AL INFIERNO...
EL FINAL DE TODO..
MI TESORO ERES TÚ...
EN LA MIRA DEL ODIO
ABANDONADA....
AVISO IMPORTANTE...

NO TEMER A NADA.

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By Echeryl

Sus partes dolían, no tenía ganas de salir de su cama.

–  Señora – era su doncella– él señor la espera en el comedor.

Sophia no respondió, seguía acurrucada.

La joven entro a la recamara, y camino hacia la ventana para abrirla y que ingresara el sol

–  Mi señora, está bien? – Sophia cerro los ojos.

– No, estoy muy cansada.

– El señor la espera en el comedor.

–  dígale que estoy enferma.

Linet, como se llamaba la doncella, miro a Sophia con preocupación.

– Como mandé mi señora.

Salió dejándola sola.

Rato después John ingreso a la recamara.

Al verlo rehuyo de él.

– No me toques, si anoche no te mate lo haré hoy!–  extrañado John la miró.

– Que te sucede, porque me hablas así? – Sophia sonrió sin humor.

–  Eres un maldito, me haz violado! – John se levantó de la cama y paso su mano por su cabello negro.

– Eso es mentira, yo no he podido hacer tal cosa –  Sophia hundió su cabeza entre sus piernas y lloró.

–  Largo, lárgate de mi recamara, te odio odio todo de tí!
–  tomo una porcelana que estaba en la mesa auxiliar se la lanzo a John quien se apartó rápidamente.

– Perdóname...

Dijo lleno de dolor antes de salir de la recamara, Sophia lloró amargamente.

Los días pasaban en medio de esa enorme casa silenciosa, John no encontraba el medio para resarcir el daño que le había causado a Sophia, ya no se encuchaba el dulce canto de su esposa mientras arreglaba las rosas en los floreros, no se escuchaba la melodía que ella entonaba  cuando tocaba en el piano, su sonrisa se había apagado completamente.

Tomo su copa e ingirió el ambarino y caliente trago.

Su vida se había convertido en un infierno, y era solo gracias a él.

WHARF MANSIÓN LONDINENSE DE LOS CONDES DE ASHFORD...

Grace miraba a sus gemelas dormir mientras bordaba paños para ellas.

Sonrió al ver cómo su nena llevaba su mano a la pequeña boca.

– Mi condesa –  se acercó Holden a Grace y miro a su niñas las cuales dormían en la cuna – debo partir deprisa a Sussex, me han llegado rumores que los arrendatarios y sirvientes están enfermos.

Grace miro a su esposo y su corazón se agito en su pecho.

–  No puedes, y si es una epidemia! – Holden beso la frente de Grace y nego.

– Me cuidaré, si es una epidemia no podré volver a tu lado tan pronto.

Grace tembló, temía que su esposo contrajera lo que estuviera afectando a las personas en la casa solariega del Sussex.

Salió al pasillo y tomando por la manga de la camisa a Holden lo abrazo con todas sus fuerzas.

– Regresa a mí – pidió en un susurró.

–  Regresaré, eso tenlo por seguro –  Holden beso la frente de su mujer y salió, en realidad corría hacia el peligro; prefería morir en vez de seguir en ese infierno.

Contempló como Holden se alejaba de la mansión y de ella.

Apretó el paño que tenía entre sus manos, sabía que el prefería estar en medio de una peste que a salvó con ella.

SUSSEX, MANSIÓN SOLARIEGA DE LOS CONDES DE ASHFORD.

Con un paño cubriendo su nariz caminaba entre las personas enfermas, las cuales habían sido aisladas en una enorme barraca abandonada.

– Ayúdeme –  dijo uno estirando su mano hacia él, miro la piel del hombre, el cual tenía ampollas.

–  Que tienen?- le pregunto a una mujer que estaba sentada junto al hombre.

– Parece que son viruelas.

Holden miro a su alrededor, muchos de sus trabajadores estaban allí.

– Desde cuando comenzó el brote.

– Desde que vino el último cargamento de semillas patrón – dijo el capataz.

– Eso hacen por lo menos seis o siete días.

El hombre a su lado asintio.

– Si señor, hacen seis días llegó el cargamento a la propiedad, usted sabe que con la manipulación se esparce rápido la enfermedad.

– Cuántos han perecido?.

–  Cinco trabajadores hasta el momento.

– Ha venido el médico.

–  Si, pero las propiedades vecinas también están infectadas con la enfermedad, por eso no viene tan seguido.

Holden pasó una mano por su cabeza.

– Debemos hacer algo. Se sentía mal por desear enfermar y morir, cuando había gente luchando por su vida.

Los días siguientes con ayuda de las sirvientas y demás colaboradores, se dedicaron a cuidar de los enfermos.

– Debemos tener cuidado, si a su excelencia no le ha dado puede contraer la enfermedad.

Holden asintio sin decir nada.

LONDRES...

– No puede ser! – dijo una mujer al leer el enorme panfetlo que habían pegado en la pared.

– Deben refugiarse en sus casas, la enfermedad es mortal.

John miro a las personas que lo rodeaban, sin pensarlo dos veces corrió a su casa.

Sophia estaba sentada en la sala bordando en silencio un paño.

– Que le ocurre ahora? –le pregunto a Linet quien estaba a su lado.

–  No se mi señora, pero si quiere averiguó.

– No, deja eso así – siguió bordando.

– Sophia? – dijo John llegando a la sala.

– Que quiere.

– No salgas de la casa, en la ciudad hay viruelas.

Sophia palideció, a ella nunca le había dado aquella terrible enfermedad.

– Si claro, como digas.

Tomo su bordado y subí de vuelta a su recámara, John la miró y siento como su pecho se partía de nuevo en su pecho.

Su mujer lo odiaba y era con justa razón.

En pocos días la viruela comenzó a afectar a los habitantes de la ciudad.

-
– Está bien señor Mongomeri? –  Inquirió John al entregarle la bolsa de papel en la que le había envuelto las esencias que el hombre había comprado.

– No, me duele el cuerpo y la cabeza – John miro al hombre que estaba sudando demasiado.

– Espero no sea nada grave y que se mejore pronto – el hombre asintío, salió de la tienda de John.

– Señor Mortimer, puedo volver temprano a casa, no me siento nada bien –dijo el joven que le ayudaba en la tienda.

– Puedes marcharte hijo, pero ven mañana a primera hora.

El joven asintío, tomo su abrigo y su boina y salió de la tienda, pensativo John observó la puerta por la que había salido su trabajador.

Cerro temprano y se dirigió a su casa.

Al llegar subió directo a su recámara, tomaría un baño y luego bajaría a su estudio a arreglar unos documentos que debía enviarle a su padre.

Sophia observó como John se metía en su estudio, solo la saludo con una inclinación de cabeza.

– Linet, dile a la cocinera le lleve la comida al señor a su estudio – la joven hizo una reverencia y salió hacía la cocina.

El que sintiera rencor por su marido no quería decir que lo desatendiera, sabía de sobra que aunque su esposo la tomara por la fuerza debía atenderlo.

– Gracias señor Cox, puede decirle a mi esposa que no se acerque a mí, no quiero que le suceda algo malo.

El señora Cox asintio y después abandono el estudio

– Porque, se siente mal? –  cuestionó una vez que el mayordomo le dió la razón de John.

– No lo creo, yo le ví buen semblante.

– Esta bien, gracias por informar.

Esa noche Sophia subió a su recámara y John continuaba en su estudio, tomo la lámpara de petróleo y la encendió, rezaría para que todo lo que sucedía en la ciudad se disipará pronto.

A la mañana siguiente bajo a la primera planta a tomar su desayuno.

_ El señor ya ha salido para la tienda? – miro a la sirvienta que le había servido el desayuno.

– No señora, el señor no ha bajado todavía – Sophia miro a Linet quien como de costumbre estaba a su lado.

– No ha bajado? – la joven asintío.

– Creo que no durmió anoche en su recámara.

Sophia frunció el ceño, el jamás salía de noche, y menos desde que la epidemias azotaba Londres.

– Mira si está en su estudio - ordenó al mayordomo.

El hombre de inmediato salió hacía el estudio.

– Señor, señor? – tocó la puerta pero nadie le contesto, giro la manija y abrió la puerta.

Allí estaba John, recostado en el sillón de espaldas alto, sudoroso e hirviendo en fiebre.

– Señora, señora! – llamo a Sophia quien estaba en el comedor, al escuchar el llamado de él señor Cox se levantó de la mesa y corrió al estudió.

– Que sucede? – dijo ingresando al estudio.

– El señor arde en fiebre, debe alejarse.

Sophia dió un paso atrás, saco un paño de su bolsillo y lo llevo a su boca.

– Debe guardar distancia, a usted le ha dado viruela –Sophia nego – no se acerque al señor, podría ser mortal para usted. Sophia salió del estudio, para darle espacio al señor Cox de sacarlo de allí.

– Deben calentar agua y desinfectar el estudio, lo llevaremos a las recamaras de la planta baja.

Sophia miraba desde lejos, le daba miedo enfermar.

_ Por favor atienda lo bien.

Pidió al señor Cox.

La señora Coppel la escoltó hasta su recámara.

– Debe quedarse aquí, no puede acercarse a la planta baja hasta que todo sea limpiado.

Sophia trago en seco y asintío, apresar de sentir rencor hacia él, no quería que le pasará nada malo.

– Cuiden muy buen de él señor – pidió a la señora Coppel.

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