Obsesiones

By solayalbion

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Dos hermanos que tenían una vida completamente normal como cualquier adolescente, cambiarán el rumbo de sus v... More

Nota
Presentación de los personajes
Prólogo
Capítulo 1: Amores a primera vista.
Capítulo 2: Emma, písame la cara.
Capítulo 3: La célula.
Capítulo 4: Negativos silenciosos.
Capítulo 5: ¡Hola, Latinoamerica!
Capítulo 7: Hogar, dulce hogar.
Capítulo 8: Barbie Bunny.
Capítulo 9: El beso de Judas.
Capítulo 10: Acusaciones infundadas.
Capítulo 11: Pelirroja a la luz de la luna.
Capítulo 12: La bola de pelo.
Capítulo 13: Detector asiático.
Capítulo 14: Juicio eterno.
Capítulo 15: ¿Dónde están los hermanos Martínez?
Capítulo 16: No me crees.
Capítulo 17: Superlolo.
Capítulo 18: Dos mujeres y un destino.
Capítulo 19: Perro a la plancha.
Capítulo 20: Cuentas pendientes.
Capítulo 21: La muerte nunca duerme.
Capítulo 22: ¡Hasta la vista, malagueños!
Epílogo

Capítulo 6: Mentiras compulsivas.

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By solayalbion

Me encontraba solo en un rincón imaginando fakes escenarios. Pía se acercó a mí y me dijo:

—Hola, Sebastián, tranquilo, no pasa nada si hoy conversamos, Álvaro y Mario están ausentes —me sonrío leve.

—Ah, bueno, ¡Eso es fantástico! Quiero decir... ¿Cómo estás? —dije, con emoción.

—Pues estoy regular, la verdad... ¿Y tú? —comenzó a comerse las uñas.

—Yo... bien, ¿Regular, por qué? ¿Pasó algo? —pregunté, con preocupación.

—Me siento mal por lo que pasó en mi casa contigo y Mario... Me sabe mal no poder ni saludarte... Así que... me gustaría ser tu amiga —movió varias veces entre sí sus dedos índices.

—¿Qué? quiero decir, perdón... —me puse a beber agua del sofoco que me dio.

— No, nene, la que se debe disculpar soy yo, si yo no estuviera con Mario...

—¿Si no estuvieras con Mario...?

—Podría hablar más contigo, pero... no puedo dejar a Mario... —se mordió el labio inferior.

—Ah, no, me había ilusionado. Digo... que no es que me haya ilusionado, este... digo que no me habría ilusionado si dejas a Mario, hacéis una gran pareja —intenté disimular sin éxito mi decepción.

—No es por eso exactamente, pero bueno, podríamos aprovechar y hablar en clase, si te apetece, claro... —me miró fijamente.

—Sí, obvio, me encantaría, sería mi sueño. Digo... sería mi sueño porque mi sueño es hacer muchos amigos, por eso —comencé a reír nervioso.

—Pues genial, nene —me sonrió.

Álvaro

Detuve a Camila, la cual estaba sudando debido a la maratón que se había marcado.

—Camila, puedo explicarlo —me puse a hiperventilar de todo lo que me había hecho correr.

—No me puedes explicar nada ¿Qué me vas a explicar? —se cruzó de brazos.

—Que no entiendo porque Antonella ha dicho eso. Es mentira, a mi no me gusta esa presumida egocéntrica.

—Pero lo dijo Tamara, yo también estaba espiando —me miró con enojo.

—¿Tamara? pero si no hablo con ella, habrá sido algún rumor para joder, porque te lo juro por lo que quieras que no me gusta Antonella. Te prefiero a ti mil veces —dije, mientras miraba su barbilla pronunciada.

—¿De verdad?

—Sí, te lo juro.

—Significa mucho para mí que digas eso —esbozó una gran sonrisa.

—Pues es la verdad —sonreí leve. 

Madelaine estaba escuchando la conversación y se acercó hasta nosotros.

—Hola, chicos.

Camila se fue silenciosamente dejándome con los nervios a flor de piel mientras no quitaba la vista de Madelaine.

—Eh... hola...

—¿Estás bien? parece que viste un fantasma y se que soy blanca, pero...

—Sí, perdona, no es nada de eso... es que alguien se inventó que me gusta Antonella y es mentira. La gente es muy chismosa —dije, con cierta rabia.

—Ah, entonces ¿es mentira? —me preguntó, mirándome atentamente.

—Sí, y bueno, tú, ¿qué tal?, ¿y eso que no estás con Álvaro? —miré a mi alrededor extrañado.

—Porque no ha venido a clase.

—Mejor, así podemos hablar. A mi no me gusta Antonella, no es mi estilo —retomé el anterior tema de conversación.

—La verdad es que no, un asco de pareja —puso cara de indiferencia.

—¿Con quién crees que pegaría? —pregunté, con curiosidad.

—Con Solsito... Si, eso, con Solsito... —dijo, con cierta inseguridad.

—Que pesados todos con Solsito, es solo mi amiga. Cambiando de tema, ya que nunca podemos hablar ni nada... ¿Te gustaría pasar este recreo conmigo? —mi corazón comenzó a acelerarse.

—Sí, claro —se quedó mirando mi rostro.

—Guay, pues después de clase nos vemos que ahora tengo que entrar —me despedí con una sonrisa.

Sebastián

Álvaro fue a clase y empezó a buscarme por los pasillos, donde finalmente me encontró.

—Sebas.

—¿Qué?

—¿Sabes que alguien se ha inventado que me gusta Antonella?

Me puse a pensar: "Mierda, ahora si que estoy muerto" mientras mi hermano decía:

—Te juro que, si descubro quién es la persona, le reviento la cara.

—Joder, pues habrán sido Álvaro o Mario —dije, nervioso.

—No vinieron a la escuela, es imposible —respondió.

—Pues la propia Antonella —seguí poniendo excusas.

—No, creo que fueron una de esas dos —señaló a Tamara y Josefina.

—Pues habrá sido Jose —intenté echarle la culpa a Josefina.

—Pienso incordiarlas hasta que confiesen —me contestó enfadado.

Mi hermano se acercó enfurecido a ellas y les dijo:

—¿Vosotras que habláis de mí, eh?

—Estamos hablando de Carlos, el profesor de religión, no de vos —contestó Tamara, confundida.

—No, no, me refiero a la conversación que tuvisteis con Antonella. No os hagáis las tontas —mi hermano miró a las dos, con enfado.

—Lo siento —se disculpó Tamara—. Yo solo dije lo que me contaron, no quería causarte problemas.

—¿Quién te lo contó? —preguntó mi hermano.

—Tu hermano me dijo quién os gustaba a los dos, y él no mentiría —dijo Tamara.

—¿Qué? ¿Mi hermano? —instintivamente Álvaro me lanzó una mirada asesina.

—¿Yo? yo no fuí —mentí, intentando salvarme de esta situación.

—Sebas, dime la verdad —me miró fijamente a los ojos.

—Te lo juro por la mamá —hice un juramento falso.

—¿Vos me estás cargando? Álvaro, te juro que él me lo dijo —le dijo Tamara a mi hermano.

—No te lo vuelvo a decir, dime la verdad Sebas —me miró de nuevo con rabia.

—Esta bien, fui yo. ¿Pero es verdad, no? —seguí intentando salvarme el culo.

—¿Qué dices? sabes perfectamente que no —me miró mal.

—¿Qué está pasando? —preguntó Tamara.

—Lo siento Tamara, te mentí, no le gusta Antonella —reconocí—. Pero tú también... Te dije que no dijeras nada —le hablé con mal tono.

—¿Qué? ¿Vos me mentís y encima me echas cosas en cara? Sebastián, esto no te lo voy a perdonar en la vida —me pegó una cachetada.

Todo el pasillo se quedó mirándome y, de lo avergonzado que me sentía, salí corriendo hacia un rincón donde no había nadie mientras lloraba. Empecé a decir en bajo:

—Me siento solo, estoy tan triste ¿Por qué a mi?...

Pía se percató de todo y vino para ver como me encontraba.

—Nene, ¿qué te ha pasado? —preguntó con preocupación.

—Le mentí a Tamara, me pegó una cachetada y Álvaro se enfadó conmigo... —suspiré.

—¿Y por qué le mentiste gordo?

—Porque quería caerle bien y me tuve que inventar algo para seguir hablando con ella —me puse nervioso.

—Pero para ello no debes mentir, ¿y que te inventaste? —me preguntó, con curiosidad.

Empecé a inventar otra historia porque no me atrevía a decir la verdad.

—Le dije que a Álvaro le gustaba y era mentira.

—¿Y con eso pensaste que le caerías mejor? Pobre de tu hermano, pero bueno, de los errores se aprende —dijo, intentando animarme.

—Sí, porque me pregunto porque estaba en las divinas y me tuve que inventar que Álvaro me pidió que no pasara tiempo con Sol —dije lo primero que se me pasó por la mente.

—Pero si Sol no le gusta realmente a tu hermano ¿qué más da? —preguntó, confundida.

—No se, es que como las dos cosas eran mentira se enfadó aún más. Yo realmente estoy en las divinas porque me gustas. Osea que me gustais el grupo en general y me gustan las canciones y el rollo....

Al decir eso me puse tan rojo que creo que me podía camuflar con un tomate.

—¿Cómo qué te gusto? —se quedó paralizada.

—No, he dicho que me gustáis todas en general, osea el grupo. Habrás entendido mal —dije una excusa barata.

—Puede ser, tengo el oído lleno de cera y se me ha taponado, nene —comenzó a reírse sin ningún sentido—. Bueno, si quieres seguimos hablando en religión, pero no estés mal, seguro si te disculpas y te explicas te perdonan —sonrió leve.

—Tal vez tengas razón —dije, sin esperanza de que eso sucediera.

Empezó la clase de religión, pero el profesor no ha venido.

—Genial gordo, así podemos hablar —se giró de su asiento para mirarme—. ¿Cuántas novias has tenido? Con lo lindo que eres seguro que muchas —se puso modo chismosa.

—¿Qué? Yo dos, pero una no cuenta —dije tenso.

—Todo cuenta, ¿Quiénes eran? —me preguntó con curiosidad.

—Una era Daniela, que se apellidaba Tóxica y con razón, y la otra era Tamara.

—Ah, ¿Y por qué dices que una de ellas no cuenta? —me miró poniendo una cara rara.

—Porque Tamara perdió la memoria...

—Ay, ¿en serio? Lo lamento, ¿pero aún no guardas sentimientos por ella ni nada?

—No, ahora siento algo demasiado fuerte por otra persona. Intento que se me pase, pero no puedo —tuve que mirar a otro lado de la tristeza que sentí al decir eso.

—¿Y por quién? —no paraba de mirarme.

—Eh... bueno... esto... mmm... —me puse tan nervioso que hasta empezó a temblarme la voz.

—¿Estás bien, gordo? —chasqueó sus dedos en mi cara.

—Sí... A ver, es alguien del instituto.

—Ay nene, cuéntame, si yo no digo nada —empezó a volverse insistente.

—Bueno, es alguien con quien alguna que otra vez hablo y no va a mi clase... —comencé a sudar como un mono en una sauna.

—Puede ser cualquiera, dímelo —dijo con tono marimandón.

—Me gusta, eh... alguien que pertenece a un grupo de las divinas o las populares. Se que me dices que sea directo, pero me entran los nervios, lo siento —me sequé mi sudor con la mochila de Pía.

—Pero, ¿Por qué? te prometo que no voy a decir nada —hizo un gesto de juramento.

—No es por eso,  pero cuando te enamoras, pues te pones nervioso. Bueno, la verdad no te quería decir quién es porque es una divina y, por si alguien nos está escuchando o algo, por eso no te lo digo —comencé a inventarme cosas como siempre.

—Lo comprendo, no te voy a insistir más que veo que te pones muy nervioso —se puso seria.

Respiré aliviado tras esta conversación que me dejó más tenso que el tanga de un luchador de sumo.

—¿Desde cuándo llevas con Mario? —llegó el momento de mi interrogatorio.

—Desde primero de la ESO, llevamos 4 años juntos.

—Wow, ¿y cómo se conocieron?

—Pues nos conocimos por Instagram, él me reaccionó a una historia que subí a mi cuenta y, yo le respondí y ya desde ese día hasta hoy... Antes cuando manteníamos una relación a distancia todo parecía ir bien, pero desde que está aquí... —se le cambió radicalmente el rostro, quedándose pálida.

—¿Se volvió insoportable de la nada? Y, oye Pía, ¿te puedo confesar algo sin que te enojes?

—No, por cosas que le pasaron... pero bueno, no puedo hablar de ello. Y claro nene, ¿qué pasa? —esperaba que la conversación se fuera para otro lado.

—Que no fui del todo sincero contigo antes. Es que dije que mentí diciendo que a Álvaro le gustaba Sol, pero en verdad mentí diciendo que le gustaba Antonella —me armé de valor para hacer esa confesión.

—¿Y por qué me mentiste?

—Te mentí porque pensé que como eras de las divinas se lo dirías y la verdad no quiero que le digas a Antonella que es mentira. Pero no me arrepiento porque sé que puedo confiar en ti.

—¿Y por qué no le quieres decir la verdad a Antonella? —me preguntó más animada porque dejamos el tema de Mario atrás.

—Porque me da pena, se habrá ilusionado con que le gusta a mi hermano y no quiero arruinarle la ilusión...

—¿Antonella ilusionada? Dudo que tenga sentimientos por alguien, solo le importa ella misma —rodó sus ojos.

—Bueno, tienes razón, soy un gilipollas —posé mis manos en mi rostro.

—Es una ególatra y sólo querrá estar con él porque es guapo. Bueno, igual seguro aunque le diga seguirá empeñada con él. Aunque para mi sos más guapo que tu hermano, Álvaro me parece feo.

Al escuchar esas palabras, mi autoestima se fue al cielo.

—Muchas gracias, para mi eres linda también —dije con nerviosismo.

—No digas tonterías gordo.

—Sé que va a sonar raro después de mentirte, pero digo la verdad te juro que esta vez sí.

—Bueno, te creeré entonces Sebas.

Sonó la alarma del recreo interrumpiendo nuestra conversación y salimos fuera de clase. Mi hermano se encontraba sentado charlando con Madelaine en un banco.

Álvaro

—Que raro estar a solas contigo, Mad... —me acomodé en el banco.

—Bueno, nunca podemos hablar por mi novio... —suspiró.

—Ya, pero hoy va a ser todo diferente —se me escapó una sonrisa.

—¿A ti te gusta alguien, Álvaro? —preguntó de la nada.

—Sí, pero, ¿Por qué lo preguntas? —la miré extrañado.

—Por simple curiosidad. Aunque me puedo suponer que es Camila... —me sonrío falso.

—No, me parece linda pero ya está, la acabo de conocer. Me gusta una persona desde hace tiempo —dije, mientras mi corazón comenzaba a latir a mil por hora.

—¿Y tú estás bien con Álvaro? —cambié de tema por los nervios.

—Al principio de la relación sí, pero luego las cosas fueron de mal en peor... —empezó a tocarse el pelo, nerviosa.

—Entiendo... es que me parece super injusto lo que te pasa, ojalá pudiera hacer algo, Madelaine —suspiré.

—Ni te molestes, sus padres son súper ricos. Llevan la famosa cadena de restaurantes La poyota la conoces, ¿verdad? Que cocinan dulces con forma de pen*s.

—Sí, si la conozco, ¿pero que tiene que ver eso con tu relación con Álvaro? —le puse una cara de extrañeza.

—Como son amigos de mis padres me obligan a estar con Álvaro, y como ellos tienen tanto poder y pagan a mis padres para que esté con su hijo, yo no puedo hacer nada... —se le saltó una lágrima y se la secó al instante.

—¡Pues si puedes hacer, no es justo para ti!, tus padres pueden ser sus amigos sin tener que estar con Álvaro... Y si supieran lo que te hace seguro te apoyarían... —dije, con cierta rabia tras ver la injusticia en la que vivía Madelaine.

—No, en mi familia son todos machistas menos mi hermano Shawn.

—Pues cuéntaselo a tu hermano o vete lejos y huye de aquí. Si quieres me voy contigo... —dije, sin pensar en las consecuencias.

—No, imposible... —negó con su cabeza.

—Bueno, pues si alguna vez quieres aceptar mi oferta, no dudes en llamarme —posé mi mano en su muslo.

Camila se acercó a mí y Madelaine la miró mal.

—Hola Camila, ¿Necesitas algo?

—No, solo venía a saludar —miró de reojo a Madelaine.

—Ah, pues... ¿Cómo estás? —pregunté sin saber bien que decir.

—Hoy en el Dos Mares, acuérdate —me mostró su dedo índice mientras lo movía.

—Si, si, tranquila.

Madelaine nos miró sorprendida.

—¿Es que vais a quedar de nuevo?

—Sí, ¿Por qué? —Camila miró mal a Madelaine.

—Nada, porque quedan mucho —contestó, con cierta tirria.

—Solo es para enseñarle un poco el lugar y hablarle de los compañeros —contesté intentando quitar la tensión de la conversación.

—Exacto —Camila me da la razón—. Hasta luego, Álvaro.

A continuación, mi hermano junto a Pía se dirigieron hasta donde estaba con Madelaine.

—Hola —dijo Sebastián para romper el hielo.

—¿Qué haces aquí? —pregunté enfadado.

—Solo venía a saludar.

—Lo siento, pero yo no saludo a los mentirosos —respondí, tajante.

—No soy mentiroso, solo quería ligar con Tamara y eso me ayudó, eso es todo —argumentó.

—¿Y que te va a ayudar decir que me gusta Antonella? —pregunté mientras le miraba mal.

—A continuar la conversación —me miró neutral.

—Pues deberías tener argumentos suficientes para continuar una conversación, ya eres grandecito, tú y tus mentiras no me hacen ninguna gracia —apreté mis puños con fuerza.

—Que te den, vamos Pía esto no merece nuestro tiempo -andó unos pasos pero Pía no le seguía.

—No, pero deben hablar, no pueden estar así nenes —argumentó Pía.

—Pues no le pienso perdonar —respondí rencoroso.

—Mira que gracioso, payaso, deberías disculparte tú —contestó Sebas, enfadado.

—¿Yo? pero si yo no hice nada, fuiste tú —dije, con mirada desafiante.

—De verdad, vámonos, esto me supera —le dijo a Pía, mirándola mientras le agarraba la mano para irse.

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