My heart flutters when I see...

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"Entonces Louis ha follado a Harry realmente bien y él ahora está todo sensible y tierno y duro, y Louis simp... More

Única parte

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Hay un poco de belleza en la forma en la que su espalda tatuada se arquea hacia abajo a causa de ese latigazo electrizante que le recorre la espina dorsal sin piedad alguna. La parte más baja de su pelvis cosquillea en una agonía solemne que le hace soltar todas estas lágrimas que se pierden en alguna parte de su colorado rostro.

Su boca se abre en vano en una exclamación que termina siendo muda porque su garganta queda trancada con ese mismo quejido que no quiere salir a ninguna parte porque se ha quedado sin aire, porque su respiración se ha cortado de improviso y se ha transformado únicamente en un jadeo que se pierde entre las cuatro paredes de la habitación.

La presión en su entrepierna se desvanece en un torbellino de liberación que deja atrás esa sensación agonizante que ha estado rondando por todo su cuerpo como si de la sangre en sus venas se tratase, terminando en todas estas tiras blanquecinas y medio transparentes que salen disparadas hacia alguna parte de su sudado pecho y su húmeda barbilla, esa que guarda un sinnúmero de moretones y marcas de dientes no muy profundas que se han puesto coloradas y que con el pasar de los tiempos desvanecerán hasta que sea necesario volver a ellas, hasta que la quemazón que ha estado gobernándolo desde hace algunas horas ya regrese a arrasar todo dentro de él como sucede cada cierto tiempo, constantemente en realidad, hasta que llega un punto en el que no puede seguir el ritmo y tiene que sollozar por piedad a un alfa que pierde los estribos de buena manera y solo de vez en cuando.

Las rodillas se le sacuden en un temblor impresionante que le afecta en el equilibrio, y las fuerzas de sus brazos resultan ser tan patéticas ahora que al final no consigue soportarlo más y tiene que dejarse caer sobre el colchón, enterrado entre sus propias sábanas, esas que han estado siendo ensuciadas sin consideración alguna y que, en algún instante, cuando las cosas mejoren entre él omega y su estado, tendrán que cambiar.

Hace todo lo que puede por abrir los ojos, pero todo lo que consigue es moverlos por debajo de los párpados y aferrarse a la almohada que sostiene su cabeza.

Una mueca se dibuja por sus facciones, y un pequeño gemido abandona sus enrojecidos y casi acalambrados labios tan solo para convertirse en un nuevo quejido, un poco más alto, lo suficiente como para representar los espasmos que lo azotan una y otra vez mientras escucha como su alfa sisea en voz alta y se derrama en chorros tibios que se esparcen en su interior.

Lo hacen en porciones espesas, cargadas y ardientes que se van acumulado dentro de su cavidad trasera, hasta que tiene que volver a aguantar la respiración en el instante en el que comienza a sentir cómo su interior se expande por un nudo que naturalmente debe crecer y no se puede detener.

Se hace grande, sumamente enorme dentro de sus entrañas casi aplastadas, hasta que le quema. Le arde en esos empujones de todo ese líquido que quiere ir mucho más allá de una barrera que no está seguro de sí biológicamente es posible de cruzar, pero que a esas alturas y en esas circunstancias, se siente como si fuera capaz de hacerlo e ir mucho más allá.

Y crece, lo hace tantísimo que a Louis lo desespera y lo tiene en esta agonía que cruza la línea que divide lo doloroso y la exquisitez infinita, un suplicio en el que nuevas lágrimas se escurren por las comisuras de sus ojos y se pierden en la tela de la misma almohada al frotar su rostro en la superficie en un intento por lidiar con todo eso.

Tiene que morderla, y quejarse contra ella, porque le está doliendo un poco más de lo que puede soportar y conserva la impresión de que en cualquier instante se va a romper por la mitad si no hace algo al respecto.

Se habría puesto a llorar con fuerza si tan solo su alfa no estuviera acariciando la extensión de su espalda con dedos lánguidos y agotados, repasando ese pabellón de lirios que se extiende desde la curva más baja de su cintura hasta alguna parte de su hombro. Allí en donde comienzan sus lunares y terminan todos los besos que el alfa alguna vez le ha podido dar, con todas estas caricias jadeantes que se quedan impresas en la parte trasera de su nuca y que le envían estos escalofríos que le ayudan a lidiar con la conexión que han establecido a través del nudo.

Es una suerte que tenga a su alfa escondido allí, entre sus rizos oscuros, en alguna parte de ese hueco que Harry ha dejado disponible exclusivamente para su refugio y que guarda la marca de una mordida que ya tiene años y que aun así permanece visible para cualquiera que tenga curiosidad. También tiene el pecho húmedo pegado a su espalda, y la pelvis hundida en sus glúteos colorados a causa de esa cantidad de apretones y golpes bruscos que alguna vez le ha proporcionado con fuerza absurda.

Harry no está seguro de si se trata de su propio corazón o si es el de Louis, pero tiene todos estos latidos acelerados que resuenan en sus tímpanos y que le causan la impresión de que lo van a dejar sordo si ese incesante golpeteo continúa sin saber de dónde exactamente proviene.

Deja de importarle cuando un nuevo espasmo lo sacude, su carne tierna e íntima se aprieta contra el colchón al igual que el resto de su cuerpo y casi jadea una vez más cuando gira el rostro y se encuentra con la mejilla de Louis justo allí.

Ha dejado caer la frente sobre la almohada también, respirando en voz alta y manteniendo las manos en todas partes, en su cuerpo, en la cama, en las sábanas, hasta terminar en alguna parte del hombro del rizado que vuelve a estremecerse ante la calidez que percibe en esos dedos ajenos.

Le pediría que se los hundiera en la piel si tan solo no estuviera tan cansado, si el agotamiento no lo hubiera golpeado mucho más fuerte y no estuviera intentando recuperar ese aliento que se le ha sido arrebatado en algún instante de la noche.

Respira por la nariz, y extiende los labios tan solo para dejarle un torpe beso en el pómulo, ocasionando que Louis empuje un poco las caderas hacia adelante en una reacción involuntaria y que el nudo en sus entrañas se apriete intentando evitar el movimiento. Harry jadea en voz alta otra vez, con los ojos llorosos y el olor de su shampoo impregnado en sus fosas nasales en conjunto a ese aroma a incienso y vino rojo que el alfa desprende de manera tan sencilla.

—Y-Ya, ya —se queja en un murmullo arrastrado, con los labios rozando la piel ajena ante la cercanía que permanece entre sus cuerpos. Su aliento caliente se le devuelve al chocar contra aquella dermis y tiene la lengua tan pesada que ni siquiera sabe cómo es que logra moverla en circunstancias como esas—. Louis.

Intenta moverse tan solo un poco, pero no logra nada en absoluto porque tiene el cuerpo de Louis pesando sobre el suyo, hundiéndolo y aprisionándolo contra la colcha mojada hasta que no le deja capacidad móvil de ninguna índole.

Es una suerte que la posición no sea enteramente incómoda, por lo menos su cuello no sufrirá tanto si se quedan así por un buen rato.

Sin embargo, está seguro de que su brazo izquierdo terminará acalambrándose de la peor manera si no lo cambia de posición en un futuro próximo. No puede pensar en ello ahora, de todas formas, porque Louis gruñe en voz baja, cerca de su oído, y un escalofrío le recorre la espina dorsal hasta llegar a su espalda baja y ocasionar que su entrada trasera se contraiga alrededor de aquella masculinidad exorbitante que solo le hace más daño.

—Sal, alfa —pide rápidamente, con las entrañas ardiéndole y el aliento haciéndole falta.

Tiene la garganta lastimada y reseca, así que si encuentra una vez su propia voz pronto estará rogando por un poco de agua.

—Todavía está hinchado, no puedo salir —le informa en un murmullo igual de cansado, probablemente mucho más que el mismo rizado al ser quien ha estado llevando en sus hombros toda la carga del intenso celo de su ser más querido y el propio que ha logrado sincronizarse con el de él. Gira el rostro echando la cabeza hacia atrás para poder mirarlo, pero a Harry le pesan tanto los párpados que no puede sostenerle la vista por más de un segundo—. Aguanta unos segundos más, ¿sí?

Es una petición un tanto intensa teniendo en consideración que esta es la quinta vez que lo anuda en unas cuantas horas, y ese es solo un estimado porque Harry definitivamente perdió la cuenta en la tercera ronda o siquiera en la segunda, y todo lo que puede recordar es haber estado en el cuarto estudiando tan solo para ser víctima de un ciclo de calor que lo ha abordado de la forma más desprevenida de todas.

Se recuerda a sí mismo parándose de la silla tan rápido como un rayo y saliendo del cuarto para ir en busca de la atención de un alfa que ha estado en la cocina y que ha encontrado el camino a él gracias a esa fragancia primaveral que tiene guardada dentro de sus fosas nasales y que no podría pasar desapercibido de él ni siquiera, aunque lo intentara con todas sus fuerzas.

Harry se alegra de que lo haya encontrado en aquel entonces, de verdad, pero ahora mismo todo lo que quiere es que salga de él y se quite porque está siendo demasiado para él todo ese conjunto de aromas y respiraciones y esa sensación de humedad en todo su cuerpo, tanto en el exterior como en el interior.

Ahora que está recuperando la lucidez, piensa que en serio necesita un baño, uno largo y tibio que se deshaga de esa tensión que permanece en sus extremidades y le devuelva esa calma que alguna vez estuvo sintiendo antes de que a su celo se le diera la gana de aparecer.

No debería de sorprenderle de todos modos, tienen un calendario pegado a la pared que marca la fecha de su ciclo, así que ha estado preparado para ello tras haber descansado la noche anterior como nadie en el mundo y haber tomado una siesta en esa misma mañana antes de ponerse a hacer sus quehaceres, y terminar en el escritorio cuya silla ahora mismo se encuentra cerca de la puerta y cuyos papeles de estudio han terminado desparramados en el suelo, porque a cierto thánatos de ojos azules se le ha ocurrido echarlos a un lado con todo el descuido del mundo para poder tomarlo en una primera vez en todo ese día.

Lo regañará luego, especialmente si alguna de sus notas se ha estropeado por su torpeza y desesperación, pero por ahora se dedica a recibir todos esos besos que Louis comienza a dejarle en la esquina del hombre, allí en donde su hueso sobresale por una tonificación adquirida y un poco más abajo, en donde sus pecas se distribuyen aleatoriamente hasta formar constelaciones que Louis traza con su boca una y otra vez, incontables besos tatuándose en su dermis como un juramento tallado en piedra por toda la eternidad.

Harry espera que así sea, por encima de cualquier cosa, y está a punto de hacerle saber cuánto lo quiere y lo adormilado que se siente hasta que Louis se le adelanta.

—¿Estás incómodo? —le pregunta en un murmullo tranquilo.

Ha recuperado ese ritmo decente en su respiración, así que su voz ya no suena tan agitada como lo ha hecho antes.

El omega de rizos oscuros aprecia mucho como se alza tan solo unos centímetros para darle un poco de espacio, lo suficiente como para que sus pulmones pueden llenarse de aire y sus costillas no se sientan tan contraídas por el peso que de todos modos persiste sobre él. Gira un poco la cabeza hacia él para hallar ese añil hipnotizante que el alfa guarda en sus cuencas oculares, y tiene la intención de sacudirse en una negación hasta que Louis lo sorprende al atrapar su boca en un nuevo beso que le quita todo el oxígeno que tanto le ha costado recolectar.

No se queja, sin embargo, le permite que sostenga su mandíbula amortiguada y que le estire el cuello para poder tomarlo con profundidad. Sus labios se mueven en una concordancia sublime, en caricias deliciosas que rozan la indecencia y una desconsideración absoluta en la que profanan las cavidades del otro sin pena alguna, y no deberían de tenerla, conocen de primera mano el camino por ese sendero de pasión que se dirige directo hacia la cúspide de una cima en la que ambos colisionan como estrellas atrapadas en un cosmos que solo vuelve a regenerarse después de su explosión.

Es justo lo que sucede en las entrañas de Harry, quien se retuerce en ese beso que dura muchísimo y que le pone los vellos de punta, que dispara su sensibilidad hasta el grado en el que todos sus músculos se contraen por milésima vez —incluyendo los de su parte trasera, cuyos anillos se aferran un poco más de lo que es posible y necesario a aquella carne que solo ahora ha comenzado a disminuir en tamaño— y que lo obliga a volcar los ojos aun debajo de sus párpados cerrados.

Podría quedarse a vivir allí, en su boca, especialmente cuando Louis le cuela la lengua en el interior de la ardiente cavidad, como un experto en mantener sus expectativas y sus ganas de ser amado por él encendidas, tentándolo una y otra vez mientras le saborea la piel externa de aquel espacio que probablemente ha explorado un millón de veces y que aun así se siente como si fuera la primera vez.

Un quejido se pierde en sus gargantas cuando el alfa le aprieta tan solo un poco los dedos en la mandíbula, manteniéndolo firme y estable en su lugar cuando el omega empieza a temblar y a querer removerse, tal vez porque está volviendo a caer en el vicio de un calor primoroso que solo le da un respiro antes de volver a atacar, o quizás se debe a la posición en la que todavía se encuentran, que ha empezado a doler más de lo que Harry está dispuesto a admitir tan solo para no arruinar aquel ambiente en el que se han sumergido y que está provocando que la temperatura de su cuerpo vaya en aumento.

No puede resistir mucho más, sin embargo, el cuello realmente lo está matando así que se aparta con un chasquido y un jadeo que se escucha en el cuarto entero.

—Me duele el cuello —admite en un susurro, girándolo hacia adelante con una mueca al ser víctima de ese entumecimiento que comienza a mejorar con el pasar de los segundos.

Respira por la boca y cierra los ojos cuando Louis le besa la esquina de la nuca, cerca de su oreja, justo en la parte más baja, allí donde sabe que es peligrosamente sensible y que si lo quiere de rodillas y a su completa merced solo tiene que molestarlo en esa zona en particular.

—Lo siento —se disculpa en cada caricia, sus manos encontrando el camino hacia su cintura irritada y marcada, con yemas intensas que se impregnan de la suavidad de una piel que le pertenece por voluntad de un omega bios que lo ha elegido para pasar el resto de su vida a su lado en lugar de jactarse en la compañía de todos los thánatos que su espíritu animal anhelaría con la intención de procrear la mayor cantidad de cachorros posibles.

Por el momento, no tienen ninguno, y aunque en ocasiones eso a Louis le preocupa en demasía —especialmente porque la rama de frutos rojos que se extiende por su brazo derecho es su mayor seguridad de fertilidad— tiene constantemente la voz de su compañero recordándole que siempre pueden intentarlo todas las veces que quieran y que no tienen ninguna prisa por llenar ese vientre vacío para que crezca durante los próximos nueve meses.

—Está bien —dice en una nueva sacudida de cabeza, relamiéndose los labios y doblando la cara hacia su derecha tan solo para atrapar con los labios el antebrazo que el castaño ha dejado apoyado a su lado.

Le deja varios besos al mismo tiempo en el que Louis continúa hundido cerca de su lóbulo, y ambos se vuelven parte de esta sincronía de toques delicados y pacientes que se mantienen en el mismo espacio durante sabrá el cielo cuantos minutos.

El silencio los envuelve con agrado, danzando entre ellos mientras se quieren en su tacto y en sus pensamientos, adorándose el uno al otro con una tranquilidad tan exquisita que, si de repente uno de los dos se queda dormido, no sería ninguna sorpresa para el otro. La calma los llena y los asegura, el latido de sus corazones finalmente se ralentiza y lo que podría ser el final de un celo de horas es básicamente una mentira, una apacible temporada de descanso antes de la tormenta al saber que todavía les quedan unos cuantos días por delante y solo unos cuantos minutos de serenidad que eventualmente acabarán.

Se aferran a ese momento mientras pueden y es posible que vuelvan a encontrar el camino hacia sus bocas para compartir unos cuantos besos más, un tanto más quieto que los anteriores, definitivamente más conscientes cuando por lo menos Harry ya no tiene ese nublazón en la cabeza que no le ha permitido pensar con claridad.

En algún instante, el nudo que los ha estado trancando finalmente se desvanece, pero el omega está tan perdido en los brazos de su amante que ni siquiera se da cuenta de que la extensión y la presión de sus entrañas ha disminuido y que ahora puede, prácticamente, respirar con propiedad.

El castaño se aparta al mismo tiempo en el que se alza sobre sus brazos contra el colchón, y Harry parpadea varias veces echando la cabeza hacia atrás como si quisiera seguirlo en su lejanía.

—Ya—anuncia el alfa, echando las caderas hacia atrás para poder deslizarse fuera de él—, ahora sí. Listo.

—A-Ah, cielos —gimotea Harry inevitablemente, porque aún en la suavidad Louis sigue siendo tan grueso que sus paredes no pueden evitar contraerse ante la sensibilidad que le queda ahora que ha absorbido toda su esencia y lo único que le queda es el rastro de su ancha presencia—. Cielos.

Se muerde la esquina de la mejilla interna para poder soportar el espasmo ardiente que le recorre inevitablemente y termina soltando el aire por la boca en un soplido que se pierde en alguna parte de la almohada. Es un tanto liberador el no tener esa presión dentro de él, demasiado insistente, deliciosa pero tortuosamente constante, atrapada dentro de su ser sin la posibilidad de hacerse más amena con nada que no sea el tiempo.

No hay que malinterpretarlo, sin embargo, él adora el nudo de su alfa, y lo recibe tan bien como puede, pero cuando intentan todas estas posiciones que al final de cuentas solo le dejan el cuerpo hecho papilla, entonces no es tan fanático como normalmente suele ser, especialmente cuando sus oleadas de fiereza disminuyen y el raciocinio vuelve a tomar el control de su cerebro.

Respira una vez más y ahora mucho más tranquilo, la presencia del peso del cuero de Louis finalmente desaparece por completo del suyo al levantarse y moverse hacia la esquina de la ancha cama destendida, y el omega aprovecha su oportunidad para girar sobre su propia espalda y estirar todos esos músculos que ya se encuentran dolorosamente entumecidos y que han estado a un segundo de caer en un espantoso calambre.

—¿Estás menos caliente ahora? —le pregunta el alfa de ojos azules, apoyándose sobre el colchón a su lado, quedando a la altura de su abdomen tan solo para apoyar el mentón con suavidad en alguna parte de su vientre.

Harry tarda unos segundos en formar una respuesta dentro de su cabeza, porque a Louis se le ocurre mover la mano hacia su muslo para repasarlo con tranquilidad absoluta, probablemente sin tantas intenciones como las que se cruzan por su mente y lo llevan a sacudirse ligeramente. Se relame los labios una vez más y traga saliva perdiéndose en esas caricias que van desde su rodilla extendida hacia el interior de su pierna, sin llegar a rozar ninguna zona íntima, pero amenazando por centímetros peligrosos con hacerlo.

—Yo, huh, sí—balbucea sin separar las pestañas, hinchando su propio pecho, apretando los dientes de vez en cuando porque el castaño ha comenzado a darle diminutos apretones que podrían pasar desapercibidos si tan solo no estuviera tan pendiente a él—. Creo, creo que sí.

Louis tararea desde su posición y Harry vuelve a humedecerse la garganta cuando le deja un beso en la esquina de la pelvis.

Lo siente removerse entonces, percibe como un lado del colchón se hunde y arruga las cejas al creer que se va a marchar a alguna parte que desconoce. Sin embargo, aquello no sucede, porque Louis solamente llega al centro de la cama tan solo para sostener sus muslos y separarlos sin previo aviso.

Harry abre los ojos finalmente y de golpe, al mismo tiempo en el que el alfa empuja sus rodillas hasta que tocan su enrojecido pecho.

—Sostén aquí —ordena todavía en voz baja, sin una sola pizca de malicia que lo haga temer en lo absoluto por sus palabras, pero que aun así consiguen que el omega lleve sus manos hacia la parte trasera de sus rodillas y se agarre a sí mismo para mantenerse completamente expuesto delante de él.

Casi tiembla ante la mirada que Louis le dedica, ladeando la cabeza en una consideración motivadora que le sonroja toda la cara y le hace querer ocultarse por toda la vergüenza que le provoca el imaginar en qué estado debe de estar, totalmente arruinado, colmado de todos esos fluidos ajenos que permanecen dentro de él y toda esa humedad aromatizada que él mismo ha segregado durante sus instantes de fervor para hacerles la vida un poco más sencilla.

—Se ha quedado todo dentro —comenta con la cabeza todavía inclinada, inspeccionando indebida y desprevenidamente su agujero con los dedos, repasando los bordes sensibles con las yemas tan solo para lograr mojarse de todo ese jugoso deseo que permanece en el rizado y que solo le está dando un respiro por el momento—. Estoy seguro de que ahora si vas a darme un cachorro, ¿verdad?

Harry se encoge entre las sábanas, sus dígitos se aprietan contra su propia piel hasta crear la posibilidad de dejarle moretones al ser espantosamente sensible. Hace todo lo que puede por soportar la quemazón que le queda como consecuencia de esos tanteos injustos que su novio le proporciona, pero no lo consigue, porque ese constante roce solo le sirve como una nueva estimulación que lo toma de la mano y lo dirige hacia el mismo precipicio del que ha saltado hace algunos instantes, no hace mucho.

Trata de respirar con la misma calma de antes, y aun así su pecho comienza a subir y a bajar cada vez más rápido, más agitado, hasta que podría estar jadeando mientras su cabeza nuevamente empieza a disociarse en una fogosidad insólita que solo va creciendo y aumentando hasta dejarlo lo suficientemente inconsciente como para necesitar de una atención mayor de la que está recibiendo.

No quiere ser ambicioso, especialmente porque sus tiempos de intimidad con numerosos alfas ya han acabado y solo tiene a Louis para complacerlo de la manera en la que le gusta. Sin embargo, no es capaz de detener esos empujones que dan sus caderas con la intención de recibir un poco más.

—Harry —llama el alfa de repente, tomándolo desprevenido al explotar a medias esa burbuja que de todas formas se vuelve a inflar alrededor de él. El omega se encoge en su posición abierta, aferrándose un poco más a sí mismo, la temperatura en su cuerpo yendo en su aumento hasta que todas sus extremidades comienzan a quemarle de un modo casi tortuoso —. ¿Me estás escuchando?

—¿Eh? —balbucea por segunda vez, como puede, su cabeza moviéndose de arriba abajo mientras hace lo imposible por mantener los ojos abiertos. Le arde toda la cara y no se imagina como debe de estar su cuello y el inicio de su pecho ahora—. Sí, sí.

Dice eso, pero la verdad es que no, no lo está oyendo en absoluto, y no tendría la capacidad para hacerlo, aunque quisiera.

Tiene los oídos medio tapados ahora que está siendo tentado en pequeñas proporciones, envuelto en ese juego que podría considerarse como el previo si tan solo no estuviera más que listo para recibir cualquier cosa que el castaño quiera brindarle.

Toda su anatomía cosquillea sin parar, como si tuviera todas estas hormigas recorriéndolo de pies a cabeza sin rumbo alguno. Hay un afán ridículo que crece dentro de él que se basa en su desesperación por sentirlo más cerca, por arquear las caderas una vez más y conseguir que le presione la entrada con un poco más de insistencia, por lo menos lo suficiente como para que su dedo se introduzca y se abra paso por esas apretadas y empapadas paredes sumamente tersas que se contraen en el anhelo de tener algo a lo cual apretarse sin duda alguna.

La lujuria vuelve a colarse dentro de su sistema, como una serpiente mortal camuflada que se arrastra por la tierra en completo silencio, con su presa en la mira y totalmente lista para atacar y acabar con la vida de cualquiera que se entrometa en su camino. Lo siente ardiendo dentro de él, tanto que por poco cree que va a incendiarse si Louis continúa molestándolo de esa manera.

Lo escucha suspirar profundamente, pero no tiene tiempo ni voluntad para interpretar lo que esa respiración significa, el castaño no le deja, porque ha hecho esto de trasladar sus roces hacia su entrepierna exhausta, todavía demasiado sensitiva como para soportar ese tacto sin que el rizado se sacuda en una reacción inmediata. La presión en su abdomen baja incrementa en un cien por ciento, y Harry sabe que ya no hay vuelta atrás.

—Ya estás duro otra vez —anuncia casi ausente, en un tono tan pensativo que casi parece como si no estuviera hablando con él en primer lugar. Harry arruga la nariz sin darse cuenta, y se queja en voz baja cuando el castaño regresa a su agujero—. Pero demasiado sensible por aquí.

Esta vez, usa dos dígitos para presionar su entrada, logrando meter tan solo la punta de ambos y nada más.

Harry jadea en voz alta, una descarga de lubricante se le escapa antes de que pueda hacer algo al respecto, empapándolo más de lo que al omega le gustaría porque solo lo delata en su vergonzosa excitación.

—E-Espera —protesta, pero no porque quiera que se detenga totalmente, sino porque desea que le dé un respiro antes de sucumbir a su inevitable destino.

Ellos realmente han estado follando desde la mañana, Harry ni siquiera sabe qué hora es a ese punto y no tiene idea de si el sol continúa en el cielo porque las cortinas son pesadas y cubren las persianas completamente. Louis, por su lado, no le hace el más mínimo caso, porque se inclina con la fuerza de su abdomen sobre él para poder acomodarse mejor y aprovechar que el rizado está sosteniendo sus piernas para él.

Le termina de introducir el mismo par de dedos, sin demora alguna, con una estocada rápida que le roba el aliento porque llega hasta sus propios nudillos y choca contra aquella muralla que con un poco más de esfuerzo logrará sobrepasar. Y si solo se tratara de eso Harry estaría completamente bien, se creería capaz de soportarlo sin tantos problemas de por medio, pero entonces Louis no es demasiado justo con él, porque además de colarse en su interior sin permiso y sin más preámbulos, también se le ocurre la grandiosa idea de hacerle espacio a su lengua para saborear toda su zona erógena y terriblemente sensible.

La espalda se le arquea al momento en el que sus caderas se empujan hacia abajo por si solas, toda su figura se estremece en una oleada infernal que marca un antes y un después en su cordura y un gemido abandona sus labios mucho antes de que pueda pensar en cualquier otra cosa. Puede sentir como los dígitos del alfa expanden sus bordes, abriéndose paso cómodamente para el músculo de su boca, ese que explora todos sus alrededores como si no lo conociera de memoria y tuviera ganas de hacerse a sí mismo un recorrido por cada esquina para inspeccionar.

Es tortuosa la manera en la que lo separa sin dejar de acariciarlo por dentro y se vuelve un poco insoportable el añadirle el hecho de que sus piernas estén lo bastante separadas como para que lo sienta mucho más adentro de lo que una posición normal le permitiría percibir.

Así que piensa en moverse como una solución para evitar correrse en el siguiente segundo, patéticamente porque su fragilidad es absoluta y Louis no está pensando en él en lo absoluto. Se remueve como puede, llega incluso a soltar sus muslos para empujar su cabeza lejos, pero todo lo que consigue es llenarse los oídos del gruñido que el alfa deja escapar.

—Quédate quieto —lo regaña de repente, saliendo de él con un chasquido que hace que Harry se sobresalte y alzando la cabeza para atrapar su mirada verdosa, esa que está siendo víctima de un fervor incesante que sólo irá en aumento si continúa con su cometido.

El omega no tiene idea de ello, sin embargo, cree firmemente que puede detenerlo antes de romperse aun cuando todo apunta a que su destino está marcado y que solo saldrá de esa habitación cuando su ciclo de calor haya terminado y esté tan lleno de la corrida de Louis que hasta su vientre se quedará abultado por toda esa cantidad impresionante de fluidos que permanecerán almacenados dentro de él hasta el cielo sabrá cuándo.

Una nueva descarga de lubricante se le escapa sin previo aviso, naturalmente, espesa mientras se derrama por la apertura que los dígitos del castaño todavía mantienen extendida. El líquido se escurre por toda la hendidura del omega, hasta tener la intención de llegar a la cama si tan solo al muchacho de ojos azules no se le ocurriera recogerlo con la lengua de la manera más repentina de todas.

Louis lo observa por debajo de sus largas pestañas mientras lo hace, con lentitud lastimera que logra que el rizado se quiera romper por la mitad tan solo para volver a ser construido por él, especialmente cuando repasa toda su zona tersa y llena sus papilas gustativas con todo su cálido y dulce esplendor, sin quebrantar ese contacto visual que ha establecido anteriormente al darle esa advertencia que continúa retumbando dentro de la memoria del omega que se estremece una vez más.

Llega a conocer el verdadero significado de la perdición en ese momento, y es definitivo que logra enamorarse de su alfa una vez más, como si se tratase de la primera vez a pesar de que ya tienen alrededor de muchos años juntos y han estado construyendo esta vida al lado del otro que no cambiaría por nada en el universo.

Se relame los labios por un segundo, con la intención de quejarse acerca de sus acciones, esas que no cesan y que se repiten una y otra vez sin demora, repasando el centro de la lengua por todo su camino para recoger y beber de él como si se estuviera muriendo de una inmensa sed y está fuera la primera vez que ve el cielo llover.

Exhala por la boca siendo mucho más ruidoso de lo que en realidad pretende, porque siente como Louis una vez más le encaja los dedos en su delicada y progresivamente empapada abertura, en esta ocasión, en lugar de juguetear con él, lo que hace es que los curva dentro, husmeando por todo el lugar como si estuviera buscando algo en particular mientras su lengua se encarga de limpiar todo ese lubricantes exquisito que sobresale de él casi como una cascada después de que ha llovido a la orilla del río.

Y Harry no lo aguanta, no consigue soportarlo lo suficiente y su cabeza cae de nuevo en la almohada en un gesto de rendición absoluta porque sabe que no le sirve de nada intentar luchar contra Louis.

Eso no significa que no agonice por ello, de todas maneras, tampoco impide que tenga que aguantar la respiración miserablemente mientras su novio continúa rebuscando en sus entrañas y le remueve cada centímetro de la estabilidad hasta que sus ojos no logran ponerse derechos, porque todo lo que puede ver es la parte trasera de su cabeza y todas esas estrellas que se convierte en un sinnúmero de luces que fácilmente pueden dejarlo ciego.

—Aún está toda mi corrida aquí dentro —dice Louis de la nada, en un murmullo que es lo suficientemente alto como para que llegue a los oídos del rizado, junto con ese incesante ruido que hace su humedad acumulada y la interacción de dígitos dentro de él. No se ha despegado todavía, Harry puede sentir su aliento caliente chocando contra su hendidura y eso solo lo provoca un poco más, hasta que un gemido lo abandona y tiene que morderse la boca para contenerse. El alfa le echa un vistazo rápido antes de volver a hablar—, pero tu cuerpo se lo está tragando.

A Harry se le crispa la piel tan pronto como lo oye decir tal obscenidad, y su cabeza se sacude de un lado a otro durante el tiempo en el que se aprieta los muslos en un intento por contener su reacción involuntaria y su respiración.

—N-No digas eso-o ah —susurra de la manera más inestable y bochornosa de todo el mundo, incapaz de organizar sus pensamientos porque la danza de dígitos que sucede en su intimidad trasera no lo deja ordenar sus ideas apropiadamente y solo es capaz de ser un lío de gimoteos y jadeos sofocados tan pronto como separa los labios.

Louis tararea con gusto, con adoración infinita que demuestra con el beso que le deja en una de las orillas de las nalgas tan solo para volver a lamer toda el área y limpiar el charco que el rizado provocaría si no se estuviera ocupándose de él.

—Delicioso omega —comenta con sorna, sabiendo perfectamente que eso solo va a hacer que Harry se quebrante si es que no lo ha hecho ya.

Tiene la impresión de que va a suceder en el siguiente segundo de todas maneras, porque todo el cuerpo le arde en ese mismo anhelo de siempre, ese que es constante y que siente por él en todo momento, fuera de su celo, dentro de él, incluso cuando está sumergido entre sus sueños y es capaz de percibir esa protección que el alfa le ha brindado desde el primer instante en el que congeniaron luego de ese incidente bajo la lluvia tardía y esa discusión excesivamente dramática que terminó con ellos besándose por primera vez y con la promesa de una cita que se dio esa misma semana y que ha terminado en este tipo de vida que Harry no cambiaría por nada en el mundo.

La mordida le pica en la nuca, fastidiosamente, en una sensación punzante a la que ya debería de haberse acostumbrado por lo menos en ese día porque es la quinta —¿o sexta?— vez que lo molesta, y el bios quisiera ser capaz de prestarle la debida atención que se merece, tal vez rascarse o pedirle a Louis que lo calme de la misma manera en la que lo ha hecho con anterioridad.

No obstante, y como todo en ese día, no logra hacer ninguna de esas cosas, porque está muy ocupado gimiendo en  voz alta tan pronto como siente que el músculo bucal del castaño se desliza hacia arriba, repasando la rugosidad de sus rellenos testículos sin dejar de mover los dedos dentro de él, los succiona por un momento, algo breve que el rizado no logra disfrutar completamente porque Louis está determinado a continuar con su ascenso hasta que pronto está saboreando su entrepierna tan dolorosamente endurecida y que hasta ahora ni ha recibido ningún tipo de atención cuando el centro de enfoque ha sido otro lado.

Harry se atraganta con su propia saliva y por poco se convulsiona mientras sus muslos se sacuden a pesar de que se clava las uñas para contenerlo, la acción del alfa thánatos lo toma por sorpresa completamente y solo le queda dejarse llevar por esa nube de satisfacción que lo rapta mientras Louis le rodea la masculinidad con la mano que le queda libre para poder encargarse de ella con la misma dedicación con la que ocupa su orificio más privado y sensible.

Se le hace inevitable el no sisear en voz alta, piensa que Louis es espantosamente cruel con él tras haber empezado a dejar besos diminutos en la punta que se convierten en succiones magníficas que no lo dejan separar las pestañas, y el hecho de que el olor a frutos rojos empiece a llenar la habitación en conjunto a la primavera que se desprende de sus propios poros solo lo excitan hasta el punto en el que cree que se va a correr en esos instantes.

No quiere hacer, a pesar de todo, porque entonces se perderá de los latidos del corazón ajeno que tiene su nombre tatuado con esmero, y también de esa fiereza en la que Louis se sumerge cuando hace que termine por primera vez, como si fuera su mayor orgullo, como si se tratara de su más grande hazaña y el inicio de un millar de orgasmos a los que Harry tiene que sobrevivir y que lo hace con mucho gusto tan solo para arrepentirse al día siguiente tras quedar sumamente adolorido y espantosamente irritado.

No le ayuda en nada que la fragancia de su propio lubricante también se le agregue a la mezcla de olores que comienzan a empalagarlo, especialmente desde que la saliva en su lengua se ha vuelto más espesa y los quejidos de gustos se le mezclan con los chapoteos que produce su relente entrada y aquellos dedos ajenos.

Las manos del omega viajan por sí solas ahora y de la manera más independiente de todas cuando Harry no consigue sincronizar sus extremidades ni nada que tenga que involucrar su razonamiento. Se suelta las piernas sin aviso previo y sus dedos encuentran el camino hacia todo ese sedoso cabello castaño, trazando con las yemas los mechones espesos sin siquiera dudar y con una pizca de desesperación, pasando por todo el valle de su cráneo tan solo para frotárselo y eventualmente, justo cuando Louis lo toma por completo en su boca, hasta que tiene la cavidad repleta de su hombría y ha agregado un tercer dígito porque él es así de cruel.

Le cierra los dedos entre las hebras y lo empuja un poco más cerca, provocando que su miembro quede un poco más adentro ahora, cepillando una y otra vez lo que vendría siendo la tentación de un alfa que está teniendo sus propios problemas aparte y probando la débil resistencia de una omega que no lo llamaría como tal.

Un suspiro tembloroso termina abandonándolo por la nariz, completamente en vano cuando un gemido se pierde en el techo de la habitación hasta que no queda ni siquiera el recuerdo y tiene que ser reemplazado por uno nuevo, y otro, hasta formar un cántico de sirena basado en los movimientos que el castaño traza con su lengua, con su cabeza, con los bordes de su boca y esos dedos que le brindan estocadas profundas y que cepilla su cavidad hasta dar con su punto más dulce y torturarlo con ello.

—A-Alfa —susurra con mucha pena, con los ojos llenos de lágrimas, con el abdomen sumamente apretado en su juramento por retrasar su rendición ante todo ese placer que le colma las venas hasta hacerlo sentir borracho.

No tiene absolutamente nada que decir después de eso, y de todas formas no le ayuda en nada su desesperante insistencia por arquearse, por mover las caderas en nuevas estocadas que bien puede provocar que su miembro vaya más profundo en la garganta de su novio o que la intromisión en su agujero sea mucho más honda de lo que ya lo está siendo.

Pero lo intenta, de verdad que lo hace, con todas sus fuerzas para no caerse de esa montaña a la que ha sido obligado a subir, incluso cuando falla miserablemente y las caderas se le tensan en un nuevo escalofrío que lo recorre y que le ocasiona esta nueva contracción en la zona más baja del vientre que le hace saber que su necesidad por correrse es mucho más grande que lo que sea que esté intentando probar.

Así que Harry va a terminar, realmente va a hacerlo, y tiene la intención de hacer el anuncio a través de ese empujón que pretende darle a su novio para que no tenga que pasar por el embarazoso instante de derramarse en su cavidad bucal con varias convulsiones inestable y absurdas, hasta que abre los ojos y Louis se aparta de él de pronto.

Lo hace con un chasquido y un hilo de saliva que queda conectando sus hinchados labios y su punta rojiza. Alza esos ojos del cielo hacia él, casi nocturno al tener el negro de sus pupilas abarcando cada esquina de sus iris, y gruñe en voz muy baja mientras conserva ese aspecto desastroso en el que su cabello está sumamente despeinado y tiene este asunto inmenso sucediendo en su propia entrepierna.

Harry se exalta ante la vista que le queda del amor de su vida y quizás tiene mucho que ver el hecho de que el castaño golpea su próstata con uno de los dedos, porque de repente se rinde y se corre con un gemido profundo y todos estos espasmos que lo sacuden de pies a cabeza.

Solloza con fuerza mientras se derrama y se rompe, llora a lágrima viva al estar sobre estimulado y demasiado lleno y en todo en lo que puede pensar es que está a un orgasmo más de pasar a la otra vida y que definitivamente no puede llevar el mismo ritmo que Louis pretende que conserven apenas siendo el primer día.

Los fluidos saltan sobre ellos sin piedad, otra vez aterrizando en sus pechos y sus abdómenes, dejando un desastre entre ambos a pesar de que esta vez ha salido en menor cantidad y mucho más aguado que antes. No importa, de todas formas, quedan sucios por ese rocío primaveral y Harry exhala creyendo que esta será la última vez y que ya por fin podrá descansar, pero se da cuenta de que no tiene la menor de las oportunidades de siquiera recuperar el aliento, porque su amante le recoge todo el líquido y se lo deposita en la lengua sin siquiera avisarle al respecto, tan solo para dejarlo vacío por el instante en el que se inclina sobre su enrojecido pecho y juntar sus bocas en un desastroso beso.

Sus jugos íntimos se intercalan en sus bocas con la birria de la saliva que siempre está presente en compañía de sus alientos quejumbrosos que ni significan nada al sumergirse en el nuevo beso que termina siendo más obscenamente que todos los anteriores, ese que representa toda la excitación que vuelve a caer sobre ellos y que abre paso a esa bestialidad que ambos guardan dentro, a esa necesidad por fusionar sus cuerpos una y otra vez, hasta que la sangre de sus venas se convierta en una sola hasta que el ardor en sus corazones encuentre la tranquilidad que necesitan aún entre el sudor y la sensibilidad y todo este tacto que solo los hace lucir hambrientos y deseoso, la efervescencia habla por sí sola, toma las riendas del destino de cada uno, hasta entrelazarlos indudablemente y hacer con ellos lo que se le antoje.

Todo llega a ser una mancha borrosa de neutralidad y un delicioso salvajismo al que Harry es sometido en el instante en el que el alfa se hunde dentro de él, con su miembro impresionante, increíblemente ancho, rocoso y firme hasta la locura, encajando perfectamente en su interior y en sus bordes porque es cierto que Louis lo ha moldeado a su tamaño y lo ha entrenado para que lo reciba incluso sin preparación.

Hay una línea que no debería de ser cruzada pero que ambos pasan de largo de todas maneras, la cama rechina con el vaivén de sus cuerpos y ese lado animal que poseen en lo más profundo de sus espíritus sale a relucir en conjunto de la lujuria y toda esa suciedad íntima en la que se regodean y se regocijan como si fuera lo único que pudieran hacer, lo último.

El dolor se hace presente, pero no es tan frente como el ardor que los gobiernan mientras sus bocas continúan en esa unión prometedora en la que sus lenguas continúan encontrándose una y otra vez de la misma manera en la que las caderas de Louis hallan los glúteos de su omega, aumentando el ritmo de sus estocadas, tragándose con sed incesante cada uno de los sonidos que el rizado deja escapar, siendo brusco al salir, muchísimo más violento al entrar, hasta que sus testículos insisten en colisionar contra las nalgas de un rizado que está viendo manchas negras y cuya consciente se está escabullendo lejos de él con mucho sigilo para desaparecer al final.

En un momento de lucidez breve, escucha a Louis gruñir con fuerza, un sonido gutural que se le mete entre los recovecos del alma y que resulta ser suficiente para que su cuerpo reaccione de forma positiva y se apriete alrededor de su magnánimo grosor, abrazándolo por ese segundo pasional en el que el thánatos lo besa con delicia y con la misma fiereza, sin robarle todo el oxígeno que le queda en los pulmones pero llevándolo a la orilla de sus cincos sentidos para que sea capaz de percibir todo lo que hace con él, la forma en la que proclama su cuerpo, su esencia, hasta jactarse de su placer y su agonía con tanto gusto que se le refleja en todas sus gloriosas facciones.

El traqueteo de sus cuerpos chocando es de las únicas melodías que gobiernan la habitación, en conjunto a sus respiraciones temblorosas y la serenata de gruñidos y gemidos que se mezclan en un canto de amor sin letra.

El delicioso aroma de sus éxtasis los envuelve, provocados y yendo en aumento por esa increíble y duradera excitación que lo único que provoca es que Harry se corra de nuevo, esta vez sin previo aviso, sin preámbulo ni preparación previa, por suerte con menos fuerza que la ocasión anterior, pero conservando el mismo fervor de todos esos encuentros románticos que han tenido a lo largo del día.

Y es excelente, es una completa delicia el hecho de que se queda con ese hormigueo incesante en la parte baja de la pelvis que se percibe como una tortura en la misma cantidad que se siente como un milagro, una exquisitez que por el momento no quiere que se detenga pero que de todas formas tendrá que hacerlo en algún momento.

Ese instante —y para el agradecimiento de la espalda de Harry, quien solo ahora es que se está dando cuenta de lo mucho que le está doliendo la posición y que Louis aparentemente tiene la intención de rompérsela— llega cuando menos se lo espera, justo en el momento en el que Louis lo abraza con tanta fuerza que todo su cuerpo llega a doler y tiene que esconderse en la esquina de su cuello para poder sollozar y llorar en silencio por la manera en la que sigue siendo tomado con esa misma fuerza.

Sus oídos ahora se llenan de gruñidos y jadeos sofocados, una y otra vez, haciéndolo temblar y derramar todas estas lágrimas que intentan liberarlo de la sensación abrumadora y de la presión revoltosa que queda en su espíritu por esta unión.

Louis finalmente se encuentra de frente con su redención cuando todos sus músculos se tensan y su anatomía convulsiona en estos repetidos espasmos de su propia efervescencia. Lo hace con un quejido ronco e inentendible, con Harry aferrándose a su espalda como si creyera que en cualquier instante se va a caer, como si tuviera ese miedo de perderlo dentro de todo ese placer mientras su propio interior se llena por milésima vez de todos estos chorros abundantes de una corrida tan espesa que lo obliga a volcar los ojos y a respirar en voz alta.

El líquido pegajoso se riega por sus entrañas con tanta premura que si les llega a los órganos y se le sale por la nariz estaría sumamente asqueado más no demasiado sorprendido.

Gimotea de la forma más lastimera de todas, especialmente cuando el nudo se hincha del mismo modo tan doloroso, ese que lo obliga a apretar el abdomen con la esperanza de poder lidiar con esa pena de sentir como sus paredes internas, extremadamente sensibles, son extendidas a centímetros imposibles que le hacen creer siempre que lo van a romper.

Louis sisea al sentir la tensión en el cuerpo de su omega, y le regala un millar de besos por la frente y las sienes y el borde de los ojos antes de acunar su enrojecido y empapado rostro con sus manos para dejarle una caricia amorosa en la boca.

—Todo está bien —lo consuela en voz baja y todavía muy cansado, sabiendo perfectamente lo mucho que Harry lo necesita, porque en instantes como estos es bastante fácil para él rizado caer en un temor que ninguno de los dos se explica—, ahora sí podemos descansar.

Harry asiente rodeando sus muñecas para sostener su confianza en él, y deja caer los párpados con paciencia mientras el alfa continúa con su recorrido por los alrededores de su rostro y lo calma con pequeños tarareos que bien podría ser su espíritu animal buscando apaciguar la tensión que logra sentir en su compañero al estar compartiendo el mismo lazo que los conecta en cualquier parte del universo.

Y el rizado lo agradece, infinitamente se siente agradecido de su gentileza —aun después de casi haberle quebrado las espaldas y de probablemente haberle soltado los músculos del trasero— y de su cuidado absoluto, y lo hace hasta el punto en el que se olvida por completo de que este ha sido sólo el primer día de sus celos sincronizados y que todavía les quedan otros cuatro más.

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