Mi ambedo, tu litost (#PGP202...

Von HeOrdinisEtChaos

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Blake Graham y Kerrick Mills, dos chicos que lo tienen todo, sin necesidad de envidiar a otros porque a ambos... Mehr

Epígrafe
Prefacio
Capítulo 1: La agridulce ironía de la vida (Blake)
Capítulo 3: Adulaciones y reconocimientos incapaces de consolar (Blake)
Capítulo 4: Pasos firmes para alcanzar grandes metas (Kerrick)
Capítulo 5: Caprichos ajenos sobre mi espalda que no pedí (Blake)
Capítulo 6: Avances constantes a pesar de las dificultades (Kerrick)
Capítulo 7: Discusiones constantes con un rostro amargado (Blake)
Capítulo 8: Tregua de un día para no terminar arrastrándonos (Kerrick)
Capítulo 9: Una dulce victoria y una propuesta (Blake)
Capítulo 10: Una derrota que significó grandes progresos (Kerrick)
Capítulo 11: El extenuante sentimiento de no recordar pero sentir (Blake)
Capítulo 12: Comportamientos extraños y Acercamientos inesperados (Kerrick)
Capítulo 13: La calma después de la tormenta siempre tiene repercusiones (Blake)
Capítulo 14: Iniciando una nueva etapa con pie derecho, o quizá ¿izquierdo? (K.)
Capítulo 15: El mar de mentiras que inunda tus ojos y amenaza con ahogarnos (B.)
Capítulo 16: Los días vuelan en tiempos de paz y las relaciones afloran (K.)
Capítulo 17: La paz que anticipa una caída inevitable. Parte 1 (Blake)
Capítulo 17: La paz que anticipa una caída inevitable. Parte 2 (Blake)
Capítulo 18: Una colisión de orgullos capaz de detener el tiempo. Parte 1 (K.)
Capítulo 18: Una colisión de orgullos capaz de detener el tiempo. Parte 2 (K.)

Capítulo 2: Un desastroso inicio lleno de expectativas (Kerrick)

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Von HeOrdinisEtChaos


Kerrick

Es sorprendente lo rápido que el tiempo transcurre cuando estamos en vacaciones, pues pareciera que apenas ayer estaba terminando el segundo año de bachiller, y ahora que me digné a revisar el calendario, me entero que acabo de desperdiciar mi último día de libertad encerrado viendo películas. Mañana inicia mi último curso de bachiller, una vez que por fin me gradúe, mi etapa universitaria dará inicio y podré estudiar lo que quiero y esforzarme para callar a todos los que me subestiman.

Verdad, acabo de recordar por qué mis vacaciones se sintieron tan cortas. No alcancé a obtener la nota mínima en Historia y Química, así que me tocó pasar unas cuantas semanas tormentosas con las explicaciones para nada agradables de los profesores, y después tuve que rendir exámenes preparados especialmente para nosotros; las ovejas negras que manchaban la magnífica reputación de nuestro tan elitista instituto.

Pero oigan, todo tiene una muy buena razón. A pesar de intentarlo con todas mis fuerzas, la clase de historia simplemente no me llama la atención, o tal vez pueda ser que la falta de pasión del profesor en explicarnos o al menos intentar que nos interese algún tema, es el verdadero problema. Y ni hablemos de la maestra que imparte química, pues ella solo se centra en avanzar sin siquiera asegurarse de que hayamos entendido o si tenemos alguna duda, no le importa en lo absoluto. Ambos docentes son los típicos que se quejan y hablan pestes de la mayor parte de los alumnos, y solo prestan atención a aquellos cerebritos que captan todo rápido.

Además, tampoco es como si esas asignaturas fueran realmente importantes para mí, ya que pienso seguir administración empresarial en la universidad, y una vez obtenga mi título, me haría cargo de alguna subsidiaria perteneciente a la empresa familiar. 

Y sí, no tiene sentido el querer demostrarle a los demás que soy capaz, si al final tendré todo seguro, independientemente de mis resultados en el ámbito académico. Pero tengo un plan: aceptaré trabajar al menos un par de años en la empresa para obtener la experiencia necesaria, luego renunciaré y empezaré de cero, abriéndome paso por mi propia cuenta para al final poder decir que lo hice, que aquel joven tonto, en el que nadie creía, lo logró.

Al menos eso es lo que espero alcanzar a futuro. No me gustaría estancarme y terminar convirtiéndome en lo que todo el mundo dice de mí; el holgazán que no se preocupa por nada porque tiene la vida asegurada.

—Lo juro, jamás vuelvo a dejarte elegir la película que veremos —se quejó mi amiga—. Desperdicié casi dos horas en esa bazofia.

—¡Pero si estuvo buenísima! No es fácil encontrar tan buena trama como esa.

—¿Estamos hablando de la misma película? Porque no puedo entender en dónde está lo bueno cuando nos referimos a la estúpida idea de payasos asesinos que llegan del espacio. Además, ¿viste las escenas de los asesinatos? Fueron malísimas.

—Pero qué te pasa, Amy. Al parecer, no eres capaz de reconocer una grandiosa obra cinematográfica aunque la estuvieras viendo —me quejé, pero entonces pensé en lo que dije y comencé a reír—. No es mi culpa que tengas tan malos gustos.

—Eso es exactamente lo que yo te debería decir, Kerrick.

—Como sea... —me quedé callado mientras comía las últimas palomitas que quedaban en el plato— ¿Estás lista para mañana?

—Por supuesto que sí —respondió con una gran sonrisa, y sabía el porqué de la misma. Ella estaba decidida a encontrar un nuevo amor que al menos le durara el año escolar, pues había terminado con su último novio hace tan solo una semana porque descubrió que la engañaba con la mejor amiga de él—. Tengo grandes expectativas para estos siguientes diez meses. Pero dime, ¿por fin piensas darle una oportunidad a alguna de las chicas que están tan coladitas por ti?

—Quién sabe, quizá —suspiré—. Sería más fácil si no me importara que solo quieran estar conmigo por acaparar la atención de los demás.

—Estoy segura de que encontrarás a alguien que valga la pena —me abrazó—, y yo me encargaré de ello, lo prometo.

—Ojalá —fue lo último que dije antes de comenzar a ver otra película y seguir perdiendo las últimas horas de tranquilidad que me quedaban.

A las siete de la noche, el hermano de mi amiga pasó a recogerla. 

Como Mary, la encargada de las tareas del hogar, estaba preparando la cena, aproveché para buscar con antelación mi uniforme y plancharlo por mi cuenta. Quería comenzar a ocuparme de mis tareas, pues no siempre iba a tener a alguien que hiciera todo por mí, así que debía volverme más independiente, poco a poco.

Sobre mi cama ya estaban todas las prendas, y asimismo la plancha que le había pedido a Mary antes de subir a mi cuarto, la cual, debo aclarar, me quedó viendo con duda y temor cuando se la pedí, porque vamos, ella sabía muy bien que nunca llegué a utilizar aquel electrodoméstico y seguro creía que terminaría quemando lo que intentara planchar.

En el momento que iba a conectar el aparato, mi celular vibró por alguna notificación, así que lo revisé. Era un correo del colegio, enviaron un documento con las indicaciones para la ceremonia; la vestimenta, lo que se debe llevar, los puntos que se tocarán en la misma y otro montón de cosas. Pero lo que llamó por completo mi atención fue una sola cosa: la imagen que indicaba los puestos asignados para los cursos. Solo bastó observar a quiénes pertenecía la primera fila para que la molestia se apoderara de mí.

Volvía a suceder lo mismo de cada jodido año, pues los "perfectos estudiantes" del Bachillerato Avanzado volvían a acaparar como siempre los mejores lugares, y estaba completamente seguro que mañana se pasarían elogiándolos y dándoles una importancia que no merecían. 

Eran tratados como los malditos reyes del colegio; tenían los mejores salones de clases con su equipamiento correspondiente, no eran obligados a realizar ceremonias, no participaban en eventos, tenían más tiempo de descanso, se la pasaban haciendo campamentos o viajes que según ellos, eran para aprender sobre empresas, puros motivos académicos. 

Ellos se encontraban en la cima, como ya lo dije antes, eran los reyes en la jerarquía escolar, mientras que todos los demás solo éramos unos plebeyos. 

Una situación de lo más irónica, puesto que quienes estudiamos en el instituto, sin excepción alguna, fácilmente nos podríamos considerar unos reyes, si es que nos referimos al dinero.

Dejando los divagues de lado y volviendo al tema de mayor importancia, comienzo a pensar en alguna forma para acabar con aquella situación tan desigual, doy vueltas de un lado a otro, observo cada rincón de mi cuarto como si la solución a mis problemas fuera a aparecer por allí. Y entonces, por más tonto que suene, un muñeco me da la respuesta que necesitaba, en ese instante lo decidí: Este último año iba a ser diferente, me aseguraría que ese trato especial terminara de una vez y por todas, y por supuesto que sabía cómo lograrlo.

Para poner en marcha mi plan desde ya, creé un grupo con los compañeros que estaba seguro, volveríamos a compartir curso. Una vez que todos estaban agregados, les comenté a detalle mi plan, al cual todos apoyaron con verdadera emoción. Y hubiera seguido puliendo los detalles, si no hubiera sido por el llamado de mi madre para que bajara a cenar.

En el comedor nos encontrábamos los mismos de siempre: mi querida madre, quien aún seguía con su ropa de oficina y lucía cansada por el día de trabajo tan ajetreado; mi padre que no podía despegar los ojos del plato de comida, lucía impaciente por comenzar a comer; y Mary que siempre nos acompañaba en la mesa desde que tengo memoria, pues ya era como otro miembro de la familia.

Una vez que todos estábamos en nuestros asientos y la comida fue servida, se dio inicio a la cena y, a su vez, comenzamos una plática amena entre nosotros. 

Mis padres hablaron de su día en la empresa y todos los problemas que les tocó resolver como consecuencia del descuido de un trabajador, y debido a ello, aseguraron que el resto de su semana será ajetreada. 

Mary nos contó acerca de la triste situación sentimental que atravesaba su hija mayor, pues le contaron y mostraron pruebas de que su novio de hace cinco años la había estado engañando hace mucho tiempo. También nos confesó que ahora su primogénita estaba pensando en convertirse en monja, porque de esa manera ya no sufriría más decepciones amorosas.

Luego de algunas anécdotas y unas cuantas risas, se dio una situación agridulce. El momento dulce inicio gracias a que el postre fue servido, era una exquisita tarta Sacher de chocolate rellena de mermelada de albaricoque y con una cobertura de chocolate blanco; toda una delicia. Sin embargo, el momento agrio también se abrió paso entre nosotros, y fue debido a que llegamos al punto que siempre intentaba evitar: hablar de mí.

—¿Estás preparado para mañana? —preguntó mi padre con tranquilidad—. Te recuerdo que ya inicias clases, por si lo olvidaste —soltó el primer ataque de forma disimulada.

—Como debemos atender una cuestión de la empresa a primeras horas de la mañana, saldremos antes de casa pero te veremos allá —dijo mi madre calmadamente—. Espero no llegues tarde, así que recuerda poner algunas alarmas y dormir temprano... —agarró una cucharada de pastel y la comió, luego me apuntó con el cubierto para continuar— Por favor, que no se vuelva a repetir lo mismo de siempre, al menos esfuérzate un poco —y justo ahí fue lanzado el segundo ataque hacia mí.

—Es tu último año, por lo tanto, intenta ponerle ganas desde el principio —la voz de mi padre se volvió más seria.

—Exacto —lo apoyó—. Sería una verdadera vergüenza que ni siquiera te puedas graduar al mismo tiempo que todos tus compañeros. Por ese motivo, apunta aunque sea al promedio base para aprobar, tampoco es que te pedimos algo imposible como ser el mejor de tu clase —comencé a enojarme al escucharla hablar así de mí, menospreciándome.

—Solo no nos decepciones tanto, hijo —mi padre palmeó mi espalda antes de levantarse con su plato e ir a dejarlo a la cocina, y mi madre lo siguió atrás. Yo solo quería ponerme a gritar o llorar, lo que sea que me ayudara a eliminar la frustración que sentía en ese instante.

Para evitar hacer algo estúpido, opté por subir a mi cuarto y encerrarme allí hasta el día de mañana. Así que le pedí de favor a Mary si podía llevar mi plato, a lo que ella me respondió con un por supuesto, y cuando le iba a agradecer por ello, mis ganas de echarme a llorar aumentaron al ver su mirada llena de pena por mí. 

¿Cómo era posible que mis propios padres no notaran lo que sus palabras me causaban? Otra persona lo hacía, pero ellos no.

—Sé que lo harás genial este año, tú encárgate de demostrarles a todos de lo que eres capaz —me animó la mujer que quedaba en la mesa.

—Gracias —fue lo último que murmuré antes de subir.

Entré a mi habitación y me lancé sobre la cama, coloqué tres alarmas consecutivas para que fuera imposible no despertarme. Me levanté a buscar el libro que comencé a leer hace algunos días; a pesar de que no era un género al que estuviera acostumbrado, me llamó por completo la atención. 

Volví a acostarme y detallé la portada; los tonos naranjas que asemejaban posiblemente a un atardecer, las curvas que se alzaban y bajaban para representar colinas a la lejanía, y en medio de todo, las siluetas de un padre sosteniendo de cada mano a sus dos hijos. El título de la obra literaria estaba posicionado en la parte central superior en cursiva: "Y las montañas hablaron". Puse mi playlist a reproducir y sonó Courage to Change de Sia. Dejé mi celular a un lado, le di la vuelta a la almohada para sentir el lado frío de la misma y di inicio a mi lectura.

No estoy seguro de cuánto tiempo pasé inmerso en aquella historia tan interesante, pero a medida que el tiempo pasaba, el sueño se iba apoderando de mí hasta que sin siquiera preverlo, mis ojos se cerraron por completo.

Los temblores inician desde mis manos y se expanden por todo mi cuerpo en cuestión de segundos, siento una brisa gélida que me acaricia la piel pero que se convierte en fuertes corrientes de viento calándose hasta mis huesos. El ambiente concuerda con la situación que estoy viviendo, no existe un solo rayo de luz que dé vida a mi alrededor, el cielo está siendo cubierto por inmensas nubes grises que indican la aproximación de una tormenta. Soy capaz de escuchar los truenos a lo lejos.

—Lo siento —escucho una voz distorsionada detrás de mí.

Me doy la vuela para saber de quién viene, pero no puedo entender lo que veo frente a mí; sé que es la silueta de una persona, pero es completamente negra como una sombra. No obstante, al alzar mi mirada, me topo con una máscara que cubre su rostro y contrasta con los ojos sin vida que me observan.

Me percato de que nos encontramos en una clase de acantilado, al fondo se extiende majestuosamente el manto de agua. El cielo se ilumina por completo para después retumbar con fuerza, a su vez, el eléctrico color azul se ve reflejado en el mar.

—Lo nuestro debe acabar —vuelve a hablar aquella figura—. Realmente lo lamento —en cámara lenta me percato de cómo cae la máscara que antes lo cubría, pero aun así, su cara es difusa. A pesar de ello, logro divisar las lágrimas que comienzan a recorrer su rostro, está llorando sangre y su llanto se vuelve más fuerte.

De forma inexplicable, siento un fuerte dolor en mi pecho y las ganas de llorar me invaden. No aguanto verlo en ese estado, sus palabras que se repiten sin cesar en mi cabeza acaban calando hondo en mí. Me duele.

—Adiós —se despide y empieza a caminar hacia el acantilado.

—¡Podemos hacer que funcione! —le grito con fuerza, pero la figura me ignora y continúa cada vez más cerca del borde—. Por favor, no me dejes —siento las lágrimas mojar mis mejillas. Pero la impotencia me irrumpe cuando intento correr y mi cuerpo no me responde, no puedo moverme. Ni siquiera entiendo por qué digo todo eso, las palabras salen por sí solas.

El manto celeste sobre nosotros se ilumina de nuevo por los relámpagos que esta vez son más grandes, al fondo se pueden contemplar algunos rayos cayendo uno tras otro.

Llegó al borde. Me regresa a ver y estira su brazo con lentitud hacia mí, como si estuviera intentando alargar aquel momento antes de cometer una locura. Sé lo que está a punto de hacer.

—No me hagas esto —suplico con mi mano en el pecho. La figura da un paso hacia atrás y luego otro; la mitad de sus pies se encuentran en el aire.

—Perdón, Kerrick.

—¡Joder, que te amo! —exclamo con todas mis fuerzas para convencerlo. 

Las palabras simplemente salieron de mí como si estuviera seguro de ello. Por primera vez, soy capaz de distinguir una expresión de sorpresa, pero es muy tarde porque pierde el equilibrio y su cuerpo cae hacia el vacío. No sé cómo pero corro intentando llegar a tiempo, mas no lo logro, me es imposible, solo lo veo descender mientras grito con tanto fervor que mi garganta duele. Y un instante antes de que tocara fondo, siento mis oídos reventar por un estruendoso ruido.

Me levanto sobresaltado y me doy cuenta de que me encuentro en mi cuarto y todo fue una pesadilla que se sintió demasiado real. Coloco la mano sobre mi pecho y noto cómo mi corazón late sin control, pareciera que se fuera a salir en cualquier momento. Entonces una gota cae sobre mi dorso, sin creerlo, me refriego los ojos y entiendo que son lágrimas.

Salgo de la cama y entro al baño para mojar mi rostro. Luego de ello, me acerco al balcón y recorro las cortinas para percatarme que afuera está lloviendo muy fuerte.

—Así que por culpa de esta tormenta tuve esa pesadilla tan espantosa.

Me tiro de nuevo sobre mi cama, me arropo y abrazo una almohada, y antes de percatarme, vuelvo a entrar al mundo de los sueños. Esta vez sin pesadillas, solo oscuridad absoluta.

No hay mejor sensación que estar abrigado cuando hace frío, pero es mucho mejor cuando descansas plácidamente en tu cuarto, bajo el abrigo de tus sábanas. Al menos así me sentía hasta que mi cuerpo se comienza a sacudir.

—Joven, Kerrick —escucho a alguien decir a lo lejos.

—Cinco minutos más —pido, pero solo obtengo más zarandeos. Entonces abro mis ojos.

—Joven, se quedó dormido y va a llegar tarde a la ceremonia —me levanto al instante al escucharla decir eso.

—No es posible, yo coloqué tres alarmas —cojo mi celular que está a mi lado y lo prendo... Bueno, al menos eso intento, porque me doy cuenta de que está apagado—. ¡Mierda! ¿Qué hora es?

—Ya son las siete y media —y ahí siento que mi mundo se cae, pues seguro todos ya están comenzando a llegar a pesar de que la ceremonia inicia a las ocho—. Pero no se preocupe, usted tome un baño y yo me encargo de tener listo su uniforme y el desayuno en un instante.

—Con el desayuno basta, ayer ya planché mi... —me quedo sin palabras al recordar que nunca lo planché, además que me he quedado dormido encima de él y lo terminé arrugando mucho más—. Soy un completo inútil —me quejo.

—Ya le dije, yo me encargo de eso, usted ahora vaya a refrescarse —me ofrece una dulce sonrisa la mujer frente a mí.

—Muchas gracias —digo antes de correr al baño.

Tomé una ducha exprés que no duró más de cinco minutos, me aseé, arreglé y me fui con el chofer que ya me estaba esperando. Decidí no desayunar porque si lo hacía, terminaría llegando cuando todo estuviera a punto de acabar.

Exactamente a las ocho y veinte, arribé en el instituto. Salí del auto y comencé a correr sin parar hasta llegar al elevador y subí al último piso. Mientras caminaba por el pasillo, me encontré con algunos maestros que me miraron con desaprobación por mi tardanza, aunque no le di mucha importancia al ver que no era el único que se atrasó. Pero cuando ya estaba cerca de la puerta principal, divisé a mis padres saliendo.

—Vaya, así que al final te dignaste a venir —comentó mi madre con molestia y se alejó de mí.

—Qué buena forma de comenzar el año escolar... —mi padre chasqueó la lengua con desagrado antes de continuar hablando— Lo único que te pedimos fue que madrugaras y llegaras a tiempo, pero veo que no eras capaz de hacer ni siquiera esa tarea tan sencilla.

—Lo puedo explicar, es que me...

—No me interesa escuchar excusas —interrumpió mi explicación. Decidí callarme y bajar la cabeza—. Como sea, ya nos vamos. Al menos presta atención al primer día —tocó mi hombro y siguió el mismo camino por donde se fue mamá, dejándome allí.

Entré y busqué mi asiento, mientras me dirigía hacia él, pude percatarme que algunos estudiantes bajaban del escenario. Al ver que se encontraba hablando el mismo molesto coordinador del Bachillerato Avanzado, supuse que los que habían estado antes allí, eran sus estudiantes. Y lo afirmé cuando ellos caminaban hacia la primera fila, con la cabeza en alto e irradiando superioridad.

—Actúan como si fueran unas jodidas celebridades —me quejé cuando me senté junto a mi amiga. Ella me regresó a ver y me saludó con un beso en la mejilla.

—Fue peor cuando los estaban alabando como unos jodidos genios hace tan solo algunos minutos, sobre todo a un tal Graham, a quien inclusive le dieron un diploma y todo.

—Otro idiota más.

La ceremonia llegó a su fin luego de que el director nos deseara suerte a todos en este nuevo año académico. Después de ello, cada curso se dirigió a su respectiva aula para empezar con las clases.

La misma rutina de cada año se repitió: los profesores presentándose, diciendo las asignaturas que impartirán y cómo trabajarán, dándonos una lista de útiles que necesitaremos, explicando el cronograma de trabajo y la malla curricular del primer quimestre. Nuestro dirigente nos obligó a elegir a un representante de curso que se encargaría de ayudar a los maestros. A pesar de que algunos me ofrecieron como candidato, decliné a la idea, además que les recordé que si queríamos lograr el plan que discutimos tan solo ayer, no podía ocupar ningún cargo en el curso.

El resto de las horas pasé hablando con mis amigos y contando lo que habíamos hecho en las vacaciones. Pero había un detalle que no me dejaba tranquilo; mi estómago clamaba ferozmente que le provea algo de comer. Así que en el instante que el maestro nos dejó salir, agarré a mi amiga del brazo y la arrastré para comenzar a correr y llegar rápido al comedor del cuarto piso.

Pero algo sucedió.

Bueno, más bien diría que alguien se interpuso en mi camino.

Cuando pasaba por las aulas del BA, de un momento a otro, un chico salió por la puerta y no pude parar a tiempo, así que terminé chocando con fuerza su brazo. Obviamente no paré y seguí corriendo sin antes decirle un escueto lo siento, que si soy sincero, no lo sentía en lo absoluto.

—Eres un bruto, Kerrick —me regañó Amy—. Al menos debiste parar y disculparte como es debido.

—¿Querías que le diera un beso y le pidiera perdón? No debí haberle dicho nada —me quejé—. Además, es uno de esos tirados a buenos del Bachillerato Avanzado, se lo merece.

—Qué grosero —recibí un golpe en mi brazo.

—Se supone que a ti tampoco te caen bien.

—A ver, que no sean de mi agrado, no quiere decir que me comportaré como una salvaje con ellos.

—Mejor olvidémonos de ellos y vamos a comer, me muero de hambre —zanjé la conversación y corrí hacia la señora que estaba atendiendo—. Por favor, me podría dar cuatro sándwiches y un té helado de limón.

Las siguientes clases pasaron volando en un pestañear, el sonido de la campana que anunciaba el finalizar de la última hora, resonó por todos lados. A pesar de que ya me quería ir a casa, no podía sin antes hacer algo importante.

—Chicos —llamé a mis compañeros—, me gustaría hablar acerca de lo que comenté ayer por el grupo.

—¿Significa que ibas en serio con eso? ¿No era por simple joda? —preguntó alguien que no reconocía.

—Por supuesto que era en serio —respondí con una gran sonrisa—. Me postularé para ser el presidente del consejo estudiantil... y quiero que me ayuden. 

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