Suplicarás © (2)

By EternalMls

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•Segundo libro de la bilogia "Arderás". (Para leer este libro, es necesario leer la primera parte titulada "A... More

Prólogo
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By EternalMls

Parte 2/2

Me obligue a conducir lo más lejos posible de la casa. Ver por el pequeño espejo retrovisor como las paredes ennegrecidas comenzaban a volverse pequeñas y el vacío a mis espaldas donde antes se habían escuchado tantas risas y llantos desconsolados, ahora ya no quedaba nada. Pensaba que en algún momento podríamos volver solo una vez más, volver a lo que había sido nuestra vida antes de todo, antes de los Pierce.

Maniobre el coche atravesando cada esquina hasta llegar cerca del puente Golden Gate. Quería estar lo más lejos posible de la figura de Sky y de todos los que sabía que estaban asechando muy de cerca. Si ella estaba tan cerca, quizás Zack estaba con ella, o Ross. No sabía con total certeza si ellos habían sido los culpables, pero mi corazonada jamás me traicionaba. Estaba segura que ellos eran los responsables.

¿Y si habían cumplido su cometido? ¿Si tanto Mia como yo ya no estábamos consientes en este mundo? Sabía que los movimientos de Zack eran calculados, pero torpes. Había dejado huellas en mi casa, pero casi todo el fuego se lo había llevado consigo dejando un misterio ante los ojos de todos lo que deseaban comprender que había sucedido.

Si ya no estaba aquí, en lo único que podía pensar era en que habría sucedido con Dereck. Para mi buena suerte, nada malo nos había sucedido, estábamos sanas físicamente a pesar de que nuestro cerebro se deterioraba con el tiempo.

Sabía que debía llamarlos con urgencia y decirles todo lo que había pasado, pero ninguno de ellos, salvo Jacob, estaban al tanto de lo que estaba haciendo a pesar de que mis planes cambiaron su curso. No diría nada hasta llegar a la cabaña.

El coche parecía tener vida propia. Mis pies presionaban a fondo los pedales y mis manos se aferraban con garra al volante, pero no estaba consciente sobre el camino que circulaba, era como si una nube grisácea me bloqueara los sentidos. Sin pensarlo hice el recorrido que habitualmente usaba para ir a mi trabajo y estacione en un lugar disponible en el aparcamiento solitario.

Me quede en silencio mirando el bar desde mi asiento. Solo pasaron un par de días desde la última vez que había pisado el interior con el delantal correspondiente y por desgracia no podría volver. Tenia el ligero conocimiento de que si volvía sola, algo malo podía ocurrirme. No me importaba si me despedían, tenía otras prioridades por el momento.

Mire de reojo a Eren, quien mantenía su mirada cabizbaja y reparaba con pesadumbre a pesar de tener la ventanilla del coche baja. Gire toda la cabeza para centrar toda mi atención sobre él, la cual captó al instante y me miró con la misma intensidad que yo lo estaba haciendo. Por sus ojos divagó la duda, tenia curiosidad sobre lo que trascendía en mi vida y como lo estaba enfrentando de una forma casual, como si todo lo ocurrido no me afectara cuando en realidad me estaba rompiendo a cada minuto que transcurría.

Tenía miedo, sabía que él temía por lo que mis cuerdas vocales pudieran vocalizar, pero era tarde, debía explicarle a fondo todo lo que había sucedido. Hable rompiendo el ambiente lúgubre y pesado dentro de las cuatro paredes que nos encerraban. Le explique todo lo que había sucedido antes de volver a San Francisco, como los Pierce invadieron mi mundo rompiendo todo a su paso con su plan tan macabro y en parte, razonable. Le explique tantas cosas que mi lengua comenzaba a entreverarse y las palabras no me surgían con facilidad. Terminando mi explicación, también le dije lo que estaba pasando en este momento con lujos de detalles. Me había llevado un buen tiempo expresar cada cosa transcurrida, pero era necesario para que Eren entendiera todo el contexto.

No habló, no me detuvo al hablar y contarle todo lo que había padecido por ellos y mi padre. Le agradecía como se limitaba a centrar su mirada en mis pequeños ojos que, cada vez que mi boca se abría para expulsar una mínima frase, se llenaban se lagrimas.

Boquiabierto, sin desviar la mirada de mis pupilas dilatadas y escuchando todo lo que le decía sin objetar, sacudió su cabeza desviando sus ojos a la playa.

- Dios mío.

Fue lo único que salió de su boca y con un movimiento brusco descendió del coche.

Sin saber que hacer copie su acto. Abrí la puerta y junto al viento que circulaba por la zona, camine hasta rodear la parte delantera del vehículo y quedar a solo unos extensos centímetros de su lado.

Lo divisaba desde la lejanía. Tenía un poco de desconfianza y eso hacía que me quedara lejos de él, pues por algún motivo estaba actuando cesante. Eren llevó ambas manos a su nuca y al juntarlas se dispuso a mirar como las gaviotas posaban sobre las rocas que eran golpeadas por el agua cristalina.

- Por esta misma reacción tenía miedo de decirte lo que sucedía. – Confesé y mi labio tiritó, obligándome a colocar las manos en los bolsillos delanteros de mi abrigo.

El rubio dejó caer sus manos y volteó indiferente.

- ¿Miedo? – Pregunto sarcástico y se acercó expedito – Es lo que menos debes tener conmigo, Samanta. De haber sabido todo lo que te estaba ocurriendo te podría haber ayudado.

- No es tan simple...

- Te podría haber ayudado desde antes de saber que ese Pierce estaba en San Francisco. – Me detuvo a medio hablar y su disgusto mezclado con decepción invadió nuestro espacio personal – Claro, con razón actuabas tan extraño después de que fuimos a la discoteca.

Recordó y me obligue a rememorar todo lo que había sucedido en este corto tiempo donde había visto a Dereck en uno de los palcos de la discoteca.

- Entiende que no quería involucrarte en esto - Eleve la voz y su rostro se endureció.

- Y tú entiende que ya estoy involucrado desde hace mucho tiempo con ese desgraciado, y ayudarte no haría la diferencia.

Sentí su cercanía, como una intimidación directa pero manteniendo la compostura. Se alejó para aproximarse al coche y apoyar toda su ancha espalda contra una de las puertas cerradas. Manteniendo mis pies firmes sobre el cemento, como si estuvieran clavados en ese sitio, mi memoria se iluminó recordando el momento exacto en donde Eren tomaba por la fuerza a Dereck creyendo que era su gemelo. Solté una pequeña risita para mí misma sabiendo que nos encontrábamos en el mismo lugar que eso había sucedido y a la par, saber que él no tenia conocimiento en ese momento sobre un posible gemelo.

- Recuerdo exactamente cuándo amenazaste a Dereck pensando que era Zack... - Rememore en voz alta. No sabía si la mueca en mis labios era una pequeña sonrisa de gracia o desgracia.

Ahora que ya le había relatado toda la historia antigua que volvía a repetirse, Eren ya estaba al tanto de que los gemelos Pierce podían ser destructivos, pero separados podían causar un problema aun mayor.

- ¿Sabes que fue lo mas cómico de todo esto? – Me preguntó y me miró por unos efímeros segundos - Que Zack tuviera un gemelo, y tú estés enamorada de la persona que te destrozó la vida.

Aquellas palabras me habían dado un pequeño golpe en el pecho. Sentí el dolor, sentí como mi cuerpo se descompensaba al igual que todo a mí alrededor. Era cierto, todo era tan cierto y a pesar de que lo aceptaba, aun muy en mi interior ya no dolía, mas bien, ardía.

- Eren, no hace falta que me hagas recordar eso.

- ¿Por qué? ¿Ya perdonaste al gemelo bueno? – Inquirió con descaro y por un momento pude ver que rodeo los ojos. Estaba indignado, y estaba en todo su derecho estarlo - Después de todo lo que te hizo pasar ni siquiera debería tener los huevos para hablarte.

- Así como tengo la opción de odiarlo, también puedo perdonarlo.

Refute despacio y con suma calma sin mirarlo directamente, cuando él hacia todo lo contrario. Su cabeza giró sin dejar de estar apoyada sobre el coche y negó al mismo tiempo sin creer lo que acababa de salir por mi boca, pero no objetó, más bien se mordió el labio inferior por unos extensos segundos hasta largar todo el aire comprimido que llevaba cargando desde que había terminado de narrar.

- ¿Y él perdono a su hermano? – Consultó y me exigí en mirarlo.

No parecía una pregunta con importancia, pero la calma que salió con su duda me dio el pie a que respondiera de igual manera.

- No... bueno, él me ha dicho que no lo haría...

- Si una vez te mintió, ¿Qué te hace pensar que no lo haría otra vez?

- Basta, Eren.

- Solo estoy intentando que abras tu cabeza y sepas con la persona que estas y quiero que entiendas lo peligroso que es para ti estar en esa cabaña con esos dos hombres. Es más, Mia todavía está allí y la dejaste sola...

Su manera de expresarse era desesperada, pero oculta tras un fino manto de calma absoluta. El era una persona protectora, algo agresiva cuando se lo solicitaba pero jamás haría algo indebido. Este era el momento donde su rabia acumulada había explotado y dejando ligeros dolores en el camino.

Estaba en lo cierto, pero yo también tenía mis propias razones por las cuales hacia lo que estaba haciendo.

- Todos los que estamos ahí somos perseguidos por el mismo hombre, y los cuatro podemos ser asesinados estando o no juntos en esa cabaña. Por lo menos, allí tenemos tiempo de saber que podemos hacer contra Zack y quienes estén con él.

Explique intentando que captara lo que estaba ocurriendo. Cuando me miró y sus ojos fulminantes se ablandaron, por sus orificios nasales desprendió aire agotado.

- No puedo hacerte cambiar de opinión, así que iré contigo.

- No dejare que salgas herido, o peor, solo por mi culpa. – Me acerque sin que Eren lo pidiera.

- Ambos estamos detrás del mismo objetivo, no olvides eso.

Me apoye a su lado colocando mis manos heladas en los bolsillos del abrigo para luego voltear y mirar al rubio directamente. En algún momento debía salir la pregunta y este era el mejor momento, a pesar de la tensión, para hacerlo.

- ¿Cuál es tu historia con Zack?

Pregunte tirante y Eren me dejo ver una ligera sonrisa serena. Volteó su rostro hacia la playa y su mirada se retuvo en aquel lugar dudando en si estaba en lo correcto decirme aquello que lo estaba atormentando.

- Es difícil. – Soltó.

- Tranquilo, si no quieres decirme esta en todo tu derecho no hacerlo.

Escuche que de su boca se le escapaba una diminuta risa, algo ronca y dolorosa para ser exactos.

- No creo que sea correcto que tu tengas que contar todo lo que te han hecho esos malditos Pierce y yo me quede callado.

Su cabeza rotó una vez más hacia mi lado y sentí que decidió mantenerla en ese lugar mientras se preparaba mentalmente para lo que sucedería a continuación. Con cuidado, me despegue del coche y sin pensarlo me acerque a su cuerpo para tomar su mano libre la cual estaba tan fría como un iceberg. Junto a mi tacto sentía como el calor comenzaba a emanar de ellas.

Por su seriedad, sabía que algo realmente oscuro había sucedido.

- Hace un año y medio, o quizás un poco más, no recuerdo bien hace cuanto fue, pero sé que era verano y con toda mi familia hicimos una breve escapada hacia México, unas mini vacaciones. Estar en Toluca siempre era encantador. Desconectarme siempre del estudio en las cabañas de mi familia en lo alto de las montañas a veces me relajaba y respirar otros aires era lo mejor para mi, pero más para mi hermano. Mateo era una versión miniatura de mí, aun seguía en preparatoria y estaba a solo meses de graduarse. Decía que quería ir a la universidad de Los Ángeles, a Belmont específicamente... Allí estudiabas tú, ¿No? – Me preguntó y asentí en silencio – Era un gran deportista, le encantaba jugar al baloncesto y a veces jugaba muchos videos juegos...

<< ¿Por qué está hablando de su hermano en pasado? >> pensé.

- Cuando estábamos en las cabañas nos gustaba adentrarnos a un pequeño bosque que se encontraba detrás del jardín trasero. Más que pequeño, si ingresabas allí era enorme. Al descender había varias cabañas sin uso y sin dueño, o eso pensábamos en ese entonces. Cuando por diversión, como lo era de costumbre cuando éramos pequeños, ingresamos en una de las cabañas y nos sorprendimos al ver que había pertenencias allí dentro. Todas las paredes estaban en buen estado, pero las tablas de madera en el suelo parecían deterioradas, pero había colchones limpios, objetos conectados a través de un extenso cable le cual les bridaba luz y alguna que otra penda de vestir mojada sobre la ventana. Lo peor de todo es que aun recuerdo todo como si fuera ayer y aun peor, sus voces así como cada palabra todavía retumban en mi cabeza.

Mateo decidió ingresar por si mismo aun mas en la cabaña comenzando a tocar cada objeto habido en la casa. Los levantaba de la mesa ratona, la cual debía ser blanca pero por estar tan desgastada ya ni había color en ella, las miraba con repudio y las dejaba caer en su lugar correspondiente. ¨Deja de tocar las cosas¨ le exigí, pero no me hizo mucho caso. Solía salirse con la suya, había aprendido de mis muchas cosas y aquella fue la única cosa que había querido que no aprendiera de mí. Sin que lo sintiéramos, una persona apareció detrás de Mateo. Recuerdo cuando me buscó tenso y sabia que por su cabeza había cruzado la idea de que esa persona detrás de él era yo, pero cuando me encontró y entendió que no estábamos solos, dio un ligero salto hacia mi lado volteando todo su cuerpo atlético hacia la persona que había hecho su aparición.

Era un muchacho joven, de mi edad o eso creía en ese momento. Todo su cabello era un desastre y sus ojos azules resplandecían sobre su piel ligeramente bronceada. Parecía consumido, se le notaban levemente las clavículas y la remera blanca desalineada le quedaba ancha cubriendo casi todo su torso. Nos gritó, nos gritó tan fuerte que parecía que se quedaría sin voz. Cuando note que sobre su mano reposaba un arma, me alarme. Todos mis sentidos se encendieron y la necesidad de proteger a mi hermano era mi única responsabilidad en ese instante. Luego, debíamos correr y salir tan rápido de ese lugar como podíamos. Mateo elevó ambas manos al aire y pidió tan sereno, como un niño pequeño, que no nos hiciera daño. Pidió con cuidado que bajara el arma y que nos iríamos de su cabaña tan rápido como llegamos. Le pedí perdón a ese muchacho, también le pedí piedad cuando su mano se elevó y apuntó el arma de fuego hacia nuestra dirección con intención de disparar a cualquiera de los dos. Volvió a gritar, se desahogó a su manera meneando el arma de un extremo al otro como un objeto inofensivo. Insultaba a su hermano, decía que era un inútil y que había hecho que todo saliera como la mierda. Seguía gritando, y cuando miró a Mateo, recuerdo exactamente que le dijo: ¨Tu me recuerdas a ese imbécil¨

Así sin más, sin que pudiera hacer otra cosa más que gritar a la par de ese loco cuando vi que una bala salió disparada hacia la cabeza de mi hermano. Mateo cayó sobre mis brazos y la sangre había rebotado en toda mi cara, pero no me importó. Llore, y grite tan fuerte sin saber que mierda hacer. Estaba desesperado, estaba totalmente desesperado y al ver como los ojos de Mateo se volvían opacos, ese brillo tan característico que servía como un ligero espejo, ya estaba opaco.

Mire a ese chico que le había disparado, y por mi mente lo único que se me cruzó fue la palabra ¨Mátalo¨. Quería hacerlo, jamás toque un arma en mi vida, pero quería arrebatársela y darle exactamente en el mismo lugar que le había dado a mi hermano, pero aun su cuerpo yacía sobre mi pecho que de a poco se teñía de rojo oxidando cada partícula de la tela y de manera consciente no podía dejar caer su cuerpo sobre el suelo para llevar aquel acto. No podía hacer una cosa o la otra, estaba en una total ida y vuelta, pero a pesar de que mis manos temblaban quería saber si aun respiraba. No pude comprobarlo, no podía sentir su pulso y solo era por mi desesperación.

No sé cómo ni cuándo pero otro chico ingresó a la cabaña, y lo único que pude escuchar de su boca fue decir:

- Zack, ¿Qué mierda hiciste? Maldita sea. – Gritó el muchacho a mis espaldas.

Quería voltear, necesitaba voltear para tener otro rostro grabado en mi mente a pesar de no saber si saldría con vida de esta cabaña. En ese momento, no sabía si el disparo se había escuchado en las cabañas fuera del bosque, pero tenía la esperanza de eso haya sucedido.

No podía moverme, tenía miedo. Tener a mi hermano en mis brazos, sin moverse, me nublaba los sentidos.

- No sé. – Respondió Zack.

Sus ojos miraban la pistola y la desviaba hacia mis globos oculares, unos que no dejaban de derramar lágrimas por cuenta propia y que lo único que sabían hacer, era mirarlo.

- ¿Entiendes que te están buscando en estados unidos y ahora parece que mataste a una persona en México? No sabemos a dónde mierda ir, maldito Pierce.

Pierce. En ese momento no sabía que significaba. Una empresa, un marca reconocida. No, un apellido. Lo conecte con su nombre: Zack Pierce. Me perseguiría a la tumba aquel nombre, o el mío lo perseguiría hasta matarlo, de eso estaba seguro.

- Estoy practicando para cuando mate a mi doble.

Enalteció una vez más el arma acercándose a mi paradero. Rodee con mis brazos el cuerpo entumecido de mi hermano y con cuidado me pegue a Mateo, sabía que acabaría de la misma forma que él. De todas formas, me lo merecía. No lo había cuidado, no lo había protegido como debía hacerlo un hermano. Había resultado un ser indefenso, un bueno para nada que había visto que ese tal Zack había sacado el arma y en vez de interponerme, me había alejado.

- Tengo que matarlo también. – Zack Pierce entonó aquellas palabras y sabía que había llegado el momento.

Sus palabras habían sido tan frías. No tenia empatía, él ya no la conocía. No era humano, y trataba a los de su misma especie como algo inferior. Así me sentía, como una basura que podían desechar en cualquier momento a su antojo y nadie sabría donde estaría mi cuerpo.

Me di cuenta en ese momento que así como nacemos, cualquiera podía terminar con nuestras vidas si quería. Éramos libres y presos de nosotros mismos.

Por suerte aquel chico lo detuvo a tiempo quitándole el arma y arrojándola al otro extremo de la habitación. Lo tomó por ambas manos y con violencia, hizo que todo el cuerpo de Zack quedara atrapado entre ese chico y la pared. Lo inmovilizó con su propio cuerpo, lo único que podía hacer era modular. Le gritaba que lo soltara, que debía matarme y enterrar nuestros cuerpos en las profundidades del bosque donde sabía que nadie nos encontraría. Nadie debía saber que ellos estaban ahí en esas cabañas, pero fue en vano. El otro muchacho no me miró, pero pude grabarme su voz y su aspecto, al igual que su tez morena.

- Vete de aquí, ahora. – Me obligó, y ahí entendí que debía irme lo más rápido posible.

Por fin pude movilizar mis piernas ya rígidas por sostener todo el cuerpo de Mateo. Lo cargue como pude. Pesaba mucho, más de lo que creía, pero la adrenalina me acompaño e hizo que mi cuerpo cargara el suyo sin chistar. Veía todo rojo, ya deseaba volver para matarlo de una vez por todas, pero quería salvar a mi hermano. Tenía esperanzas de que todavía estuviera vivo.

Salí de ese lugar temblando, escuchando como una voz femenina surgía desde el interior de otra cabaña vecina del bosque. Por unos segundos pensé que era una alucinación, pero por el rabillo del ojo divise una melena roja fuego. No quería ver, ya no quería ver más allá de la salida.

Grite tan fuerte que cuando salió mi familia y vieron como depositaba el cuerpo de Mateo sobre el césped, sentí que mi alma volvía a colocarse dentro de mí. Mis ojos volvieron a llenarse de lágrimas una vez más y toda la fuerza que había tenido, se esfumo en el preciso momento en que mi madre tomó con ambas manos el cuerpo de mi hermano y con desesperación, gritó tan fuerte que se quedo sin voz. A los minutos la ambulancia llegó y con ella, la policía. Les indique donde había sido el incidente, pero cuando llegue a ese lugar, lo único que había quedado eran las manchas de sangre pertenecientes a mi hermano.

Buscaron, y jamás encontraron nada. Pero yo, lo único que pensaba mientras Mateo estaba internado, en el momento que dijeron que su cuerpo no respondía y el día del entierro, era el hecho de que lo mataría. No me importaba si terminaba encarcelado, no me interesaba si terminaba tan roto como ese desgraciado, enloquecido y despiadado. Quería hacerlo.

Cuando vi a Dereck sentí que toda la adrenalina me consumía el cuerpo y hasta quería matarlo en ese momento, pero no pude, tenía respaldos. Fui lo suficientemente fuerte para calmarme en estos años, para superar esa escena desgarradora con ayuda de profesionales, fui fuerte al no llorar en cualquier lugar que lo recordaba y sonreír como patético. Milena ni Caterina lo saben, solo tú lo sabes ahora.

En ese momento, Eren dejo de hablar. Sin dejar de mirarlo, sobre su mejilla se desplazó una lagrima la cual descendía hasta terminar cayendo sobre sus zapatos. Una tras otra dibujaban líneas delgadas mojando su recorrido hasta desaparecer de su piel. Me acerque con cuidado y con mi dedo, sin vergüenza, limpie los restos de algunas que aun quedaban por derramar. Sin pensarlo, lo abrace. Lo abrace de una manera necesitada, quería que sintiera que no estaba solo y que estaría para el siempre que él lo precisara. Me aferre a su chaqueta de algodón y sentí lo mismo por su parte.

Sus manos actuaron rodeando mi cuerpo, posándose en mi cintura y su mejilla reposó en mi cabeza. Sentía su respiración agitada y su corazón bombeaba tan rápido que tenía miedo de que saliera disparado de su cuerpo. El silencio nos inundo, y fue la primera vez que disfrute como su respiración y la mía hacían un juego en el aire logrando un pequeño sonido casi audible solo para los dos.

- ¿Ahora me entiendes? – Me preguntó calmando su respiración.

No quería moverme, por lo que cerré mis ojos unos segundos aspirando su perfume, aquel aroma masculino y dulce que me encantaba que usara siempre cuando nos encontrábamos.

- Si, lo hago. – Afirme y mi boca tembló – Lamento todo lo que él te hizo pasar, Eren.

- No eres tu quien debe disculparse por ello.

- Lo sé. – Admití – Por eso es que esta vez tenemos que hacer que él pague.

Aquellas palabras hicieron que Eren me soltara y me obligara a mirarlo. Tenía sus ojos celestes llenos de lágrimas y enrojecidos por el llanto derramado.

- ¿Cómo harás que él pague? – Preguntó interesado.

- No lo sé, pero lo que te hizo no tiene perdón.

- Y lo que hizo contigo y tu familia tampoco, Samanta.

- En realidad, todo lo que hizo fue por lo que mi padre hizo con su familia, pero no sabía que todo eso iba a causar que se volviera realmente un psicópata.

Me aferre aun mas a su chaqueta logrando que Eren volviera a abrazarme. Siempre me sentía a gusto a su lado y en este momento, lo necesitaba más que a nadie.

- Entonces, ¿Tu padre te dijo que te volverías como él? – Preguntó, logrando que recordara cuando Ariel me había dicho que me volvería exactamente como él aquel día en que lo arrestaron en su oficina, siguiendo sus pasos meticulosamente.

- Así es.

- ¿Y tú crees que eso no ocurrirá?

La sinceridad y preocupación en su pregunta me causo tal angustia que no logre quitar mi cabeza de su pecho.

¿Cómo podía decirle que no sería igual que él, cuando deseaba matarlo con mis propias manos? No quería que quedaran rastros de Zack por ninguna parte, pero siempre el recuerdo vago de la promesa a Dereck diciendo que eso no ocurriría me castigaba, porque anhelaba todo lo contrario.

- Si, siento que ocurrirá y quien lo mate seré yo misma. 


¡Hola gente! espero que disfruten este capitulo y como siempre nos vemos en un próximo capitulo muy pronto. 

Zack se volvió todo un loquillo.

¡Muchos besos!


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