Los meses pasaron, y aunque lo intente aún no hay un bebé en mi vientre, cosa que a Matthew no le hace ni un poco de gracia y mucho menos cuando el hijo de Lidia ya nació, un sano y hermoso varón
—Ya que la última vez que visitaste a Lidia no le regalaste nada a su bebé, le compré una cuna y se la envié, como regalo de parte de los dos, espero y me agradezcan la pequeña molestia.
—¿Porque debería agradecer? No es mi hermana la que tuvo un bebé.
—¿Te das cuenta lo mal que quedas con mi familia?
—Bueno, lamento no cumplir las expectativas de tu familia.
—Ayudame arreglar el cuello de mi camisa.
Termine de abrochar los botones de mi vestido para caminar hacia el y ayudarle con la parte trasera del cuello de la camisa.
—¿Porque una cuna? —Me atreví a preguntarle mientras seguía acomodando el cuello —Ellos ya debieron tener una cuna para el.
—Bueno, no era mi trabajo encargarme de eso, además no se que más se le puede regalar a un bebé, ya que yo no tengo hijos no tengo experiencia en eso te lo aseguró —me miro por encima del hombro con desdén.
Antes de que pudiera decir algo que provocará una discusión entre ambos, Margareth, una empleada entro con una carta en mano.
—Vizcondesa llegó esta carta para usted.
—¿Para mí? ¿Quien es el remitente?
—Lady Barry.
—¿Mi hermana?
—Si.
—Ve que dice después, ya es tarde para ir a ver a Lidia —Interrumpió dejando la carta de mi hermana —No creo que Iracebeth diga algo más que sus acostumbrados chismes.
—Yo nunca le he faltado el respeto a tu hermana, te exijo lo mismo.
—No tienes posición para exigirme nada, tu no has podido cumplir la única cosa que te pido.
—Tal vez yo no sea el problema.
Cuando el dejo de caminar en dirección a la puerta, Margareth rápidamente se dió cuenta que íbamos a tener una nueva discusión pues salió a prisa cerrando la puerta detrás de ella.
—¿A qué te refieres con que tú no eres el problema?
—A nada —Camine hacia la puerta pero el me detuvo sosteniendo mi brazo con fuerza.
—Escucha la que tiene el problema eres tú, no yo, tu eres quien no ha podido quedar embarazada.
—Suelta mi brazo.
—No vuelvas a faltarme el respeto así Mercy, mi paciencia tiene un límite.
—La mía también, así que suelta mi brazo —Solto mi brazo y termino de arreglarse igual que yo.
Mientras íbamos camino a ver al nuevo hijo de Lidia, no parecía una buena noticia para el ambiente que había dentro del carruaje acompañado por nuestras expresiones parecía más que íbamos a ofrecer condolencias a una familia por el deceso de alguien, que a felicitar a una madre que dió a luz a un niño sano.
No nos tomo mucho tiempo llegar a nuestro destino, fuimos muy bien recibidos por los sirvientes y pudimos escuchar las risas de niños y balbuceos del nuevo bebé, haciéndome envidiar aquel ambiente tan adorable y acogedor.
—Hermano, que bueno que veniste a ver a tu nuevo sobrino —Lidia tomo el brazo de su hermano llevándolo a una pequeña cuna, dónde dos pequeñas manos empezaron asomarse.
—¿Cuál es su nombre? —Pregunte mientras me acercaba.
—Maurice, ¿No es adorable cuñada?
—Si, es un bebé precioso.
—¿Te gustaría cargarlo?
—No, pero gracias, no tengo experiencia cargando bebés.
Ella soltó una pequeña risita —No te preocupes por eso, estoy segura que pronto serás bendecida por un bebé.
—Esperemos que eso pase pronto —Fue interrumpida por Matthew.
—No tengo culpa que la semilla sea poco eficaz.
—Ay, vaya, se ve que no vienen de muy buen humor hoy, será mejor que nos sentemos a tomar el té —Lidia interrumpió para detener cualquier tipo de discusión, y no la culpo, suelen decir que las paredes tienen memoria, y que siempre se quedan con las malas energías que las discusiones causan, tal vez por eso nuestra casa tiene una vibra asfixiante.
—¿Donde está tu esposo?
—Ya sabes que tiene que trabajar, tener tantos hijos no es algo fácil.
—Tus hijos son preciosos Lidia.
—Muchas gracias Mercy, pero por muy preciosos que sean no dejan de quitarte el sueño.
—Crei que tenías una institutriz hermana.
—La tengo, y es de mucha confianza ha estado conmigo desde mi primer bebé, pero espero y entiendan que no hay mayor placer que encargarse una misma de sus hijos, incluso si eso implica despertar a altas horas de la noche.
—Me imagino que con un nuevo bebé debes estar exhausta, me apena tanto tener que ser una molestia para ti.
—No querida no te preocupes por eso, de cualquier manera es imposible dormir en la mañana con tantos niños corriendo por la casa, tu más que nadie debería saberlo Mercy, ya que tuviste solo hermanas, yo hubiera sido igual o peor que mis niños si hubiera tenido una hermana.
—Nuestros padres no iban a poder lidiar con dos Lidias hermana.
—Me insultas hermano, entre ustedes dos yo era la más tranquila.
—Claro que lo eras porque nunca estabas en casa.
—Bueno basta de hablar sobre mi, dime Mercy, como fue tu vida con tu hermana Iracebeth, recuerdo que me divertía mucho con ella.
—Iracebeth tampoco era alguien a quien encontrarás en casa a menudo, Mirana era más taciturna así que no hablaba mucho con ella, y yo, simplemente era la menor.
—Entiendo que es ser la menor, de seguro eras la luz de tus padres.
—No realmente.
—Bueno ¿Que importa eso ahora? No es como si mi esposa no tuviera una buena vida ahora.
—¿Para ti tengo una buena vida?
—Bueno no te falta nada ¿O si?
—Tal vez me falta alguien que me dé compañía, debería conseguir a alguien como hiciste tú.
—Te daré un consejo que cualquier problema que tengas conmigo lo discutas en casa y no delante de mi querida hermana.
—Por favor no discutan así, estoy segura que es un mal entendido ¿No es así hermano? Por favor confía en el Mercy —Interrumpio Lidia.
—¿Que mal entendido?
—Sobre su relación extramatrimonial, Mercy, eres una mujer encantadora, y ninguna campesina puede estar a tu nivel.
—¿Campesina? ¿Que campesina?
—¿No te referías a la joven del pueblo?
—Asi que ahora tienes una amante más…
—Eso es algo que no tengo que explicarte.
—¿No es algo que tengas que explicarme? ¡Soy tu esposa!
—¿¡Y que si lo eres!? Eso no te da ningún derecho.
—¿Cuántas mujeres son?
Un silencio incómodo se presentó en aquel salón del té, en Matthew podía ver su fastidio y enojo, no quería lidiar conmigo, y en Lidia podía ver el pánico, pues dijo algo que provocaría una discusión aún más fuerte.
—Vete a casa.
—¡Dime cuantas son!
—¡Vete a casa!
Entonces el bebé comenzó a llorar, lo habíamos asustado con nuestra discusión, Lidia se levantó y lo tomo en sus brazos mientras lo mecía para tratar calmarlo.
—Lo lamento mucho Lidia. Disculpa que me retire de esta manera de tu casa.
—No te preocupes, sabes que eres bienvenida.
—Gracias...
Salí de esa casa y tome nuestro carruaje con destino a mi prisión.