Esclava del Pecado

By belenabigail_

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Entregarse a un hombre como Alexandro jamás había sido tan divertido como también peligroso. Un trato, noches... More

Prólogo
Personajes
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Advertencia
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AVISO
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EXTRA (Dulce Kat)
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By belenabigail_


Dalila POV'S

Joan toma un largo sorbo del café para llevar, el aspecto cansado que tiene me dice que efectivamente éstas últimas dos semanas que no lo he visto se las pasó prácticamente viviendo en el restaurante. Cuando sus ojos verdes se clavan en los míos con dulzura y cariño, le sonrío de lado. 

El trabajo lo está consumiendo. 

—Parece que te veía más cuando vivías en State Island—Deja el café a un lado—Tengo que hacerme tiempo para ti. 

Niego levemente con la cabeza mientras le doy un vistazo al gimnasio algo vacío. Por alguna razón, los miércoles por la mañana siempre hay menos gente. 

—Acabas de tomar un puesto nuevo en el trabajo, que por cierto, me pone muy orgullosa—Le doy un golpe suave en el brazo—No tienes que hacer nada por mí, lo entiendo. 

Joan suelta un suspiro largo y pesado, dejando caer su espalda ancha y fornida sobre la silla en la que está sentado. Resulta que el único momento en que los dos nos pudimos hacer de un espacio para hablar fue en mí trabajo, una hora antes de que Bruno llegue para entrenar.

—No sabes cuántas veces hice y deshice el menú hasta obtener las recetas perfectas para el restaurante—Gruñe molesto—Es una responsabilidad gigante Dalila, y todo recae sobre mis hombros. 

Asiento con la cabeza. 

—Lo sé, pero éste siempre fue tú sueño. Así que solo debes esforzarte un poco más antes de que llegue la calma, te lo prometo. 

Mi hermano menea la cabeza no tan convencido por mis palabras. Le doy un sorbo a mí café esperando a que diga algo, pero cuando noto que se está tomando más tiempo del normal para hablar, sé que su nivel de estrés y ansiedad está al máximo. 

—Lo harás genial. Ya verás, todo el mundo querrá ir a comer tus creaciones—Le guiño un ojo. Joan sonríe un poco, pero sus hombros siguen tensos. Él sabe que jamás miento, y que si digo algo por algo lo es. Mí hermano mayor es un artista cuando de comida se trata, así que no dudo en que él es el único capaz de llevar ese puesto como nadie. 

Es el indicado. 

—Tengo a los críticos esperando ver mí cabeza en bandeja de plata, pero no les daré el maldito gusto. Ésta noche se quedarán sin palabras—Comienza a retomar un poco más de confianza. 

—¡De eso hablo!—Le vuelvo a dar un golpe en el brazo—No vuelvas a dudar de ti. 

—¿Al final vendrás a la reapertura?—Joan acomoda su rubio cabello hacia atrás intentando quitarse algunos mechones cortos de la frente. A veces me sorprende que seamos hermanos, porque no podríamos ser tan diferentes físicamente. Mientras él es un hombre de treinta y dos años alto como un armario, y de ojos claros yo soy todo lo opuesto. Mí cabello tan negro como la noche cae con gracia hasta casi mi cintura, mí tez es pálida y mis ojos no son más que de un color marrón profundo, sin llegar a ser del todo tanto para ser catalogados como negros. Él podría pasar fácilmente por gringo, no sería mí caso. Pero no me molesta, porque tampoco busco eso, pero sí reconozco que estaría bien que algunos idiotas de aquí dejen de decir que soy una latina "exótica", me hace querer mandarlos de paseo, lo que hice ya varias veces.

—Por supuesto que sí, ¿Algún código de vestimenta?

—Elegante—Se encoje de hombros como si fuera obvio—Tal vez tomen algunas fotos para el New York Times, asi que ve con tus mejores armas. 

Le doy un último trago al café americano antes de terminarlo y dejarlo en el cesto de la basura a mí lado. Mis ojos se dirigen a las caminadoras, algunas modelos que intentan entrar en la industria empezaron ésta semana, pero ninguna de ellas es entrenada por mí. En eso, mí atención se va hacía la puerta cuando veo a Bruno pasar bajo el umbral con un bolso deportivo Nike colgando del hombro, y esa característica sonrisa suya que tuve que aprender a soportar.

Pero todo es sólo de apariencia, porque cuando el chico abre la boca parece un bombón de dulce de leche. 

—¿Ese es el boxeador?—Joan se inclina ligeramente sobre mí oído. Asiento en silencio—No me dijiste que tenía biceps tan grandes. 

Suelto una carcajada. 

—Tranquilo tigre, que tú te vas a casar en unos meses—Mi hermano me da una mirada de molestia. 

—Sabes lo que quiero decir—Frunce el ceño—Un golpe suyo en la cara y sería la perdición de cualquiera.

Sonrió con burla. A veces me pregunto si Joan recuerda que hace unos años atrás, antes de tener algo serio y formal con Cristina, lo ví besándose con otro chico en una fiesta. Tal vez estaba muy ebrio para recordarlo, pero por la forma en la que le metía la lengua hasta la garganta intuyo que le gustó. 

—No te pongas nervioso—Me río entre dientes. 

Joan gruñe, me encanta molestarlo. 

Me levanto de la silla cuando Bruno llega hasta nosotros, lo mismo hace mí hermano. El boxeador me da una mirada simpática antes de volverse al rubio, a quien le recorre el rostro con curiosidad.

—Que bueno que llegaste—Le sonrío—Éste es mí hermano Joan—Los presento. 

Ambos estrechan manos de manera casi automática, eso que hacen los chicos cuando se conocen. 

—No se parecen en nada—Su mirada se desliza de Joan a mí, y viceversa. Gracias por señalar lo obvio, Bruno—Es un gusto—Da un leve asentimiento de cabeza. 

—Lo mismo digo, mí hermana parece encantada de entrenarte—Frunzo el ceño.

Comentario innecesario. 

—¿En serio?—Las cejas de Bruno se alzan en sorpresa—A mí también me gusta que me entrene—Se vuelve hacía mí, justo para ver como uno de sus ojos cae en un guiño coqueto pero fugaz. 

De repente lo entiendo. 

¿Ahora quién molesta a quien? 

—Eres mí primer boxeador, así que entiende mí emoción—Miro de refilón a mí hermano, para ser el mayor de los dos a veces se comporta como todo un niño. 

Entonces, Joan toma su vaso para llevar casi vacío antes alejarse algunos pasos—Es hora de que me vaya, ha sido un gusto Bruno—Repite. El boxeador le sonríe—Te espero en la noche, Dalila.

Estoy emocionada, no puedo esperar a ver el restaurante después de la remodelación. 

—Ahí estaré, ¿Tengo que presentarme en la entrada?—Medio grito cuando ya está muy cerca de la salida. Él asiente. 

—Estarás en la lista con Cristina y Katherine, asegúrate de llegar a las ocho—Me da una última mirada antes de alejarse. 

—¡Adiós!

Cuando Joan desaparece del gimnasio, me vuelvo al imponente boxeador. El bolso que llevaba en el hombro ahora está apoyado sobre el suelo a un lado, me mira, esperando a que le dé instrucciones. 

—Empecemos con calentamiento de la zona media, no más de diez minutos.

—Me parece bien—Y con pasos decididos se dirije hasta la zona acolchada del gimnasio.

—¿Hablaste con Gabriel?—Lo observo mientras continúa acomodándose, antes de que le explique los ejercicios que debe hacer. Bruno me mira, y asiente.

Gabriel es el coach de Bruno, se encarga de entrenarlo desde el año pasado y es alguien muy importante en el ambiente. Realmente lo admiro.

—Sí, está emocionado, cree que éste podría ser nuestro año.

—Estoy segura de eso, tanta preparación no será en vano—Motivar al deportista siempre debe ser una prioridad, sin ánimos y ganas de patear traseros no llegará a ningún lado.

Bruno se toma un momento antes de clavar sus ojos en los míos, rascando su nuca con nerviosismo.

—¿Vendrías a la primer pelea de la temporada?—Su pregunta me toma desprevenida, pero no me sorprende. ¡Esperaba que él o Gabriel me invitaran! Tengo tantas ganas de ver un ring en vivo y sentir la adrenalina de una pelea que ni siquiera lo puedo explicar con palabras.

—¡Por supuesto que sí!—Respondo—Formo parte de tú equipo, y nada me gustaría más que comprobar que mis métodos de trabajo hayan sido los correctos. Verte ganar será todo un placer.

El rubio sonríe encantado.

—Es un hecho, entonces.

Le devuelvo la sonrisa.

—Así es.

Escucho a Katherine maldecir desde la otra habitación, así que dejo mí espacio personal para ir en busca de la pequeña tinkerbell de la casa. Cuando llego a la puerta, la veo batallar con el cierre de un vestido muy ajustado, y que le queda para morirse. 

—Déjame ayudarte—Me río cuando vuelve a maldecir. Mí amiga se da la vuelta sobre los altos tacones stiletos que eligió usar ésta noche. Una suave sonrisa se le dibuja en el rostro, entre medio aliviada y agradecida. 

—Por favor—Me acerco a ella y de un ágil movimiento termino de subirle el cierre. Katherine se mira en el espejo, y aplaude contenta al ver el resultado—Espero conseguir a alguien para follar, lo necesito con urgencia. 

Me río sin poder creerlo, es raro escuchar a la rubia decir algo como eso. 

—Tal vez sea tú noche de suerte—Le sonrío—¿Sabes algo de...

Ella niega—No, y es mejor así. 

Estoy de acuerdo. Hace menos de diez días que dejó de estar en esa relación, y me siento más que orgullosa de verla continuar con su postura. Katherine se merece mucho más que un idiota arrogante y descortés, que aparte se creyó con el derecho de maltratarla emocionalmente y denigrarla. 

Ugh, lo detesto. 

—Pero mírate a ti—Cambia de tema. El sonido de los tacones contra el suelo llega a mis odios—Te ves increíble Dalila, de veras. 

Sonrío—Gracias, vas a hacer que el ego se me vaya por las nubes. 

—¡Es que si!—Chilla. Esa es mí amiga, tan alegre y brillante como el mismísimo sol—¿No pensaste en intentar salir con algún chico?

Aprieto los labios en una delgada línea. ¿Salir con alguien? Entonces niego con la cabeza, porque la verdad es que nadie lo suficientemente interesante se ha cruzado aún en mí vida. Pero de repente la imagen de un italiano de rasgos marcados y ojos impresionantes aparece en mí mente. Aprieto la mandíbula, todo lo que hice ésta última semana fue intentar no pensar en él. 

¿Lo logré? Más o menos, porque si no lo recordaba durante el día, lo hacía en las noches. No lo puedo negar; me gustó desde que lo vi entrar al Golden Drinks, pero me atrapó aún más cuando hablamos, y luego aunque hizo esa propuesta de todo menos inocente, que se mantuviera respetuoso y sereno me confirmó que era mucho más caballero de lo que creía.

Recuerdo sus palabras, aprieto las piernas.

—La verdad es que no, estoy bien así—Me encojo de hombros. Katherine mantiene su mirada puesta en mí, sé que ella quiere conseguirme un novio pero intenta no presionar. 

—Ya encontraremos al afortunado, y te querrá aún cuando te molestes y le grites groserías en español—Me es imposible no soltar una carcajada. Mí amiga tiene razón, suelo hacer eso cuando estoy de por demás enfadada, o también cuando quiero insultar a alguien y que no me entienda. Katherine también ríe, ella ha estado presente más de una vez cuando pierdo los estribos. Sobretodo con Joan, que se las ingenia para hacerme enfadar. 

—Salgamos de aquí de una vez, que llegaremos tarde—La sonrisa no se me va de la cara mientras salgo de su habitación y vuelvo a la mía por el pequeño bolso de mano y el celular. Escucho como la rubia grita que está emocionada, y que no puede esperar para probar los platos de Joan. 

Ésta noche será espectacular. 

Al dejar el departamento, nos apresuramos para tomar un taxi. La ciudad de la gran manzana es un desastre gracias al tránsito, pero en la noche siempre empeora; encontrar estacionamiento es imposible, la cantidad de gente aumenta y el subterráneo se llena. Todos vuelven a casa desde el trabajo, y en horario pico es una tortura manejarse por las calles hasta siquiera caminando. 

Cuando el taxi se detiene en doble fila a una cuadra del restaurante, le pagamos al chófer y nos bajamos. Acomodo mí vestido con las manos, y pienso que debería de haber traído un abrigo. El verano terminó hace poco, y el principio del frío otoñal recién comienza a sentirse. 

—¿Estás lista?—Asiento con la cabeza. Kat me da una mirada cómplice antes de que comencemos a caminar. Los zapatos no hacen de esto una tarea fácil, pero mantengo el paso firme y la postura erguida. Frunzo el ceño cuando a lo lejos veo una larga fila, y las arrugas en la frente se me profundizan más cuando noto que es para la entrada al restaurante.

Gracias a Dios que a nosotras no nos toca unirnos a ellos, pero si tuviera no me quejaría. Es más el orgullo que siento al ver qué el lugar esté a reventar que otra cosa. 

Le presto atención al cartel que deja ver el nuevo nombre del lugar; Anémona. 

Me fascina. 

Nos acercamos hasta la entrada, y lo primero que nos recibe es una chica de vestido negro ceñido al cuerpo. Su cabello recogido en un moño, bien limpio y peinado de manera tirante, me da una impresión de seriedad y elegancia.  

—Buenas noches, ¿Están en la lista?—Su voz es fuerte y clara, pero amable. 

—¡Si!—Kat me gana y responde—Ella es la hermana del Chef—Me señala. 

Ahogo una risa. 

—Dalila Bech y Katherine M. Spencer—Informo. 

La chica comienza a buscar en la carpeta que sostiene con ambas manos, termina por asentir con la cabeza y hacerse a un lado. 

—Mesa diez, la Señorita Cristina ya se encuentran allí—Le sonrío agradecida. No puedo esperar para ver a Cris, me imagino que debe tener lágrimas en los ojos y todo. 

Ansiosa como nunca, no pierdo el tiempo en ingresar al lugar con Kat a mí lado. La familiaridad del sitio me abraza con calidez, perdí la cuenta de todas las veces que pasé por aquí para ver a Joan en la cocina. Cada tanto me daba ese lujo, y me encantaba. Sin embargo, una expresión de asombro cae de mis labios al notar que varias cosas están diferentes, desde la decoración hasta el uniforme de los meseros. 

Todo es de primer lujo, y eso que antes lo era, pero ahora está a otro nivel. La gente conversa entretenida, con la música suave de fondo y los meseros yendo de aquí para allá con apuro, demasiado ocupados por la exigencia de tanta gente. Recorro con la mirada; todas las mesas están completas, el pecho se me hincha de emoción al ver qué mí hermanito mayor lo logró. Las personas lo están disfrutando, sus rostros de sorpresa y placer al dar el primer bocado a sus platos es inigualable. 

Cómo me gustaría abrazarlo. 

—¿Estás bien?—Kat me toma por el brazo con suavidad. Parpadeo, no me había dado cuenta que me había detenido a medio andar. 

—Sí, sólo que...—Quiero terminar de explicarle que la emoción de ver a Joan crecer profesionalmente me da ganas de llorar, pero cuando mis ojos se encuentran con unos tan oscuros como la noche, me quedo muda. Trago saliva con esfuerzo, sin poder creerlo. 

—¿Dalila?—La rubia insiste. 

El rostro del hombre que me persigue en mis sueños me mira con intensidad desde su mesa, en la cual hay dos mujeres y tres hombres haciéndole compañía. Cómo la noche en la que lo conocí, viste Armani, y se ve fenomenal. Intento mantener el rostro inexpresivo, pero no sé si lo esté logrando. Alexandro frunce el ceño ligeramente, y antes de que la cosa se ponga más rara e incómoda, rompo el contacto visual. 

—Dalila, me estás asustando. Cristina está a solo unos metros, ¿Necesitas que la llame?—Vuelvo en sí cuando siento la preocupación en la voz de Kat, inmediatamente le hago saber que no. 

—Estoy bien, es sólo la emoción—Intento mantener la respiración tranquila, pero los latidos de mí corazón golpeando con fuerza debajo de mí pecho no ayudan en nada. Siento un leve temblor en las manos. 

Alexandro. 

¿Cómo alguien que conocí una noche, puede ponerme así? 

—¿Segura?

Asiento, aún algo impresionada de saber que el italiano esté aquí.

—Sí, vamos con Cristina.

La rubia me mira con desconfianza, pero termina por ceder y guiarme hasta la mesa de mí amiga.


•••




La comida está deliciosa, y la compañía no  ayuda en más para hacer de ésta noche algo increíble. Cristina se ve espectacular con un vestido escotado y largo hasta los tobillos, tiene el cabello hacía un lado y los labios pintados de rojo, y Katherine no se queda atrás viéndose tan elegante y clásica sentada a su lado.

—¿Qué tal está la pasta?—Seguimos comiendo mientras ninguna deja de conversar sobre lo increíble que está el ahora llamado  restaurante Anémona.

La voz de Kat se filtra en mis oídos.

—Excelente, no tengo ni una sola queja—Y es la verdad, aunque quizás mí opinión no sea del todo objetiva teniendo en cuenta que soy la hermana del Chef.

—Está muy buena, es la verdad—Cristina junta un poco más de pasta a la carbonara antes de llevarse el tenedor a la boca.

Kat en cambio corta un poco de la carne en su plato—También lo mío está exquisito, tú hermano es realmente talentoso.

Sonrío de forma tensa antes de tomar la copa de vino tinto frente a mí, le doy un sorbo y cuando pienso que es suficiente no logro dejarla sobre la mesa que le doy otro. Estoy bastante nerviosa, y la razón es que durante todo el rato en el que estuve intentando seguir la conversación de mis amigas, no dejé de sentirme observada ni por un segundo. Justo como aquella noche en el bar.

—¿Y tú qué piensas Dalila?—La voz de Cristina logra sacarme de mis pensamientos.

—¿Huh?

—De ir al departamento por unos tragos—Kat aclara. Frunzo levemente el ceño, podría ser una buena distracción.

Pero antes de que pueda responder, comienzo a escuchar como las personas aplauden desde sus mesas. Los hombres trajeados, los más adinerados e importantes de todo Nueva York, se mantienen serios, estudiando y prestando atención, casi en alerta. A su lado, las esposas trofeo sonríen coquetas, acomodándose el cabello y lanzado miradas sugerentes.

—Siempre creí que el trabajo arduo lleva al éxito, al dinero y también al poder. Eso es lo que me enseñaron de niño—La respiración se me queda en la garganta cuando siento ese particular acento hablar. Inmediatamente vuelvo mí cabeza para  buscarlo y cuando lo encuentro de pie entre las mesas y con una copa de champagne en sus manos, la confusión me invade—Este restaurante es sólo el comienzo del imperio que pienso crear en éste país, tan sólo una migaja más que se suma a lo que mí familia ha hecho durante tantos años—Su mirada oscura recorre el salón con lentitud—Es un orgullo por fin abrir las puertas del Anémona—Y entonces llega a mí.

Me esfuerzo por mantenerme serena, pero entre la sorpresa y confusión que estoy sintiendo, es bastante difícil poder hacerlo. Alexandro no quita sus ojos de mí al decir:

—Cuando pongo mí atención sobre algo, es porque me apasiona, me gusta, y significa un desafío—Una sonrisa ladina se asoma en sus labios. Aparta sus ojos de los míos, dirigiéndose de vuelta a las mesas en general—Me gusta lo que significa Nueva York, y pienso hacer de éste lugar mí propio territorio.

Entonces todos vuelven a aplaudir, aunque varios de lo que supongo son empresarios prefieren mantenerse en silencio.

Alexandro acaba de amenazarlos.

—Aunque no me gustaría sonar desagradecido, quiero recordarles que todas las delicias de hoy se deben al Chef de la casa—La seriedad se mantiene en su rostro, inexpresivo y tranquilo—En unos minutos él saldrá de la cocina y podrán felicitarlo. Sin más, disfruten del resto de la noche—Alza un poco la copa antes de darle un sorbo.

Suelto el aire de mis pulmones cuando lo veo alejarse hacía su mesa. Esto no puede ser, ¿Alexandro es el nuevo dueño del Anémona? Acomodo mí cabello hacia atrás, dejado mis hombros al descubierto y la brillante cadena de oro. Necesito aire, pensar y sentir el viento en la cara.

El italiano es el nuevo propietario legal del restaurante, por lo tanto también el jefe más alto en la cadena de mando de mí hermano. Y es al que le solté sin ningún tacto que era una virgen de veintidós años.

Mierda.

—Vengo en un momento, necesito ir afuera—Me levanto de la silla en un movimiento rápido. Las chicas me miran con preocupación.

—¿Estás bien?—Kat sabe que algo me pasa desde que pisamos este lugar.

Asiento.

—Sí, pero necesito un momento. No se preocupen.

—¿Necesitas que te acompañemos?—Al instante me niego.

—No hace falta, enseguida regreso—Y antes de que puedan reprochar nada, me encuentro caminando hacia la salida del Anémona con el estómago hecho un nudo.

Tuve una conversación con el jefe de mí hermano sobre follar, por Dios.

Pero parece que el destino hoy no está a mí favor, porque cuando estoy en pleno escape esquivando mesas, me encuentro con mí hermano de pie a unos pocos metros. Me hace un gesto de la mano para que me acerque, lo que no dudaría ni por un segundo de hacer si a su lado no estuviera Alexandro. El italiano me mira intrigado a medida que me voy acercando. Supongo que él no sabía que era la hermana de Joan, lo que al menos nos pone a los dos en la misma posición.

Me obligo a mantener la compostura, puedo manejar ésta situación sin ningún problema.

—Dalila, te quiero presentar a alguien—Mi hermano lleva su uniforme, con el divertido sombrero y hasta el delantal blanco. Supongo que salió de la cocina para hablar con los clientes. Se ve de lo más tierno—Él es Alexandro Cavicchini, el nuevo inversionista mayoritario del Anémona, y por lo tanto mí jefe.

El hombre Armani extiende la mano, y por segunda vez jugamos a presentarnos.

—Ella es mí hermana menor Dalila—Vuelve a hablar Joan.

Al sentir la calidez su mano, los recuerdos de aquella noche aparecen de repente.

Te quiero follar.

Sacudo levemente la cabeza intentando alejar los pensamientos, pero mis mejillas me delatan, porque siento cómo comienzan a calentarse.

—Es un placer, Dalila—Su puto acento me hace temblar hasta las rodillas, pero me mantengo firme.

—Lo mismo digo, Señor Cavicchini—Me gusta la idea de decirle por su apellido, pone una barrera imaginaria entre nosotros muy necesaria. Después de aquella noche, quiero que la interacción sea de lo más breve, pasajera y sencilla posible.

Alexandro alza una ceja al escuchar su apellido salir de mis labios, pero no presenta queja alguna.

—Disculpen un momento, me llaman de la mesa siete—Deshago el agarre suave con italiano cuando escucho las palabras de Joan. ¿Qué? ¿Así sin más? No, no me hagas esto—Saldré tarde, asi que supongo que te veré mañana Dalila. Cuida a Cristina por favor. Señor Cavicchini—Habla con una velocidad impresionante antes de despedirse y dejarnos a ambos solos, o más o menos, porque seguimos en un lugar repleto de personas comiendo y disfrutando del ambiente del Anémona.

La mirada oscura de Alexandro no se aparta de mí rostro ni por un segundo, y en un intento de parecer de todo menos afectada, decido ser la que comience con la conversación.

—Asi que manejas restaurantes—Él sonríe, casi divertido.

—No en plural, por ahora solo éste. Decidí comenzar a invertir en el área gastronómica, y aquí estoy.

Asiento con la cabeza.

¿Y justo con éste tenías que iniciar?

—No lo sabía, no es mí intención incomodarte—Y es la verdad, lo último que necesito es que crea que lo estoy rastreando como una lunática de primera. Alexandro entrelaza las manos detrás de la espalda antes de dar un paso hacia mí.

—Me alegra verte Dalila, no tienes porque explicarme nada. Digamos que el destino se puso caprichoso en volver a encontrarnos.

Muerdo mí labio inferior intentando contener la sonrisa que comienza a tirar de mis labios.

—Bien.

—Espero no te ofendas—Sus ojos recorren mí cuerpo tomándose su tiempo—Pero te ves preciosa.

—Gracias—Me las arreglo para responder—No me ofende.

Él vuelve a sonreír, de manera casi imperceptible.

Cuando él silencio reina entre nosotros, entiendo que ya no hay nada más que decir, por lo que doy un paso hacia atrás. Estoy desesperada por salir de aquí, en verdad necesito un poco de ese aire fresco. Pero a la misma vez una parte de mí se niega queriendo prolongar más mí tiempo junto al italiano, aunque sea sólo para una conversación de negocios.

—Supongo que esto es todo, espero de corazón que te vaya bien aquí—Soy sincera—Que tenga buena noche, Señor Cavicchini.

Cuando me dirijo a él nuevamente de una manera tan impersonal, no parece muy complacido. Su mandíbula se aprieta ligeramente, y su mirada se oscurece. Pero se mantiene sereno, como desde la primera vez que lo conocí.

—¿Señor Cavicchini?—Pregunta arrastrando las palabras, como si estuviese conteniendo el temperamento. Quizás creyó que la primera vez que lo llame así era porque estábamos en presencia de mí hermano, pero justamente esto es lo que necesito para no volar hacia él como bicho a la luz. Anhelo su cercanía, pero es imposible, ambos lo dejamos en claro aquella noche en el bar, e incluso si soy sincera creo que ya ni siquiera le intereso de esa forma

Asiento.

—¿A caso ese no es su apellido?

—Lo es, sólo que preferiría que me llames por mí nombre.

Niego.

—Es mejor así—Por fin su rostro parece mostrar algún tipo de emoción, y juraría que es enfado, pero apenas si lo noto cuando logra cubrirla cómo si nada.

—¿Vuelves a tú mesa?—Decide cambiar de tema.

—En realidad iba a salir por un momento—Hago un gesto vago hacia la salida.

—Perfecto, te acompaño—No tarda ni dos segundos en responder.

¿Qué? ¿Por qué?

Mí mirada teñida de confusión parece entretenerle, asi que cuando nota que no encuentro las palabras para responderle, se apresura caminando delante de mí invitándome a que lo siga.

Esto debe ser una broma. 

Sin querer parecer irrespetuosa, lo hago, aún sin entender porque quiere prolongar algo que no va hacía ningún lado. Alexandro me abre la puerta dejándome pasar primero, como todo un caballero. El frío de la noche me recibe sin problemas, y me vuelvo a reprochar el hecho de no haber traído conmigo un abrigo.

Cuando ambos estamos fuera, entre los intimidantes edificios, y la actividad nocturna arrasadora de Nueva York, nos hacemos a un lado a unos cuantos metros de la entrada. La chica que maneja la lista nos mira con curiosidad, pero no dice nada, enseguida vuelve a lo suyo. Seguro debe conocerlo. Me fijo en la fila de ingreso, aún es larga, lo que me supone que a Joan todavía le queda mucho trabajo.

El italiano me lanza una mirada cuando nota que mantengo una distancia prudente entre ambos.

Profesionalismo, me repito una y otra vez.

—¿Cuál es el problema, Dalila?

Va directo al grano, justo como dijo que él era.

—Ninguno, ¿Por qué?—Me apresuro a responder.

—A penas si me miras, y estás a una distancia ridículamente lejana a mí—Medio reprocha. Frunzo el ceño. ¿Estará pensando que soy descortés?

—¿Y eso le molesta?—Inquiero.

Suelta una risa corta.

—Eres más de lo que me imaginaba, sin duda—Lleva una de sus manos hasta su corbata, intentando acomodarla dándole un leve ajuste—Quiero verte. Mañana.

El tono demandante en su voz me toma desprevenida.

—¿Mañana?—No evito soltar con sorpresa.

—Sí, quiero verte. ¿Por qué pareces tan sorprendida?

Alzo las cejas con incredulidad. ¿A caso no recuerda el fiasco que fue esa noche en el bar? Me mantuvo en vela durante una semana, pensando en que jamás me lo volvería a encontrar, pero aquí estamos. El italiano frente a mí, exigiendo verme.

—¿Por qué?

—Porque probablemente dejarte ir aquella noche fue una decisión estúpida, quiero remediarlo—Comienza a acercarse—Déjame invitarte a cenar.

Tomo aire sin poder creerlo.

—¿Y de que hablaríamos?—Ladeo la cabeza hacia un lado, confusa. No quiero que intente hacerme sentir bien por ser virgen, porque no lo necesito. No me siento en absoluto avergonzada de serlo, aunque sí fue una decepción que por esa razón no haya podido pasar una noche con él, probar sus labios, sentir el calor de su cuerpo encima del mío...

—De lo que tú quieras—Responde simple.

Entonces me ofusco.

—No necesito una cena consolación. No busco que me hagan sentir mejor por ser virgen, para nada siento que aquello sea un peso sobre mis hombros—Recalco con voz clara y firme.

El italiano niega con la cabeza. Parece levemente asombrado por mí desplante.

—No se trata sobre eso. Sería sólo una cena amigable, quiero conocerte Dalila.

Pero sigue siendo el jefe de mí hermano, con quién mantuve una conversación bastante acalorada.

Es incorrecto. Lo último que quiero es perjudicar de cualquier forma a Joan, menos cuando acaba de subir de puesto.

—No creo que sea buena idea Señor Cavicchini—Me mantengo firme en mí postura, aunque la realidad es que me encantaría conocerlo y pasar más tiempo con él.

—Se mai ti sentirò dire di nuovo a me il signor Cavicchini, giuro su Dio che ti metterò in ginocchio, cazzoMurmura enfadado. Arqueo una ceja, no entiendo absolutamente nada de lo que está diciendo—Ma vorrei che lo dicessi di nuovo, solo per averti in quella posizione vulnerabile di fronte a me—Sus ojos de repente se oscurecen, y en grandes zancadas termina situado a pocos metros de mí, poniendo fin a tanta distancia.

—¿Hablará en un idioma que ambos podamos manejar?—Arqueo una ceja.

—Quiero verte—Repite Ignorando mí comentario—Acepta una cena conmigo, Dalila.

Me lo pienso por un segundo; ¿Qué tan malo podría ser? Dejó muy en claro que sería sólo una reunión amistosa, nada de querer hacerme sentir mejor por nuestro primer encuentro. Pero algo me molesta, y es que esté relacionado tan directamente con Joan. ¿Qué dirá mí hermano si se entera que conozco a Alexandro de antes? ¿Cómo lo hará ver entre su personal saber que su hermana sale con el inversionista mayor del Anémona? ¿Pondrá en juego la validez de su puesto? A penas si conozco al italiano, pero la gente es veloz para sacar conclusiones y pensar lo peor.

Pero entonces caigo en la cuenta de que es sólo una simple cena, no me está pidiendo matrimonio, ni follar otra vez...

Sólo una cena.

—¿A qué hora?—Suelto un suspiro. Espero no arrepentirme en el futuro.

—A las siete.  Yo pasaré por ti, ¿Algún restaurante predilecto?—Alexandro inquiere.

—Algo sencillo está bien—Aunque cada tanto me guste usar tacones y ponerme vestidos ajustados, la simpleza me sigue atrayendo mucho más. Él asiente, entonces busca algo en su saco y termina sacando el celular. Primero lo desbloquea, y con mucha confianza lo extiende hacía mí.

—Escribe tú número—Una vez está hecho, se lo devuelvo—Hasta mañana por la noche, Dalila. No tienes idea del gusto que me da volver haberte encontrado.

Sus palabras no hacen más que estragos en mí.

—Lo mismo digo—Le sonrío. No podría ser más sincera.

—Com'è difficile dirti addio, bella bruna—Parece hablar para sí mismo. Sus ojos me recorren de pies a cabeza justo cómo hace tan solo un rato, pero sólo que ésta vez parece más personal, lo que me pone nerviosa como nunca. Sus mirada se clava e la mía—Recuerda que pasaré por ti, te escribiré para pedirte la dirección. Adiós, Dalila.

Y con eso, sin siquiera dejarme despedir, pasa por mí lado con su habitual postura erguida e incluso puede que hasta para algunos soberbia. Lo sigo con la mirada, lo veo entrar al restaurante y ahí es cuando caigo en la cuenta de todo lo que acabo de aceptar.

El italiano.

Yo.

Una cena.

Dios me ayude.

•••

¡¡El italiano y la latina volvieron!! Son la una de la mañana y recién termino de editar, pero quería terminarles la espera de una actualización.

Acá les dejo el capítulo número 2🥺 de verdad no puedo creer que ésta historia les haya gustado tanto, y eso que recién comienza❤️

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Ig: librosdebelu

Los quiere,

Belén 🦋

pd: pasate por HEAVEN si todavía no la leíste;) Kellan te va a encantar ahre.

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