𝐖𝐈𝐄 (1) | Finn Shelby

By as_pasia

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「 𝐋𝐈𝐁𝐑𝐎 𝟏 」 Finn simplemente la escuchaba. No porque no quisiese hablar o porque no le interesase el te... More

𝐖𝐈𝐄
𝐂𝐇𝐀𝐑𝐀𝐂𝐓𝐄𝐑𝐒
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Capítulo 47
Capítulo 48
Capítulo 49
Capítulo 50
Capítulo 51
Capítulo 52
Capítulo 53
Capítulo 54
Capítulo 55
LIBRO 2

Capítulo 32

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By as_pasia

—Acaba de subir a 86, el porcentaje de probabilidad de que nuestra potra gane.— comentó Vicki. —Así que borra el anterior.

—Ahora estamos en 88.— habló Finn, a la vez que John borraba el porcentaje de la pizarra y escribía el otro.

Ante tanto barullo en la oficina, casi no se dieron cuenta de que Tom entró.

—Tommy.

—¡Tommy! ¡Tommy!— repitió John, bajándose del altillo. —Mira el libro.

Cogió el libro de cuentas y le mostró la última página.

—Todas por Monaghan Boy.— explicó la pelinegra, mientras sonreía victoriosa.

—¡Tommy!— lo llamó Arthur, quien salía de su oficina.

—Buen trabajo.— Tom palmeó los hombros de ambos.

—¡Tommy!— repitió Arthur.

—¡Que ya baja, cojones!— Victoria dijo.

—Buen trabajo.— volvió a decir.

Dicho esto, el ojiazul se fue hasta donde se encontraba Arthur.

—Si tiene más entusiasmo en el cuerpo, revienta.— La pecosa volvió a su trabajo.

Finn y John rieron para, acto seguido, copiar su acción.
Varias horas después, la chica observó el reloj y se dio cuenta de la hora que era.

—¡Mierda!— Cerró rápidamente el libro de cuentas.

—¿Qué pasa?— inquirió John, quien se encontraba sentado al lado suyo.

—Le dije a Ada que iría a su casa a tomar el té, ya que ella está con mi hermana.— Se levantó rápidamente. —De eso hace 1 hora ya.

—Pues como no te des prisa, Ada se va a cabrear.

—Muchas gracias por tus sabios consejos, idiota.— Se puso el abrigo. —Adiós, Finn.

—Espérame, voy contigo.

—¿Y de mi no te despides?— comentó John.

—Que te den, John.— se despidió, a la vez que cerraba la puerta y ponían rumbo hacia casa de Ada.

Ambos pecosos comenzaron a caminar hacia su destino, mientras conversaban en el transcurso.

—A mí no me eches la culpa. Fuiste tú el que decidió tirarme a la fuente.

—Pero tú empezaste.

—Pero tú empezaste.— Agudizó el tono de voz.

—Dos años tienes.— bromeó. —Eres una niña pequeña.

—Pero te gusta esta niña pequeña.

La pelinegra le guiñó el ojo, y éste negó con la cabeza, pasando el brazo por sus hombros. Poco a poco, se fueron acercando a su destino.

—¿Crees que Ada se enfadará mucho?

—No creo. Solo llegamos 2 horas tarde.

—Lo digo en serio, imbécil.— Lo empujó levemente.

Llegaron a casa de morena. Al traspasar la pequeña verja, se encontraron con Ada y Abigail besándose. Ninguna de las dos pareció darse cuenta de la presencia de ambos pecosos.

—Ahí tienes tu respuesta.— rió Finn.

—Creo que será mejor que nos vayamos.

Finn asintió con la cabeza, dándole la razón. Ambos retrocedieron, intentando hacer el menor ruido posible, y volvieron a salir de la casa.

—¿Y ahora qué hacemos?

—Mmm... tengo una idea.— Lo agarró de la mano y tiró suavemente de él.

—¿Adónde me llevas?

—Deja de hablar y simplemente sígueme.

El pecoso rodó los ojos y siguió caminando, aunque no le quedaba de otra ya que su mano seguía enlazada con la de la chica. Poco después, llegaron al gimnasio, donde solían entrenar.

—¿Qué hacemos aquí?

—Una barbacoa.— comentó sarcástica, mientras quitaba el candado de la puerta.

—¿Cómo es que tienes las llaves?

—Hostia, amanecimos preguntones.— Abrió la puerta. —Se las quité a John e hice una copia.

Entraron al lugar, y la chica cerró la puerta con llave, mientras Finn encendía las luces. Victoria se desabrochó su vestido y se lo quitó, hasta quedar en ropa deportiva, la cual traía por debajo. Finn se quedó mirándola.

—Vete a cambiarte.

—Claro, claro...— Volvió en sí, y comenzó a caminar hasta el vestuario.

—Finn, ese es el de chicas.

—Oh, sí... ya lo sabía.

Victoria no pudo evitar reír y entró al ring, mientras esperaba al pecoso. Unos minutos después, salió ya cambiado con ropa deportiva y subió al ring.

—Entonces... ¿Qué hacemos aquí?

—¿Te acuerdas una noche en la que me dijiste que me enseñarías a utilizar un arma con la condición de que yo te enseñase a utilizar las dagas?

—La noche que estábamos en la ventana.

—La noche que estábamos en la ventana.— afirmó, con una sonrisa. —Pues yo ya sé usar un arma, ya que tu cumpliste con tu parte, y ahora me toca a mi.

Se acercó al chico y le tendió un rotulador, mientras ella cogía otro.

—A ver primero te explico un poco de teoría básica.- dijo. -Para pelear y defenderte con un cuchillo, generalmente necesitarás usar uno de hoja fija, la cual normalmente debe medir de 13 a 18 cm, que son más o menos de 5 a 7 pulgadas, de largo.

—¿Y para qué son los rotuladores?

—Primero empezaremos practicando con los rotuladores, así que quítale la tapa.— explicó. —Te tienes que quitar la camiseta, y yo tengo que intentar marcarte tantas veces como sea posible mientras tratas de detenerme. Y al final, contamos las líneas del rotulador.

Finn se quitó la camiseta, y la arrojó a un lado.

—Cuando desenvaines un cuchillo de hoja fija, asegúrate de que la hoja apunte fuera de tu cuerpo todo el tiempo. Sostén el mango firmemente y extiende el cuchillo hacia arriba, hacia afuera y alejado de ti para que así asumas una postura defensiva.

Ambos se colocaron en medio del ring y destaparon sus rotuladores. La pecosa hizo el primer movimiento, y el chico lo esquivó.

—Bien. Aunque no debes apoyar todo tu peso sobre un solo pie.

Finn atacó a la pecosa, y esta lo esquivó pintando su pecho con el marcador. Se volvió a acercar y pintó la camiseta de la pecosa.

—Deberías quitártela.

Vicki rodó los ojos e hizo caso. Se quitó la camiseta, quedándose en un sujetador deportivo. Aprovechó que estaba distraído y marcó su torso.

—No puedes distraerte. Tienes que estar siempre alerta.— comentó. —Y mis ojos están aquí arriba.

—Perdón...— musitó, avergonzado.

—Oh, vamos.— rió. —Venga, sigamos.

Siguieron peleando durante un largo periodo de tiempo con los rotuladores, hasta que a la pecosa le pareció que ya estaba preparado para utilizar las dagas.

—Lo practicaremos primero con un muñeco. Porque no me gustaría acabar como un colador.

Bajaron del ring y caminaron hasta donde estaban los muñecos de boxeo.

—Bien. Recuerda que la hoja tiene que apuntar hacia fuera.— Se colocó a su lado. —Y tienes que mantenerte relajado.

Finn cogió una bocanada de aire y aplicó lo que la pecosa le había enseñado. Victoria observaba atentamente cada movimiento. Mentira sí dijera que el pecoso no se veía realmente atractivo, con la respiración agitada y empuñando una de sus dagas.

—Finn.— Se acercó por detrás a él, posando una mano en su abdomen. —Mantente relajado. Se nota a leguas lo nervioso que estás.

El pecoso bajó la mirada a la mano de la chica y luego se giró sobre sí mismo, quedando cara a cara.

—No es por esto por lo que estoy nervioso.— Mordió su labio inferior.

Victoria lo miró de arriba a abajo y luego quitó la mano de su abdomen. Éste gruñó como respuesta.

—Sigámos.

Finn rodó los ojos y se volvió a posicionar como antes, aunque se le notaba que lo hacía de mala gana.

—Practicaremos cuerpo a cuerpo esta vez.

Al oír esto, se giró inmediatamente y miró a la chica. Esta subió al ring.

—Bien.— El pecoso subió al ring. —Recuerda, no te puedes distraer en ningún momento.

Finn asintió con la cabeza y se posicionó para pelear, al igual que ella. Vicki asestó el primer golpe, yendo hacia las costillas. Este golpe fue esquivado y devuelto.

—Vamos mejorando.— Esbozó una pequeña sonrisa. —Ahora subiremos la intensidad.

La pelinegra se acercó más a él y le hizo una llave, provocando que éste cayese al suelo. Se subió encima de él y habló.

—¿Qué te dije de estar siempre alerta?

—¿Quién dice qué no lo esté?

Dicho esto, en un movimiento rápido, logró invertir la posición. Provocando que la pecosa quedase debajo. Intentó zafarse de su agarre pero él no se lo puso fácil, ya que le agarró ambas muñecas y las colocó por encima de su cabeza.

—¿Qué te dije de estar siempre alerta?— La imitó.

La pecosa enroscó sus piernas alrededor del torso del chico y logró deshacerse del agarre. Rápidamente se subió encima del pecoso y lo colocó en la misma posición, quedando sus manos por encima de su cabeza.

—¿Aún seguimos entrenando?

Victoria soltó el agarre de sus muñecas y se inclinó hasta rozar los labios del chico. Colocó una mano en su cuello y la atrajo hacia sus labios.

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Vicki y Finn son mis papis <3

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