blรฅรธyde omega ;; trillizos!po...

Door alexanderkirigan

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Draco ha sido entregado a una manada salvaje como oferta de paz. Serรก mordido y reclamado por los trillizos P... Meer

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Door alexanderkirigan

Draco obedeció la sugerencia de Harry encantado. Su alfa lo subió en brazos a la habitación, se desnudaron entre pequeños besos mientras las manos de Harry lo recorrían por todas partes. Las manos de su alfa eran grandes, fuertes y ásperas por el trabajo, a Draco le volvía loco cuando Harry acariciaba la suave piel de su trasero y envolvía su culo con sus manos.

Él se había tumbado bocarriba, como había dicho, e hizo que Draco se sentara en su rostro. Draco no estaba muy seguro de hacerlo, porque tenía un severo complejo físico. No le gustaban sus muslos, ni sus caderas, tampoco su pancita y, sobre todo eso, odiaba su trasero.

Pero Harry parecía tener pensamientos demasiado contrarios a los de Draco.

El alfa movió su cabeza y se hundió hasta la nariz para lamer todo el agujero de Draco, de arriba abajo. El omega abrió la boca y jadeó, apoyándose sobre el musculoso y duro abdomen de Harry. Harry lo lamió y succionó todo el lubricante que Draco chorreó, encantado y sintiéndose en el cielo ante el glorioso sabor natural de su omega. Agarró las piernas de su omega fuertemente para abrirlas y tener más acceso mientras seguía lamiendo hambriento y Draco gimoteaba con excitación.

Rob le había dicho que podían aparearse libremente, pero les aconsejó a los hermanos que lo hicieran después del primer mes de embarazo. De mientras, ellos no perdían tiempo y siempre estaban entre las piernas Draco; lamiéndolo, abriéndolo con los dedos y dándole su propio placer.

Quien más tiempo pasaba con Draco era Evans, el alfa siempre lo cuidaba y lo comprendía. Después de aquella descarga de placer y después de cuatro orgasmos con Harry, Draco tuvo bastante tiempo para reflexionar lo mal que se había portado con Evans, y tan injustamente.

Le hervía la sangre con tan sólo pensar que Camille jugaba el papel de necesitar la ayuda del jefe sólo pasar tiempo con su alfa, porque Evans era su alfa y Draco estaba cargando cachorros suyos. Sabía que Evans no era tan ingenuo como James, pero también sabía que era el más educado y modesto de los tres, y temía que Camille lo arrinconara de alguna manera y Evans no pudiera negarse a ayudarla.

"Lo he estado pensando, y me he comportado como un omega caprichoso y malagradecido contigo." Murmuró Draco, disculpándose. Evans estaba frente a él, con una pequeña sonrisa en sus labios y con cariño en sus ojos verdes. "Lo siento mucho, no haces más que tratarme con amor y cariño y yo he sido un desconsiderado."

"No pasa nada, acepto tus disculpas, cariño." Negó Evans. "Harry me ha contado lo de Nancy. ¿Por qué no me lo dijiste? Podría haber ido y dedicarle un par de palabras que seguro que la hacen pensárselo dos veces antes de volver a acercarse a ti."

Draco frunció los labios y bajó los ojos, arrepentido.

"No quiero caerle mal a más gente, tampoco quería agobiarte."

"Tú eres nuestro omega." Gruñó Evans, con el ceño muy fruncido. "A la mierda la moralidad. Ni siquiera tienen por qué ser tus amigos, pero sí que deben mostrarte un mínimo de respeto y ser amables."

"Déjalo, Evans." Pidió Draco. "No importa, en serio."

Evans no se vio muy satisfecho con esa respuesta, pero no insistió más. Su alfa se quedó con él cuando Harry tuvo que irse por una reunión, Draco le leyó un libro a su alfa para demostrarle lo rápido que había avanzado en su aprendizaje de lectura. Evans lo escuchó atentamente, con paciencia y con cariño en su mirada. Ellos se sentaron cerca del fuego de la chimenea que encendió Evans.

Mientras Draco leía uno de los libros sobre embarazos que Rob le había dejado, Evans había sentado a Draco en sus piernas. Las manos del alfa acariciaban su cintura y su vientre apenas abultado. No podía estar más emocionado con la idea de que ahí, en esa suave pancita, crecerían sus cachorros.

(...)

Draco arrugó la cara al oler a Rob diferente. No era su olor, el jazmín no flotaba por el aire cerca de Rob, olía de una manera más apagada, más omega.

"¿Tienes omega?"

Rob miró a Draco, deteniendo su inspección en uno de los dibujos del antiguo libro. El alfa frunció el ceño, genuinamente sorprendido.

"No."

"Hueles a omega."

Rob cerró el libro y lo guardó. Ahí terminó la conversación.

Draco estaba cada vez más emocionado con la idea de que sus cachorros estaban protegidos en su vientre. Rob no sabía con exactitud cuántos serían, pero debido a la fertilidad de Draco y los genes de los hermanos, avecinaba que, como mínimo, habría tres pequeños cachorros desarrollándose ahí.

Un día, Draco estaba leyendo uno de los libros de Rob sobre fracturas de huesos. Los médicos vendaban las partes lesionadas o las recolocaban a la fuerza bruta, el omega pensó que era una manera muy brusca y dolorosa, pensó que jamás dejaría que alguien le hiciera eso a ninguno de sus bebés por muy dislocado que estuviera un hombro.

No había leído ningún texto donde hubiera algún médico que hubiera visto a una persona por dentro.

Draco tuvo mucha curiosidad.

"Rob."

El rizado estaba ocupado limpiando herramientas y frascos vacíos. "Dime."

"¿Qué hay aquí?" Draco se llevó una mano al pecho.

Rob lo miró unos instantes, quieto y en silencio.

"Según la religión, alma, sangre y carne."

"¿Y aquí?" Se tocó la pierna.

"Carne y sangre."

"¿Qué hay aquí?"

"Más carne y más sangre."

"¿Nunca has querido saber qué hay dentro?"

El frasco se resbaló de las manos de Rob, sobresaltando a Draco cuando se rompió. El alfa siseó una maldición entre dientes, el suelo se bañó en trozos de cristal partidos.

"Nunca vuelvas a preguntar eso, Draco." Le dijo muy seriamente su mejor amigo, Draco titubeó.

"¿Por qué lo dices?"

"Te matarán si lo haces."

Draco sintió una presión en el estómago, instintivamente se llevó una mano a su vientre apenas abultado.

"¿Qué hay de malo en querer saberlo?" Murmuró con cierto temor. No entendía por qué Rob se veía tan inquieto, como si temiera que alguien los hubiera escuchado.

"La gente de aquí piensa que la medicina no existe, imagina cómo se podrían si supieran que quieres descubrir qué órganos hay dentro." Refunfuñó el médico.

Draco frunció el ceño. "¿Has dicho órganos?"

El silencio se extendió por el ambiente. Rob quedó estático, mirando a Draco con cierto nerviosismo. Todo se volvió tan tenso que era angustiante, y entonces Draco supo que había algo que Rob no le había contado.

"¿Es lo que hay, hay órganos dentro de nosotros?" Insistió.

"Draco."

"¿Qué te pasa, Rob?" Draco lo miró con preocupación. Cuando todo lo que hizo Rob fue bajar los ojos y fruncir sus labios carnosos, Draco se levantó de su asiento y caminó hasta su amigo. "Nunca has olido a un omega, y ahora de repente hueles a una. Llegas tarde cuando quedamos, siempre estás tenso y ahora esto." Replicó con suave tristeza.

"No es lo que piensas." Le juró él.

"¿Y qué crees que es lo que pienso, Rob?" Reprochó el omega embarazado. "¿Que mi amigo no se está alejando de mí, que no intenta por todos los medios alejarme?"

Rob se vio visiblemente dolido por aquella acusación. "Jamás querría algo así, Draco."

"¡Pues me lo parece!" Exclamó con exasperación. "Mírame, ¡míranos! Nunca hemos estado así, siempre hemos estado bien. ¿Por qué ahora te comportas de esa manera? ¿Es porque soy irritante, porque el embarazo hace que sea una perra?"

El médico se frotó la cara con frustración.

"Draco, no eres una perra. Deja de decir eso."

"Oye mira, lo entiendo, estoy muy insoportable. Y sé que pronto voy a ser peor, me transformaré en una perra con los tobillos hinchados." Confesó Draco. El alfa resopló exasperado. "No lo niegues, Rob. Lo veo en los ojos de James cada vez que lo llamo por la noche para que me acompañe al baño a vomitar."

"Soy un médico, te comprendo mejor que nadie. Jamás te odiaría por algo así de absurdo, Draco. Soy incapaz de odiarte." Le dijo. "Lo sabes."

"¿Entonces por qué tanto secretismo?" Replicó Draco. "Primero Harry y sus ridículas reuniones y ahora tú."

"Draco, cálmate."

"Estoy muy calmado."

"No, no lo estás. Te conozco demasiado bien, haces eso con la nariz cuando estás alterado." Rob relajó su espalda y miró con comprensión al omega. "Necesito que bajes la voz y me escuches atentamente, por favor. Si llegas a gritar o llamas la atención estamos en problemas."

Draco asintió y lo miró sin ninguna pizca de nerviosismo o preocupación. Confiaba plenamente en Rob, él no iba a vacilar junto a él en ningún momento.

Era su amigo, como un hermano.

Rob se tomó unos segundos para pensar en cómo comenzar a explicar aquello.

"Sabes cuáles son mis remordimientos y mis preocupaciones."

"Soy tu amigo."

El alfa lo miró. "Lo eres, te quiero más como un hermano que un amigo. Conoces mejor que nadie mi obsesión."

"Y también sé mejor que nadie que no fue culpa tuya, Rob."

El médico lo miró fijamente y sin expresión durante unos segundos. Por más veces que Draco se lo repitiera, Rob jamás iba a dejar de creer que había sido culpa suya.

"He encontrado la cura de la enfermedad del costado, Draco."

El omega alzó las cejas con sorpresa.

"¿Qué?" Titubeó.

"La enfermedad del costado." Repitió con más firmeza. "He encontrado la cura."

Draco frunció el ceño, "¿Pero cómo?"

"Abriendo cadáveres enterrados recientemente." Ante la expresión de horror de Draco, Rob se apresuró a explicar. "Eran de saqueadores y ladrones, nunca queman esos cuerpos. Piensan que no son merecedores de ir a su cielo pagano."

"Pensé que habías dicho que no se podía hacer eso." Murmuró Draco con inquietud.

Rob abrió la boca para decir algo, pero la cerró y frunció sus labios en una fina línea durante unos segundos. Se tocó la cara y se frotó lo ojos con el dorso de la mano. Caminó con rapidez hacia su estantería de madera vieja y sacó un par de hojas arrugadas escritas con tinta

Las colocó en el escritorio, las removía con rapidez y con manos casi temblando. Draco se acercó lentamente hasta su lado, mirando aquellas hojas escritas con la letra de su amigo. Eran anotaciones, varias tenían dibujos extraños con formas inusuales.

Hígado, leyó Draco con curiosidad. Había varias anotaciones sobre la perspectiva de Rob, había fechas sin sentido y algunas medidas de largo y ancho. Draco tomó en sus manos algunas hojas, y leyó en silencio y con el ceño levemente fruncido.

Estómago, corazón, pulmón derecho. Draco acarició con sus dedos el contorno del dibujo con la palabra corazón arriba, subrayada dos veces.

'Costillas, ¿funcionan como carpa protectora para los órganos?'

"¿Qué es todo esto?" Susurró Draco, anonadado. Le parecía fascinante y aterrador.

"Ciencia, Draco. Esto" Rob le mostró otro puñado de hojas en su mano. "es medicina."

"¿Dentro de esos hombres estaba esto?"

"No solo dentro de ellos." Rob dejó las hojas y le tocó el pecho a Draco con la palma de su gran mano. "Dentro de ti, dentro de mí. Todos tenemos los mismos órganos, las mismas cosas. Aquí están tus pulmones, tu corazón, tu—."

Draco comenzó a negar.

"Esto es de locos, Rob." Se alejó de su amigo, la mano de Rob abandonó su pecho. "Te van a matar si descubren lo que haces, lo que has hecho." Le dijo a Rob. Le aterrorizaba la idea de que Harry encomendara la orden de asesinar a Rob por brujo, no podría soportarlo.

"Pero he descubierto la cura." Argumentó Rob, intentando que Draco viera el lado positivo de las cosas. Pero Draco lo seguía mirando con esos ojos grises bañados en miedo y preocupación. "Mira, encontré a un hombre que había muerto por una lanza que le había atravesado la garganta. Pero cuando lo abrí, había algo diferente en él."

Rob buscó más papeles en el escritorio, y al encontrarlos, se los dio a Draco.

"Los otros hombres tenían esto intacto." Señaló con su dedo. "Pero ese hombre no, parecía como si hubiera estallado."

"¿Como si su cuerpo hubiera explotado desde dentro?"

"Sí, pero sólo esta pequeña parte, en el costado." Cuando Draco vio aquella pequeña parte dibujada le sorprendió que algo tan minúsculo fuera tan mortal. "Es como una bomba."

"Y si la quitaras, ya no explotaría." Razonó Draco en voz alta.

Rob lo miró emocionado. "Exacto."

"Rob, tienes que dejar de hacer estas cosas." Le pidió Draco. Rob frunció el ceño muy confundido y desconcertado. "Van a matarte, sabes que lo harán si descubren lo que has hecho."

"Alguien tiene que hacerlo, Draco." Dijo Rob. Volvió a ordenar las notas y las guardó en el estuche de cuero del que las había sacado. "Las personas merecen vivir, y si se les puede ayudar se les ayuda, quiero ayudarlas. Piensa en la cantidad de gente que podrá vivir gracias a este descubrimiento."

"¿Pero a qué coste, Rob?" Le exclamó. Rob suspiró con pesadez. "¿Tu muerte, una tortura larga, la hoguera? Como mejor podrías salir de esta situación sería por el exilio."

"Draco, por favor."

"¡No, eres mi amigo!" Abrió ambos brazos a sus costados. "¿Por qué tienes tú que morir, Rob, por qué no puede ser otro? Por qué siempre debes de cargar con lo más pesado tú solo."

"Todo avance necesita un sacrificio."

"Pues no estoy dispuesto a que ese sacrificio seas tú, no voy a dejar que esos bárbaros te toquen un solo rizo. No voy a permitir que sigas con todo esto."

El omega embarazado hizo el intento de rodear a Rob e ir a por esos papeles guardados en la alforja de cuero, pero Rob lo paró con suavidad. Lo agarró del brazo lo más suavemente que pudo e intentó alejarlo.

"Draco, basta." Pidió Rob con calma.

Pero Draco apartó el brazo de Rob con fuerza e intentó arrebatarle esas anotaciones para quemarlas en un lugar lejano, donde ni Harry ni sus hombres pudieran ver lo que Rob había estado haciendo.

"Draco, he dicho que basta." Ordenó Rob, alzó un poco más la voz.

"¡Si tanto odias que me preocupe por ti, deja de preocuparme!" Exclamó Draco. Rob bufó. "A mi amiga la asesinó su propio alfa, y nadie hizo nada. Las personas que quiero han muerto, o me han dejado. Todas, excepto tú." Draco empujó a Rob, porque sentía una gran impotencia. "¡Así que no me pidas que no me preocupe por ti, porque eso es una estupidez! Eres mi hermano." Espetó con tristeza. "Eso es lo que importa."

Rob se quedó sin palabras. Tragó saliva y abrió sus brazos para Draco. El omega lo abrazó fuertemente, y Rob dejó sus labios fruncidos sobre su frente. 

"Yo sólo quiero que vivas en el parto." Confesó el alfa con voz baja. "No lo soportaría, no soportaría que murieras por mi culpa, porque no supe cómo ayudarte."

Draco no necesitó que se explicara. Había visto las anotaciones que Rob había escrito sobre la anatomía omega; el útero, la pelvis y otros nombres.

"Y yo no quiero que tú mueras." Le dijo Draco. "Tampoco lo soportaría."

Rob presionó un beso en la frente de Draco.

"Te he dicho que no me voy a ir, te lo he prometido." Le recordó.

Cuando se separaron del abrazo, ambos supieron que el tenso muro invisible entre ellos había desaparecido

"¿Por qué llevas el olor de otra omega, qué tiene que ver eso con todo esto?" Inquirió Draco.

"El hedor de los muertos se me queda impregnado en la piel." Respondió el médico. Agarró uno de los trapos limpios y secados al fuego para doblarlo y guardarlo junto a los demás. "La esencia de un omega es mucho más fuerte."

"Así que le pediste a un omega que te perfumara." El omega caminó de nuevo al asiento. El embarazo lo cansaba, y solo eran los primeros meses. Rob ya se lo había advertido la primera vez. "¿A quién se lo has pedido?"

"A Nancy."

Draco alzó las cejas y abrió la boca con sorpresa.

"¿Qué?" Espetó en tono exigente, sumamente ofendido. "¿A ella?"

Rob lo miró.

"Sé que no es la más atractiva, pero—."

"¿De qué estás hablando? Es probablemente la omega más bonita de toda la tribu." Draco miró a Rob como si tuviera tres cabezas. "¿Y a ella, precisamente a ella? ¡Me odia, creí que eras mi hermano!"

"Lo soy, aunque no tengamos la misma sangre." Respondió con tranquilidad. "Draco, sé que ella no es tu persona favorita."

"¿Te estás escuchando? Ese es el mayor eufemismo que he oído."

"Esto no se trataba de amor ni atractivo." Espetó Rob, algo gruñón por las innumerables interrupciones de ese omega. El embarazo había vuelto a Draco un poco más atrevido y gruñón. "Necesitaba cubrir el hedor de muerto, fue una necesidad."

"¡Y acudes a ella!" Resopló Draco, anonadado. Alzó sus brazos exageradamente. "¿Eres consciente de que estás dejándote perfumar por una auténtica serpiente venenosa?"

"No la quiero, no la amo." Dijo Rob. "No me atrae ni su físico, ni mucho menos su forma de ser."

"¿Ni siquiera su físico?" Preguntó con recelo el omega mientras jugueteaba con una hoja de papel sin nada escrito.

Rob lo miró divertido y con cariño.

"No." Lo tranquilizó. "Ni siquiera su físico."

"Bien." Murmuró. Frunció un poco el ceño. "Porque ella casi asaltó mi casa cuando mis alfas estaban en celo, lo último que quiero es que también intente alejarte de mí."

El médico se agachó a recoger una manta de lana que estaba tendida sobre su cama de trapo y la olió.

"Puedes estar tranquilo." Le tendió la manta a Draco.

El omega le regaló una pequeña sonrisa y extendió la manta para arropar a sus frías y cortas piernas. Evans había notado que Draco temblaba de frío en muchas ocasiones, y era por el inevitable frío en las piernas, así que su alfa había encargado unos calcetines de lana muy gruesos y tan largos que le llegaban por los muslos.

Rob se dedicó a preparar más calmantes, frotando y sacando el jugo de las hierbas. En algunas vertía el jugo dentro de un diminuto frasco, otras las secaba para en un futuro prenderles con fuego.

Draco encontró entretenimiento en leer un poco más sobre cómo construir un bote.

"Aunque me gusta cómo se peina." Admitió Draco unos minutos después, cuando el silencio había durado demasiado para su gusto y todo lo que se oía era la madera crujir en la chimenea. Su mirada seguía en los dibujos representativos de los diferentes tipos de botes.

Rob lo meditó unos segundos. "Lo hace bastante bien."

"Me gustaría tener una niña." Confesó Draco. Dejó su libro sobre su regazo y se llevó una mano a su vientre. "Para peinarla y vestirla. Le haría trenzas y todos los vestidos que ella quisiera."

"Lo averiguaremos en ocho meses."

(...)

Una de las cosas que más le gustaba a Draco, era cuando él se sentaba en su nido y alguno de los hermanos se tumbaba con él. Los tres estaban muy ocupados la gran mayoría del tiempo, era un milagro cuando dos de ellos tenían tiempo libre y lo pasaban junto a Draco a la vez.

Mientras Draco tejía un par de bufandas marrones, James estaba tumbado con su cabeza sobre el blando regazo de Draco. De vez en cuando, el omega enterraba sus dedos en el cuero cabelludo de su alfa y James cerraba los ojos, sintiéndose en la gloria.

De vez en cuando, Draco respiraba el aroma en el ambiente. La mezcla de su esencia con la de los hermanos era su olor favorito.

"¿Qué es eso?" Le preguntó a su alfa.

James inspeccionaba un mapa viejo y de colores desgastados.

"Nuestros territorios." Con su dedo, James trazó las líneas y le mostró el recorrido a Draco. El omega admiraba, sobre todo, las grandes manos de James.

Draco alzó las cejas, muy sorprendido.

"Es gigantesco."

"Y con el paso de los años lo será mucho más." Juró. Cuando Draco se encontró con los ojos verdes de James mirándolo, pudo ver ese brillo de orgullo en sus ojos. Se veía muy decidido. "Será cuestión de tiempo terminar con la tribu Leviathan."

El omega asintió un poco. A veces se olvidaba de que sus alfas y los padres de sus cachorros eran bárbaros, y que la sangre de cientos corrían por sus manos.

"¿Qué te gustaría que fueran?" Murmuró Draco de repente.

James lo miró. "¿El qué?"

"Nuestros hijos." Dijo, y vio ese brillo especial en los ojos de James. No era el orgulloso o el peligroso, era uno que había estado experimentando últimamente: adoración auténtica y pura. "¿Te gustaría que fueran más niños, o más niñas?"

"No me importa lo que sean." Le respondió, y le sonrió. "Quedo satisfecho con que tengan tus ojos."

Draco se rio, "Hablo en serio." Pidió. "¿Qué preferirías?"

El alfa lo miró fijamente durante unos segundos, segundos que le parecieron a Draco toda una eternidad.

"Cuando era un niño apenas pasaba tiempo con mi padre." Murmuró el alfa con voz rasposa. "Me gustaría que al menos tuviéramos un niño, podría pasar con él el tiempo que mi padre no pudo darme."

Draco tomó la gran mano de su alfa y se inclinó a besarla.

"Vas a ser un padre fantástico." Le aseguró Draco. "Te van a adorar."

"Hasta que lleguen a la adolescencia." Se rio James. "Ahí querrán cazar venados ellos solos."

Draco gimió en disgusto. "No les dejes hacer eso."

El alfa levantó la cabeza del regazo de su omega y se sentó al lado de Draco, sosteniendo aún la pequeña mano de su pareja.

"¿Y tú qué preferirías?"

"Una niña." Respondió sin dudar.

"Con tus ojos." Señaló James.

"Y con tu pelo."

James apretó la mano de Draco con cariño.

"Serán los más atractivos de esta tribu." Murmuró.

"Se parecerán a sus padres, por supuesto que lo serán." Aseguró Draco, arqueando una ceja con coquetería.

James sonrió.

"En ese caso, espero que hereden el encanto de su madre."

Draco besó los labios de James. El alfa exhaló en el beso y sus manos dejaron las de Draco para atrapar el cuerpo del pequeño omega. Lo sentó en sus piernas y frotó los muslos de Draco mientras su omega lo besaba y le lamía los labios con la lengua.

"Tenía frío." Se excusó el omega con una pequeña sonrisa. Sintió su cuerpo hormiguear desde la punta de sus pies hasta la cabeza cuando James le besó el cuello y presionó sus dientes ahí.

El alfa tarareó.

"Hagamos que ese frío se vaya."

Si había algo que le gustaba más a Draco que acurrucarse con sus alfas en su nido, era que James le hiciera el amor dos veces en su nido.

James lo presionó contra su blando nido cuando ambos estaban desnudos, sudados y brillantes. Ambos jadeaban; James lo hacía con pesadez mientras que los jadeos de Draco eran pequeños, cortos y rápidos. Se habían estado frotando el uno contra el otro, activando todo su organismo con esos frotes que provocaban el húmedo sonido de pieles chocando.

El alfa había colocado una de sus rodillas entre las piernas de Draco. El omega gimió cuando James lo agarró firmemente de las caderas e hizo que Draco se siguiera frotando contra él, contra su muslo. El alfa besó los labios de Draco y el omega se aferró tan fuertemente a los brazos tatuados de James que sus uñas dejarían marcas.

El muslo de James brillaba empapado por el lubricante natural de Draco, olía a esa fruta de verano que James tanto amaba ahora que Draco estaba en su vida.

"James." Jadeó Draco, cuando quiso separarse y pedirle a James que le metiera los dedos. Pero James enterró sus dedos más en su carne, meciéndolo y manteniéndolo ahí contra su muslo.

"Espera un segundo, cariño." Murmuró James con voz pastosa. "Tengo que asegurarme de que lubricas bien."

Draco gimió impaciente, gruñón y en total desacuerdo. Él sabía cuando estaba perfectamente listo para cualquier cosa, nadie tenía por qué controlar su cantidad de lubricación. James se había vuelto bastante paranoico desde el embarazo de Draco, siempre quería asegurarse de que el lubricante de su omega fuera lo suficientemente excesivo para lanzarse a la acción.

"James." Pidió con exasperación.

"Un momento, solo—."

"Estoy perfectamente, sólo quiero que me metas los dedos." Draco acunó el rostro de James con sus pequeñas manos, manteniendo las miradas. "Vamos, méteme los dedos y hazme un buen nudo."

James abrió la boca, pero volvió a cerrarla.

"Vale, sí, sí." Balbuceó, bastante sonrojado. Draco suspiró feliz. "Sólo espera a que—."

Draco dejó escapar un agudo gruñido de frustración.

Logró escapar del fuerte y pesado alfa sobre él, su alfa. James abrió los ojos alarmado, pero se desconcertó al ver que Draco sólo se había desplazado a una esquina de su nido.

Su omega se puso de rodillas y él mismo se abrió con los dedos. Draco dejó escapar un jadeo cuando su dedo índice y corazón entraron en su agujero, enviándole una placentera corriente eléctrica por toda su espina dorsal.

"Draco—."

"Como me digas que no lubrico lo suficiente te saco del nido."

James permaneció callado, y entonces Draco supo que su alfa estaba mirando todo el espectáculo.

Cuando Draco llegó hasta los tres dedos supo que estaba más que listo y emocionado. Volvió a tumbarse en el nido, de espaldas. Arrastró a su alfa sobre él, y enrolló sus regordetas y adorables piernas alrededor de la cintura de su alfa.

"Listo." Sonrió brillante el radiante omega embrazado.

James parpadeó.

"Vale, ¿pero cómo?"

La sonrisa de Draco se borró.

"¿El qué?" Espetó.

"Que cómo lo hacemos."

Draco alzó las cejas.

"James, me has hecho bebés antes."

"Y por eso mismo no puedo hacerte el amor de cualquier manera."

Draco quiso arrancarse la piel a tiras. Se limitó a frotarse el rostro con las manos.

"Sólo hay una manera, la hemos hecho muchas veces y también es la razón de que esté preñado." Dijo Draco. Cuando James se quedó callado, Draco continuó. "Me anudas."

"Sé lo que hago, por supuesto que sé qué es anudar." Reprochó James, avergonzado. "Lo que no quiero es hacerte daño a ti, o a los cachorros."

"James, por favor."

"Tengo muchas ganas, en serio." Le dijo a Draco. "No te imaginas cuántas ganas, pero lo último que quiero es hacerte daño."

"¿Cuántas veces tengo que explicarlo?" Exclamó Draco. "Si me anudas no me haces daño, me ayudas mucho."

"Pero no sabemos si ahora es el momento correcto para anudarte. Harry, Evans y yo hemos llegado a un acuerdo de no anudarte hasta el tercer mes, lo hemos hablado."

"Tienes que estar bromeando." Balbuceó Draco, anonadado. "Joder."

"Sabes que no bromearía con algo así."

"Por qué estamos discutiendo sobre esto." Gimió Draco disgustado, rindiéndose. "Nadie me quiere hacer un nudo."

"Claro que te queremos anudar, no pienses lo contrario." Lo arrulló James.

"Aleja tus manos de mí, estoy enfadándome contigo." Refunfuñó Draco, apartando las manos ridículamente grandes de James de su cara.

James frunció los labios, algo triste por el enfado de Draco.

"Piensa en lo positivo, te anudaré muchas veces. Estás de un mes y medio, dentro de un mes y medio podrás tenernos."

"Cállate, cállate, cállate. Estoy odiándote más."

"Draco, no digas eso."

"¿Tampoco vas a dejar expresarme hasta el tercer mes?" Le exclamó Draco con indignación.

James se tumbó a su lado. Su gran mano cubrió el vientre apenas abultado de Draco.

"Entiendo que estás agobiado."

"No lo entiendes, no sabes qué es vomitar tanto que sientes que vas a echar las tripas." Murmuró Draco con recelo.

El alfa vaciló unos segundos. "Bueno, viéndolo así..."

"Ni saber que vas a engordar tanto que parecerás un embutido mal amarrado."

James tomó su mano.

"No sé nada de esas cosas." Admitió. "Pero sí que estoy contigo en esto, en todo. Estoy aquí para ti, y para cualquier cosa."

Draco lo miró fijamente.

"Dime quién fue el que creyó que todo esto de no anudarme hasta el tercer mes fue una buena idea y tal vez mi odio hacia ti baje un poquito."

"Harry."

"Maldito imbécil, sabía que había sido él." Siseó Draco. Juró internamente venganza.

"¿Eso quiere decir que ya no estás enfadado conmigo?"

"No, por supuesto que sigo furioso contigo."

"Pero dijiste—."

"Dije que tal vez."

James frunció los labios, genuinamente ofendido y dolido.

"No quiero que estés enfadado conmigo." Murmuró James.

Draco lo miró. "Y yo quiero que me anudes."

James alzó las cejas con sorpresa cuando Draco trepó por su cuerpo y se sentó a horcajadas sobre él. Su omega lo besó y James supo que no podría despegar sus labios de su omega de nuevo, no aquella tarde.

Harry y Evans habían tenido que viajar hacia el norte, le habían dicho a Draco que pasarían la noche en aquella tribu aliada. Draco estaba muy aliviado de que James no tuviera la obligación de ir con sus hermanos, se habría sentido completamente solo en la cabaña sin ninguno de sus alfas.

Jadeó cuando las caderas de Draco comenzaron a moverse y sus pieles desnudas se frotaron. Su omega lo besaba con los ojos cerrados mientras sus caderas hacían que su trasero se frotara contra la polla erecta de James. El omega gimió cuando sintió que el líquido preseminal que derramaba James empapaba sus nalgas.

"Había hecho un pacto con mis hermanos." Murmuró James con voz profunda. Cerró los ojos y ahogó un gemido ante la gloriosa sensación de su pequeña pareja frotando su alegre trasero contra su polla erecta.

"¿Pero?" Insistió Draco, jadeante. Se inclinó y le besó la mandíbula, lamió la firme línea de la fuerte mandíbula de James.

"Pero a la mierda." Exhaló.

Harry era dominante en la cama; le gustaba tener el poder sobre Draco, le gustaba presionarlo contra muebles y encargarse él de todo. Le gustaba dominar a Draco, era quien decidía cómo eran las cosas en la cama y eso volvía loco a Draco. Le encantaba que Harry le consintiera la gran mayoría de sus caprichos, y que incluso Harry lo obedeciera en múltiples ocasiones. Pero lo que sí que adoraba, era que Harry tomase el total control sobre él en la intimidad.

Evans era diferente. Evans necesitaría un párrafo completo de al menos veinte líneas, él era un caso totalmente aparte.

Pero con James la cosa era muy diferente. James era dominante, pero en muchas ocasiones tampoco le importaba que Draco tomase el control de la situación. Podría decirse que hasta le gustaba que su omega le dijera cómo quería que lo follara, en qué posición y cuántas veces. Le gustaba que Draco le dijera las cosas, y él cumplirlas al pie de la letra.

Draco sonrió.

Besó a James en los labios.

"Vas a anudarme, ¿verdad?" Murmuró Draco.

James agarró su trasero y lo miró muy seriamente.

"Todas las veces que quieras, hasta que sientas que ya no puedes más."

Draco amaba a sus alfas.

Terminó con James en su nido, sudados y con el cuerpo adormecido. Sentían que no eran capaces de mantenerse despiertos durante mucho más tiempo, estaban agotados y extasiados.

"Deberíamos pelear más a menudo." Propuso James, que abrazaba a Draco y lo acurrucaba en su pecho.

Draco lo meditó. "Definitivamente." Felizmente, el omega apoyó su cabeza en el fuerte pecho de su alfa.

(...)

A Draco lo despertaron dos días más tarde unos golpecitos en su puerta. No tuvo la necesidad de verle la cara a esa persona para saber de quién se trataba, su olfato de embarazado se lo dijo mucho antes.

"Buenos días, mi Luna." Saludó Harry.

"Tú." Draco entrecerró los ojos con recelo. "Manipulador."

Harry parpadeó. "Creía que nuestro saludo estaba más que perfecto. Yo te digo Luna y tú me dices cariño."

Draco se levantó muy indignado de su cama, vistiendo una de las camisas de Harry que le llegaban por sus muslos. Con su pequeño dedo acusador pinchó el duro pecho del altísimo alfa.

"¡Habías hecho una absurda norma sobre no anudarme hasta el tercer mes!"

El alfa suspiró con pesadez.

"Primero cálmate. Me vas a atravesar el pecho con tu dedo."

"¿Además de todo ibas a controlarme el sexo?" Lo acusó Draco con recelo.

"No juegues el papel de víctima, cariño." Se burló Harry. "James me lo ha contado todo."

Draco parpadeó anonadado.

"¿Hablas en serio? ¿Por qué lo ha hecho?"

Harry se encogió de hombros.

"Se sentía mal por no cumplir el pacto que hicimos."

El omega bajó la mirada un poco apenado.

"No es su culpa, Harry. Yo insistí demasiado."

"Sabía que lo haría, de todas maneras." Le restó importancia. "¿Pero qué clase de hermano mayor sería si no jodiera a mi hermano pequeño?"

"Eres cruel, me has hecho sentir mal hasta a mí." Draco frunció sus labios. "Tienes suerte de que te quiera así."

"Si te sirve de consuelo, Evans participó en la conspiración contra James." Harry enrolló la cintura de Draco con su brazo. "Te he echado de menos, por cierto."

Draco cerró los ojos con gusto cuando Harry le dio un par de besos en la frente y finalmente uno en sus labios.

"Yo también." Sonrió con emoción. "¿Quieres ver lo que he tejido para nuestros cachorros, cariño?"

"Lo estoy deseando, mi Luna."

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