—Lo único que puede hacer que te deje de amar es la muerte —aseguró él con confianza—. Esto que siento por ti será lo que me llevará por siempre a la perdición. El odio forma parte del vínculo. Jamás olvides eso, porque gracias a esa realidad tengo mi promesa lista hacia ti.
—Pues dime de qué se trata.
—Mi promesa es que te seguiré amando, aunque tenga que acabar con tu vida cuando llegue el momento.
—Entonces, no era juego que me amarías hasta la muerte —le cuestioné con ironía.
Su mirada intensa y firme parecía querer explotar en mar de emociones, pero, en lugar de eso, sólo se dispuso a callar.
—Dime que tú tienes una promesa para mí también. Eso me alegraría un poco y quitaría el sabor amargo de nuestra realidad.
—Acabaré contigo algún día, es mi misión en esta vida.
—Olvidarás todo lo que pasa por nuestros corazones al parecer.
—Nunca dije que lo haría. Siempre te amaré, pero no dejaré de lado lo que debo hacer.
Ese fue uno de los pactos más extraños y desconcertantes que había oído en mi vida.
¿Nadie tiene su fecha de muerte, así que ella se encargará de mandarte la notificación.
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