Emily & Jake ✔️

Autorstwa ines_garber

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De la amistad al amor no hay solo un paso. Hay muros y barreras que hay que estar dispuesto a derribar o a de... Więcej

P r ó l o g o .
U n o .
D o s .
T r e s .
C u a t r o .
C i n c o .
S é i s .
S i e t e .
O c h o .
N u e v e .
D i e z .
O n c e .
D o c e .
T r e c e .
C a t o r c e . (1)
C a t o r c e . (2)
Q u i n c e .
D i e c i s e i s .
D i e c i s i e t e .
D i e c i o c h o .
D i e c i n u e v e .
V e i n t i u n o .
V e i n t i d ó s .
V e i n t i t r é s .
V e i n t i c u a t r o .
V e i n t i c i n c o .
E p í l o g o .
E x t r a 1 .

V e i n t e .

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Autorstwa ines_garber

Nota: he tenido que subir el capítulo sin corregir, así que lo siento si encontráis fallos.

Me quedé de piedra. Mi padre se mantuvo serio; la decepción era clara en su rostro.

Formé dos puños con las manos y apreté los labios.

—¿Te lo ha contado?

—No sé cuántas veces te he preguntado si pasó algo entre vosotras en el colegio. Lo que sí sé es que todas y cada una de las veces, me has dicho que no. —La decepción era clara en su voz.

—Ya lo sé, pero es que...

—Una cosa te he pedido; que seas sincera conmigo. Una cosa, Emily —me interrumpió—. Y es que sé lo que me vas a decir. Que no me lo dijiste porque no querías estropear mi relación con Sophie. ¿Por qué no me escuchas en vez de sacar tus propias conclusiones sobre lo que es mejor para mí? —Se le veía destrozado, y podía entender por qué. No era solo el hecho de que yo le hubiera mentido, sino la culpa de haber vuelto a introducir a Jessica en mi vida. El duelo entre si seguir o no con Sophie era lo correcto.

—No cambia nada, papá. Es pasado.

—¿Cómo crees que me siento después de saber que mi pareja actual es la madre de la persona que peor se lo ha hecho pasar a mi hija? —me ignoró, aún muy serio—. Todo por lo que has pasado... lo que hemos pasado los dos. Hospitales, terapia, un divorcio, errores, aprendizaje... Tú siempre has sido mi prioridad. Lo único que he querido siempre ha sido que estés feliz y que seas sincera conmigo. He puesto todo de mi parte para entenderte, para que confíes en mí, porque necesito poder ayudarte. Si tú no estás bien, yo me hundo, Emily. Y si de repente me entero de que me has mentido en una cosa tan importante, de verdad que... —Paró la frase a la mitad para deshacerse de las lágrimas que amenazaban con brotar de sus ojos—. No puedo volver a tener miedo de que me ocultes cosas, Ems. —Volvió a mirarme y, cuando lo hizo, se me cayó el alma a los pies—. No puedo volver a la época en la que se me formaba un nudo en la garganta cada vez que te dejaba sola en casa por temor a que te derrumbases. Me matas si tengo que volver a preocuparme de esa forma.

Contuvo las lágrimas otra vez. Estaba enfadado y herido, pero no voy a decir que era injusto que me dijera eso, porque lo entendía. Los peores años de mi trastorno alimenticio fueron un infierno para los dos. Sentir que te quieres morir es horrible. Saber que tu hija se siente así, que ha tocado fondo, debe ser por lo menos igual de doloroso.

El miedo a perder a una persona, la preocupación, puede volverte loco. En el caso de mi padre fue así. Los periodos en los que mi autoestima decaía hasta el suelo, él apenas dormía, apenas comía y apenas sonreía. Y si bien fue la principal razón por la que seguí luchando, también era una mierda. Hacerle eso a alguien que quieres y no poder evitarlo...

—Lo siento —conseguí decir.

—Sé que estoy exagerando las cosas y que probablemente estoy haciendo una montaña de un grano de arena, por eso te he dicho que prefería dejar esta conversación para mañana —volvió a resoplar—. Pero de verdad, Emily, deja de ocultarme cosas importantes. Es lo único que te pido.

—Vale.

—Y quiero que me expliques tú también qué es lo que ocurrió, así que mañana hablaremos sobre eso y también sobre cómo lo vamos a hacer.

—¿Cómo vamos a hacer el qué? —Fruncí el ceño, confusa.

—Quiero que las cosas con Sophie salgan bien, pero no sé hasta qué punto vamos a poder mantener una buena relación si incluirla en tu vida hace que te sientas mal. Aún estás trabajando para mejorar tu salud mental, y si esto va a ponerte las cosas más difíciles aún...

—No tengo ningún problema con Sophie. Me cae bien y creo que es buena para ti.

—Ya lo sé, cariño, pero Sophie y Jessica vienen en el mismo paquete, igual que tú y yo.

—Pero no es justo que tengas que romper con ella por mí.

—No se trata de si es justo o no, se trata de qué es lo mejor para ti —dijo—. En fin. Ya pensaré bien cómo lo voy a solucionar.

—Esto era precisamente lo que quería evitar. —Me crucé de brazos otra vez—. Dices que yo saco siempre mis propias conclusiones sin preguntarte o escucharte, pero tú haces exactamente lo mismo, papá. A mí también me duele ver que renuncias a cosas por mí. Para mí también es más importante tu felicidad.

—Tú eres mi hija. tenemos papeles y responsabilidades diferentes.

—Y una mierda —solté—. Es exactamente lo mismo.

—No pienso ponerme a discutir ahora —sentenció.

—Pues no discutas, pero al menos escúchame —le dije—. Si rompes tu relación con Sophie por mí, me vas a decepcionar muchísimo, papá. Y no va a arreglar nada, porque me voy a sentir culpable y me voy a encontrar peor.

—¿Y qué quieres que haga, Emily? ¿Salir con ella pero separarla de tu vida? Porque yo no quiero eso. No sería feliz con alguien a quien no puedo incluir en mi familia.

—Por eso digo que puedo hacer un esfuerzo y...

—Es mi relación, y por ende, la decisión es mía. Punto. —Se puso de pie y se dirigió hacia el aseo—. Me voy a dar una ducha. Como te he dicho antes, ya hablaremos mañana.

Se encerró en el baño y así dio por finalizada la conversación. Me quedé frente a la puerta, de morros y con los brazos cruzados. De verdad, ¿qué necesidad había de liarlo todo tanto? Entiendo que Sophie quisiera hablar las cosas con mi padre, pero era mi historia, y tenía derecho a no hablar de ella hasta que estuviera preparada. Era un asunto mío y los demás no tenían por qué meterse en él. Además, ¿por qué ahora?

Solo se me ocurrió una respuesta a esa pregunta: Jessica debió haberle contado algunas cosas a su madre.

Joder. Justo cuando me empezaba a ir bien en la vida, Jessica volvía para fastidiarlo todo. De alguna manera, siempre aparecía en el momento perfecto para arruinar mi buen humor.

Me puse las zapatillas y el abrigo hecha una furia y salí de casa. En el ascensor le escribí un par de mensajes.

Emily: ¿Le has contado a tu madre toda la mierda del colegio?

Emily: Déjalo, no respondas. Estoy yendo a tu casa. Tenemos mucho de qué hablar.

Emily: Espérame en la plaza que hay frente a tu edificio.

No esperé a que me contestara. Ya la llamaría si no había visto mis mensajes cuando me bajara del autobús.

Estaba que echaba humo por las orejas. Jessica seguía siendo una víbora; ahora estaba claro. ¿En serio me odiaba tanto como para interponerse entre la relación de nuestros padres? Seguía siendo la misma niña egoísta y manipuladora de siempre.

Por suerte, sí vio mis mensajes. La vi sentada en un banco, con el móvil en la mano. Llevaba puesta una camiseta ajustada con un abrigo corto por encima, unos vaqueros con agujeros y unas botas altas de color marrón. Lo único apto para el clima era el gorro de lana que le cubría la cabeza y las orejas.

Caminé decidida hasta donde ella estaba y le quité el móvil de las manos. Alzó la vista, molesta, pero su expresión cambió y se volvió algo tensa al verme.

—De verdad, me tienes harta, Jessica —espeté—. Prefiero creer que actúas sin pensar, porque no entiendo cómo has llegado a la conclusión de que estropear la relación de nuestros padres era una buena idea.

—Devuélveme el móvil —pidió con voz calmada. Lo que faltaba, qué actuase como si fuera la única madura de las dos. Se lo devolví a desgana y me crucé de brazos, esperando una respuesta mejor—. No pensé que fuera a haber problemas entre ellos por nuestra culpa. Mi madre no es yo. No tiene sentido que le carguen mis errores a ella.

Reuní toda la paciencia posible en una sola bocanada de aire.

—¿Por nuestra culpa? ¿Qué culpa tengo yo exactamente?

—Me refería a por culpa de nuestras diferencias. No digo que tú tuvieras la culpa de nada, perdona que haya formado la frase así.

—¡Deja ya el tono de niña buena, joder! —le grité. Un niño que pasaba por mi lado se quedó mirándonos con la boca abierta. Bajé un poco la voz—. Pues claro que tu madre no es tú, y que no debería cargar con tus errores, pero, sorpresa, Jessica, las cosas no salen siempre como queremos. Son personas adultas con hijas, sobre las cuales tienen cierta responsabilidad. Si tú tuvieras una hija y comenzaras a salir con la madre de la persona que le hizo bullying en el colegio sin saberlo, y luego te enteraras de todo, ¿cómo reaccionarías? Quieras o no, afecta. Despierta, joder, que como tú siempre sales ganando parece que no te enteras de cómo funciona el mundo.

—Yo no lo veo de esa forma, Emily. No me parecía justo que no fueran conscientes de lo ocurrido. Parecía que iban en serio y para mantener una relación así se requiere cierta trasparencia. —Esquivó mi mirada—. Lo siento mucho, de verdad que sí. Pensé que te debía no tener que ocultar nada de lo que pasó. Vi lo mal que lo pasaste durante las dos cenas. Tu padre también notó que estabas rara.

»Me siento fatal por cómo manejé las cosas en el colegio. Era una niñata consentida y egocéntrica y tú no te merecías la forma en la que me comporté contigo. —Al menos en eso estábamos de acuerdo—. Además, necesitaba enfrentarme a mis errores del pasado para poder pasar página. La culpa lleva años persiguiéndome. He trabajado muchísimo para cambiar, pero me sigo sintiendo como una mierda por ¿sabes? Es mi historia también, Emily. También tengo derecho a compartirla.

—Pero ¿tú te oyes? —la miré perpleja y furiosa—. ¿Cómo que tu historia? ¿Cómo que la culpa lleva años persiguiéndote? ¡A ti lo único que te persiguen son las consecuencias de tus malditos actos! ¿Quieres saber lo que se siente al cargar con una culpa que no te mereces? Prueba a quedarte despierta hasta las tantas llorando y sintiendo que no vales nada porque ese día has comido más de "lo que deberías". Prueba a ver a tu padre roto por tu culpa. Prueba a creer durante años que las cosas habrían sido diferentes si hubieras cambiado algo. La única culpa con la que cargas tú es la que te has ganado a pulso.

—Era una niña. Ni siquiera me daba cuenta de lo que estaba haciendo, te lo prometo. Hasta que no pasaron unos años no fui consiente de todo el daño que te había hecho. Y lo siento mucho, de verdad que sí. Si pudiera cambiar algo, compensarte de alguna forma...

—Yo también era una niña, Jessica. No tenía más de trece años cuando desarrollé un trastorno alimenticio. Trece años. A esa edad nadie debería odiarse tanto. —Me mordí el labio, controlando las lágrimas que amenazaban con escaparse por culpa de la frustración y del dolor de los recuerdos—. ¿Quieres compensarme lo ocurrido? Pues te voy a decir algo: no puedes. Nada compensará lo que he vivido y sigo viviendo. Porque tú cargas con la vergüenza y la culpa, pero yo cargo con todo eso y también con las secuelas que conlleva. Estoy rota y llena de veneno y puede que no sea justo echarte la culpa de todo pero la verdad es que me da igual.

Estaba soltando parte del veneno que llevaba tanto tiempo intoxicándome. Desahogarme de esa forma fue increíblemente satisfactorio. Estaba llena de odio, quería que se sintiera, por lo menos, la mitad de mal de lo que me había sentido yo.

—Has jodido la relación de dos personas que no tienen la culpa de nada solo porque no te gusta saber que fuiste una persona de mierda y admitirlo en voz alta hace que te sientas un poco menos culpable —proseguí—. Puede que hayas cambiado y que ahora seas consciente de algunos de tus errores, pero eres la misma niñata caprichosa y egocéntrica de antes. Y si nuestros padres rompen por lo que pasó entre nosotras, que sepas que será únicamente tu culpa. Yo ya no pienso cargar con más sentimientos que no merezco.

Esperé a que dijera algo, pero no encontró las palabras adecuadas y terminó solo mirándome con una cara llena de arrepentimiento. Negué con la cabeza, decepcionada, aunque no sé qué más esperaba de ella. ¿Qué podía decirme? Por lo menos, al callarse me estaba dando la razón. No se había puesto a la defensiva, estaba admitiendo sus errores. Eso no arreglaba nada, ni lograba calmarme, pero al menos era algo.

—Solo venía a decirte eso. Que pases una buena noche —me despedí con el tono más falso que fui capaz de utilizar y me fui de la plaza para coger el autobús de vuelta a casa.

Cuando llegué a mi habitación, me hice un ovillo sobre mi cama, enterré el rostro en mis manos y me eché a llorar. Desahogarme había estado bien, pero me había agotado mentalmente y en esos momentos me sentía rota. Quizá porque lo estaba. Lo que le había dicho a Jessica era cierto, estaba rota y llena de veneno.

Paré de llorar de inmediato cuando escuché que llamaban a mi puerta. El llanto cesó así, de golpe. Me sequé las lágrimas, me recompuse, respiré hondo y dije:

—Sí, pasa.

Mi padre seguía serio, pero al menos ya no parecía enfadado. Entró a mi habitación y tomó asiento en la silla del escritorio.

—¿Podemos hablar?

—Pensaba que querías esperar a mañana.

Se rascó la barba incipiente como si no supiera por dónde empezar.

—Tres horas han sido suficiente. Ya estoy un poco más tranquilo.

—Lo siento mucho, papá. Sé que debería haber sido sincera contigo. Sobre todo en esto, que no solo me afecta a mí sino también a tu relación con Sophie. No quería poneros las cosas tan difíciles, de verdad.

—Ya lo sé, cariño. —Me dedicó una mirada dulce que desapareció tras unos segundos. Tomó aire antes de volver a hablar—. Voy a hablar con Sophie mañana, pero aún no sé qué haré. Si te soy sincero, ahora mismo me preocupas más tú. Si hubiera sabido lo ocurrido con Jessica, yo nunca...

—No lo sabías, papá. Tú no has hecho nada malo.

—Podría haberte evitado un mal trago.

—Podrías, si yo hubiera sido honesta desde el principio. No es tu culpa. —No pareció muy convencido—. Céntrate en ti ahora. En ti y en Sophie. Yo estoy bien. Mejor que nunca, de hecho.

Las cosas con Jake marchaban estupendamente. Nuestra relación no había cambiado mucho, en realidad, y precisamente por eso era todo tan perfecto.

Estaba en uno de los mejores puntos de mi vida, aún con todo el drama de Jessica. No tenía dudas.

Mi padre se quedó callado unos segundos, mirándome pensativo.

—Vale —asintió con la cabeza finalmente—. Si estás segura de que estás bien, tengo una cosa que proponerte.

—Dime.

—Puedes decir que no, y no quiero que pienses que...

—Papá, dilo ya —lo corté, impaciente por saber qué quería exactamente.

—Vale. ¿Qué te parecería irte con tu madre por unas semanas?

Siendo sincera, su propuesta me sentó como un balde de agua fría. ¿Que qué me parecería mudarme con mi madre durante un tiempo? Pues no me hacía mucha gracia, la verdad.

—Solo para poder tener un tiempo a solas para pensar, eso es todo —explicó.

—Me parece una buena idea —mentí a la vez que esbozaba una sonrisa tranquilizadora.

—¿Segura?

«No».

—Sí. Te va a venir bien. Es lo que necesitas ahora mismo.

En el fondo, él lo sabía también. Necesitaba pasar una temporada sin mí, porque conmigo cerca, él nunca se preocuparía de sí mismo. Sé que si me hubiera negado a irme con mi madre, él no habría insistido, pero tenía que ver que no necesitaba protegerme tanto. Que no tenía que tener miedo de dejarme sola y que podía confiar en mí.

14 de enero de 2019

—Ahora que voy a pasar una temporada en su casa, mi madre no deja de recordarme que tengo que invitarte a cenar con nosotras algún día. —Cerré la taquilla sin dejar de mirar a Jake.

—Dime fecha y hora y allí estaré. —Me dedicó una sonrisa arrebatadora—. Tengo que ganar puntos con la suegra.

—Mejor gana puntos conmigo —bromeé—. A mi madre ya le has gustado. Es muy de poner etiquetas. La primera impresión que tiene de alguien se le queda grabada en la mente para toda la vida. Es buena juzgando a la gente, pero... a veces puede ser un poco hipócrita —comenté, y luego negué con la cabeza, restándole importancia al asunto—. En fin, el caso es que tú ya tienes una buena etiqueta de por vida.

Estaba segura de ello al cien por cien. En el no deseable caso de que rompiéramos y yo empezara a salir con otros chicos, ella me diría eso de «pues Jake me gustaba más para ti». Me juego cualquier cosa. Y menos mal que Jake sí se merecía esa etiqueta de chico decente. No me imagino lo que sería salir con otros chicos y tener a mi madre detrás comparándolos con un gilipollas en favor de este último.

—Yo no me conformo con gustarle, Ems. Quiero que me adore tanto que no pueda evitar llorar de la emoción en nuestra boda.

Mi corazón dio un vuelco. Sé que lo decía a broma, pero soy una romántica y no pude evitar emocionarme ante la idea de nuestra boda. Nuestra boda. Solo pensar en ello ya me hacía sonreír como una boba.

—Siento decirte que llorará de una forma u otra. Le encanta el drama.

—Gracias por chafar mis sueños y esperanzas.

—Mira, otro al que le encanta el drama —reí.

Nos reunimos con Sam, Ethan y Mark para ir a clase. Luego, a la hora de comer, Ethan se fue con Kate porque le había prometido que comerían juntos.

—¿Cuánto tiempo ha pasado desde que empezaron a salir?

—Hmmm... Tres meses, creo —dijo Jake tras pensarlo unos segundos.

—Qué bonito —sonrió Samantha—. Y van a pasar su primer San Valentín juntos en Nueva York. Su relación parece sacada de una película romántica y pastelosa.

—Son unos cursis —se burló Jake.

Pensé en lo que Sam había dicho sobre San Valentín. Ese año, si todo iba bien, también sería el primero que pasaría en pareja, pero no podría celebrarlo porque Jake estaría en Nueva York con Ethan y con Kate. No pude evitar sentirme un poco decepcionada. Como he mencionado antes, siempre he sido una romántica. No del tipo que quiere que le regalen rosas y bombones, sino más bien del que quiere compartir todos los momentos importantes de su vida con la persona de la que está enamorada. Del tipo que quiere casarse y tener hijos, viajar por el mundo con su familia, celebrar cada Navidad con ellos. El tipo de romántica que cree en el amor verdadero y en los para siempre, pero no el que se muestra en películas como La Cenicienta o La bella durmiente, sino como el que tienen Carl y Ellie en Up. Ese tipo de amor.

Sí. Romántica y familiar.

Sin embargo, me dije a mí misma una cosa: lo importante no era pasar el primer San Valentin junto a Jake. Lo importante era tener muchos más que celebrar con él.

15 de enero de 2019

—Creo que deberías probar algo nuevo. ¿No has oído nunca lo de «año nuevo, nueva yo»? —Me preguntó mi madre de camino a la peluquería.

Se había ofrecido para llevarme en coche después del instituto. Toda una sorpresa, a decir verdad. Parecía muy contenta de que me fuera a vivir con ella una temporada. La pregunta era cuánto duraría así.

—Sí, pero no sé...

—Llevas muchísimo tiempo con el mismo peinado. Las puntas las tienes súper estropeadas por el decolorado, deberías cortártelas y dejar que tu pelo sane un poco.

—¿Qué propones, que me corte el pelo por encima de los hombros? —Alcé una ceja en su dirección.

—Sí, ¿por qué no? —Se encogió de hombros y apartó la vista de la carretera un segundo para mirarme.

—Mi cara ya parece un bollo con el pelo así. —Me señalé el cabello, el cual llevaba suelto—. No me quiero imaginar cómo me quedará un corte estilo bob.

—No digas tonterías. —Frunció el ceño como diciendo «ya empezamos...»—. Eso de que a las caras redondas les quedan mal los cortes de pelo que enmarcan el rostro es una estupidez.

—Ya.

Nunca me había parado a pensar mucho en ello, la verdad. Al menos hasta ese momento, en el que mi madre lo había mencionado. Bajé el parasol de delante de mi asiento y me miré al espejo. Unos ojos castaños y rasgados, de pestañas abundantes y oscuras, me devolvieron la mirada. Me coloqué las manos a la altura de los hombros e imaginé como me quedaría el cabello si me lo cortase por ahí.

—El pelo crece. No te lo pienses tanto —me dijo mi madre.

La frase que me había dicho antes me vino otra vez a la mente. «Nuevo año, nueva yo». Me gustaba como sonaba eso. Ese año iba a estar lleno de cambios, lo supe desde el momento en el que besé a Jake en la fiesta de año nuevo y luego lo confirmé cuando me permití a mí misma tomar mis propias decisiones e ir a por lo que realmente quería. Me había quitado ese peso de encima, y luego, aunque no gracias a mí, también me había librado de una carga enorme al sincerarme con mi padre y al ir a hablar con Jessica. Habían sucedido muchas cosas en tan solo quince días.

Los cambios me asustaban. Sabía que las cosas iban a seguir cambiando durante el año, y también sabía que no todos los cambios me iban a gustar. Pero sentía que tenía que tenía más control sobre ellos ahora. Que podía decidir. Así que cuando entré en la peluquería, decidí.

16 de enero de 2019

—Sé que ya te lo he dicho antes, pero me gusta lo que te has hecho en el pelo. —Jake alzó el brazo para acariciar un mechón. Su mano rozó mi mejilla al hacerlo.

Al final no me lo corté como mi madre quería, pero tampoco me hice lo mismo de siempre. Me deshice de las puntas decoloradas y maltratadas y me dejé el largo por debajo de los hombros. Sin la parte rubia, me notaba un tanto extraña, pero me gustaba cómo había quedado.

—Habría sido una pena que no te gustara, porque tendrían que pasar un par de meses para poder volver a tenerlo como antes —bromeé.

Jake se rio.

—Tienes que llevarlo como te guste a ti. A mí me gustas de todas las formas. —Me mordí el labio y lo miré con ternura. Era tan perfecto que a veces sentía que no lo merecía—. ¿Cómo va todo con tu madre?

—Bien. —Apoyé los hombros sobre el pupitre—. Está muy motivada. Suele pasar a principios de año; se propone un montón de cosas que solo cumple los primeros meses. Pasar más tiempo conmigo siempre está en la lista, pero es la primera vez que me voy a vivir con ella en una larga temporada, así que está aún más motivada con eso. Incluso se está aprendiendo mi horario de entreno. Eso nunca había pasado. —Decidí cambiar de tema porque me apetecía hablar de él—. ¿Cómo están las cosas en tu casa?

Jake se encogió de hombros.

—Apenas he visto a mis padres desde que se acabaron sus vacaciones. Tienen que recuperar todo el tiempo que han perdido, y como en un mes nos vamos a Nueva York y tendrán que cogerse días libres, pues están trabajando como locos. Dudo que se acuerden de que tienen hijos. —Su risa sonó un poco triste—. En fin, la misma historia de siempre. Me aburro hasta a mí hablando de esto.

Con Jake siempre había que luchar con uñas y dientes para que soltara algo de lo que le preocupaba. Era extrovertido y abierto en muchos sentidos, pero habían cosas que se guardaba con llave y candado, y ni siquiera conmigo parecía cómodo hablando de ellas. Siempre cambiaba de tema o les restaba importancia. Tenías que prestar mucha atención para darte cuenta de algunas cosas.

Pero nadie entendía mejor que yo lo contraproducente que era presionar a alguien para que se abriera contigo, así que, aunque quisiera saber más de él y aunque me entristeciera un poco sentir que no confiaba en mí plenamente, tenía que respetarlo.

Cogió uno de mis bolígrafos de colores y me robó la libreta para pintar una abeja en ella.

—¿Por qué una abeja? Siempre me lo he preguntado.

—Me parecen adorables.

—Son insectos —respondí, como si ese argumento bastase para rebatir lo que acababa de decir.

—Pero son muy organizadas, trabajadoras y peluditas. —Cambió de bolígrafo para coger uno amarillo y pintarle las rayas a su abeja—. ¿Sabías que mueren al utilizar su aguijón? Se sacrifican para proteger a los suyos. Y se comunican bailando, ¿no te parece adorable?

—Eso último sí, la verdad.

—¿Lo ves? —sonrió, satisfecho.

—Voy a echar de menos las clases de biología y tus dibujos cuando acabemos el curso —admití.

—Bueno, puedo seguir dibujando en tus libretas aunque no estemos en el instituto. —Su sonrisa se volvió algo más coqueta y divertida. Se acercó a mi oreja para decir lo siguiente—: Y las clases de anatomía te las puedo dar yo.

Me acaricio el muslo descaradamente y se echó a reír —en voz baja para que no nos llamaran la atención— cuando vio que me había quedado sin saber qué decir. No obstante, su mano se quedó descansando en la parte interna de mi muslo. Era tan cálida y estaba tan cerca de mi intimidad que, aunque no estuviera haciendo nada, conseguía ponerme nerviosa.

—Este es un nuevo nivel de distracción —me quejé, también en un susurro.

—Tienes buenas notas en biología —me dijo, sonriendo, mirando a la pizarra, donde había un documental proyectado, y fingiendo que le prestaba atención.

—Sí, pero no es gracias a ti —repliqué.

—No sé si me estás echando algo en cara o si me estás pidiendo discretamente que te dé esas clases de anatomía.

Esta vez fui yo quien me reí.

—Eres un idiota.

Su sonrisa se ensanchó.

—Me lo tomaré como un «un poco de ambas».

Me sorprendió ver a mi madre ya en casa cuando llegué del instituto. Estaba sentada en el sofá viendo un reality show de los que tanto disfrutaba. Apagó la televisión al verme y se puso de pie. Parecía contenta.

—Hoy tienes la tarde libre, ¿no? —preguntó animada—. He pensado que podíamos ir de tiendas y salir a cenar por ahí.

—Me encantaría —dije suspirando mientras dejaba mi mochila en el suelo—, pero la semana que viene tengo dos exámenes importantes. Tengo que estudiar todo lo que pueda hasta entonces.

Ni siquiera iba a poder salir de fiesta con mis amigos ese fin de semana. Habíamos quedado el sábado para estudiar juntos en la biblioteca, eso sí.

—Es solo una tarde —insistió—. No es bueno pasar muchas horas estudiando, ¿sabes? Necesitas descansar un poco. ¿Y cuándo fue la última vez que salimos juntas de compras? Creo que ha pasado más de un año.

Comprar ropa con mi madre era una tortura. Ya me costaba de por sí hacerlo sola o con amigas, porque los probadores de las tiendas de ropa tienen algo que hace que tus defectos parezcan el doble de importantes, pero con mi madre era aún peor porque insistía. Insistía mucho, en todo. Si veía algo que le gustaba para mí, yo tenía que probármelo sí o sí. Si descartaba alguna prenda de las que me había probado, quería que le explicara por qué. Y siempre tenía algo que opinar sobre mis elecciones.

«Pues yo es que no entiendo por qué no quieres probarte vestidos ajustados. Solo probártelos, por si alguno te gusta».

«Siempre estás tratando de ocultar tus defectos y eso es un error. Hay que quererse a una misma, con defectos y virtudes».

«Uf, a mí esa camiseta no me gusta. Te hace los hombros muy anchos».

En conclusión, siempre acabábamos hablando de cosas en las que no quería pensar y siempre tenía que repetirle las mismas cosas. Cosas de las que, por cierto, me costaba mucho hablar, especialmente con ella. Me presionaba hasta llevarme al límite cada vez que salíamos juntas a comprarme ropa.

—Como te he dicho, estoy ocupada. —Mi madre no pasó por alto el tono tajante que usé. Se puso seria y negó con la cabeza como diciendo «esto es increíble».

—De verdad, Emily, creo que no merezco que me contestes así por proponerte pasar algo de tiempo juntas. Con tu padre todo es maravilloso, todo lo hace bien, pero a mí me tienes siempre en tarjeta amarilla y no toleras nada de lo que hago o digo, incluso cuando lo hago pensando en ti. —Por primera vez en mucho tiempo, la noté un poco dolida—. Te pregunto si quieres ir de compras y me respondes como si te hubiera dicho que te voy a llevar a limpiar los retretes de un aseo público.

Me sentí muy injusta en esos momentos, porque lo cierto es que tenía algo de razón. Desde su perspectiva tenía toda la razón del mundo, de hecho. Pero me daba rabia tener que ponerme en sus zapatos cuando ella nunca se ponía en los míos.

Me quedé callada, aún sabiendo que eso la iba a enfadar más. Soltó una carcajada seca y sin gracia y volvió a negar con la cabeza como antes para luego pasar por mi lado y encerrarse en su habitación. Yo hice lo mismo. Vivir con mi madre era así: la única forma en la que podías encontrar un poco de paz era aislándote. Todo lo contrario a mi padre, quien me hacía sentir tranquila la mayoría de las veces. Hablar con él me hacía ver las cosas de manera positiva. Hablar con mi madre me hacía querer encerrarme en mi cuarto para no tener verla a ella ni a nadie más en varias horas.

¡Saludos virtuales!

Perdón de nuevo por los fallos del capítulo; estoy padeciendo de niebla mental y apenas puedo escribir por culpa de la falta de concentración y la mala memoria. Quería escribir un texto bonito deseándoos una feliz nochevieja, pero vamos a tener que conformarnos con esto: espero que empecéis bien el año y que lo terminéis mejor aún. Os adoro.

La semana pasada os enseñé la portada de Juego de seducción y os dije que hoy desvelaría tanto la sinopsis como la fecha de publicación, así que, aquí vamos...

«Hailey Smith es perfecta. Su familia es encantadora, ella es una alumna ejemplar y tiene la apariencia de una muñeca de porcelana. Siempre va bien arreglada, siempre sabe qué decir y, sobre todo, siempre consigue lo que quiere.

Solo ha habido una excepción: Tate Martin, el primer y único chico que la rechazó.

Hailey aún no se ha olvidado de él, y es por eso que cuando lo vuelve a ver tras dos años desde su último encuentro, se propone seducirle de nuevo.

Lo que ella no sabe es que, en este juego de seducción, no será ella quien dicte las reglas.»

Primer capítulo: 01/01/2022

Sí, habéis leído bien: mañana conoceréis por fin a Hailey. Será mi regalo de año nuevo.

Gracias por leerme y ¡feliz 2022!

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