JADE [+18]

Bởi shuasmile

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Un mañana sin ti
Prólogo
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
¡¡¡¡¡¡¡Comunicado!!!!!!

Capítulo 1

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Bởi shuasmile

El pasado nos alcanza

“Yo aquí y tú a miles de kilómetros. Me pregunto por qué me dejaste.”

                             – Tyler Hilton

3 años y 8 meses después.

Moscú, Rusia.

Lucia

El sonido de las manecillas del reloj en la pared del despacho llena el inquietante silencio taladrándome los oídos. Tic, tac, tic, tac...

Permanezco sentada con la espalda muy recta en el incómodo sofá de cuero. Bueno... Puede que no sea incómodo, pero ahora mismo mi mente trabaja a mil tratando de adivinar el motivo exacto por el cual él, me ha mandado a llamar. Nunca nos habíamos visto fuera del club, y ciertamente no en público, o en su humilde mansión —nótese el sarcasmo—, por lo que todo en este lugar me resulta un fastidio.

Tomo una profunda inhalación intentando controlar el temblor en mi pierna. De repente la habitación se torna caliente y el chaleco de piel que llevo me estorba, por lo que termino sacándomelo y dejándolo a un lado. Me remuevo improvisando poses casuales para verme más relajada. Estiro un poco la falda de mi vestidito negro buscando cubrirme el muslo, pero es una completa tontería cuando él ya ha visto todo lo que hay que ver. Lo dejo estar y cruzo mi pierna de forma coqueta recostándome, pero el nervio no cesa y...

La puerta del despacho se abre de una y él entra como una exhalación, teléfono en mano mientras conversa en su idioma natal, el cual he llegado a dominar bastante bien luego de un arduo estudio. Me lleva un segundo sacudirme cualquier miedo que pueda tener y adopto mi papel de siempre.

Alzo una ceja en su dirección cuando toma asiento tras el escritorio y repara en mí por primera vez desde que entró. Él solo me hace un gesto con su mano hacia el minibar mientras continúa con su charla, de lo que supongo son negocios, y yo sé muy bien lo que tengo que hacer.

Voy hasta el lugar indicado sin perder el contoneo en mis caderas, le sirvo el vodka totalmente puro, sin hielo, y se lo pongo delante sin que me preste la más mínima atención.

—Sí, sí —espeta llevándose el vaso a la boca—. Me dan igual tus excusas de mierda. Mañana mismo quiero mi cargamento aquí en Rusia o quemaré a toda tu maldita familia.

Termina la llamada claramente irritado, y mentiría si dijese que sus palabras tienen algún efecto en mí. Me recuesto contra el buró observándolo mientras se empina lo que queda del vodka y estampa el vaso que resuena sobre la madera.

—¿Una mañana agitada? —pregunto en mi idioma y lo veo sacar la caja de cigarrillos del bolsillo interior de su saco.

—Puros incompetentes —Se queja antes de ofrecerme un cigarrillo el cual acepto.

Me lo llevo a los labios a la par que él me acerca el mechero sin desviar sus glaciares de los míos mientras aspiro para prenderlo y obtener una calada de humo que expulso al espacio sobre nuestras cabezas.

—Tal vez yo pueda hacer que tu mañana mejore —sugiero separando un poco mis piernas, gesto que no le pasa desapercibido.

Se recuesta observándome con la lujuria en sus ojos. Estira una de sus manos salpicadas con tatuajes hasta que roza de manera ascendente por la cara interna de mi muslo. Suspiro dejándome llevar por su tacto y la leve sensación caliente que se instala en mi bajo vientre. No pierdo de vista su rostro. Es muy apuesto, no puedo negarlo, y los años le sientan de maravilla. La barba clara le añade dureza a su rostro y el pelo enteramente peinado hacia atrás le da un porte elegante.

El ruso no solo luce peligroso, es peligroso, pero hace muchos años yo viajé en ese tren. Y ahora sé que lo más peligroso en esta vida es amar, entregarte en cuerpo y alma, y como yo, perderlo todo. No hay nada más dañino que enamorarse del propio peligro de amar.

Algo en mi interior se remueve agitando las quietas aguas. Me alejo un poco de su tacto y él se detiene extrañado.

—¿Todo bien? —indaga achicando sus ojos y le doy una calada al cigarrillo buscando relajarme—. Te ves algo extraña y no me refiero a la ausencia de tu peluca.

Intuitivamente me llevo una mano a la cabeza tocando las ondas que suelen adornar mi cabello cuando no me lo cubro. Aún lo conservo corto pero no tanto como antes. Ya no llevo mechones negros y el rubio natural en mi raíz se degrada hasta alcanzar el platinado, casi blanco.

—¿Y cómo quieres que esté cuando has enviado a uno de tus hombres a buscarme? —Me excuso tranquila enredando un mechón en mi dedo—. Ciertamente no me lo esperaba.

—Con que es por eso. —Ríe reacomodándose y yo vuelvo a respirar—. Te mandé a llamar porque tengo una tarea muy importante que necesito lleves a cabo.

—Ya te he dicho que puedo mejorar tu mañana. —Tomo el vaso y me devuelvo hacia el minibar para volver a llenarlo—. Por un buen precio puedes tenerme todo el día.

Ahora la carcajada que resuena en todo el despacho consigue que un escalofrío me recorra la espalda mientras sirvo el trago.

—Yo no tengo que pagar nada por tus servicios. Yo soy tu dueño, trabajas en mi club, permito que vivas como una reina y la razón por la que nadie se atreve a tocarte es porque todos saben que me perteneces. —Se mofa recordándome lo que intento olvidar cada día que paso en esta vida.

Me trago la rabia antes de girarme y encararlo con una sonrisa torcida.

—¿Entonces que es lo que necesitas de mí, si no es lo que tengo entre las piernas? —Le alcanzo el vaso y aspiro un poco de humo.

—Sí necesito lo que tienes entre las piernas, es solo que no lo necesito para mí. —Frunzo el ceño ante sus palabras.

—¿Qué quieres decir?

Me observa durante unos segundos, que se me antojan eternos, con esa mirada filosa suya que siempre logra ponerme incómoda.

—¿Sabes que tus tatuajes siempre me han gustado? —Señala con su índice los dibujos que ahora adornan la mayor parte de mi piel en un patrón aleatorio.

Me encojo de hombros.

—No tenía idea. —No me gusta el rumbo que está tomando la conversación y lo demuestro yéndome de vuelta al sofá, alejada de él, terminándome por completo el cigarrillo.

—Hay uno en particular que lo encuentro muy interesante. —Le hago un gesto con la cabeza para que continúe—. La geisha en tu espalda.

—¿Qué hay con ella? —inquiero de inmediato y me maldigo en silencio por ser tan obvia.

—Es un tatuaje Yakuza, ¿cierto?

Mi mandíbula se tensa al instante y sopeso qué debería contestarle. Al final me decanto por la verdad, después de todo no me conviene mentirle. Al menos no más de lo que ya hago.

—¿Y eso qué? Cuando me compraste no especificaste que no querías productos provenientes del enemigo —bromeo y su sonrisa me deja ver uno de sus colmillos bañado en oro.

—¿Cómo obtuviste ese tatuaje? ¿Acaso eras parte de los Yakuza? —insiste.

—Digamos que salí con uno de ellos.

—¿Y qué le pasó? —Desvio la mirada ante su pregunta por un momento, buscando la palabra que me escuece en la lengua.

—Murió —sentencio segura.

—Vaya, que desafortunado. —Puedo ver que en realidad le importa lo mismo que le importo yo, osea, una puta mierda—. Espero que no hubiese sido importante.

Le miro.

—No lo fue.

Asiente ante mi respuesta, toma un trago de vodka y yo me desespero por cambiar el rumbo de la conversación.

—¿Me dirás qué es eso que necesitas que haga?

—La Yakuza tiene algo que yo quiero.

—Todos tenemos algo que el otro quiere, es por eso que somos seres inconformes —divago un poco pero él decide ignorarme.

—¿Para qué son buenos los japoneses?

—¿Para el Anime? —Me hago la tonta y con él siempre funciona.

—No. Me refiero a la tecnología.

—¿Acaso Rusia no cuenta con tecnología suficiente? —aventuro—. ¿O es que quieres empezar a emplear robots en el club? —Me burlo—. Te advierto que un robot jamás será tan bueno como yo.

—Estoy seguro que al menos mantendrá la boca cerrada —suelta perdiendo la paciencia.

Aush. —Me llevo la mano al corazón fingiendo dolor.

—Presta atención. —Lo observo mientras marca la huella dactilar en la gaveta a su derecha—. Un joven biotecnólogo en Japón especializado en virología descubrió la razón por la cual los canarios de su aviario estaban muriendo.

»No entraré en detalles que no te conciernen pero el caso es que ahora las investigaciones del chico están siendo financiadas por la Yakuza y si todo sale bien los japoneses tendrán en sus manos un arma biológica muy poderosa.

—Y tú quieres adueñarte de ella.

—¡Exactamente! —Da un golpe en la mesa satisfecho con mi deducción—. No puedo permitir que sean los Yakuza los que logren semejante proeza, y mucho menos cuando solo queda un año para volver a elegir el líder de La Sagrada Mesa.

—¿La Sagrada Mesa?

—Hasta aquí llega lo que tienes que saber —zanja y fuerzo una sonrisa.

—Como sea, pero aún no me dices qué pinto yo en todo esto. —Me incorporo paseándome por la habitación y finjo interés en el pequeño barco que tiene dentro de una botella—. ¿Qué tengo que ver yo en los asuntos de la mafia?

Lo miro de soslayo esperando una respuesta y él eleva una de sus comisuras en una sonrisa de boca cerrada.

—Deberías ir aprendiendo, después de todo, tú y yo tenemos un gran futuro juntos.

Elevo una de mis cejas impactada por su declaración.

—¿Me estás incluyendo en tus planes de vida? —No puedo evitar el tono burlesco pero él permanece muy serio.

—Tú y yo juntos seríamos invencibles. Puedo ver lo que escondes Jade. —Me tenso inevitablemente y lo observo a la espera de que se explique mejor—. Sé que te haces la tonta para manipular a los hombres y lograr lo que quieres. Eres una mujer astuta.

Logro respirar de nuevo e intento continuar como si nada hubiese perturbado mi paz.

—Vaya, alguien ha estado haciendo su tarea —Camino hasta quedar frente por frente a su escritorio.

—Me gusta observarte, incluso cuando no tienes idea que lo hago —admite y no me gusta para nada lo que eso significa, pero aún así lo disimulo.

Me inclino hacia adelante apoyando mis manos en la madera sujetándole la mirada aguda.

—Espero que disfrutes las vistas —hablo sugerentemente.

—Lo hago, y él también lo hará —Deja caer una carpeta frente a mí y mis cejas se unen curiosas.

Interpreto que quiere que detalle el contenido, así que la abro y observo la foto del hombre en ella.

—Okuma Hiro —Por una milésima de segundo mi cuerpo reacciona al apellido extrañamente familiar pero él no lo nota.

—¿Quién es él? —inquiero.

—Es el heredero a la Yakuza y tu próxima conquista.

—¿Disculpa? —No es lo primero lo que me descoloca, sino lo segundo.

—Hiro será un blanco fácil —explica—. Lo seduces, te ganas su confianza y le sacas información valiosa.

—Pensé que no te gustaba compartir —comento y sus comisuras se curvan hacia abajo.

—Será por un bien mayor.

—¿Qué te hace pensar que estará interesado en mí?

—Créeme, lo estará.

—Es un mafioso, no puede ser tan tonto o confiado —expongo deslizando la carpeta sobre el escritorio hacia él—. Además no he dicho que estoy de acuerdo en hacer esto.

Mi mente se vuelve un collage de información y carteles de advertencias. Sopeso mis opciones dándome cuenta que lo que me pide es una locura, es aún más peligroso que lo que ya estoy haciendo. Por un momento me pregunto cómo fue que llegué a este punto, qué decisión fue la que me llevó a estar aquí. Pero la respuesta que me llega en forma de recuerdo me retuerce de adentro hacia afuera, por lo que termino centrándome de nueva cuenta en él.

—Yo nunca te pregunté si estabas o no de acuerdo. —Se pone de pie y rodea el escritorio acercándose a mí—. Lo harás, porque así lo ordeno.

Se ciñe con toda su altura sobre mí y sostiene mi barbilla entre sus dedos fuertemente, llevando mi cabeza bien atrás para que pueda verle a los ojos de un tono azul helado.

—¿Has entendido o necesitas que te dé una lección menos teórica? —Vuelve a amenazarme.

Alejo mi cara bruscamente liberándome de su agarre y clavo mis avellanas en él, no con la suficiente ira con la que me gustaría.

—¿Cuándo? —pregunto sabiendo que no me queda más opción.

—Esta misma noche. Tenemos unos negocios que cerrar, así que ponte guapa —Desliza su índice por mi mejilla y viro mi rostro apartándolo con algo de trabajo, saliendo de la encrucijada entre su cuerpo y la mesa.

—Yo siempre estoy guapa —espeto tomando mi chaleco y bolso sobre el sofá antes de dirigirme a la puerta.

—Jade. —Mi nombre en su boca hace que me detenga con la puerta entreabierta—. Estaremos en contacto. Я верю, что у тебя все получится.

«Confío en que lo harás bien.»

Su tono y la expresión en su rostro me dejan claro que no es una petición, sino más bien una advertencia. Lo recorro con la mirada antes de contestar:

—Я тебя не подведу.

«No te fallaré.»

≪· · • • • • · ·≫

A diferencia de otras noches, el ambiente en el privado se siente pesado. Diría que es por el humo del cannabis, pero yo sé que esa no es la verdadera razón.

La razón está sentada frente a mí irradiando un aura peculiar. Sus ojos como pozos oscuros no se han despegado de mí desde que comencé con mi espectáculo hasta ahora que he terminado. Ni siquiera para aspirar una de las rayas de coca que permanecen alineadas en la bandeja frente a él, o para prestarle atención a las chicas que le entreabren la camisa dejando ver su pecho salpicado por tatuajes y una piel tan blanca como la mía. Las hace a un lado antes de avanzar hacia mí y yo me siento extrañamente atraída hacia él.

Se acerca a la plataforma y me arrodillo para quedar a su altura. No me mira como los demás, sus ojos rasgados son una mezcla de fascinación y gentileza y yo me encuentro hipnotizada por ellos, siendo el contraste perfecto de los que solía adorar.

Pasa una de sus manos tatuadas por el flequillo de mi peluca y, con sumo cuidado, guarda una larga hebra esmeralda tras mi oreja.

—¿Y tú cómo te llamas? —El acento en su voz grave, pero suave, me resulta sensual y no puedo dejar de mirarle los labios carnosos.

Una de mis comisuras se elevan en una sonrisa capciosa. Si creí estar jugando, recién ahora me percato que comienza el verdadero juego.

—Jade.

≪· · • • • • · ·≫

15 meses después.

El antifaz de dormir sobre mis ojos impide que vea lo que tengo delante. Permanezco cruzada de piernas sobre el colchón esperando el pitido que suena en la habitación indicándome que puedo comenzar.

Sin perder tiempo uso solo el sentido del tacto para reconocer las diferentes partes de la Bersa BP9CC que está en frente esperando ser rearmada. El tiempo y la práctica me han vuelto diestra en la tarea, y no necesito usar mis ojos cuando recreo todo el proceso en mi mente, como una simulación en 3D.

Por último coloco el cargador en su sitio y deslizo hacia atrás la corredera dejando el arma lista para ser disparada.

—¡Terminé! —aviso eufórica retirándome el antifaz, ansiosa por saber cuánto tiempo me llevó esta vez.

—Nueva marca personal de 1 minuto con 20 segundos. Felicitaciones —La voz de Aria saliendo de los altavoces incrustados en el techo es música para mis oídos.

—Gracias —canturreo saliendo de la cama—. Voy mejorando.

—En efecto —concede y sonrío a mi reflejo en el espejo del tocador complacida por al menos tener alguien con quien hablar en este inmenso y sofisticado apartamento.

Mandé a instalar el programa hace ya varios meses. Estar en Japón tiene estas ventajas, la tecnología te acompaña a dónde quiera que vayas, y yo la traje a casa. El algoritmo de Aria es mucho más complejo y desarrollado que el de Alexa, permitiéndome intercambiar diálogos, casi como si de otra persona se tratase. Obviamente también la puedo vincular a otros dispositivos, y a mi auto.

La tenaza que había dejado calentándose ya está lista, así que tomo asiento y comienzo a enroscar los mechones rubios creando ondas en mi cabello. Cada que uso pelucas en la noche, a la mañana siguiente preciso reponer los rulos.

—Aria pon algo de música por favor. —Le pido concentrada en mi labor de crear las ondas perfectas.

—Enseguida —responde con su melodiosa voz en un inglés perfecto—. Reproduciendo Water fountain de...

—Alto, alto. —La detengo—. Por el amor de Dios Aria ponme algo que no me invite a querer suicidarme.

—Fue la última canción escuchada hace dos días. —Me recuerda y evito rodar los ojos ante lo impertinente que puede llegar a ser una simple asistente de voz.

—Hace dos días evidentemente no estaba en mis cabales —replico—. Ahora pon algo alegre, como yo.

—Reproduciendo La Macarena —Tomo una respiración profunda y aunque no era lo que tenía en mente está mejor que la primera opción, a pesar de que no entiendo ni papas el español.

—Me vale. —Lo dejo estar continuando con mi cabello.

En el momento que casi estoy terminando el móvil sobre el tocador frente a mí comienza a sonar y me toma un segundo reconocer el nombre en la pantalla.

—Aria contesta —ordeno ya que mis manos aún están ocupadas.

De inmediato la música se detiene.

—Contestando llamada.

—Juro por dios que casi estoy, solo dame unos minutos. —Me apresuro a decir antes de que se ponga mandona.

—De hecho... —No me jodas—. Debemos dejar el almuerzo para otro día.

—¿Otra vez Stella? —Me quejo y me es inevitable no dejar lo que estoy haciendo para mirar el móvil como si tuviese alguna culpa—. Es la tercera vez esta semana que me cancelas, pero bien luego te gusta que hagamos el show juntas.

—Lo sé, perdóname —lloriquea—. Te lo compensaré, lo prometo.

—¿Y ahora qué fue? —inquiero sabiendo que no tiene caso discutir.

—El niño pasó la madrugada con fiebre y quiero llevarlo al médico para que lo vean.

—¿Está muy mal? —indago con auténtica preocupación.

—En realidad no, creo que es algo viral, pero igual quiero asegurarme.

—De acuerdo. —Me rindo—. Lo dejaremos para otro día, pero te advierto que te tocará pagar el almuerzo.

—Hecho. Este... —divaga.

—Dilo de una vez mujer. —La insto imaginándome lo que me dirá.

—¿Crees que podrías cubrir mi turno de la tarde en la cafetería?

Suelto un suspiro mirando al techo, pero aún así sé cuál será mi respuesta.

—Vaaale.

Un "iiii" largo y agudo se escucha al otro lado de la línea.

—Gracias Jade, prometo que te compensaré.

—Apuesto que sí. —Con esto último termino la llamada y me quedo observándome durante unos segundos en el espejo, adivinando qué haré con el tiempo libre que tengo antes de tener que ir a la cafetería donde trabaja mi amiga a medio tiempo.

A Stella la conocí el día que me mudé a Tokio y comencé a trabajar en el nuevo club de strippers más icónico de la ciudad. Es una buena chica, algo entretenida, pero muy amable. Es madre soltera, aunque nunca he conocido a su hijo, según ella no quiere que sepa a lo que se dedica, así que lo deja viviendo con su madre la mayor parte del tiempo.

El club no es apto para todo el mundo, solo los más acaudalados y que tengan algún vínculo con el crímen tienen acceso. No fue fácil para mí regresar a este país, no luego de todos los recuerdos que me acechan en diferentes puntos de esta ciudad. Pero si vamos a ser sinceros los recuerdos son algo que me persiguen a donde quiera que vaya. Aunque es algo extraño.

Recuerdo todo lo que pasó, recuerdo haber estado enamorada, pero ya no recuerdo cómo se sentía ese sentimiento... O cómo se sentía él.

De cualquier manera he desarrollado mis propios escudos y he encontrado métodos que me funcionan —al menos la mayor parte del tiempo— para alejar la opresión en el pecho que a veces amenaza con engullirme.

Alejo esos pensamientos de mi mente y regreso a lo mío, terminando las hondas a los lados de mi rostro. Me aplico una fina capa de maquillaje asegurando el delineado típico en mis ojos y mi labial granate. Poco me importa que sea de día, los tonos de rojo resaltan en mis labios y piel y me he vuelto adicta a usarlos.

Voy hasta el closet vestidor y me enfundo en unos pantalones a cuadros ajustados que llegan un poco más arriba de mis tobillos, me coloco un jersey y mis botas bajas asegurando los cordones. Para la noche me aseguro de meter en un bolso grande, mis botines de cuero, la gabardina del mismo material, una peluca oscura, y mi arma.

Salgo de la recámara y voy hasta la cocina en busca de otro café, esta vez un poco más fuerte. Alcanzo mi taza sobre el aparador, vierto un poco más arriba de la mitad de café. Acto seguido busco bajo la encimera la botella de ron Bacardi que tengo en uso y relleno lo que queda de la taza.

Me siento en el taburete alto junto a la isleta de la cocina a deleitar mi habitual café del medio día. Chequeo el reloj en mi muñeca viendo que todavía estoy a tiempo de llegar al lugar de trabajo de Stella.

A través de mi vista periférica me llega el movimiento de una sombra negra y giro mi rostro en dirección a la sala. Con cautela y sin hacer movimientos bruscos planto mis pies en el suelo y avanzo despacio hacia la parte de atrás de uno de los largos sofás de cuero blanco. Ahí, sobre la mullida alfombra de pelos me la encuentro, echada con todo el porte y elegancia de la princesa Diana. La gargantilla de diamantes brillando contra el corto pelaje azabache.

La observo durante un momento tratando de adivinar cuál es su humor hoy. La pantera me devuelve la mirada por un instante en el que sus ojos amarillentos me hacen pasar saliva.

—¿Quieres salir cierto? —Le digo haciendo una mueca de disculpa y me siento junto a ella —Yo sé que sí. Pero no puedo hacer nada, hay que esperar a que papá vuelva y te saque a dar un paseo. No puedo llevarte yo por las calles de Tokio como si fueses un chihuahua indefenso.

Ella se levanta, estira sus músculos relajadamente antes de bostezar y me pasa por el lado ignorando mi plática. Me entra la nostalgia de cuando era un pequeño cachorro, hace apenas unos meses. Al igual que Sassy, pero en circunstancias diferentes, la rescaté de las garras del mercado negro. No puedo ver a animales sufriendo y no hacer nada, así que convencí a Hiro para que pagara una gran suma de dinero y me dejara quedármela. Obvio no será por siempre, dentro de poco deberá ser liberada, y debo decir que mi corazón de madre duele al pensar en ese día.

Así como también duele recordar a Sassy. En su momento pensé en ella, pero estaba tan rota, apenas y podía cuidar de mí como para cuidar de alguien más. Por ello decidí que lo mejor era que permaneciera con Haha, al menos sabía que estaría bien cuidada allí.

—Muy bien Yasei. —Me incorporo yendo a por mi bolso—. Mamá se va a trabajar. En unas horas vendrá el señor Toshiro a darte de comer como cada día. —Me agacho para quedar a su altura y paso la mano por su lomo—. Sé buena y no le arranques una mano.

Salgo cruzando el pasillo y tomo el elevador hasta la recepción. En vez de dirigirme hacia la parte de atrás donde se encuentra el parqueo, voy directo a la puerta principal. Llevé mi auto a hacer unas pequeñas remodelaciones por lo que deberé coger el metro el día de hoy.

Kon'nichiwa, Jeido-san —saluda el portero con una leve inclinación en cuanto me ve.

«Buenas tardes señorita Jade.»

Kon'nichiwa Eiji.

«Buenas tardes Eiji.»

—¿Aún está sin auto? —indaga mirando hacia la calle.

—Sí, no sé cuánto demore —respondo como puedo con el japonés que he estado aprendiendo.

Rakku. —Me regala una amplia sonrisa alzando sus pulgares.

«Suerte.»

Arigatō. «Gracias.»

Mientras camino a paso ligero hacia el subterráneo me coloco los auriculares y le doy reproducir en aleatorio a mi lista de canciones. Resoplo cuando lo primero que escucho es la melodía de Water fountain, otra vez, y casi me tiro cual pichón desde el nido frente a un auto. Definitivamente tengo que borrar esa canción.

<<Assssco de vida coño.>>

Le doy al botón de siguiente y respiro aliviada cuando suena Born this way de Lady Gaga. ¡Ahora eso, es una forma genial de empezar el día!

Como siempre, el metro en Tokio está que rebosa de gente y debo ir como sardina en lata hasta que prácticamente soy escupida por el tren en mi parada. Ya voy corta de tiempo, pero aún así mi estómago me exige que pare para comprar una hamburguesa y una malteada de fresa en Starbucks. La devoro mientras camino hasta la cafetería y en cuanto entro el dueño empieza a despotricar por mi llegada tarde.

Stella siempre le avisa cuando vengo a cubrirla y supongo que para estas alturas ya se le haga algo normal verme por aquí. Por suerte para mí no domino el japonés a la perfección, por lo que mientras me pongo el delantal, lo único que escucho es puro grito y alguna que otra frase con coherencia.

≪· · • • • • · ·≫

Para cuando transcurren más de dos horas ya he perdido la cuenta de cuántas rebanadas de pasteles, sandwiches, cafés y sodas he servido. Es una suerte que estas botas sean mi salvación porque aún me queda toda una noche montada en tacones de aguja.

Voy tras la caja para cobrar la cuenta del señor de la mesa siete en una de las esquinas del establecimiento. Unas de las políticas en este país es que dejar o aceptar propinas no está bien visto, así que me aseguro de regresar a la mesa con cada centavo del vuelto. Pero para cuando me percato el señor se ha marchado y yo no sé si debería salir corriendo tras él o simplemente quedarme la propina. Después de todo, yo no soy japonesa y él, por sus rasgos anglosajones y su idioma, me dejó claro que tampoco.

Termino por acercarme a su mesa y una servilleta muy bien puesta calzada bajo el vaso, me llama la atención. La tomo entre mis dedos con recelo y leo la dirección en ella escrita. Puedo sentir como mi semblante cambia, la mandíbula se me tensa y paso saliva antes de levantar mi vista y mirar más allá de los cristales de la cafetería hacia la acera enfrente.

El mismo hombre yace parado observándome, y al constatar que su mensaje ha sido entregado, se coloca sus gafas de sol, asiente levemente en mi dirección y se aleja saliendo de mi vista.

Regreso a atender a los demás clientes, y durante el resto de la tarde la tensión en mis hombros no hace más que crecer. No sé por qué me sorprendo, es más que obvio que eventualmente tenía que suceder. Ya pasó bastante tiempo desde la última vez que estuvimos en contacto, y obviamente querrá tener algún tipo de información.

Para cuando llega el relevo del siguiente turno el tik en mi pierna derecha a ido en aumento y casi echo a correr hacia la parte de atrás de la cafetería directa a los baños. Me cambio de ropa poniéndome un vestido corto y la gabardina encima amarrada a mi cintura. También me cambio las botas por las que me llegan más arriba de mis rodillas. Por último trato de recoger mi pelo lo mejor que puedo antes de ponerme la peluca de largo medio y color oscuro, unas gafas de sol estilo gato y retoco mi labial antes de salir.

Me apresuro a través de las calles tratando de llegar al lugar señalado. El sol está pronto a ponerse y a pesar de ello el tráfico de personas no disminuye en el centro. Me permito comprar otro café, sabiendo que no es una buena mezcla con la adrenalina que recorre mi cuerpo, pero de cualquier manera lo necesito.

Me adentro en la zona del parque y a medida que avanzo recorro con mi vista los bancos que están ocupados, hasta que, junto al lago, en uno de los asientos bajo un árbol encuentro a la persona que busco.

Me acerco con disimulo para constatar que es quien creo. En efecto, el libro que tiene entre sus manos es el pactado, siendo esta la señal que necesito. Tomo asiento al otro lado del banco dejando cierta distancia.

—Llegas tarde —habla luego de un momento con la vista fija en su libro.

—Me gusta hacer grandes entradas —contesto resguardando mis labios tras el recipiente del café.

Se produce un silencio en el que creo no dirá nada cuando vuelve a hablar.

—Un evento importante está próximo.

—¿Conoceremos a la Reina Isabel?

—Suficiente con el sarcasmo. —Me reprende y aprieto mis labios—. Todos se reunirán y tenemos una oportunidad.

Aprieto mi mano alrededor del vaso centrando mi vista en el agua que refleja los últimos vestigios del sol, sabiendo lo que sus palabras significan. Temiendo que este momento llegase en algún momento.

—¿Qué quieres que haga? —pregunto con cautela.

—Él te pedirá ir y tú debes decir que sí.

—¿Qué pasa si no quiero?

—Ese barco zarpó hace mucho. —Su respuesta es justo lo que sabría que diría y sé que, como siempre, no tengo opción, pero aún así vuelvo a intentarlo.

—He hecho todo lo que me pediste, pero esto... —callo sopesándolo y un regusto amargo me surge en la lengua—. No puedo, no lo haré.

—Sabías que eventualmente pasaría —dice tranquilamente dándole vueltas a la página de su libro—. Pensé que los sentimientos no te serían un problema.

—No lo son —discuto.

—¿Entonces? —El silencio vuelve a instalarse y tomo un sorbo de mi café—. Sé buena y no me des trabajo. Dile que sí, Jade.

Llevo muchísimo tiempo usando ese nombre y aún me resulta extraño cuando alguien más me llama así.

Me pongo en pie y echo a andar sin nada más que pueda decir. Paso por el cesto de basura más cercano y dejo caer el vaso con el sobrante de café. Con esta noticia tengo suficiente para no dormir en días.

≪· · • • • • · ·≫

Como cada noche el ambiente en los camerinos es relajado. Las chicas parlanchinas no dejan de hablar, contarse su día. La cantidad de dinero que se llevaron el día anterior, como lo gastaron en algún bolso de marca, o cómo sus novios, maridos o amantes le dan la lata día tras día.

Normalmente participo en cualquiera de esas charlas. Muchas veces me invento historias con tal de no contarles el caos de mi pasado, o lo jodido que está mi presente. Pero hoy no. 

Hoy mi mente se encuentra en otro sitio, cargando otro nombre, reviviendo una y otra vez el pasado que tanto intento olvidar, ese que tanto me lastima por más que quiero fingir que no lo hace.

Jadeeee. —La mano de mi amiga sacudiéndose frente a mi cara me devuelve a la realidad y vuelvo a ser consciente de mi reflejo en el espejo—. Cariño no culpes al espejo, es tu cara la que no tiene arreglo.

Río un poco ante su broma y con el hombro le doy un pequeño empujón. Sus ojos azules brillando con diversión mientras trenza su largo cabello castaño.

—¿Qué te dijo el médico? —indago mientras me aplico otra capa de rímel.

—¿Qué? —Me mira medio desorientada.

—El médico —repito—. ¿Qué te dijo acerca de la fiebre de tu niño?

—¡Ah! —Ruedo un poco los ojos por lo despistada que siempre es—. Todo bien, parece ser una gripe pasajera. Me recetó algunas medicinas. Fui por ellas a la farmacia antes de dejarlo nuevamente con mi madre.

En verdad aplaudo a Stella, decidió ser madre soltera luego de cansarse de los abusos de su exesposo. Tras violar la orden de restricción que impuso en su contra, el muy maldito casi la mata a golpes y se roba a su pequeño. Por eso tomó la decisión de huir. Tomó a su hijo, su madre y corrió lejos de aquello que le hacía daño. Ojalá todos tuviésemos ese coraje.

—Oye, ¿te encuentras bien? —Su pregunta me deja saber que no estoy disimulando muy bien los ir y venir de mi mente.

La miro por unos segundos antes de decidir sincerarme.

—La verdad es que no. Hoy no ha sido un buen día. —Me coloco la peluca esmeralda y la aseguro con varias presillas revisando que haya quedado bien puesta.

—¿Hubo mucho trabajo en la cafetería? —Sus ojos de un azul intenso me miran con cierta inocencia y no me gusta tener que mentirle, pero lo hago. No me queda de otra.

—Así fue. Me siento cansada. —Sonrío dándole los últimos retoques con purpurina a mi cuerpo.

—Lo siento, pero te prometí que lo compensaría. —Se apresura a agregar.

—Que sí pesada.

—Niñas, en unos minutos damos comienzo al show. —Nos llega el aviso de Babe desde el umbral de la puerta.

Obviamente su nombre no es más que una broma, ya que ella es la mayor de todas nosotras, superándonos tal vez en unos treinta o cuarenta años. Cuando la miras es más que evidente que las cirugías estéticas le han pasado factura.

—Chicas todas las que quieran recargar pilas pasen por aquí. —La morena levanta entre sus dedos un pequetico transparente que deja ver el polvo blanco dentro.

Enseguida la mayoría se apresuran a formar fila y yo tomo unos billetes de mi bolso. La mano de Stella me detiene cuando pretendo unírmeles.

—Jade hace dos días consumiste. —Me recuerda suavemente.

—Hace dos días lo necesitaba.

—¿Y hoy?

—También —resuelvo safándome de su agarre, un poco molesta porque quiera controlarme.

—No necesitas esto para soportar la noche. Eres del nivel uno, ni siquiera tienen permitido tocarte.

—¿Ahora además de puta también eres consejera personal? —Inyecto el veneno y cuando observo su expresión decaer me doy cuenta que es muy tarde para volver atrás.

La ignoro y sigo adelante hasta la mesa donde las líneas de coca están repartidas. Enrollo uno de los billetes y lo utilizo para aspirar una. Sorbo por la nariz pasando la ardentía y la incomodidad del momento. Uno el billete a los demás en mi mano y le pago a Fanny, quien los acepta gustosa.

—Gracias Jade linda, por contribuir a que la vida de mis gemelas mejore —dice señalándose las tetas, evidentemente refiriéndose al agrandamiento que tanto quiere hacerse.

Paso por el lado de Stella quien me mira y niega con desaprobación, aunque para mí solo es una exagerada. ¡Es solo una línea por dios! Ni que eso fuera a convertirme en una drogadicta de por vida. Es cierto que llevo haciéndolo por mucho tiempo, pero no de manera continua. Esta es solo mi manera de salir de la realidad.

Todas nos preparamos a un lado del escenario esperando a que la música nos dé la señal para salir. Como en efecto, Bitches de Tove Lo comienza a sonar y mi estado de ánimo mejora en cuanto planto mi tacón sobre la plataforma y las luces me iluminan.

Seguimos el mismo recorrido. Nos paramos en una línea frente a los espectadores que no paran de crear ovaciones con todo tipo de comentarios subidos de tono que alcanzamos a escuchar. Movemos nuestras caderas a un lado luego al otro de manera sincronizada antes de quedar de lado y enganchar la pierna en la chica que tenemos delante, recorriendo la piel del muslo.

Acto seguido hacemos una pequeña pasarela mostrándole a los clientes la mercancía a la que tienen acceso. Llega el momento en el que bajamos del escenario y nos acercamos a las plataformas que son el centro de cada mesa.

Stella y yo permanecemos juntas. Pasamos las manos por el cuerpo de la otra de manera sensual a la par que dejamos que nuestras lenguas jueguen descaradamente dando un buen espectáculo. Desciendo por su cuerpo y jugueteo con las tiras en sus caderas sonriéndole pícara a los hombres que nos observan gustosos y no paran de arrojar billetes.

Me incorporo y es ella quién esta vez nalguea mi trasero y pasea sus manos por mi abdomen hasta alcanzar mis pechos y dejar caer mi sostén. Uno de los hombres alza un fajo de billetes y lo invito a dejarlo alrededor del liguero en mi muslo.

Y así, entre bailes, tragos y drogas se pasan mis noches, una tras otra.

≪· · • • • • · ·≫

Me deshago de la peluca verde y me pongo la oscura de vuelta. Es un tedio pero lo prefiero así, para evitar que se les sea fácil a los clientes identificarme en otro lugar. Vuelvo a ponerme la ropa con la que llegué y busco la salida trasera del club.

—¿Te doy un aventón? —pregunta Stella desde el asiento del piloto de su auto cuando llego afuera.

—No gracias. —La rechazo de buena gana pero ella no está convencida.

—Vamos Jade. No estés molesta conmigo —insiste.

—No estoy molesta —afirmo con sinceridad—. Pero en verdad prefiero caminar esta noche. Lo necesito.

Ella parece meditarlo unos segundos en los que me da tiempo a recapacitar, pero al ver que no lo haré, se rinde.

—Bien. Pero llámame en cuanto llegues a casa.

—Lo haré —aseguro y veo las luces de su auto alejarse.

La noche está fría, así que me arrebujo en mi gabardina con mi bolso al hombro y comienzo mi caminata.

Camino durante más de media hora en la que, por increíble que parezca, mis pies no parecen doler. No sé si el frío los ha entumecido, o de plano el alcohol en mi sistema me nubla los sentidos, pero el caso es que lo único que alcanzo a sentir son los tacones de mis botas repiquetear contra el asfalto de las calles que de un momento a otro se han vuelto solitarias.

Giro una esquina y me parece captar una figura que me sigue los pasos lo cual me pone alerta. Los pelos de mi nuca de herizan y un mal presentimiento se ciñe sobre mí. Apresuro el paso para tratar de sacarle ventaja, pero la persona tras de mí también lo hace.

Ágilmente acorto el camino por un callejón y de soslayo veo que la figura toma el mismo rumbo. Sin esperar más saco mi arma y cuando alcanza mi posición me giro propinándole un culatazo con esta. Utilizo toda mi fuerza y la altura que me añaden los tacones para estamparlo contra la pared más oscura del callejón y amenazarlo con la pistola bajo su barbilla.

—¿Quién eres? —inquiero observando el impacto en sus ojos.

—Yo... Yo...

—¿Quién te envío? —Continúa balbuceando y me harto torciéndole la cara con otro golpe—. Habla.

—Lo... Yo... No me envió nadie. Te vi sola y pensé...

—Pensaste que era una pobrecita chica indefensa a la que podías joder, ¿no es así? —Termino por él y lo veo tragar duro.

Es más que claro que ha sido solo una coincidencia y que no se trata de alguien que pueda estar vigilándome. Lo sopeso por un segundo y termino soltándolo con un empujón.

—Lárgate —Trastabillea hasta que logra estabilizarse y emprende su camino por el callejón.

Doy dos pasos en dirección contraria antes de pensarlo mejor. Después de todo le estaría haciendo un favor a la sociedad librándola de lacras como esta.

Tss... —Chasqueo la lengua contra mis dientes—. A la mierda.

Giro sobre mi eje, levanto mi arma y disparo, el ruido acompañado por el desplome del cuerpo a la distancia y una media sonrisa que toma mi cara.

—Jade -1, Hijo de puta -0.

════════════════════════

Hola amores míos!!

Feliz Navidad 🎄🎅🏻

Bienvenidos de vuelta a este mundillo. Cuéntenme cómo están. ¿La espera se les hizo muy larga? Apenas y pasó poco más de un mes, pero yo sentí que fue una eternidad, no quiero imaginar ustedes.

Comenzamos despacio, creo jaja.
Recuerden que todo es importante así que ojos abiertos. Hay algunos personajes nuevos y otros que ya fueron mencionados en DRÁKON y si estuvieron atentos ya podrán imaginarse quiénes son. Si no , ya tendrán tiempo de descubrirlo.

🌟¿Les gustó este primer capítulo? Si fue así no olviden dejar su voto y comentarios. Siempre saco un hueco para leerlos.

Me despido, pero antes les estaré dejando las fotos de dos de los personajes que nos estarán acompañando por si quieren saber cómo me los imagino.

Recuerden seguirme por instagram (shua.smile) y si quieren estar en el grupo de WhatsApp para chismear me lo hacen saber y les mando el link.

Un besote, cuídenseme mucho ❤️
Nos vemos el próximo viernes...

Hannibal Petrov (Líder de la Bratva)

Stella (como es su nombre artístico no tiene apellido)

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