La Máquina de los Sueños - 1...

Von GioiaTEscritos

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El 3 de febrero del año 2498, Japón, China, Rusia y Estados Unidos estrecharon sus manos para crear la Alianz... Mehr

Nota de autor
Dedicatoria
Sinopsis
Prólogo
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Interludio
Segunda Parte: Capítulo 1
Segunda Parte: Capítulo 3
Segunda Parte: Capítulo 4
Segunda Parte: Capítulo 5
Segunda Parte: Capítulo 6
Segunda Parte: Capítulo 7
Segunda Parte: Capítulo 8
Segunda Parte: Capítulo 9
Segunda Parte: Capítulo 10
Segunda Parte: Capítulo 11
Segunda Parte: Capítulo 12
Epílogo
Agradecimientos
Nota de Autor
Capítulo Extra

Segunda Parte: Capítulo 2

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Von GioiaTEscritos

El lugar era un hoyo gigante, podría describirse como un cubo de tierra, uno hueco, donde cabían treinta personas sin problema. Iluminado por antorchas, que también servían de calefacción, ya que ese era el único sector que no contenía tecnología digital, se sentía como una gran cueva que alguna civilización antigua utilizaría para hacer sus rituales más sagrados.

Diecinueve científicos, cinco guardias y los cuatro presidentes. Veintidós humanos vivos, cinco muertos. La ocasión era un funeral, y la ceremonia había comenzado.
Los cuerpos inertes de los cinco científicos que habían sido asesinados reposaban en un altar cada uno. Les habían llevado flores y velas, lo que disimulaba un poco —quizá lo suficiente— la falta de afecto que se había vuelto casi obligatoria entre los doctores de la Alianza. A nadie allí le interesaba lo que había sucedido, pero probablemente no era su culpa, aquellas personas habían sido sometidas a un completo y complejo lavado de cerebro hacía años. 5Vision tenía esa habilidad entre sus especialidades, el despersonalizar a cualquier individuo, crear un estado permanente de ensoñación, y así se sentía ese lugar, como un claustro en donde todos estaban ausentes e inconscientes en su propia existencia.

—Eran trabajadores —comenzó diciendo el presidente estadounidense—. Esos jóvenes eran nuestros doctores, científicos teóricos y experimentales, nuestros compañeros, nuestros amigos, nuestra familia. Eran cinco espléndidas personas con largas vidas por delante, pero por un mal cuidado de esos niños, por un error que cometimos, tuvieron que sufrir una dura muerte. Ellos eran importantes. Ellos eran quintos visionarios —Sus palabras no transmitían emoción alguna, sus gestos eran casi imperceptibles, su voz tan helada que podría quemar—. Hagamos que su trabajo valga la pena —Entonces sonrió con los labios cerrados, hizo una pequeña pausa para observar los rostros de todos los presentes, y agregó con un leve tono apasionado—: Que esos niños sean nuestros.

Aplausos vacíos llenaron el ambiente, haciendo que un poco de tierra cayera sobre las cabezas de los velados, tierra que nadie se preocupó por limpiar, y los cinco guardias cerraron los cajones. Comenzaron a cavar hoyos, entonces enterrarían los cuerpos y en sus tumbas colocarían una gran roca verde, que a la Alianza le gustaba usar como representación de los doctores de su equipo, para luego irse sin el más mínimo sentimiento de tristeza, vacío, nostalgia o melancolía. Pero tampoco se puede sentir pena por los fallecidos, ellos habrían hecho lo mismo. Y no se preocupen por pensar en sus familias, 5Vision se había encargado de ellas hacía mucho tiempo, era otra de sus habilidades especiales.

El Tercer Ojo… algunos lo llamaban así por todas las veces que había asegurado un futuro próspero para todo el mundo; otros habían comenzado a conocerlo de esa manera por todas las teorías paranormales que algunos aficionados habían sacado a la luz; el resto se preguntaba el porqué del “tercer” en lugar de “quinto”, si era 5Vision, la Alianza de los Quintos Visionarios. El Tercer Ojo había aceptado su apodo después de un tiempo, cuando les pareció apropiado por su interés con los videntes, pero eso era algo que nadie fuera de los laboratorios sabía, y nadie que supiera eso, más que los Cuatro, salía de debajo de la tierra como para poder hablar. Por otro lado, estaban los que ni siquiera sabían el origen del nombre 5Vision; voces unidas, valores reconstruidos, vuelo emprendido, veracidad profesada y vida infinita eran los fundamentos de su filosofía, “Las 5 V de la visión”, 5Vision. Por supuesto, el nombre había sido planeado con un doble sentido, dado que el rumbo que tomaría la Alianza sería afectado por cinco visiones: cuatro presidentes y un grupo de niños. Solo que los planes de los niños eran… diferentes, diferentes casi opuestos, antónimos, dos vías que no se cruzaban en ningún momento; pero si tenemos en cuenta que las líneas que no se cruzan son paralelas, el significado de la palabra “diferente”, en este contexto, podría no ser tan estricto. La Alianza, el Tercer Ojo o 5Vision, con cualquiera de sus nombres, buscaba llegar al mejor futuro posible; los prodigios trataban de encontrar una salida y cambiar el futuro al que parecían estar destinados, mejorarlo; por otro lado, los videntes eran los únicos que podían ver el futuro, de una manera distorsionada, encriptada, pero ahí estaba, lo veían. Desde cualquier punto de vista se notaba, porque los tres grupos parecían estar divididos y ser completamente asimétricos, pero el futuro de todos se entrelazaba, se enredaba, y en su enmaraño se lucía la clave de todo… de lo que para ellos, entonces, era “todo”; la clave no era el futuro, sino el manejo del presente.

No tenían fuerzas, a duras penas podían mover sus cuerpos; habían estado de rodillas durante días que no habrían podido contar aunque lo hubieran intentado, sus mentes estaban nubladas, casi no lograban oír sus propios pensamientos, y todo lo que veían era el negro de las sombras que los atormentaban tanto, atenazándolos a cada instante. Pero no estaban ahí por casualidad, habían sido elegidos por más de una razón, los habían estudiado durante meses antes de intentar cualquier cosa, y lo sabían. Se levantarían, porque podían hacerlo, sus fortalezas no residían solo en lo físico, y dentro no solo tenían un cerebro prodigioso; los Ocho poseían un poder que se había perdido hacía mucho tiempo, un poder del que la mayoría de la humanidad carecía, un poder al que ya nadie le tomaba importancia, uno que todos habían olvidado… los Ocho tenían voluntad, la fuerza motriz más poderosa; eran tenaces luchadores impulsados por el anhelo y la ambición. Eran exactamente lo que la Alianza necesitaba, una espada de doble filo.

Darya se levantó, porque al fin estaba decidida a crear sus propias reglas. Sus manos brillaban en un anaranjado intenso, iluminando su cabello cobrizo, tiñendo su mirada gris en una que reflejaba fuego. Sus venas ardían, su corazón estaba apunto de salirse del pecho, en ella estaba su destino, y no dejaría que nadie más lo tomara. No se detuvo a pensar, no quería, no podía, ya era tiempo de actuar. Posó sus manos en la gruesa pared que la mantenía aislada y comenzó a derretirla. El acero deshaciéndose era el nuevo sonido de la libertad. El sentimiento de poder aumentaba con cada segundo que pasaba, era invencible.

La mayor parte de la pared se derramó en gotas del metal hirviendo que caían sin cesar por las molduras. Una alarma se activó, la intensidad de la resonancia era suficiente para que la alerta llegara a todo el edificio. Debía salir de su celda, liberar a los demás y hacer lo que fuera para huir. Se preparó, tomó aire y cerró los ojos, debía cruzar al otro lado... rápido, solo un salto y lo haría, solo un salto… y lo hizo, estaba fuera. Su piel se había quemado con el acero, sus manos sangraban, pero no había tiempo para quejarse. El prisma del que había salido había quedado atrás, sus compañeros debían salir de los otros tres. La habitación en la que estaban era una construcción de acero, en su totalidad, vacía y oscura, como un cubo.

Zhi primero, luego Dominique, Zhào después. Todos estaban fuera, sus prisiones habían sido derretidas por Darya, pero la alarma aún resonaba, los guardias estaban llegando. El lugar carecía de puertas o pasadizos, no había registro de eso en el plano de Chambers, debían salir de la misma manera en la que habían entrado, por los guardias.

La alerta se había esparcido hacía no más de tres minutos, y los guardias entraron. Cuatro de ellos, cuatro prodigios… ¿quién subestimaba a quién? 5Vision tenía la fuerza física, los niños tenían la fuerza mental. Los prodigios sabían exactamente qué hacer, cada uno estaba consciente de su rol. Los guardias sabían que no podían herir demasiado a sus oponentes, de ellos dependía el futuro del mundo. La pelea comenzó. Dominique se encargaría de distraerlos, era el más fuerte, y la adrenalina le permitiría conservar esa cualidad por un tiempo; golpeó a un guardia en las pantorrillas, y pateó su nuca mientras otro guardia lo agarraba por los brazos para detenerlo. Zhào se escabulló rápidamente y salió de la habitación, se encargaría de la orientación del equipo. La rusa levantó sus manos, y, a ojos cerrados, derritió el pecho de un guardia, que dio un alarido de dolor con sus últimas fuerzas, antes de desplomarse en el suelo; podría vencer a otro si Dominique seguía con la distracción. Zhi tomó un arma del cuerpo del guardia muerto, y corrió con Zhào, esas estaban diseñadas para asesinar sin dejar más rastros que el cuerpo de la víctima.

Sus pasos eran lentos y vacilantes mientras recorrían los pasillos que acababan de conocer. La iluminación, aunque de procedencia desconocida, era favorable y constante, y ni así se lograba sentir un ápice de seguridad en el ambiente. Todo estaba tenso, como si el peligro estuviera apunto de saltar y atacar.

—Es igual al resto del edificio, no lo vamos a lograr —La voz de Darya cubrió el rumor arrítmico de las sandalias y apaciguó el estado de alerta de sus compañeros.

Estaban completamente solos, aparentemente a salvo… demasiado. Era obvio que 5Vision los observaba en ese momento, que, una vez más, los estaba probando; pero ninguno se atrevería a admitirlo en voz alta, como si hacerlo pudiera empeorar las cosas, como si ignorarlo lo haría desaparecer. Durante unos minutos nadie habló, no querían fomentar el pesimismo de la rusa ni ilusionarse con palabras de aliento. La atmósfera se mantuvo neutra mientras continuaban caminando sin un rumbo patente, hasta que Zhào rompió el silencio.

—Libérenme y me concentro en la orientación —propuso, dejando caer por completo el cuerpo de su compañero.

El ligero percance que habían tenido con los guardias había sido… grande. Después de que Zhào y Zhi escaparan de la habitación, entraron en persecución con cuatro guardias más, al mismo tiempo que Dominique y Darya hacían lo posible por vencer a los tres que trataban de retenerlos aún. La china usó el arma para eliminar a sus persecutores y cubrir a su acompañante, pero fue herida en su hombro izquierdo, y la rusa terminó con sus manos ampolladas después de quemar el rostro del atacante que inyectó y durmió al americano en medio de la pelea. Al final, el único que pudo arrastrar a Dominique fue el japonés.

—Haz algo por el equipo y esfuérzate, eres el único que está medianamente óptimo —reprendió la pelirroja sin voltear a verlo.

—Por supuesto, fue el único que tuvo la decencia de correr en cuanto vio la oportunidad —comentó Zhi, que iba al frente con el arma.

—¿Decencia? —inquirió sarcásticamente la otra, señalando a Zhào y a la manera en la que arrastraba a su compañero por el suelo, y, antes de que pudiera añadir algo más, el chico apareció frente a ella.

Su sentido de la orientación estaba perfectamente entrenado, casi no podía usar su vista, así que necesitaba ubicarse sin ella, pero no podía hacerlo de espaldas, y la única manera en la que podría arrastrar a Dominique sería con ambas manos, en sentido contrario, no hubo muchas más razones que esa para soltarlo y adelantarse a la chicas. Explicarlo sería difícil y tedioso, solo deben saber que él siempre sabía exactamente adónde ir mientras estuviera caminando de frente.

—¿Cómo conoces los caminos, Zhào?

—Explicarlo llevaría más palabras de las que está dispuesto a usar en una oración —elucidó Zhi al mismo tiempo que le entregaba el arma al japonés para llevar a Dominique con su brazo sano, y al notar la mirada interrogativa de la chica, agregó—: Es arrogante, lo habría dicho sin que se lo preguntaras, pero se cansa al hablar, siempre evita las palabras innecesarias o largas.

—¿Les prestas tanta atención a todos?

—Me gusta saber con quiénes ando, Darya —Acompañó sus palabras con un tono relajado y un gesto con los hombros para restarle importancia.

Los Cuatro seguían avanzando, de vez en cuando doblaban en alguna esquina y se encontraban con cambios en los colores de las luces, pero no había ni un alma a la vista, como si todos estuvieran escondidos.

—¿Adónde vamos? —preguntó la china después de unos minutos de avance silencioso.

—A la salida no —contestó el japonés.

La sensación de estar cayendo en una trampa que los llevaría a un destino cruel aumentaba con cada paso que daban y ningún quinto visionario aparecía para apresarlos, todo se sentía como parte de un jueguito perverso de la Alianza, del cual no tenían escapatoria, así que deberían jugar, y sin reglas claras, crearían las suyas propias.

—¿Somos nosotros o son ellos quienes están un paso adelante? —inquirió Darya, después de una larga discusión mental acerca de si debía o no hablar del tema.

—Más bien estamos en la misma línea —respondió Zhi, ya jadeante por llevar con un solo brazo el peso muerto de Dominique.

—Quieren que lo creas —dijo Zhào en su tono neutro.

En aquel juego que no parecía tener reglas, en el que los contrincantes aparentaban moverse empujados por la suerte del momento, cada jugador tenía su propia estrategia, y los equipos se movían por turnos; en cuanto uno se adelantara una casilla, el otro lograría pasarlo por tres. Pero la verdadera diversión comenzaría cuando uno de los dos descubriera el secreto: para ganar debería retroceder, mientras el otro siguiera creyendo que al avanzar estaría llegando a la meta; si lo hacía, el tablero trabajaría a su favor. Pasado, presente y futuro eran elementos esenciales, y, para que saliera victorioso, uno de los bandos tendría que lograr dominarlos, por separado y en cada una de las combinaciones posibles, utilizando a todos los miembros del grupo.

Los jugadores estaban posicionados en el tablero desde hacía ya un largo tiempo, solo que hacía apenas unos minutos se habían dado cuenta.

—Con esto estarán bien, señoritas —aseguró el viejo médico terminando de inyectar a las prodigios—. El muchacho despertará por completo en unos minutos.

Ni la sala ni Chambers habían cambiado desde la última visita de su paciente, ni su trabajo, ni sus intenciones. La carne en el hombro de Zhi había vuelto a la normalidad y el dolor, prácticamente, desapareció. Las manos de Darya estaban ya mejor, ya no se veían tan quemadas ni ardían con intensidad. El doctor también se había encargado de ayudar a Dominique para que despertara, y el medicamento que le había proporcionado comenzaba a hacer efecto.

—El plano está incompleto —informó Zhào, con un tono que pareció más un reclamo.

Chambers esbozó un suspiro de rendimiento mientras sacaba una última píldora de agua para entregársela al chico.

—No debían llegar hasta ahí, señor Zhào, confiaba en que harían un buen trabajo.

—¿Por qué nos dejaron escapar? —comenzó a interrogar.

Hubo un silencio mordaz que duró unos treinta segundos, segundos en los que se mantuvo el ambiente tan tenso que podría haberse cortado con un cuchillo.

—Los sacaríamos en una semana, cuando terminara de perfeccionar el suero que la Alianza me mandó a hacer para que todos ustedes perdieran la memoria y fueran más fáciles de controlar. Habrían estado solo tres días encerrados, pero convencí a los presidentes de que no era seguro inyectarlos con el suero que tengo ahora, sus hermosas neuronas correrían el riesgo de apagarse —Por un momento se mantuvo callado, pero aún tenía mucho que decir—. Sin embargo, debíamos mantenerlos con vida, y no se estaban alimentando, así que llenamos sus celdas de gas para dormirlos; algunos irían a proporcionarles vitaminas, ese era el plan inicial.

—Sigue —demandó el niño. Chambers se movió incómodo.

—Inyectamos vitaminas y drogas que los hicieron sentir invencibles, debíamos impulsarlos a escapar, era una prueba más. Los líderes decidieron subir la apuesta, mandaron al médico de Darya a implantarle un dispositivo de calor en sus manos e hipnotizarla para que al despertar sintiera el impulso de derretir el acero, el cual afinamos para su escape —Volteó a mirar a Darya sin expresión alguna—, no podrás derretir otra pared en este edificio.

—¿Por qué a ella? —preguntó Dominique, quien había despertado desde hacía unos minutos sin que nadie lo notara.

—Me alegra que esté mejor —declaró el hombre, sin aparentar ni una pizca de arrepentimiento.

—Responde —exigió la pelirroja.

—Zhi fue la primera opción, pero sus manos ya fueron intervenidas, antes de que llegara a nosotros, y el trabajo que hicieron en ella me parece admirable, cabe destacar. Luego fue Dominique, pero solo tiene un súper oído y ya se cree el líder, con súper manos habría perdido la cabeza… además siempre termina más drogado que el resto de ustedes. Zhào hubiese sido la opción más viable, de no ser por su egoísmo; habría escapado solo de haber creído que no necesitaba de nadie más. Así que quedó Darya, por descarte, porque jamás podría ser líder, pero es noble y leal, y sus manos estaban limpias.

Otra vez se creó un silencio, uno más largo, de minutos que se sintieron como horas. Había tantas emociones en cada uno de los presentes, algunas compartidas y otras totalmente individuales, que sería imposible nombrarlas una por una y explicar la razón de todas ellas. Confío en que ustedes mismos sienten cosas similares a las de los prodigios, pero el truco está en sentir lo mismo que el viejo médico.

—¿Qué pretendes que hagamos ahora? —cuestionó Zhi, sacando a todos de sus pensamientos.

Chambers volteó a ver a Zhào.

—Señor Zhào, no crea que estoy restregando en su rostro un plan maquiavélico que logré ejecutar con pleno éxito. Intento advertirles. El Tercer Ojo juega sucio, y ahora ustedes están metidos en el tablero, deben saber los movimientos de sus oponentes si quieren ganar. Yo los sé, lo sé todo, y por eso en poco tiempo no sabré nada. Señor Zhào, confío mis saberes en usted —Y en las manos del chico depositó un frasco con un líquido brillante.


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