Deseos prohibidos [SIN EDITAR]

Od phtografy

250K 13.9K 4.1K

"No siempre deseamos lo correcto, Max, pero cada vez que te veo gritando mi nombre mando todo a la mierda y m... Více

Sinopsis
Prefacio
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
15
16
17
18
19
20
21
22
23
24
25
26
27
28
29
30
31
32
33
34
35
36
37
38
39
40
41
42
43
44
45
46
47
48
49
50
51
52
53
55
56
57
Epílogo
Nota de la autora
Historias Cortas

54

2K 146 45
Od phtografy


MAXINE LEREBOURS

Abrí los ojos.

Por algunos segundos, me costó asimilar mi realidad. Acababa de tener un sueño muy extraño sobre mí montada en un caballo que volaba por los cielos, y ahora, la luz del sol se metía por mi balcón abierto, y pequeños rayos llegaban a mi cama, a mi cara.

Suspiré. Busqué mi móvil a tientas en mi mesita de noche, y lo atraje hacia mí cuando lo encontré. Encendí la pantalla; el fondo que mantenía de Stefan, de The Vampire Diaries, me dio los buenos días. Miré la hora: 09:24, y luego, miré la fecha: 15 de enero.

15 de enero...

¡15 de enero!

Me senté sobre la cama de un salto. El móvil cayó en mi regazo, deslizándose por la tela de mis pantalones de pijama y en dirección hacia el suelo, pero logré atraparlos.

Era 15 de enero. Era...

Era mi cumpleaños.

¡Era mi pase a la mayoría de edad! ¡Por fin, después de tantos largos años, tenía dieciocho!

Desbloqueé el móvil. Tenía varios mensajes en bandeja, algunos de Trenton, otros de Chiara. Abrí la mensajería.

Trent: Feliz cumpleaños, mi pelirroja favorita!!!

Trent: Te amo!! ♥︎

Trent ha enviado un video.

Sonreí. Abrí el video. Se trataba de un pequeño videoclip de él en la madrugada, mientras lavaba los trastes, felicitándome con una boba canción. Solté una carcajada.

Me: Gracias, también te amo. ♥︎

Su respuesta llegó casi al instante.

Trent: ¿A dónde iremos hoy?

Trent: Tengo cinco dólares y dos son canadienses 😏 ¿Armamos una fiesta o cómo?

Reí.

Me: No sé. Mi familia estará detrás de mí todo el día, pero te mantendré al tanto. :*

Salí del chat de Trenton, y luego respondí los mensajes de Chiara.

Me levanté de la cama. Caminé hacia el baño, hice mis necesidades y me cepillé. Me acomodé un poco el pelo, que aquel día se veía como un pelero, y luego, me dispuse a salir de mi habitación.

Encontré el pasillo muy callado. No escuchaba nada de ruido de ninguna de las habitaciones cercanas a la mía. Aquello me pareció extraño, pero supuse que estarían durmiendo, de todos modos, era un sábado en la mañana, y habíamos tenido unos días agitados desde inicio de año.

Bajé las escaleras con cuidado. Esperaba ir a la cocina, y encontrar algo de desayuno de parte de Amelia, la cocinera. Salí a la sala, para doblar hacia la cocina, y entonces...

— ¡Sorpresa!

Solté un gran chillido, asustada, y pegué un salto hacia atrás.

En la sala, rodeados de globos, bombas de confeti, y estúpidos gorros cumpleañeros, se encontraban mis padres, mi hermano y los gemelos.

— ¡Qué es esto! — chillé.

— ¡Cumpleaños feliz... cumpleaños feliz... cumpleaños Maxine... que los cumplas feliz! ¡Eh! — cantaron a coro.

Miré la escena, conteniendo una risita. Habían llenado la sala de globos, habían colocado una pancarta con un "Feliz cumpleaños" detrás, y, al parecer, Amelia había cocinado varios cupcakes. Pero lo que más divertido me parecía era la pinta que llevaban todos: en primer lugar, estaban en pijama, como si acabasen de salir de la cama, y en segundo, tenían puestas cosas ridículas. Los gemelos se habían colocado unos enormes lentes de festejo, y habían agarrado ambos dos bombas de confeti. Mi madre traía un gorro en forma de cono en la cabeza, y sostenía un gran pastel blanco con rojo. Michael se había puesto una nariz roja de reno, un gorro parecido al de mi madre y se había embarrado la cara de glaseado, y mi padre... oh, mi padre llevaba puesta una peluca de pelo rizado lleno de colores extraños, y una estúpida nariz de reno, como la de Michael.

No pude aguantarlo más. Solté una carcajada sonora.

— Dios. — reí. — Qué ridículos se ven.

Los gemelos fruncieron el ceño.

— ¡Hey! — exclamó Olivia.

— Ignórenla, chicos. Como ensayábamos. — dijo Michael.

Comenzaron a cantar otra canción de cumpleaños. Los gemelos soltaron las bombas de confeti, entonces, todos se acercaron a mí, y comenzaron a abrazarme y a felicitarme, uno por uno. Primero mis padres, luego los gemelos, y finalmente Michael.

— Feliz cumpleaños, hermanita. Te amo, y... lo siento. — me dijo al oído.

— ¿Hmm? ¿Por qué lo sientes? — inquirí, con el ceño fruncido.

Se apartó solo un poco de mí. Fue demasiado lenta para procesar lo que iba a suceder. En pocos segundos, y antes de que pudiera reaccionar, mi hermano me estrelló en la cara un pie tibia, lleno de glaseado.

Solté un chillido. Escuché las risas de todos los presentes, en especial la de Michael. Me pasé las manos por la cara, intentando quitarme el glaseado del pie de los ojos.

— ¡Felices dieciocho, hermanita! — exclamó Michael.

Lo miré con el ceño fruncido.

— Voy a matarte. — gruñí, escuchando las risas de los demás.

— No lo creo. Eh, tomémonos una foto.

— ¡Me agrada! Esto merece una selfie. — se carcajeó Olivia. — ¡Feliz cumpleaños, rojita!

(...)

Me terminé de lavar la cara, logrando quitarme todo el glaseado del rostro, aunque incapaz de poder quitarme aquel que se me había pegado en el pelo. Salí del baño limpiándome con una toalla, y encontré a los gemelos echados sobre mi cama, tecleando algo en su ordenador.

— Quita. — dijo Oliver.

— Ni lo pienses. — contestó Olivia. — ¡Oliver!

Oliver tocó una tecla, y entonces, levantó las manos al aire, a modo de victoria. Olivia se enfurruñó, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño.

— ¡No es justo! ¡Me quitaste del camino! — gruñó.

Él alzó los hombros, restándole importancia.

— Tú también eres una tramposa, así que estamos a mano. — respondió. Entonces, se fijó en mí. Sonrió. — Eh, Max salió.

Olivia me miró. Su ceño se relajó un poco.

— Eh, hola, rojita. Veo que te quitaste el glaseado. — se burló. Oliver y ella rieron.

— Ja, ja. Muy chistosa. — contesté. — ¿Qué hacen?

— Oh, esperábamos que salieras para decirte que ya tenemos planeado a donde ir. — contestó la castaña.

Fruncí el ceño. — ¿Dónde ir? ¿Cuándo planeamos una salida?

— Oh, pero no hay que planearla. Es tu cumpleaños, eso es un plan fijo. — respondió.

— Y no solo tú cumpleaños. Tú cumpleaños dieciocho, felicidades, Max, ya puedes entrar a las discotecas. — corroboró Oliver.

Mi ceño se ahondó.

— Ah. ¿A dónde iremos? — inquirí.

— Wow, primera vez que te noto positiva para salir. — se burló Olivia. — No sé si ya te lo hemos dicho, pero Oli y yo volveremos a Inglaterra en dos días, así que no solo celebraremos tu cumpleaños, sino nuestra última salida aquí. En conclusión, debe ser más que divertido. Mi tarado hermano encontró un bar precioso en Brunswick, al lado de un bonito largo.

— ¿Brunswick? Nunca he ido.

— Oh, pero tú amigo, el basquetbolista, sí. Así que no nos perderemos, y de todos modos, para eso existe el GPS. — contestó.

— ¿Trent? ¿Lo has invitado? — inquirí.

— El atleta le preguntó a Oliver si tenía planes para tu cumpleaños, y él le comentó lo del bar, así que Trenton se ofreció a llevarnos en su camioneta. — contestó ella.

— Oh, vaya. Genial, me apunto. — dije. — ¿Mykey irá con nosotros?

Los gemelos asintieron. — También la novia de Trenton, es muy mona, ¿cierto?

Asentí. — Chiara es genial.

— ¡Excelente! Entonces nos iremos a las diecisiete horas, el camino no es tan largo pero estaremos algunos cincuenta minutos en carretera y algunos veinte para llegar al bar, así que ya sabes, rojita, debes estar lista a tiempo. — respondió. — Dicho eso, ¿quién quiere pastel hecho por mí y por Amelia?

(...)

¿Vestimenta? Lista. Un lindo vestido verde oscuro, corto y pegado, con un lazo cruzado que rodeaba el cuello. Me había puesto algunos collares de tono dorado que hicieron juego, y unas sandalias de suela alta negras.

¿Maquillaje? Listo. Delineado, corrector, rímel y brillo labial.

¿Bolso? Listo. Una pequeña bolsa negra, en la cual había guardado, junto a otras cosas, dinero, mi móvil, el gloss que había usado y un cepillo para el pelo.

¿Todo listo? Todo listo.

Me miré al espejo por última vez. Me quedé viéndome fijamente, abalizándome. Y wow... no podía creerlo, no podía creer lo mucho que había cambiado desde mi cumpleaños anterior. La Maxine del anterior 15 de enero no tenía nada en común con la actual. Ésta era más atrevida, más segura, y había pasado por cosas que habían cambiado por completo su manera de pensar. No era la misma, y aunque seguían resaltando aspectos negativos de mi personalidad, no cambiaría quien era ahora por quien había sido antes.

Tomé un resoplido.

Salí de mi habitación, y caminé hacia el cuarto donde Oliver dormía, que era donde a Olivia y Michael les encantaba estar, para jugar videojuegos casi todo el día. Toqué la madera con mis nudillos, y escuché un "¡Voy!" por parte de Olivia. Unos pasos se acercaron a la puerta, y la gemela uno la abrió.

— ¡Hola! — exclamó.

Aquella noche, la castaña se había vestido con unos pantalones de tela fina pegados, y un bustier negro que revelaba gran parte de su pecho y abdomen.

— Pasa. Estaba ayudando a Oliver a elegir un atuendo, la verdad es que estaría perdido sin mí. — rió ella.

Se hizo a un lado. Yo entré a la habitación, y encontré a Oliver arreglando su pelo en el espejo. Como de costumbre, la play estaba encendida, y el juego estaba pausado.

— Eh, Oli, muéstrale tu impecable atuendo a Max. — llamó Olivia.

Oliver se giró hacia nosotros. Su hermana había elegido para él unos cargo pants de color caqui, un suéter cuello alto negro, unas Dr. Martens y una chaqueta de cuero negra, con un collar de cruz colgando de su cuello, y los aretes de argolla pequeños en su oreja.

— Genial. Te ves increíble. — sonreí.

Él me devolvió la sonrisa. 

— Gracias. Al menos sabemos que la insistencia de Liv para que me pusiera esto valió la pena. — respondió.

— Eh, ¿ya están listos?

Michael entró en la habitación, dándole vueltas a una llave en sus dedos. Él iba más casual: pantalones de tela fina negros, camiseta blanca lisa metida por dentro, y botas similares a las de Oliver. Se había pintado las uñas de negro, y echado el pelo hacia un lado.

— Genial. Iremos con tres caballeros bien vistos. — sonrió Olivia.

— Sabes que papá te arrancará la mano cuando te vea con ese barniz negro, ¿cierto? — pregunté.

Michael se encogió de hombros.

— Tengo diecinueve, veinte en febrero, ya está bueno de controlarme, ¿no? — contestó.

— Bueno. Buena suerte.

— Ya basta de mini sermones de hermanos. Deberíamos esperar fuera, el atleta pronto estará aquí. — interrumpió Olivia.

Oliver tomó su móvil de la cama. Apagó la play y se dirigió a nosotros.

— Vámonos.

Los cuatro salimos de la habitación, como una mini pandilla. Recorrimos el pasillo, bajamos los escalones y salimos de casa. Fuera, el viento invernal aún era frío, por lo que me abracé a mí misma, mientras esperábamos a Trenton, quien llegó algunos diez minutos más tarde.

Su camioneta roja se estacionó justo frente a nosotros. Bajó la ventanilla del lado del conductor, y la música que había estado sonando amortiguada en el estéreo, sonó libremente, a gran volumen.

— ¡Hey! — exclamó Trenton, por encima de la música.

— Uy, ¿por qué siempre llegas tarde? — suspiró Olivia.

Trenton hizo una mueca. — Estaba echando gasolina. Vamos, el trayecto se lleva su tiempo.

Trenton subió la ventanilla. Subimos al auto, y el castaño comenzó a manejar. Saludamos a Chiara, quien, como de costumbre, iba en el asiento del copiloto. Ésta vez se encontraba arreglándose el maquillaje con el espejo del auto.

— ¡Hola! — nos saludó. — ¡Feliz cumpleaños, Max!

Sonreí. — Gracias, señorita Walker. — contesté.

Trenton subió la música en el estéreo, y comenzó el camino hacia Brunswick. Durante el trayecto, nos la pasamos escuchando música, charlando y riendo. Los chicos debatieron sobre si deberían echarme al lago por mi cumpleaños, o simplemente estrellarme otro pie en la cara. Chillé aterrorizara, pero ellos se cayeron en carcajadas, y descartaron la idea. Los gemelos contaron lo que habían hecho en su cumpleaños número dieciocho, y así todos los demás.

Suspiré. — Puaf, a veces se me olvida que soy la más pequeña. — gruñí.

Tardamos menos de lo esperado en la carretera. Pronto, entramos en Brunswick, y luego de varias vueltas, mirando el GPS y preguntando direcciones, por fin la camioneta de Trent se estacionó frente a un gran local, iluminado por muchas luces y bombillas de aspecto llamativo. Bajamos del auto; en la entrada, se exhibía un enorme cartel, con el nombre de "Portal del Lago Bar y Lounge". No había una fila muy larga en la entrada, pero ésta estaba custodiada por dos guardias vestidos de negro, quienes se encontraban revisando carnet de identidad.

No nos fue difícil pasar. Cuando los guardias nos dejaron pasar, entramos al local, y entonces, tuve que ahogar un chillido de emoción.

El lugar era enorme. El techo era alto, y estaba rodeado de luces de neón giratorias. Una música de fondo le daba ambiente, y muchísimas personas caminaban de aquí para allá, sosteniendo bebidas y riendo. Habían mesas en algunos lugares, y una enorme barra que recorría toda una pared, con varios empleados moviéndose de aquí para allá, entregando bebidas, y una gran colección de botellas acomodadas detrás. Los colores, la gente y el ambiente le daban al lugar un aspecto emocionante.

— Que lindo es esto. — suspiró Chiara.

— Aquí dentro es precioso, ¿pero han visto la parte de atrás, al lado del lago? — respondió Trenton.

— ¡Pidamos una mesa en la parte de atrás! — exclamó Olivia.

La castaña se acercó a uno de los meseros que caminaban de aquí para allá, llevando comida y bebida. Éste asintió varios veces, señaló hacia el fondo del espacio, donde había una enorme puerta corrediza que, suponía, daba al patio. Olivia asintió de igual forma, le sonrió y lo dejó ir.

— Vamos al patio. — sonrió.

Caminamos detrás de ella. Nos abrimos paso entre la gente, que reía, bebía y comía.

Salimos por la puerta corrediza, y si el local era hermoso por dentro, por fuera era aún más alucinante. El pequeño lago que caracterizaba el Bar se extendía más allá; una extensión de terreno verde al lado de éste era la que sostenía las mesas y sillas. Todo estaba iluminado por bombillas, y habían varias personas compartiendo. Más a lo lejos, al inicio del lago, había un gran muelle, con paredes y un pequeño techo de madera, y varios sofás de jardín y plantas en macetas sobre el suelo del muelle. Todo se veía hermoso, llamativo y muy fino.

— ¿Por qué no hay uno así en Biddeford? — gruñó Michael.

— Tomemos una mesa. — comentó Chiara.

Caminamos hacia una mesa grande, con suficientes sillas para nosotros. Nos sentamos cada uno en una, y un mesero se acercó a nosotros, dejándonos a cada uno un menú.

Tomé el mío. Lo leí; el bar ofrecía una gran variedad de alcoholes y otras bebidas, además, tenían diferentes platos para acompañar, y uno que otro postre. Me mordisqueé los labios pensando qué escoger.

— Pide lo que quieras, Max, los Vaughan invitan. — sonrió Oliver.

Le sonreí de vuelta. Al final, decidí irme por unos mariscos en salsa blanca, y un postre de cupcake con glaseado de chocolate.

El mesero tomó nuestras órdenes, y luego se retiró.

— Amo éste lugar. — suspiré.

Ellos asintieron, dándome la razón.

— ¿Por qué no nacieron en Brunswick en vez de en Biddeford? — se burló Olivia. Oliver rió.

— Papá debería empezar una construcción de un lugar así. Sería muy productivo económicamente para el pueblo. — comentó Michael.

Chiara y Trenton asintieron, dándole la razón.

— ¿Es cierto que se irán el lunes? — inquirió Trenton, dirigiéndose a los gemelos.

Los Vaughan asintieron.

— Las vacaciones en Estados Unidos estuvieron bien, la pasamos genial aquí, pero nuestros padres nos extrañan, y Oliver y yo debemos comenzar el papeleo de la universidad. — respondió Olivia.

— Entre otros asuntos. — corroboró Oliver.

Hice una mueca. — Echaré de menos que anden poniendo de cabeza mi casa. — suspiró Michael. — Maxine ni se siente.

— ¡Eh! — me quejé. — tú siempre estás ocupado, o nunca estás en casa.

Oliver y Olivia enarcaron una ceja. Trenton chifló.

— ¿Tienes otros amigos, Michael? — inquirió Trent.

Michael asintió. — Maxine es muy egoísta, quiere quedarse siendo mi única amiga. — rió. Le golpeé suavemente en el hombro. — Pero... tengo otros amigos, y...

Se quedó callado por algunos segundos, como si estuviese analizando lo que fuera a decir.

— Y eso. — terminó.

— Ginger dos, no tienes que reservarte lo que ya todos sabemos, di que tienes una novia y ya está. — se burló Olivia.

Michael hizo una mueca. — Es complicado. No tengo novia, nunca he tenido, así que olvida esa idea, Liv. — respondió el pelirrojo.

— ¿Problemas en el paraíso? — rió Oliver. Olivia, Trenton y Chiara rieron con él.

Michael alzó los hombros, restándole importancia, y luego hizo un gesto para que olvidáramos la idea.

— ¿Y ustedes, tórtolos? ¿Ya tienen la boda preparada? Digo, son mayores de edad, y se gradúan éste mes, ¿no? — preguntó Michael, dirigiéndose a Trenton y Chiara.

Trenton se encogió de hombros.

— Le he pedido mil veces la mano, pero ella dice que no y que no. — contestó Trenton, riendo.

— ¡Eh! — se quejó Chiara.

— Es broma. Yo iré a Nueva York, con mi beca de deportista, y me llevaré a Chiara, no importa si tengo que meterla a rastras en la maleta.

— Aww. — dijimos, colectivamente.

Nos mantuvimos hablando por un largo rato, hasta que la comida llegó.

Nos mantuvimos hablando por un largo rato, hasta que la comida llegó.

Comimos y bebimos, mientras seguíamos charlando y disfrutando del ambiente. Nos reimos de los chistes colectivos que soltaban Trenton, Oliver y Michael, y disfrutamos de los cuentos e historias que se echaban. El sol siguió bajando en el horizonte, llenando el lago de una hermosa luz anaranjada, y para cuando terminamos de comer, ya se había ocultado por completo.

Terminé de limpiarme la barbilla con la servilleta.

— Lindo y la comida es genial, ¿qué más se puede pedir? — comenté.

— Bueno, ya que lo mencionas... — dijo Olivia.

Con su cabeza, me indicó que mirara hacia atrás. Le obedecí, y entonces, abrí los ojos desmesuradamente viendo lo que pasaba: varios meseros caminaban hacia nuestra mesa, sosteniendo un gran balde plateado, con hielos dentro y una gran botella de alcohol. El balde estaba decorado con flores variadas, unas bengalas encendidas a cada lado, y en medio, tenía una nota de tamaño mediano que rezaba "Feliz cumpleaños, Maxine"

Los meseros comenzaron a cantar Feliz cumpleaños, y los chicos en la mesa se unieron al canto. Las personas de las demás mesas se quedaron mirando la escena, y mis mejillas se encendieron tanto que creí que explotarían.

Cumpleaños, Maxine, cumpleaños, Maxine. Feliz cumpleaños, Maxine, ¡Que los cumplas feliz! — canturrearon.

Llegaron a la mesa con el arreglo, y lo dejaron en medio de la mesa. Los meseros, los chicos y algunas otras personas que miraron la escena aplaudieron. Yo quise salir volando y ahogarme en aquel lago.

— Feliz cumpleaños, Max. — dijo Trenton, abrazándome.

Uno de los meseros dejó una bandeja con vasos para beber en la mesa, y otro tomó la botella en sus manos, un vodka Russkaya, y la abrió. Sirvió vodka en cada vaso, y nos dejaron uno a cada uno.

— Disfruten. — sonrió el mesero.

Tomé mi vaso. Le di un trago al vodka, e hice una mueca de inmediato. Aquel era uno bastante fuerte, pero como estaba cumpliendo dieciocho, decidí obligar a mi estómago a tragarlo.

Y entonces, tomé el consejo del mesero.

Comenzamos tomando el vodka que los meseros nos habían servido. Tonteamos un poco mientras bebíamos, y apostamos a ver quién se la tomaba más rápido, siendo Trenton el ganador. Luego de haber terminado el primer vaso, coincidimos en que era mejor ligar aquel vodka con algo más, así que pedimos varias botellas de Sprite, y algunos limones. De ahí la cosa se puso mejor: ligamos el Sprite con el vodka y el limón, y comenzamos a beber más y más rápido.

Me mareé más rápido de lo esperado. De un momento a otro, estuvimos tonteando y diciendo ridiculeces. Entonces, en un momento dado, tomamos la botella, lo que quedaba del Sprite y abandonamos nuestra mesa para dirigirnos dentro. Seguimos bebiendo, y de tanto en tanto, terminamos en la pista de baile; bailamos todos a la par, juntos, separados, en pareja, en trío, en grupo. Saltamos, reímos y tonteamos, alocados por el alcohol. Cuando la botella se terminó, pedimos más bebidas de las que había en el menú, y disfrutamos de ellas. Grabamos vídeos danzando, haciendo competencias por ver quién bebía más rápido, caminando por todo el Bar. Y mientras más entraba la noche, más se llenaba el local, más alta era la música y más borracha me ponía. Reí como nunca, grité y viví mi cumpleaños de una forma que jamás había experimentado.

(...)

Olivia abrió la puerta. Entré, estrujándome los ojos. Tomé una goma que encontré en el suelo y me amarré el pelo como pude.

— Grrr... — gruñí. — ¿por qué nos fuimos?

Olivia soltó una carcajada.

— Porque estamos todos borrachos, rojita. — respondió, riendo bobamente.

Suspiré.

— Échate a dormir antes de que tus padres te vean así. Yo haré lo mismo. — aconsejó.

— ¿Dormir? No quiero. — lloriqueé.

— Max, son las... ¿qué hora es? No sé, pero es un milagro que hayamos llegado vivos. Me echaré a mi cama ya.

Me acerqué a ella. Enganché mis brazos alrededor de sus hombros, y la miré fijamente. Sus ojos estaban enrojecidos, su maquillaje se había corrido un poco y una fina capa de sudor bañaba su frente.

— Duerme conmigo. — le pedí. Ella frunció el ceño.

— ¿Hmm? — inquirió.

— Duerme conmigo. — repetí.

— Max...

— Por favor... — musité. Hice un puchero, que debió parecer más una mueca aterradora.

Ella suspiró.

— Está bien. — dijo, finalmente.

Sonreí, dando saltitos de alegría. La solté para que entrara, y ella cerró la habitación tras de sí.

Caminé quitándome los zapatos, me saqué el vestido, me quité los collares como pude y me eché sobre mi cama; dejé mi bolso sobre el suelo, y saqué mi móvil, poniéndolo a mi lado, en la cama. En la oscuridad de la noche, miré a Olivia quitarse su ropa y sus zapatos, para después echarse a mi lado, boca arriba.

Me giré hacia ella, para mirarla fijamente. Ella desvió la cabeza hacia mí, y me miró con el ceño fruncido.

— ¿No piensas dormir? — preguntó.

Negué con la cabeza.

— ¿No estás cansada, rojita? — rió. Yo volví a negar con la cabeza. — vaya, que buena resistencia.

Suspiré. — ¿Sabes? No te soporto y todo, pero te echaré de menos. — le dije.

Olivia sonrió de lado.

— Sí, sí. Ya lo sé. — contestó, riendo.

— ¿Sabes cuándo volverás? — inquirí. Ella negó con la cabeza.

— No tengo ni idea. Pero, hey, puedes ir a visitarme a Inglaterra cuando quieras. Te pagaré el vuelo. — respondió.

— Cool. — reí. — está bien, me gusta el acento de los ingleses.

— El de ustedes tampoco está mal.

— No te burles.

— No me burlo.

Soltó una risita. Yo me quedé en silencio, mirando sus ojos azules, enrojecidos por todo lo que habíamos bebido. No podía creer que había pasado tanto tiempo con aquella intrusa en mi casa, y que solo era cosa de dos días para no volver a verla en un muy largo tiempo.

— Ya que te vas... deberíamos despedirnos bien, ¿no? — musité.

Ella me miró confundida.

— ¿A qué te refieres? — preguntó.

No respondí. Acerqué mi cara a ella, y la besé. Ella se quedó un poco extrañada por algunos segundos, pero luego correspondió mi beso.

El beso no tardó en intensificarse. Supuse que ambas ya estábamos acostumbradas a tocarnos con pasión, así que eso fue lo que hicimos: nos tocamos y besamos con salvajismo. Estábamos borrachas y pronto estaríamos muy lejos, por lo que disfrutamos cada momento con intensidad. Olivia me sacó mi ropa interior, y yo hice lo mismo con la de ella; nos acariciamos y nos besamos. Ella mordió y chupeteó mi cuello, y yo besé sus pechos, su abdomen y su entrepierna. Nos turnamos para tocarnos allí abajo, y pronto, estaba tan excitaba como bebida, y por la manera en que el cuerpo de ella reaccionaba, supe que aquello era mutuo. Los jadeos y gemidos eran silenciosos, porque, era plena madrugada y todos estarían dormidos, pero no quitaba que cualquiera pudiera despertarse de repente.

Olivia se cernió sobre mí. Mientras acariciaba mis pechos con su mano, se colocó entre mis piernas, y entonces, comenzó a frotarse contra mí. Solo había hecho aquello algunas tres veces, todas habían sido satisfactorias, y aquella no era la excepción. Olivia se frotó sobre mí de manera alucinante, y verla allí, sobre mí, sudada y jadeando solo me excitaba más. Nos mantuvimos así por un rato, disfrutando la una de la otra, acariciándonos y ardiendo de placer, hasta que ambas alcanzamos nuestro punto máximo, y caímos sobre la cama, agotadas y jadeantes.

Olivia se echó boca abajo sobre una almohada. Me miró mientras respiraba pesadamente.

— Ahora sí, puedes dormir. — suspiró ella, con voz somnolienta.

— Gracias. — musité. — tendré lindos sueños.

Ella rió. Sus ojos se cerraron, y la miré soltar un último resoplido, para comenzar a respirar lenta y tranquilamente.

Yo me quedé sentada en la cama, mirando a la nada y pensando en aquel día. Duré algún rato de aquella forma, hasta que decidí que debía ir al baño, mear y volver a echarme a la cama.

Toqueteé el colchón, buscando mi móvil para encender la linterna y caminar en la oscuridad. Fruncí el ceño cuando no lo encontré, me erguí sobre la cama y busqué con mi mirada borrosa el móvil.

Bufé al no encontrarlo. Imaginé que entre tanto salto se había caído, así que me paré para buscarlo. Tomé el móvil de Olivia, que se encontraba sobre mi mesita de noche, encendí su linterna, y me agaché al suelo para buscar mi móvil al pie de la cama. Busqué con la mirada el móvil, esperando ver relucir la pantalla por la luz de la linterna. Al no encontrarlo, me encorvé más para buscarlo bajo la cama.

Apunté con la linterna bajo la cama, y entonces, la luz fue a parar directo a eso... a eso que había mandado al fondo de mi cama hacía meses, porque no soportaba verlo más.

Tragué saliva.

El ramo de flores seguía atado y al lado del jarrón que, anteriormente, había contenido agua para hidratarlas. Vi mi móvil en una esquina, me acerqué a él, lo tomé y volví a salir de debajo de la cama, sentándome en el piso.

Me quedé allí por algunos minutos, mirando la pantalla encendida de mi móvil, que ponía en números grandes: 04:40. Escuché la respiración de Olivia, quien ya parecía haberse quedado rendida, y entonces, motivada, tal vez, por el flujo de alcohol en mi sangre, me agaché sobre la cama nuevamente y tomé el ramo de flores. Apagué la linterna de Olivia, dejé su móvil donde lo había encontrado y, con el ramo de flores en una mano, y mi móvil en la otra, me dirigí a mi baño, donde me encerré.

No encendí la bombilla. Prendí la linterna de mi móvil y me senté en el suelo, al lado de la bañera. Miré las flores; recordaba aquella noche, donde había estado llorando sin parar, recordando el tiempo que habíamos pasado juntas, recordando la forma en que todo había terminado. No aguantaba ver mas las flores en mi mesita de noche, no aguantaba abrir los ojos en la mañana y que lo primera en que me fijara fuera en el rojo de sus pétalos. No aguantaba saber que aquello había sido un regalo de ella, un regalo que tanto me había tocado, en su momento. Así que, sin saber qué más hacer, había tomado el ramo de flores y lo había mandado al fondo de mi cama, donde no pudiera verlo más, para no tener que hacer memoria de ella. Y había funcionado: me había olvidado por completo de aquel ramo, y solo aquella madrugada, por alguna extraña coincidencia, había vuelto a encontrarlas.

Podía recordar ese día. Recordaba cómo había entrado a mi habitación de repente, cómo me había consolado en mi dolor. Recordaba como mi corazón había latido con una fuerza inusual cuando me había entregado las flores, cómo las mariposas habían empezado a revolotear en mi estómago como nunca antes.

"La verdad no sabía si te gustaban las rosas, pero como el rojo es tu color preferido pensé "¿por qué no". Combinan con tu pelo, ¿no?"

Y después... después habíamos ido al balcón, había puesto una música y me había tomado de las manos. Bailamos tan cerca, tan pegadas la una de la otra, que su olor se mezclaba en mi respiración, y podía ver todos y cada uno de los detalles de su precioso rostro.

"Te quiero. ¿Me quieres?"

Miré el ramo nuevamente: las rosas estaban encogidas. Su ramo aún tenía atado aquella pequeña nota, la misma que ponía: "Te querré hasta que la última flor se marchite." Mi corazón se encogió; había pasado el tiempo y las rosas se habían marchitado, todas y cada una de ellas, al igual que el cariño que ella había sentido por mí. Había cumplido aquella promesa, ¿habría estado prediciendo el futuro? ¿Era aquella una señal que no había notado antes por mi estupidez romántica?

— No sabes cuánto me ha costado haberte conocido. — suspiré.

Giré el ramo de rosas, solo para verlo por última vez, y luego echarlo a la basura.

Y entonces, me fijé en ella.

Una flor sobresalía roja entre todas las demás que ya estaban marchitas. Ésta estaban en perfecto estado, como si el tiempo nunca hubiera pasado sobre ella. La tomé entre mis manos y la saqué del ramo, dejando éste posteriormente sobre el sueño. La toqueteé, sintiendo su textura.

Mi corazón se encogió con tanta fuerza que la piel se me puso de gallina. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y sentí cómo todo aquel vaivén de emociones contradictorias se arremolinaba en mi interior con una fiereza increíble.

Y lo entendí: aquella flor en mis manos era de plástico. Nunca podría marchitarse.

♡︎♡︎♡︎

Antes que nada, deséenle feliz cumpleaños a nuestra Max, que por fin es mayor de edad. 🥺

Y ahora, debo decir que este capítulo me dolió. ¿Recuerdan el capítulo donde Capri le regaló un ramo de flores a Max? Esperé mucho para hacerles entender el por qué de la nota que le escribió, y aquí está.

¿Opiniones? ¿Están llorando o soy solo yo? 🥺

Ily y'all. 🤍

Pokračovat ve čtení

Mohlo by se ti líbit

93.3K 4.1K 23
*ADVERTENCIA* Esta historia esta basada en un tema lesbico,si no te agrada o eres homofobo se te agradeceria que pasaras de largo y continuaras busca...
146K 8.7K 16
El maldito NTR pocas veces hace justifica por los protagonistas que tienen ver a sus seres queridos siendo poseidos por otras personas, pero ¿Qué suc...
10.9K 362 14
bese a una chica y me gustó su pintalabios sabor cereza. Capítulos cortos. ©Pesyland
3.7K 499 19
Vengo del futuro para decirte que todo ha pintado bien. Que el día que partiste entendí que no todo el que quiere quedarse tiene la fuerza para logra...