a mixed cd

By raquellu47

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Bechloe Week 2021 More

Monday 26th:"Because I'm in love with you, dumbass!"
Tuesday 27th: Bed sharing
Wednesday 28th: Break upand/or make up
Thursday 29th: Near-death experience
Friday 30th: "You don't know who I am, do you?"
Saturday31st: Famous au / Neighbors au
Saturday31st: Famous au / Neighbors au
Sunday 1st: Superpowers /"Wait for me"

Sunday 1st: Superpowers /"Wait for me"

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By raquellu47

I

Resumen: Beca tiene... un problemilla. Algunos lo llamarían "superpoder", pero Beca prefiere referirse a ello como "el puto mayor inconveniente de su jodida vida". Afectuosamente, por supuesto.

O, Beca puede volverse invisible. Pero no puede controlarlo.

Rating: T

***

Beca tiene... un problemilla.

Ha convivido con él desde pequeña, cuando ocurrieron los primeros incidentes, y ya ha hecho las paces —más o menos, dependiendo del día y del momento— con el hecho de que, dieciocho años más tarde, todavía no sabe controlarlo, ni cree que nunca lo vaya a conseguir.

Y es que, veréis, el... problema de Beca es que puede volverse invisible.

Suena guay, ¿verdad? Pues dejad que os aclare algo: no lo es.

Vale que los cómics sean historias ficticias, pero Beca tiene que convivir con ello día tras día y lo que cuentan esas viñetas ilustradas —y creedla cuando dice que sabe lo que dicen porque se ha leído cada cómic existente en la faz de la Tierra en busca de trucos y respuestas— no se parece en nada a la realidad.

Los autores podrían haberse esmerado un poco, haber hecho algo de investigación.

Antes de que preguntéis: no, sus padres no son alienígenas haciéndose pasar por humanos para no ser descubiertos por la otra raza alienígena que quiere erradicar a su pueblo.

No, Beca tampoco estuvo expuesta a ningún tipo de material radioactivo, ni después, ni antes de nacer.

Y, no, definitivamente no pudo haberla picado un bicho genéticamente modificado en un laboratorio de una gran empresa multinacional que no cuenta ni una cuarta parte de lo que realmente ocurre tras sus puertas cerradas.

Beca no tiene una historia guay sobre sus orígenes.

Solo que un día, cuando tenía cuatro años y estaba jugando al escondite con sus primos y unos amigos, su primo Teddy la asustó al acercarse sigilosamente por su espalda sin que ella se diera cuenta y zas, poof, de repente era invisible.

Y, de repente, ya no lo era.

Sus padres creían que Teddy se lo estaba inventando hasta que ellos mismos lo vieron con sus propios ojos un año más tarde, el día de su primer recital de piano, cuando Becas estaba tan nerviosa por tener que actuar ante todo el colegio que desapareció un minuto entero en el asiento trasero del coche.

Algunos llamarían "superpoder" a su... problema particular, pero Beca prefiere referirse a ello como "el puto mayor inconveniente de su jodida vida". Afectuosamente, por supuesto.

Se resiste a llamarlo "superpoder" porque esa palabra viene cargada de un montón de subtexto, su propia marca de bagaje emocional, y Beca ya tiene suficiente con el suyo como hija de padres divorciados.

"Superpoder" implica antifaces y capuchas y voces distorsionadas y capas.

"Superpoder" implica ayudar a gente indefensa.

"Superpoder" implica, y Beca siempre rechina los dientes al verse obligada a recurrir a semejante cliché, una gran responsabilidad.

Pero, ante todo, "superpoder" implica control, poder utilizarlo a voluntad, en tu beneficio y el de otros. Y eso no es algo que Beca posea, de ahí que le guste más el término "el puto mayor inconveniente de su jodida vida".

Eso es todo lo que ha sido para ella: un jodido inconveniente.

Su supuesto poder es algo que le ha traído más problemas que alegrías, que le ha ganado un millar de etiquetas: mentirosa, poco fiable, bicho raro, antisocial; por no incluir el otro millar de trastornos mentales diagnosticados por gente a la que le gusta jugar a ser médico.

Su supuesto poder es algo que siempre se activa en los momentos más inoportunos, que termina echándolo todo a perder de una forma u otra, que impide que pueda vivir la vida normal de una chica de cualquier edad comprendida entre los cuatro y los dieciocho.

Su supuesto poder es algo que debe mantener en secreto porque nunca sabe en quién puede confiar y en quién no, quién va a ayudarla y quién se va a chivar para que se la lleven al equivalente humano del Área 51 para experimentar en ella.

Así que, no, Beca no se siente super. Ni especial. Ni la elegida.

No, se siente rabiosa, aislada, incomprendida, asustada, aplastada por el peso de todas estas emociones y la ansiedad de tener que ocultar algo que nunca sabe cuándo va a pasar, ni cómo frenarlo.

¿Superpoder, decís?

Ja.

***

La primera teoría de sus padres fue que su invisibilidad era una especie de síntoma, como si se tratase de un sarpullido provocado por una reacción alérgica.

Estaban convencidos de que era en respuesta a emociones intensas, emociones reprimidas, emociones que Beca, tan pequeña, no sabía gestionar todavía, y la invisibilidad era como se manifestaban.

Así que, Beca, con seis años recién cumplidos, empezó a ver un psicólogo infantil que no sabía muy bien qué hacer con ella porque él no encontraba problema alguno en su gestión o capacidad emocional.

Sus padres, sin embargo, insistieron.

Durante tres meses todo fue bien.

Entonces, a principios de diciembre, el colegio llamó para quejarse de que nunca podían encontrarla cuando era hora de ensayar para la función de Navidad, y, si el incidente se seguía repitiendo, no les quedaría más remedio que suspenderla.

Beca pasó la última semana antes de las vacaciones de Navidad en casa.

Todas las noches, se volvía invisible en la cama mientras escuchaba las voces de sus padres discutir a través de la puerta cerrada de su habitación.

No volvió al psicólogo.

***

Barden es idea de su padre, su maravilloso padre, el mismo que solo se acordó de la existencia de Beca una vez esta llegó a la mayoría de edad y, técnicamente, ya no era problema suyo. Qué conveniente todo.

Por supuesto que es idea de su maravilloso padre. Solo alguien que desapareció de su vida a los diez años puede pensar que es buena idea que vaya a la universidad, como si fuera una persona normal.

Solo su maravilloso padre puede haberse olvidado ya de lo difícil que fue para Beca el colegio, y solo alguien que no estuvo para presenciarlo no sabe la absoluta tortura y pura agonía que fue el instituto.

- No, papá. Me voy a Los Ángeles.

- ¿A hacer qué?

Beca aprieta los dientes ante el tono desdeñoso, la actitud condescendiente, con los que su padre hace la pregunta: los de alguien que no tiene fe alguna en que vaya a conseguir triunfar por su cuenta.

- Buscarme la vida – responde ella con simpleza y un encogimiento de hombros despreocupado –. A encontrar trabajo en una discográfica como productora musical.

- Eso puedes hacerlo una vez salgas de Barden – desestima su padre con un batir de la mano, sin siquiera pararse a considerarlo un segundo –. Y te será más fácil porque tendrás un título para respaldarte.

- No necesito...

- La universidad será estupenda para ti, Beca – sigue él, sin escuchar ni una palabra que no caiga de su boca. En eso no ha cambiado en diez años –. Seguro que te ayuda con tus... – se pausa y aprieta la boca, casi con desagrado –. Crisis.

Ah, sí, recuerda Beca.

Se había olvidado ya del extraño repelús de su padre a la hora de darle voz a su problemilla, a su inconveniente, como si tuviera miedo de invocarlo por mencionarlo en voz alta, o de que se fuera a contagiar.

Ridículo.

Beca pone los ojos en blanco para sí misma.

Intenta buscar el apoyo de su madre, pero esta permanece con la mirada perdida en un punto opuesto a ellos y ni siquiera parece estar escuchando su conversación.

Parte de Beca siempre ha sospechado que su madre la culpa a ella de su divorcio, de que su padre fuera un cobarde incapaz de hacer frente a una hija diferente, de que huyera con su secretaria y ahora tuvieran la casa de dos pisos con valla blanca y el Golden Retriever llamado Dexter, porque son así de originales, que le prometió a su madre.

Beca suspira. Sabe que esta no es una batalla que vaya a ganar.

- Pruébalo solo un año – intenta negociar su padre con ella –. Un año – alza su dedo índice para recalcar la cifra –. Y si no te gusta, volvemos a hablarlo.

Beca mira a su padre fijamente, tratando de discernir si su oferta es sincera o es todo un truco para conseguir que le diga que sí. No le queda claro, así que solo puede hacer lo peor cuando se trata de su padre: creer en él y esperar lo mejor.

- Un año – repite, dejando claro que todo depende de que esa condición se respete –. Y quiero una habitación individual.

Su padre sonríe y alza las manos, como diciendo: "todo lo que tú quieras, pídelo y yo te lo daré."

Esa no es la experiencia de Beca con él, pero no hace comentario alguno al respecto.

***

Al principio todo va bien.

Su habitación es pequeña, no cabe más que una cama individual, un armario desvencijado y una mesa de trabajo cuya superficie está toda rayada con los nombres de sus previos habitantes e incontables dibujos de penes.

Pero es toda suya.

No tiene que gastar energía siendo sociable con una compañera que sentirá la misma emoción que ella por tener que compartir diez metros cuadrados el resto del año —es decir: ninguna, cero, nada—, ni por ocultar sus "crisis".

Puede trabajar en su música hasta las tantas de la mañana sin preocuparse por que la luz de la pantalla de su Mac moleste demasiado, o tenga el volumen demasiado alto y se filtre fuera de sus auriculares, o marcar el ritmo de las bases con pies y manos.

Sus clases son una tontería, una repetición de lo que ya vio en el instituto, y a sus profesores no podría importarles menos que no se presente a las de primera hora.

Evita ser reclutada por un grupo tan entusiasmado por la a cappella que solo puede ser una secta, conoce a una excéntrica australiana que va por el nombre de Amy la Gorda, y hasta encuentra un trabajo cubriendo el turno de noche en la estación de radio del campus.

Todo va bien.

Beca está... conforme, por decir algo.

Y su padre, directamente, está encantado, estático. Está frotándose las manos solo de pensar que, una vez más, tenía él razón, y el pacto que había hecho con Beca ya estaba básicamente anulado.

Pero a Beca le da igual porque, por una vez en su vida, todo va bien. Por una vez en su vida, siente que tiene todo bajo control, que puede relajarse, puede respirar hondo, puede bajar la guardia.

Un segundo.

Solo un segundo.

Y ahí es donde Beca comete el error.

***

Lo único que resultó ser cierto de todo lo que Beca leyó mientras crecía sobre personas con superpoderes es el cliché más grande todos: el tiempo te da experiencia.

Al final, quieras o no, tras catorce años conviviendo con la inconveniente capacidad de volverte invisible, terminas por identificar ciertas situaciones y emociones que pueden actuar como desencadenantes.

Para Beca, son las emociones intensas.

(Sus padres no andaban tan desencaminados todos esos años atrás.)

Todo empezó con un susto tonto: miedo.

La segunda vez fue la idea de tocar el piano ante su colegio entero: nervios.

El día que su padre se marchó: tristeza.

Las navidades que su madre le regaló su primera mesa de mezclas: felicidad.

Cuando el matón de su clase estropeó su jersey favorito al volcarle un brik de leche encima a propósito solo por hacer la gracia: rabia.

Aquella vez que fue acusada por sus propios compañeros de clase de algo que ella no había hecho y su profesora decidió creerles a ellos antes que a Beca, a pesar de que tenía una cuartada sólida: indignación.

Siempre que no consigue que una melodía suene exactamente como ella la escucha en su cabeza, por mucho que lo intente: frustración.

Ah, y la más divertida de descubrir de todas (por favor, léase con ironía): la excitación sexual.

Kathy Adams nunca más volvió a dirigirle la palabra, o mirar en su dirección siquiera, después de que Beca saliera corriendo sin darle explicaciones de su habitación porque estaba sintiendo el hormigueo que siempre precede a un episodio de invisibilidad.

Sí, el tiempo da experiencia. Pero nunca nadie te advierte de que muchas veces no es nada divertido cómo la consigues.

***

En retrospectiva, Beca jamás habría podido predecir que esto es lo que ocurriría si se permitía a sí misma bajar la guardia.

- ¡Sabes cantar! – exclama una voz femenina tras ella.

La letra de Titanium se queda atascada en su garganta, junto a cualquier otro tipo de sonido y su respiración. En su pecho aparece lo que se siente como un vacío que se traga sus órganos y deja en su lugar un enorme agujero negro.

Se da la vuelta en casi un brinco y, para su absoluto horror, descubre que la pelirroja de la feria de actividades está ahí mismo. Dentro de su ducha. Desnuda.

- ¡Tía! – grita al final Beca, sintiendo tantas cosas a la vez que ni siquiera sabe qué tipo de emoción es la que traspasa a su voz.

La pelirroja no se da por aludida.

- Dime, ¿cuál es tu registro? – inquiere, como si fuera lo más normal del mundo, mientras descorre la cortina que Beca ha vuelto a correr en su cara en un acto reflejo para protegerse.

Va todavía más allá: da un par de pasos hacia el interior de su ducha, una mano alargada hacia Beca.

- Oh, dios – Beca recula, asustada y ardiendo de indignación, hasta aplastarse por completo contra la pared, fría y húmeda de la condensación y el agua.

Para su profundo alivio, la pelirroja solo la usa para cerrar el grifo y cortar el chorro constante de agua que ahoga sus voces.

- Tienes que probar con las Bellas – insiste con absoluta seriedad, su mirada firme en Beca.

Y ahí es cuando Beca sabe que está jodida: empieza a sentir el delator hormigueo, primero desde un punto central en su cabeza hasta que va cayendo por el resto de su cuerpo, igual que si alguien le hubiera tirado un vaso de agua caliente por encima.

- Oh, no – murmura para sí misma, paralizada por el terror –. Oh, mierda, no, no, no, ahora no, por favor.

Su mirada desesperada recorre la ducha en busca de una salida, o algún sitio donde esconderse para que la pelirroja no sea testigo de lo que está a punto de ocurrir, pero incluso mientras lo hace sabe que es inútil.

No tiene escapatoria.

Entonces... poof.

Beca sabe el instante en que se vuelve invisible. No porque pueda notarlo, sino porque lo ve reflejado en el rostro de la pelirroja: la forma en que sus ojos se abren de par en par y da medio paso hacia atrás, sorprendida, y el jadeo que escapa de su boca entreabierta.

Puede ver cómo la pelirroja está intentando buscar una explicación racional a lo que acaba de ver, parpadeando varias veces, escrutando la ducha como si esperase encontrar una pared falsa o una trampilla en el suelo.

Tarda un poco, pero al final ella también llega al siguiente paso lógico: extender una mano para tantear el espacio frente a ella en su busca.

Beca se aprieta contra la pared, porque quizá pueda volverse invisible, pero sigue siendo corpórea. Observa, nauseosa, cómo los dedos de la pelirroja se acercan peligrosamente a los brazos que tiene cruzados frente al pecho en actitud protectora.

Y, justo cuando está a punto de tocarla...

- ¡Chloe! – llama una voz masculina en el pasillo de las duchas.

La pelirroja y Beca dan un brinco. La pelirroja deja caer el brazo al mismo tiempo que un chico, también desnudo —¿qué le pasa a la gente de esta universidad con la ropa?— aparece en la entrada de la ducha con expresión algo confundida.

- ¡Aquí estás! – exclama, aliviado –. ¿Se puede saber por qué has salido corriendo de repente? ¿Con quién hablabas? – la mirada del chico escanea el interior de la ducha, para él vacía, de manera desinteresada.

Beca se encoge sobre sí misma. Contiene la respiración, su atención fija en Chloe, que sigue mirando en su dirección, como si pudiera presentir que está ahí a pesar de que sus ojos no le muestran nada.

Su corazón se detiene cuando ve que Chloe despega los labios para responder.

- Con nadie, hablaba sola – miente. Se vuelve hacia el chico y se encoge de hombros con falsa despreocupación –. Ya sabes cómo soy.

El chico esboza una sonrisa zalamera que a Beca le da bastante repelús.

- Lo sé.

Hace el amago de ir a coger a Chloe por la cintura, de besarla, de acorralarla hacia el interior de la ducha, con la obvia intención de continuar lo que fuera que habían estado haciendo antes y que Chloe había interrumpido.

Beca coge aire abruptamente, pero Chloe le esquiva y frena con una mano en el pecho.

- Aquí no – niega.

Le coge de la mano para llevárselo a otro sitio y Beca suspira, aliviada.

Sin embargo, antes de marcharse, Chloe lanza una última mirada hacia el interior de la ducha con ojos entrecerrados y expresión de pensativa curiosidad.

***

Al día siguiente, Beca está de camino al despacho de su padre para decirle que la han descubierto y tiene que dejarla marcharse de Barden, cuando siente a alguien agarrarla del brazo y tirar de ella hacia un rincón desierto del campus.

Su miedo se intensifica al ver que se trata de Chloe.

- Te he estado buscando – saluda la pelirroja algo falta de aire por lo súbito del momento.

Aunque no hay rastro de la amenaza que suele acompañar a esa frase en el tono de Chloe, el cuerpo de Beca activa el instinto de supervivencia de todos modos. Su pecho se vuelve tirante y su corazón se acelera.

Beca se zafa de su agarre de un brusco tirón.

- ¿Qué quieres de mí? – ataca en un gruñido, su mirada feral.

Chloe parece sorprendida por su inmediata hostilidad. Da medio paso hacia atrás, sus manos estiradas para reflejar su inocencia, para dejar claro que no pretende obligar a Beca a hacer nada que ella no quiera.

Sin embargo, Beca tiene cosas más importantes de las que preocuparse ahora, como el familiar hormigueo que empieza a bajar por su rostro, el equivalente al crujir de la estática en una radio, dejando todo insensible a su paso.

- Joder, otra vez no – maldice entre dientes.

Se inclina hacia delante, las manos en sus rodillas, la cabeza colgando entre sus hombros. Aprieta los ojos con fuerza y se obliga a sí misma a olvidar dónde está, a poner su mente en blanco, a respirar a un ritmo normal.

Pero Chloe parece negarse a ser ignorada.

- Oye, ¿estás bien?

Su voz suena lejana a oídos de Beca, como si le estuviera hablando a través del agua. Las palabras suenan incoherentes, incomprensibles. A través de ojos desenfocados ve las Vans de Chloe acercarse a ella y siente un toque delicado en su hombro.

Se aparta como si la hubieran quemado.

- No me toques – jadea.

- ¿Qué está pasando? ¿Es un ataque de pánico?

Pero, antes de que Beca pueda responder, ocurre.

Y, una vez más, Beca se entera de que ocurre por el sonido ahogado de sorpresa que sale de Chloe, el raspar de las suelas de sus zapatos sobre el suelo de cemento cuando se aparta de ella de un brinco.

Abre los ojos y, efectivamente, ya no puede ver sus manos ni sus rodillas.

- ¿...hola? – pregunta Chloe, su boca torcida en una mueca insegura, sus ojos yendo de aquí para allá y de allá para aquí como si estuviera viendo un partido de tenis al doble de velocidad de reproducción.

Beca considera marcharse, pero permanece quieta en el sitio por dos razones: primera, no sabe si le dará tiempo a llegar a su habitación, o algún sitio seguro, antes de volver a hacerse visible; segunda, si Chloe ya andaba tras ella tras la primera vez, ahora no va a dejarla en paz.

Y eso no es lo peor. Lo peor es que se lo cuente a alguien.

- ¿Esto es lo que querías, no? – acusa Beca, temblando de rabia.

Chloe da un respingo y gira la cabeza en su dirección. Su mirada vaga el espacio aparentemente vacío frente a ella hasta que se arma de valor y alarga un brazo hacia donde recuerda que estaba Beca antes.

La morena se aparta antes de que pueda tocarla.

- ¿Cómo...? ¿Cómo haces eso? – inquiere Chloe. No suena asustada, ni asqueada, solo intrigada.

- No lo sé.

Chloe parece genuinamente confundida por su respuesta. Su ceño fruncido se profundiza y parpadea un par de veces como si eso fuera a hacer que pensara mejor, que todo cobrara sentido de repente.

- ¿Cómo no vas a saberlo?

- ¡No lo sé! – estalla Beca, su respiración agitada –. Es algo que pasa sin más, ¿vale? No puedo controlarlo.

Chloe se queda en silencio un minuto entero. Cuando vuelve a hablar, es para hacer una pregunta totalmente inesperada:

- ¿Te duele?

Beca no sabe qué hacer con la sincera preocupación en la voz de Chloe, en su rostro, en sus ojos azules, de modo que recurre a las emociones que conoce, que domina: la rabia, la frustración, el miedo.

- ¿Por qué quieres saber todo esto? ¿Qué es lo que quieres? ¿Chantajearme, denunciarme? – y aunque la pregunta es sincera, la forma en que Beca la entona la hace sonar como una acusación de algo que ya ha pasado, algo que Chloe ya ha hecho.

Chloe sacude la cabeza en una negativa, vehemente.

- ¡No! Quiero ayudarte – asegura, su voz aguda.

Beca resopla.

- ¿A cambio de qué? Si buscas dinero, no tengo – clarifica con antelación.

- ¿Qué? No – Chloe frunce el ceño y mueve la cabeza ligeramente, incrédula, confundida –. ¿Por qué iba a querer tu dinero? – entonces, un segundo más tarde, parece quedarse congelada al darse cuenta de algo –. ¿De verdad hay gente que te ha chantajeado?

Suena tan desolada que Beca tiene que apartar la mirada, o sería incapaz de mantenerse enfadada.

- No sabría decirte. Tú eres la primera persona en descubrirlo fuera de mi familia.

Chloe parece muy sorprendida.

- ¿Y tus amigos? – pregunta con obvia incomprensión.

El silencio de Beca es tan ruidoso como un grito.

A Chloe le lleva un par de segundos comprenderlo, y cuando lo hace es con un "oh" tan suave que Beca tiene que parpadear para disipar las lágrimas que aparecen repentinamente en sus ojos.

La pelirroja suspira y cierra un momento los ojos en lo que parece un intento de reagrupar sus pensamientos.

- Mira, te juro que no pretendo nada malo – promete, tranquilizadora –. Lo que haces, ¿desaparecer? Eso no es... – pero se frena a sí misma antes de terminar la frase, torciendo los labios como si lo que hubiera estado a punto de decir le hubiera dejado mal sabor de boca.

- ¿Normal? – ofrece Beca, su voz ácida –. No, no lo es. Brillante observación.

Chloe hace una mueca dolorida.

- Solo... Solo quiero entender.

Beca la mira fijamente en busca de una señal que delate intenciones ocultas, falta de sinceridad en lo que está diciendo, pero solo encuentra ojos azul bebé que no terminan de enfocarse en ella llenos de súplica silenciosa.

- Ayer – dice de repente, distraída con un recuerdo que acaba de venirle a la mente –. ¿Por qué me protegiste? ¿Por qué no dijiste la verdad?

Chloe la mira con tanta suavidad que casi parece lástima.

- Te lo he dicho: quiero ayudar.

Beca permanece en silencio, pensativa, sopesando seriamente la oferta de Chloe: a lo mejor si le cuenta su historia y consigue darle lástima, ponerla de su lado, quizá acepte mantener su secreto.

O quizá solo le esté regalando voluntariamente la munición que necesita para destrozar la vida que Beca lleva, cuidadosa y trabajosamente, construyendo durante dieciocho años como un castillo de naipes.

Sin embargo...

No sabe por qué, pero Beca presiente que las intenciones de Chloe son buenas.

Y, si es sincera, está cansada de tener que llevar el peso de este secreto sobre sus hombros, sin poder hablarle de ello a nadie, sin poder compartirlo con alguien un ratito cuando se vuelve demasiado para ella sola.

Está cansada de dieciocho años de soledad.

- No – responde al cabo de un rato. Ve cómo la expresión esperanzada de Chloe cae, cómo intenta esconder su decepción, pero Beca sigue hablando –. No me duele.

Chloe alza la mirada, sorprendida. Asiente, agradecida, al darse cuenta de que el hecho de que Beca haya contestado su pregunta inicial es una especie de ofrenda simbólica de que ha decidido confiar en ella.

- ¿Has dicho...? – se humedece los labios, nerviosa –. ¿...que no puedes controlarlo? ¿No decides cuándo empieza?

- Puedo sentirlo, pero no detenerlo – admite Beca en voz queda –. Tampoco puedo controlar cuándo acaba.

- Entonces... ¿Cómo paras? ¿Cómo... vuelves?

- Normalmente lo provoca una emoción fuerte – explica –, así que tengo que esperar a tranquilizarme.

Chloe se sume en un silencio pensativo que se alarga tanto que Beca deja de esperar.

Se recuesta contra la pared del edificio tras el que están recluidas, descansando su nuca sobre el frío ladrillo, y cierra los ojos con la intención de aprovechar este momento de pausa para tratar de calmarse.

Su intento de meditación se ve interrumpido cuando presiente que Chloe está mucho más cerca de ella que antes. Abre los ojos de golpe y corrobora que, ya haya sido por accidente o adrede, Chloe está casi tocándola.

Beca se retira silenciosamente.

- Tengo una idea – murmura Chloe, mirando a un punto equivocado de la pared tres ladrillos por encima del hombro derecho de Beca –. ¿Puedo...? ¿Me dejas intentar una cosa?

Beca se encoge de hombros, solo para darse cuenta al instante de que Chloe no puede verla.

- Sí – responde con un carraspeo.

Chloe ajusta su mirada, usando su voz de guía.

- Ayer estabas cantando Titanium, ¿verdad?

- ¿Conoces a David Guetta?

Beca se arrepiente de haber preguntado al instante. Por supuesto que Chloe, co-capitana de un grupo de a cappella, conoce al DJ que estaba constantemente en la radio hasta hace apenas unos años.

Puede ver que a Chloe le ofende un poco su sorpresa.

- ¿Crees que vivo en Marte? – replica con una mueca –. ¡Sí! Es mi canción favorita. Para cuando me masturbo – susurra de forma conspiratoria, sonriendo con picardía.

- No estás ayudando – murmura Beca, su voz estrangulada por la incomodidad y algo más que ni siquiera quiere pararse a tratar de identificar.

Chloe ríe quedamente, pero no vuelve a sacar el tema.

- ¿Puedes cantármela? – pide en su lugar, parpadeando sus grandes ojos azules hacia la dirección general en la que está Beca.

Igual que si pudiera sentir el volcán de indignación que entra en ebullición dentro de Beca, Chloe alarga una mano en una petición silenciosa. Se frena a medio camino de intentar tocar a Beca, como si ya hubiera tomado nota mental de la forma en que la morena siempre la rehúye.

- No para eso – clarifica, su rostro contraído en una mueca un poco abochornada por el casi malentendido –. Confía en mí, creo que puede funcionar.

Beca suspira, pero no tiene una idea mejor y, total, ¿qué daño puede hacer?

Así que, a pesar de que es absurdo porque Chloe no puede verla, cierra los ojos por la vergüenza de estar a punto de cantar delante de alguien y llena sus pulmones de una gran bocanada de aire.

Empieza a entonar el estribillo de Titanium, solo perdiendo el tempo una milésima de segundo cuando la dulce voz de Chloe se mezcla con la suya por sorpresa.

Abre los ojos de golpe y encuentra la mirada de la pelirroja ya fija en ella, aunque desplazada hacia arriba un par de centímetros. Aun así, Beca siente cómo la captura, cómo la insta a quedarse, cómo parece decirle: este es un lugar seguro, no te preocupes.

Beca se pierde en la armonía de sus voces, en sus graves y los perfectos agudos de Chloe, en ojos azul bebé que nunca se desvían de ella, como si Chloe pudiera presentir que Beca los está usando de ancla.

La sonrisa de Chloe se amplía, y es ahí que Beca se da cuenta de que la estática ha desaparecido de su cuerpo.

Ha vuelto. Ha funcionado.

Acaban juntas el estribillo y permanecen un largo rato simplemente sonriéndose, sus miradas enredadas, el espacio entre ambas escaso.

- Hola de nuevo – saluda Chloe, algo burlona, pero ante todo feliz, aliviada.

Beca no sabe qué decir.

- Soy Chloe, por cierto – se presenta la pelirroja, extendiendo una mano entre sus cuerpos.

- Lo sé – es todo lo que Beca ofrece a cambio.

Chloe arquea una ceja, sin tratar de disimular su interés.

- Tu novio te llamó por tu nombre ayer cuando te estaba buscando – responde Beca con unos ojos en blanco para demostrar que no es un detalle realmente importante.

La comisura de los labios de Chloe tiembla un poco.

- No es mi novio – clarifica.

Beca trata de parecer desinteresada.

- Vale – acepta con un encogimiento de hombros, pero recupera la seriedad cuando un pensamiento le hiela la sangre en las venas –. Por cierto, como me entere de que le has contado a alguien lo que has visto hoy...

Da un paso hacia delante, amenazadora. Chloe no tiene más remedio que recular. Aun así, Beca ve una chispa de diversión bailar en su azul bebé.

- ¿Me vas a achicharrar con tus ojos láser? – bromea la pelirroja, burlona. Sin embargo, al cabo de unos segundos, su sonrisa desaparece y observa a Beca con incertidumbre –. Espera, ¿tienes rayos x?

Beca casi se siente tentada de mentir.

- No, no soy Superman – desestima al final por encima del hombro mientras se dirige de vuelta al bullicio del campus.

Chloe no la sigue.

- ¡No me has dicho tu nombre! – grita a su espalda.

Beca se gira hacia ella y extiende ambos brazos en el aire.

- Eso no te supuso un problema para encontrarme antes. Vuelve a hacerlo.

Chloe sonríe ante el reto.

***

Contra todo pronóstico, Beca y Chloe se hacen amigas.

La pelirroja se inserta en su vida, así, de repente, como si fuera la cosa más sencilla del mundo, como quien se mira una mañana en el espejo y descubre que, oh, le ha salido una cana nueva. Los primeros días se te desvía la mirada sola, pero luego te acostumbras y ni la notas.

Su amistad con Chloe es igual: simplemente apareció un día y se negó a irse, y Beca no tuvo ni las ganas ni las fuerzas de echarla.

Está bien tener compañía. Está bien no sentirse sola.

Y con Chloe vinieron las Bellas, un pack sorpresa de 2x1 que Beca no sabía que estaba comprando cuando empezó a aceptar la presencia de Chloe en su habitación, en sus turnos en la estación de radio, en sus descansos entre clase y clase.

Aunque Beca, técnicamente, no es una Bella —ni es, como a Amy le gusta llamarla, la mascota del grupo— les está ayudando a actualizar la música de sus actuaciones para tener una oportunidad frente a los Treblemakers.

Por eso está presente en la mayoría de los ensayos, sentada en silencio en las gradas con sus auriculares puestos mientras finge que en realidad no está mirando a Chloe todo el rato por encima del borde de su portátil.

Porque, sí, eso es algo que también está pasando y Beca no sabe ni cómo ni cuándo empezó, pero ahí está.

Beca (16.01)

Mal día

Hoy no voy

Su mensaje es recibido y leído al instante. Sin embargo, en vez de recibir otro en repuesta, la música que lleva a todo volumen para aislarse del mundo que la rodea se interrumpe y en la pantalla de su iPhone salta una llamada entrante.

Beca solo duda un segundo antes de responder.

- Hola.

- Hola – saluda Chloe de vuelta en tono preocupado –. ¿Estás bien?

- Sí, sí – Beca exhala la afirmación en un suspiro cansado –. Solo he dormido mal y estoy irritable, y no creo que hoy tenga la paciencia de aguantar un ensayo de las Bellas sin ningún incidente.

Chloe se queda callada un largo rato, tanto que Beca tiene que comprobar que no se haya cortado la llamada por accidente.

- ¿Chlo? ¿Sigues ahí?

- Sí, estoy... – Chloe se interrumpe a sí misma con frustración –. Perdón. No quiero obligarte a hacer nada, pero...

El ceño de Beca se profundiza y una desagradable sensación pegajosa se extiende por el interior de su estómago.

Hay algo extraño en la voz de Chloe, queda y apagada; en sus silencios prolongados, llenos de conflicto interno, como si quisiera pedir algo pero no supiera si puede, o si debe; en la forma atropellada en la que habla.

- ¿Crees que podrías venir solo cinco minutos? – pide Chloe, casi suplicante –. Es importante.

Ahora es Beca la preocupada.

Antes de responder siquiera, cambia bruscamente de dirección en la que está caminando. Casi choca con un grupo de estudiantes que iban justo tras ella y no se esperaban que de repente diera media vuelta sobre sí misma.

- Perdón – se disculpa Beca entre dientes, separándose el altavoz del móvil de la boca un momento para no mezclar conversaciones –. Voy para allí – le dice a Chloe.

- Vale, gracias – suspira la pelirroja llena de alivio.

Una vez cuelgan, Beca sube todavía más el volumen de su música, hasta el punto en que le hace daño en los oídos.

Pero es incapaz de centrarse en las canciones, que ahora suenan distorsionadas para ella, y necesita la distracción de la incomodidad, del dolor, para no volverse invisible en pleno patio del campus.

No es consciente de ello, pero hace el recorrido al borde de la carrera. Nada más entrar como un huracán por el portón abierto de par en par del auditorio busca con su mirada ansiosa a Chloe.

La pelirroja se levanta de la grada inferior en la que estaba sentada en cuanto la ve, y le regala un amago de sonrisa que hace poco para calmar la ansiedad en el estómago de Beca.

- Ya estamos todas – anuncia Aubrey, echándole un vistazo rápido a su reloj de muñeca con cierta impaciencia –. ¿Qué es lo que querías contarnos, Chlo?

La sensación de que algo va mal se acentúa cuando Chloe parece empequeñecerse al tener la atención de todo el mundo en ella. Entrelaza sus dedos frente a su cuerpo y Beca ve las zonas en las que su piel se vuelve blanca por la presión que está ejerciendo.

El hormigueo aparece en todo el centro de su cabeza.

Chloe se aclara la garganta con suavidad y coge aire.

- Tengo nódulos – anuncia con voz temblorosa y labios apretados.

Beca siente su sangre helarse en sus venas, a pesar de que no sabe lo que eso significa.

Pero la reacción de Aubrey, su exclamación ahogada, la desolación con la que dice "madre mía", la rapidez con la que acude al lado de Chloe para darle un abrazo, le basta para comprender que no son buenas noticias.

El hormigueo baja hasta sus hombros.

- Me lo dijeron hace unos días – continúa Chloe al borde de las lágrimas –. Aunque, si soy sincera, lo sospechaba desde hace un tiempo.

- ¿Qué es eso? – pregunta Beca, su boca seca. Ya no puede sentir los dedos de las manos.

- Afectan a sus cuerdas vocales – explica Aubrey, todavía abrazada a Chloe –. Se forman por la fricción de las cuerdas a un ritmo alto sin una lubricación apropiada.

La pelirroja asiente, rompiendo el abrazo pero manteniendo su mano izquierda entrelazada con la de Aubrey. Esboza una sonrisa tranquilizadora que todavía le sale algo temblorosa, pero es más convincente que la primera.

- Lo bueno es que los han pillado a tiempo y ya tengo la cirugía programada para las vacaciones de primavera – anuncia, forzándose a sonar esperanzada. Aubrey le da un apretón de apoyo –. Hasta entonces, debo convivir con ellos.

- ¿Y eso qué significa? – pregunta alguien. El zumbido en sus oídos previene a Beca de identificar de quién es la voz, o de dónde viene.

Solo es capaz de pensar en que el hormigueo ha bajado ya hasta sus rodillas y tiene que salir de allí ahora mismo. Pero no puede dejar a Chloe así sin más.

- ...forzar la voz – está explicando Chloe –, así que alguien tendrá que cubrir mis solos por el momento.

Eso le proporciona a Beca la distracción perfecta.

Mientras todas las Bellas dan un paso hacia delante, centradas en sus capitanas, discutiendo amistosamente entre ellas sobre quién va a recibir qué parte, Beca retrocede hacia el fondo del auditorio.

La sensación de estática se extiende por sus pies. Cuando llega a la punta de sus dedos, Beca desaparece.

De camino a los vestuarios del auditorio, el punto de reunión establecido entre ella y Chloe en caso de que sufra algún episodio de invisibilidad en pleno ensayo, escucha a Amy preguntar por ella.

- ¡Estaba aquí mismo hace un segundo! – exclama la australiana, incrédula –. Te juro que a veces pienso que es una ninja.

- Oh, habrá ido al baño un momento – desestima Chloe con una risa despreocupada, cubriendo a Beca una vez más frente a las demás Bellas.

Por algún motivo, hoy eso escuece.

***

- ¿Bec? ¿Estás aquí?

La forma cautelosa e incierta que tiene Chloe de llamar su nombre hace que Beca abra los ojos. Se ha sentado en la tapa bajada de uno de los váteres, reclinada hacia atrás, y descansa la cabeza en los fríos azulejos azules de la pared, a la espera.

Estira una de sus piernas y engancha el pie en el borde inferior de la puerta de su cubículo, tirando de ella para abrirla.

El sonido de los pasos de Chloe se acerca hasta ella. Beca ve su sombra aparecer primero por el umbral, seguida de la propia Chloe, que asoma la cabeza como si esperase encontrar a Beca dentro.

La pelirroja se sonríe a sí misma al darse cuenta de su tonto error y se queda apoyada en el marco de la puerta. Su mirada suave recorre el cubículo de esquina a esquina, todavía buscando una señal.

- ¿Estás bien? – pregunta con delicadeza.

- Creo que eso te lo tendría que estar preguntando yo a ti – responde Beca, sarcástica. Hace una mueca arrepentida en cuanto escucha cómo suenan sus palabras, y la forma en que el rostro de Chloe se llena de culpabilidad.

- Lo siento – murmura la pelirroja, su mirada gacha.

Beca resopla y se sienta recta en el váter.

- Tía, no tienes que disculparte. Solo... – sacude la cabeza, frustrada consigo misma porque no termina de entender sus pensamientos, sus sentimientos. Están todos enmarañados y no paran de retorcerse, y Beca no encuentra un extremo desde el que poder empezar a tirar.

Suelta un suspiro derrotado y sus hombros se hunden con él.

- Perdón por haber desaparecido – es todo lo que es capaz de decir al final.

Chloe rechaza su disculpa con un movimiento de cabeza.

- No es tu culpa, no puedes controlarlo – duda un momento antes de dar un par de pasos hacia el interior del cubículo. Beca recoloca sus pies invisibles para que no se toquen –. ¿Estabas...? ¿Estás enfadada?

Beca niega con un gesto, olvidándose momentáneamente de que Chloe no puede verla porque la pelirroja siempre termina mirándola con una fijeza que parece que ella sea la única excepción a sus "poderes".

- No – dice tras una torpe pausa –. No estoy enfadada.

- ¿Entonces?

Beca desearía poder simplemente encogerse de hombros y dejar que ese gesto hable por sí solo, sin tener que dar explicaciones.

Pero si algo ha aprendido con los años es que la invisibilidad, a pesar de lo que pueda parecer, no te deja huir de las situaciones. Más bien todo lo contrario: es como un puño que te agarra de la camiseta y te obliga a quedarte ahí, a enfrentarte a las consecuencias.

Sin un cuerpo al que mirar, no le queda otra opción que volver su atención hacia su interior.

- No lo sé, no sé lo que siento – admite, frustrada, en voz baja –. No es enfado, es... – frunce el ceño, agarrando el ovillo de emociones entre sus manos para examinarlo. Una vez encuentra la palabra, esta parece saltar de su boca –: Estaba asustada.

Chloe asiente.

- Por un momento, pensé que iba a perderte – confiesa Beca.

- ¿Y qué más? – insta Chloe, amable.

- Y estoy dolida.

Chloe, siempre empática, contrae el rostro.

- No me lo contaste – Beca parpadea al escuchar su propia voz, reconociendo por fin esa sensación de escozor de la que no ha conseguido librarse todavía –. Es algo importante, y estabas claramente afectada, y no me lo contaste. Es que...

Beca duda un momento, sin querer sonar patética, pero al final opta por tomar el camino que sigue su cuerpo: el de la absoluta transparencia.

- ¿Acaso no confías en mí?

Eso parece ser lo último que Chloe esperaba escuchar, a juzgar por su expresión de desolada sorpresa. Da otro paso hacia delante y se acuclilla frente a ella, alargando una mano hacia la tapa del váter en la que Beca está sentada.

Se detiene al mismo tiempo que Beca dice, firme:

- No me toques.

- ¿Puedo agarrarme aquí? – pide Chloe, señalando el borde redondeado de la tapa.

- Vale – acepta Beca, posicionándose de forma que deje ese trozo de cerámica libre y lejos de cualquier parte de su cuerpo.

Chloe usa ese punto para equilibrarse antes de continuar su conversación.

- Por supuesto que confío en ti, Bec – asegura, su mirada sincera fija en la morena –. No te lo dije porque tenía miedo. Porque, si se lo contaba a alguien, entonces era verdad. Y no quería aceptarlo.

Beca se queda en silencio, avergonzada por su propia estupidez.

- Lo siento.

Una vez más, Chloe rechaza sus disculpas.

- No pasa nada – las puntas de sus dedos se vuelven blancas sobre la porcelana del váter, como si estuviera ejerciendo fuerza para frenarse a sí misma de hacer algo que tiene prohibido –. Además, tú tienes problemas mucho más importantes – continúa con un encogimiento de hombros –. Tampoco quería cargarte con los míos.

Beca agita la cabeza, sin terminar de creerse lo que acaba de escuchar. Se traga las ganas de coger a Chloe por los hombros y sacudirla hasta hacerle entrar en razón, convirtiendo sus manos en dos puños sobre sus piernas.

Lo que sí hace es inclinarse hacia delante, y Chloe da un pequeño respingo cuando la corriente de aire que provoca Beca al moverse toca su piel.

- ¿Se lo habrías contado a Aubrey? – pregunta Beca, algo brusca.

Chloe parpadea un instante, desprevenida.

- Sí, pero... – empieza a objetar.

- Pero nada – le corta Beca –. Desde el momento en que decidiste protegerme ante Tom, tú también llevas parte del peso de mi invisibilidad, ¿o es que no te das cuenta de que estás constantemente encubriéndome con las Bellas?

Chloe no dice nada y a Beca no le cabe duda alguna de que es muy posible que nunca se haya dado cuenta, que sea algo que haga por instinto, sin pensar en ello. Porque es Chloe. Y Chloe protege.

- Puedes compartir el peso de tus problemas conmigo – asegura Beca –. Es más, quiero que lo hagas. Para eso, literalmente, están las amigas.

Chloe se queda un instante en silencio, pensativa.

- Solo que... Tú y yo no somos amigas, en realidad, ¿verdad? – es una afirmación y una pregunta al mismo tiempo, como si Chloe realmente no necesitara confirmación pero la estuviera buscando de todos modos, por eso de que nunca está de más.

A Beca se le cae el corazón a los pies.

- No somos solo amigas – clarifica Chloe, ladeando la cabeza, su mirada inquisitiva.

Beca no sabe qué decir, pero Chloe ya no parece estar buscando una respuesta por su parte. Parece haberla encontrado por su cuenta, quizá en el silencio de Beca, quizá en su respiración acelerada.

Se acerca un poco más a Beca, cuidadosa de moverse despacio y deliberadamente para que la morena tenga tiempo a reaccionar y apartarse.

- ¿Por qué nunca me dejas tocarte cuando eres invisible? – inquiere Chloe, curiosa.

Beca suelta todo el aire en sus pulmones en una exhalación.

- ¿De verdad quieres saberlo? – se asegura antes de hacer nada.

Sabía que era cuestión de tiempo que Chloe le hiciera esa pregunta, llevaba tiempo viendo cómo la pelirroja se estaba conteniendo, pero hasta el más eficiente de los autocontroles se acaba desgastando.

La intriga de Chloe solo parece crecer al ver que Beca toma tantas precauciones. La mira fijamente un par de segundos, intrigada, como si estuviera buscando algo en el rostro que no puede ver. Lo que sea que (no) encuentra, debe ser suficiente para ella, porque asiente.

Beca alarga su mano y, despacio, para no asustarla, roza con sus dedos el dorso de la de Chloe antes de cubrirla por completo. Ambas parecen contener la respiración, a la espera de que ocurra algo.

- ¿Qué se supone...? – pero el resto de la frase muere en labios de Chloe, ahogada en una abrupta inhalación.

La mano de Chloe que Beca está tocando ahora también es invisible.

- ¿Nunca te has fijado en que mi ropa, o lo que tenga en las manos, desaparece conmigo? – observa Beca, su tono suave, porque sabe que esto puede resultar muy chocante.

Solo Dios sabe que sus padres reaccionaron como si fuera la mismísima reencarnación de Satán la primera vez que la tocaron en uno de sus episodios para intentar consolarla, para hacerla parar.

Chloe, sin embargo, parece maravillada.

- No me había parado a pensar en las logísticas, la verdad – admite en un murmullo distraído mientras observa, con abierta fascinación, como su brazo va desapareciendo poco a poco hasta el codo –. ¿Puedo...?

No termina la pregunta, pero no hace falta. Beca emite un quedo "uh-huh" de asentimiento para darle permiso para que explore.

Chloe usa su mano libre para trazar el brazo de Beca que está en contacto con ella. Lo acaricia, delicada, paseando las puntas de sus dedos en un roce casi fantasmagórico que aun así levanta piel de gallina en el cuerpo entero de Beca.

Trepa por su antebrazo, su bíceps, su hombro. Se detiene un instante para alzarse sobre sus rodillas en el suelo, poniéndose a la altura de Beca, que sigue inclinada hacia delante.

La respiración de la morena se entrecorta y el crepitar de la estática se intensifica.

Chloe continúa: por su clavícula, su cuello, su mandíbula, hasta acunar su mejilla con una suavidad que hace que Beca note la punzada de las lágrimas en sus ojos, porque no se acuerda de la última vez que alguien la tocó así.

- Chlo... – susurra, una advertencia.

La pelirroja posa su pulgar sobre sus labios entreabiertos, acallándola. Junta sus frentes, las puntas de sus narices, y cierra los ojos instantes antes de desaparecer de la vista, absorbida por la invisibilidad de Beca.

Su pulgar ejerce la más mínima de las presiones en su labio inferior y Beca se abre bajo él, obediente, anhelante.

Sus respiraciones se entremezclan solo un segundo. En el segundo siguiente, sus bocas se encuentran, hambrientas.

El primer contacto es como si les hubiera caído un rayo encima, como una corriente eléctrica después de meter los dedos en un enchufe. Recorre sus cuerpos desde la raíz del pelo hasta las puntas de sus dedos, disipando la estática, haciéndolas sentir más vivas que nunca.

- Wow – Beca se separa con un jadeo sorprendido –. ¿Has notado eso?

- Bec – llama Chloe, urgente.

La morena abre los ojos y ve a Chloe frente a ella, lo que solo puede significar...

Ha vuelto.

Alza la mirada a Chloe.

- Creo que esto es más efectivo que cantar juntas – bromea, alzando las cejas de forma sugerente.

Chloe ríe.

***

A/N: Habría seguido escribiendo, la verdad. Me he enamorado un poquito de este AU y sus infinitas posibilidades.

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