Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
Caricias Peligrosas

EPÍLOGO

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By juliettamv

Cinco meses después...

Dejo escapar una bocanada de aire.

Siempre opté por mantener mi vida en un perfil privado, sin dar demasiados detalles acerca de ella y evadir los rumores que la farándula inventa para obtener atención. Soy consciente de los rumores que Edward y yo hemos fomentado durante estos últimos meses, sin pasar desapercibido que hace unos meses la prensa nos encontró en el restaurante en el cual estábamos definiendo lo nuestro.

Sé que hay sospechas desde lo que sucedió en la alfombra roja, cuando me besó.

Desmentir rumores falsos no es ningún problema para mí, pero el único inconveniente es que los rumores que existen entre nosotros son reales y no hay nada que esconder. Los rumores son ciertos. Estamos juntos.

No puedo dar una definición exacta, pero si estamos juntos.

«Y es especial»

Pero ya no quiero esconderlo. Que todos sepan lo que somos. Me da igual. Solo somos nosotros.

—Edward.

Suelto un jadeo al sentir su mano colarse entre mis muslos. 

—Contrólate —le pido, deslizando mi mano por su pecho.

—¿Estás nerviosa? —interroga.

—Un poco. ¿Y tú?

Niega con la cabeza.

Sus labios vuelven a chocar contra los míos y abro la boca para recibirlos, sin embargo, el que la limusina se detenga abruptamente hace que nos separemos el uno del otro a toda velocidad. Mi corazón se estremece al ver a todas las personas allí fuera, en alerta a nuestra llegada.

Miro a Edward de reojo, el chofer nos abre la puerta y él es el primero en salir seguido de mí. Los flashes de las cámaras me blindan la vista durante una fracción de segundos y su mano se entrelaza con la mía.

—¡Leanne! ¡Edward! ¿Confirman los rumores?

Oigo unas voces más acompasada con esa vocecita femenina. Cada paso que damos se siente como un cúmulo de emociones que se agolpan en mi pecho al mismo tiempo y no puedo evitar sonreír al ver todas las personas que nos persiguen hasta que alcanzamos la alfombra roja.

Nos detenemos en un punto en concreto de la alfombra y posamos ante las cámaras. Los gritos de la prensa, los flashes y las emociones a flor de piel son inminentes. Su mano me rodea la cintura, la acción me provoca un cosquilleo que me hace relamerme los labios. Lo miro de reojo, su mirada también recae sobre mí y contengo las ganas de besarlo frente a todos.

Cuando terminamos de posar, una mujer vestida de forma elegante, se acerca a nosotros.

—Señor Haste, señorita Vitali —nos saluda—. ¿Tendrían tiempo para una pequeña entrevista? Solo será un momento.

Comparto una mirada con Edward.

—Claro —acepto.

La mujer me dedica una sonrisa y por un leve segundo, traslada su mirada hacia Edward. Sus mejillas cogen color de manera inmediata.

—Bueno... —empieza—. ¿Se puede decir que los rumores son reales? ¿Están juntos? Muchas personas han estado expectantes acerca de la relación que ustedes dos mantienen. Muchos creen que es interesante y un poco inesperado.

» Pero, ¿afirman que los rumores son ciertos? ¿Están juntos?

Abro la boca, sin saber muy bien qué decir. Hemos pasado estos últimos meses juntos pero jamás le hemos dado una etiqueta a lo que compartimos. Solo sé que dejó de tratarse únicamente de un mero placer carnal desde hace tiempo.

—Sí —afirma Edward.

Una tonta sonrisa culmina mis labios. La entrevistadora sonríe complacida y le echo un rápido vistazo al cámara.

—¿Se conocieron en una alfombra roja? Los fans creen que la primera vez que se vieron el uno al otro fue en la alfombra roja de algún evento. ¿Pueden afirmar esto?

—De hecho, nos conocimos en una boda en los inicios del año —digo—. Tenemos un amigo en común que nos presentó y luego nos reencontramos en Amalfi.

—¿Amalfi?

—Fue por el cumpleaños de una conocida —explico, sonriendo.

Ante esto, noto la mirada furtiva de Edward sobre mí, haciendo que yo también lo mire. Parece que recordar nuestro reencuentro en Amalfi le divierte.

—Eso suena interesante —murmura y hace una pausa—. Ya no les quito más tiempo. Gracias por haber aceptado esta corta entrevista. Y sepan que todos apoyan esta relación. Buenas noches.

La saludo también y nos deja a solas. Abro la boca para decir algo, pero la acción queda a medias al ver a un hombre a lo lejos mirándonos. Edward parece notarlo y se vuelve hacia mí.

—Ya regreso —me dice.

Se aleja hacia aquel hombre al cual no puedo discernir muy bien su apariencia y me muevo entre las personas. Me detengo abruptamente cuando una figura femenina se me atraviesa en el camino. Resoplo al ver a Chelsea.

—¿Qué quieres? —interrogo.

Se cruza de brazos y me dedica una mirada de superioridad.

—¿Quién lo diría? Todos saben que eres una zorra oportunista y arribista que quiere vivir de los demás, pero ¿engatusar a Edward Haste? Eso sí que es algo nuevo. Felicitaciones, Leanne. ¿Qué fue lo que tuviste que hacer además de abrir las piernas? ¿Embarazarte, quizá?

—Veo que todavía sigues dolida porque te quité el protagonismo, ¿o me equivoco? —Abre la boca para decirme algo—. No te preocupes, Chelsea, lo entiendo. No siempre puedes tener a todas las cámaras encima.

Esboza una sonrisa.

—No sé qué crees que estás haciendo, pero créeme cuando te digo que este teatro no te va a durar mucho. Siempre seré el centro de atención, llegué primero que tú.

—Como quieras. A diferencia de ti, a mí no me desespera el no recibir atención por cinco minutos. Buena suerte, Chelsea.

—Te vas a arrepentir, zorra.

—Sí, sí. Como digas.

La aparto del camino y continúo con mi recorrido, pero...

—Leanne.

Me detengo al oír esa voz. No me lo pienso ni un segundo cuando doy un paso apresurado para alejarme, pero su mano sujeta mi brazo, haciendo que me vuelva hacia él. Tenemos cámaras captando nuestro movimientos por todos lados, por lo que, me suelto de su agarre con discreción.

—No vuelvas a tocarme, Brandon —le advierto.

—Oye, por favor... escúchame, ¿si?, sé que...

—No quiero oírte.

Se me acerca, haciendo que pueda percibir su aliento a alcohol. Una sensación oprimente se apodera de mi pecho, recordándome y devolviéndome a la mente los detalles de esa noche.

—Vas a escucharme, Leanne, tienes que...

—Ya te dijo que no.

La voz de Edward me devuelve a la realidad. Reacciono y lo detengo con discreción cuando da un paso hacia Brandon.

—Te dejaría hacerlo y sé que quieres golpearlo —murmuro, mirándolo—. Pero la prensa está a nuestro alrededor, ahora no es momento.

Noto que se contiene, respirando hondo.

—¿Estás con este idiota? —Brandon habla, negando con la cabeza—. Este hombre no es bueno para ti, te va a lastimar, Leanne.

—¿Molesto porque tengo a lo que tanto clamabas como tuyo? —Edward sonríe, destilando arrogancia y veneno que solo consigue enfadar a Brandon, lo veo en su expresión; ira y decepción.

—No te va a durar mucho...

—Basta —interrumpo—. Ya es suficiente. Edward —Hago que me mire—. ¿Que tal si nos vamos?

Me sujeta del brazo para marcharnos, sin embargo, antes de echarnos a caminar, oigo la voz de Brandon; es susurrante pero clara.

—Esto no va a quedar así, Lea.

Una extraña sensación se apodera de mí cuando nos alejamos de todos y nos apostamos justo frente a la limusina que nos espera. Me acaricio la sien con cierto desazón.

—Leanne... —empieza.

—Está bien —Sonrío—. ¿Quién era el hombre con el que hablabas antes?

De repente, su mirada tropieza con la mía, casi de forma estrepitosa podría decirse.

—¿Qué hombre?

—Con el que fuiste a hablar después de que nos entrevistaran... —le recuerdo.

—Era un conocido —Abre la puerta de la limusina—. Vamos.

Le doy una última mirada antes de deslizarme dentro del vehículo. Presiento que quiso evitar el tema o desviarlo. ¿Por qué Edward no querría hablar conmigo de aquel hombre? Quizá no le es relevante o... Decido dejar el asunto a medias, al fin y al cabo, no me concierne.

La limusina arranca el viaje no es tan largo como parece, más bien dura media hora hasta que ya nos encontramos dentro del edificio en el que Edward vive. Cuando nos metemos en el ascensor que empieza a ascender. Todavía siento un poco de tensión entre ambos después de haber tenido ese imprevisto y desafortunado encuentro con Brandon, pero aquello no me impide alzar la mirada hacia él.

Me acerco hasta llegar a su lado y de un segundo a otro, sus labios chocan contra los míos de una forma tan avasalladora al punto de quitarme el aliento. Las puertas del ascensor se abren en el penthouse y entre besos, llegamos hasta la habitación en la que empezamos a desvestirnos. Le desabotono la camisa que termina haciéndose trizas debido a la fuerza que empleo. Mi vestido termina en el suelo y su cuerpo se cierne sobre el mío cuando caemos sobre la cama. Sus besos no cesan y suelto un jadeo al sentir sus manos tantear sobre la zona en la que se sitúan mis bragas.

Siento a nuestros sexos rozarse y ahogo el sonoro grito de placer que mis labios sueltan cuando me quita las bragas de un tirón y se hunde en mi interior de un solo placentero empujón. Me aferro a su espalda, gimiendo y sintiendo como se mueve en mi interior con fuerza. Su mano desciende hasta llegar a mi centro y jadeo al sentir la estimulación que se siente como un auténtico vaivén sobre mi clítoris.

—Edward —gimo, en busca de sus labios y del envolvente calor que solo él sabe darme.

Acelera el ritmo de los embates que me producen innatos escalofríos de placer que bajan hacia mis terminaciones nerviosas y se instalan en mi entrepierna, centrándose en ese calor en especifico.

—Mía —Su mano asciende hasta alcanzar mi nuca y vuelve a hablar en medio de un excitante jadeo—. Solo mía, ¿entiendes?

Abro la boca para contradecirlo, pero me es imposible hacerlo con los espasmos de placer que me roban el aliento. Creo que nunca se había sentido tan caliente el que alguien me proclame como suya de manera tan posesiva mientras me embiste y su boca se apodera de mis pechos con una genuina vehemencia.

» No te oigo, Leanne.

Desacelera el ritmo de las embestidas que colman un poco.

—No te detengas —le pido, moviendo la cintura hacia adelante.

Recobra el ritmo, haciéndolo de forma intermedia.

—No te oí.

Mueve la pelvis hacia adelante y se mueve con más delirio, haciéndome perder la cabeza.

—Tuya —gimo en respuesta, enredando mis piernas alrededor de su cintura. El placer me domina—. Solo tuya.

Recobra el mismo ritmo de antes, las embestidas no cesan y la pasión emerge cuando sella nuestros labios en medio de un beso deliciosamente apasionado mientras que toma mis muñecas y las posiciona por detrás de mi cabeza. Sus dedos hacen presión en mi centro, su miembro se mueve de una forma tortuosamente amena y el orgasmo no tarda en rodearnos a ambos.

Sus labios vuelven a apoderarse de mi boca, rodamos sobre la cama y finalmente, se deja caer sobre el colchón a mi lado. Suelto un suspiro de cansancio antes de cubrirnos a ambos con las sabanas de la cama.

No se demora ni un segundo más en atraerme hacia él, noto que su mano empieza a descender desde mi estomago hasta abajo y lo miro a los ojos cuando todo a nuestro alrededor parece desaparecer. Somos él y yo. Sé que las palabras románticas no son todo en lo nuestro, sé que con una mirada todo se entiende perfectamente porque Edward me ha demostrado que no va a convertirse en una persona distinta por mí, y eso me gusta.

—Te amo —suelto.

Sus labios se apoderan de mi cuello y ahogo un gemido al sentir a sus dedos presionar en mi centro.

—Repítelo.

—Te amo.

Gimo, al sentir sus dedos deslizarse en mi cavidad con lentitud.

—Sei speciale, Leanne —murmura en mi idiota natal, mirándome.

Me precipito hacia él y lo beso, desencadenando una repetición de la situación que acabamos de protagonizar. Al día siguiente, despierto entre las sábanas revueltas con su mano alrededor de mi cintura. Con cuidado, me pongo de pie y empiezo a vestirme.

No hallo rastro de mi ropa interior, por lo que decido coger mis tacones y...

—Dile a Carlo que te lleve.

Su voz interrumpe mis pensamientos.

Me vuelvo hacia él y allí lo veo, mirándome desde la cama con sus brazos cruzados por detrás de su cabeza y con sus ojos azules brillando ante el resplandor de la luz del sol.

—No quise despertarte —digo.

—No me despertaste.

Me acerco hacia él y le doy un corto beso en los labios.

—Te veo luego —digo. Él asiente con la cabeza y no me quita la mirada de encima hasta que salgo de la habitación.

Cuando estoy afuera del edificio, Carlo —el chofer— me traslada hacia mi apartamento, en donde sorpresivamente, me encuentro con mi grupo de amigas apenas cruzo el umbral de la sala de estar. Todas se encuentran sentadas con una tetera y tazas de té que yacen sobre la mesita.

—Vaya, vaya. ¿Buena noche? —habla Emma, sonriendo.

—No la hostigues, debe sentirse muy cansada y adolorida la pobre —Lidia la acompaña y Hailey se echa a reír.

—Qué graciosas son —Me quito los tacones y me sirvo una taza de té.

—¿No vas a contarnos nada? —interroga Hailey.

—¿Qué quieren que les cuente? ¿Que estaba en el penthouse de Edward? Ya lo saben.

—Tranquila, de eso ya nos dimos cuenta —dice Lidia—. De momento, tu vida sexual no nos interesa. Lo único que nos interesa es que ayer te vimos por televisión con tu bombón. Se veían increíbles, parecían una de esas parejas de modelos de revista.

—Uf, sí, eso fue de infarto —Emma se lleva la taza de té a los labios—. Pero cuéntanos, ¿están en una relación? Si te sientes cómoda y quieres hacerlo.

—¿No se supone que lo están? —dice Hailey—. Quiero decir... La aparición en la alfombra roja ayer fue una confirmación a los rumores, ¿o no?

—De hecho, no tenemos etiquetas para nuestra relación, pero sabemos lo que sentimos. Llevamos muchos meses juntos —explico—. Por ahora, estamos bien. Es una conversación que no hemos tenido. Pero... en realidad, se siente como una relación —sacudo la cabeza en forma de negación—. O sea, es más y es diferente a lo que alguna vez he sentido por otro hombre. Se siente mucho más que cualquier otra relación. Es más intenso, avasallador.

Emma suelta un suspiro dramático.

—Lo sabía, están destinados, lo supe desde que te regaló ese precioso cuadro Guernica —Carraspea su garganta—. ¿Cuándo es la boda? Digo, así podemos ponernos bonitas para el gran día.

Le lanzo un cojín, desencadenando las carcajadas de todas, incluyéndome.

Pasamos parte de la mañana así; en mi sala de estar, conversando sobre cosas usuales. Más tarde, me doy una ducha, me visto y salimos a dar un recorrido por la ciudad. Luego de varias horas, terminamos de despedirnos y llego a casa a eso de las ocho.

Dejo mi bolso sobre el sofá y me dirijo a la cocina, en donde como parte de la comida que Mellea dejó preparada. Cuando regreso a la sala, me dejo caer sobre el sofá y con la mirada sobre el techo, dejo que mis pensamientos fluyan. Lo mucho que las cosas cambiaron entre Edward y yo, la estabilidad que se siente, las tardes o mañanas con mis amigas, la fama.

Siento que vuelvo a sentirme plenamente feliz, como me sentía antes de que papá muriera. Siento que él estaría orgulloso de mí y de cómo he conseguido superarme a mí misma. El duelo es difícil de aceptar, pero ahora, estoy conforme y feliz.

«Edward me hace feliz»

Me lo han dicho mis amigas un par de veces, o me lo han dado a entender.

Como cuando Emma me dijo que era la primera vez que me veía genuinamente «enamorada» y feliz en una pareja. Fue algo que me sorprendió un poco, sí. Pero luego me puse a pensar en mis relaciones pasadas y me di cuenta que ninguna de ellas se sintió como yo me siento con Edward. Cada vez que estaba con alguien creía que había encontrado al "indicado", como sucedió con Brandon, yo creía que él era el indicado y ahora, viéndolo desde la actualidad, me doy cuenta de lo errada que estaba. No puedo negar que estoy enamorada de Edward, pero no se siente como me sentí por los otros, se siente... real, más real que nunca.

De repente, tocan la puerta del apartamento. Me pongo de pie y me dirijo a atender. Admito que me sorprende un poco encontrarme con Edward.

—Buenas noches —sonrío—, ¿qué te trae por aquí?

En realidad solo quiero joderlo. Ya ha venido aquí y pasó la noche conmigo un par de veces.

Edward suelta un resoplido y me hace un gesto.

—Vengo a buscarte. Vamos.

—¿A dónde me quieres llevar? —No escondo la curiosidad que se cierne sobre mí.

—A caminar.

—Eso es interesante, me atrevería a decir que no muy propio de ti, pero te sigo de todas formas. Espérame un segundo.

Recojo mi chaqueta que se encuentra en la sala de estar y salgo del apartamento.

»Vámonos.

Y finalmente, salimos del edificio y empezamos a recorrer la ciudad.

—¿Y cuál fue esta necesidad por querer caminar? ¿Te sientes inspirado? —digo, en tono sarcástico—. ¿O es que te lo contagié?

—Tal vez.

—Presiento que quieres decirme algo —deduzco.

Me mira de reojo, una leve sonrisa curva sus labios.

—¿Por qué crees eso?

—No sé, tal vez porque te apareciste sorpresivamente en mi apartamento y sugeriste salir a caminar —digo—. O quizá solo estoy paranoica.

—Es probable.

Le doy un empujón en el hombro.

—¡Oye! —Deja escapar una risa—. Lo decía para que me dijeras algo como «no estás paranoica, amor» o que me des un abrazo.

—¿Amor? —hace una mueca—. Me estás pidiendo mucho, ese es un apodo terrible.

—No es cierto.

—Sí.

—No, no lo es. ¿Nunca le has dicho algo así a alguien?

—No.

—¿Ni siquiera bromeando?

—No.

—Y si estás enamorado de alguien, ¿cómo le dices?

Me mira.

—Leanne. ¿No es así tu nombre?

Por alguna extraña razón me echo a reír como una auténtica adolescente a la que acaban de conquistar y siento como poco a poco, mis mejillas van tomando color.

—Entiendo —digo, sonriendo.

Continuamos caminando, hablamos de nuestra semana y a los pocos minutos, nos detenemos frente a un puente que tiene vista al lago de Milán.

—Amo este lugar —murmuro.

Apoyando ambas manos sobre la baranda, me tomo el momento de apreciar las luces que destila la ciudad, las estructuras y las calles. Creo que es una de las razones por las que Milán terminó de conquistarme y decidí quedarme.

—¿A ti no te gusta? —Lo miro, sin embargo, me callo al verlo sostener una pequeña caja de terciopelo entre sus manos—. ¿Qué es eso?

Aparto las manos las manos de la barandilla y me enfoco en él cuando abre la caja que muestra un anillo de oro con un precioso diamante rojo que de seguro, debe costar un dineral.

—Leanne.

—¿Si?

—Ya no quiero informalidades ni preguntas respecto a lo nuestro. Te quiero para mí —concluye. Mi corazón empieza a latir con fuerza y paso saliva—. Cásate conmigo.

Abro la boca, pero las palabras se me quedan estancadas en la garganta. La situación sostiene tantas emociones, tanta magnitud que...

—Edward, yo... ¿Es en serio? No puedo creerlo —Me muerdo los labios—. Sí, acepto —Inevitablemente, las emociones tiñen mi voz—. Pero aceptaré más si te arrodillas y me lo pides de nuevo—Me mira de forma desafiante y me rio—. ¿No lo harás? ¿Por mí?

Y entonces, se pone de rodillas.

—Leanne Vitali, cásate conmigo.

Mis ojos se llenan de lágrimas.

—Sí, quiero casarme contigo.

Se pone de pie y no pasa más de un segundo cuando sus labios impactan sobre los míos. Le rodeo la nuca con los brazos, sintiendo las emociones a flor de piel, la enorme magnitud flotando en el aire. No quiero perderlo nunca.

Esto es solo el comienzo.

NOTA DE AUTORA:

Caricias Prohibidas fue una de las novelas más caóticas que alguna vez escribí; los personajes, el ambiente, todo. Fue como despegarme de mi zona de confort. Edward y Leanne son personajes que aunque a veces queramos matarlos, se hacen querer muchísimo, o así lo veo yo después de haberme metido en sus cabezas durante todo este tiempo. Crear esta historia y diseñar la trama a mi antojo fue una de las mejores cosas que alguna vez hice.

Gracias por leerme, por esperar las actualizaciones y por estar ahí leyéndome siempre. Saben que los quiero mucho a todos y aprecio que se tomen el tiempo de esperarme, de tener paciencia, de leerme e incluso comentar.

Mil gracias por todo, por el apoyo, por los comentarios y por la espera. Espero que nos estemos leyendo en Caricias Peligrosas, cuya publicación se realiza mañana.

Y solo puedo decir; si les gustó Caricias Prohibidas, van a amar Caricias Peligrosas.

Nos leemos mañana.

❤️

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