Red Lights

Galing kay NoeGonzalezx

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Me estoy volviendo loco, fuera de control Me quedo despierto toda la noche de nuevo El momento en el que cier... Higit pa

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Galing kay NoeGonzalezx

Subo al coche de Ruel como cada mañana que coincidimos en horas en la universidad y pasa a recogerme para que no tenga que subir en el autobús.

—Buenos días —saludo poniéndome el cinturón.

—Buenos días —responde—. ¿Has desayunado?

—He tomado un zumo.

—Te invito a desayunar.

Llegamos al edificio de la facultar y después de encontrar sitio para aparcar entramos por la zona de la cafetería y nos sentamos en una mesa al fondo. Ruel se levanta a pedir unos desayunos y aparece a los minutos con las bandejas. Se me hace la boca agua con el croissant a la plancha y cojo el cuchillo de plástico para untar la mantequilla y darle un gran mordisco.

Le doy un sorbo al café que está muy caliente y casi me abraso la lengua. Me abanico con la mano mi lengua y Ruel sonríe pasándome el vaso con el zumo de naranja.

Estábamos desayunando en silencio hasta que Diana apareció a nuestro lado como el huracán que es y empezó a quejarse de su hermano que no la dejó tranquila en toda la tarde de ayer exigiéndole que lo llevara al parque y como se le está haciendo costumbre me roba el café echándole los dos sobres de azúcar y se bebe media taza dejándome alucinada porque estaba muy caliente. Otra vez Ruel desliza su taza de café hacia mi y me da la galletita de chocolate que tenía al lado.

Me guiña un ojo disimuladamente fingiendo escuchar a Diana quejarse.

—...por su culpa no pude quedar con Joaquín —dijo haciendo una mueca bebiéndose el resto del café ardiente como si nada—. Tenéis mucha suerte de ser hijos únicos. No tenéis hermanos pequeños que os estropeen los planes.

Ruel hace una mueca pues él tiene una sobrina de cinco años de la que es responsable ya que su hermana menor murió.

Elizabeth, la hermana menor de Ruel en un descuido de pequeña irresponsabilidad surgió la pequeña Zoe de la cual el padre no quiso hacerse cargo, pero aún así Elizabeth quiso tener a la niña aunque no con el apoyo de sus padres que se lo tomaron bastante mal, al menos Ruel si estuvo en todo momento a su lado y por eso además de tío lo nombró su tutor legal por si le ocurría algo. Y me temo que si ocurrió porque Elizabeth murió después del parto por una hemorragia que no pudieron controlar.

Por eso mi amigo se hizo cargo, sin dudarlo, de su sobrina y ahora vive con él. Sus padres le ayudan económicamente porque aunque no aprobaron la decisión de su hija si que la respetaron y aunque no quisieron que su hijo se hiciera cargo de semejante responsabilidad él se negó en rotundo en darla en adopción y por eso lo ayudan económicamente porque la universidad no es barata.

Ruel es un gran tío y tutor, la niña lo quiere demasiado, como si fuera su padre y él se desvive por ella. Trabaja duro en la universidad para sacarse la carrera y hace algunos trabajos de diseño, algunos le pagan muy bien para conseguir dinero y mantener a su sobrina.

Al salir de la facultad subo al coche de Ruel donde me estaba esperando.

—Tengo que ir a buscar a Zoe —comenta saliendo de la universidad para dirigirse al colegio de su sobrina—. ¿Quieres ir a comer con nosotros? Zoe lleva días pidiéndome ir a comer al Bill's Burger.

—Me encantaría.

Llegamos delante del colegio infantil del que ya están saliendo un montón de niños con sus padres. Sigo a Ruel hacia la entrada y enseguida encuentro a la pequeña rubia junto a las profesoras que los vigilan.

—Ya vino mi papá —exclama la pequeña corriendo hacia Ruel que se agacha para cogerla.

—Siento el retraso —le dice él a las profesoras que vinieron a la puerta detrás de la pequeña.

—No hay problema —le dice una de las profesoras, la más joven, que sonríe mirando a Ruel con las mejillas rojas—. Nos vemos mañana.

Zoe se abraza al cuello de Ruel con fuerza y me muero de ternura. Los grandes ojos azules de la pequeña me encuentran al separarse de Ruel y de golpe le entra la timidez. Mi amigo se pone en pie y sujeta la mano de Zoe que se pega a su costado queriendo esconderse.

—¿No vas a saludar? —le dice Ruel y ella se pega más a él—. ¿Zoe?

—Hola Peach —murmura evitando mirarme poniéndose roja.

Me muerdo el labio porque es lo más adorable del mundo. Tiene apenas cuatro años, es preciosa, muy parecida a Ruel pero con rasgos más delicados e infantiles.

—Hola Zoe —respondo muerta de ternura—. Un pajarito me dijo que vamos a ir a comer al Bill's Burger, ¿tienes ganas?

Ella asiente alegre balanceándose de la mano de Ruel camino al coche. La sienta en su sillita en la parte de atrás y enseguida arrancamos hacia la hamburguesería.

Entramos en el local y al instante los gritos de los niños atravesaron mis oídos. Buscamos una mesa vacía y encontramos una al lado de una pareja con dos hijos gemelos que estaban pelando con su madre para comer antes de irse a jugar al parque de bolas.

Miramos la carta y a los minutos apareció un empleado con el uniforme amarillo y rojo con una gorra alta muy graciosa. Tomó nota del pedido de los tres y se alejó para traernos primero las bebidas y las salsas para las hamburguesas y a los minutos apareció de nuevo con los platos de hamburguesas, patatas fritas y los trozos de pollo frito.

Mojé las patatas fritas en el ketchup y metí varias en mi boca. Ruel observaba a su sobrina que devoraba la hamburguesa que es más grande que ella y acaba con todas las mejillas manchadas de salsa con los carrillos hasta arriba de comida. Le pasa la servilleta por las mejillas para limpiarla pero enseguida vuelve a ensuciarse al dar otro bocado. Se llena la boca de patatas fritas y Ruel le da trozos de pollo que come encantada. Coge el vaso de agua ella sola y casi se lo derrama todo por encima. Me levanto y le voy a buscar una pajita que meto en su vaso y ella se pone colorada.

—Gracias —murmura tan dulce.

En cuanto se acaba la comida le pide a Ruel ir a jugar al parque de bolas con el resto de los niños. Él y yo seguimos en la mesa y cuanto vienen a recoger los platos vacíos le pide un trozo de pudin de chocolate que compartimos.

—Tu sobrina es un encanto —digo mirando a la pequeña corriendo en el parque de bolas con los otros niños—. La estás educando muy bien.

Ruel muestra una de esas pequeñas sonrisas torcidas y casi imperceptiblemente veo que se le ponen rojas las mejillas.

—Veo mucho a Elizabeth en ella —murmura sin perderla de vista.

—También se parece mucho a ti.

Zoe aparece a los minutos cansada y con el pelo revuelto y se sienta junto a su tío que le ofrece el vaso de agua que se bebe entero.

La ayuda a atarse los cordones de los tenis y yo aprovecho a ir a pagar la comida. Ruel aparece detrás de mí con mala cara y me encojo de hombros sacándolo a la fuerza del local e ignorando cuando quiere devolverme el dinero.

Me subo al coche ignorando a Ruel que bufa y arranca en dirección a mi edificio.

—Nos vemos mañana —digo cuando estamos parados delante de mi piso—. Hasta otro día Zoe.

Ella se despide con la mano y bajo del coche para entrar en el edificio.

Me cambio a ropa cómoda y me siento en el sofá con la televisión mirando la hora que pasa rápido para la llegada de mi madre. Le paso el cepillo a Magdalena, le pongo agua fresca y le doy unas galletitas de perro y después desaparece por el piso.

El videoportero suena a media tarde obligándome a ponerme en pie e ir a abrir en cuanto veo la cara de mi madre. Espero paciente a que suba en el ascensor y respirando hondo abro la puerta del piso para verla salir del ascensor.

Tan refinada como siempre viene vestida como si perteneciera a la realeza británica con un conjunto azul cielo de falda de tubo y chaqueta con botones grandes blancos, en su brazo derecho cuelga un pequeño bolso de mano de Prada y lleva hasta guantes.

—Buenas tardes madre.

—Las burlas no son cosa de señoritas, Peach —me regaña y ni siquiera ha entrado aún en el piso—. Ponte recta, querida, no eres una pordiosera de barrio.

Respiro hondo poniéndome recta solo para contentarla y que no moleste más de lo que lo hará.

Echa un vistazo rápido dentro de mi piso esperando encontrar algo raro que le ataque por si tiene que salir corriendo. Parece contenta porque desvía la mirada a mi mirándome de arriba abajo obviamente con desaprobación por ir con sudadera, pantalones holgados y un moño mal hecho.

A regaña dientes se mantiene callada pero su expresión lo dice todo. Se acerca hasta quedar a medio metro de mi y se inclina hacia delante para darme dos besos en cada mejilla pero sin tocarme.

—Adelante madre, toma asiento.

Mi madre se adentra al apartamento que ya conoce pero entra con miedo dando pasos lentos y desconfiados.

—¿Quieres tomar algo? —pregunto cerrando la puerta.

—Quiero un té de manzana orgánica con jengibre y limón.

Miro el armario de la cocina armándome de paciencia.

—Solo tengo té de limón o de frutos rojos —comento sin girarme pero sabiendo que está poniendo su habitual cara de asco.

—Entonces ponme agua mineral en un vaso limpio.

Voy a la nevera y mientras cojo un vaso de la alacena la veo pasear por el lado de la barra que separa la cocina del salón y como pasa el dedo por encima de la encimera de cuarzo mirando si hay suciedad. Se frota los dedos haciendo una mueca de asco pero por suerte no dice nada y se va a sentar al sofá a esperar que vaya con el vaso de agua.

Se lo entrego y me siento a su lado. Ella lo examina con repulsión y lo deja sobre la mesita para luego frotarse las manos como si se limpiara.

Nos quedamos en silencio unos minutos en los que mi progenitora se dedica a repasar con la mirada cada esquina del apartamento.

—Bueno... —dice rompiendo el silencio—. ¿Como te va en la universidad? Hace semanas que no me llamas.

—Me va muy bien, he estado ocupada con las clases por eso no te llamé.

Mi madre estaba a punto de decir algo cuando una pequeña bola peluda blanca salió de mi habitación apareciendo a mis pies haciendo que mi madre soltara un gran chillido que casi me deja sorda y asusta a Magdalena que ladra.

—¿Qué es esa bestia? —exclama con horror echándose hacia atrás lejos de la perrita—. ¡Se ha colado una rata!

—No es ninguna rata, mamá —me quejo cogiendo a Magdalena en brazos.

Mi madre pega un respingo al ver a mi perrita tan de cerca y se echa hacia atrás como si pudiera saltarle encima o fuera a contagiarle algo.

—Es solo un perrito —digo acariciando el pelo blanco de mi mascota.

—¿Por qué tienes un...un asqueroso chucho? —escupe con asco mirando con desconfianza a mi perro—. Déjalo en el suelo, Peach, antes de que te contagie alguna enfermedad.

—No va a contagiarme nada.

Mejor no contarle que la rescaté de la calle, aunque estaba tan limpia que dudo que llevara mucho tiempo en la calle. No llevaba collar pero tenía la sensación de que se había escapado de algún sitio.

Llevé a Magdalena a su cojín junto al mueble de la televisión y volví a sentarme junto a mi madre que miraba a mi cachorro como si fuera la cosa más asquerosa del planeta.

—Mamá, ¿puedes dejar de mirar con asco a Magdalena? No va a hacerte nada.

—Podría tener la rabia, hija, o morderme con esos dientes.

Miro a la pobre Magdalena que está tumbada tan tranquila en su cojín sin molestar a nadie. ¿Que daño podría hacer una cosita tan diminuta y buena?

—No hace nada —aseguro aunque no servirá de nada—. Y ya la llevé al veterinario varias veces, no tiene nada malo.

—Podría tener pulgas —dice haciendo una mueca de asco rascándose el cuello—, o alguna enfermedad contagiosa.

—Está perfectamente limpia, madre, la ducho cada dos días y siempre le cepillo el pelo.

—No deberías tener a ese bicho pulgoso en un piso, esta caja de zapatos es para humanos.

—Madre, es mi piso y mi mascota y yo decido si se queda —digo con firmeza—. Se quedará aquí porque quiero.

Aun así mi madre no se queda tranquila y no le quita el ojo de encima.

—Querida, si he venido hoy es porque el hijo de Julia ha vuelto unos días de vacaciones de Harvard y estaría bien que lo conocieras —comenta y me cuesta ocultar la mueca de molestia, sabía que esto era una visita trampa—. Y también para conocer a las demás hijas para que tengas amigas de tu edad.

—No necesito que me busques amigos, madre, sé buscarlos por mi misma y yo ya tengo amigos.

—¿Sigues saliendo con esa gentuza?

—No son gentuza mamá, son mis amigos.

—Son gentuza Peach, tú te criaste con gente de bien mientras ellos seguro que vivieron en barrios de pobretones en sus chabolas mugrientas y no les llegaba ni para comprar un pan que llevarse a la boca.

—¿Por qué tienes que criticar a personas que no conoces? No sabes nada de sus vidas —exclamo—. Son mis amigos y no tienes derecho a criticar mis amistades.

—Lo hago por tu bien, hija —reclama frunciendo sus delicadas y perfiladas cejas y apretando los labios pintados de carmín—. Necesitas juntarte con gente de tu clase.

—¿Mi clase? Querrás decir de la tuya —acuso y ella se exalta dramáticamente—. Soy adulta para elegir a mis amigos. Y no necesito conocer a la gente snob con la que te juntas. ¡Yo no soy como tú, acéptalo ya!

—Soy tu madre, Peach, y por muy adulta que te creas y tu padre te haga creer que eres...

—¡No metas a papá en esto!

—Por su culpa actúas de esta manera tan desobediente, porque te llena la cabeza de tonterías.

—No me llena la cabeza de tonterías —replico—. Me deja ser como soy y no me obliga a estar con gente que no quiero.

Mi madre se queda en silencio mirándome con decepción como si no me conociera, pero es que es la verdad, no me conoce nada.

—Ahora si no te importa tengo que sacar a pasear a mi perrita, así que te agradecería que te fueras —digo con toda la cordialidad y educación del mundo.

Ella se pone en pie cogiendo su diminuto y seguramente carísimo bolso que se cuelga en el brazo haciendo sonar con fuerzas sus tacones hacia la puerta.

Abro la puerta para ella y sale al descansillo girándose a mirarme.

—Lamentarás no haberme escuchado, esa gente te llevará por el mal camino.

—Prefiero juntarme con esa gente a estar con snobs insoportables como tú.

Ella se lleva la mano al pecho abriendo la boca indignada.

—¿Cómo puedes ser hija mía?

No respondo porque temo decir algo de lo que luego me arrepienta. Simplemente cierro la puerta de golpe recuperando la calma que desapareció en cuanto mi progenitora cruzó la puerta.

Fui al armario a buscar mis tenis y la correa para Magdalena que enseguida me estaba esperando junto a la puerta.

La tarde calló muy rápido mientras paseaba a Magdalena por el parque para perros. La perrita ya estaba cada vez mejor, podía caminar sin cojear tanto como antes y casi puede correr.

Le puse la correa en cuanto el parque empezó a vaciarse pero en lugar de volver a casa seguí caminando alrededor del parque para airearme porque la visita de mi madre me había dejado tensa y el aire fresco y la tranquilidad me estaban ayudando.

Mi móvil vibró en mi bolsillo cuando crucé la calle y dudé si cogerlo pero al pensarlo sabía que mi madre no sería ella no me escribiría después de una discusión porque significa que ella pierde y es demasiado orgullosa.

Estaba a punto de leer el mensaje cuando unos gritos me hicieron levantar la cabeza.

—¡Devuelvemelo Chase! —gritó un niño pequeño persiguiendo a otro un poco más alto.

El primero pasó tan rápido por mi lado que no me dio tiempo a apartarme y chocó contra mi golpeando mi brazo y el móvil se escapó de mi mano y resbaló hasta acabar en la alcantarilla.

—¡No! —grité corriendo hacia la alcantarilla.

Maldije a todo lo existente viendo mi móvil en el fondo de la alcantarilla con la pantalla rota y sobre un charco. La alcantarilla tiene unos tornillos gruesos que la cierran por lo que sería imposible recuperarlo.

Lo di por perdido y seguí caminando un rato más.

Había sido un día horrible y aunque estaba disfrutando el aire fresco solo quería volver a casa y tumbarme bajo las mantas en el sofá.

Di media vuelta para volver al edificio y lo último que me esperaba era encontrar a un chico sentado en las escaleras.

—Christopher.



————

Holaa

Estoy muy feliz de que esta historia esté gustando mucho, me hace mucha ilusión publicar capítulos y estoy muy contenta de que la inspiración me llegue y espero que se quede hasta terminar la historia.

Dejadme muchos comentarios y quizá subo el próximo capitulo antes.

Comenta la palabra móvil si estás deseando leer el próximo capitulo. Os estaré leyendo y contestando siempre.

¡Os amo pequeñxs extrañxs!

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