a mixed cd

By raquellu47

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Bechloe Week 2021 More

Monday 26th:"Because I'm in love with you, dumbass!"
Tuesday 27th: Bed sharing
Wednesday 28th: Break upand/or make up
Thursday 29th: Near-death experience
Friday 30th: "You don't know who I am, do you?"
Saturday31st: Famous au / Neighbors au
Sunday 1st: Superpowers /"Wait for me"
Sunday 1st: Superpowers /"Wait for me"

Saturday31st: Famous au / Neighbors au

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By raquellu47

I

Resumen: "No he trabajado en muchas fiestas de este tipo, pero estoy bastante segura de que la plebe – se señala a sí misma – tenemos prohibido mezclarnos con la realeza – vuelve su mano hacia Chloe en un gesto vago –, si no llevamos una bandeja en la mano.

- Oh, sí – asiente Chloe, siguiéndole el juego –. ¿Esto? – agita su índice estirado entre sus cuerpos y se inclina hacia ella con aire conspiratorio –. Todo un escándalo."

O, actriz revelación Chloe Beale conoce a simple camarera Beca Mitchell.

Rating: T

***

- Sé sincera conmigo – ojos azul bebé se desvían del reflejo de la flor hecha de aguamarina que forma su pendiente –. En una escala del uno al diez, ¿cómo de imprescindible es que siga adelante con esta fiesta?

Aubrey se detiene de golpe en medio de su paseo nervioso tras Chloe y le lanza una mirada que solo se puede describir como lo siguiente a incrédula a través del espejo frente al que la pelirroja está terminando de arreglarse.

- Considerando que estamos a diez minutos de que empiecen a llegar los invitados, yo diría que un veinte, Chloe – responde con cierta sequedad.

Chloe suspira y desliza la tuerca por el enganche del pendiente.

- Eso me temía... – se lamenta en un murmullo que solo puede escuchar ella.

Retira sus manos para poder inspeccionar cómo le quedan las dos florecillas verdeazuladas que ahora adornan sus orejas, ladeando la cabeza y alzando la barbilla para que la piedra destelle bajo la luz del tocador.

Son preciosos, y combinan a la perfección con el color turquesa de su vestido, que a la vez vuelve más vibrante su pelirrojo natural y resalta tanto el azul de sus ojos que casi parece que se haya puesto lentillas de color.

En resumidas cuentas: Chloe está guapísima.

Pero no se siente guapa.

Está teniendo uno de esos días, y lo último que le apetece es hacer de anfitriona perfecta en una casa que ni siquiera le pertenece, porque la han alquilado expresamente para la fiesta, y con la misma gente con la que se ha pasado el último mes encerrada en un set y a la que no le une nada más que el trabajo.

- Tampoco podrían quejarse mucho si cancelo a última hora porque me he puesto enferma, ¿...no? – prueba una vez más, con delicadeza, torciendo sus labios rosa pálido en una mueca insegura.

La mirada fulminante que recibe por parte de Aubrey podría haber derretido el espejo.

- Pero no lo estás – le recuerda la rubia con un movimiento de cejas que le insta a parar.

- Pero podría estarlo – rebate Chloe de manera inmediata, desafiante –. O, mejor incluso, puedo fingir – ladea la cabeza con una sonrisa torcida y arquea las cejas –. Me han dicho múltiples veces que soy bastante buena actriz.

Aubrey no se digna a darle una respuesta, solo pone los ojos en blanco de forma exagerada y suspira.

Bloquea el iPhone que no deja de comprobar obsesivamente para asegurarse de que todo vaya según lo previsto y lo esconde bajo uno de sus brazos en un gesto con el que pretende demostrar que Chloe tiene su atención absoluta, pero, en realidad, parece que se esté sujetando a sí misma para no mirar el móvil.

Chloe la ve acercarse a ella por su espalda a través del espejo. Aubrey posa su mano libre en uno de sus hombros, con esa delicadeza que tan pocas veces deja salir, y le da un suave apretón de ánimo.

- Ya hemos hablado de esto, Chlo – suspira.

- No – se gira en la silla para poder mirar a su mejor amiga a la cara –. En realidad, vosotros habéis hablado de esto y a mí no me ha quedado más opción que aceptar – le reprocha, en un tono acusatorio que delata lo traicionada que se siente.

Aubrey debería estar en su esquina del ring. Por eso le pidió que fuera su representante, para tener a alguien que siempre fuera a poner su bienestar e intereses personales por encima del dinero y la fama.

Y, sin embargo, aquí están: Aubrey y los publicistas del estudio compinchados en su contra, imponiendo su voluntad sobre Chloe.

- No insistiría en esto si no creyera que es importante – asegura Aubrey, suplicándole con la mirada que trate de entenderlo –. Este es tu primer gran proyecto, Chlo, y te pidieron a ti expresamente para el papel de la protagonista – le recuerda –. Sin castings, directa al rodaje.

- Ya lo sé – suspira Chloe en tono cansino.

Conseguir el papel protagonista en su primera superproducción de Hollywood a veces se siente menos como una oportunidad, y más como un favor que le han hecho y por el que tendrá que pagar un precio cuando menos se lo espere.

- Esta fiesta no solo te hace quedar bien con todo el equipo, sino que es tu carta de presentación a Hollywood.

Aubrey se inclina sobre Chloe para coger una toallita desmaquillante del paquete que reposa abierto sobre el tocador. Envuelve su índice en la tela húmeda y retoca, cuidadosa de no estropear el resto del pintalabios, una de las comisuras de su labio superior.

- Vas a conocer a gente que puede abrirte puertas – prosigue la rubia, sin perder el ritmo ni un instante, de esa forma que hace que Chloe siempre se pregunte si ensaya hasta la más pequeña de sus conversaciones en el espejo todas las noches –. Y, además, le va a dar publicidad a la película y a ti, lo cual hace muy feliz al estudio.

Aubrey sonríe, satisfecha con sus correcciones, y tira la toallita desmaquillante en la pequeña basura situada bajo el tocador. Se frota las manos para eliminar los restos de humedad de su piel y estira la espalda.

- Y ya sabes que un estudio feliz...

Ahora es el turno de Chloe de poner los ojos en blanco, pero termina la frase de todos modos:

- ...es un estudio que vuelve.

Aubrey asiente, orgullosa.

- ¿Ves como sí lo entiendes?

- No seas condescendiente, Bree – le regaña Chloe, aunque sin mordisco, al pasar al lado de su mejor amiga –. Nunca dije que la fiesta no fuera importante, solo pedí retrasarla un poco. Darnos un par de días, a mí y al equipo, para descansar.

- Era imposible postponerlo, Chloe – Aubrey se encoge de hombros con sincero arrepentimiento, como si de verdad sintiera no haber sido capaz de conseguirle eso –. La mayoría acaban un rodaje y se van de seguido al siguiente, y no sabes la odisea que habría supuesto intentar cuadrar los horarios de todo el mundo...

Lo peor de todo es que Chloe no puede enfadarse. No, sin ser injusta.

Puede estar molesta con el estudio por forzarla a torcer el brazo, con Aubrey por haberla acorralado entre la espalda y la pared, pero no puede enfadarse porque sabe que, a pesar de todo, Aubrey lo intentó.

Aubrey nunca habría dicho que sí a algo que la propia Chloe mostraba reticencia sin haber analizado primero todas las posibles alternativas, hasta llegar a la terrible conclusión, igual que Doctor Strange en Infinity War, de que no les quedaba otra opción.

Pero antes de que pueda rendirse ante los argumentos de Aubrey, el timbre interrumpe la conversación.

Su mejor amiga da un pequeño brinco, sobresaltada, y sus ojos adquieren inmediatamente ese brillo caótico que siempre tiene cuando se trata de algo importante que requiere organización y disciplina.

- Esos deben ser los primeros invitados – anuncia con una palmada excitada –. Voy a recibirlos mientras terminas de arreglarte.

Chloe asiente. Se agacha para coger uno de los tacones ordenadamente colocados en una esquina de la habitación, fuera del paso, y descansa la mayor parte de su peso en la pared para ponérselo.

Aubrey se detiene en el umbral de la puerta, sin llegar a marcharse del todo, y le lanza una última mirada indecisa.

- ¿Promete que harás un esfuerzo, Chlo, por favor? – le pide.

Chloe suspira, pero se pinta una sonrisa extremadamente convincente en los labios para satisfacer a su mejor amiga. Le hace sentir un poco mejor ver cómo gran parte de la tensión desaparece de los hombros de Aubrey.

- Siempre, ya lo sabes.

Aubrey sonríe y desaparece por el pasillo.

***

Chloe necesita un respiro.

Lleva dos horas actuando como la perfecta anfitriona, saludando a los recién llegados, dirigiendo a los sedientos y hambrientos a los camareros que entran y salen de las habitaciones como fantasmas, charlando animadamente con todo quien se cruza en su camino.

Ha perdido la cuenta de los nombres nuevos que le han dicho; de la cantidad de dos besos, abrazos, estrechamientos de mano que ha dado; de las preguntas que ha respondido y las que ha hecho.

Rostro tras rostro van desfilando frente a sus ojos mientras Chloe finge interesarse por sus vidas, hasta que se terminan convirtiendo en un borrón difuminado, una amalgama indiscernible de rasgos mayormente caucásicos.

No sería capaz de distinguir a uno de otro si acabase en una rueda de identificación policial, ni aunque su vida dependiera de ello.

Todavía no se ha acostumbrado a que su nueva realidad sea recibir este tipo de atención constante, y le resulta de lo más abrumador cuando se sostiene durante prolongados periodos de tiempo.

Está empezando a sentir un delatador ardor por debajo de su piel, como si se acabase de tragar dos litros de lava líquida que le estuvieran abrasando lentamente por dentro, deshaciendo músculos y huesos a su paso.

Lo siguiente es la falta de aire, la sequedad de boca, y de ahí a un ataque de ansiedad hay solo un paso de distancia que se acorta en cuestión de un suspiro tembloroso, una respiración intranquila, un parpadeo nervioso.

Necesita un respiro. Urgentemente.

Sin saber exactamente qué palabras están cayendo de su boca, se inventa una excusa de la que ni siquiera es consciente para zafarse de la última persona en querer ser el que pase a la historia por haberle presentado a Fulanito de Universal y Menganito de Paramount.

Se escabulle en un raro momento en el que nadie le está prestando atención y se mete por la primera puerta que encuentra a su izquierda, sin saber a dónde da.

Acaba en la cocina, entrando como un huracán de mirada desenfocada y pulmones vacíos, y pega la espalda a los fríos azulejos mientras se concentra en respirar a un ritmo que no le provoque hiperventilar.

El estrepitoso sonido de cerámica impactando contra el suelo y estallando en un millar de trozos la saca de su meditación.

Se encuentra frente a ella, a unos pasos de distancia, tras la isla, la expresión asustada de una mujer joven que debía de estar trabajando tranquilamente hasta que Chloe ha irrumpido en la cocina.

- Oh, mierda – exclama la mujer. Su mirada salta del plato roto a Chloe y sus ojos se abren de golpe, solo para cerrarse de nuevo en una mueca arrepentida –. Mierda, no... – se sacude la cabeza a sí misma –. Perdón, se me ha escapado. Las dos veces – se disculpa por fin.

Chloe suelta una risa sorprendida.

- No te preocupes, no me voy a escandalizar por un par de palabrotas – le tranquiliza con una sonrisa todavía algo temblorosa –. Además, debería ser yo la que te pida perdón a ti. He entrado aquí a lo loco y casi te mato del susto.

Su sonrisa se torna avergonzada, pero la mujer la rechaza con un gesto de la mano y una negativa.

- Fue culpa mía. Nunca entran actrices famosas en la cocina mientras trabajo pero... No debería haber estado haciendo el tonto con el plato en primer lugar – se pasa la lengua por los dientes superiores con cierto desdén hacia sí misma.

Chloe se separa de la pared, sintiéndose más estable ahora que tiene una distracción de sus propias emociones, y rodea la isla de la cocina para estimar el daño causado. La cerámica cruje bajo las suelas de sus tacones en cuanto se acerca.

El plato se ha hecho añicos, pero por lo menos los trozos son de un tamaño cómodo para limpiar.

- No sabía que esta era la cocina – admite, guiñando los ojos a la espera de ser juzgada por ser ese tipo de famosa.

Para su sorpresa, la mujer se ríe y asiente, como si eso tuviera todo el sentido del mundo.

- Ya decía yo... No he trabajado en muchas fiestas de este tipo, pero estoy bastante segura de que la plebe – se señala a sí misma – tenemos prohibido mezclarnos con la realeza – vuelve su mano hacia Chloe en un gesto vago –, si no llevamos una bandeja en la mano.

- Oh, sí – asiente Chloe, siguiéndole el juego –. ¿Esto? – agita su índice estirado entre sus cuerpos y se inclina hacia ella con aire conspiratorio –. Todo un escándalo.

Se agacha para empezar a recoger los trozos más grandes del plato roto con las manos, cuidadosa de no tocar donde no debe para no cortarse. Lo último que necesita hoy es montar un escándalo por haberse rebanado un dedo.

- Pero no te preocupes, yo no diré nada si tú no dices nada – Chloe alza la cabeza para regalarle un guiño juguetón.

La mujer ríe y se agacha frente a ella con un cepillo y recogedor de mano que ha cogido del armario de debajo del fregadero. O bien Aubrey de verdad piensa en todo, o es uno de los esenciales que ya vienen con la casa.

- Trato hecho – acepta –. Aunque solo sea porque no quiero tener que pagar por este plato con mi sueldo.

Chloe sonríe y se incorpora, trozos de cerámica rota en la palma acunada de su mano que vuelca en el cubo de basura colocado en una esquina de la cocina, justo al lado de la puerta trasera para facilitar su vaciado.

Se sacude las manos para asegurarse de que no le queda ninguna astilla pegada en la piel por el sudor y se vuelve hacia la mujer, que continúa acuclillada mientras barre lo que queda del plato sobre el recogedor.

Ahora que puede hacerlo de forma disimulada, Chloe la admira: lleva su ondulado cabello castaño recogido en una coleta alta que deja al descubierto sus numerosos piercings, y el flequillo suelto enmarca facciones finas y angulares.

El azul de su mirada, de un oscuro que recuerda a Chloe al mar en tormenta, resalta considerablemente gracias a la gruesa línea de eyeliner que decora su párpado superior, sus pestañas potenciadas por el rímel.

Va vestida con el uniforme de los camareros de la empresa de catering: pantalones chinos negros, camisa blanca metida por dentro y abrochada hasta arriba, corbata negra sujeta por un chaleco negro.

Lo que la diferencia del resto de los camareros es que se ha remangado las mangas de su camisa, probablemente para no mancharse durante la preparación de lo que parece ser algún tipo de postre, y sus antebrazos descubiertos desvelan unos cuantos tatuajes sobre piel pálida.

Decir que Chloe se encuentra intrigada por esta mujer es quedarse corta. Quizá sea por eso que no se marcha de la cocina inmediatamente, sino que permanece al lado de la basura como si estuviera esperando algo.

La morena también parece tener esa misma impresión ya que, tras volcar los restos del plato roto en el cubo, mira a Chloe con expresión de sobresalto.

- Oh, mierda – exclama de nuevo, llevándose una mano a la cabeza, solo para esbozar una mueca al escucharse a sí misma maldecir otra vez en presencia de su supuesta jefa –. Um... – parece a punto de ir a disculparse, solo para frenarse en el último momento y cambiar de dirección –. ¿Necesitas algo?

Chloe observa toda esa lucha interna con una sonrisa divertida que no se molesta en tratar de disimular.

- No, estoy bien. Está todo bien – le tranquiliza con una sacudida de cabeza –. En realidad... – deja que su voz se apague sola y se muerde el labio mientras decide si ser sincera o no. Lanza una mirada nerviosa hacia la puerta cerrada de la cocina –. Estoy huyendo.

Una ceja morena se arquea, interesada.

- ¿De alguien en concreto?

- Todos – confiesa Chloe en una exhalación –. Sí, ya lo sé, vaya anfitriona más buena que se esconde de sus invitados – se burla con unos ojos en blanco –. Pero necesitaba un respiro de tanto... – agita una mano en un aspaviento y deja que eso sea suficientemente descriptivo porque no sabe en qué palabra está pensando.

La mujer sonríe y asiente despacio, comprensiva.

- Tienes aproximadamente quince minutos de calma hasta que vengan a por esto – hace un gesto de barbilla hacia los platos que reposan sobre la encimera de la isla –. Yo no digo nada si tú no dices nada, ¿no? – le recuerda, devolviéndole el guiño.

Chloe esboza una amplia sonrisa agradecida.

La morena se empuja las mangas remangadas de su camisa por encima de los codos antes de ponerse las manoplas. Procede a sacar una bandeja metálica del interior del horno, que escupe una bocanada de aire caliente que llega hasta Chloe.

Pequeños cuadrados de bizcocho de aspecto delicioso reposan en ordenadas hileras sobre una capa de papel de horno, para evitar que se peguen con el calor.

Chloe se aparta cuando la mujer se acerca a la encimera con la bandeja caliente y la deposita sobre el granito. Coge una espátula metálica del bol donde guardan todos los instrumentos y empieza a servir los trozos de bizcocho en los platos de postre.

- Si te sirve de consuelo, no te juzgo por huir – dice la morena, encogiéndose de hombros –. A mí me tienen relegada a la cocina porque... Digamos que, ¿la parte de lidiar con los clientes? – chasquea la lengua –. No es mi punto fuerte.

- Eso suena a que hay una historia de por medio.

La mujer ríe y arruga la nariz.

- La hay, pero no sé si es buena idea contársela a la persona que me ha contratado – le lanza una rápida mirada divertida por el rabillo del ojo.

Eso sorprende a Chloe y traspasa a su voz cuando pregunta:

- ¿La empresa de catering es tuya?

Tampoco es que pretenda ser tan transparente en su incredulidad, es una reacción instintiva. No le gusta juzgar a las personas por su apariencia, pero jamás se habría imaginado que esta fuera la profesión de la morena.

- Oh, no. No, no, no – se apresura a negar ella con cierto tono horrorizado –. Esto es solo algo que hago a veces como un favor o si necesito un extra de dinero.

Ahora, eso tiene más sentido.

Chloe descansa los codos en la encimera, inclinándose de forma que el generoso escote de su vestido deja poco a la imaginación. Ve cómo la mirada de la morena resbala y cae una vez, pero rápidamente se corrige y no vuelve a bajar más allá de la línea imaginaria de su barbilla.

Observa con abierto interés cómo la mujer cambia la espátula por una manga pastelera que reposa sobre papel de cocina en la encimera, llena de una viscosa sustancia blanca que debe ser leche condensada o chocolate blanco.

Si está incómoda con la atención, no lo deja ver, aunque a Chloe le da la impresión de que, mientras tenga una distracción que le mantenga las manos y parte del cerebro ocupado, todo irá bien.

La morena empieza a dibujar filigranas aparentemente aleatorias sobre la superficie crujiente del bizcocho repartido en platos de postre. Chloe ladea la cabeza, notando la forma metódica y segura con la que la mujer adorna los postres.

- Pues tienes bastante soltura para alguien que solo hace esto ocasionalmente – comenta.

- Mi abuela materna tenía una pastelería – le cuenta con una sonrisa algo nostálgica –. Pasé muchos veranos ayudando en la cocina.

- ¿Y no continuaste con el negocio familiar?

- No – ríe con una sacudida de cabeza –. Me gusta la repostería, me relaja, pero no es mi vocación. Por suerte es la de mi primo Charlie, él se hizo cargo de la pastelería y todavía sigue en funcionamiento.

- ¿Aquí en Los Ángeles? – pregunta Chloe, curiosa.

- Seattle – responde la morena con una sonrisa torcida.

- Mmm no es un sitio que visite mucho...

Chloe chasquea la lengua con cierto fastidio porque, lo admite, ahora tiene curiosidad por visitar la pastelería familiar de esta mujer. Si tiene tan buena pinta como los bizcochitos que está preparando, Chloe se ve capaz de ir día tras día hasta que haya probado todo lo que tienen que ofrecer.

- Entonces, si no es el catering ni la repostería, ¿cuál es tu vocación?

La morena se detiene y gira su rostro hacia Chloe. Una sonrisa misteriosa curva sus labios con cierto ángulo hacia la izquierda, y la forma en que mira a Chloe desde debajo de sus pestañas podría clasificarse casi de... ¿coqueta?

Parece estar a punto de pedirle que adivine, segura en su convencimiento de que la pelirroja nunca lograría acertar por muchas oportunidades que le diera.

- La música – responde por fin, diversión oculta en su tono –. Soy productora musical.

Chloe se incorpora con obvio interés.

- ¿En serio? – exclama, emocionada –. Yo conozco a mucha gente en el mundillo de la música, ¿en dónde estás?

Una sombra cruza por el rostro de la morena y sus labios se fruncen brevemente de manera delatora. Sin saberlo, Chloe acaba de meter el dedo en una yaga que, quizá tenga costra formada, pero no está ni de lejos curada.

- Ahora mismo voy por mi cuenta – la mujer se da cuenta de que Chloe ha notado su obvio cambio de actitud y enseña los dientes en una mueca –. Solía estar en una discográfica, pero... – sonríe con cierta amargura –. Me marché. Diferencias creativas.

Las cejas de Chloe saltan solas, demostrando su curiosidad e intriga. Por la forma en que lo ha dicho, ha quedado claro que no fue una separación agradable y Chloe solo es humana: si le ofrecen un escándalo, pica en el anzuelo.

- No voy a dar nombres – se niega la morena, riendo, antes de que Chloe pueda abrir la boca para pedírselos –. Está todo en Google, de todos modos. Con que busques mi nombre ya aparece – pone los ojos en blanco.

La sonrisa de Chloe se tuerce y se inclina un poco hacia delante.

- Todavía no me lo has dicho – le recuerda con un movimiento de cejas.

La mujer exhala una risa por la nariz y menea la cabeza, divertida. Corta el hilo de la manga pastelera con una experta floritura de muñeca y la deja apoyada entre la encimera y la bandeja del horno, ya fría.

- Beca – ofrece una mano estirada y una sonrisa –. Beca Mitchell.

Chloe acepta ambas con gusto.

- Chloe Beale.

Beca ríe.

- Lo sé.

- Ah, cierto – ahora es Chloe la que rueda los ojos, burlona.

Se da cuenta de que hay una gota del espeso líquido blanco resbalando por la boquilla de la manga pastelera, a punto de caer sobre la encimera, y alarga rápidamente una mano para recogerlo con el dedo.

Por fin descubre qué es: leche condensada, y sonríe con satisfacción alrededor de la yema de su dedo. Lo saca con un pop de entre sus labios y seca su saliva en una esquina del trozo doblado de papel de cocina que hay sobre la encimera.

Beca la observa con diversión malamente reprimida y empuja un plato para que resbale por el granito hasta chocar con el brazo que Chloe tiene apoyado en la isla de la cocina.

La pelirroja arquea una ceja, curiosa.

- ¿Para mí? – pregunta, a pesar de que la respuesta es obvia.

Beca asiente, pero su ceño se frunce inmediatamente después y alza un dedo para que espere.

- ¡Casi se me olvida! – exclama, girando sobre sus talones con tanta rapidez que Chloe ve borroso durante un par de segundos. Saca un contenedor metálico de uno de los cajones del congelador y quita la tapa con una sonrisa torcida –. Voilà, el toque mágico.

Hunde la cuchara curva en el helado hasta conseguir una bola perfecta que deja caer sobre el plato de Chloe, a un lado del bizcocho, con un plop húmedo. Deposita una cucharilla sobre una servilleta doblada.

Chloe no se hace de rogar y, quitando un breve momento de indecisión en el que no sabe si probar primero el bizcocho o el helado, porque ambos tienen un aspecto delicioso, clava la cucharilla en una esquina del bizcocho.

Se le escapa un nuevo sonido de sorpresa cuando el sabor a alcohol inunda su lengua.

- Pensé que era un brownie – admite, cubriéndose la boca con una mano para que no enseñar la comida que todavía está masticando.

- Es bizcocho borracho – Beca se ríe para sí misma y sacude la cabeza –. Bueno, así lo llamaba mi abuela, porque va empapado en brandy. Probablemente exista un nombre más profesional, pero no tengo ni idea de cuál es – encoge un hombro, despreocupada.

- Bizcocho borracho – ríe Chloe llena de deleite –. Me encanta.

La sonrisa de Beca se vuelve un poco más tímida y se queda mirando a Chloe un largo instante, hasta que parece ser consciente de lo que está haciendo y vuelve a su trabajo con un carraspeo avergonzado.

La pelirroja decide mostrarle la misma compasión que Beca le mostró a ella cuando entró arrasando en la cocina al borde de un ataque de pánico, y en vez de hacer comentario alguno sobre esa mirada prolongada, opta por cambiar de tema:

- ¿Y qué tal se te está dando ahora el trabajo como productora independiente? – inquiere con sincera curiosidad alrededor de una cucharada de helado de mandarina.

Beca suelta un suspiro conflictivo y aprieta los labios.

- Es duro, no te voy a engañar – admite con un movimiento de cabeza pesaroso, la mirada gacha –. Quien más lo ha notado ha sido mi cuenta bancaria cada fin de mes, de ahí... – hace un vago gesto circular con la mano en referencia a su trabajo parcial –. Pero ha reavivado mi pasión por producir.

Chloe ladea la cabeza en una pregunta silenciosa, su boca ocupada por el delicioso helado.

- Alargué tanto el momento de irme... – explica Beca –. Ya sabes, por miedo, porque luego eso es algo que te persigue para siempre y por lo que te preguntan en entrevistas de trabajo, y si respondes con la verdad te tachan de "difícil", pero si mientes, entonces eres "poco fiable".

Chloe asiente, pesarosa.

Como persona que vive de cara al público y cada movimiento y palabra suya es escudriñada por millones, por desgracia sabe demasiado bien a lo que se refiere Beca. Ella también vive en miedo constante de acabar siendo encasillada.

- Pero acabé tan quemada que le estaba cogiendo asco a la música, que es lo único de lo que siempre he estado segura. Y eso que daba miedo. Así que renuncié. Y cuando empecé a trabajar con artistas independientes, me recordó por qué me metí en este mundo.

Chloe se olvida del bizcocho en favor de, simplemente, admirar a Beca.

El azul oscuro de su mirada destella, iluminado por el fuego de la pasión, del amor, del disfrute, mientras habla sobre lo increíble que es descubrir cuántas personas derrochan auténtico talento.

Agita las manos en el aire, usándolas para expresarse mejor, para darle vehemencia a sus palabras; y todo su rostro se llena de pequeños gestos que cuentan historias por sí solos: el fruncido y desfruncido de su ceño, la curvatura de sus labios, las arrugas que aparecen a ambos lados de sus ojos cuando sonríe.

Es fascinante.

- ...y ahora estoy trabajando con una artista que es básicamente un bebé, todavía está en la universidad, pero tiene una montaña así – alza una de sus manos a la altura de su cuello por encima de la encimera –, de libretas llenas hasta arriba con canciones y melodías escritas en su puño y letra, y...

Beca se detiene de golpe, como si solo ahora fuera consciente de la intensa forma en que Chloe la está mirando. Esboza una sonrisa cohibida, escondiendo el rostro ligeramente tras los mechones de su flequillo.

- Perdona, estoy divagando – se disculpa, azorada –. Debo ser la única idiota que, estando en presencia de una persona famosa y mucho más interesante, se pasa el rato entero hablando de sí misma.

- No – Chloe se apresura a sacudir su cabeza en una negativa –. Para nada, me gusta escucharte.

Las mejillas de Beca se tiñen de rosa y carraspea.

- Además, yo – continúa Chloe, chascando la lengua y encogiendo un hombro –, no soy tan interesante – desestima.

- Ah – Beca esboza una sonrisa torcida y asiente despacio –. Ves, ahora sé que estás mintiendo. Cualquier persona que no sabe dónde está la cocina en su propia casa es alguien interesante – le pica.

Chloe suelta una carcajada.

- Verás... ¿Te cuento un pequeño secreto? – pregunta, inclinándose hacia delante sobre la encimera. Su sonrisa se amplía cuando ve que Beca, ya sea de manera consciente o inconsciente, la imita y se acerca a ella –. Es que esta no es mi casa.

El flash de la sorpresa cruza por el rostro de Beca.

- ¿No lo es? ¿Y de quién es entonces?

- Ni idea – Chloe se encoge de hombros –. Mi representante la alquiló para hacer esta fiesta, tanta gente no habría cabido en mi apartamento y, además, hay que mantener las apariencias – pone los ojos en blanco, desdeñosa.

- Huh – es todo lo que Beca parece ser capaz de decir, todavía estupefacta.

- ¿De verdad te pega que yo viva en una casa así? – pregunta, divertida, y a la vez también curiosa por si esa es la percepción que transmite a la gente –. ¿Para qué quiero yo semejante mansión para mí sola? – sacude la cabeza, como repelida por la idea.

La soledad a veces ya es demasiado fuerte en su modesto apartamento, no quiere ni imaginarse cómo sería en una casa de dos pisos y ocho habitaciones.

- No lo sé, la verdad – admite la morena con sinceridad. Cuando su mirada vuelve a caer en Chloe, es como si la estuviera viendo con ojos nuevos –. No estás resultando ser para nada como parecía que ibas a ser por las revistas.

- ¿Me has estudiado? – una ceja cobriza se arquea, burlona y algo coqueta.

Beca parece estar debatiéndose entre el desparpajo y la vergüenza cuando responde:

- Un poco, sí. Me gusta saber para quién voy a trabajar.

Chloe asiente, pensativa.

- ¿Para saber si es necesario tirarle la copa de vino por encima? Accidentalmente, por supuesto – añade con fingida inocencia y un guiño cómplice.

- Exacto – Beca esboza una sonrisa torcida –. Algo sí que has debido de oír sobre mí si te sabes esa historia – comenta.

- Oh, no – ríe Chloe, negando con la cabeza –. Ha sido una suposición afortunada. Pero, dime – dobla un codo sobre la encimera y descansa su barbilla en su mano –. ¿Cuál es el veredicto hasta ahora? ¿Debería ir preparando un cheque para la tintorería? – echa un vistazo a su vestido azul celeste como si se hubiera olvidado de lo que lleva puesto y ve a Beca hacer lo mismo –. Sacar una mancha de vino de esta tela va a ser un infierno... – observa.

Beca ríe quedamente.

- No, de momento no tienes nada de lo que preocuparte.

- ¿De momento?

La sonrisa de Beca se tuerce un poco.

- Bueno, no sé si la Chloe que ha entrado en mi cocina seguirá siendo la misma Chloe ahí fuera – señala con un gesto de cabeza hacia la puerta que las separa de la fiesta –, cuando esté rodeada otra vez de famosos y gente importante.

Chloe chasca la lengua con falsa decepción.

- Una pena que nunca vayas a saberlo.

- Nah – desestima Beca con un encogimiento de hombros –. Me quedo con la Chloe de la cocina de todos modos, aunque no sepa mucho sobre ella.

Chloe sonríe.

- Eso tiene fácil solución.

En el silencio que se hace entre ellas mientras ambas consideran su proposición y todas las implicaciones que no han sido dichas pero que van entre líneas, Chloe se da cuenta de repente de lo cerca que están.

Han mantenido las mismas posiciones desde que ella se inclinó primero sobre la encimera para desvelar su secreto y Beca la imitó, y ahora hay apenas medio metro de distancia entre sus rostros.

Sería tan fácil...

El pensamiento desaparece nada más aparecer en su cabeza, como una estrella fugaz cruza el cielo, sin llegar a tomar forma, porque alguien escoge ese preciso momento para entrar en la cocina.

La burbuja que se había formado a su alrededor estalla como una pompa de jabón y vuelven a escuchar los sonidos de la fiesta que sigue teniendo lugar sin su anfitriona al otro lado de la puerta.

- Beca, los invitados están empezando a impacientarse por el postre – dice la voz dulce de una mujer –. ¿Se puede saber por qué llevas tanto ret...? – las palabras mueren atragantadas en su garganta cuando la recién llegada alza la mirada de la tablet que lleva en la mano y su mirada cae, irremediablemente, en Chloe.

Chloe sabe que es la jefa porque su uniforme es diferente: lleva una chaquetilla de chef con el nombre "Flo" bordado en un bonito color lila en el lateral izquierdo de su pechera, encima del logo floreado de su compañía de catering.

Esboza una sonrisa amable que oculta el alivio de que Flo haya decido entrar en la cocina ahora y no cinco minutos más tarde, porque el espectáculo que se habría encontrado habría sido bien diferente.

O al menos eso cree. Probablemente. Puede ser.

Chloe no sabe lo que estaba pensando Beca antes de que la puerta se abriera pero está bastante segura de que ambas tenían la misma idea en mente.

La mirada de Flo salta intermitentemente de Chloe a Beca y de vuelta a Chloe hasta que por fin se queda firme en Beca. Suelta un suspiro cansino y se lleva una mano a la frente para frotarse con actitud resignada.

- ¿Qué has hecho esta vez? – inquiere, sin enfado ni acusaciones, solo buscando una respuesta.

Beca abre la boca para defenderse, indignada por la insinuación que va implícita en la pregunta.

- Oh, no – se apresura a aclarar Chloe –. Beca no ha hecho nada, me estaba... ayudando – tropieza un poco a la hora de buscar cómo expresar lo que estaba pasando en la cocina, y ve por el rabillo del ojo cómo Beca le lanza una mirada divertida y aprieta los labios para no reírse.

Flo entrecierra los ojos, poco convencida.

- Si eso es todo, señorita Beale, tengo que volver al trabajo – se disculpa Beca, su sonrisa demasiado comemierda cuando pasa a tratar a Chloe de usted como para no resultar sospechosa –. He oído que los invitados se están impacientando.

Chloe pega la lengua a su paladar con fuerza para forzarse a mantenerse seria.

- Sí, eso es todo. Muchas gracias por tu asistencia.

Beca asiente, sin romper su fachada servicial, y vuelve a sacar el helado del congelador para empezar a poner las bolas correspondientes en cada uno de los platos. Chloe se encamina hacia la puerta, pero se detiene un instante al lado de Flo.

- Riquísima la comida, por cierto – le felicita con sinceridad –. Me aseguraré de usar tu empresa siempre que tenga una fiesta.

Flo parece demasiado azorada como para darle una respuesta, de modo que Chloe retoma su paseo hacia la salida. Mientras cruza el umbral, gira la cabeza para lanzarle un "oops" lleno de diversión a Beca a espaldas de su jefa.

Beca tiene que disimular su risa con una tos.

La puerta se cierra tras ella, pero no sin que antes Chloe escuche a Flo preguntarle a Beca qué demonios acababa de pasar.

***

Número desconocido (18.15)

Mi jefa todavía no me cree cuando le digo que no hice nada

Y que la representante de la actriz a la que pilló conmigo a la cocina le diga que me ponga en contacto con ella urgentemente porque tiene algo importante que decirme no ayuda

😑😑😑

Chloe Beale (18.15)

JAJAJAJA

Lo siento, tampoco pretendía meterte en un lío

Puedo hablar con ella si quieres

Beca Mitchell (18.16)

Nah, no hace falta

No va a despedirme y ya estoy acostumbrada a sus suspiros y miradas decepcionadas

No es nada que no pueda sobrevivir

Pero tengo curiosidad

Qué es eso tan urgente que tenías que decirme? 👀

Chloe Beale (18.20)

El otro día

Nos interrumpieron justo antes de que me dieras una respuesta

Beca Mitchell (18.21)

Vaya vaya

Creía que mi respuesta era más que obvia

Chloe Beale (18.21)

Nunca está de más preguntar 😉

Localización

El viernes a las 8 te viene bien?

Cocino yo

Beca Mitchell (18.23)

Wow, Beale

Directa a por el corazón 💘💘💘

Allí estaré

***

El viernes a las ocho y cinco de la noche suena el timbre del apartamento de Chloe.

Chloe, calzada solo en calcetines, recorre el largo pasillo de su piso a un paso tranquilo que no refleja para nada la forma en que su corazón aletea en el interior de su pecho, excitado por la noción de que es Beca la que está llamando.

Abre la puerta con una sonrisa en los labios que muere en ellos nada más ve lo que hay al otro lado.

Allí, en el pasillo de su edificio, está Beca.

Tiene una sonrisa algo nerviosa en el rostro y un tupper metálico sobre los antebrazos, el borde largo paralelo a su estómago, los dedos asomando por el inferior para asegurarse de mantenerlo recto.

Pero no es eso lo que le ha robado el aliento a Chloe.

Es el hecho de que su eyeliner negro está algo corrido en las comisuras, como después de un día extremadamente largo, y sus ondas castañas caen alborotadas sobre sus hombros, despeinadas por una mano que en ese momento se está retirando.

Y, lo peor, lo peor: va en uniforme.

Lleva el chaleco desabrochado, la camisa arrugada por el uso abierta tres botones en el cuello, y la corbata suelta.

Chloe se siente como si le hubiera subido la fiebre de repente.

- Perdona que me haya presentado así vestida – se disculpa Beca con una mueca –. Flo me pidió que cubriera una baja a última hora y necesitaba el dinero...

Cambia el peso de un pie a otro y tira de forma avergonzada del extremo de su corbata semi deshecha al ver la mirada de Chloe fija en ella.

- ...y no me daba tiempo a pasar por casa a cambiarme si quería ser puntual – continúa hablando rápidamente, impulsada por el silencio de la pelirroja, que cada vez se alarga más –. Pero he podido llevarme las sobras del postre – mueve el tupper metálico a modo de ofrenda de paz.

Eso hace que, por fin, Chloe recupere la capacidad del habla.

- Espero que no sea nada que necesite congelador – musita de forma distraída mientras alarga una mano hacia Beca.

La morena frunce el ceño, confundida por el comentario, pero acalla sus preguntas cuando Chloe entra en su espacio personal.

Si creía que Chloe tenía intención de coger el tupper de sus brazos, pronto descubre lo equivocada que está. La mano de Chloe encuentra su corbata y enrosca la sedosa tela alrededor de sus dedos, formando un puño que usa para atraer a Beca hacia ella de un certero tirón.

El "oh" de comprensión de Beca muere en la boca de Chloe cuando la pelirroja cubre sus labios con los suyos en un beso hambriento y profundo en el que Beca pronto participa con la misma avidez.

El tupper desaparece de entre sus cuerpos cuando queda claro que está entorpeciendo, y ahí queda, olvidado sobre el armario de la entrada, mientras Chloe y Beca caminan a trompicones hacia la habitación.

***

A/N: Las Beca y Chloe de este universo tenían mucho que decirse, aparentemente.

PD. Mujeres en traje y corbata >>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>>

Am I right?

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