Alma Brillante ~Creek~

By Einhorn-Blau

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A su edad invocar a un demonio le parecía algo tan interesante, tan irreal. Sentía como hormigas recorriendo... More

Ritual.
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Recuerdo
Recuerdo 2
Recuerdo 3
Recuerdo 4
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Aviso troste.
Final, triste y anhelado final.

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By Einhorn-Blau

Tweek

Sentía el nerviosismo vagando por su cuerpo, lo sentía revolviéndose en su estómago y cerrándole la garganta. Le costaba trabajo tragar saliva y respirar con normalidad. Subió los pies al asiento de su silla, apoyando la mayor parte de su peso en los tobillos; enlazó sus brazos alrededor de sus rodillas y escondió la cara entre sus extremidades. Debía controlarse, pronto llegaría Damien y él aún no sabía si lo que estaba pensando era la mejor idea. Había tenido un pensamiento de forma recurrente, desde hacía meses. De forma casi automática había estado preparando todo para el día en que por fin decidiera marcharse, no podría explicarlo, aunque quisiera, pero de alguna forma presentía que ver a Craig a los ojos haría que todo valiera la pena.

Damien entró a su espacio de trabajo sin tocar la puerta, y aunque eso le hubiera molestado en otro momento, por ahora decidió mantenerse en silencio; no estaba de humor para discutir por eso.

— Lo haré.- soltó. Damien, que ni siquiera había terminado de cerrar la puerta, lo miró con el entrecejo fruncido, en una mueca confundida.

— ¿De qué hablas?- preguntó sin soltar el pomo de la puerta. Por su expresión, parecía querer irse.

— De Craig.- murmuró. Vió a Damien entrecerrar los ojos.

— ¿En qué necesitas que te ayude?- cuestionó Damien.

Tweek dejó salir todo el aire que estaba conteniendo, se permitió relajar su postura y músculos. Había comenzando a dolerle la espalda por la tensión que sentía, se encontró que tenía la mandíbula tensa, era por eso que le costaba tanto tragar saliva. Respiró profundo y miró a Damien de nuevo, él seguía de pie, junto a la puerta, con las manos metidas en los bolsillos de sus pantalones en una postura relajada. No parecía molesto, ni sorprendido. Tenía la misma expresión que ponía cuando realmente le estaba prestando atención a algo.

— Estaba pensando...- comenzó con voz temblorosa.- que no sé qué voy a hacer cuando esté allá.- soltó.

Damien suspiró, sacando las manos de sus bolsillos y caminó hasta una silla al costado de Tweek para sentarse y observarlo.

— Tienes razón, será un buen tiempo y necesitarás actuar como ellos.- mencionó.- ¿En qué te gustaría trabajar?

Tweek parpadeó, trabajar en el mundo humano... no lo sabía. No había pensado en ello. Ni siquiera sabía qué tipo de trabajos existen ahí. Recién estaba notando que seguramente tendrían todo un sistema económico complejo y organizado. Tal vez todo esto estaba destinado al fracaso. Sí, seguramente; es probable que nada vaya a funcionar, ¿por qué esforzarse entonces? Quizá solo debería hacerse bolita y llorar escondido en un rincón, eso siempre le ha salido bien.  Oh, no, mentira, justo estaba recordando aquella ocasión cuando cumplió 2386 y-

— ¿Qué te parece algo tranquilo y que no llame mucho la atención?- pregunta Damien ante su silencio, Tweek suspira intentando sonreír.

— Sí, eso sería lo mejor.

— Bien, pensaré en algunas opciones y te consultaré luego- ¿Necesitas algo más?- preguntó mirándolo con una sonrisa. Realmente sí, había un montón de cosas, de preocupaciones y necesidades. Estaban dando vueltas en su mente. Se esforzaba intentando encontrar las que más relevancia tuvieran.

— Un lugar donde vivir, probablemente.- respondió.

— Sí, supongo que sería muy precipitado que vivas con él; no sé  cómo se toman los humanos ese proceso.

— Aunque técnicamente ya vivimos juntos por un tiempo.-  mencionó con una sonrisa.

— Eso no cuenta, es diferente.

Tweek lo miró con el entrecejo fruncido. Damien se levantó, dispuesto a marcharse. Miró hacia el techo, como pensando en algo.

— Creo que tengo algo de información sobre cómo funciona la economía allá, tal vez pueda encontrarlo, espera. Ahora vuelvo.- le dijo antes de salir dando pasos apresurados.

Craig.

Estaba cansado, pero no físicamente; no había hecho en las últimas semanas, precisamente porque no sentía la energía suficiente. A pesar de lo mucho que le gustaba su trabajo y lo divertidos que podían llegar a ser sus compañeros, hacía muecas cuando se levantaba por la mañana y recordaba que debía salir de la cama. Realmente estaba comiendo bien, hacía tres comidas completas, saludables y hechas en casa; dormía 8 o más horas al día, se tomaba descansos de vez en cuando a lo largo del día. Pero el cansancio seguía ahí.

Miró al chico sentado frente a él, hablando. Craig parpadeó, había perdido el hilo de la conversación por completo, miró la sonrisa del chico; era de las personas que, al sonreír, toda su cara se iluminaba; y su voz seguía teniendo la misma emoción de cuando se presentaron hace 40 minutos.

— ¿Qué te gusta hacer en tu tiempo libre, Craig? - preguntó él, ensanchando su sonrisa.

Craig vió sus ojos mirarlo fijamente. Buscó un reloj en la pared, fingiendo que pensaba. ¿Cuánto tiempo más debía quedarse para no parecer grosero si sólo se levantaba y se iba?

— Me gusta ver series de suspenso.- respondió. Ni siquiera había visto tantas, fue lo primero que se le ocurrió.

El chico era guapo, bastante. Tenía unos ojos muy bonitos y brillantes; su voz era tan melodiosa que Craig no se sorprendería para nada si él de repente dijera que cantaba bien. Parecía sociable y divertido, como uno de esos chicos que te encuentras por ahí cargando con una guitarra y una sonrisa de oreja a oreja, dispuesto a entablar una conversación con cualquier persona con la que hubiera un contacto visual. Y Craig normalmente es de los que prefiere mirar un dispositivo o sus manos antes que a otra persona.

Craig miró el vaso frente a él; gotas de agua resbalaban en un camino rápido y preciso hacia el portavasos; los hielos tintineaban al cambiar de posición, dando un último esfuerzo para no derretirse. A este punto seguramente el agua de los hielos habría disuelto la dulzura original de su bebida. Una desgracia, sin duda; ni siquiera podía recordar cuál era el sabor. Tomó el vaso dispuesto a darle un trago, las gotas se quedaron impregnadas en su palma y dedos. Tuvo que soltarlo para limpiarse con una servilleta antes de volver a tomarlo. Sí, el dulce había desaparecido pero el sabor no era malo, de hecho, de alguna forma se sentía reconfortante.

Escuchó al chico hablar de otras cosas por 20 minutos más antes de inventar que debía ir a un chequeo médico. Caminó hasta la estación del autobús, mientras tanto pensaba: ¿Cuántos eran? ¿Cuántas veces lo había intentado ya?

Dejó que sus pulmones se llenaran de aire para luego expulsarlo con lentitud. Miró el cielo deteniendo dos segundos su andar. Un año después de salir de la universidad comenzó a salir con algunas personas, creyó que era lo mejor, además, su familia no dejaba de insistir en que allá afuera había alguien para él, y hasta cierto punto esperaba que no fuera verdad; realmente estaba en un dilema, no sabía hasta qué punto era conveniente seguir esperando, o si era mejor simplemente olvidarse de todo y seguir con su vida.

Lo cierto es que, entre más tiempo pasaba, más idiota se sentía. Con cada nuevo día se preguntaba con cansancio si realmente valía la pena lo que estaba haciendo. Hasta el momento había salido con cuatro chicos. Los conoció en una aplicación de citas, todos ellos eran atractivos, cada uno a su manera, sin embargo, ¿era atractivo lo que realmente estaba buscando? Además, curiosamente, tres de ellos habían sido rubios.

Estaba agotado, ya no entendía lo que estaba haciendo o porqué lo estaba haciendo, y tampoco sabía si estaba dispuesto a seguir. Él sólo quería quedarse en casa para cuidar sus cuyos, ver películas, hablar con su familia y estresarse sólo por las cuentas próximas a pagar. Sí, definitivamente eso sonaba como un mejor plan. Tomó su autobús, se acomodó en los asientos del fondo; revisó en su teléfono algunos archivos que sus compañeros le habían enviado para que revisara al día siguiente. Aprovechó para leer unos cuantos durante el trayecto, de cualquier forma tenía el camino memorizado, y no sabía qué más podía hacer.

Al llegar a casa se cambió de ropa para ponerse algo más cómodo y holgado; se recostó en el sofá con pesadez, hizo pequeños estiramientos sin levantarse y evitando esforzarse mucho. Cuando se cansó tomó su teléfono, eliminó su cuenta de dicha aplicación para después eliminar la propia habitación. Si alguien debía llegar a su vida, llegaría sin presiones. Por el cansancio ni siquiera notó en qué momento se quedó dormido.

Tweek

— Me tomó más tiempo del que esperaba, pero está todo listo.- le dijo Damien. Tweek lo miró fijamente.

— ¿Está todo?- preguntó con suavidad. Estos últimos días había estado con los nervios de punta, recorriendo desde su cabeza hasta la punta de sus pies. Las mismas preguntas del inicio seguían rondando por su mente, sin dejarle ni siquiera un minuto de descanso.

— Sí, por lo menos la mayoría. De momento tendríamos que encargarnos de tu alma.- le dijo.

Tweek jugueteó con sus dedos. Estaban fríos; metió las manos dentro del bolsillo de su hoodie esperando entrar en calor. Damien le colocó la gorra del hoodie para molestarlo, Tweek se la dejó por comodidad y su padre le dió unas palmaditas en la cabeza, con suavidad.

— Deberíamos deshacernos de ella rápido.- murmuró Tweek.

Mentiría si dijera que no tenía miedo. No sabía si todo saldría bien; no sabía si él estaría bien. Jamás escuchó que alguien se deshiciera de su alma y siguiera viviendo. Damien le había dicho que todo saldría bien, que después de todo era más su parte demonio que humana.

El día de la extracción Tweek  no podía acallar su mente: no dejaba de pensar en las miles de cosas que podrían salir mal. "Voy a morir" gritaba su mente. Entrelazó sus dedos con fuerza en un intento desesperado por ocultar su temblor. Tenía la boca seca. La garganta le picaba y su piel estaba fría. Realmente todo su cuerpo estaba temblando y no era por el miedo. No es que tuviera miedo de morir pero aún así su mente, sus pensamientos, daban vueltas en la idea de salir corriendo. Su cuerpo estaba segregando montones de adrenalina, pidiendo a gritos salir huyendo.

Observó las paredes del laboratorio, había algunas cuantas decoraciones en color azul y dorado para hacer el lugar un poco más colorido. Cayetano había ido a conseguirle un poco de agua. Se abrió la puerta frente a él, dejando ver a un Damien de rostro cansado, con ojeras marcadas y el cabello revuelto. Se dejó caer a su lado con pesadez. Tweek recargó la cabeza en el hombro de su padre, él colocó la mano contraria sobre la cabeza de Tweek y rascó su cuero cabelludo con lentitud. Tweek apretó los labios.

— Todo va a estar bien.- Murmuró Damien. Tweek no pudo descifrar si había sido para él o si Damien  estaba intentando darse ánimos a sí mismo. Sólo asintió, porque no sabía qué más decir.

Escuchó los botines de Cayetano resonando por el pasillo, haciendo eco a cada paso que daba.

— ¡Uy! ¿Es momento de cariñitos?- preguntó, se podía escuchar la sonrisa en el tono de su voz.

Tweek levantó la vista para mirarlo y sonrió, por la posición en la que estaba no podía ver la expresión de Damien. Pero no era difícil suponer que estaría sonriendo también. Cayetano tomó asiento al otro lado de él, y estiró la mano abierta en una invitación silenciosa; Tweek dejó caer su mano sobre la de Cayetano, quién la apretó con cariño.

— Ten, tu agua.- mencionó.

Tweek se levantó con lentitud. Ahora que tenía a sus padres ahí, acompañándolo y dándole cariño, se sentía mucho más tranquilo y cómodo. Estaba haciendo esto porque quería hacerlo, se recordó, porque así lo decidió; y pasara lo que pasara él era consciente de eso. Tomó un sorbo de agua y, después, suspiró profundo y lento. Cayetano lo abrazó con fuerza, pegándolo contra sí, Tweek aprovechó para esconderse en él.

Se sentía como cuando tuvo que ocupar el puesto de su padre; durante esa época tenía muchísimo estrés, inclusive llegó a tener ataques de pánico bastante frecuentes, y ellos siempre estuvieron ahí, apoyándolo, dándole cariño. Para Tweek, hasta ahora, había sido más fácil verlos como amigos; de alguna forma tenía arraigada la idea de que sus padres eran sólo Richard y la humana, pero Cayetano y Damien siempre habían cumplido sus roles como padres, y jamás lo habían obligado a llamarlos así. Ahora los veía, y veía todo el tiempo que han pasado juntos y todo el apoyo que le han brindado se sentía vacío llamándolos amigos cuando eran muchísimo más que eso. Comprender la situación lo hacía sentir tranquilo, y seguro.

Le confortaba saber que tenía dos familiares, dos seres que lo amaban, que lo cuidaban y se preocupaban por su bienestar. Deshizo su abrazo con Cayetano cuando puerta la frente a ellos volvió a abrirse; de ella salió una demonio de cabello negro recojido en una coleta alta y prolija, los miró a los tres con sus profundos ojos cafés.

— Todo listo.- dijo de forma amable. Tweek respiró profundo antes de volver a hablar.

— Bueno, los veo en un rato.- avisó sonriendo. Cayetano volvió a tomarle la mano con firmeza, Damien acarició su cabello con suavidad.

— Te estaremos esperando aquí.- afirmó Damien dedicándole su mejor sonrisa, y Tweek realmente lo apreció. Se levantó con tranquilidad y siguió a la demonio atravesando por fin aquella puerta color blanco que había estado mirando por casi cuarenta minutos. La habitación por dentro no tenía nada que le sorprendiera, había máquinas con números y señas que no comprendía.

Era una habitación algo extensa, sin ventanas; las luces blancas en el techo centelleaban con potencia, sin ser realmente molestas para sus ojos. En las paredes había algunos posters de anatomía cerebral, fuera de eso nada que le llamara la atención.

— Recuéstate, por favor.- Indicó la demonio señalando una camilla detrás de él. Tweek asintió suavemente y siguió las indicaciones, se recostó suavemente, escuchando la camilla crujir bajo su peso.

Escuchó el tecleo rápido de la demonio, le colocó una máscara de oxígeno y se giró hacia las máquinas, Los únicos sonidos que le rodeaban eran el teclado de la demonio, que, supuso al no ver entrar a nadie más, era la doctora; y el ruido de su propia respiración. La doctora se acercó una vez más, unos cuantos cables salían de la empuñadura de sus manos, la sintió colocarle algo frío en las sienes y la frente; para después acomodar unas cosas pequeñas y con forma de disco, similares a los electrodos, que eran el final de los cables, ella acomodó algunos alrededor de su cabeza.

Sus párpados comenzaban a pesar y su respiración se volvía cada vez más lenta y profunda. Repentinamente estaba en una habitación distinta, se percibía a sí mismo sentado en una silla, con la espalda bien recargada en el respaldo, las manos sobre el reposabrazos y ambos pies tocando por completo el suelo. Por alguna razón su vista estaba enfocada en sus rodillas. Sus piernas estaban cubiertas por un pantalón de tela color café oscuro; frunció el entrecejo, él no tenía pantalones de ese color. Miró su torso cubierto por un chaleco color chocolate y debajo una camisa blanca de mangas largas y textura sedosa. ¿Desde cuándo él se vestía así? No se sentía incómodo, quizá porque no se había visto en un espejo. Sólo se sentía extraño, él no solía usar este tipo de ropa, ni siquiera cuando quería dar una buena impresión.

Alzó la vista hacia el frente notando un cuadro de inmenso tamaño. En él se veía a una figura sentada en una silla de oficina con las piernas cruzadas en una pose imponente. La figura en cuestión usaba un pantalón de vestir color negro, una camisa blanca y un corset masculino en tonalidades azules y doradas. Se preguntaba si ese ser se vestiría así todo el tiempo; hizo una mueca de fastidio al imaginarse así mismo vistiendo así todos los días. Él era más fanático de la comodidad.

Enfocó su mirada en los ojos del ser en la foto, un mareo lo invadió al notar la profundidad de los mismos. Esos ojos cafés repletos de amabilidad, mirando al espectador casi con cariño. Un escalofrío le recorrió la espalda; la expresión no cuadraba para nada con la pose del demonio. De cierta forma se sentía como si debiera temerle, quería apartar la vista y al mismo tiempo seguir mirando aquella extraña y llamativa contradicción. Se tomó la libertad de seguir admirando las facciones de su padre, notando que hasta ahora no lo había hecho a pesar de las múltiples fotografías que se podían encontrar de él en las oficinas centrales. Quizá había sido más un tema de vergüenza, le avergonzaba que alguien lo atrapara mirando sus fotografías, y le aterraba la idea de que le preguntasen algo sobre él.

No era sencillo determinar si se parecía físicamente a él. Richard era de ojos cafés y bonitos, cabello castaño y rizado. Tweek no tenía eso; y sólo aumentaba su curiosidad por saber cómo había sido su madre. Observó a su padre por unos momentos más, sonrió con nostalgia para después mirar el resto de la habitación a su alrededor. No parecía haber muchas más cosas, y todo estaba sumido en una completa y silenciosa oscuridad.

Se levantó con dificultad, sus piernas adormecidas aunque no lo suficiente como para no permitirle caminar. Dió unos cuantos pasos hacia su derecha escuchando sus zapatos hacer eco, era el único sonido que podía captar y la habitación de pronto había resultado ser un pasillo largo y estrecho; o tal vez todo este tiempo siempre había sido un pasillo. Continuó caminando pegándose más a la pared y recorriendola con sus dedos, intentando divisar, de alguna forma, cualquier obstáculo con el que se pudiera encontrar. La pared no tenía ningún tipo de textura, era completa y totalmente lisa, no podía ni siquiera adivinar el tipo de material con el que estaba construida.

En el piso tampoco había nada que le llamara la atención, ningún desnivel, ningún escalón o rampa. Sólo un sitió constante y aparentemente interminable. Se detuvo, suspirando con cansancio y fastidio, debía encontrar una forma de dejar este sitio horrible, y rápido. Se quedó quieto, mirando hacia atrás, esperando notar algo entre la oscuridad; para este punto sus ojos ya tendrían que haberse acostumbrado a la oscuridad y debería tener un mayor rango de visión pero no era así. Tampoco podía escuchar nada; ahora que su andar se había detenido es que podía darse cuenta de lo ruidosa que estaba siendo su respiración. Intentó cubrir su nariz y boca aminorando el sonido; aún así no logró percibir nada más. Continuó con la caminata por un rato.

¿Y si volvía? ¿Y si regresaba e intentaba encontrar algún otro camino? Es decir, sus piernas comenzaban a hormiguear por el cansancio. Se inclinó hacia adelante, recargando las manos en sus rodillas, dejando que su cabeza colgara hacia abajo, entre sus hombros. Sólo quería salir de ahí, irse, recostarse en su cama y esconderse de todo. Por el rabillo del ojo notó algo resplandecer repentinamente a su izquierda; se enderezó con rapidez, poniéndose a la defensiva. Se quedó observando el objeto del resplandor durante algunos segundos, al ver que no se movía ni hacía nada extraño, decidió acercarse; no se le ocurrió nada mejor que hacer.

Después de todo, si era algo potencialmente peligroso, tampoco es que tuviera miedo de morir o de salir herido. Siguió avanzando con pasos pequeños, sin soltarse de la pared; aún así la idea de salir corriendo en caso de detectar algún tipo de amenaza no abandonaba su mente.

— ¿Tweek?- escuchó. Era una voz femenina. Se quedó completamente congelado. Un escalofrío le recorrió la espalda. Miró hacia atrás, ¿aún era muy tarde para salir huyendo?- Tweek.- Le volvió a llamar la voz. Si bien no era una voz aterradora, no se parecía a ninguna que hubiese escuchado con anterioridad. Tragó saliva con dificultad.

— Si a ti te gusta supongo que está bien.- mencionó ahora una voz masculina. Tweek frunció el entrecejo, alzó la vista de nuevo hacia la figura iluminada, notando ahora algunos colores danzando a lo largo de la figura. Retomó su marcha.

— Se supone que debe gustarte a ti también.- Reprochó la voz femenina, podía notarse la risa en su tono. Irguió su espalda un poco más, acelerando sus pasos.

— Bueno, nos queda tiempo para pensarlo.- dijo la voz masculina. No importaba qué tan rápido avanzaran sus piernas, la figura parecía no acercarse, era como si Tweek estuviera corriendo en el mismo sitió. No podía llegar a ella.

— ¡Richard!- Reclamó la voz, sólo que ahora, por alguna razón, se le escuchaba más jovial y alegre.

Tweek se detuvo de golpe al reconocer el nombre, ató algunos cabos sueltos en su mente, y un escalofrío recorrió cada una de sus extremidades.

— ¿Mamá?-  su voz salió gangosa y rota, con temor.

La voz volvió a reír con alegría, totalmente ajena al remolino de emociones que era Tweek ahora mismo. No lo pensó demasiado, simplemente se echó a correr. Los zapatos eran incómodos y el pantalón no le permitía abrir bien las piernas para dar pasos más largos. No estaba respirando bien, era más el aire que entraba que el que estaba saliendo. Sus pulmones comenzaban a arder, tropezó con sus propios pies, aleteó unas cuantas veces para conservar el equilibrio y tuvo que detenerse para no estamparse contra el suelo. En cuanto sintió más estabilidad volvió a echarse a correr. Más que acercarse, la luz brillante
parecía estar disminuyendo, cómo si se desvaneciera.

— No.- se lamentó en una exhalación.

Aumentó el ritmo de su trote, lo más rápido que le permitían sus piernas. La frustración estaba comenzando a invadir su cuerpo, no iba a llegar a tiempo. Seguía escuchando su voz, su risa. Seguía sintiendo su alegría, y las ganas de llorar le presionaban el pecho cada vez con más fuerza. Un dolor nació en uno de sus costados a pulsaciones y de forma agonizante, obligándolo a disminuir la velocidad. No quería detenerse, sentía que si se detenía ella iba a desaparecer y jamás la volvería a ver. Su cuerpo comenzó a pedirle a gritos que se detuviera; dejó de correr cambiando su marcha por pasos apresurados, fue entonces que notó un ardor incómodo en las pantorrillas y el dolor en el costado se intensificó.

Se detuvo, se detuvo porque su cuerpo no daba para más, porque su vista se estaba tornando nublada y no sabía si era por el cansancio o por el sudor que se había colado de sus cejas entre sus pestañas, y porque la cabeza le estaba dando vueltas. Respiró de forma torpe y desorganizada, tragando aire a bocanadas, respirando únicamente por la boca. Tosió algunas veces al sentir un escozor en la garganta. Se inclinó hacia adelante, recargando las manos en sus rodillas.

— Sólo quiero ir a dónde estás.- Se lamentó con voz entrecortada.

Carraspeó con fuerza intentando deshacerse de la molestia en su garganta. Levantó la vista hacia la figura, no estaba cerca, aún podía apreciarse bastante lejos pero ya era capaz de notar el vestido floreado y el cabello castaño abrazando los hombros de su madre. Un sollozo desobediente se escapó  del fondo de su garganta.

— No te odio.- sollozó.- Perdón por pensar en algún momento que lo hacía. No puedo odiarte. Tú me amabas tanto, me diste lo más importante que tenías y mírame, aquí como un imbécil, fingiendo que no me importa deshacerme de tu alma. Fingiendo que temo por mi seguridad cuando todos los días me pregunto cuánto faltará para morirme.

Tragó saliva sintiendo las lágrimas rodar por sus mejillas. Se sentía como un tonto.

— Diste todo para mantenerme con vida, pero yo estoy tan cansado. Ojalá te hubieras enamorado de un humano, quizá hubieras podido tener una vida un poco más larga. Y quizá yo no existiría.- balbuceó. La luz parpadeó, como si ella también estuviera intentando no desvanecerse, Tweek bajó la vista, incapaz de seguir mirándola.- Lo estoy intentando, lo he estado intentando durante años.

Sorbió los mocos, pero estos volvieron a deslizarse por sus fosas nasales. Se dejó caer sobre su trasero, cubriendo sus ojos con las palmas de sus manos. Cada vez le era más difícil respirar, había una presión sobre su pecho y en su garganta. Sus respiraciones se volvieron cortas y rápidas.

— Perdóname. Por favor, perdóname.- repitió una y otra vez, balanceándose sobre su propio eje hacia atrás y adelante. Las lágrimas no dejaban de salir y comenzaba a sentirse cansado, los párpados le pesaban y se cerraban de vez en cuando aún con las lágrimas escapando entre sus pestañas. Cuando volvió a abrir los ojos una luz blanquecina lo encegueció. Cerró los ojos con fuerza antes de intentar volver a abrirlos.

— ¿Tweek?- escuchó la voz preocupada de Damien. Parpadeó con rapidez, necesitaba ver a Damien, necesitaba saber que estaba pasando. Sintió a alguien tomar su mano con firmeza.- Despertaste.- escuchó.

Frunció el entrecejo. Se obligó a abrir los ojos, parpadeando para enfocar la vista. Vio a Damien con los ojos inundados de lágrimas, sintió un apretón en el brazo.

— ¿Qué pasó?- preguntó, preocupado. Su garganta se sentía como si no hubiera tomado agua en muchos días. Carraspeó.

— No importa.- Damien sorbió los mocos.- Lo importante es que ahora estás despierto, que estás bien.- le dijo.

Tweek quería seguir preguntando, quería entender lo que estaba sucediendo, pero había tantas cosas pasando por su mente, con tanta rapidez que no podía permitirse hilar algo. Su cuerpo se sentía pesado, como si todas sus extremidades estuvieran entumecidas. La doctora entró a paso rápido revisando tanto las máquinas a su costado como sus signos vitales. 

Craig.

Se dejó caer en el sofá con pesadez, disfrutando del ambiente tranquilo y sereno que se quedaba después de limpiar y ordenar su departamento. Podía escuchar a su cuyo cómodo, y la música tranquila de fondo. Sentir el piso limpio y fresco bajo sus pies, y el olor a desinfectante de pisos le otorgaba una satisfacción inmensa. Se levantó soltando un suspiro. Caminó hasta la cocina dispuesto a prepararse un té y a revisar la comida que había dejado en la estufa.

Se recargó en la encimera de la cocina, disfrutando su té y con la vista perdida en la mesa frente a él. Tenía una vida tranquila, su enfermedad estaba más controlada, tenía un trabajo que adoraba y lo mantenía motivado. No había nada que le causará estrés. Había días en los que no tenía mucho por hacer, o que simplemente estaba cansado físicamente, y eran esos días, los que se permite divagar en lo que estaría haciendo Tweek. Hoy era así; debe admitir que durante un tiempo llegó a estar bastante molesto con Tweek, y con él mismo. Llegó a sentirse traicionado, ridiculizado, solo, abandonado...

Estuvo realmente mal porque no podía comprender lo que estaba sucediendo y esperar le hacía daño; durante un tiempo dudó incluso de su propia mente, preguntando que era real y que no. Si es que aquel demonio había existido realmente o sólo lo había imaginado. Con ayuda externa pudo comprender muchas cosas, no sólo respecto al tema de Tweek. Aprendió que no todo está bajo su control, y que no podía hacerse cargo de todo lo que le rodeaba, que lo más importante era su bienestar y no culparse por cosas externas que él no había provocado.

Esperar a Tweek le hacía daño, porque lo esperaba con desespero, con un deseo de pertenencia insano y una desesperada búsqueda de compañía para evitar sentirse solo; así que decidió dejar de esperarlo. Tweek volvería algún día si así lo quería, aunque fuera sólo a visitarlo; él lo recibiría con los brazos abiertos, agradecido por todos los recuerdos preciosos que guardaba con tanto cariño.

No se dió cuenta de que se había terminado su té hasta que inclinó la taza de nuevo y ningún líquido chocó contra sus labios, dejándole una sensación amarga en el pecho. Suspiró, llenó la taza con agua para remojar el tinte que se había quedado adherido a las paredes de la taza, la dejó reposar en un lugar seguro. Mientras revolvía su comida para revisar que estuviera lista, pensó en aquellas personas con quienes había salido después de graduarse de la universidad. Habían sido relaciones cortas, pero sanas y la gran mayoría de ellas le habían dejado un aprendizaje muy valioso. Sin embargo, en ocasiones lograba colarse el pensamiento de lo que hubiera ocurrido si Tweek hubiese sido humano. Suspiró profundo y apagó la estufa.

Escuchó su timbre sonar una vez, y movimiento fuera de su puerta. No esperaba a nadie, así que mientras se apresuraba a abrir intentaba recordar dónde había dejado la cartera en caso de que otra vez se le hubiera olvidado pagar la renta. Abrió a tropezones, quedándose paralizado al ver la imagen frente a él. Su cabello corto que de alguna forma seguía viéndose alborotado, el cuerpo tenso y los ojos nerviosos que, al igual que los suyos, se habían quedado embobados mirándose el uno al otro, su piel brillante y saludable, y ¡oh! vaya sorpresa, sus pies estaban pegados al suelo. Vio a Tweek meterse las manos en los bolsillos delanteros de sus jeans y con los hombros encogidos hacia sus orejas.

— ¿Estás más alto?-preguntó Tweek con tono bajo y tímido.

Craig parpadeó, su voz había entrado por sus oídos y le había empalagado el cerebro, era como si estuviera pensando más lento. Le costó unos segundos más de lo normal procesar la pregunta que Tweek le había hecho.

— Sí, es lo que tiene ser un humano, supongo.- respondió sonriendo.

— Qué envidia, yo tengo casi tres mil años sin crecer un sólo centímetro.- se quejó. Craig soltó una risita sin apartar la vista de Tweek, como si esperara verlo desaparecer en cualquier momento. Tweek se balanceaba sobre sus talones, hacia atrás y hacia delante; Criag despertó de su ensoñamiento.

— ¿Quieres pasar?- preguntó, haciéndose a un lado para darle espacio a entrar. Tweek se asomó de forma disimulada.

— Sí.- respondió mirando a Craig con una sonrisa tranquila y amable.

Una vez dentro se sentaron en la cocina. Craig preparó un té para él y otro para Tweek. Se acomodaron en las sillas, uno al lado del otro. Craig se quedó atento, mirando a Tweek quién estaba inspeccionando las galletas que le había ofrecido, con ojos brillantes y dedos inquietos. Una duda le surgió repentinamente.

— ¿Estás aquí de visita?- preguntó para después tomar un pequeño sorbo, quedándose ligeramente la lengua y la garganta.

— De momento sí. Estoy visitando algunos lugares en renta. Tengo pensado quedarme aquí por una temporada.- mencionó Tweek mirándolo por unos segundos antes de volver a mirar sus galletas, tomando una finalmente y llevándola a su boca con delicadeza. Craig sintió a su yo de 17 años saltar de emoción dentro de su pecho.

— ¿De verdad? balbuceó, ansioso por saber la respuesta. Tweek asintió, concentrado en su galleta.

— Sí, incluso tengo un empleo y todo.- comentó con emoción. No parecía estar mintiendo. Craig jugueteó con los cordones de su sudadera, con nerviosismo.

— ¿Sí? ¿Dónde?- cuestionó con curiosidad, robando una galleta de Tweek; a él no pareció importarle.

— En una cafetería, en el centro.- indicó. Se veía realmente emocionado.

Le costaría hasta admitirlo así mismo, pero estaba contento, se sentía muy feliz. Se levantó para dejar la taza en el fregadero, se recargó ahí, mirando a Tweek. El demonio se levantó también, imitando su acción. Sintió una corriente eléctrica recorrer su columna y almacenarse en su estómago cuando el brazo de Tweek lo tocó suavemente y se alejó un poco con disimulo.

— Entonces...- comenzó con voz ligera.- ¿Vas a quedarte aquí por un tiempo?- cuestionó.

La mirada de Tweek y la suya conectaron, Craig tragó saliva de forma ruidosa.

— Ese es el plan, sí.- dijo con una sonrisa.

Comenzó a balancearse sobre sí mismo de forma nerviosa, mirando a cualquier cosa siempre y cuando le sirviera como excusa para evitar toparse con los ojos de Tweek

— Si estás ocupado puedo volver después.- le dijo Tweek después de un rato. Craig parpadeó, intentando comprender la frase.

— No es eso, sólo... no sé exactamente como debo tratarte, o siquiera como reaccionar.- suspiró.- Estuve esperando mucho tiempo a que volvieras y... es difícil creer que realmente estás aquí.

— Lamento haberte hecho esperar tanto, pero no podía venir así como así. Tuve que solucionar varias cosas primero.- se disculpó. Craig negó suavemente con la cabeza.

— Está bien, comprendo. De cualquier forma creo que antes no estaba preparado para un reencuentro.- mencionó con sinceridad, atreviéndose por fin a mirarle a los ojos. Tweek sonrió suavemente, aunque parecía más una mueca.

— ¿Y ahora?-  preguntó. Craig lo miró con una ceja alzada, interrogante.- ¿Ahora ambos podemos estar juntos?- cuestionó con timidez.

— Bueno, podemos intentar.-respondió. Podía sentir la sangre cálida almacenarse en sus mejillas, abrazando su sentimiento con ternura.

— ¿Puedo...- balbuceó.- ¿puedo darte un abrazo?- murmuró la pregunta en tono bajo, apretando los labios al finalizar la frase.

Craig frunció el entrecejo ligeramente, sonriendo en una expresión de ternura. Se acercó hasta Tweek pasando sus brazos por sus hombros, colocó una de sus palmas extendida en la parte alta de su espalda y otra justo por la mitad. Cuando los brazos de Tweek le envolvieron con firmeza y su rostro se escondió en su cuello; Craig se permitió suspirar profundamente, relajando su cuerpo y adaptándose a la forma del cuerpo de Tweek. Ojalá su cuerpo pudiese expandirse y envolver el cuerpo del demonio.

Este era uno de los abrazos más bonitos y cómodos que había recibido; podía sentir su corazón latiendo con tranquilidad, todo el nerviosismo que vagaba por su cuerpo se fue de repente, permitiéndole disfrutar del abrazo. Tweek se relajó entre sus brazos; Craig se inclinó ligeramente hasta poder recargar su cabeza en la de Tweek, en busca de más contacto. Se acercó aún más, porqué estaba cómodo y no quería separarse. Tweek acomodó los pies de ambos, acercando aún más sus cuerpos. Craig soltó una risita cuando Tweek movió su cabeza para recargar su mejilla en el cuello de Craig.

— ¿Quieres... quieres quedarte aquí?- preguntó hablando bajito, sin ánimos de interrumpir el ambiente íntimo.

— Puedo quedarme un ratito más.- mencionó. Craig se separó un poco para mirarlo, provocando que el demonio hiciera lo mismo.

— No, lo que quiero decir es que puedes quedarte aquí. A vivir conmigo. Si quieres, claro.- propuso mirándole directamente a los ojos. Las mejillas de Tweek se encendieron en un bonito color rosado.

— Sí. Si no tienes problema me encantaría quedarme contigo.- Dijo, para luego volver a su posición antigua. Craig sonrió ampliamente, apretando de nuevo a Tweek contra su pecho.

— Podemos ir a sentarnos en el sofá.- Comentó. Lo sintió asentir contra su pecho. Tweek apretó su agarre cuando Craig intentó alejarse con la intención de dirigirse al sofá.

— Tenemos que caminar.- recordó Craig con una amplia sonrisa en los labios.

— No quiero soltarte, te extrañé mucho.- comentó. Sintió mariposas revoloteando en su estómago. Por inercia dejó un ligero beso en la coronilla del demonio, vio los oídos tornarse de este un tono rojizo.

— ¿Intentamos caminar así entonces?

— Vale.- respondió, encogiendo los hombros.

Después de un rato de una caminata incómoda, entre tropezones y risitas bobas finalmente llegaron al sofá donde fue obligatorio para ambos soltarse un momento para poder tomar asiento. Tweek pasó sus piernas sobre las de Craig y se recargó en su costado, envolviendo sus brazos alrededor de su torso y recargando su cabeza en el hombro de Craig. El humano por su parte pasó uno de sus brazos sobre los hombros de Tweek y el otro envolviendose en parte de su cintura, recargó su propia cabeza en la de Tweek. Trazó pequeños círculos irregulares sobre la tela en el hombro de Tweek.

— ¿Quieres ver algo?- preguntó con voz tranquila y aterciopelada. Tweek asintió, adormilado, embriagado por la comodidad. Craig alcanzó el control remoto a su lado, encendiendo el televisor.

Y ahí se quedaron un rato más, disfrutando de la presencia del otro, dándose ligeras caricias con cariño y suavidad. Estando tranquilos y cómodos; sabiendo que, justo en ese momento, lo único que quería hacer era estar junto al otro.



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