Heridas Profundas

By EberthSolano

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Rebecca tiene una enfermedad que podría matarla. Un día conoce a Allen, un chico triste y solitario al que le... More

✨Heridas profundas✨
✨Prefacio✨
✨Capítulo 1✨
✨Capítulo 2✨
✨Capítulo 3✨
✨Capítulo 4✨
✨Capítulo 5✨
✨Capítulo 6✨
✨Capítulo 7✨
✨Capítulo 8✨
✨Capítulo 9✨
✨Capítulo 10✨
✨Capítulo 11✨
✨Capítulo 12✨
✨Capítulo 13✨
✨Capítulo 14✨
✨Capítulo 15✨
✨Capítulo 16✨
✨Capítulo 17✨
✨Capítulo 18✨
✨Capítulo 19✨
✨Capítulo 20✨
✨Capítulo 21✨
✨Capítulo 22✨
✨Capítulo 23✨
✨Capítulo 24✨
✨Capítulo 25✨
✨Capítulo 26✨
✨Capítulo 27✨
✨Capítulo 28✨
✨Capítulo 29✨
✨Capítulo 30✨
✨Capítulo 31✨
✨Capítulo 32✨
✨Capítulo 33✨
✨Capítulo 34✨
✨Capítulo 35✨
✨Capítulo 36✨
✨Epílogo✨
✨Agradecimientos✨

✨Capítulo extra✨

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By EberthSolano


Mañana sería día de chequeo médico.

Su esposo, como siempre, estaba al pendiente de todo lo que incumbiera con el cuidado de su salud. No se le pasaba nada, incluso él llevaba todo el control en sus medicinas y cuidados posteriores a su cirugía; a pesar de que ya habían pasado tres años desde aquel momento tan delicado, seguía reacio a dejarla sola por mucho tiempo.

Se habían terminado de graduar y ahora vivían en Barcelona temporalmente, en un apartamento que rentaban mientras Allen trabajaba en diversos negocios en los que se había comprometido. Sin embargo, viajaban al menos una vez cada dos meses a Jacksonville para visitar a la familia de la joven y acompañar a su madre que, aunque ahora vivía con sus hermanos y su familia más cercana, aún seguía echando en falta la presencia de su esposo.

Becca miró la hora en su móvil y soltó un suspiro.

Allen aún no llegaba.

Pero confiaba en que lo haría pronto.

Él odiaba dejarla sola, aunque fuera por algunas pocas horas. No quería sentirse así, pero comenzaba a preocuparse en serio por la excesiva ansiedad de Allen en relación con todo lo que tenía que ver con su salud. Hacía un año que finalmente se habían casado e iniciado una vida juntos... Sin embargo, en el sentido sexual, las cosas se habían complicado desde entonces. Ya no era como antes.

Y no precisamente porque la llama se hubiera apagado.

Podía sentir en cada mirada suya el anhelo.

Pero también... el miedo.

Ante sus ojos, ella era un frágil cristal que no podía lastimar tanto. Y aunque intentaba convencerlo de que todo estaba bien, era... difícil. Allen no podía permitir que volviera a estar en una situación tan peligrosa, lo sabía. La amaba tanto que sacrificaba sus propios deseos solo por su bienestar.

Pero... aun así le dolía.

Porque no quería que nada cambiara entre ellos.

Aunque lo había hecho, casi de forma inevitable. Allen procuraba incluso usar protección en cada encuentro que tenían que, por cierto, cada vez sucedía con menos frecuencia. Él no lo confesaba, pero ella lo sabía.

Allen tenía miedo de embarazarla.

Y tenía bases para ello.

Los doctores habían sido muy claros con todos los cuidados que ahora llevaba, porque a pesar de tener una vida normal, tenía ciertas limitaciones impuestas, sobre todo físicas. Y embarazarse era una de ellas. No obstante, sí era posible.

Pero... riesgoso.

Ya lo había hablado con él y dejado en claro su postura: no importaba a lo que tuviera que enfrentarse, en algún momento quería tener un hijo, el fruto del amor que los dos habían construido y superado sobre todas las dificultades...

—Becca, podemos adoptar... No es tan malo, piensa en que yo lo fui. ¿No quisieras darle esa oportunidad a un niño sin hogar y sin padres? —había dicho Allen en su intento por hacerla cambiar de opinión.

No sonaba mal, pero ella tenía una ilusión.

—Los doctores dicen que es posible si llevamos todos los cuidados, no creo que sea tan peligroso... Yo aceptaría adoptar, pero antes quiero intentarlo. Si no es posible, entonces lo haremos. ¿Te parece?

Él había negado, preocupado.

Y tal vez un poco molesto.

—Lo siento, Becca, pero no está en discusión. No vas a embarazarte porque eso puede ponerte en riesgo, y no pienso vulnerar tu vida. Ni siquiera por...

—¿Ni siquiera por un hijo nuestro? —le había cuestionado con dolor.

Allen tragó saliva.

—Mi padre me donó su corazón, Allen.

Sus ojos oscuros bordeados de oro parecieron derretirse.

—Eres lo más importante en mi mundo, Becca. No quiero anteponer un deseo nuestro si el costo es tu vida, ¿no lo entiendes? Quiero mantenerte con vida, mantenerme con vida...

Sintió las lágrimas anegarse en sus ojos.

—Estás siendo egoísta, porque si nunca podremos intentarlo, entonces nada de esto vale la pena. ¿Qué sentido tiene?

Allen contrajo el rostro.

—¿Te refieres al sentido de que estemos juntos? —sacudió la cabeza, exasperado—. Estar juntos tiene todo el sentido simplemente porque nos amamos...

Se había limpiado una lágrima.

—¿Nunca vas a cambiar de opinión?

Los ojos de Allen no titubearon.

—No si eso pone en riesgo tu vida.

Sintió algo romperse en su pecho, pero lo soportó.

—Bien, solo que resulta que yo soy la dueña de mi propia vida.

Entonces se marchó.

La joven suspiró al rememorar aquella dura conversación que habían tenido. Y aunque habían transcurrido un par de semanas en las que no la había tocado, al final lo había hecho. Sin embargo, en aquella ocasión, ella le había entregado el preservativo.

Uno roto.

Sabía que había traicionado su confianza, pero no se arrepentía. Y es que... había pasado tantas noches soñando con un niño que lo mínimo que podía hacer era tratar de traerlo a la vida. Ella era fuerte, lo superaría.

Criarían a sus hijos juntos.

Lo sabía.

Respiró hondo y se levantó decidida hacia el baño para... sacarse de dudas. No era tonta, sabía que su retraso menstrual podía resultar consecuencia de un... Sin embargo, podía no tratarse de uno como tal y solo podría deberse al estrés de tanto pensarlo, pues solo había tenido un encuentro con Allen sin ningún tipo de protección...

Tragó saliva y preparó el pequeño artefacto que le indicaría una respuesta a sus interrogantes, una que podría cambiarle la vida para siempre. Y no iba a engañarse, moría porque sus deseos se hicieran realidad, pero debía mentalizarse para esperar cualquier cosa y no destruir tanto sus ilusiones.

Una vez que leyó todas las instrucciones, prosiguió a seguirlas con cuidado. Era sencillo: dos rayitas indicaban positivo y una sola indicaba negativo. Así, luego de algunos minutos, dejó la prueba sobre la mesita del baño. Debía esperar un poco para conocer finalmente el resultado.

Tres minutos.

Seis minutos.

Se mordió el labio inferior mientras esperaba.

Tenía los ojos cerrados, nerviosa hasta la quinta potencia. Se relajó y luego de un pequeño respiro, abrió los ojos. Lo primero que miró fue la prueba sobre la mesita de baño. Y lo que indicaba en su parte central.

Dos rayitas.

No fue consciente de nada más, solo de una lágrima que recorrió su mejilla en silencio hasta que se perdió más allá de su mandíbula. De pronto, el niño que veía en sus sueños cobró vida.

El resultado era positivo.

Estaba embarazada.

—¿Becca? —reconoció la voz de Allen segundos antes de que él tocara la puerta del baño—. ¿Estás ahí, cierto?

—Sí, estoy aquí —respondió con la voz temblorosa.

Y es que estaba casi en estado de shock.

—¿Estás bien?

Allen sonaba ansioso, y sabía que se moría por entrar. Sin embargo, no respondió porque estaba absorta en todo lo que pasaba por su mente. Por eso, casi no se dio cuenta cuando él no soportó y decidió entrar para saber qué sucedía.

Lo tenía justo enfrente, a la altura de su rostro ligeramente encorvado. Sus extraordinarios ojos la examinaron con desconcierto y confusión, tal vez porque era evidente que estaba llorando.

Ojalá tenga tus ojos, no pudo evitar pensar.

—Becca, ¿me vas a decir qué está pasando con...?

Pero su mirada fija en la prueba la delató.

Él la siguió casi en automático.

Se hizo un silencio sepulcral.

—¿Eso es...? —no terminó la pregunta.

Allen se irguió y avanzó con lentitud para mirar de cerca el pequeño objeto que había sobre la pequeña mesita de baño. Si estaba en lo cierto, sabía qué era a simple vista, pero no podía ser. Negó con la cabeza, con una rotunda respuesta negativa hacia lo evidente.

—¿Qué clase de broma es esta, Becca? —su tono de voz sonó frío, casi filoso.

La joven se estremeció.

Él no se daba cuenta, o tal vez sí, pero la estaba hiriendo.

—Estoy embarazada, Allen —soltó a secas.

Y luego lo miró.

La expresión que pasó por el rostro del hombre que amaba sin duda le rompió el corazón. Daba lo mismo si le hubiera dicho que tenía cáncer, o que moriría dentro de pocos meses por algún tumor maligno.

—No, eso no es posible... —susurró él, casi furioso, derrotado—. Me cuidé en todas las ocasiones, me juré no poner en riesgo tu vida y... ¡dime qué fue lo que hice mal!

Las lágrimas comenzaron a brotar porque no podía resistir que su esposo estuviera recibiendo de esa manera la noticia, aunque lo esperaba. No obstante, tenía una pequeña esperanza de que no fuera así.

—¡No hiciste nada mal! —respondió rabiosa sin mirarlo a la cara—. Yo fui quien... rompió las reglas. Yo quería embarazarme y... lo hice.

Se atrevió a mirarlo, pero eso le provocó un esfuerzo doloroso. Prácticamente estaba confesando que lo había engañado y traicionado de la peor manera...

Allen lucía terriblemente decepcionado.

—La última vez que me diste tú el preservativo... ¿estaba roto? —preguntó casi sin aliento.

No respondió.

Y esa fue la respuesta.

—Perdóname, Allen —sollozó con un cúmulo de emociones vibrantes en su ser—. Pero si no lo hacía, tú nunca desistirías.

Entonces él contrajo el rostro y sus ojos se anegaron de lágrimas que luchaba por contener. Apretó los puños y se recargó en la pared.

—Tú eres mi vida, Becca, y ahora la acabas de poner en riesgo solo por un acto egoísta que no pudiste contener —comenzó a decir con la voz cargada de sentimiento—. ¿No pensaste ni un segundo en que tú eres el motivo de mi existencia?

No podía mirarle a los ojos sin sentirse casi culpable.

Pero... en realidad es que no lo sentía.

Porque ya amaba a ese pequeño ser que crecía dentro de ella.

Ya nada podría cambiar su decisión de tenerlo.

—Vamos a lograr esto juntos, Allen. Yo soy fuerte y tú... también lo eres, sé que todo saldrá bien porque así lo he soñado —masculló entre jadeos.

Pero la expresión de Allen era de la misma desesperanza.

—No digas eso, Rebecca.

Su labio inferior tembló.

—¿No estás... ni un poco feliz? —le costó pronunciar.

Sus ojos volcánicos se oscurecieron.

—Yo no lo decidí, Becca, yo no decidí perderte.

Y luego se marchó.

La puerta se quedó abierta y ella se quedó sola.

Con sus sueños y felicidad partida en dos.

—Pero no me vas a perder, Allen, lo prometo...

No importaba lo que sucediera de ahora en adelante, nada se interpondría en sus ganas de luchar para tener a su pequeño hijo en sus brazos. Al pequeño Allen que vivía en sus sueños...

Nada.

Ni siquiera su propio corazón.


***

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