Eviterno || Terminada

By MsMistery19

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Una destinesia, había llegado dónde estaba ella, a su mundo, el problema es que había olvidado cómo volver al... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capítulo 15
Capitulo 16
Capítulo 17
Capitulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capitulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Final
Epílogo
Nota
Nota
Nota.

Capítulo 23

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By MsMistery19

Por más que busques en otros jardines no encontrarás la misma flor.

Pov Narrador Omnisciente.

2/?

Un pequeño pelinegro corría con su globo de color azul mientras hacía ruidos con su boca, el viento pegaba en su cara y se sentía cómo si huía de una película de acción en dónde habían autos, mafiosos y balas. El pequeño era el que huía de las balas y su escudo era su globo color azul.

—¡Push! ¡Tuntuntun! ¡Corre, Tony!— Decía el pequeño niño saltando por la acera de aquél parque, sin soltar al globo de su pequeña mano.

Corrió hacia los arbustos de aquél parque y tomó una rama seca, para el pequeño Tony era su arma de fuego. El pequeño asintió con su cabeza tomando valor saliendo de su escondite.

—¡Pum, pum, pum!— Decía el pequeño apuntando con su arma derribando a dos de sus enemigos.

—¡Globi, cuidado!

Gritó de pronto quitando a su globo de color azul evitando que cayeran balas a su amigo fiel, pero fue tarde el globo era explotado por una de las rocas que lanzaban los niños que siempre molestaban al pequeño Tony Betancourt.

—¡Ja! Pobrecito, perdió a su tonto globo.— Llegaba otro niño castaño levantando al pequeño pelinegro quién lloraba por su globo.

—¡Deja de llorar! ¡Pareces una niña!— Gritaba el castaño pequeño con sus otros dos amiguitos que solo se reían de Tony.

—¡No estoy llorando!— Gritaba el pequeño Tony sacando el pecho limpiando sus lágrimas.

Alejandro, el niño que molestaba a Tony, le ganaba en estatura y fuerza al pequeño pelinegro, entonces lo empujó bruscamente haciendo que el pequeño Tony cayera abruptamente al suelo, el pequeño pelinegro se quejó al sentir cómo rocas pequeñas se introducian a sus pequeñas manos sacando sangre de sus palmas.

—¡Ey! ¡Déjenlo!— Se escuchó una vocecita.

Los pequeños hombrecitos miraron cómo una pequeña castaña llegaba con sus pequeñas manos apretadas en forma de puños y su ceño fruncido.

—¿Y tú qué quién eres?— Preguntaba Alejandro burlón a la pequeña castaña.

— Soy Daniela. Deja a ese niño.— Respondió la pequeña castaña con enojo.

—¿Y qué me vas a hacer? Eres una niña debilucha, cómo todas.— Mencionó el pequeño Alejandro riendo con los otros dos amiguitos.

— Debilucha tu abuela.— La pequeña Daniela empujaba a un Alejandro de un golpe en su nariz.

—¡Váyanse!— Agregó la pequeña castaña con enojo.

Los 3 pequeños se fueron asustadizos ante la castaña, el pequeño Tony alzó su vista viendo a una pequeña castaña dándole su mano, la tomó parándose del suelo.

—¿Cómo te llamas?— Preguntó una pequeña Daniela sonriente a el pelinegro.

— Soy Tony.— El pequeño Tony le daba su pequeña mano lastimada sonriendo.—¿Quieres ser mi amiga?— Agregaba el pelinegro, Daniela frunció los labios.

El pequeño Tony miraba a la castaña con una sonrisa, lo había salvado de los mafiosos, así que tenía que ser su amiga por siempre, para el pequeño están claro.

— Bueno, pero debes darme gomitas.— Aceptó la pequeña castaña queriendo sus gomitas.

— Vamos.— Tony se llevaba a Daniela corriendo lo más rápido posible para empezar a jugar con su nueva amiga.


Un pelinegro llevó sus manos a sus ojos limpiando sus lágrimas con una sonrisa al recordar cómo conoció a su mejor amiga. Tony sabía que su mejor amiga siempre lo había protegido, siempre le había ayudado en las buenas y en las malas.

— Soy una mierda.— Susurró con culpa al ver que él le había fallado a su mejor amiga.

Tony se sentía tan culpable, él no había estado para Daniela cuando más lo necesitaba, todo por las drogas y Gema. El pelinegro suspiró al recordar el nombre de la chica.

Se habían visto y cuando Tony recibió la llamada de que Daniela estaba mal, Gema provocó una discusión poniendo de excusa los "celos". Pero en realidad solo quería deshacerse del pelinegro de forma definitiva.

Claramente Tony no veía esa oscura intención disfrazada de engaño, él solo veía a una chica celosa que estaba enamorada de él, eso solo lo hacía aferrarse más a ella con todas sus fuerzas.

—¿Te quedarás ahí sin comer algo?— Mafe llegaba dónde estaba Tony sentado para sentarse a su lado.

— No tengo hambre.— Contestó el pelinegro con pocos ánimos.

— Ve a la cafetería, Tony. Dani no despertara ahora.— Mafe ponía su mano en la pierna de Tony dando un ligero apretón.

— Está bien.— Contestó él rendido, sabía que Mafe seguiría insistiendo.

Mafe vió cómo Tony se alejaba yendo a la cafetería, quedó sola bajando la vista al suelo, llenó de aire sus pulmones percibiendo cómo su corazón se apretaba con una punzada ante la idea de que su hija estuviera en un hospital.

«¿Soy una mala madre?» Pensaba dudando de todas las decisiones que había tomado últimamente.

Mafe salió de sus pensamientos al escuchar cómo enfermeros y médicos corrían por los pasillos, su corazón dió un vuelco violento sin entender que pasaba, su confusión se hizo más grande cuando todos los médicos entraban a la habitación de su hija.

Mientras médicos se encargaban de su trabajo, Tony llegaba a la cafetería pidiendo un café solamente, la chica se lo entregó una vez estuvo listo, Tony pagó el café y se dirigió a la salida de la cafetería otra vez. Sus pasos se detuvieron al ver a una mujer que conocía.

— Hola.— Saludaba el pelinegro una vez había llegado a la mesa en dónde estaba una morena.

— Oh, hola.— Contestaba María José saliendo de sus pensamientos, Tony señaló el asiento libre en la mesa, María José asintió dándole permiso para que se sentara el pelinegro.

—¿Lograste ver a Calle?— Preguntó Tony dando un sorbo a su café.

— Si, más tarde veré cómo la veo de nuevo.— Contestó la morena poniendo sus manos encima de la otra.

— No creo que sea posible, es más riesgoso.— Mencionó Tony torciendo el gesto.

— Bueno, de alguna forma u otra lo haré.— Contestó María José dando fin a la conversación.

—¿La quieres?— Tony indagaba sin pelos en la lengua a María José, la morena quedó en silencio.

— Es muy pronto para eso... Creo.— Se limitó a responder la morena.

Los sentimientos... Parecen un rompecabezas en cada ser humano, una pieza diferente por cada mente, por cada corazón, por cada sentir, por cada emoción.

Los sentimientos siempre terminaban jugando con nosotros los seres humanos. Era irónico cómo lo hacían, pero siempre terminaban jugando con nosotros, la ley de vida era que por más que negaras un sentimiento más crecía.

Generalmente el sentimiento que más negamos es el amor, siempre huimos del amor, siempre huimos de sentirlo, siempre huimos en soltar un te quiero, evitamos a toda costa dejarnos llevar y sentir. María José estaba negando un sentimiento y, muy en el fondo ella sabía que, lo que sentía por la castaña era muy grande.

— Bueno, nos estaremos viendo, Garzón.— Se despedía Tony de la morena con una pequeña sonrisa.

— Dime Poché, Tony.— Respondió la morena, el pelinegro asintió sonriendo mientras se iba.

«¿Te quiero, Dani?» Pensó la morena en un suspiro.

Casa Montecinos.

Siempre nos dejamos llevar por el enojo, la rabia, por cómo nuestra sangre hierve dentro de nosotros calentando nuestros rostro de total enojo y frustración. Por eso siempre soltamos palabras hirientes, palabras que duelen y se quedan grabadas en tu memoria cómo un tatuaje que es imposible de borrar.

Eso siempre había pasado en la familia Montecinos, la cabecera del hogar Leonardo Montecinos siempre escogía las malas palabras en los momentos de enojo con sus hijos. Para él no era fácil, no era fácil después de quedar cómo padre soltero tras la muerte de su esposa.

—¡No me importa, Wiliam! ¡Eres un estúpido!— Gritaba el director Montecinos a su hijo mayor.

—¡¿Y a ti qué más te da, papá?! ¡Es mi vida!— Respondía Wiliam a gritos también.

—¡Y mira lo qué haz hecho con ella! ¡Eres un mequetrefe tras las faldas de una mujer!— Respondió Leonardo haciendo una mueca de desagrado.

—¡Es la mujer que amo!— Gritó Wiliam apuntando a su padre con su dedo índice.

—¡Es una cualquiera!— Respondió Leonardo, no esperaba que su hijo se fuera encima de su padre tomándolo de la solapas de su traje.

—¿Me vas a golpear?— Retó Leonardo a su hijo con los dientes apretados.—¡Anda! ¡Pégame por decir la verdad! ¡Estás detrás de una cualquiera!— Wiliam apretó su mandíbula soltando a su padre bruscamente.

—¡Púdrete, papá!— Salía Wiliam des despacho de su padre echando humo por las orejas.

Wiliam pasaba por la sala de la casa buscando la salida, pero chocó con su hermano menor, el chico venía de la calle, se notaba porque traía su cabello despeinado y su típica chaqueta de cuero con la que andaba en moto.

— Ey, ey. ¿Adónde, hermano?— Preguntaba Roy a su hermano Wiliam deteniendolo.

— Ahora no, Roy.— Contestó Wiliam tomando el puente de su nariz.

—¿Peleaste con papá otra vez?— Indagaba el chico con precaución, Wiliam suspiró.

— Ya sabes la respuesta.— Se limitó a responder el hermano mayor con fastidio hacia su padre.

Wiliam y Roy siempre se han llevado bien, han Sido hermanos muy unidos, apoyándose siempre en todo. Eso no cambió aún y cuándo Leonardo el padre de ambos chicos corrió a William de su hogar cuando solo tenía 19 años.

Wiliam no lo dudó y simplemente se fue de casa dejando a Roy solo con su padre. A pesar de todo, el señor Montecinos siempre le dió lo mejor a su hijo, estudios en el extranjero, dinero y comodidades algo que Wiliam no tuvo.

Roy sabía que su padre estaba mal, por eso siempre apoyaba a su hermano, pero estaba vez Roy no estaba tan seguro de apoyar a su hermano. Había perdido todo por una mujer que a kilómetros de distancia se notaba que no lo amaba.

— Hermano, debes pensar bien lo que haces.— Dijo el castaño posando la mano en el hombro de Wiliam

— Me voy, mañana tengo una cita.— Mencionó Wiliam asintiendo con la cabeza, Roy asintió.

— Cuídate, hermano.— Ambos chicos se abrazaron y Wiliam salió por la puerta del que fue su hogar una vez.

Día siguiente.

María José se despedía de su hermana una vez estaba en casa ya dada de alta, la morena había contratado a una enfermera que estaría a los servicios de su hermana mientras no estaba en casa. La morena había dejado una parte de su ser en el hospital, sabía que ahí estaba su Dani y eso le calaba los huesos, quería estar con ella a todo momento.

Por otro lado sabía que tenía una cita importante para obtener finalmente su libertad. Su mente recordó la llamada de ayer con aquél hombre, el hombre solo le dijo una dirección en dónde encontrarse para luego colgar la llamada, para la morena aquello había sido más que raro, pero tenía que descubrir los secretos de su aún esposa.

María José suspiró con algo de preocupación, antes de venir del hospital Tony el mejor amigo de Daniela, le había comentado que la castaña ayer estaba a punto de tener una convulsión cerebral, eso le ponía los nervios de punta a la morena. Solo rogaba a todos los santos que su Dani estuviera bien.

— Mierda es tarde.— Exclamaba al ver su reloj.

La morena subió a su coche rápidamente encendiendo éste, lo arrancó y se dirigió al restaurante al que había sido citada para cambiar su destino.

(...)

— Bueno días, el señor Montecinos me espera.— Hablaba la morena al camarero, el chico miró la lista y asintió.

— Sigame por favor.— Respondió dándole el paso a la morena.

Caminó unas cuantas mesas con el chico hasta que llegó a una mesa en específico. María José se encontró con un hombre fornido, musculoso, una melena larga despeinada dando un toque atractivo, una barba cubriendo su rostro. Pudo observar un tatuaje en su muñeca izquierda.

— Buenos días.— Saludó la morena al hombre, él se paró de su asiento abriendo la silla a la morena.

— Buenos días. Wiliam Montecinos.— El hombre le tendía la mano a María José, ella la tomó.

— María José Garzón. Un gusto, Wiliam.— Contestó ella curvando una sonrisa con sus labios.

— Iré al grano, así no pierdes tu tiempo.— Dijo el castaño de ojos negros posando sus codos en la mesa.

— Te escucho.— Respondió María José cruzando sus dedos.

— Estoy apoyándote por dos razones,— Habló Wiliam llevando su cabello hacia atrás.— La primera razón es porque quiero que Emilia sea libre,— El castaño chasqueó su lengua.— La segunda razón, es porque quiero saber el paradero de Emilia... Así me dice que hizo con mi hijo.— Soltó Wiliam haciendo que la garganta de María José se seque.

—¿Hijo?— Preguntó María José frunciendo el ceño mientras veía al hombre frente a ella.

«¿Un hijo?» Pensaba María José tratando de unir las piezas en su cabeza.






























AMOR PROHIBIDO MURMURAN POR LAS CALLES.

Mañana sigue el maratoooón.

Son los mejoreeeeees, somos más de 10k lecturas en Eviterno.

Conozcan a los otros personajes...

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