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CAPÍTULO VEINTE
🗯️ CITAS EN ARGADA.
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▌ Primavera, 2014
June había pasado su vida pensando que tener una relación se trataba de ser cursis, actuar como dos personas tontas y pretender que todo es perfecto. Nunca tuvo un buen ejemplo cerca, no tenía dos padres felizmente casados y también creció huyendo del apego porque su corazón estaba fracturado.
Pero Steve Rogers era el hombre perfecto para ella.
Su poca experiencia, paciencia y encanto eran todo lo que June necesitaba para entender que el romance no era algo tonto, era hermoso. Ni siquiera había cambiado la dinámica, continuaban siendo el par de amigos que descubrían como vivir en una época que no entendían, pero Steve podía decirle lo bonita que lucía y mirarla con adoración sin que fuese raro. Y June podía sonrojarse sin querer ocultarlo.
Ella creía en el amor, no era tan escéptica. Había mucho amor dentro de ella, pues amaba a su madre y a sus hermanos, pero nadie nunca la había amado fuera de eso, fuera de las personas que debían amarla. Y no estaba diciendo que amaba a Steve, pero estar con él, con el molesto hombre con el que tuvo que salvar Nueva York dos años atrás, había hecho que la decisión de permanecer en la Tierra valiera por completo la pena.
Sin embargo, no querían decírselo a nadie. La cosa del amor, y la especie de relación que tenían, era algo completamente nuevo para los dos, y personas encima intentando presionarlos o preguntándoles cosas que todavía ellos ni siquiera sabían, harían que la situación perdiera el encanto muy rápido. Y por supuesto que, a esas personas, se referían a la familia Stark-Heller, quienes ya habían cumplido su objetivo, pero no lo sabían.
Y habían pasado casi dos meses desde que esa «situación» había comenzado.
Aunque June nunca había tenido una relación con alguien, o realmente nunca le había gustado una persona como le gustaba Steve, sí tenía una larga lista de otro tipo de experiencias, y no sabía cómo preguntarle al Capitán Rogers si él ya había tenido sexo con alguna persona. Por un lado, consideraba que él siempre le decía que las mujeres sólo le prestaban atención a Bucky cuando era joven, pero, el Capitán América, en los cuarenta, fue posiblemente el hombre más amado y apuesto del país, ¿de verdad ninguna mujer había logrado conquistarlo? Quería pensar que la respuesta era sí, ya que ella nunca se había sentido mal por la forma en la que decidía disfrutar su sexualidad, pero de verdad quería que existiera al menos una cosa en la que los dos no fuesen unos inexpertos, porque era un poco frustrante.
Y no lo diría en voz alta, pero deseaba, mucho, hacer algo más con Steve que no fuese ver películas abrazados o darse un tierno beso de buenas noches. Sólo que no sabía cómo preguntar.
Intentaba no hacerlo, pero era imposible no darse cuenta de lo atractivo que él era, y su imaginación era bastante juguetona. Había tenido, incluso, un sueño del que no se sentía orgullosa, noches atrás. Al mismo tiempo, era un alivio haberlo tenido.
Pero, esa noche, era noche de cena, así que estaba decidida a preguntar de una vez por todas algo que, según ella, era algo normal. Al menos, sí estaban intentando algo, con pasos muy pequeños, pero lo intentaban. No tenían mucha prisa para nada, excepto en aquella situación para June. Tal vez estaba acostumbrada a que las personas quisieran tener encuentros sexuales con ella sin tomarse el tiempo de conocerla un poco.
—¿No te cansas de la comida mexicana? —cuestiona Steve, mirando lo que había sobre la mesa.
—No, es picante, me gusta. Y, además, fue tu idea comerla la vez que nos vimos en Brooklyn.
—¿Esa podría ser... nuestra primera cita?
—No —responde June rápidamente—. Nuestra primera cita fue en San Valentín. Es mucho más romántico y es una buena historia para contar.
¿Contar a quién? Pensó Steve. Realmente, a él no le molestaría comentarles a las personas que estaba intentando algo con June. Le haría feliz, pero prefería seguir los deseos de ella, pues le causaba mucho más pánico pensar en medio de las burlas de su familia, o en preguntas, así que le dijo que pensaba exactamente igual.
Pensó que tal vez debía ser honesto, pero June estaba feliz, y eso lo ponía feliz a él.
—Bien —acepta—. No acostumbré nunca a besar a la chica en la primera cita.
—Siempre hay una primera vez —la castaña le guiña el ojo.
—¿Tú lo habías hecho?
La castaña permanece en silencio. Ella no se consideraba realmente una terrana, pues, aunque detestaba haberse criado en Argada, técnicamente ese era su hogar. Y en su planeta, no acostumbraba a tener citas, al menos no como lo que había estado haciendo con Steve. Más bien, coqueteaba un poco con alguien, y minutos después estaba teniendo un encuentro sexual que sería vigoroso, pero lo olvidaría con el paso de los días.
—Algo así —responde—. ¿Quieres enchiladas o tacos?
—¿«Algo así»? —cuestionó el rubio, con un tono curioso. Ella lo mira, esperando una respuesta ante su pregunta sobre la comida—. Oh, enchiladas. ¿Cómo eran tus citas en Argada?
—Eran... bueno, no diría que eran citas —comienza a servir el platillo—. ¿De verdad quieres saber?
—Sí, yo te conté que a las chicas les gustaba ir a bailar, pero nunca les gusto hacerlo con alguien a quien podían pisar —se encoge de hombros.
—Eres un bebé. Eso fue hace mucho —ella se burla—. Y yo te enseñaré a bailar, porque sí eres pésimo.
El rubio se ríe ligeramente.
—¿Entonces? —retoma el tema.
June lo observó por unos segundos. Ah, ¿qué más da? Él jamás me juzgaría.
—Bueno, yo no salía mucho del cuartel más que para cumplir mis misiones de Capitana Rebel June —Steve sonríe al escucharla—, pero era gigantesco, así que no me importaba mucho. Existían muchos equipos de combate que se turnaban en sus funciones. Varias veces todos nos reuníamos para beber algo, y rara vez coincidíamos seguido. Así que, no era una costumbre para mi compartir una comida con alguien o... o algo más que no fuese un trago.
—¿Entonces solo bebían y eso era todo?
—Eh, no —ella suelta una pequeña risa nerviosa—. Casi siempre tenía sexo con esas personas —suelta sin más rodeos.
June le da un bocado a su comida, evitando pensar en el rostro de la reacción de Steve. Y no estaba juzgándola, pero estaba evidentemente sorprendido al saber que todo indicaba que tenía un mucho más extenso historial de personas y experiencias. Eso lo dejaba rezagado y pensativo.
Mientras tanto, la castaña considero que tal vez debió mentir. Tal vez decirle que sí tenía citas de vez en cuando en Argada, de cualquier modo, Steve jamás conocería Argada y jamás conocería a nadie más proveniente de ese lugar. Pero no quería empezar esa relación con mentiras, además de que tenía pendiente una pregunta.
—Oh —dice él—. Eso está bien.
—Sí, bueno, ¿tú alguna vez has tenido... sexo con alguien?
En cuanto la mujer termino de hablar de manera torpe como una joven adolescente hablando de sexo por primera vez, su teléfono comenzó a sonar con el tono especial que tenía para su sobrina. Eso hizo que perdiera la concentración rápidamente, pues no dudo en alzar el aparato para responderle a la niña, podía ser cualquier clase de emergencia, y aunque no lo fuera, como regla, siempre tenía que responderle a Andy.
—Hola, Cherry Bomb —la apoda, como había acostumbrado los últimos meses.
—Hola —responde ella, con cierto tono de frustración—. June, no encuentro mis guantes amarillos y mañana tengo una clase muy importante, son de la suerte. ¿No están por ahí?
—Bueno, los trajiste la semana pasada —hace memoria—. Espera, voy a buscarlos.
Quill se levanta de su asiento, para comenzar a indagar en la cocina, en busca de lo que, para su sobrina, era una evidente emergencia, y si para ella lo era, para June también. Abrió los estantes, busco también entre los sillones y en todo caso, Steve se habría ofrecido a ayudarle, pero estaba considerando la respuesta que tenía para la pregunta que le había hecho segundos atrás.
June se aproximó a buscarlos en su habitación, pues ambas dormían ahí cada que hacían sus pijamadas, de vez en cuando olvidaba ropa o zapatos. Conocía que esos guantes eran importantes para su sobrina, lo cual la enternecía, y encelaba al mismo tiempo, pues su otra tía Acacia Heller se los había regalado años atrás. Siempre sentía que estaba compitiendo con esa mujer.
—¡June! Los encontré —exclama la niña.
—Yo los encontré —escucha una voz extra, la de Tony—. Debes cuidar mejor tus cosas...
—Sí, ya —Andy le resta importancia—. Perdón por molestarte, te quiero. Adiós.
—Nunca me molestas. Suerte con tu clase, te quiero.
Ambas terminaron con la llamada después de eso. June sonrió ligeramente al pensar en su sobrina siendo una gran chef algún día, así que tenía que encargarse de hacer el mundo un lugar seguro para ella.
Con ello, la castaña había olvidado por un pequeño momento que Steve se encontraba esperándola con la comida enfriándose sobre la barra de la cocina. Guardo el teléfono en el bolsillo trasero de su pantalón, para después regresar a seguir la conversación que dejaron a la mitad. Sin embargo, se impresionó cuando miró a una tercera persona sentada frente al rubio.
—Traje vino —la pelirroja alza la botella—. Lo siento, espero no haber interrumpido nada.
Hay un evidente tono de sarcasmo en el tono de voz de Natasha, pero June únicamente puede sonreírle, pretendiendo estar feliz por la inesperada visita, aunque la cena transcurrió de una manera ligeramente incómoda para ellos dos. Ambos querían continuar conversando sobre un tema relevante para su relación, así que se dieron tan solo un par de miradas mientras terminaban de comer y conversaban sobre temas triviales.
Y justo cuando consideró que los dos podían continuar la sesión de preguntas y respuestas sobre su vida sexual ya que Natasha se fuera, Steve fue el primero en abandonar su apartamento y dirigirse al suyo.
Qué manera de haber disfrutado su noche de cena.
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