PROHIBIDA [+18] ✔️ (COMPLETA)

By thebabypes

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Klaus, uno de los guardaespaldas más requeridos, recibe una suculenta oferta de trabajo que podría jubilarlo... More

S I N O P S I S
P R Ó L O G O
U N O | O F E R T A 👠
D O S | E N C U E N T R O 👠
T R E S | S E Ñ O R I T A 👠
C U A T R O | V I G I L A N C I A 👠
C I N C O | I N Q U I E T U D E S 👠
S E I S | M A N O S 👠
S I E T E | A S C E N S O R 👠
O C H O | S E D U C T O R A 👠
N U E V E | G U A R D A E S P A L D A S 👠
D I E Z | F U E G O 👠
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E P Í L O G O
C A P Í T U L O E X T R A | M E R A K I
GATO; Deséalo y perderás

V E I N T E | A R D I E N T E 👠

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By thebabypes

«Temo perderla y esa imagen, esa horrible imagen, no para de venirme a la mente»

Klaus

El silencio del coche no era incómodo para las personas que se encontraban dentro de allí.

Ágata miraba el premio que tenía en mano mientras se preguntaba si realmente se lo merecía. Aún no podía creerse que se lo hubieran dado y que hubiese tenido el valor de decir tales cosas en directo, delante de antiguos compañeros.

Sonrió, a la vez que un Klaus la miraba de reojo de vez en cuando, solo cuando podía hacerlo ya que era el que conducía. Ya ni discutían si Ágata podía o no sentarse en el lado del copiloto, como estaba ahora mismo. Él directamente le abría la puerta para que se sentase a su lado.

Por culpa de algunas obras que estaban haciendo por las mañanas en aquella calle, aquella noche Klaus tuvo que cambiar de dirección para dirigirse hacia una carretera solitaria llena de árboles. También era una forma de evitar algún tipo de sorpresa, pero por mucho que huyeses, las cosas a veces no salían como uno lo planeaba. Y él le parecía extraño todavía que aquella noche fuese tan tranquila.

Si Le Goff hubiese deseado asesinarla, lo hubiese hecho en directo mientras recogía aquel prestigioso premio. Pero parecía que eso no era lo que quería. Entonces, ¿a que estaba esperando Le Goff? O quien quiera que estuviese detrás de él. Porque claro, Ágata todavía no había hablado con Klaus sobre ese tal Zeus y que tanta información le había dado.

Ágata le había prometido a Zeus que no podía hablar nada de lo que él le había dicho, de no confiar en nadie sino en Klaus y en alguien más. Pero eso eran temas a parte.

Klaus la mira y sonríe.

—No tenías que agradecérmelo en tu discurso.

El hombre no paraba de darle vueltas a todos los sentimientos que tenía por ella desde hacía meses, cosa que se había incrementado día a día. Y ver que le había agradecido a él antes que a su prometido... Aquello si que era una declaración en toda regla y no paraba de darle vueltas a sus sentimientos.

—Sin ti y sin tu equipo no seguiría con vida. —Lo miró con aquellos hermosos ojos de ella y continuó. —Deberías ser más orgulloso, Niko.

Él cambió de marcha y colocó su mano sobre el muslo de ella, cuando tenía toda la carretera libre, en aquella oscura noche del viernes.

—Ni has nombrado a tu prometido —murmuró, tratando de saber que es lo que había pasado entre ellos 2.

Una pequeña risa amarga salió del fondo de ella para contestar;

—¿Gabin? ¿Quién te ha dicho que siga siéndolo?

Juró que su corazón le empezó a latir más fuerte de lo normal y la miró unos segundos fugaces antes de volver su vista hacia la carretera solitaria.

—¿Acaso...? —No acabó la pregunta.

Ágata sacó un suspiro y miró hacia las vistas de la ventana-

—Es complicado. Tengo que hablar con él mañana.

Él asintió y cuando fue a retirar la mano del muslo de ella, la joven la colocó sobre al de él para que no la retirase si no era solo para cambiar de marcha.

—¿Qué vas a hacer después de esto?

Ágata sabía a lo que se refería, lo sabía muy bien. Alejarse de la fama después de estar tantos años en ella, no era nada fácil. Al menos, iba a ser difícil. No sabía como tratar de hacerlo o a donde irse, para que nadie la reconociera. Quizás a algún país muy alejado del continente europeo. Pero el paso más grande lo había dado, ahora solo faltaba alejarse de todo lo que le hacía daño.

—Me aseguraré de que mi hermano estará a salvo y me iré lejos, donde solo yo lo sepa...  —murmuró, mirando las manos de ellos juntas.

Y la pregunta de Klaus fue bastante directa.

—¿Sola?

Ella lo miró, enseñando sus hermosos dientes.

—Solo si tu quieres.

Klaus se contagió de aquella hermosa sonrisa y no hablaron más en todo el recorrido. Lo que necesitaban hablar ya lo habían hablado, aunque siempre estaría esa sensación y necesidad de seguir hablando entre ellos.

Klaus captó por el espejo retrovisor, como 2 luces aparecían corriendo en su campo de visión, iluminando la parte trasera de los asientos de ello y haciendo que ambos se mirasen, sabiendo que es lo que significaba.

Él apretó el acelerador, pero tan rápido como lo hizo, otra luz, esta vez, frente a ellos, vino corriendo, haciendo que el guardaespaldas frenara en seco para no estamparse frente al de la moto.

Trató de dar marcha atrás, pero el coche estaba pegado al maletero y la moto estorbaba para poder sacar el Range Rover.

La mano de Klaus se colocó sobre ella y trató de evitar que saliera de allí.

La vio asustada, y le susurró;

—Pase lo que pase, ni se te ocurra venir. Pon el seguro del coche, ponte en el asiento del conductor y vete. No mires atrás.

Ella negó con la cabeza mientras veía como el de la moto se bajaba y se quedaba frente al coche.

—No pienso dejarte solo.

Los otros 2 del coche trasero se acercaron junto con su amigo de la moto, pero lo extraño es que no hicieron nada más, como si lo último que quisieran era hacer daño a Ágata. Era lo que más les había llamado la atención a ambos.

—Ágata, hazlo. No me hagas repetírtelo —respondió cabreado.

Él se bajó y Ágata cambió su asiento al del piloto, pero no arrancó el coche. Klaus miró a los 3 hombres que había frente a él y sonrió, analizando la situación, preparado para sacar su arma y defender a la joven.

—¿Ocurre algo caballeros? —preguntó con una mirada intimidante.

—Queremos a la guapa señorita que tiene detrás suya —contestó el más alto de todos, que le llegaba por la barbilla de Klaus.

El escolta sonrió lateralmente y movió la cabeza un poco, negando.

—Me da que no va a ser posible.

El más bajo de todos se acercó, metiendo su mano dentro de la chaqueta y amenazó al antiguo militar;

—Si no lo hace, le mataremos e iremos a por ella.

—Háganlo, pero no le pienso dejar que la toquen ni un centímetro —respondió con la mandíbula apretada, deseando cargarse a los 3 o, al menos, a la mayoría de ellos y llevarse a Ágata lejos, pero sabía que eso último de escapar junto son iba a ser posible.

Por ende, miró hacia atrás y le dio una señal a Ágata para que se fuera, pero ella no le hizo caso.

No había tiempo para discutir y uno de ellos se acercó con un bate de béisbol, pero Klaus era mucho más rápido, consiguiendo tumbarlo y quitarle el bate de las manos.

Otro sacó la pistola, pero Klaus corrió hacia él, tirando el bate hacia el rostro del que quedaba de pie y haciendo una maniobra, le quitó la pistola al que quería dispararle. La desarmó en menos de 3 segundos y la tiró lejos para que ninguno le diese tiempo a tomarla.

Pero Klaus era solo 1 y alguien lo sorprendió detrás, ahogándolo con una pequeña cuerda, arrastrándolo por el suelo. Otro de ellos tomó el bate y, sin piedad, comenzó a pegar al hombre por todo el cuerpo, intentando Klaus aguantar la paliza. Pero él era mucho más experimentado en esas cosas, en todo lo que había vivido en su antigua vida como militar. Estiró las piernas hacia el cuerpo del hombre que tenía frente a él y lo empujó con fuerza, cayendo sobre el coche, para luego deshacerse del nudo y tirar al suelo al que tenía a sus espaldas.

El tercero sacó su pistola que estaba guardada y disparó a las ruedas del coche, para que así la joven no se escapara, pero Ágata no iba a dejar solo a Klaus, a pesar de las súplicas de él porque lo hiciera.

—¡Sal y vete! —Al ver que no le hacía caso, repitió. —¡Corre, Ágata!

Pero uno le pegó un puñetazo y el otro se acercó para clavarle un cuchillo en el pecho, pero el escolta se había movido y le rozó en el antebrazo izquierdo, hiriéndolo.

2 lo tenían inmovilizado cuando el otro apuntaba al rostro del guardaespaldas y Klaus cerró los ojos, sabiendo que ese iba a ser su final, sin poder disfrutar de aquella vida que deseaba, sin poder cumplir la promesa que le había hecho a Black y sin poder ser sincero con Ágata sobre lo que sentía. Cerró los ojos y no miró el destino que le esperaba, solo quería que fuese rápido y que Ágata hubiese escapado ya, porque cuando miró al coche, la puerta del piloto estaba abierta, significando que Ágata ya se había marchado y, en el fondo, se tranquilizó de que ella pudiese escapar.

Cerró los ojos y esperó algo que no llegaba, aquel disparo en la cabeza, cuando escuchó un fuerte sonido, como el sonido de un hueso después de un fuerte golpe de algo pesado y el peso de un hombre cayendo al suelo.

Abrió los ojos y se encontró a una Ágata, la cual llevaba aquel premio que acababa de ganar en su mano llena de sangre y al hombre que tenía la pistola en el suelo, inconsciente.

El segundo miró para la joven, pero ella fue más rápida, tirándole el premio en el rostro y dejándolo también inconsciente en el suelo. Tomó el arma que había tirado el agresor y apuntó sin temblor alguno hacia el hombre que apuntaba con un cuchillo al cuello de Klaus; el último que quedaba.

En cambio, Klaus estaba asombrado por ello, por las cosas que estaba viendo de Ágata y no supo que decir. Parecía una diosa protegiendo a su amado y eso lo vio Klaus en aquel instante.

—¿De verdad quieres matarme? —preguntó el tercero, sin saber que decir.

—¿Tu que crees? —respondió ella—. ¿Te envía Le Goff?

Él negó, con seriedad en su rostro.

—No. Le Goff es el menor de tus problemas.

—¿Y quien te envía? —insistió.

La sonrisa burlesca de aquel hombre hizo enfadar más a la joven que sujetaba con fuerza el arma, pero que no se hizo pequeña frente a nadie. Estaba temerosa por la vida de Klaus y no quería perderlo por nada del mundo y ahí estaba, protegiéndolo como mejor podía.

Los ojos de ambos conectaron, pudiendo leerse y Klaus le dijo que siguiera adelante, que no tuviese miedo, que se estaba defendiendo.

El agresor habló;

—El que quiere verte muerta.

Klaus trataba de aguantar la mano de aquel hombre para que no le clavase más el cuchillo, teniendo cuidado de que no le cortase una vena importante de ahí y a la vez escuchaba lo que estaba diciendo.

Ambos se quedaron petrificados y las palabras de Zeus hicieron resonar en la mente de Ágata, que las recordó precipitadamente.

—¿Quién? —pregunta con los dientes apretados.

—Deimos.

Aquel nombre hizo dudar mucho más de quien era aquel hombre. Nadie lo supo, solo el agresor y quizás ni él sabía quien era ese tal Deimos que quería muerta a Ágata.

¿Era él acaso el que era más importante que Le Goff? Esa y miles de preguntas más se arremolinaron entre ambos, sin saber que decir.

Ágata vio el sufrimiento de Klaus, con el rostro cubierto de hematomas y el brazo sangrando por el cuchillazo que recibió de uno de ellos anteriormente. Se arrepintió de no tomar la iniciativa antes y de poder ayudarlo mucho antes, pero su cuerpo estaba tan estático que no reaccionaba. Pero desde un primer momento, su intención no era dejar solo a Klaus, jamás haría tal cosa.

Y con los dientes apretados y apuntando a la cabeza de aquel hombre, que seguro habría matado a muchas personas inocentes, Ágata susurró;

—Suelta a mi guardaespaldas.

Una risa amarga sonó del fondo de la garganta de él, mientras apretaba un poco más la garganta de Klaus, comenzando a salirle unas gotas de sangre y asustando a la joven por ello.

—¿O si no que? —La provocó—. Si me dispara me moverá y puedo clavarle el cuchillo en el cuello.

La joven rubia negó sin dejar de mirar hacia el sitio que dispararía.

—No si apunto bien.

De nuevo aquella sonrisa de «no podrías hacerlo ni aunque quisieras».

Aquello la hizo enfadar aun mucho más, provocándola a más no poder.

—Una señorita como usted no sería capaz.

Un sonido del arma que hizo ella, le mostró que sí.

—Ponme a prueba. —Y, una vez más, advirtió. —Suelta a mi guardaespaldas.

Pero las advertencias de Ágata no alertaron a ese hombre que creía que no le haría nada.

Él hizo un movimiento para rajarle el cuello a Klaus, pero no le dio tiempo a seguir, cuando el sonido de un disparo hizo explotarle la cabeza a aquel hombre, ensuciándolo todo de sangre y cayendo con el rostro desfigurado.

Un Klaus asombrado miró la escena y luego vio a la joven, que comenzaba a temblar por lo que acababa de hacer.

No quería matar a un hombre, pero ese hombre iba a matar a alguien muy importante de su vida. Si alguien le preguntase si se arrepentiría, ella diría que no.

Los otros 2 seguían inconscientes después del golpe que le había dado ella y Klaus se acercó a la joven, que todavía apuntaba con el arma, asustada.

La mano de él se colocó sobre ella y, lentamente, le retiró el arma de las manos, sin dejar de mirarla a aquellos hermosos ojos.

Ambos, callados, una mirando hacia el hombre que había matado y el otro mirando a esa muchacha que le había salvado la vida, dejaron que los minutos pasaran antes de que Klaus reaccionara.

—¿No te he dicho que te fueras? ¿En que idioma hablo para ti? —cuestionó Klaus, enfadado con esa joven.

Los ojos de Ágata miraron a los de Klaus y vio el daño que aquellos hombres le habían hecho a él y dijo;

—Hay que irse.

Ella fue a girarse, pero él la tomó del antebrazo.

—Ágata, cuanto te digo que te vayas no es por diversión. Es para que no te maten —advirtió, angustiado.

Pero la mirada seria de Ágata demostró algo más que Klaus jamás había visto; desasosiego.

—Si me iba, te matarían a ti.

Klaus apretó la mandíbula antes de decir;

—Es mi trabajo. Dar mi vida por ti.

Ella negó sin dejar de mirarlo con los ojos brillosos.

—No quiero que des tu vida por mi, quiero que sigas a mi lado.

Aquello despertó más sentimientos de lo que él jamás pensaría tener por una mujer. Lejos de que estuviese enfadado porque le desobedeciera, le había fascinado que ella fuera tan valiente y que, sin importar su vida, lo hubiese ayudado como en la escena del ascensor hacía meses. Se había enfrentado a 3 hombres por él y vio en sus ojos el miedo a perderle, un sentimiento mutuo entre ambos.

Él sacó su móvil y comenzó a marcar un número conocido para Klaus.

—Voy a llamar a un hombre que me debe un favor. Vive cerca de aquí y puede deshacerse de este cuerpo y hacer lo que quiera con los otros 2.

Cuando acabó con la llamada, Ágata seguía mirando hacia el hombre que había matado.

—Iré a la cárcel, ¿verdad? —cuestionó ella.

La mano de Klaus se colocó sobre la de ella temblorosa y murmuró;

—Ese hombre intentaba matarte a ti y a mí. Fue en defensa propia.

La negación de ella fue suficiente.

—Pero igualmente lo maté. —Lo miró a los ojos para continuar. —¿Y sabes que? Que no me arrepiento. Porque si no lo hacía te mataba a ti y con ese peso si que no podría vivir con mi consciencia.

Él continuó callado, serio y sin saber que decirle a aquella joven tan increíble que tenía frente a él. Solo miró la moto que había tras él y respondió;

—Conduce la moto y pararemos en algún motel para pasar la noche. Es peligroso seguir por aquí. —La preocupación en la voz de Klaus era evidente—. Si vinieron ellos, podrían venir más.

Ellos no dijeron nada más y ella condujo la moto. Durante ese trayecto, un Klaus agarrado a ella no paraba de pensar que cada vez eran mucha más peligrosas las escenas que vivía Ágata. Y, desde su experiencia, sabía como acabarían las cosas y se negaba a pensar que ese sería el final de la joven que sujetaba y protegía con su cuerpo.

En silencio, llegaron a un motel lejano del lugar, distanciado de todo y encontrándose con un pequeño pueblo. La joven, por órdenes de Klaus, aparcó en un lugar en medio de árboles, donde ningún asesino que fuera a matarla lo encontraría, ya que esa moto sería conocida por el grupo de Le Goff o ese tal Deimos.

Lejos de que Klaus tratara de acompañarla a pedir las habitaciones al hombre mayor que se encontraba en la pequeña recepción, Ágata insistió en que se quedara fuera para no asustar al hombre por las heridas de Klaus visibles.

Él la escoltó hasta llegar a la puerta y se quedó esperando, mientras la joven era atendida.

Una vez hecho, llegaron a la habitación, en la planta de arriba y ambos entraron sin decir ni una sola palabra.

Una Ágata bastante seriedad, lo ayudó a sentarse en la cama, en aquel pequeño cuarto de motel y se sentó a su lado, mirando la herida que tenía en el brazo.

—Tengo que curarte eso.

Colocó la cajita de primeros auxilios que pudo pedirle al recepcionista, diciéndole mentiras sobre una pequeña herida que ella misma se había hecho y lo abrió delante de Klaus.

—No es nada —dijo él mirando hacia un cuadro bastante soso que había en el cuarto sobre un paisaje pintado.

La joven elevó la ceja.

—¿A no? —se burló.

Metió su dedo índice y él se quejó, tratando de aguantar el dolor.

Una risa amarga salió de su garganta y miró al techo. Sin duda, Ágata no era cualquier mujer que hubiese conocido anteriormente en su vida. Con tan solo ver que, aun siendo él su escolta, ambos hacían un gran equipo y no se abandonaban el uno al otro, era más, hasta se unían más en momentos peligrosos y difíciles.

Lo que había entre ellos no era solo deseo sexual, había algo más, lo notaban en la mirada.

El alemán la miró fijamente, a la vez que la joven se echaba un trozo de mechón detrás de la oreja mientras preparaba las cosas para curarle las heridas.

—Contigo no puedo ser un guardaespaldas normal. —Ella lo miró al escucharlo—. Pareces tu mi escolta —bromeó, a lo que la hizo sonreír.

Pero su enfado volvió en su rostro y arrugó su frente, pero él no la tomó muy en serio en ese instante.

—Jamás vuelvas a darme órdenes y menos una como aquella. No pienso dejarte solo ante el peligro.

La ceja de Klaus se elevó y se le podía ver algo chulesco con ella en ese instante, provocando a la reina.

—Veo que una gatita no quiere recibir órdenes.

—No me gusta que me ordenen. Que te quede claro —susurró, haciendo que aquella atracción volviera en ese ambiente entre ellos—. Quítate la camisa.

Klaus sonrió y se ahorró aquel comentario humorístico que le iba a decir tras lo de la camisa, pero quiso ahorrárselo para no enfadar más a Ágata, ya que ya la había visto enfadada y, aunque le encantaba provocarla, no era momento ni lugar para hacerlo.

Hizo caso a las órdenes de la joven, callado y fue quitándose la chaqueta y la camisa, dejando su pecho fuerte al aire y tirando la ropa sucia por la sangre en el suelo. Ahí Ágata tomó el antebrazo de Klaus y tuvo una mejor visión del daño que le habían hecho, preocupándola bastante.

Bien era un corte, pero necesitaba puntos, por lo que preparó para desinfectar la aguja con alcohol y luego buscar un hilo para coserle.

—Tengo que coserlo. —Hizo bastante ruido con la cajita, buscando algo de hilo, y para su mala suerte no encontró nada—. Mierda...

Como segundo remedio, tomó un pelo de su cabello dorado y lo arrancó, para hacer un hilo de improviso y colocarla en el agujero de la aguja. Mientras, un Klaus asombrado por todo lo que estaba haciendo ella no dejaba de mirarla, a la vez que estaba callado sin decir nada.

Le limpió la herida, soplando suavemente para que no le escociera demasiado y luego lo miró a los ojos para decir;

—Te va a doler un poco.

—Lo sé; aguanto bien el dolor.

Ella empezó a cocerle la herida y él aguantó, a pesar de que no era demasiado agradable. No dejó de mirarla como hacía su labor, como estaba concentrada.

En ese instante, miles de cosas aparecieron en su mente, sabiendo que Ágata era una mujer mucho más valiente de lo que cualquiera pudiera imaginarse y eso era una de las muchas cosas que le fascinaban de ella. Sonrió porque, a pesar del enfado y de la angustia porque ella lo ignorase, una parte de él le encantó que ella lo salvara. Y ese Klaus estaba completamente maravillado por esa joven que lo estaba curando.

Entonces, con una voz más suave de lo normal para costumbre de Ágata, Klaus habló;

—Gracias.

Ella lo miró.

—Nunca me las des.

Él siguió observándola, hasta que ella acabó de cocerle y cortó el hilo sobrante con los dientes. Tomó una gasa, tras limpiar de nuevo la herida y lo colocó alrededor, envolviendo una pequeña parte del antebrazo, tapando la herida. Tomó una toalla mojada del baño y lo pasó alrededor del rostro de él, limpiándole la sangre y luego le colocó el cabello hacia atrás, sonriéndole.

La joven comenzó a acariciarle el rostro y, asustada, supo que podía haberle perdido aquella noche. Podía haber sido la última vez con él y sentía que no le había dicho ni un uno por ciento de lo que realmente quería decirle.

—¿Qué haría sin mi guardaespaldas? —preguntó ella con un rostro dulce, sin una pizca de sonrisa y Klaus colocó su mano libre sobre la mejilla de ella, mimándola.

—Vivir.

Ágata asintió, pero sabía que no sería lo mismo después.

—Si... Vivir, pero después de ti la vida no sería igual... —Y, esta vez, sin aguantarse nada más, dijo. —Tampoco quiero que sea igual que antes de conocerte...

Eso era una declaración en toda regla para un Klaus bastante cerrado y serio. Supo todo lo que significaba y quería que fuese más.

Él la acarició y ella cerró los ojos, tranquila después de todo.

Klaus quería susurrarle muchas cosas, decirle muchas cosas, pero, aunque estuviesen en un motel alejado de la ciudad y del peligro, no significaba que estaban a salvo.

—Ve a ducharte, ¿vale? —murmuró sin dejar de observarla—. Vigilaré por si veo algo extraño. No te preocupes.

Ágata sabía que, si estaba con él, se encontraría bien.

—Contigo sé que estoy a salvo.

La joven se acercó, echando hacia atrás un mechón de pelo rubio y besó la mejilla de Klaus con dulzura antes de marcharse al cuarto de baño y cerrar la puerta.

A su vez, Klaus observó aquel cuarto de baño y empezó a sentir un fuerte nudo en el pecho que sabía perfectamente lo que significaba. Era el temor a perderla. Cada vez todo era más macabro, más peligroso, que por mucho que la protegiese, algún día ella saldría dañada y no quería eso. Jamás.

Tampoco sabía si la mejor forma era llevársela lejos de Francia, porque posiblemente alguien la encontrase y ese tal Deimos del que hablaba el agresor, acabaría con ella. Siempre buscaban pistas sobre Le Goff para detenerlo, pero empezaba a ver que el verdadero cabrón era ese hombre misterioso que quería muerta a Ágata si o si. Le Goff seguro que era su marioneta.

La tristeza en él, el ver que aquella joven de 28 años podría ser asesinada a sangre fría y que ni siquiera le había dicho las cosas que necesitaba expresarle... No cabía en él ese temor. Debía aprovechar cada minuto con ella, cada segundo que la vida le regalaba. Casi mueren los 2 hacía media hora en la calle, ¿qué no pasaría en otro momento? Ágata parecía un gato con sus 7 vidas... ¿Acaso le quedaban más?

Klaus se levantó de la cama, tratando de calmarse al ver que su mano temblaba de tan solo pensar que podría perderla y, tomando su arma, se acercó a la ventana, después de asegurarse que las puertas y ventanas estaban bien cerradas. Movió un poco la cortina y observó el aparcamiento del motel. La cortina tampoco es que tapase mucho, porque justo el letrero del lugar parpadeaba y, a su vez, se iluminaba el cuarto con esas luces de neón.

El sonido de la ducha sonó por el cuarto y Klaus se preparó para cualquier cosa que ocurriera, para dar su vida por esa chica a la que ya no consideraba su clienta.

Siguió mirando el lugar, en busca de algo extraño, a la vez tranquilo porque se deshicieran de la moto y su seriedad no dejaba lugar a dudas de la angustia que estaba pasando.

Estaba tan tenso que cuando escuchó la puerta del cuarto abrirse, se giró rápidamente y se tranquilizó al ver a Ágata de pie, mirándolo.

Pero no se tranquilizó por mucho tiempo al descubrir que aquel hermoso vestido rojo era sustituido por una diminuta toalla que, gracias a que le tapaba las cosas más provocativas. Porque Klaus era capaz de perder su control y quitarle la toalla con tan solo mirarla.

Ágata se dirigió hacia un pequeño sofá de 2 plazas que se encontraba a un lado, y colocó su vestido sobre él, sin que se arrugara un poco. Volvió a girarse, encontrándose con Klaus mirándola con aquella mirada que ya la había estado mirando en otras ocasiones y las cuales terminaron casi sin ropa y se excusó a esa falta de ropa.

—Es difícil dormir con un vestido.

Klaus trataba de mover sus labios, pero cualquier cosa que dijese, perdería el control con ella y esta vez si acabarían todas las cosas que habían empezado en otras ocasiones.

—Te daría mi camisa, pero tiene sangre —contestó sin dejar de mirarla con aquellos ojos clavados sobre ella.

Ágata pensaba lo mismo que él, viéndolo semidesnudo de cintura para arriba y con un pantalón que dejaba a la imaginación ciertas partes de su cuerpo, aunque ya lo había sentido, visto y tocado alguna que otra vez. Como hacía unas horas en su habitación.

—Puedo dormir con una toalla —murmuró, quitándole hierro al asunto—. ¿Cómo estás?

—Bien, ¿tu? —contestó cortante, sin quitarle la vista de encima, pareciendo un león a punto de ir a por su presa.

Y la presa estaba deseando que el león fuera a por ella.

—Asustada. —Fue sincera.

Lo estaba después de todo lo que habían pasado las últimas horas. Entre el discurso, el premio y estar a punto de morir a manos de 3 asesinos... No era un buen día para ninguno de ellos, la verdad.

Klaus no supo que responderle. Estaban a escasos centímetros de lejanía. Tan solo se miraban fijamente, a punto de hacer algo mucho más fuerte, más íntimo. Podían sentir como sus respiraciones eran irregulares y necesitaban más, más que jugar. Algo mucho más que solo ellos sentían.

Ágata se acercó a él e inició el beso y Klaus, rápidamente, le quitó la toalla diminuta que empezaba a molestarle a él. La levantó, colocando sus piernas entre sus caderas y la llevó a la cama, olvidándose de todo lo demás. Olvidando las reglas, olvidando todo lo demás, olvidando que ella estaba prometida, aunque no por mucho tiempo.

La colocó en la cama, pero no por mucho tiempo, ya que la colocó de espaldas a él y así tuvo mucho acceso a ciertas zonas con las que soñaba desde hacía meses. Le abrió las piernas con las suyas y empezó a dejar besos húmedos sobre su piel, retirando a un lado su cabello rubio y llegando cada vez más y más abajo, hasta llegar a sus nalgas.

Mordisqueó aquella piel tan redonda con gusto, haciendo suspirar a Ágata, que disfrutaba como nunca y se dejó hacer todo lo que él quiso.

El escolta abrió aquella apertura y colocó su boca allí mismo, chupando y lamiendo esa zona mientras escuchaba gemir a la joven que tenía para él solo en ese instante. Pero no se centró mucho en aquella zona, girándola en seguida y teniendo acceso a otras partes de su cuerpo.

Se quedaron mirándose mutuamente, con Klaus observando a la joven Ágata, con el cabello esparcido por toda la cama y observándolo con esos ojos sensuales. La besó con pasión, dejando que ella lo tocase a su gusto, empezando por bajar por su espalda ancha, hasta llegar a aquellos pantalones que ya le molestaban a ella y aprovechaba para restregarse con la cremallera de estos, mojando a Klaus. Metió sus pequeñas manos debajo de los pantalones, tocando el perfecto culo de su guardaespaldas, estrujándolo cuanto más quería, haciendo gemir a ese hombre por las cosas que estaba sintiendo por ella.

Bajó con delicadeza sobre sus pechos y los devoró, metiendo en su boca los pezones de ella, primero con uno y luego con otro, tocándolos de una forma seductora que hizo sudar a la joven, sintiendo como nadie la había tocado de esa forma. Él se entregó a ella y fue su esclavo, dedicándose a lo que su reina le decía. Bajando poco a poco, hasta llegar a sus piernas y, arrodillándose, la abrió de piernas para meter su cabeza entre ellas.

Ágata se apoderó de las sábanas, disfrutando de las maravillas que Klaus hacía con su boca, lamiéndola, succionando y metiendo la lengua, a la vez que mordisqueaba suavemente para maldición de ella, que estaba a punto de llegar al orgasmo.

Las manos de Klaus viajaron por su cuerpo suave hasta llegar a los pechos voluminosos de la joven y, mientras hacía maravillas con su boca, no dejaba ni un solo centímetro de libertad a los pechos de la mujer con sus grandes manos.

Hasta que Ágata gimió, gritando en un orgasmo que hizo hasta temblar a Klaus por aquel hermoso sonido sexual que escuchó de ella.

Cuando Klaus se acercó a su boca, pero no la besó, solo la observó con chulería, esa chulería que le gustaba Ágata, pudo ver la desesperación que tenía él en el rostro de ella. Las ganas que él tenía de follarla en esa misma cama.

Y Ágata no aguantó ni un segundo más.

—Joder, Klaus; fóllame ya —suplicó. —Nunca hagas esperar a una dama.

Él elevó la ceja, algo descarado y respondió;

—A mí me encanta hacerte esperar, sentirte bien mojada para mi. —Restregó su polla tapada por aquel pantalón y la hizo gimotear por lo delicada que estaba en esa zona después del orgasmo—. Así, cuando te folle, será mucho más sabroso para los 2.

La joven lo agarró del cabello para besarlo con pasión, no dejando ni un solo centímetro de lejanía entre sus cuerpos. Con sus pechos perfectamente alineados, pegando los pezones y Klaus sintiendo los pechos voluminosos de ella en su cuerpo. Comenzó a mover las caderas con agilidad, de una forma que sorprendió a Ágata al ver lo bueno que era y odió sentir todavía aquellos dichosos pantalones, por lo que bajó sus manos y trató de quitárselos con brutalidad. Pero Klaus sonrió con perversión, se levantó y dejándole un buen espectáculo a la dama, dejó que sus pantalones cayeran en aquel cuarto frente a ella, dejándola ver su erección ya dolorosa por culpa de ella.

Ágata sonrió de la misma forma que Klaus y abrió sus piernas para que él entrase y, cuando lo hizo, no entró en ella, para más maldad de él.

Tomó el cuerpo de ella, colocando sus piernas en cada lado de sus caderas y ella se entrelazó sin dejar ni un solo centímetro entre ellos. Klaus se dirigió hacia la pared, acercándola a ella y queriendo que ella lo sintiera por completo, en una postura que sentirían todo y en el que él tendría toda la accesibilidad hacia ella, teniendo el poder en ese instante.

Ella se agarró a sus hombros y, sin esperar más, Klaus entró en ella en una embestida, haciendo mover a Ágata, que miró los ojos de Klaus, los cuales aquellos ojos azules de ese hombre no abandonaron en ningún segundo los ojos de la joven. Una primera embestida que sintió por completo y la llenó desde el primer instante, deseando más y más y más.

Sin dejar de mirarse, él susurró;

—¿Su majestad está cómoda?

Entró un poco más, entrando por completo su polla a la entrada traviesa de ella y Ágata, con los labios entre abiertos, contestó en apenas un susurro;

—Mucho, Niko.

Él estrujó el trasero de ella, pegándole más a él y, tomándola como más quería, haciéndola suya por completo aquella misma noche, él empezó a moverse con fuerza, entrando y saliendo por completo de ella, follándose mutuamente en la intimidad de aquel cuarto, alejado de todo.

Las piernas de ella se cruzaron detrás del trasero de él, pidiéndole más en voz alta, con la voz afectada por todo y él hizo caso a sus súplicas, chocando el cuerpo de ella en la pared por cada embestida, escuchándose por todo el lugar como follaban juntos.

Ya no había ninguna barrera y ambos ya la habían cruzado del todo esa misma noche. Y ninguno se arrepintió, ni lo harían al día siguiente.

Se miraban mientras lo hacían, intensificando el momento hasta que ambos se derrumbaron en un orgasmo que podrían haber escuchado toda la planta del motel.

Ágata se derrumbó sobre él, agotada y sudada y Klaus se dirigió hacia la cama, colocándola sobre ella, para luego acostarse detrás de ella, abrazándola por detrás. Peinó su cabello para dejar libre su hermoso rostro y, en aquel diminuto lugar, se dieron todo ese cariño que se tenían guardado desde hacía meses, después de haber consumado aquel deseo que era algo más.

No dejaron ni un solo centímetro de separación entre ellos y, abrazados, durmieron esa noche, olvidando por primera vez los problemas que tenían ellos.


***

Ágata me ha dicho que sueñen cosas bonitas esta noche ;)

¿Que les ha parecido?

¿Les ha gustado el momento Ágata/Klaus?

¿Quieren más?

Solo decirles que la cuenta atrás ha empezado y los próximos 5 capítulos son los finales.

Así que, prepárense para lo que viene a partir del siguiente capítulo.

Nos leemos, prohibidas.

Patri García

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