Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 34
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 40

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By juliettamv

EXTORSIONISTA
.
Leanne

Afortunadamente, puedo decir que los días han transcurrido con total tranquilidad y mi estrés no ha estado tan presente. Aunque, todavía recapitulo todo en mi mente de forma concreta.

He estado enfocándome en hacer cosas que contribuyan a mi carrera para lograr distraerme un poco. El asunto con Rebecca aún me tiene un poco estresada, pero si me concentro mucho en algo, soy capaz de olvidarlo por unos minutos.

Me tallo los ojos y me reincorporo sobre el sofá, ni siquiera sé qué hora es. Me quedé completamente dormida después de realizar aquella exhaustiva sesión de fotos y tener que soportar la presencia de Rebecca allí me dejó un poco enardecida. 

De repente, unos continuos toques en la puerta me hacen ponerme de pie.

—¡Leanne!

Oigo la voz de Emma del otro lado de la puerta y avanzo hacia el corredor hasta abrir la puerta, encontrándome con mi amiga.

—¡Por Dios! ¡Felicidades!

Exclama y me abraza.

—¿Gracias...? —Pongo distancia entre ambas—. ¿Qué sucede? No me he enterado, me quedé dormida.

Frunce el ceño.

—¿No sabes de que hablo? —Niego con la cabeza y ella se lleva una mano al rostro en señal de decepción—. Qué distraída eres.

—¿Vas a contarme?

—Leanne...

—¿Qué?

Me empieza a poner nerviosa que no me suelte la noticia.

»Emma no me ayudas, solo consigues ponerme nerviosa. Dime qué es lo que tiene de importante esa noticia de la que tanto hablas.

—Estás nominada en los Fashion Awards. ¡Te dieron a una nominación a modelo del año!

Mis latidos se disparan.

—¿Qué?

—¡Sí! —me abraza—. Felicidades, me siento tan feliz por ti.

—Pero, ¿cómo...? No me enteré, ni siquiera oí nada relacionado a ello y...

—Anunciaron las nominaciones en directo por la televisión, incluso hay periódicos y revistas hablando de los nominados. Fuiste nominada, Lea.

Esbozo una gran sonrisa. No puedo creerlo.

—Ni siquiera me enteré. No puedo creerlo, yo... creí que no iban a nominarme.

—Pero lo hicieron. ¡Felicidades!

Vuelvo a sonreír, sintiendo una felicidad irremediable que empieza a apoderarse de mi pecho.

—¿Quiénes están nominados conmigo?

—No recuerdo muy bien, creo que Sabina Almeida, Maria Martini y.... No recuerdo muy bien a las demás, pero si recuerdo muy bien a Chelsea Newton. Ella también está nominada.

Las modelos que acaba de mencionar son de renombre, tienen mucha trayectoria y experiencia en el modelaje. Se podría decir que llevan un poco más de tiempo que yo en la industria y mi victoria es dudosa, pero confío en mí.

—Tienen mucha experiencia.

—Tengan experiencia o no, estoy segura de que vas a ganar.

—Eso es un dicho muy precipitado.

—Para nada. ¿Tú no confías en ti?

—Confío en mí, pero no puedo asegurar que vaya a ganar el premio. Sabina Almeida también tiene mucha trayectoria y experiencia, no me sorprendería si ella ganara.

—No se sabe. Tú has hecho muchas cosas este año, mereces tu reconocimiento y méritos.

—Gracias.

Se adentra en el apartamento y cierro la puerta detrás de mí a medida que caminamos por el corredor.

—¿Rebecca no ha hablado contigo? —interroga mientras se vuelve hacia mí.

—De momento, no. Quizá mañana me hable, hoy tuvimos una discusión. 

—Deberías botarla.

—Me encantaría, pero tengo que esperar por cuatro años o de lo contrario, tendré que llevar esta situación a la corte y no tengo tiempo para ello.

—Entiendo.

Se deja caer sobre el sofá y noto que su mirada recae sobre algo del apartamento.

—Bonito cuadro, Guernica —pronuncia, haciendo que la mire—. ¿Lo has comprado? Cuesta millones.

—No lo he comprado, fue un regalo.

Arquea una ceja ante lo que digo.

—¿Quién?

—Edward.

—Eso es... interesante. Creí que ustedes ya tenían unos términos, según me habías contado. ¿Acaso están iniciando algo?

—En lo absoluto. Solo fue un regalo, estoy segura de que no significó nada para él. Además, yo tengo claro cuáles son nuestros términos.

—Yo no diría lo mismo. ¿Desde cuándo un hombre le regala un cuadro a una mujer que se supone que es solo sexo? Debe saber que te gusta el arte.

—Eso sucede desde que Edward es un multimillonario y puede gastar un dineral en lo que sea. Segundo, Edward sabe que me gusta el arte porque se lo comenté en una mascarada. 

—¿Te has dado cuenta de que te tensas cuando hablas de ese sujeto? —interroga al cabo de unos minutos.

—¿Me tenso?

—Te pones a la defensiva de manera espontánea. Es solo un detalle que he notado últimamente.

—Un detalle un poco erróneo, diría yo.

—Bien, como tú digas. 

Pasó parte de la tarde con Emma y cenamos juntas. Más tarde, se marcha y al ser tarde, me voy a dormir. Al día siguiente, nos reunimos en una cafetería un poco aislada del centro de la ciudad con Rebecca.

No me apetece verle la cara a esa mujer, pero soy consciente de que tenemos que hablar de los Fashion Awards.

Doy unos pasos hasta detenerme en la mesa del fondo y tomo asiento frente a Rebecca, quien de inmediato me mira.

—Buenos días —me saluda.

—Buenos días —le devuelvo el saludo con un tono de voz neutral.

Antes de que alguna de las dos pueda formular alguna otra palabra, la camarera se acerca a tomarnos el pedido y luego se retira en silencio.

—Entonces, supongo que ya te habrás enterado —empieza Rebecca—. Has sido nominada a los Fashion Awards.

—Sí.

—Tendrás que viajar a Londres porque allí es donde el evento toma lugar, ya me encargué de preparar el jet y yo también estaré all...

—¿Estarás allí? —la interrumpo.

—Sí.

—¿Por qué?

—Soy tu representante, Leanne. Debo ir asistir, no puedes llegar sola al evento.

—Puedo ir sola, suelo asistir sola a los eventos y no tengo ningún problema con ello.

—Los eventos a los que asistes sola son eventos que no tienen la misma magnitud que los Fashion Awards.

—¿Y?

—Si ganas, ¿quieres recibir el premio sola? ¿Sin que nadie te felicite o te abrace?

—Puedo decirle a Emma, Hailey o...

—Emma y Hailey estarán fuera de la ciudad para el tiempo en el que se lleven a cabo los Fashion Awards. Lo sé porque conozco sus agendas.

—¿Cuándo es el evento?

—Dentro de dos semanas. 

—Da igual, iré sola.

—Leanne...

—¿No puedes respetar mi decisión?

—¿No puedes entender que es un evento importante? —interroga.

—¿Sabes qué? Haz lo que quieras, pero a mi lado no te quiero. ¿Quieres asistir a los Fashion Awards? Hazlo, pero ten en claro que no estarás a mi lado porque tu presencia no me interesa.

—Leanne, ¿podemos arreglar las cosas? No quiero que estos últimos cuatro años trabajando juntas sean un infierno.

—Tendrías que haber pensado eso antes.

—No puedes condenarme...

—No te condeno, Rebecca, simplemente te pongo en tu lugar. Tú has perdido todo mi respeto.

Suelta un suspiro.

—Está bien.

—También tengo algo más que decirte...

—¿Qué? —inquiero, mirándola.

—La representante de Chelsea Newton me contactó hace unos días. ¿Es verdad lo que me dijo? ¿Golpeaste a Chelsea?

—Se metió con mi padre y no estaba estable en aquel momento. Me sacó de las casillas y la ahorqué.

—Entonces deberías saber que Chelsea está amenazando con exponerte a la prensa diciendo que eres violenta e inestable. Aparentemente dirá que trataste de atentar contra su vida en medio de un arranque de locura.

Maldición.

—Mierda.

—No entres en pánico, tengo una posible solución —Saca un papel de su bolso y lo coloca sobre la mesa. Frunzo el ceño.

—¿Qué es esto, Rebecca?

Leo el título de la hoja.

"Acuerdo" .

Hay un enorme párrafo y logro reconocer de qué trata. Es el mismo contrato que yo firmé con la empresa de modelaje con la que trabajo actualmente. Un acuerdo que requiere de mi firma y contiene cláusulas que deben cumplirse.

—¿Por qué me estás dando un acuerdo? —indago, confundida.

—Esta es la copia de un acuerdo que firmó el padre de Chelsea para introducirla en el modelaje. Esto solo prueba que Chelsea obtuvo la ayuda de su padre multimillonario para llegar a ser quien es ahora.

—¿Cómo conseguiste esto?

—Solía trabajar con Chelsea. ¿Lo olvidaste?

Lo olvidé por completo, pero es verdad. Rebecca me comentó que, años atrás, solía ser la representante de Chelsea.

—Creí que solo eran rumores... No sabía que era cierto que su padre había pagado por su carrera.

—Los rumores son reales y la razón por la que su padre tuvo que firmar un acuerdo y conseguirle una carrera fue porque ninguna empresa de modelaje aceptaba a Chelsea.

Cojo el papel entre mis manos, observando las firmas que yacen sobre la hoja. Los rumores son reales.

—¿Quieres que me encargue yo o...

—Yo me encargo —la interrumpo mientras me pongo de pie—. Si me disculpas, perdí el apetito —Dejo un par de billetes sobre la mesa—. Tengo que irme a resolver esto.

Me meto dentro de mi limusina que me recibe y le digo a mi chofer que me lleve donde la casa de Chelsea. En menos de una hora, me encuentro frente a la imponente mansión y después de haber accedido al jardín principal, toco la puerta.

Una empleada me recibe.

—Disculpe, ¿busca a la señorita Newton? —indaga. Asiento con la cabeza—. ¿Cómo es su nombre?

—Leanne Vitali, dígale a Chelsea que he venido para que hablemos de algo importante.

—Claro, aguarde un segundo por favor.

Me cruzo de brazos mientras espero en mi sitio y al cabo de unos segundos, la empleada reaparece.

—Adelante, por favor. La señorita se encuentra en la sala, ¿necesita que la acompañe?

—No gracias.

Avanzo hacia la sala y allí, visualizo a Chelsea.

—Leanne, pero qué sorpresa —exclama, fingiendo una sonrisa—. Debo admitir que tu presencia me sorprende.

—Chelsea —pronuncio, neutral.

Ella se mueve un poco, como si mi presencia no le gustara.

»¿No vas a servirme una taza de té? Me parece que debemos conversar un poco. ¿O es que se esfumó toda tu valentía de un día para otro?

Deja escapar una risita sarcástica.

—Continúa soñando, Leanne —dice mientras empieza a mover una pequeña campana que lleva en su mano. De inmediato, una empleada se aparece—. Sírvenos té, deprisa —le ordena a la empleada.

En definitiva, todo lo que tiene de atractiva lo tiene de egocéntrica. Nunca voy a poder entender a su arrogancia.

—Claro, señorita.

Tomo asiento sobre el sofá y Chelsea hace lo mismo, sentándose frente a mí mientras que la empleada nos sirve un poco de té.

—Muchas gracias —le digo, ella me sonríe. En cambio Chelsea, se mantiene en completo silencio.

La empleada se retira y cuando nos quedamos a solas, la rubia se cruza de piernas.

—¿Vas a decirme a que viniste?

Le doy un sorbo a mi taza de té.

—Verás... Me enteré de que planeas hablar de lo que sucedió hace tiempo, cuando te ahorqué.

—Oh —se ríe—. No me digas que vienes a suplicarme para que cierre la boca.

—Me sorprende que creas que soy capaz de caer tan bajo, Chelsea.

—Una zorra como tú es capaz de todo, créeme.

—Mhm.

Nos quedamos en silencio.

—¿Viniste a eso? ¿A suplicarme?

—Te equivocas. He venido a más que eso, soy plenamente consciente de que no vas a cerrar la boca porque quieres verme hundida desde hace un buen tiempo. No soportas que haya alguien mejor que tú y menos eres capaz de aceptar que no siempre serás la única. Eres el tipo de persona que debe apagar a los demás para poder brillar y eso es algo realmente miserable.

—Así funcionan las cosas, querida. Tú tampoco eres ninguna santa y lamentablemente, todos van a enterarse de tu hipocresía cuando cuente la salvajada que has tratado de hacerme. Nadie querrá trabajar contigo cuando se enteren que sufres arranques de ira.

—Tienes un punto en algo; no soy ninguna santa. Pero a diferencia de ti, yo he trabajado muy duro para llegar a donde estoy, yo no utilicé la ayuda de mi padre multimillonario para alcanzar mis metas.

—¿De verdad crees esos rumores? Tu envidia es tan obvia, Leanne.

Se ve tan patética pretendiendo que tuvo que trabajar para llegar a ser quien es ahora.

¿Envidia de qué? Me has demostrado un centenar de veces lo miserable que eres. No soportas que alguien sea el centro de atención por una vez.

» Y aunque parezca difícil de creer, no voy a quedarme de brazos cruzados viendo como destruyes algo por lo que yo he trabajado durante años.

—¿Ah, sí? ¿Qué se supone que harás? Cuando le cuente a la prensa lo que has hecho estarás perdida.

—Yo no diría lo mismo —Abro mi bolso y dejo el mismo papel que Rebecca me dio en la cafetería sobre la mesa.

—¿Qué carajos es eso? —Chelsea se hace la desentendida.

—No finjas que no sabes lo que es.

—¿Cómo...?

—Parece que los rumores resultaron ser ciertos, ¿no es así? —Cojo el papel—. ¿Tu padre pagó tu carrera? ¿Qué crees que diría la prensa acerca de esto?

—No te atreverías, Leanne...

—Chelsea, soy consciente de lo impecable que eres con tu imagen. Sin embargo, ¿qué crees que dirían los espectadores si vieran que en realidad no has trabajado en lo absoluto para conseguir tu carrera? Porque hasta donde sé, siempre has presumido ante los medios lo duro que tuviste trabajar por tu carrera y lo "fácil que te aceptaron" en las empresas.

—Eres la peor zorra que alguna vez he conocido. ¡No puedes hacer esto! —Lanza la taza de té que se estrella en el suelo de cerámica, haciéndose añicos—. ¿Cómo conseguiste eso?

—¿Acaso importa?

—No puedes arruinar mi carrera.

—Y tú tampoco puedes arruinar la mía —puntualizo—. Ya trataste de arruinarla una vez, no permitiré que vuelvas a intentarlo.

—¿Cuánto dinero quieres para mantener la puta boca cerrada?

—No necesito tu dinero. Tengo el suficiente, gracias. Lo único que necesitaré es que cierres la boca, de lo contrario, voy a vender la noticia a la prensa. Estoy segura de que será la noticia del año.

—Eres una...

—¿Una qué? Tú misma lo dijiste; no soy ninguna santa, pero tú sola te buscaste esto.

—No eres más que una mojigata, siempre creí que eres una puta santa. Tan solo mira lo que resultaste ser —me mira con asco—: una extorsionista.

—Estoy haciendo lo que haría cualquier persona con sentido común que quiere salvar su carrera. A diferencia de ti, yo no necesito quitar a nadie del camino ni arruinar carreras  de otras mujeres para poder brillar —me pongo de pie—. Entonces, supongo que tenemos un acuerdo; tú cierras la boca y yo hago lo mismo.

—Eres una maldita zorra.

—Ten un buen día, Chelsea.

Me doy la vuelta y me echo a caminar hacia la salida. Sus insultos no me afectan en lo absoluto.

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