MCP | La Residencia ©️ (Parte...

Autorstwa nani2612

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(+21) (Libro 4) Fue inevitable que Adrián y Alysha no se dejaran llevar por la intensa atracción y la fuerte... Więcej

Descripción.
Contenido.
Dedicatoria.
Playlist|Spotify.
Epígrafe.
«Hospital General de Puerto Rico».
Prólogo.
Capítulo 1.
Capítulo 2.
Capítulo 3.
Capítulo 4.
Capítulo 5.
Capítulo 6.
Capítulo 7.
Capítulo 8.
Capítulo 9.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 28.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Capítulo 34.
Capítulo 35.
Capítulo 36.
Capítulo 37.
Capítulo 38.
Capítulo 39.
Capítulo 40.
Capítulo 41.
Capítulo 42.
Capítulo 43.
Capítulo 44.
Capítulo 45.
Capítulo 46.
Capítulo 47.
Capítulo 48.
Capítulo 49.
Capítulo 50.
Capítulo 51.
Capítulo 52.
Capítulo 53.
Capítulo 54.
Capítulo 55.
Capítulo 56.
Capítulo 57.
Capítulo 58.
Capítulo 59.
Capítulo 60.
Capítulo 61.
Capítulo 62.
Capítulo 63.
Capítulo 64.
Capítulo 65.
Capítulo 66.
Capítulo 67.
Capítulo 68.
Capítulo 69.
Capítulo 70.
Capítulo 71.
Capítulo 72
Capítulo 73.
Capítulo 74.
Capítulo 75.
Capítulo 76.
Capítulo 77.
Capítulo 78.
Capítulo 79.
Capítulo 80.
Capítulo 81.
Capítulo 82.
Capítulo 83.
Capítulo 84.
Capítulo 85.
Capítulo 86.
Capítulo 87.
Capítulo 88.
Capítulo 89.
Capítulo 90.
Capítulo 91.
Capítulo 92.
Capítulo 93.
Capítulo 94.
Capítulo 95.
Capítulo 96.
Capítulo 97.
Capítulo 98.
Capítulo 100.
Capítulo 101.
Capítulo 102.
Capítulo 103.
Capítulo 104: Final.
Epílogo.
Lista «Mi Cura Prohibida».
Agradecimientos.

Capítulo 99.

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Autorstwa nani2612

Capítulo 99.

Lentamente, caminé por el pasillo que se dirigía hacia el club nocturno. Los guardaespaldas que vigilaban la entrada me dejaron pasar de inmediato. Justo cuando iba a entrar por completo, tomé una gran bocanada de aire y enderecé mi cuerpo para moverme con más seguridad por el área. Quería verme lo más segura posible ante sus ojos y evidentemente quería provocarlo.

Cuando accedí al club nocturno, me fijé en que había mujeres casi desnudas sirviéndole las bebidas a los hombres que se encontraban sentados junto a las mesas. Otras bailaban de manera sensual sobre tubos que colgaban desde distintos escenarios y también habían algunas que le hacían compañía a los clientes mientras estos conversaban tranquilamente.

Jamás pensé que estaría en un lugar como el que estaba, en busca de Adrián Wayne en un sitio que representaba su pasado. Una vez más, sentía que luchaba contra su oscuridad para traerlo a la luz, una que necesitaba para redimirse.

«Necesitaba otro trago antes de continuar con esta locura», pensé cuando me fijé en que una mesera casi desnuda caminaba hacia mi dirección con una bandeja de tragos.

—¿Puedo tomar uno? —le pregunté, pero cuando ella asintió con normalidad, sujeté el trago y le di un sorbo de sopetón—. Eso era todo, gracias —solté un largo suspiro cuando volví a colocar la bebida donde estaba.

—¿Alguien la espera? Si lo desea, puedo guiarla hasta la persona que procura por usted. Es parte de mi trabajo.

—Busco a Adrián Wayne.

La mesera engrandeció los ojos y me miró de abajo hacia arriba.

—Qué suerte tiene usted, ¿no?

Puse los ojos en blanco y resoplé.

—El señor Adrián Wayne es uno de los mejores clientes de este lugar y también es una de las personas más sensuales que haya visto por aquí.

—¿En serio? —bufé.

—Así es, señorita —comenzó a emocionarse—. De hecho, es la primera vez en mucho tiempo que se presenta aquí.

—Solo... —carraspeé—. ¿Sólo podría decirme dónde se encuentra?

—Sí, claro —me sonrió—. La llevaré, sígame.

Cuando la seguí, en el camino, muchos hombres me observaban sin disimular. Podía decir que hasta algunos me comían con la mirada cuando percibían el gran escote de mi vestido.

—Le pagaré mil dólares si me presenta a tan exquisita belleza —le pidió un hombre a la mesera, ya que pasábamos cerca de las demás mesas.

—Eso no se podrá. Es la invitada del señor Adrián Wayne —le informó, causando que el hombre desistiera de un solo intento.

Cuando continuamos caminando hacia el fondo del club nocturno, la mesera no dudó en informarme:

—El señor Adrián Wayne siempre se encuentra al fondo de este lugar, ya que disfruta mucho de la privacidad. No le gusta que lo interrumpan ni que lo molesten, así que cuando tenga que venir otra vez, ya sabrá donde encontrarlo.

—Supongo —puse los ojos en blanco mientras caminaba con seguridad y porque, obviamente, yo sabía que no sería así.

«Nere, prepárate». Me alenté para mis adentros, consciente de que la situación se tornaría bastante intensa en cuanto lo tuviese de frente.

—Señor Wayne, según ella, es su acompañante de esta noche —le dijo la mesera, causando que yo engrandeciera los ojos.

—Si no le importa, ya puede retirarse —le respondí de inmediato—. Gracias por guiarme hasta aquí.

Adrián sonrió con ironía y arrogancia, esquivando mis ojos al darle un sorbo a su bebida. Se encontraba sentado en un acojinado sillón de cuero junto a una mesa. Por obvias razones, estaba solo y la mesera había tenido razón; él estaba ubicado en el área más oscura del lugar. Ni siquiera podía verlo bien. Sin embargo, a pesar de que me sentía nerviosa, comenzaba a divertirme con la situación de la misma forma que él lo hacía, porque era muy evidente que estaba divirtiéndose.

—Supongo que ya estarás satisfecha —me dijo cuando la mesera se marchó.

—¿Del escándalo que ha ocurrido o del hecho de que estoy aquí frente a tus narices?

—No, no me refiero a eso —volvió a darle un sorbo a su trago y miró mis piernas con sumo descaro. Me estaba desnudando con su hermosa e intensa mirada—. Me refiero a que debes de estar satisfecha de que finalmente sabes directamente todo de mí y aun así logras tenerme.

—¿Crees que ya sé todo de ti? Porque yo no lo sé —coloqué mi palma sobre mi cintura y apoyé el peso de mi cuerpo sobre una de mis piernas, mostrándome sugerente, pero segura y empoderada.

—Así es, ya sabes todo de mí de forma directa —me miró fijamente desde su posición. Ni siquiera me había pedido que me sentara junto a él—. También lo digo porque me voy a venir adentro de ti en este lugar.

—¿Eso crees? —bufé, echándole más leña al fuego.

—Tu pregunta me parece un reto y que me retes es fascinante, porque aun así lo haré —me dijo fríamente, con la voz más ronca de lo normal—. Ya que te dejé hacer lo que se te dio la gana en este sitio, ahora me toca a mí, pero contigo. ¿Sabes por qué?

Tragué saliva al ver que mantenía su boca entreabierta de manera sensual, situación que me excitaba sobremanera.

—Porque estoy sumamente disgustado, Alysha Nerea —remarcó—. Como te había mencionado, no me molesta que me celes, porque me encanta que lo hagas. Eso eleva mi ego y causa que quiera estar adentro de ti todo el jodido tiempo, como ahora. Sin embargo, que dudes de mi lealtad me tiene muy, pero que muy enojado.

—Lo entiendo, Wayne, pero el panorama tampoco se veía a mi favor —contraataqué—. Llevabas días comportándote de manera misteriosa cuando se trataba del señor Hernández. Sin contar que luego de que terminé mi turno en mi primer día como residente, fui a buscarte a tu oficina de guardia, como habíamos quedado. ¿Recuerdas? —bufé con fastidio—. Sin embargo, Adrián Wayne, estabas de un pésimo humor por la conversación que tuviste con Johanna y me trataste como la mierda.

—Jamás te he tratado como la mierda y si lo he hecho, ha sido sin darme cuenta. Ojalá en algún momento puedas comprender de lleno que mi temperamento es parte de esos padecimientos que sabes que experimento y que intento controlar. Aun así lo hago y trabajo en mí en ese aspecto, por ti y por mí. Lo sabes mejor que nadie, así que te pido disculpas si te hice sentir como dices.

—No —espeté—. Pídemelo como lo que soy, como tu mujer.

Frunció el ceño y se levantó de golpe del asiento, retándome desde el otro lado de la mesa al mirarme con desafío.

—Estoy esperando —me crucé de brazos.

—Ya te pedí disculpas y no lo pienso volver a repetir, Alysha.

—Pues, tendrás que repetirlo, porque si no lo haces, no repetiré la acción de darte las tetas para dormir y no habrá ningún pezón como chupón.

Adrián carraspeó y se ruborizó totalmente.

—Di-Discúlpame, bebé —bajó el tono de voz.

—Eso creí.

Adrián presionó los labios al mirarme con impotencia, porque él sabía que no solo había creado un monstruo, sino que lo había perfeccionado.

—Además, no he terminado —proseguí—. Bárbara tuvo que ver mucho en que haya pensado mal. Fue adonde mí para dañarme la mente con sus comentarios impertinentes de siempre —me encogí de hombros—. Por eso vine hasta aquí, porque quería comprobar hasta donde llegabas.

—Estoy completamente seguro de que puedo llegar muy lejos en muchas cosas, Aly, pero traicionar tu confianza por una infidelidad jamás será una de esas situaciones —espetó—. En fin, supongo que ya no tengo que explicarte qué Bárbara hacía aquí, ya que lo pudiste comprobar por ti misma —enarcó las cejas y negó con la cabeza—. Ya te pedí disculpas y ya comprobaste que no hacía nada malo y que respeto tu posición como mi mujer. Ahora yo quiero que pagues tu desconfianza de las maneras que más prefiera, si no te importa.

—¿A qué te refieres? —me ruboricé cuando volvió a sentarse y recostó la espalda contra el respaldar del sillón de cuero.

—Hemos hecho de todo un poco, así que en este lugar no será la excepción —alzó su mirada sobre mí—. Si tengo a la mujer que había imaginado muchas veces, esta noche la aprovecharé para hacer realidad aquellas fantasías reprimidas que tenía cuando pensaba en ti en este sitio, buscando en otras lo que siempre quise contigo. Sé que esto no suena nada bien, pero es así —soltó un largo suspiro y volvió a darle un sorbo a su bebida—. ¿Cuándo vas a entender que todo lo que hacía era porque pensaba en ti y que ahora que te tengo, solo quiero estar contigo?

Lo reflexioné por algunos segundos y luego solté un largo suspiro, porque era cierto.

—Aun cuando no éramos nada y lo hacíamos, siempre te he guardado un respeto de lealtad —añadió al ver que yo no decía nada—. Es más, desde el primer momento en el que llegaste al hospital, cuando nos encontramos por primera vez después de mucho tiempo, no he vuelto a acostarme con otra mujer que no seas tú —resopló—. ¿Satisfecha?

—Sí —espeté.

—Entonces, ya que aclaramos este asunto de la fidelidad y confianza... —observó mis piernas con sumo descaro, paseando su hermosa mirada con lentitud al bajar el tono de voz—. ¿Crees que podemos continuar con lo que quiero hacerte o necesitas aclarar más dudas? —enarcó las cejas cuando sus ojos claros se posaron sobre los míos.

—Eso creo —carraspeé, porque realmente habíamos aclarado el malentendido.

—Quítate la tanga —espetó de repente.

Engrandecí los ojos y miré de reojo en diferentes direcciones. El ambiente estaba bastante oscuro a nuestro alrededor, pero su pedido me había tomado por sorpresa.

—¿Qué? —sentía como mis mejillas se calentaban. Sin embargo, cuando mis ojos volvieron a los suyos tan llamativos, intenté cargarle la mirada.

«Error, Nere». Fue lo que pensé de repente, ya que era consciente de que Adrián era el maestro de la imponencia.

—¿No me escuchaste? —su voz ronca me sacó de mi leve ensoñación, causando que un escalofrío recorriera mi columna vertebral.

—¿A-Ahora? —balbuceé.

Adrián alzó la mirada desde su posición y le dio un sorbo a su bebida con demasiada tranquilidad.

—Quítate la tanga —espetó nuevamente.

Volví a mirar en diferentes direcciones y cuando me percaté de que nadie nos prestaba atención, disimuladamente, elevé un poco la tela de mi vestido y bajé la tanga lo más que pude. Cuando me agaché para recogerlas, ni siquiera pude mirar a Adrián a los ojos por el rubor que sentía, pero percibí cuando estiró la mano, esperando que se las entregara.

—¿Para qué la quieres? —le pregunté muy ruborizada cuando se las entregué.

De repente, recostó la espalda sobre el respaldar del sillón y las olió con sumo descaro en mis narices. Luego las guardó en uno de los bolsillos de su chaqueta de traje y palmeó levemente una de sus piernas, indicándome con ese simple gesto que me sentara sobre él.

—Buena niña —me susurró al oído cuando le obedecí, ya que me había sentado sobre sus piernas con sumo cuidado, dándole la espalda. No sabía las cosas que pretendía conmigo, pero estaba confiando en él—. Escucha, quiero que te comportes como una putita para mí —tiró del lóbulo de mi oreja con sus dientes, causando que las cosquillas en mi vientre y en mi sexo incrementaran de repente.

—¿Qué haces? —suspiré al presionar los párpados.

—Mostrándote completamente como soy, bebé —desde su posición, dirigió su mano hacia mis piernas, colándose en el interior de mi vestido para frotar mi sexo lentamente—. Además, no olvides que estamos en la oscuridad, a pesar de que hay gente. Eso me pone muy ansioso.

De repente, recordé que Adrián estaba experimentando una de sus parafilias: la nictofilia. Tenía que asumir que él aprovecharía la ocasión para comportarse de manera perversa cuando se trataba de mí.

—A-Andy, no sé si sea buena idea —balbuceé al sentir cómo sus expertos dedos jugaban con mi clítoris.

—¿Cuándo lo ha sido? —besó mi nuca y el movimiento de sus dedos sobre mi sexo incrementó, causando que mi respiración se entrecortara al oscilar sobre su entrepierna.

—Po-Podrían vernos —gemí por lo bajo.

—Sí, podrían —volvió a tirar del lóbulo de mi oreja y luego sonrió maliciosamente—. Pero nadie nos está viendo. Desde aquí, no pueden vernos —dejó un camino de besos sobre mi hombro y continuó frotando mi sexo con reticencia, causando que mi cuerpo temblara en el acto, ya que estaba a punto de tener un delicioso orgasmo—. No te vengas todavía —susurró en mi oído, pero solo me concentraba en el placer que me causaba—. Obedéceme, bebé —apartó su mano de mi vagina y eso hizo que cayera levemente en la consciencia de nuestros actos.

Honestamente, también tenía que agradecerme a mí misma que había ingerido gran cantidad de alcohol, porque me sentía sumamente valiente para hacer lo que hacía y lo que proseguiría.

—Levántate —me ordenó en un susurro al oído, pero cuando le obedecí, desde su posición, me hizo girar sobre mis pies para estar frente a frente, aunque continuaba sentado como el amo y señor de mi placer—. ¿Confías en mí? —me preguntó, mirándome fijamente con la intensidad de sus ojos.

Cuando asentí, sujetó mi cintura y comenzó a pasear sus expertas manos hasta tocar mis nalgas, apretándolas a su gusto. Luego las dirigió hacia mis piernas, relamiéndose los labios al tomarse su tiempo en ellas. En ese preciso instante, me di cuenta de que él estaba experimentando otra de sus parafilias: la crurofilia.

—Adoro tus piernas, lo sabes —una de sus manos descendió hasta mi tobillo y luego volvió a ascenderla al acariciar mi piel con lentitud—. Elévala —sujetó mi muslo y colocó mi pierna sobre el sillón, posando suaves besos sobre la cara interna mientras me miraba con devoción.

Honestamente, en momentos como el que experimentaba, lograba hacerme sentir como una verdadera diosa del Olimpo a la que había que adorar. Sin embargo, cuando dirigió su mano desocupada hasta su entrepierna, me di cuenta de que la situación continuaba subiendo de nivel.

—Mantén tu pierna justo así —me pidió al introducir su mano en el interior de su pantalón, colándose entre su ropa interior para masturbarse en mis narices mientras continuaba besando mi muslo expuesto.

Por alguna razón, verlo masturbarse al venerar mis piernas, causaba que me mojara más de lo que ya estaba. Sin mencionar que no llevar ropa interior me hacía sentir más frustrada, que no veía el momento de que estuviera adentro de mí. No obstante, tenía que admitir que disfrutaba muchísimo de la expectación que él mismo provocaba entre los dos. El dios del sexo parecía saber lo que hacía, como siempre.

Sin embargo, cuando me percaté de que él incrementó el movimiento de su mano sobre su miembro, tragué saliva al sentirme sedienta de más placer. Me gustaba observar cómo yo le afectaba, así que no dudé en obedecerle cuando me dijo:

—Arrodíllate, bajo la mesa —se mordió el labio interior cuando me vio muy dispuesta. Él miró de reojo a su alrededor y cuando notó que continuábamos pasando por desapercibidos, agarró mi cuello con fuerza—. Quiero que te la tragues, bebé —al estar bajo la mesa, no dudó en sacar su dotada erección para masturbarse sobre mis labios—. Chúpamela —me ordenó y cuando sujeté su erección con las dos manos, la introduje en mi cavidad oral más que entregada a la perversión de lo que hacíamos.

El hecho de que estuviéramos en la oscuridad y apartados del bullicio, me hacía sentir muy cómoda al causarle placer a mi hombre hipersexual.

«Nunca me cansaría de esto», pensé.

Cuando sentí que estaba a punto de derramarse en mi boca, no solo continué dándole sexo oral, sino que comencé a masturbarlo para que llegara de una vez. Sin embargo, cuando mi acción logró el efecto que quería, presionó mi cabeza contra su entrepierna, haciendo que su miembro llegara hasta el fondo de mi garganta y causándome arcadas. Por suerte, había mucho ruido en el lugar. Entre las charlas de las personas y la música, hacía que la situación fuese un poco más discreta, a pesar de donde nos encontrábamos.

Al tragarme el espeso líquido caliente, me relamí los labios, mientras que Adrián continuaba observándome desde su posición, seguro de lo que estaba haciendo y pasando. Cuando se acomodó su miembro y cerró la bragueta de su pantalón, me dedicó una mirada llena de imponencia, como queriendo decir: "Yo soy el macho alfa".

—Buena niña —alzó su mirada sobre mí al rozar su dedo pulgar sobre mi labio inferior—. Levántate, apenas estamos comenzando.

Cuando me levanté como pude y estiré la tela de mi vestido, carraspeé cuando él también se levantó del sillón y me rodeó como si yo fuera una presa acorralada. Podía sentir como escrutaba mi cuerpo de abajo hacia arriba cuando caminaba lentamente a mi alrededor. Luego se detuvo detrás de mí y sujetó mi cintura con descaro para posar sus apetecibles labios sobre mi oreja.

—Cierra los ojos —susurró en mi oído.

Con el corazón acelerado, presioné los párpados y tragué saliva cuando percibí que buscaba algo en uno de los bolsillos de su chaqueta. De repente, vendó mis ojos y ajustó la fina tela para asegurarse de que no veía nada.

«¿A dónde quería llegar con esto?».

—Antes de que me preguntes, porque asumo que te lo estás preguntando, te llevaré a un lugar donde estaremos sólo los dos.

—¿Puedo saber a dónde? —le pregunté por lo bajo.

Dirigió sus labios hacia mi mejilla y sonrió muy engreído.

—Ya lo verás, bebé.

***

Después de un par de minutos que me parecieron eternos, percibí que una mesera se acercó hacia nosotros.

—¿Todo en orden, señor Wayne? —le preguntó directamente. Entonces, fue cuando me di cuenta de que se trataba de la misma mesera que me había guiado hasta él.

—Perfectamente —podía sentir como sujetaba mi cintura con firmeza, acaparándome contra él desde atrás—. Solo quería saber si el área VIP del club está listo para mí.

—Por supuesto, señor Wayne —le confirmó con suma normalidad—. Si desea, los guiaré.

—Está bien —aceptó y solo podía percibir como él me guiaba al seguir a la mesera. En ningún momento me soltó y eso me hizo sentir más segura.

Cuando nos detuvimos, me di cuenta de que la música y el bullicio solo era un vago sonido a lo lejos. No sabía a dónde nos habíamos dirigido, pero evidentemente casi no había ruido.

—Qué disfruten su estancia, señor Wayne —la voz de la mesera sonó con demasiada picardía cuando escuché el tintineo de unas llaves que abrió una puerta.

«¿Qué estancia íbamos a disfrutar?».

—¿Confías en mí? —Adrián susurró en mi oído una vez que la mesera se retiró, causando que un extraño y delicioso escalofrío me recorriera de pies a cabeza.

—Sí —tragué saliva y me relamí los labios cuando posó intensos besos sobre mi nuca, metiendo su mano entre mis piernas para comprobar que estaba muy mojada.

—¿Cómo es que sexualmente confías en mí, cuándo dudaste de mi lealtad? —volvió a susurrar en mi oído cuando al frotar mi clítoris con facilidad—. Bueno, eso ya no importa, porque no volverás a hacerlo. Te echaré mis disgustos y tus celos adentro para que luego reflexiones sobre eso? ¿Estamos?

Mjm...

—Nada de "mjm" en estos momentos —me amenazó al apartar su mano de mi sexo.

—Sí, papi —solté un pesado suspiro lleno de frustración cuando no sentía que me estaba tocando donde estaba disfrutándolo.

—Exactamente —volvió a meter su mano entre mis piernas y comenzó a frotar mi clítoris una vez más—. La nena le dirá a papi "sí" a todo —se mordió el labio inferior sobre mi oreja, logrando que ese simple acto causara un cosquilleo en mi vientre—. ¿Entendido? —metió su dedo índice en mi sexo al mantenerse detrás de mí, sin tan siquiera haber cruzado la puerta de la supuesta área VIP que todavía no había visto del club nocturno.

—Sí, papi —gimoteé al sentir que su dedo entraba y salía con rapidez e insistencia. Sentía que si no se detenía, iba a llegar al orgasmo—. Sí, entendido —como pude, apoyé mi cabeza sobre su hombro y me dejé llevar por lo que me estaba haciendo.

—Excelente, bebé —su dedo índice estaba lubricado de mi excitación al introducirlo y sacarlo con rudeza—. Eso es, Aly —me apremió al lograr que tuviera un orgasmo antes de tan siquiera entrar a donde sea que me haya traído—. Así de lista debe estar la putita de papi en este momento —rozó su dedo sobre mis pliegues y mi clítoris, causándome cosquillas en mi dilatado sexo. Luego dirigió su dedo hasta mi boca—. Chupa, quiero que saborees lo mojada que estás para mí.

Cuando le obedecí, desde su posición, buscó mi boca con la suya y cuando procedió a besarme con posesión, metió su lengua en mi cavidad oral para jugar con la mía. La situación continuaba excitándome a niveles increíbles y hasta me motivaba a continuar con nuestros actos sexosos.

—Eres exquisita —me dijo entre nuestros ardientes besos.

No podía verlo a los ojos al estar vendada, pero sabía perfectamente que él estaba sumamente excitado y lleno de intensidad. Su erección sobre mis nalgas y sus suspiros entre cada roce de lenguas me lo dejaban saber. Sin embargo, cuando sujetó mi cintura con decisión, me hizo caminar hacia el interior de la puerta que había yacido abierta gracias a la mesera.

«Tú podías con esto y más, Nere». Me alenté para mis adentros cuando él se apartó de mí para cerrar la puerta.

—Esto no solo me parecerá placentero, sino que al final mis fantasías contigo continúan haciéndose realidad y eso me llena por completo —me dijo cuando escuché que cerró el pestillo de la puerta—. ¿Lista? —susurró en mi oído cuando volvió a sujetar mi cintura desde atrás.

—¿Para qué? —mi voz era un bajo susurro, ya que me sentía excitada y nerviosa.

—Para que chorrees y te desmayes ante mí, debajo de mí y encima de mí —me respondió con la voz ronca.

—Yo...

—¿Tú qué? —me interrumpió.

—Yo siempre estoy lista para ti.

—Entonces —elevó sus manos desde atrás y me quitó la venda de los ojos—, comprobemos si es verdad lo que dices.

Al observar el ambiente a mi alrededor, engrandecí los ojos y por un momento creí que llegaría a la graduación en muletas o en una silla de ruedas.

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