Eviterno || Terminada

By MsMistery19

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Una destinesia, había llegado dónde estaba ella, a su mundo, el problema es que había olvidado cómo volver al... More

Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 9
Capítulo 10
Capitulo 11
Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capítulo 15
Capitulo 16
Capítulo 17
Capitulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capitulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capítulo 37
Capítulo 38
Capítulo 39
Capítulo 40
Capítulo 41
Capítulo 42
Capítulo 43
Capítulo 44
Capítulo 45
Capítulo 46
Final
Epílogo
Nota
Nota
Nota.

Capítulo 8

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By MsMistery19

Eres la razón por la que digo que el destino no es un mentiroso.

Pov Calle.

Horas antes.

— Ritzy, bitsy araña, fumaba marihuana... Vino la lluvia y se echó un porro.

— Estoy segura que esa canción no iba así.— Alcé mi vista para ver a mi mejor amigo con las mejillas infladas a punto de reír.

— Es una versión de adultos.— Le saqué la lengua, él soltó una carcajada.

— Me gusta más esa versión.— Se sentó a mi lado.

—¿Qué haces acá afuera?— Preguntó viendo al frente, me encogí de hombros rayando el cuaderno.

— Pensando...— Contesté pensando en Poché, no había dejado de pensar en mi psicóloga ni un instante.

—¿Y qué piensas, mi pony salvaje?— Indagó dándome un ligero empujón con su hombro, suspiré.

—¿Te confieso algo?— Dije viéndolo a los ojos, Tony asintió.

— Casi beso a mi psicóloga.— Aparté la vista para volver hacer garabatos en el cuaderno.

— La puta madre, no me esperaba eso.— Respondió mi mejor amigo, seguí manchando el cuaderno que tenía en mis piernas.

— Lo sé, ni yo me lo creo aún. Te juro que no sé cómo pasó, simplemente quería hacerlo.— Susurré haciendo círculos en el cuaderno ahora.

—¿Y... Qué más pasó?— Preguntó Tony, bufé mientras apretaba la pluma contra el cuaderno.

— Terminó mi sesión y ella ni siquiera me vió.— Contesté molesta conmigo misma, era una reverenda idiota.

—¿Por eso estás aquí afuera?— Algo de Tony, es que él siempre preguntaba cautelosamente hasta llegar al núcleo de todo.

— Así es, ya sabes mamá no está en casa. En pocas palabras la cagué.— Me encogí de hombros terminando el garabato.

No me sorprendió ver a una mujer entre los muchos rayones de todas las formas dentro. ¡Maldita sea! Le pasé el cuaderno a Tony, él lo observó y me vió con cara de “¿En serio?” me reí porque no supe que más hacer. Todo era tan rápido que me abrumaba.

Hacía pocos días había descubierto mi verdadera orentación sexual, aunque no lo parecía se me hacía extraño, aunque no le daba mucha importancia. Después de todo, eso pasaba a último plano cuando tenía a mi psicóloga cerca, la mujer me hacía lesbiana automáticamente.

Por otra parte estaba mi madre, insistía que viera a mi papá, claramente no lo quería y lo único que lograba son ataques de ansiedad, cada vez más fuertes y constantes, odiaba eso. Para finalizar, María José Garzón rondando en mis pensamientos, ella vivía ahí y ni pagaba renta, me reí ante mi mal chiste.

¿Qué podía hacer para dejar de pensar en ella?

—¿Quieres hacer algo?— Salí de mis pensamientos al escuchar a mi mejor amigo.

—¿Cómo qué?— Hablé con malestar, sentía que mi cabeza empezaba a doler.

— No sé, podemos ver películas. Andar por ahí.— Sugirió encogiéndose de hombros.

— La verdad no sé. No quiero nada, mañana me toca ir a hacer la limpieza de la universidad por el estúpido de Bratt.—  Dije con desagrado torciendo el gesto.

— Ése idiota, te juro que cuando lo vea le daré una paliza. Nadie toca las cositas de mi hermanita.— Reí mientras apoyaba la barbilla en el hombro de Tony.

— No te metas en problemas.— Pinché su mejilla con mi dedo índice, Tony rodó los ojos.

— No prometo nada.— Contestó arrancando césped.

—¿Qué te parece si vamos al mundo sexual?— Ví cómo movió sus cejas pícaramente, arrugue la nariz.

—¿Y a ti que te picó para querer ir tanto ahí?— Le pregunté riendo, él sonrió tímido, alcé una ceja.

— Betancourt...— Usé voz cantarina, él se rió.

— El día que te estaba buscando, una chica muy linda que trabaja ahí me ayudó, quiero volver a verla.— Murmuró con timidez lo último.

— Awws, mi pequeño promiscuo se ha enganchado de alguien.— Celebré aplaudiendo con mis manos, Tony frunció los labios.

— Por supuesto que no... Ay a quién engaño.— Aceptó rendido rascando una de sus cejas, reí.

—¿Al menos sabes algo de ella?— Indagué con curiosidad, Tony asintió.

— Me dió su número.— Sonrió alegre.

—¿Y quedaron de verse? ¿O algo así?— Dije mientras rascaba uno de mis pies, bichos babosos.

— Está noche, pero no quiero ir solo. ¿Qué tal y me deja plantado?— Recargó su mano en su barbilla haciendo pucheros, sonreí enternecida.

Tony podía ser todo un rompecorazones, llevarse a muchas chicas a la cama, aunque él lo niegue. Pero cuándo se trataba de una chica que le gustaba en serio era una ternura andante, el pobre no sabía ni que hacer cuándo le gustaba alguien para algo serio.

— Iré contigo, pero solo porque quiero conocer mi futura cuñada.— Lo apunté con mi dedo índice, él se abalanzó sobre mí.

— Gracias, gracias, gracias. Te compraré todas las gomitas del mundo.— Dejó un sonoro beso en mi mejilla, solté una carcajada.

— Ya lo dijiste, cara de moco.— Advertí enchinando los ojos, él asintió.

— Muy bien. ¿Qué esperamos? No querrás llegar tarde.— Mencioné mientras me paraba del suelo, Tony imitó mi acción.

— Pero falta algo importante.— Dijo con voz seria.

—¿Qué?

(...)

— Diablos, Betancourt. Sabes que no me gustan los vestidos y fuiste a escogerme justamente éste.— Me quejé mientras arreglaba el vestido de la cintura, Tony rodó los ojos.

— Te ves jodidamente sexy.— Alegó moviendo sus brazos, bufé.

Con Tony habíamos llegado al mundo sexual, mi querido mejor amigo me comentó que esta vez la discoteca tenía temática, claramente yo no sabía de qué era la temática. Tony se ofreció a ir a buscar la ropa, confiaba ciegamente en él, Tony tiene un gusto exquisito.

Lo que no esperaba es que el muy baboso llegará con un vestido muy sexy para mi gusto, literalmente tenía un escote que llegaba hasta a mí ombligo y la espalda descubierta. Me sentía desnuda, no lo voy a negar. Tony portaba un traje negro, camiseta formal blanca con los dos primeros botones sueltos. Nos veíamos bien, no lo voy a negar, pero el vestido me hacía sentir en pelota.

— Deja de moverte, te ves muy bien.— Murmuró Tony con mi brazo enganchado al suyo, ambos ya habíamos entrado al lugar e íbamos por los pasillos de led roja tenues.

— Me siento en pelota no me jodas.— Reclamé dándole un puñetazo en el hombro, él bufó.

Fue entonces cuándo vimos la fiesta, todo estaba muy bien decorado, todo estaba increíble. Nos pusimos los antifaces que nos entregaron, nos adentramos a la fiesta y todos nos observaban, el lugar estaba lleno.

— Dime quién es mi cuñada.— Jaloneé del brazo al pelinegro, él rió.

—¿Acaso no ves qué todos tienen antifaces aquí?— Preguntó, rodé los ojos.

— Ve a buscarla y la traes.— Contesté dándole una palmada en su trasero.

— Oyeeee, respeta.— Le saqué la lengua, Tony negó con la cabeza perdiéndose entre la gente, quedé sola.

(...)

Mejor dicho, estaba sola, porque ahora la tenía frente a mi.

— D... — Susurró apretando mis caderas, me perdí en sus ojos.

Era Poché...

— M...— Contesté embriagada de ella, del momento de lo que me hacía sentir.

No sé cómo habíamos llegado a éste punto, pero simplemente me encantaba, habíamos bailado y el tenerla a centímetros de mi boca, me hacía delirar.

— No puedo más.— Murmuró, fue la alarma, el detonante, fue todo para que ella tomará mi rostro y me besara.

Todo fue tan nuevo, tan efervescente, mi mundo dejo de girar para solo existir y sentir sus labios bailando con los míos. Sus labios se movían de manera tímida, pero cuándo tomó mis caderas y me acercó más a ella subió de intensidad.

Enredé mis dedos en su pelo y ella gruñó, ese sonido alertó todos mis sentidos haciéndome temblar, sus labios eran deliciosos, eran suaves, femeninos, embriagadores. Mi psicóloga sabía besar tan bien.

No sé cuánto tiempo nos besamos en medio de aquellas personas, pero cuándo era ya imposible hacerlo por ser empujadas, nos separamos. Ella me sonrió de una manera tan hermosa que mi cerebro dejó de funcionar correctamente. Pasó un mechón de mi cabello detrás de mi oreja.

—¿Cómo es qué el destino te puso en mi camino?— Murmuró uniendo su frente a la mía, cerró los ojos y suspiró.

—¿Qué me estás haciendo?— Susurró de manera inaudible.

— Te devuelvo la pregunta.— Contesté en un murmullo, ella sonrió ligeramente.

— Creo que tengo la respuesta.

Y así sin más me besó otra vez, me dejé llevar por el vaivén de sus labios, simplemente no quería pensar demasiado la situación. Por eso cuando tomó mi mano y me llevó a un lugar más privado no me quejé.

Me besó por tercera vez, pero esta vez con más ganas, a paso lento me hizo pegar contra la pared de aquél cuarto oscuro, estaba pérdida en sus encantos. Su lengua pidió permiso para invadir mi boca, la acepté gustosa sintiendo cómo se rozaban dando más intensidad y pasión a aquél beso.

— Dani...— Susurró en mi oído dejando besos por mi mandíbula, suspiré mordiendo mí labio inferior.

Sus manos navegaban terrenos peligrosos haciendo que ardiera mi sangre. Entonces...

— Aquí la vamos a pasar genial.— Un portazo rompió la burbuja.

Un par de chicos entraban e interrumpían el momento. Tomé mi cabeza entre mis manos pensando en que... ¿De verdad me iba acostar con mi psicóloga? ¿Era lo correcto? ¿Qué estoy haciendo? Salí del cuarto cómo cohete.

—¡Dani, espera!— Escuchaba a la mujer que me había llevado a las nubes con tan pocos besos.

— Espera, espera, espera.— Me tomó del brazo delicadamente.—¿Por qué huyes?— Preguntó algo agitada, negué con mi cabeza.

— No p-puedo. Lo siento.— Me solté de su agarre.

Fui a buscar a Tony, pero lo ví en la barra con la chica tan sonriente que no quise arruinarlo. Murmuré maldiciones saliendo del lugar lo más rápido posible, sentía que me faltaba el aire. Salí afuera y el viento de la noche me envolvió, lo agradecí profundamente.

Pedí un taxi para irme a casa, me subí a el y solo ahí pude sentir que respiraba otra vez. Pasé una mano por mi frente, entonces sentí el antifaz, lo quité llenando de aire mis pulmones. Estaba tan confundida que me daba miedo llegar al núcleo de ese miedo. Decidí no tocar ese tema conmigo misma y solo llegar a casa.

Día siguiente.

Tony y yo caminábamos hacia el salón de clases, él me platicaba muy emocionado cómo le había ido en su cita, la extraña ya no extraña se llamaba Gema, Tony estaba encantado con ella.

—¿Y tú? No me avisaste que te ibas.— Mencionó una vez había terminado hablar de su futura chica.

— No quería interrumpir el momento.— Sonreí dándole un empujón con mi cadera, Tony entrecerro los ojos.

—¿Segura? ¿No tienes algo que contarme?— Indagó viéndome de manera sospechosa, negué con mi cabeza.

— Ninguna.— Contesté entrando al salón con él.

— No te creo. Supongo que me lo dirás cuando te sientas cómoda.— Dijo sentandose en su lugar, imite su acción.

— Todo está bien, cara de moco.

Tony iba a contestar, pero la entrada del director hizo que todos los estudiantes se quedarán quietos y mudos. El director arregló su corbata carraspeando su garganta.

— Chicos, buenos días.— Saludó cortésmente.— Estoy haciendo acto de presencial en cada salón para informarles que a partir de hoy empiezan las charlas de la campaña de salud mental...

«Mierda no...» Pensé sabiendo que esas charlas las daría Poché.

— Es un placer presentarles a la psicóloga María José Garzón.— Finalizó el director Montecinos dándole la entrada a Poché, Tony codeó mi costado.

— Te dejo hacer tu trabajo.— Se dirigió a Poché, ella asintió sonriendo.— Pórtense bien.— Nos dijo a todos los presentes, el director Montecinos se fue.

— Buenos días, chicos.— Saludó la mujer que me había besado hace pocas horas. Un pequeño maletín fue a dar al escritorio.

— Cómo el director dijo me llamo María José Garzón,— Tomó la tiza que había en el pizarrón para empezar a escribir su nombre.

— Pero para que nos sintamos cómodos, díganme Poché.— Subrayó su nombre y apodo para ver al frente.

Su vista se posó con la mía, los segundos que conectamos nuestras miradas se sintieron cómo una eternidad, ella apartó la vista y sonrió al frente.

— Les pido que en una hoja me escriban sus nombres. Usted,— Me señaló, me quedé quieta.— Escriba su nombre y pase la hoja a sus compañeros.— Agregó con tono de voz amable, asentí solamente.

— Bien, cómo ya saben el tema de hoy es la salud mental.— Hablaba con tono de voz cantarino, apunté mi nombre y le pasé la lista a Tony.

— Quiero que todos me digan que es para ustedes la salud mental.— Mencionó sentandose en el escritorio, recuerdos vinieron a mi mente.

— Debilidad.— Dijo alguien, miré a todos lados y al ver cómo el idiota de mi ex reía me hizo preguntarme cómo anduve con él.

—¿Por qué lo dice?— Preguntó Poché frunciendo el ceño.

— Porque los idiotas que sufren depresión o todas esas tonterías son unos débiles, solo quieren llamar la atención.— Miré a Tony y el rodó los ojos.

— Ganas de darle con una piedra.— Murmuró molesto.

—¿Cómo te llamas?— Preguntó Poché al rubio, él sonrió coqueto.

— Bratt. A tu disposición, mi reina.— Juro que casi me paro de mi asiento a golpearlo.

— Uhmm, — Dudó ella.— No me gustan los niños.— Respondió Poché, todo el salón rió ante la respuesta.

— Volviendo al tema, Bratt. La depresión no es un juego, la salud mental tampoco.— Hablaba tan segura de ella misma, explicaba con tanto profesionalimos que me hacía delirar.

— Cada día personas sufren internamente por problemas que solo ellos mismo saben cómo los hace sentir. El que quieras minimizar los problemas mentales de la mayoría de la humanidad no habla bien de ti.— Finalizó viendo al rubio, Bratt rió.

— Solo digo la verdad.

— Bratt, deja de hablar, hasta acá me llega la basura que escupes.— Hablé harta de su mentalidad cerrada, todos en el salón volvieron a reír.

— Tu cállate, ardida.— Contestó, le saqué el dedo medio sonriendo.

— Es al revés, te recuerdo que yo te dejé.— Sonreí arrogante, él apretó su mandíbula.

— Aún así disfrutabas en mi cama. Gritabas pidiendo más.— Sacó el pecho con orglliso cómo un gallo.

— Ay por favor, con esa miseria tenía que fingir gritar.— Respondí, el salón estalló en carcajadas.

—¡Eso es mentira!— Bramó rojo del enojo, hice un puchero lastimero.

— Ni siquiera me hiciste venir, mi amorcito.— Agregué con voz dulce, un “uuuh” se escuchó en el salón con risas.

—¡Suficiente!— Gritó Poché, me callé al verla tan seria.

— Bratt, el 80% de las mujeres mienten a sus parejas diciendo tener un orgasmo cuando no es así.— Empezó hablar Poché viendo a todos mis compañeros.

— El que una mujer éste lubricada, o cómo le dicen “mojada”— Hizo comillas con sus dedos viendo a Bratt.— No significa que haya llegado al clímax. Te invito a investigar en Google la educación sexual para complacer a tu futura pareja y no pases pena. Así que ahora, mantenga silencio y dejé dar mi charla.— Habló con voz dura, Bratt se quedó en silencio encogido en su asiento.

— Señorita...— Me miró a mi para luego ver la lista.— Calle, le invito a que no caiga en provocaciones de su ex y deje dar mi charla.— Alzó una ceja apretando la mandíbula, asentí en silencio.

Horas después.

Esperaba a mi mamá en el estacionamiento, tenía la cabeza gacha viendo mis tenis pateando piedras, suspiré. Mamá ya se había tardado mucho. Muchas veces le había rogado el que me dejará ir en taxi, pero ella se negaba diciendo que era peligroso.

A veces odiaba su sobreprotección, si me iba en taxi tendría problemas, por lo tanto tenía que esperarla hasta que ella me diera una luz para irme o esperar. Cansada de estar parada me siente en el suelo, había estado mucho tiempo parada limpiando los baños de la universidad con Roy.

No podía negar que el castaño me hacía reír y sentir cómoda a su lado, era un gran chico. Gracias a eso no había sentido tanto aburrimiento al lavar baños. Tony se había ido no sin antes decirme que algo escondía, solo reí ante su sospecha. Salí de mis pensamientos cuando ví un coche enfrente de mi.

Alcé la vista frunciendo el ceño, sentí que se me bajaba la presión al ver cómo se bajaba Poché del coche, me quedé quieta en mi lugar. Sus tacones resonaron ligeramente contra el suelo, me detuve a observarla.

Portaba un pantalón a la medida color gris, camiseta formal blanca mangua tres cuarto, sus mangas arremangadas perfectamente hasta sus antebrazos. La mujer estaba perfecta. Abrió la puerta del copiloto y me vió.

— Sube al coche.— Cabeceó mostrando el asiento, negué con mi cabeza.

— Mamá vendrá por mi.— Contesté nerviosa. Justo en ese momento mi celular vibró, era un mensaje de mi mamá diciendo que no llegaría y me fuera en taxi.

«Maldita sea» Dije a mis adentros.

—¿Decías?— Observé a Poché con una ceja alzada, apreté los labios.

— Me iré en taxi.— Avisé, no quería irme con ella sabía que eso sería un suicidio.

— Daniela, sube al coche.— Hablo seria, negué con mi cabeza, ella suspiro.

— Sube al coche o te subo a la fuerza.— Mencionó posando su mano libre en su cadera.

— No te atreverías.

— Bien, así lo quisiste.— Dijo caminando a paso decidido hacia mi, me paré cómo resorte.

— Está bien, está bien.— Bufé subiendo al coche, ella cerró la puerta.

Rodeó el auto y se subió a el, se inclinó sobre mi, dejé de respirar. Tomó el cinturón de seguridad y lo abrochó, no sin antes verme, su rostro estaba a centímetros de mí, se alejó. Entonces puso su cinturón y arrancó el coche.

— Tú y yo tenemos algo pendiente.— Comentó sin despegar la vista del camino.

Fue ahí cuándo supe que me había puesto la soga al cuello, sin visualizarlo terminé con mi psicóloga en un coche, en dónde solo habían unas horas de habernos besado en una discoteca en dónde el sexo se veía sin prejuicios.

Entonces diré cómo dice mi mejor amigo en éste tipo de situaciones...

«Valiste verga, Daniela Calle»











































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BUENAAAAS BUENAAAAAS.

Lamento la tardanza pero, hubieron muchas ocupaciones, putitos de clóset.

¿Adónde se lleva la Poch a Calle? 7u7

Avienten un chiste. Les amo.

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