βž€ Yggdrasil | Vikingos

By Lucy_BF

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π˜π†π†πƒπ‘π€π’πˆπ‹ || ❝ La desdicha abunda mΓ‘s que la felicidad. ❞ Su nombre procedΓ­a de una de las leyendas... More

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β€– ππ‘π„πŒπˆπŽπ’ 𝐈
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━ Proemio
π€πœπ­π¨ 𝐈 ━ 𝐘𝐠𝐠𝐝𝐫𝐚𝐬𝐒π₯
━ 𝐈: Hedeby
━ 𝐈𝐈: Toda la vida por delante
━ 𝐈𝐈𝐈: Fiesta de despedida
━ πˆπ•: Una guerrera
━ 𝐕: Caminos separados
━ π•πˆ: La sangre solo se paga con mΓ‘s sangre
━ π•πˆπˆ: Entre la espada y la pared
━ π•πˆπˆπˆ: Algo pendiente
━ πˆπ—: Memorias y anhelos
━ 𝐗: No lo tomes por costumbre
━ π—πˆ: El funeral de una reina
━ π—πˆπˆ: Ha sido un error no matarnos
━ π—πˆπˆπˆ: Un amor prohibido
━ π—πˆπ•: Tu destino estΓ‘ sellado
━ 𝐗𝐕: SesiΓ³n de entrenamiento
━ π—π•πˆ: SerΓ‘ tu perdiciΓ³n
━ π—π•πˆπˆ: Solsticio de Invierno
━ π—π•πˆπˆπˆ: No es de tu incumbencia
━ π—πˆπ—: Limando asperezas
━ 𝐗𝐗: ΒΏQuΓ© habrΓ­as hecho en mi lugar?
━ π—π—πˆ: PasiΓ³n desenfrenada
━ π—π—πˆπˆ: No me arrepiento de nada
━ π—π—πˆπˆπˆ: El temor de una madre
━ π—π—πˆπ•: Tus deseos son Γ³rdenes
━ 𝐗𝐗𝐕: Como las llamas de una hoguera
━ π—π—π•πˆ: Mi juego, mis reglas
━ π—π—π•πˆπˆ: El veneno de la serpiente
━ π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏPor quΓ© eres tan bueno conmigo?
━ π—π—πˆπ—: Un simple desliz
━ 𝐗𝐗𝐗: No te separes de mΓ­
━ π—π—π—πˆ: Malos presagios
━ π—π—π—πˆπˆ: No merezco tu ayuda
━ π—π—π—πˆπˆπˆ: Promesa inquebrantable
━ π—π—π—πˆπ•: Yo jamΓ‘s te juzgarΓ­a
━ 𝐗𝐗𝐗𝐕: Susurros del corazΓ³n
━ π—π—π—π•πˆ: Por amor a la fama y por amor a OdΓ­n
π€πœπ­π¨ 𝐈𝐈 ━ π•πšπ₯𝐑𝐚π₯π₯𝐚
━ π—π—π—π•πˆπˆ: Donde hubo fuego, cenizas quedan
━ π—π—π—π•πˆπˆπˆ: MΓ‘s enemigos que aliados
━ π—π—π—πˆπ—: Una velada festiva
━ 𝐗𝐋: Curiosos gustos los de tu hermano
━ π—π‹πˆ: Cicatrices
━ π—π‹πˆπˆ: Te conozco como la palma de mi mano
━ π—π‹πˆπˆπˆ: Sangre inocente
━ π—π‹πˆπ•: No te conviene tenerme de enemiga
━ 𝐗𝐋𝐕: Besos a medianoche
━ π—π‹π•πˆ: Te lo prometo
━ π—π‹π•πˆπˆ: El inicio de una sublevaciΓ³n
━ π—π‹π•πˆπˆπˆ: Que los dioses se apiaden de ti
━ π—π‹πˆπ—: Golpes bajos
━ 𝐋: Nos acompaΓ±arΓ‘ toda la vida
━ π‹πˆ: Una red de mentiras y engaΓ±os
━ π‹πˆπˆ: No tienes nada contra mΓ­
━ π‹πˆπˆπˆ: De disculpas y corazones rotos
━ π‹πˆπ•: Yo no habrΓ­a fallado
━ 𝐋𝐕: Dolor y pΓ©rdida
━ π‹π•πˆ: No me interesa la paz
━ π‹π•πˆπˆ: Un secreto a voces
━ π‹π•πˆπˆπˆ: Yo ya no tengo dioses
━ π‹πˆπ—: TraiciΓ³n de hermanos
━ 𝐋𝐗: Me lo debes
━ π‹π—πˆ: Hogar, dulce hogar
━ π‹π—πˆπˆ: El principio del fin
━ π‹π—πˆπˆπˆ: La cabaΓ±a del bosque
━ π‹π—πˆπ•: Es tu vida
━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas
━ π‹π—π•πˆ: Ella no te harΓ‘ feliz
━ π‹π—π•πˆπˆ: El peso de los recuerdos
━ π‹π—π•πˆπˆπˆ: No puedes matarme
━ π‹π—πˆπ—: Rumores de guerra
━ 𝐋𝐗𝐗: Te he echado de menos
━ π‹π—π—πˆ: Deseos frustrados
━ π‹π—π—πˆπˆ: EstΓ‘s jugando con fuego
━ π‹π—π—πˆπˆπˆ: Mal de amores
━ π‹π—π—πˆπ•: CreΓ­a que Γ©ramos amigas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐕: Brezo pΓΊrpura
━ π‹π—π—π•πˆ: Ya no estΓ‘s en Inglaterra
━ π‹π—π—π•πˆπˆ: Sentimientos que duelen
━ π‹π—π—π•πˆπˆπˆ: ΒΏQuiΓ©n dice que ganarΓ­as?
━ π‹π—π—πˆπ—: Planes y alianzas
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗: No quiero perderle
━ π‹π—π—π—πˆ: Corazones enjaulados
━ π‹π—π—π—πˆπˆπˆ: La boda secreta
━ π‹π—π—π—πˆπ•: Sangre de mi sangre y huesos de mis huesos
━ 𝐋𝐗𝐗𝐗𝐕: Brisingamen
━ π‹π—π—π—π•πˆ: Un sabio me dijo una vez
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆ: Amargas despedidas
━ π‹π—π—π—π•πˆπˆπˆ: Te protegerΓ‘
━ π‹π—π—π—πˆπ—: El canto de las valquirias
━ 𝐗𝐂: Estoy bien
━ π—π‚πˆ: Una decisiΓ³n arriesgada
━ π—π‚πˆπˆ: TΓΊ harΓ­as lo mismo
━ π—π‚πˆπˆπˆ: Mensajes ocultos
━ π—π‚πˆπ•: Los nΓΊmeros no ganan batallas
━ 𝐗𝐂𝐕: Una ΓΊltima noche
━ π—π‚π•πˆ: No quiero matarte
━ π—π‚π•πˆπˆ: Sangre, sudor y lΓ‘grimas
━ π—π‚π•πˆπˆπˆ: Es mi destino
━ π—π‚πˆπ—: El fin de un reinado
━ 𝐂: HabrΓ­a muerto a su lado
━ π‚πˆ: El adiΓ³s
━ 𝐄𝐩𝐒́π₯𝐨𝐠𝐨
β€– π€ππ„π—πŽ: πˆππ…πŽπ‘πŒπ€π‚πˆπŽΜπ 𝐘 π†π‹πŽπ’π€π‘πˆπŽ
β€– π€π†π‘π€πƒπ„π‚πˆπŒπˆπ„ππ“πŽπ’
β€– πŽπ“π‘π€π’ π‡πˆπ’π“πŽπ‘πˆπ€π’
β€– π’π„π†π”ππƒπŽ π‹πˆππ‘πŽ

━ π‹π—π—π—πˆπˆ: Te quiero

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By Lucy_BF

N. de la A.: cuando veáis la almohadilla #, reproducid el vídeo que os he dejado en multimedia y seguid leyendo. Así os resultará más fácil ambientar la escena.

✹.✹.✹

──── CAPÍTULO LXXXII──

TE QUIERO

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( NO OLVIDES VOTAR Y COMENTAR )

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        —LA VOY A MATAR. PIENSO MATARLA CON MIS PROPIAS MANOS.

Ante la convicción con la que Ubbe había pronunciado aquellas palabras, un escalofrío recorrió la espina dorsal de Drasil, haciendo que el vello de la cerviz se le erizara. El corazón le latía con tanta fuerza que por un momento pensó que le iban a estallar los tímpanos. Y realmente lo prefería antes que seguir escuchando cómo su prometido amenazaba de muerte a la mujer a la que hasta hacía relativamente poco había considerado uno de sus mayores referentes.

La hija de La Imbatible trató por todos los medios de mantener la calma, de no dejarse llevar por esa angustia que había empezado a abrirse paso en su interior, pero le resultó imposible. Tenía la respiración agitada y los ojos abiertos de par en par, como si se hubiese aparecido ante ella la mismísima Hela. Incluso había perdido el color, retornando a la palidez enfermiza de la que había hecho gala en los últimos días.

Podía percibir la tensión que emanaba del cuerpo de Ubbe, el ligero temblor en uno de los músculos de su mandíbula. Se había puesto rígido, con el ceño fruncido y los puños cerrados y apretados sobre sus rodillas. Y entonces una sombra peligrosa y letal cruzó el semblante del Ragnarsson, provocando que Drasil se arrepintiera de haber abierto la boca, de haberle hecho partícipe de lo que Lagertha le había dicho la noche del banquete.

Había cometido un grave error al contárselo.

Tan solo cuando Ubbe hizo el amago de levantarse, probablemente para poner rumbo hacia el Gran Salón y así ajustar cuentas con la soberana de Kattegat, la skjaldmö reaccionó.

Con una urgencia desesperada, apresó uno de sus brazos, reteniéndolo en el sillón. Sus falanges se hundieron temblorosamente en la manga de su camisa, aferrándose a la suave tela como si su vida —o más bien la de Lagertha— dependiera de ello.

No podía verse en esos momentos, pero estaba convencida de que su expresión era la viva imagen del desasosiego. Y no era para menos.

—Ubbe, no... —logró articular Drasil tras varios quiebres de voz. No le preocupaba la rubia, quien contaba con múltiples escuderas que la defenderían hasta exhalar su último aliento, sino su prometido. Era evidente que no estaba pensando con claridad, que estaba hablando desde la rabia y el resentimiento, de ahí que no pudiera dejarle marchar. Debía quitarle esa disparatada idea de la cabeza, costara lo que costase—. No puedes matarla —rebatió con toda la firmeza que fue capaz de reunir.

La arruga vertical entre las cejas de Ubbe se acentuó, demostrando su contrariedad. Saltaba a la vista que no le había agradado su negativa, el hecho de haber rechazado tan tajantemente sus deseos de darle su merecido a Lagertha, haciéndole pagar por todo el daño que les estaba causando.

—¿Por qué no? —masculló él entre dientes—. Asesinó a mi madre a sangre fría y ahora intenta alejarte de mí. Tengo motivos más que suficientes para enviarla al Helheim. —Su fisonomía se había crispado en un gesto adusto y sus iris azules se habían oscurecido como la peor de las tormentas.

Un pánico visceral se apoderó de Drasil cuando el caudillo vikingo, preso de una cólera y una impulsividad que muy pocas veces había visto en él, se zafó de su agarre y se puso en pie, dispuesto a ir a por su hacha. La castaña lo vio encaminarse hacia su alcoba, donde tenía el baúl en el que guardaba todas sus armas, lo que la impulsó a ir corriendo tras él.

Las posibilidades de lo que pudiera llegar a sucederle de causarle el menor daño a Lagertha le estaban revolviendo el estómago.

—Ubbe, para —le pidió Drasil en cuanto ambos ingresaron en la dependencia, que se hallaba tenuemente iluminada por un par de lámparas de aceite. Se detuvo a medio metro del umbral, mientras Ubbe abría el cofre que había a los pies del lecho y comenzaba a rebuscar en su interior—. Por favor, detente... Así solo conseguirás que te apresen y que te vuelvan a considerar una amenaza —expuso en un vano intento por hacerle entrar en razón. Pero lejos estaba de lograrlo.

Haciendo caso omiso de sus súplicas, el primogénito de Ragnar y Aslaug se hizo con su hacha de mano y con una pequeña daga que no demoró en asegurar a su cinturón. Estaba completamente cegado por la ira y la frustración. Sus ansias de venganza, aquella sed de sangre que se había obligado a sepultar en lo más recóndito de su corazón y su mente, habían despertado de su profundo letargo, opacando todo lo demás.

Y llevando a Drasil al límite.

—Por el amor de los dioses... ¡Para de una vez! —exclamó la escudera, harta de contenerse. Ubbe giró sobre su cintura para poder encararla y ella aprovechó aquellos instantes de fluctuación para cerrar la puerta del aposento, haciéndole saber que no iba a ir a ningún lado. Que no pensaba permitirle acudir al Gran Salón en ese estado—. ¿Acaso has perdido el juicio? ¿No te das cuenta de que lo que pretendes hacer es una locura? —le reprochó con severidad.

Todo cuanto pudo hacer su prometido fue apartar la mirada, ceñudo. Su mano derecha, que era en la que sostenía el hacha, apretó el mango con fuerza, ocasionando que sus nudillos se tornasen blancos.

—No tiene ningún derecho a meterse en nuestra relación —farfulló Ubbe, justo antes de restablecer el contacto visual con Drasil, cuyos orbes verdes centelleaban a causa de la represión de emociones—. Y mucho menos a manipularte de esa forma.

Al oírlo, un molesto nudo se aglutinó en la garganta de la joven.

Eso era exactamente lo que Lagertha estaba haciendo con ella: utilizarla a su antojo. Hacía tiempo que había dejado de ser una de sus skjaldmö para convertirse en una simple marioneta, un títere cuyos hilos eran movidos por la reina. Desde aquella noche en Hedeby, cuando Lagertha le ordenó que empleara sus armas de mujer para poder engatusar a Ubbe y así demostrarle su lealtad, su relación había cambiado, tornándose más fría, más distante... Más interesada.

¿Y todo por qué? ¿Por haberse enamorado de un Ragnarsson? Que fuera hijo de Aslaug no significaba nada, y mucho menos lo convertía en ella. No era justo que extrapolara la animadversión que había sentido por su madre a él.

El poder la había cambiado, y no para bien precisamente.

—Lo sé. —Fue lo único que atinó a decir.

El nudo se estrechó alrededor de su garganta como si fuera una soga, generándole una desagradable sensación de ahogo, de asfixia. Sus fuerzas estaban empezando a flaquear, amenazando con abandonarla. Y entonces ocurrió lo inevitable: las lágrimas que había estado conteniendo desde que le había confesado a Ubbe el verdadero motivo de su distanciamiento salieron en tropel de sus ojos, ahogándola en un mar de culpa y desesperación del que no sabía cómo salir. Al menos por su propio pie.

Bajó la mirada, clavándola en los tablones de madera del suelo, y apretó los labios en una fina línea para poder reprimir el sollozo que pugnaba por brotar de ellos. Su cuerpo comenzó a temblar y sus hombros a convulsionarse debido a aquel llanto silencioso que había terminado de quebrarla, de hundirla.

El corazón del guerrero se resquebrajó en mil pedazos al ver cómo la mujer de la que estaba profundamente enamorado se derrumbaba frente a él.

Un ramalazo de culpabilidad le atravesó el pecho, dejándole sin aliento durante unos segundos que se le hicieron eternos. Se había dejado llevar por su parte más impulsiva y visceral, por esa aversión que lo consumía cada vez que Lagertha hacía uso de su poder e influencia para salirse con la suya, y lo había hecho sin pararse a pensar en cómo se sentía Drasil, en el impacto que estaban teniendo en ella sus dichos y acciones.

Parpadeó varias veces seguidas, volviendo en sí, y acto seguido soltó su arma, que cayó al suelo con un ruido sordo. Sus piernas se movieron inmediatamente después, acortando la distancia que lo separaba de la castaña, a quien no dudó en envolver en un efusivo abrazo. La apegó a él y le frotó la espalda con suavidad, buscando reconfortarla.

Drasil no tardó en corresponderle, soltando una seguidilla de hipidos que hicieron que Ubbe siseara dulcemente en su oído. Dejó que sus brazos la estrecharan con fuerza, rodeándola como un escudo protector, y escondió el rostro en su pecho cuando el llanto fue a más, desgarrándole la garganta.

—Lo lamento... —se disculpó el muchacho, quien estaba haciendo acopio de toda su fuerza de voluntad para contener sus propias lágrimas—. De veras que lo siento, Dras.

Durante los siguientes minutos Ubbe la consoló y reconfortó, colmándola de mimos y atenciones. La había conducido a la cama e instado a que tomara asiento en ella, y él se había acomodado a su lado para poder tomar sus manos entre las suyas y besárselas infinidad de veces. Drasil tenía unas manos bonitas; sus dedos eran largos y delgados, estilizados, aunque la piel de la palma estaba áspera por el uso constante de la espada y el escudo. Y aun así, cada vez que estas le ofrecían alguna caricia, le parecían las más suaves y cálidas de los Nueve Mundos. Incomparables.

Gracias a su amor y cariño, la hija de La Imbatible pudo calmarse y dejar de llorar. Se había abierto nuevamente al caudillo vikingo, quien no había titubeado a la hora de secarle las lágrimas y dedicarle las palabras más hermosas que había escuchado nunca. Se habían echado tanto de menos, extrañando su mutua compañía y su vida juntos, que todo lo demás había dejado de importar, incluidas sus dos últimas disputas. Estaban centrados única y exclusivamente en el otro, como si solo existieran ellos dos.

—Lamento haberte asustado —pronunció Ubbe, una vez que Drasil se hubo sosegado. Sus manos grandes y robustas cubrían las de la escudera, cuyo semblante ya no lucía tan congestionado—. No estaba en mis cabales. —Bajó la mirada, avergonzado. No se enorgullecía de haber perdido el control de esa manera, y menos delante de ella.

Drasil se sorbió la nariz e hizo un mohín con la boca.

—Ahora mismo hacerle algo a Lagertha es firmar tu propia sentencia de muerte —declaró con la voz algo tomada—. Habéis forjado una alianza, Ubbe. No lo olvides.

El mencionado profirió un lánguido suspiro, consciente de que tenía razón.

Lagertha era intocable. Rebelarse contra ella sería considerado un acto de alta traición, una felonía que bien podría costarle la vida. No podía romper así como así el acuerdo, no cuando una de las condiciones era dejar el pasado atrás y centrarse en la amenaza que suponían Harald, Ivar y Hvitserk.

—Lo sé, lo sé... No haré nada, tranquila —aseveró Ubbe, quien había vuelto a conectar sus iris zafiro con los esmeralda de su prometida. La combinación de ambos colores era sumamente bella, perfecta en todos los sentidos—. Pero, por favor, Dras... Si hay algo más que deba saber, dímelo —le pidió, consciente de lo hermética y reservada que era la mayoría de las veces—. No quiero que cargues con más problemas tú sola. Porque no lo estás, ¿de acuerdo? Tienes a tu madre, a Eivør... Y me tienes a mí. —Se agachó levemente, lo justo para poder quedar a la misma altura que Drasil, cuya mirada había vuelto a tornarse brillante.

La skjaldmö tragó saliva, a fin de librarse de la molesta presión que oprimía su garganta. Puede que le hubiese revelado el verdadero motivo de su malestar, que le hubiese hecho partícipe de aquello que llevaba mortificándola desde que Lagertha la había sugestionado con sus comentarios insidiosos y malintencionados, pero ella se seguía sintiendo igual que hacía unos minutos: tremendamente insegura y dubitativa.

Pero, gracias a Odín, Ubbe estaba ahí, dispuesto a escucharla y a ayudarla en todo cuanto necesitase. Y ella realmente quería sincerarse con él, liberar su mente de esos pensamientos tan lacerantes y tortuosos. Quería que todo volviera a ser como antes, y en su mano estaba seguir siendo una marioneta o romper las cadenas que la mantenían prisionera y vivir su vida sin tener que rendirle cuentas a nadie.

#

—Tengo miedo de que... —Rompió el contacto visual con el primogénito de Ragnar y Aslaug y se mordisqueó el interior del carrillo, nerviosa. No estaba acostumbrada a hablar de sus sentimientos, y mucho menos de sus tormentos e inquietudes—. Tengo miedo de que te acabes cansando de mí, de que encuentres en otras mujeres lo que yo no pueda darte —bisbiseó con las mejillas ligeramente sonrosadas. Se había desembarazado del agarre de Ubbe para poder aferrar entre sus manos la tela que conformaba la falda de su vestido—. Tengo miedo de perderte —confesó luego de reunir el valor y la entereza suficientes para volver a mirarlo a los ojos.

El guerrero se apresuró a negar vehementemente con la cabeza, con una expresión afligida contrayendo sus rasgos faciales. Oír esas palabras de boca de Drasil había hecho que una pena inmensa se adueñara de su corazón, dado que aquello tan solo era una prueba más del daño que estaba causando Lagertha, de lo lejos que estaba llegando la soberana de Kattegat con sus malas artes.

No podía permitir que pensara de esa forma, que se dejase envenenar por una mujer que vivía anclada en el pasado. Le haría saber a Lagertha lo equivocada que estaba con ellos, dejándole claro que todos sus esfuerzos por tratar de separarles habían sido en vano, y a Drasil le demostraría que podía confiar en él, que sus temores eran infundados.

—Eso jamás pasará, ¿me oyes? —solventó Ubbe con la convicción grabada a fuego en sus titilantes pupilas. Había acunado el rostro de la hija de La Imbatible entre sus manos y ahora acariciaba sus pómulos con los dedos pulgares—. Te puedo asegurar que nunca te haría algo así. Prefiero morir antes que causarte el menor daño.

Las pulsaciones de Drasil se dispararon al escucharlo, al percibir la sinceridad que impregnaba aquellas palabras. Sus propias manos subieron hasta alcanzar las del hombre, las cuales acarició con suma dulzura, aprovechando que aún estaban sobre sus mejillas.

Ubbe volvió a unir sus frentes en un tierno gesto, haciendo que las puntas de sus narices se rozaran entre sí. Cerró los ojos e inhaló su olor, el rico aroma que desprendía su cabello, llevándolo hondamente a sus pulmones. Su dedo pulgar derecho abandonó el pómulo de la castaña para poder acariciar la comisura izquierda de sus labios, que se entreabrieron en un acto reflejo. Había extrañado ese tipo de momentos, esa conexión que solo sentía con ella.

—Nadie en los Nueve Mundos me hace tan feliz como tú, tan dichoso —musitó el Ragnarsson. Aquel susurro provocó que los latidos de Drasil aumentaran considerablemente su ritmo, alcanzando una cadencia casi frenética. Sus bocas estaban muy cerca, a apenas unos centímetros de distancia—. Eres... Eres el amor de mi vida, mi mejor amiga y mi mayor confidente. —Se apartó levemente de ella, lo justo para poder acariciar su exuberante cabello—. Mi corazón ha sido tuyo desde el instante en que te vi por primera vez.

Ante esa declaración de amor, los orbes de Drasil destellaron como la más hermosa de las joyas, dejando atrás cualquier vestigio de tristeza o pesadumbre. Aquello maravilló tanto a Ubbe que no pudo evitar perderse en el magnetismo de su mirada, totalmente anonadado. Juraría que ni las piedras de la Espada de Reyes relucían tanto como los ojos de su prometida en aquellos momentos.

La escudera sonrió en tanto un par de lágrimas resbalaban por sus sonrosadas mejillas. No lo pensó, simplemente se impulsó con suavidad hacia delante, ocasionando que sus labios se encontraran con los de Ubbe. Este la correspondió de inmediato, envolviéndola en sus brazos con una delicadeza que distaba mucho de su faceta ruda y belicosa. Las manos de Drasil se afianzaron a la pechera de su camisa, atrayéndolo hacia sí con cierta urgencia... Con cierta necesidad.

Lo había extrañado demasiado.

El primogénito de Ragnar y Aslaug tenía una boca cálida y unas manos gentiles. Sus falanges ascendían y descendían por la espalda femenina con deliberada lentitud, recreándose en aquel momento, en el hecho de volver a disfrutar del dulce elixir de sus labios. Le encantaba cuando ella enredaba los brazos alrededor de su cuello, como si no quisiera que hubiese un solo resquicio de separación entre los dos.

Ambos se movieron por inercia, por puro instinto.

De un momento a otro, Drasil acabó recostada en la cama, con Ubbe sobre ella. No rompieron el beso por nada del mundo, así como tampoco dejaron de compartir caricias, explorando el cuerpo del otro sin prisa.

Una oleada de calor estalló en el semblante de la hija de La Imbatible cuando los labios del caudillo vikingo descendieron hacia su mandíbula y, finalmente, hacia su cuello. Un familiar cosquilleo se aposentó en su bajo vientre, especialmente cuando se subió la falda del vestido y abrió las piernas para que Ubbe pudiera quedar encajado entre ellas. Le volvía loca sentir su peso sobre ella, sobre todo cuando ciertas partes de sus respectivas anatomías entraban en contacto.

Los labios del joven eran suaves contra la piel de su cuello y su aliento cálido. Un tímido jadeo se escabulló de la garganta de Drasil cuando la mano derecha de Ubbe —siendo la izquierda la que estaba empleando como punto de apoyo para no aplastarla ni hacerla daño— se deslizó por uno de sus muslos, iniciando una exploración lenta y tortuosa por la cara interna del mismo. Las yemas de sus dedos trazaron círculos y formas imposibles que le arrancaron más de un suspiro a la muchacha, y cuando estuvieron a punto de alcanzar su feminidad, Ubbe se detuvo.

El que iba a ser su marido se alzó ligeramente sobre ella, no sin antes rozar un último beso contra su mejilla. Sus iris celestes, que se habían oscurecido debido a la creciente excitación, la escrutaron con contención, buscando su permiso para poder continuar.

Drasil volvió a sonreír, enternecida.

Justo antes de besarle con todo el amor que le profesaba.

Sus ojos la fascinaban. De hecho, no mentía cuando decía que fueron lo que más le llamó la atención de él cuando se conocieron, hacía poco más de dos inviernos. Eran de un azul tan intenso y radiante que no parecían terrenales, sino obra de los dvergar*, grandes maestros mineros que habitaban en Svartálfaheim*. Y es que podría estar así eternamente, solo contemplándolos. Le parecía una buena forma de aguardar la temible llegada del Ragnarök, el Ocaso de los Dioses.

Se mordió el labio inferior mientras le sonreía con afecto y alzó una mano hacia él para poder acariciar la línea de su mandíbula. Ubbe cerró los ojos y ronroneó en consecuencia, disfrutando de la rica sensación de sus falanges hundiéndose en su tupida barba. Apenas unos segundos después, el chico le cogió esa misma mano y se la llevó a la boca, rozando sus nudillos con los labios en un gesto que la derritió por dentro.

Drasil se acurrucó junto a él, resguardándose en el calor de sus brazos. Ubbe los cubrió a ambos con las mantas y depositó un tierno beso en su frente, apegándola a él todo lo posible. El sudor todavía acristalaba sus rasgos, al igual que los de la skjaldmö, cuyas mejillas estaban teñidas de un tenue color carmesí.

—Te quiero —le susurró el Ragnarsson al oído.

Drasil alzó la vista hacia él, ganándose un piquito en los labios que la hizo reír dulcemente. No obstante y a pesar de la sensación de felicidad que la embargaba, su mente no paraba de cuestionarse cómo sería todo a partir de ahora. Aún tenían muchos frentes abiertos, siendo Lagertha uno de ellos. Porque estaba convencida de que a la rubia no le haría ninguna gracia enterarse de que volvían a estar juntos.

¿Cuál sería su próxima jugada? ¿Seguiría utilizando a Margrethe para cizañar y sembrar la discordia entre ellos o planearía algo más retorcido?

Se le debió notar en la cara que algo le preocupaba, puesto que Ubbe no demoró en preguntarle si se encontraba bien. Incluso le dio un toquecito en la nariz para captar su atención, haciendo que saliera de su ensimismamiento.

—¿Qué vamos a hacer con Lagertha? —consultó la castaña sin poder disimular un timbre nervioso en la voz. La mención de la reina hizo que las facciones de Ubbe se crisparan en un gesto adusto, recordándole lo cerca que había estado de presentarse en el Gran Salón y cometer una locura—. Dudo mucho que le agrade saber que volvemos a estar juntos. —Encogió un hombro con resignación, acostumbrada a los tejemanejes de Lagertha, quien no vacilaba a la hora de jugar sucio con tal de conseguir lo que se proponía, aunque para ello tuviera que hacerles daño a los demás.

Ubbe respiró hondo y exhaló despacio, conteniendo la sarta de improperios y comentarios soeces que se deslizaba por su lengua. Empezaba a detestar a esa mujer con todas sus fuerzas, y no era para menos. Pero debía controlarse, ya no solo por su propio bien, sino también por el de Drasil.

Frunció los labios en una mueca desdeñosa y recorrió con su mano la espalda de la guerrera, a fin de encontrar algo de calma en aquella virulencia emocional a la que se estaba viendo sometido. ¿Por qué simplemente no les dejaba en paz? ¿Es que acaso no había tenido ya suficiente? ¿No le bastaba con haber matado a su progenitora, que también tenía que inmiscuirse en su vida privada? Si por él fuera...

—Creo que deberías contárselo a tu madre, hablar con ella de todo lo que está haciendo Lagertha —dijo finalmente—. Alguien tiene que pararle los pies, y Kaia es de las pocas personas capaces de hacerla entrar en razón —remarcó, aferrándose a la esperanza de que La Imbatible pudiera interceder a su favor.

Drasil compuso una mueca al escucharlo.

Ella misma había sopesado aquella posibilidad, tentada a sincerarse con su progenitora, a hacerla partícipe de todo lo que había tenido que aguantar por parte de la soberana desde que habían oficializado su compromiso.

Pero no podía.

—Teniendo en cuenta que nos encontramos en pleno conflicto civil, no nos conviene enemistarnos entre nosotros —repuso la escudera en tanto negaba con la cabeza—. Si queremos vencer a Harald y a tus hermanos, debemos permanecer unidos. Una disputa entre Lagertha y mi madre nos desestabilizaría demasiado, y eso es algo que no podemos permitirnos. —Exhaló un tenue suspiro. Estaban entre la espada y la pared—. Además, no quiero involucrar a mi madre en esto. Bastante ha tenido ya con ese malnacido —escupió ese último vocablo con rabia contenida y arrugó el entrecejo.

Ubbe dejó una serie de caricias en su brazo izquierdo, buscando apaciguar esa furia catastrófica que surgía y se retorcía en el fondo de su mirada cada vez que mentaba al hombre que había ayudado a escapar a Harald de Kattegat.

Drasil le había contado lo que ese tal Trygve había hecho mientras ellos estaban en Inglaterra, el cómo se había acercado y manipulado a Kaia para así poder acceder mejor a Lagertha, quien se había ganado bastantes enemigos desde que se había hecho con el control del reino. Y si a él le hervía la sangre al pensar en ello, en cómo habían convertido a La Imbatible en un daño colateral, no quería ni imaginarse cómo se sentía su futura esposa cada vez que el nombre de aquel pescador salía a colación.

No quiso insistir más en el tema, ya que comprendía el punto de Drasil, sus razones para no querer involucrar a su progenitora, de ahí que se abstuviera de decir nada. En su lugar, se quedó meditabundo, pensando en cualquier otra posibilidad que pudiera ayudarles. Por un momento tanteó el hecho de hablar con Björn, aunque no tardó en desechar aquella idea, dado que la objetividad de su hermano mayor en todo lo relacionado con Lagertha siempre había dejado mucho que desear.

Hasta que la solución a todos sus problemas y preocupaciones cruzó por su mente como una vaharada de aire fresco, tan clara y evidente que no pudo evitar sentirse estúpido por no haber pensado antes en ello.

—¿Qué? —inquirió Drasil ante la manera en que la observaba—. ¿Qué estás tramando? —quiso saber, entornando los ojos.

Una sonrisa sibilina culebreó en los labios de Ubbe, haciendo que la expectación generada por su comportamiento fuese aún mayor. Se incorporó hasta quedar sentado en el lecho y apoyó la espalda en el cabecero de madera, arrastrando a Drasil consigo.

Y entonces lo dijo:

—Casémonos —propuso el primogénito de Ragnar y Aslaug con un inusual brillo relampagueando en sus orbes celestes—. No lo pospongamos por más tiempo. Casémonos ya... Mañana mismo. —Todo cuanto pudo hacer la más joven fue alzar las cejas con desconcierto. Saltaba a la vista que aquello le había pillado por sorpresa—. Piénsalo bien: si nos casamos, Lagertha ya no tendrá ningún poder sobre nosotros. Es justo lo que quiere evitar, así que hagámoslo. Solo así nos dejará tranquilos.

Drasil abrió la boca con la intención de decir algo, lo que fuera, pero las palabras la habían abandonado. Sus planes de boda habían quedado relegados a un segundo plano a raíz de que recibieran la noticia de que Harald, Ivar y Hvitserk tenían pensado atacarlos, iniciando así una guerra civil. Y no había sido hasta ese momento que habían vuelto a retomar el tema.

Se mordisqueó el interior de la mejilla, consciente de que era arriesgado. No sabía cómo reaccionaría Lagertha de llegar a unirse formalmente a Ubbe, puesto que, como él mismo había dicho, su matrimonio era algo que la rubia estaba tratando de evitar a toda costa, pero tenía claro que no se lo tomaría nada bien. Aunque también era cierto que, una vez contraídas las nupcias, ya nada podría hacer para intentar alejarlos el uno del otro.

Era su única opción.

—¿Aún quieres casarte conmigo? —preguntó Drasil en tanto bajaba la mirada. Ella también apoyó la espalda en el cabecero de la cama, envuelta en aquella manta de piel de oso con la que cubría gran parte de su desnudez.

La mano de su prometido no demoró en posarse en su mejilla derecha, dejando en ella una sutil caricia que la impulsó a restablecer el contacto visual con él.

—No te imaginas cuánto. —Una sonrisa resplandeció bajo la tupida barba de Ubbe, que continuó deslizando la yema de su dedo pulgar por el pómulo de la hija de La Imbatible—. ¿Y tú, escudera? —consultó sin poder dejar de alternar la mirada entre los ojos y los labios de Drasil. Estos últimos parecían pedir a gritos ser catados de nuevo.

En un arranque de picardía, la muchacha se mantuvo silente durante unos breves instantes, como si estuviera meditando su respuesta... O como si tuviera dudas al respecto. Pudo ver cómo un pequeño músculo palpitaba en el lateral del cuello del hombre, seguido de un poso de inseguridad en el fondo de sus iris azules. Aunque la calma no tardó en regresar a él, especialmente cuando Drasil hilvanó una sonrisa pizpireta que hizo que el corazón se le encogiera dentro del pecho.

—Lo estoy deseando, Ragnarsson —murmuró la skjaldmö—. Quiero estar contigo, ser tu esposa... Lo quiero todo, siempre y cuando sea a tu lado —añadió con cierta timidez.

No pudo decir nada más, ya que Ubbe rebasó los escasos centímetros que los separaban y la besó de tal forma que todo lo demás dejó de existir para ella.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

· ANOTACIONES ·

—Los enanos o dvergar son seres de la mitología nórdica asociados con las piedras, lo subterráneo, la muerte, la suerte, la magia y la tecnología, especialmente la forja. Todas las fuentes mitológicas tempranas describen a los enanos como seres pequeños.​ En la Edda prosaica, por el contrario, se dice que tenían el mismo aspecto que los humanos, pero que vivían en la tierra y en las piedras.

Son grandes artífices, inteligentes e industriosos. Y, entre otras maravillas, crearon el martillo Mjölnir para Thor, la lanza Gungnir para Odín, el anillo mágico Draupnir y el navío Skíðblaðnir. El collar Brisingamen de Freyja, la cadena Gleipnir que ata al lobo Fenrir y el jabalí dorado de Freyr, Gullinbursti, son otras obras suyas.

Svartálfaheim, según la mitología nórdica, es uno de los Nueve Mundos de Yggdrasil. Otro de los nombres que posiblemente adopta es Niðavellir, según ciertos manuscritos. En él habitan los elfos oscuros, llamados svartálfar, y los enanos.

▬▬▬▬⊱≼≽⊰▬▬▬▬

N. de la A.:

AY, AY, AY, AY... ¡QUE NOS VAMOS DE BODORRIO, GENTE!

Decidme, ¿estáis tan emocionados como yo? Porque tenía muchísimas ganas de subir este capítulo. Por fin, tras nueve caps. de puro sufrimiento, nuestro bienamado Drabbe ha vuelto a subir a la superficie. ¡Así que id preparando las pamelas y los trajes de gala! Porque ya os adelanto que los dos próximos capítulos van a ser canelita en rama. Lo que nos depara en las siguientes entregas va a ser un auténtico torbellino de emociones, pero en el buen sentido. De modo que espero que estéis preparados para una buena dosis de romance, que buena falta hacía después de tanto drama ;)

Aunque no nos adelantemos, que aquí hay muchas cositas que comentar.

En primer lugar, menos mal que Drasil ha conseguido hacer entrar en razón a Ubbe, porque, de haber sido por él, se habría presentado en el Gran Salón para repartir hachazos a diestro y siniestro. Pero, gracias a Odín, nuestra bebita es quien le mantiene con los pies en la tierra. Aunque el mal rato se lo ha hecho pasar a la pobre, pero se lo perdonamos porque se ha portado como un rey en este cap. uwu

Que, por cierto, en el capítulo 57, Un secreto a voces, muchos os quedasteis con las ganas de que Ubbe se explayara más a la hora de confesarle sus sentimientos a Drasil, pero no me cuadraba del todo con su forma de ser. Es decir, el momento en sí ya era romántico y añadir un discurso ñoño por parte de nuestro sexy Ragnarsson me parecía too much. Ahora, en cambio, sí que lo he considerado necesario, porque la situación ameritaba que le dedicase esas palabras a Dras. Ella necesitaba que le dijera lo importante que es para él para terminar de desterrar todas esas inseguridades que llevaban acechándola desde que Lagherta metió las narices donde no debía, y este ha sido el resultado. Espero que os haya gustado su reconciliación =)

También quisiera comentaros otra cosilla. Últimamente me he agobiado tanto con el tema de los capítulos, preocupada por estar alargando las cosas más de lo necesario, que, al verme de nuevo los últimos caps. de la temporada 5A, me he dado cuenta de que me he dejado muchas cosas en el tintero con la escaleta que tenía montada. Así que he planificado más capítulos y he añadido más escenas para que la guerra civil no quede forzada. No me sentía cómoda obviando escenas importantes, ya que tenía la impresión de que iba a quedar todo muy apresurado, de manera que espero que no os moleste tener que esperar un poquito más para el final del primer libro.

Por otro lado, respecto a las actualizaciones, voy a seguir empleando la dinámica del capítulo anterior: si queréis que la siguiente actualización llegue antes, tendréis que apoyar este capítulo. Si no hay mucha diferencia de votos entre este y el anterior (que ronda los 50), tendréis el nuevo cap. dentro de 3 semanas.  Por el contrario, si veo que este capítulo se queda por debajo de los 40, me temo que tendréis que esperar para poder seguir leyendo. A mediados de junio tengo mi primer examen, así que os tocaría esperar hasta julio. De modo que apoyad mi trabajo para que eso no pase :)

Y poco más tengo que decir. ¿Qué creéis que pasará en los siguientes caps.? ¿Tendremos boda Drabbe o surgirá algún contratiempo que eche todo a perder? ¿Se enterará Lagertha? ¿O quizá Margaperra volverá a hacer de las suyas? Os leo (͡° ͜ʖ ͡°)

Y eso es todo por el momento. Espero que os haya gustado el capítulo. Si es así, por favor, no olvidéis votar y comentar, que eso me anima muchísimo a seguir escribiendo =)

Besos ^3^

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