THANTOPHOBIA; James Potter

By prongs_girl

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❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞... More

𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒:
𝐂𝐀𝐒𝐓
𝐏𝐋𝐀𝐘𝐋𝐈𝐒𝐓:
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| 𝟯 |
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AGRADECIMIENTOS Y EXPLICACIÓN.
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟭
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟮
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟯
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟰
𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟 𝗔𝗟𝗧𝗘𝗥𝗡𝗔𝗧𝗜𝗩𝗢
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟱
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟲
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟳

| 𝟰𝟭 |

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By prongs_girl


Sam yacía muerto en frente suyo. Sus ojos claros estaban abiertos, pero no reflejaban nada, se veían perdidos, sin brillo y estáticos.

Él era de esas personas que transmitía mucho con una mirada, era difícil no saber qué sentía o pensaba al ver sus ojos, reflejaban demasiados sentimientos.

Alexandra quiso caminar hasta él, pero sus pies no le permitían moverse. Miró hacia abajo asustada, y pudo ver cómo los mismos estaban amarrados con cadenas gruesas y pesadas. Volvió su vista al chico, notando cómo el charco de sangre se hacía más grande debajo suyo.

–¡Sam!

Abrió sus ojos exaltada, pero sintiéndose aliviada al notar que estaba en su hogar y todo había sido una pesadilla.

Pasó las manos por sus ojos, limpiando los restos de lágrimas. Se quedó un rato allí, regulando la respiración y relajando su mente de aquel acontecimiento.

Recién allí, diez minutos después, se percató de la ausencia de James. Frunció el ceño un poco confundida, últimamente él dormía hasta tarde ya que muchas veces se levantaba por culpa del llanto o quejas de Alexandra, producto de sus pesadillas.

A James no le molestaba el despertarse, todo lo contrario, lo agradecía ya que sabía que de no hacerlo ella no lo llamaría y se quedaría despierta lamentándose o pasándola mal, completamente sola.

Alex refregó sus ojos nuevamente al sentirlos húmedos, pero antes de largarse a llorar se levantó y colocó en su cuerpo uno de los suéters de James. En este caso, era uno de color crema que llegaba a la altura de sus muslos, unos dedos arriba de las rodillas.

Salió de la habitación arrastrando sus pies y abrazándose a sí misma, había una baja temperatura y no estaba muy abrigada que digamos. Por suerte, de a poco los días iban siendo más cálidos, ya que entraban en la primavera.

Alex bostezó y comenzó a preocuparse al notar que James tampoco estaba en la cocina. La casa estaba completamente a solas y en silencio, excepto por la pequeña Olivia que jugaba con uno de sus juguetes en la sala de estar.

Relajó su cuerpo al notar una pequeña nota sobre la mesada.




“No sé si estarás despierta, pero fui al centro a comprar algunas cosas para el cumpleaños de Lunático. Estaré con Canuto.

No, no es necesario que te preocupes. Y sí, nos comportaremos y no romperemos nada. No ruedes los ojos, tengo el presentimiento de que acabas de hacerlo.

              —Te ama, el mejor esposo de todos, claramente, dah.”




Alex soltó una pequeña risa y dejó la nota sobre la mesa, mirando con indecisión la cocina.

Desde que había regresado a su hogar James no permitía que hiciera mucho. La mayoría de las veces él insistía en que no cocinara o se tomara el tiempo en limpiar u ordenar, prefería que pase el tiempo descansando o haciendo otra cosa.

Eso tampoco fue muy bueno, ya que James no sabía cocinar muy bien que digamos, la mayoría de los días pedía comida.

Alex se dignó a preparar el desayuno, sabiendo que James llegaría con hambre, probablemente Sirius también los visitaría. Además, aprovecharía el que James no esté para evitar los comentarios sobre su bienestar, el no hacer mucho, despejarse... etcétera.

Tomó los ingredientes para hacer unos panqueques, colocó agua en la cafetera y algunas frutas para picar.

Evitó mirar El Profeta, no quería malas noticias. Estaba siendo ignorante con respecto a todo lo que sucedía en el exterior y lo sabía, pero lo último que quería era amargarse o deprimirse.

Los ataques no habían cesado, pero por suerte, tampoco habían empeorado.

El estar lejos de la Órden le había brindado algo de tranquilidad, aún así, odiaba quedarse en su casa cuando sus amigos luchaban y se arriesgaban.

James continuaba en casa, acompañando a Alexandra en su recuperación, pero sabía que pronto debía volver para ayudar al resto. Pensar en ello le revolvía el estómago.

La puerta resonó, y ella pudo escuchar con claridad las voces de James y Sirius, venían riendo y hablando en un volumen bastante elevado.

James se dirigió a la cocina mientras Sirius guardaba algunas de las compras en una habitación vacía de la casa. En su mayoría eran adornos, globos, velas de cumpleaños, entre otras cosas.

El azabache esbozó una pequeña sonrisa al ver a Alex de espaldas, concentrada en su tarea de batir la mezcla de los panqueques e ir cocinando al mismo tiempo. No sabía cómo se le podía hacer tan fácil el hacer dos cosas a la vez.

No podía decir que no le preocupaba. Sentía que se rompería en cualquier momento, y él temía que aquello suceda. Sentía que Alex reprimía demasiado, no la había visto llorar, excepto el día posterior al rescate y entre sueños, también luego de sus pesadillas. Pero no se había descargado, no como era debido, y eso le preocupaba.

Sentía la necesidad de protegerla y no dejar que nada ni nadie la lastimara. Un lado de su mente creía que el no dejarla hacer las tareas de la casa la ayudaría, pero también sabía que estaba equivocado en exigirle eso.

Por eso, por más que este preocupado, el verla allí, cocinando, con el cabello desordenado en un moño, su suéter en su cuerpo haciéndola ver más pequeña de lo que ya era, y el sentir cómo tarareaba por lo bajo, le hinchó el pecho de orgullo y felicidad.

Alex pudo oír pasos detrás suyo, por lo que volteó rápidamente para encontrarse con James. El azabache amplió su sonrisa y caminó hasta ella para colocar sus manos en su cintura.

–Despertaste temprano.

Alexandra dirigió su vista al reloj de la cocina que marcaba las once de la mañana.

–No es tan temprano.

James elevó sus hombros y dió un vistazo rápido a la comida que preparaba, al instante pudo sentir su estómago rugir del hambre. Ella sonrió divertida y volteó para continuar con el desayuno.

–¿Y Sirius?

–Guardando las cosas, está estresado por la organización. –rodó los ojos. –¿Has dormido bien?

–Sí, dormí bastante.

Alex terminó de apilar varios panqueques sobre un plato para comenzar con otro, sabiendo que Sirius querría comer.

–¿Tuviste pesadillas?

En la noche Alex no se había despertado, lo cual era bueno, pero en el momento del mal sueño James se había marchado, por lo que no sabía cómo había transcurrido el resto de la mañana.

–No.

–¿No? –preguntó asombrado.

–No, no esta vez.

James sonrió feliz mientras asentía, tomó dos de los platos repletos de comida y los dejó sobre la mesa.

–¡Peli!

Alex no terminó de voltearse cuando Sirius llegó para levantarla del suelo y sacudirla con fuerza.

–Te extrañé, maldita.

Soltó una risa y bajo de sus brazos para recibir un cálido beso en la gente por parte de su mejor amigo.

–Te ves pálida. –tocó su frente con preocupación. –¿Te sientes bien?

James se giró y miró a Alex, hasta el momento no había inspeccionado muy bien su rostro ya que se encontraba ocupada cocinando. Se sintió un poco culpable de no haber visto su aspecto enfermizo y cansado.

–Estoy bien, de seguro es por no desayunar. –sacudió su mano. –Supongo que quieres comer algo.

Sirius rápidamente asintió y sonrió con amplitud al ver los panqueques perfectamente acomodados sobre el plato.

–Me siento la persona más feliz del universo, Remus me tiene a dieta.

–¿Qué? –rió ella.

Ambos se sentaron en la mesa, Alex a un lado de James y Sirius frente a ellos.

–Dice que me alimento mal, mucha chatarra y bla bla bla.

James se estiró y besó rápidamente la mejilla de la pelirroja, Alex lo miró con una ceja alzada pero él metió un bocado de comida en su boca con rapidez, sintiendo cómo el calor subía a sus mejillas sin motivo alguno.

–¿Compraron mucho?

–Decoración. –respondió James con la boca repleta de comida. –Y algunos regalos.

–¿Entonces...? ¿Cómo haremos?

Ya era siete de marzo, y ese viernes era el cumpleaños de Remus, aún no tenían bien organizada la pequeña fiesta que se llevaría a cabo.

–Vendrán cerca de las ocho ¿verdad? –preguntó James buscando la afirmación de la chica, ella asintió mientras bebía un sorbo de café. –A las ocho será.

–Lily y yo nos encargaremos de la comida.

–Nosotros de la decoración. –afirmó James señalando a Sirius.

–Dorcas y Marlene iban a comprar las bebidas. –habló Alex.

–Y Fabian y Gideon se encargarán del pastel, creo que Molly se ofreció a hornearlo.

–¿Los regalos?

–Yo ya tengo el mío. –respondió la pelirroja ante la incógnita de Sirius.

–¡Oye! ¿Por qué no me dijiste? Le regalaré eso contigo.

–No.

–Pero, Leeeeex...–se quejó sacando hacia fuera su labio inferior. –Ahora somos un matrimonio.

–¿Y?

Sirius sonrió divertido ante el capricho de su amigo y aprovechó su distracción para robarle el último panqueque presente en su plato.

–¿No se supone que los matrimonios regalan cosas juntos? Eso hacían mamá y papá.

–No.

–Pero...

–Perdiste, Cornamenta. Superalo.

–No tengo imaginación para regalos.

–Sí la tienes. –replicó ella volteando a mirarlo. –Ya encontrarás algo.

–¿Y qué le regalarás? –interrogó Sirius.

–No les diré.

–Eyad. –insistió el pelinegro.

–No.

Ambos gruñeron por lo bajo y cruzaron sus brazos, haciendo un berrinche propio de un niño de cinco años.

Alex no pudo evitar pensar en la fiesta y en que dos personas importantes no estarían presentes.

Además de Sam, Regulus tampoco estaría allí.

El menor de los Black, en todo ese tiempo, no había dado señales de vida, era como si se hubiera esfumado. Nada de cartas, notas, noticias en El Profeta... ninguna prueba de que él se encontraba bien y sano.

Al principio, todos habían intentado contactarlo, pero tampoco podían hacer mucho ya que no sabían con exactitud a dónde se había marchado.

Se había esfumado.

James se excusó diciendo que iría al centro nuevamente para buscar un regalo para Remus, su orgullo no le permitía no elegir algo original y que le encante, por lo que prefería ir en ese momento y con tiempo a favor. Además, Sirius se quedaría con Alexandra en lo que él volvía.

–¿Hay noticias? –preguntó por lo bajo luego de unos segundos de silencio. Sirius suspiró y negó lentamente con su cabeza.

–Ya no sé que hacer.

Sirius, desesperado por la repentina desaparición de su hermano, había hablado con Dumbledore y explicado con detalles todo lo sucedido los últimos meses. Albus comprendió todo lo sucedido, pero no sabía nada sobre el paradero del chico.

–Él estará bien, tal vez se necesita tiempo. –murmuró intentando subir sus ánimos.

Sus amigos y pareja intentaban darle esperanzas, pero el tiempo transcurría y cada vez eran menores las posibilidades de encontrarlo.

Sirius no se encontraba bien, y esto era notorio. Él no demostraba su vulnerabilidad o tristeza por costumbre, era inconciente el hacer eso, pero todos podían notar cómo se ilusionaba a sobre manera cuando una carta llegaba, las llamas de chimenea resonaban o en la Órden comunicaban que tenían noticias nuevas.

–Era mi hermano. –la furia se notó en su voz.

–No hables de él como si...

–¿Como si hubiera muerto?

Alex lo miró, notando sus ojos grises que desparramaban furia y tristeza. Sirius mordió su labio inferior con fuerza y dirigió su vista a sus manos.

Ella se levantó para caminar hasta él, tomó asiento a su lado y, dubitativa, posó su mano sobre las de él, que se encontraban unidas.

–Acababa de recuperarlo. –su voz se rompió. –Tantos años ignorando al otro, peleando, discutiendo... pudimos mejorar eso antes, habríamos tenido más tiempo y...

–No pienses en eso. –lo cortó. –Lo importante es que pudieron hacerlo, pudieron arreglar sus diferencias y mejorar su relación. –acarició sus manos. –Eso es lo importante.

–¿Y si no aparece? –preguntó luego de unos segundos.

Alex sonrió a medias y suspiró al ver que reprimía su llanto, aún no se acostumbraba a demostrar sus sentimientos.

–No pensemos en eso, ya veremos qué hacer para hablar con él.

–Peli...

–No creo que esté muerto.

Sirius la miró, con un pequeño brillo de esperanza e ilusión en sus ojos.

–¿Por qué crees eso?

–Si fuera así... lo sabríamos, El Profeta hubiera sido el primero en dar la noticia. Y si los mortifagos creen que nosotros lo tenemos como rehén estarían enojados, ya habríamos recibido alguna amenaza o algo a causa de su muerte.

Sirius entrecerró sus ojos, analizando sus palabras y las distintas situaciones que se pudieron haber dado.

–Pero no sabemos donde fue, pudo haber muerto por otra causa.

–¿Y su cuerpo? Tus padres y el resto de los mortifagos se desvivieron rastreando y revisando cada rincón de Londres.

Sirius suspiró, podía ser una posibilidad. De hecho, las palabras de Alex tenían sentido. Pero tampoco podían ilusionarse.






James ingresó a la habitación, encontrándose con Alexandra que acomodaba la ropa recién lavada en el armario. Llevaba su cabello pelirrojo húmedo y, nuevamente, usaba una remera de James como pijama. Él adoraba eso.

–Creo que intentas apropiarte de mi ropa.

Se sobresaltó y colocó su mano en el pecho por inercia, lo miró mal al mismo tiempo en que soltaba una pequeña risa.

–Crees bien.

James caminó hasta ella con un pequeño paquete entre sus manos, lo dejó sobre la cama para abrazarla por la cintura y esconder su rostro en su cuello.

–¿Estás bien? –preguntó extrañada.

–Sí, solo te abrazo.

Alex sonrió y pasó sus brazos alrededor de su torso, estrechandolo con fuerza. James se separó un poco y besó cortamente sus labios mientras sonreía en el proceso.

–¿Qué es eso? –interrogó mirando la pequeña caja de madera.

–Es... –suspiró indeciso y tomó asiento en la cama. Palmeó a su lado, indicándole que copie su acto.

–Me asustas.

–No es nada malo. –aclaró. –¿Recuerdas cuando la familia de Sam se comunicó con nosotros?

La respiración de Alex se entrecortó y asintió.

La familia de Sam había regresado a Londres para el pequeño funeral que le realizaron. Luego de unos días, su cadáver de fue encontrado, y con un poco de magia pudieron revertir los estragos causados por el transcurso del tiempo. Habían realizado una pequeña ceremonia, con sus familiares y amigos más cercanos, no superaban las quince personas.

Ellos habían sido invitados, y todos asistieron a excepción de Alexandra. No pudo ir por varios motivos, estaba recuperándose de los golpes, maldiciones y trauma que el cautiverio le había causado. Pero, sobre todo, no pudo asistir por culpa.

Se sentía culpable, aún continuaba con esa sensación dentro suyo que no la dejaba respirar o dormir con tranquilidad.

No había hablado de ello con nadie, no quería preocupar a sus amigos o a James, y llevaba reprimiendo ese enojo hacia ella misma desde hacía tiempo, específicamente desde que vio el cuerpo sin vida de su amigo.

–Sí, lo recuerdo.

–Bien, yo... hablé un poco con su familia. –explicó. –Fueron unas pocas palabras, pero me dieron esto.

James tomó entre sus manos la caja de madera, tenía un pequeño lazo amarillo a su alrededor.

–¿Qué es eso?

–Sus escritos.

El pecho de Alex se hundió, y unas terribles ganas de vomitar la invadieron. No sabía por qué, pero se sentía enferma.

–No son todos, pero la mayoría está aquí. No los leí. –dejó la caja sobre el regazo de la chica. –Sus padres sabían de todos nosotros, pero... por lo visto él hablaba mucho de ti, y ellos supieron que esto te pertenece.

–No. –negó al instante. –Esto es de ellos, es su hijo y...

–Sí, es su hijo y por eso mismo saben con exactitud qué es lo que él querría, y el querría que esto esté en tus manos.

–No, James. –susurró mirando la caja entre sus manos.

–No es necesario que los leas, solo te los doy porque no soportaba tenerlo escondido y ocultarte esto. Puedes guardarlo o hacer lo que creas mejor. –elevó sus hombros. –No sé si servirá de algo, pero el leerlos tal vez te... tranquilice un poco ¿sabes?

Alex hizo una mueca dudosa y James le sonrió con tranquilidad, besó su frente con lentitud, quedándose allí unos pocos segundos y sobando su brazo con suavidad. Se levantó de la cama y caminó hasta la puerta.

–Te dejaré un rato sola, yo estaré por aquí. –señaló hacia fuera. –Cualquier cosa, llámame.

Alex asintió y la puerta se cerró, dejándola completamente sola. Miró la caja entre sus manos, de cierta forma sentía una gran responsabilidad, ella sabía con certeza que sus escritos eran muy importantes para Sam, los cuidaba como si fueran oro.

Estaba indecisa.

Un lado suyo quería abrirlo y leer uno por uno, perderse entre las líneas y analizar cada palabra y su significado. Quería saber qué recorría por la cabeza de su amigo, cómo se expresaba en el pergamino, qué sentía... Todo. Quería conocer ese lado oculto de él.

Y por otro lado, tenía miedo. Eso podía aliviarla, pero también podría deprimirla aún más, no podía soportar la idea de sentir que él se enojaría al enterarse que husmeaba en su lugar tan seguro y privado.

Abrió la caja, notando el temblor en sus manos. Los papeles estaban doblados perfectamente uno sobre otro, algunos tenían un color amarillento, y otros se notaba más cuidados y nuevos.

Un olor a pergamino y café la invadió al sacar algunas hojas del interior. Era agradable.

Suspiró mientras abría un pergamino, lo alisó con sus manos y tragó en seco, preparándose internamente para leer. Pudo notar al instante que sus escritos eran cortos y concisos, ella creía que eran extensos y ocuparían la mayoría del pergamino, pero no fue así.



“Aprendí qué hay personas que son el viaje, pero no el destino, probé el sabor de un amor que me enseño a vivir, pero no a dejarte ir.”



Alex abrió los ojos algo impactada ante el escrito corto pero tan hermoso que se encontraba plasmado. No había leído el resto, pero sentía que era su favorito por mucho.

Sonrió levemente mientras tomaba otro pergamino.




“—1978.

Caminé con las lágrimas picando en mis ojos, aún así, mi cabeza estaba en alto, demostrando seguridad.

El traje molestaba en la zona de mi cuello, y los zapatos lo único que lograban era dar una sensación de inquietud mayor en mi cuerpo.

Aún así, estaba feliz, aunque no del todo.

Seguí caminando, mientras en mi cabeza se reproducían distintos momentos y situaciones vividas los últimos años. Las conversaciones, abrazos y besos vividos, aunque estos últimos no hayan sido del todo reales.

Reproduje ese recuerdo, donde tomé tu cintura con firmeza y uní nuestros labios con ferocidad e intensidad. Ambos teníamos otros propósitos con esa acción, pero nadie imaginaba que ese se convertiría en mi recuerdo favorito, eternamente.”





Alex sintió un nudo en su garganta que le impidía respirar correctamente, pasó el dorso de su mano derecha por sus ojos limpiando las lágrimas que caían con fuerza sobre sus mejillas.

Sorbió su nariz y tomó otro pergamino, queriendo leer más.




“—1977.

Ella se veía radiante, sonreía mientras me acercaba a ella. Parecía muy feliz de verme caminar hacia donde se encontraba.

Lo juro, juro que intenté no sentir eso dentro mío. Intenté ahuyentar el pequeño hormigueo en mi estómago, la sensación de nervios que me impedía gesticular palabra alguna, el temblor de mis piernas... intenté ahuyentar todo aquello, alejarlo, ignorarlo y sepultarlo en algún lugar donde nadie lo encontrara. Lo juro.

Juro que lo intenté.

Pero no pude.”




Soltó un sollozo y dejó con un poco de furia la caja y el pergamino sobre la cama, pudo oír la puerta abrirse, pero no se molestó en mirar.

–Hey, cariño. –James se colocó en cuclillas enfrente suyo y tomó sus manos, las cuales tapaban su rostro. –Oye...

–Estoy bien.

James reprimió un bufido y bajó sus manos, dejando su rostro enrojecido y repleto de lágrimas a la vista. Pasó sus dedos sobre el lugar, limpiando con suavidad los lugares que se encontraban mojados.

–Lex...

–Estoy bien, en verdad. –sorbió su nariz.

James suspiró y se sentó en la cama para luego tomarla de la cintura y colocarla sobre su regazo

–Escribía hermoso. –murmuró con voz ronca luego de unos segundos.

–No tengo dudas de ello.

Alex tomó uno de los tres pergaminos al azar y se lo tendió, James miró dudoso y negó con su cabeza. Ella inclinó su cabeza, insistiendo.

–Bien, solo espero que su fantasma no me haga nada.

La chica soltó una risa y rodó los ojos.

James comenzó a leer, sus ojos se movían por las líneas donde la caligrafía perfecta de Sam se encontraba. Sus cejas se levantaron, pero ella nos sabía bien el por qué, podía ser sorpresa, asombro...

Se asomó un poco para ver cuál de los tres pergaminos tenía entre sus manos, y pudo notar al instante que era el segundo que ella había leído.

–Wow.

–Sí.

James volvió a leerlo, una y otra vez.

–Es... esto es increíble.

Alex asintió y apoyó su cabeza en su pecho, encorvando un poco su cuerpo para tener el ángulo perfecto.

–Lo es. Lo extraño.

James la acercó más a su cuerpo y besó su cabeza, sintiendo cómo algunas lágrimas le mojaban la zona del cuello.

–Está bien, cariño. Suéltalo. –susurró al oír cómo su llanto aumentaba.




















Bien, primero que nada pido perdón por hacerlxs esperar tanto por la actualización, pero tuve algunos problemas para escribir.

Por otro lado, ya tengo en claro todo lo que va a suceder en la historia, incluyendo el final, lo único que queda es escribirlo.

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