De la A a la Z - Saga del Rei...

By vonrotten

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1941 Europa está inmersa en la guerra más sangrienta que ha conocido. Sieglinde, Ludwig y Alec. Tres hermanos... More

Prólogo
Amanecer
Buscando
Consternados
Desesperación
Efímero
Fuego
Genocidio
Histeria
Ira
Juegos
Kafkiano
Lamentos
Melancolía
Numi
Oscuridad
Pearl Harbor
Realidad
Secretos
ESPECIAL: Cartas de Navidad
Tristezas
Ultimátum
Valor
Xeno
Witold
Yactura
Zozobra
-.. .- ... / . -. -.. . ..--..?
Anuncio (no capítulo)
Parte II: 1943
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Booktrailer - Las flores malditas del Reich

Quebranto

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By vonrotten

Febrero, 1942

Los nevados días de invierno en Berlín no impedían que las personas pudieran tomar caminatas en el exterior. Un hombre y una mujer caminaban juntos por los jardines cubiertos de nieve en la Cancillería. El gabán negro que llevaba Speer y el abrigo rojo que portaba Sieglinde daba la impresión de que era lo único a color que se encontraba en ese ambiente casi cegador por la ausencia de color. Sieglinde, a veces, se llevaba sus manos enguantadas de negro a la cara para soltar algunos suspiros y ver cómo el frío lo materializaba en un vapor blanco que se esfumaba en cuestión de segundos.

Tanto Albert como Sieglinde se llevaban muy bien, considerándose entre ellos como tío y sobrina. De hecho, cada que tenía la oportunidad, la mujer le decía tío Al. Speer, al ver que la hija de Hitler estaba tan concentrada en los vapores que emitía su exhalación, decidió hablar:

— Tengo que admitir que tu discurso me sorprendió, Sieglinde. —Albert sonrió, llamando la atención de la alemana quien le sonrió de vuelta.

— ¿En serio? —El hombre asintió—. Estoy muy feliz de escuchar eso. Aun así, debo confesarte que me sentí muy rara dando ese discurso.

— Es normal, es la primera vez que te presentaste ante el mundo como la Esposa del Reich. Te acostumbrarás con el tiempo.

— La guerra ha forzado a la gente a realizar cosas que nunca pensó que iba a hacer en situaciones normales.

Sieglinde bajó la mirada, pero Speer notó la tristeza tras la misma. Sus ojos azules se aguaron y parecía los cristales de hielo que a veces se lograba ver diferenciando de la nieve en general.

— ¿Qué es lo que aflige el corazón de mi princesa?

La mujer se quedó estática durante un par de segundos, luego suspiró con pesadez y lo miró.

— Son temas del corazón. Para que nuestro país pueda vivir tranquilo, aun en pleno conflicto, los que estamos en el poder debemos hacer sacrificios.

— Te refieres al hijo menor de Roosevelt, Thomas, ¿no es así? —Sieglinde asintió en silencio —. Qué situación tan difícil.

— Aun con todo lo que ha pasado, sigo amando a Thomas con mi alma y deseo estar junto a él por siempre. No obstante, entiendo la necesidad de una buena alianza política en tiempos de crisis... por el cual he decidido casarme con André.

— ¿Estás segura de la situación? – Speer preguntó sorprendido por lo que dijo su sobrina.

— Así es, mi alma se fragmentó en el momento en que Thomas se fue, Ludwig se dirigió al campo de combate y Alec desapareció. —El hombre frunció el ceño al escuchar el último nombre. ¿Por qué Sieglinde y Ludwig tenían que mencionarlo todo el tiempo? —. No sé si aún tengo alma en este cuerpo o simplemente soy un contenedor vacío, pero seré una buena esposa porqué, a pesar de que no lo puedo llegar a amar como a Thomas, le tengo un aprecio demasiado grande.

La mirada de Speer se puso triste al escuchar eso, ¿en qué momento su pequeña niña de mirada encantadora se había convertido en una mujer sin amor? Era su niña, fue el primer jerarca que la conoció cuando Hitler llegó al poder. Sólo Goebbels la había conocido primero.

Sieglinde lo consideraba como su segundo padre: la consentía, le daba buenos consejos, pero, sobre todo, la amaba incondicionalmente como su hija. No sabía si podía contar con él para buscar a Alec, así que lo tendría como su soporte emocional. La ayudaba mucho simplemente teniendo su cariño.

— Creo que casarte con André te hará bien, te ama con locura. —Sieglinde miró a Speer sorprendida.

— ¿Te parece bien?

— Así es. —El hombre sonrió —. Creo que su amor hacia ti resolverá todos tus problemas del corazón.

El eco de las pisadas hacía que el oscuro lugar se volviera más tenso, parecía ser una prisión en un sótano oscuro, helado y silencioso. La puerta de madera se abrió dando lugar a un salón, el cual en el medio había una linterna colgando del techo, una mesa y un par de sillas. El lugar estaba rodeado de varias rejas que daba a las celdas de varios prisioneros. En eso entró un hombre, vestido con su elegante uniforme negro característico de los miembros del partido de Mussolini. Con sus ojos verdes miró a uno de los prisioneros y arrastró su silla quedando cerca de su celda, el prisionero ni se inmutó.

El pelinegro se acomodó en la silla y miraba al chico que se encontraba tras la reja. Era un hombre guapo, bastante joven, podría no tener más de veinte años, de cabellos castaños y ojos oliva.

— Me pareces interesante, ¿cómo te llamas? —preguntó Flavio

— No creo que te importe una mierda cómo me llamo —El fascista soltó un silbido al escuchar la respuesta del prisionero.

— Con que un chico rudo, ¿eh? Me agradas. —Sacó una cajita de plata con varios cigarrillos y lo extendió hacia el prisionero —¿Un cigarrillo?, te recomiendo que lo tomes. Lo vas a necesitar para cuando André empiece a hablar.

El joven miró con duda y tomó el cigarrillo. Flavio sacó su encendedor y lo acercó al cigarrillo del prisionero para prenderlo, y después sacó otro para él.

joder, un cigarrillo en plena guerra era de los mayores lujos que te podrías dar. Pensaron los dos al mismo tiempo mientras daban su primera calada.

— Así que tú eres Flavio, el menor de los gemelos. —dedujo el prisionero. Flavio guiñó un ojo al escuchar eso.

— Acertaste, así que ahora es momento de que me digas tu nombre.

— ...Carlo.

— ¡Carlo! Qué bello nombre, de hecho, mi segundo nombre es Giancarlo.

— Estás siendo amable con nosotros porque nos vas a matar, ¿no es así? Me imagino que para ti lo mejor es que esta guerra dure lo más posible. —Carlo decidió cambiar de tema. Le incomodaba la amabilidad del fascista.

— No, no, no. ¡Por supuesto que no! ¿Quién quiere que esta guerra se alargue más? Estás confundido, mi estimado. Soy un amante de la paz, lo único que deseo es que todo esto acabe, aunque no estoy seguro que mi hermano piense lo mismo. —En esos momentos, una figura idéntica a Flavio, había entrado al lugar poniendo seguro a la puerta. Carlo se asustó mientras que Flavio lo miró con una sonrisa —¡Hermano! ¡Justo estábamos hablando de ti!

Flavio se acercó a su gemelo con una sonrisa que fue correspondida por su gemelo.

— Se estaban divirtiendo sin mí. Eres un mal hermano, Flavio —le dijo André con una sonrisa.

— Veo que estás de buen humor. Bien, el escenario es todo tuyo.

Flavio realizó una dramática reverencia, como si estuviera presentando su hermano al encerrado público. Porque sí, para André, la vida era una obra y el escenario era el mundo entero, donde solo él, Flavio y Sieglinde eran las estrellas de la función.

André caminó hasta llegar al centro del lugar, mientras que Flavio se sentaba en la silla que estaba junto al prisionero. Carlo tenía curiosidad de ver qué haría el sucesor del Duce y su gemelo, mientras que el resto de prisioneros estaban escépticos de lo que haría el mayor de los gemelos fascistas.

— ¿Y esas caras serias? No los voy a matar, simplemente vine a hablar con ustedes. Vamos, aplaudan. —Al ver que nadie estaba aplaudiendo se alteró — ¡DIJE QUE APLAUDIERAN, CARAJO!

Mucho de los prisioneros, temerosos ante la rara conducta de André, decidieron aplaudir. Flavio lo hizo simplemente porque le gustaba lo que hacía su hermano. Cuando el sonido cesó, André continuó:

—Bien, eso me gusta, ¡y los entiendo! Deben estar confundidos y preguntando ¿Qué hemos hecho mal? ¿Qué error cometí para que me arrestaran? ¡Ah ya me acordé! Porque soy un partisano.

Todos los prisioneros miraban extrañados al italiano, Flavio simplemente le dio una calada a su cigarrillo mientras veía a su hermano "actuar".

— Ustedes son jóvenes, ingenuos, que se dejan influenciar por esos rojos que solo quiere destruir nuestra familia italiana ¡No los culpo, en serio! Entiendo que quieren mejorar el país, al igual que nosotros, sólo que escogieron el camino equivocado. Les tengo la solución: únanse al partido y los orientaremos por el camino correcto.

Los hombres se quedaron en silencio al escuchar la propuesta. El ambiente era sepulcral producto de lo peligroso de esa oferta. Les estaba ofreciendo la oportunidad de vivir a cambio de destruir todo lo que creían, todo lo que protegían.

— ¡PREFIERO UN MALDITO TIRO EN LA CABEZA ANTES DE UNIRME A SU PARTIDO DE PORQUERÍA!

Todos los prisioneros comenzaron a gritar cosas muy similares, maldiciéndolos y a su Duce. Flavio tiró la colilla al piso y lo pisó con su bota. Aburrido porque sabía el resultado de eso, se paró y se iba a retirar cuando una voz lo detuvo.

— ¡Espera, Flavio Mussolini! —El pelinegro giró para verlo, era Carlo —. Tú no eres una mala persona. Definitivamente eres diferente a tu hermano. No te conviertas en su copia, aun tienes humanidad. Piensa y toma el camino correcto.

Flavio lo pensó un momento antes de asentir como despedida. Carlo comenzó a cantar una canción que todos, incluso los gemelos conocían perfectamente.

Questa mattina mi sono alzato.

Todos los hombres decidieron cantar al son del menor haciendo enojar a los fascistas.

O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao

Questa mattina mi sono alzato E ho trovato l'invasor

André entró en cólera y sacó su arma disparando al aire.

— ¡CALLENSE TODOS, HIJOS DE PERRA! —gritó el mayor de los gemelos, pero ninguno de los partisanos decidió rendirse ante él.

O partigiano, portami via

O bella ciao, bella ciao, bella ciao, ciao, ciao

O partigiano ...

Un sonido ensordeció el lugar. El cuerpo inerte de Carlo caía dentro de su celda impresionando a todos, incluso a Flavio. No pensó que André le dispararía. Flavio tocó el brazo de André, intentando bajar la mano que tenía su arma.

— Hermano, vámonos, no vale la pena que te estreses con eso.

André respiró varias veces y lo miró con una sonrisa antes de volver a estar serio.

— Tienes razón, no vale la pena gastar mis balas ¿nos vamos, hermano?

Los dos llegaron a la puerta, pero al abrir se encontraron con oficiales subordinados a los gemelos. André seguía caminando junto a Flavio mientras le ordenaba al líder de grupo sin siquiera mirarlo.

— Mátenlos a todos. Cómo los detesto, malditos partisanos.

En Estados Unidos, Thomas estaba en su casa en Nueva York. Había decidido tomar un descanso de todo lo que había pasado con Pearl Harbor y necesitaba un espacio para recuperarse. Sus heridas estaban sanando y tenía un cabestrillo en el brazo izquierdo ya que se había fracturado varios huesos producto de la caída. Todo lo demás se recuperaba satisfactoriamente, a excepción de la audición en la parte izquierda. Había perdido toda la audición en ese lado y en el lado derecho lo había perdido en un quince por ciento.

Lo suficiente para no poder entrar en el ejército.

El rubio meditaba en el jardín el cómo colaborar con su país desde el tema diplomático o en el campo de las leyes para que el conflicto durara lo menor posible, pero también quería venganza contra los japoneses.

Una de las sirvientas llegó al jardín y le avisó que había llegado una carta. Al preguntar el remitente de la misma, la mujer afirmó que no lo tenía en ninguna parte de la carta. El hombre se puso sus guantes para prevenir algún tipo de veneno en el contenido y lo aceptó despachando a la mujer. Thomas abrió el sobre y sacó la carta. Eran pocas palabras las que había adentro, pero las suficientes para preocuparlo.

Llevas tres años escribiendo a Sieglinde, pero la que responde tus letras no es tu amada.

¿Qué clase de broma era esta?

Por fin pude subir este capítulo, que es el final de la primera parte de la A a la Z. No es que haya terminado, sino que desde este punto comienza a suceder hechos bastantes relevantes para el futuro de la misma. Pasemos a las mini lecciones de historia:

*Lo que menciona Sieglinde, es que en la mayor parte de la guerra, los alemanes vivían como si nada estuviera pasando, ya que eran los menos perjudicados. Esto cambia a partir de 1944 cuando se comienza a sentir el avance de los Aliados en Europa.

*Albert Speer es conocido como el Arquitecto del Reich, pues fue el encargado de la construcción de muchos lugares icónicos del Reich como la Nueva Cancillería del Reich y el Estadio Olímpico. Posteriormente, con el avance de la guerra se convierte en el ministro de Guerra. 

*Los partisanos fueron grupos opositores al fascismo de Mussolini. Habían diferentes facciones tanto políticas como guerrilleras. Gracias a la valentía de los partisanos, fue un factor clave para que los Aliados pudieran avanzar de manera más rápida que en otras partes de Europa.

*La canción que cantan los partisano es Bella Ciao, lo conocerán por la serie de Netflix La Casa de Papel, pero en Italia es más conocida por ser conocido por el canto de los partisanos. Aun así, se cree que esta canción existe desde la guerra de Reunificación Italiana. 

De nuevo, gracias por esperar y llegar hasta este punto de la novela. Quería que este capítulo quedara lo mejor posible y he tenido asuntos que me impedían, pero aquí está y esta historia va pa' largo. 

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

Fecha tentativa de actualización: 15 de octubre

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