El mundo oculto del Espejo [S...

By monicadcp10

6.8K 840 93

¿Conocéis a los vampiros? ¿Habéis escuchado sus historias? Bien. Porque este cuento no va de los vampiros que... More

[Adelanto]
Prólogo
Adiós, Neptuno
Conversión
El Espejo
El rey
Primera toma
¿Por qué a mí?
Asskiv
El diario
Primera Luna llena
Cárcel
Descendencia
Sed de sangre
Liberación
Poder vampírico
Reina
ESPECIAL - Día del Libro (23 de abril)
Proposición
Contrarreloj
Gota de sangre
Sedientos
Hipnosis
Una lección para el maestro
El anillo
Nolan
Lágrimas de diamante
La carta
Confesiones
Despedida
Incógnitas
Luna de sangre
Nadie podrá
Sin poder vampírico
Duelo
Tigres
Padre
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

La disculpa tardía

96 17 2
By monicadcp10


Por extraño que pueda parecer, los dos tigres que parecían custodiar la continuación de la gruta no hicieron ningún movimiento. Permanecieron tan inmóviles como estatuas, con sus ojos cerrados, cuando pasamos entre ellos, avanzando por el túnel. La compañía de Asmord continuaba inquietándome, y no solamente por ser él. ¿Le parecería bien a Danira que hubiera un intruso en su escondite? ¿Me afectaría negativamente de algún modo su presencia? Esperaba que no. De lo contrario, las cosas podrían llegar a ponerse muy feas para nosotros.

Continuamos caminando durante un tiempo que se me hizo eterno. Ámarok se interponía entre el vampiro y yo, tratando de protegerme en el caso de que a Asmord se le fuera la cabeza. El lobo no confiaba en él y no podía culparlo porque yo tampoco. Pero allí estaba. Ni en mis más locos sueños podría haberlo imaginado. Puede que no lograra sacarme al vampiro de la cabeza después de todo.

—Entiendo que no cuento con tu confianza y que los dos me consideráis un desconocido o algo peor —la voz de Asmord me sorprendió de nuevo—. Sin embargo, puedo ser de utilidad. Soy un vampiro de alto rango capaz de muchas proezas. No usarme sería un despilfarro innecesario. Así que, ¿me dirás qué es este lugar y qué estamos haciendo aquí?

Eché un rápido vistazo a Ámarok, aunque yo ya sabía que el lobo se pondría de su parte en aquella ocasión. Nos encontrábamos en un lugar desconocido y frente a nosotros se alzaba un futuro incierto. Contar con las habilidades de Asmord podría sernos de gran ayuda. Y, puesto que no podíamos mandarle de vuelta a la Academia, era mejor que nos fuera útil en lugar de ser un lastre. La cuestión era cómo explicar todo aquello.

—No sé dónde estamos —carraspeé y traté de no mirarlo porque sus ojos parecían tener un efecto en mí que no terminaba de gustarme—. Vine aquí porque Danira contactó conmigo.

—¿Danira? —el tono de sorpresa se hizo eco en su voz—. ¿Estamos hablando de la bruja? ¿La antigua reina de los vampiros?

—La misma —reprimí un escalofrío—. Se me apareció en un sueño hace meses. Necesitaba mi ayuda. Su magia no podía continuar sosteniendo el lugar en el que ella y sus hijos se encuentran, donde se han escondido todos estos años. Van a desvanecerse si no doy con ellos. Por eso estamos aquí.

Hubo un instante de silencio en el que supuse que Asmord trataba de asimilar la nueva información. Cediendo ante un impulso que era más fuerte que yo, giré la cabeza lo suficiente como para mirarle. Y descubrí que sus ojos ya estaban clavados en mí.

—¿Por qué tú? —no supe si me preguntaba a mí o se lo preguntaba a sí mismo—. ¿Por qué te pidió ayuda a ti? Tenía vampiros mucho más poderosos a su disposición. Incluso si no quería involucrar a Hesper...

—Puede que pensara que cualquier otro vampiro la habría delatado —tercié, cortando nuestro contacto visual—. Hesper es el rey de los vampiros, al fin y al cabo. No cualquiera le ocultaría información. Fue una suerte que perdieras tu capacidad para leer mi mente. De lo contrario, puede que también se lo hubieras contado.

No podía ocultar el reproche en mis palabras. Porque la verdad era que todavía me sentía muy dolida por lo que él me había hecho.

—Kaiserin...

—Por otro lado —le interrumpí, sin querer escuchar ninguna clase de excusa—, puede que Danira supiera que Hesper había puesto sus ojos en mí. Quizás trataba de hacerme un favor antes de que fuera demasiado tarde.

—Ya tienes que saber que ha habido otras antes que tú —sí, por supuesto que lo sabía—. Si la bruja quería esperar hasta el último momento, podría haber confiado esta tarea a Kinn. Ella es una vampiresa más experimentada que tú. ¿Por qué no pedirle ayuda a ella?

No respondí porque no tenía nada que decir al respecto. No tenía respuestas y puede que nunca las tuviera. Pero debía reconocer que yo también me había hecho esa pregunta demasiadas veces y en demasiados contextos. ¿Por qué había nacido yo con tres dones neptunianos? ¿Por qué tenía yo el don del vampirismo? ¿Por qué era yo la única que no me convertía las noches de Luna llena? ¿Por qué había sido yo la única alumna de Asmord? ¿Por qué Danira me había elegido precisamente a mí? A ojos de todo el mundo, yo era especial. ¿Y si Danira también lo sabía? ¿Sabría decirme aquella bruja por qué? Era una esperanza que albergaba en lo más profundo de mi corazón, una secreta ilusión de la que solo Ámarok era consciente. Y no porque yo se lo hubiera confesado, sino porque éramos como una misma alma repartida en dos cuerpos: él sabía todo de mí igual que yo sabía todo de él.

De momento, no merecía la pena preguntarse por qué la bruja me había escogido a mí de entre todos los vampiros. Quería pensar que realmente se había apiadado de mí, que me hacía un favor. Puede que hubiera sido la única que no quisiera ser realmente compañera del rey de los vampiros. Quizás ella había entendido ese sentimiento, donde quiera que estuviese. Pero el hecho era que yo estaba allí para ayudarla y eso era lo que iba a hacer.

—Danira me dijo que tendría que superar ciertas trampas que ella colocó al crear esta guarida —le expliqué a Asmord—. La de los tigres ha sido la primera. No sé cuántas hay ni cómo van a desarrollarse, pero debemos pasarlas todas. Si no, no podremos llegar hasta ella y es de vital importancia que lo consigamos. Debemos recordar que están en peligro.

—¿Algo más que deba saber? —inquirió el vampiro.

—Nada que sea útil. No me dio pistas, si es lo que preguntas. Solo me proporcionó escuetas instrucciones para llegar hasta aquí. El resto corre por nuestra cuenta.

—En ese caso, tened cuidado y estad alerta.

Me mordí la lengua para no rechistar diciendo que ya lo habíamos estado haciendo. De nada servía enfadarme. Necesitaba guardar todas las fuerzas para lo que se avecinara, fuera lo que fuera. ¡Cómo me arrepentía de no haber llevado una bolsa de sangre conmigo! O incluso un poco de agua hubiera estado bien, ya que los vampiros también necesitábamos de ella para sobrevivir.

Seguimos caminando, escudriñando el camino que teníamos por delante en busca de cualquier cosa que pudiera indicarnos la siguiente trampa. Pero no encontramos nada. El túnel era siempre el mismo: barro y piedras luminosas. Era como si no avanzáramos nada. Y delante de nosotros solo había oscuridad.

¿Crees que algo va mal? —me preguntó Ámarok sin detenernos.

—No sabría decirte —respondí—. Puede que estemos pasando algo por alto. ¿Qué opinas?

Que estamos dando vueltas en círculos —medio gruñó—. Es casi como si...

Fruncí el ceño y miré al lobo, sin entender por qué había parado tanto de hablar como de caminar. Sus ojos se encontraban fijos al frente, las orejas alzadas y la cola inmóvil. Había algo allí que había captado su atención.

Seguí su mirada hacia el final del túnel, hacia la oscuridad, y distinguí un brillo de color verde que me resultaba familiar: los ojos de los tigres. ¿Habían regresado? ¿Tenía razón Ámarok y habíamos estado todo el tiempo dando un rodeo para terminar en el mismo lugar? ¿Deberíamos enfrentarnos a ellos nuevamente?

Asmord y yo también nos detuvimos. No obstante, el reflejo verdoso parecía distinto al anterior. Al cabo de unos segundos, descubrimos que se trataba de una niebla verde y densa que se acercaba con calma hacia nosotros, como una serpiente arrastrándose lentamente por el suelo.

—¿Será venenoso? —pregunté, intranquila.

—No hay ningún veneno que funcione contra los vampiros —aseguró Asmord—. Al menos, aún no se ha descubierto ninguno.

—No es mi culo el que me preocupa.

No quise mirar a Ámarok para continuar controlando aquel humo que seguía avanzando, pero era él por quien yo más temía. Sabía que el lobo era muy capaz de luchar por cuenta propia y lo había demostrado con creces, pero un veneno que viajaba por el aire era una cosa bien distinta.

—Intentaré retenerlo hasta que se nos ocurra algo, pero no sé cuánto tiempo podré aguantar —les advertí.

Concentrándome, traté de crear una burbuja, una barrera para que aquella niebla no prosiguiera su camino. Si nos alcanzaba, no sabíamos lo que podría suceder. Sin embargo, aunque lograba controlar el aire que nos rodeaba, sucedía algo extraño con aquellos tentáculos nebulosos que continuaban aproximándose. Asustada, volví a intentarlo.

¿Silene? —detecté la preocupación en la voz de Ámarok.

—¿Qué sucede? —fue casi una orden ante la que no tuve tiempo de resoplar.

¿Estás cansada?

—No —una gota de sudor se deslizó por mi sien hasta mi mejilla—. No, no es eso. Creo que mis poderes no funcionan contra esta clase de magia. No consigo pararlo.

—Los poderes de una bruja no están por encima de los de un elemental —de nuevo aquella palabra en boca de mi antiguo profesor—. Tú controlas el aire, es parte de ti. Nadie más puede arrebatarte ese dominio. Nadie.

—Gracias por la aclaración, pero eso no me ayuda en nada —gruñí—. Puede que algo esté interfiriendo. O puede que aún no sea lo bastante fuerte.

El temor de no ser lo suficientemente poderosa para pasar las barreras de Danira no era nada nuevo para mí. Y saber que había metido a Ámarok en esa clase de peligro sin estar capacitada, sin poder protegerlo, me estaba matando.

—O tal vez esté utilizando otra cosa —miré al vampiro sin comprender—. ¿Y si no tiene nada que ver con el aire? ¿Y si es magia pura y dura? Quizás estemos en una visión que tú no puedas controlar. Puede que esto sea inevitable.

—¿Estás diciendo que si realmente se trata de un veneno no puedo hacer nada? —la idea de no poder defenderme me aterraba—. Si viaja por el aire...

—No creo que lo haga —me interrumpió Asmord—. La magia de las brujas más poderosas no se rige por principios que conozcamos. ¿Lo entiendes? Debemos saber a qué nos enfrentamos.

Apreté los dientes y permanecí en silencio mientras la niebla continuaba su curso. Si era algún tipo de veneno, puede que no nos afectara a los vampiros, pero sí a Ámarok. Y era algo que no podría soportar. Sin embargo, no se me ocurría nada que pudiéramos hacer. Además, la niebla no se despegaba del suelo. Apenas era más alta que mis tobillos. Si su plan era asfixiarnos, algo estaba fallando. Pero, ¿y si Asmord tenía razón y no era ese el objetivo? ¿Qué más podría hacernos algo como aquello? Por desgracia, no lo supe hasta mucho después.

Fue como quedarme en blanco, como si mi cuerpo no se hubiera ido, pero mi mente viajara a un sitio muy muy lejano. Todo daba vueltas y me costaba entender si lo que había a mi alrededor era real o si había entrado en el mundo de los sueños. Estaba ofuscada y mis vampíricos ojos parecían incapaces de percibir nada más que oscuridad llena de nubarrones grises. Creo que grité el nombre de Ámarok varias veces, con todas mis fuerzas, pero mis oídos tampoco captaban sonido alguno, ni siquiera mi propia voz. Y, súbitamente, mi cuerpo cayó al suelo.

No sé cuánto tiempo tardé en poder controlar mis acciones nuevamente, pero sí puedo decir que conseguí entreabrir los ojos mientras permanecía tumbada. Había algo mullido bajo mi cuerpo que me invitaba a volver a cerrar los ojos y dormir más profundamente, pero algo dentro de mí me apremiaba a levantarme. Así que poco a poco logré reunir la fuerza necesaria para sentarme en mi cama. Porque sí, aquella era mi cama. Y, por primera vez en lo que sentía que había sido una eternidad, la luz del sol acariciaba suavemente mi piel a través de la ventana. Había regresado a casa.

—Silene, ¿estás despierta?

Escuchar su voz hizo que mi corazón diera un vuelco en mi pecho. Silvanna Dax, mi madre, abrió la puerta de mi dormitorio y me escrutó con aquella mirada penetrante.

—Debes de estar cansada tras el viaje de vuelta —dedujo.

—¿Viaje?

La cabeza comenzó a dolerme al intentar recordar a qué se estaba refiriendo. ¿Qué me había pasado? ¿Qué había ocurrido el día anterior? No había nada en mi memoria...

—Superaste tus años de Academia con gran éxito, ¿recuerdas? —mi madre volvió a examinarme con los ojos—. Quizás sea buena idea que te vea un especialista. Iremos esta misma tarde. Procura descansar hasta entonces.

Y, tan rápido como había aparecido, se fue. Observé mi habitación con cuidado, sintiendo que no estaba donde debería estar. ¿Por qué? ¿No era cierto que había conseguido terminar mi formación como vampira? ¿No había sido ese mi objetivo cuando me había marchado de Neptuno? ¿Por qué me sentía tan extraña?

Un aullido me hizo mirar hacia la ventana y una sonrisa fue apareciendo lentamente en mis labios. ¡Ámarok! Si él estaba conmigo, todo iría bien. De un salto, me levanté de la cama y me puse la ropa que primero encontré en mi armario. Empleando mi velocidad vampírica, salí de la casa en tiempo récord, pero me detuve antes de perseguir a mi lobo por los alrededores. El espectáculo frente a mí era como un sueño. El verde campo se extendía hasta la ciudad y una ingente cantidad de nubes cubría el cielo, de forma que no era visible ni un pequeño pedacito de él. La humedad podía sentirse en el ambiente, en cada bocanada de aire. Sí, parecía que había estado lejos mucho, muchísimo tiempo.

Silene.

Noté el pelaje de Ámarok en la palma de mi mano antes de girarme a verlo. Había crecido más, si cabe. Su cabeza estaba a la altura de mi pecho. Si lo intentaba, tal vez incluso pudiera cabalgar en su lomo. La idea fue algo cómica en mi cabeza.

—Hemos vuelto —suspiré, pero fruncí el ceño rápidamente—. Aunque, ¿por qué no recuerdo nada? Dime, Ámarok, ¿es cierto que terminé mi formación?

De lo contrario, no estaríamos aquí, ¿no crees? —frotó su hocico contra mi brazo.

—¿Encontramos a Danira?

¿Danira? —el lobo parecía confuso—. ¿Te refieres a esa bruja que se perdió con sus dos hijos? ¿Por qué deberíamos haberla encontrado?

—Porque fuimos a buscarla, ¿recuerdas? —de nuevo, otra punzada de dolor en mi cabeza—. Creo que... nos metimos en un sitio oscuro.

Me parece que has debido de soñarlo —vislumbré la preocupación en los ojos de Ámarok—. Puede que sea buena idea que te inspeccione un médico. No tienes buena cara.

—Sí, puede que sea lo mejor —de nuevo, volví a disfrutar del espectáculo de nubes—. Dime, ¿cómo conseguimos salir de allí?

¿Salir? —de nuevo, el lobo no parecía saber de lo que estaba hablando—. Estás de lo más raro hoy, Silene.

¿También había soñado que el Espejo era una cárcel? No, eso era imposible. No tenía una imaginación tan desbordante. Pero, entonces, ¿por qué Ámarok no se acordaba de nada? Miré al lobo de reojo y por un instante sopesé la posibilidad de que me estuviera engañando, aunque la descarté un segundo después. Él no me haría eso. No me haría creer que estaba loca del modo en el que comenzaba a pensarlo. ¿Qué explicación me quedaba?

Vamos, vayamos a dar una vuelta —propuso el lobo, estirando las patas—. Así haremos algo de tiempo hasta que tu madre esté preparada para llevarte a tu examen. Con un poco de suerte, tu pérdida de memoria se deberá al viaje. ¡Ya lo verás!

Era difícil no dejarse llevar por el entusiasmo de mi amigo. Así que cuando comenzó a alejarse dando pequeños saltos (que a mí me parecían enormes), no dudé en seguirle. Fue maravilloso volver a redescubrir aquellos pequeños detalles que había añorado de mi tan adorado planeta. Las diminutas flores blancas que habíamos descubierto tras la casa seguían intactas, tal y como las habíamos dejado al marcharnos. Y no pude evitar recordar a aquellos que parecíamos haber dejado atrás.

—Oye, Ámarok —llamé su atención cuando nos tumbamos en nuestro lugar favorito—, ¿qué fue de Kinn? ¿Terminó la formación también?

Tres años antes que tú —asintió—. Ella solo llegó al tercer nivel. Tú, sin embargo, tenías el potencial suficiente como para alcanzar el cuarto. ¿Tampoco recuerdas eso?

—Tres años... —musité, tratando de hacer memoria—. ¿Y se vino aquí? ¿A Neptuno?

Supongo que sí —al lobo no parecía interesarle demasiado el destino de aquella vampira que yo había considerado mi amiga—. Ese hermano suyo, Gladius, dejó la Academia al año siguiente. Imagino que se iría con ella, aunque la relación de esos dos era algo extraña.

—Sí, de eso sí me acuerdo —sonreí levemente—. Pero hay algo que no cuadra. Yo superé mis dos primeros niveles en apenas un año. ¿Cómo es que pasé cuatro en el Espejo?

Silene, ¿pero qué dices? —si antes el lobo me había parecido preocupado, en aquel momento estaba aterrado—. Te tomaste un año para superar cada una de las pruebas de la Academia. Incluso llegaste a pensar que suspenderías la segunda y tendrías que pasar algo más de tiempo practicando.

No. No, eso no había sido así. Yo había...

De repente, el dolor de cabeza se hizo tan fuerte que me doblé por la mitad, agarrándome la cabeza como si tratara de contener el sufrimiento que me estaba causando. Ámarok se levantó y trató de ayudarme, pero no era nada que él pudiera solucionar. Estaba en mí, el problema estaba dentro de mí. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué mis recuerdos no se correspondían con los que aquella realidad?

—Esta realidad... —murmuré, tratando de seguir el hilo de pensamientos que comenzaba a formarse en mi mente—. Eso es. ¿Y si estoy en otra realidad diferente? ¿Es eso posible?

Ámarok continuaba mirándome, pero aquella vez era como si tuviera la piel de color verde. Tendría sentido que él no me comprendiera si era cierto que venía de una realidad distinta. ¿Cómo era aquella teoría de los mundos paralelos y esas cosas? ¿Había llegado a algo realmente? ¡No lo recordaba!

Entonces, me concentré en el dolor de cabeza que no había disminuido ni un ápice. ¿Y si se trataba de algo relacionado? Quizás la cabeza me dolía cuando trataba de salir de esa realidad recordando lo que había olvidado de la mía. Era una absoluta locura, pero también era lo único que se me ocurría, por el momento.

—No pasa nada —traté de calmar a Ámarok—. Seguramente vaya a dolerme un poco, pero mantente tranquilo y, sobre todo, no llames a mi madre. ¿De acuerdo?

El lobo me miró sin muchas ganas de obedecer aquella especie de orden, por lo que volví a formular la petición.

—ES muy importante, ¿vale? Confía en mí. Voy a estar bien.

Tras un corto asentimiento por parte de Ámarok, volví a centrar toda mi atención en mi mente. ¿Qué era lo último que podía recordar sin tener la sensación de que mi cerebro se haría papilla? Mi segunda prueba. La había superado enfrentándome a Kinn. Otra prueba más de que ella no se había marchado del Espejo tres años antes que yo. Ella había sido admitida en uno de los escuadrones y había permanecido en el Espejo, ¡porque nadie podía salir de él!

Después de la prueba había terminado tan cansada que había dormido mucho. Pero, como la idea de ir al encuentro de Danira había sido demasiado fuerte, me desperté dos días después a mediodía. Al recordar a mi amigo lobuno tratando de hacer que descansara un poco más, el dolor de cabeza aumentó su intensidad. Bien.

Sin ceder ante el horrible dolor que parecía provenir de lo más profundo de mi cerebro, continué avanzando poco a poco: la bolsa de sangre que bebí antes del viaje, la conversación entre las dos elfas, nuestra llegada a la biblioteca, el libro mágico flotante, la luz, el túnel que apareció súbitamente, los tigres que surgieron en la oscuridad, la llegada de Asmord, nuestra victoria sobre los tigres, la discusión entre el vampiro y yo, el camino eterno y...

La niebla. Para el momento en el que pude recordar aquellos siniestros tentáculos verdes, ya no podía ni ver ni escuchar nada. Ámarok había desaparecido, igual que lo había hecho mi planeta natal. Lo único que zumbaba en mis oídos era un desagradable pitido que me recordaba a la oscuridad más absoluta. Y, sin embargo, todo era blanco a mi alrededor. ¿Tendrían razón los terrestres y había llegado a lo que algunos llamaban Cielo? Sería una gran decepción para mí haber muerto sin conseguir lo que me había propuesto. Solo esperaba que Ámarok se encontrara bien, donde quiera que estuviese.

Así, hice el amago de cerrar los ojos, a pesar de que aquella luminosidad parecía estar dentro de mi propia mente. De modo que cerrar los ojos no tenía sentido. Simplemente me dejé llevar, como un cuerpo que flota sobre el agua sin rumbo fijo. Hasta que lo escuché.

Mi nombre vampírico parecía rebotar contra paredes invisibles, haciéndolo sonar cada vez con mayor claridad. Hasta que la blanca luz comenzó a oscurecerse y a tornarse en diferentes colores que dieron lugar al túnel que yo recordaba. Y allí, una figura se recortaba contra las anaranjadas piedras luminosas que parecían estrellas.

—Kaiserin.

Noté sus manos sosteniendo mi cuerpo, el calor de su piel sobre la mía y sus ojos negros con aquel particular brillo rojizo. Había vuelto a casa.

—¿Qué ha pasado? —logré preguntar con voz ronca al tiempo que trataba de incorporarme.

Asmord me miró con preocupación, pero no dijo nada para exteriorizar ese sentimiento.

—Creo que la niebla no era ningún veneno, sino un hechizo de sueño o ilusión —me explicó—. Pretendía mantenernos en esa ilusión para siempre. Una trampa mortal para muchos. Un sueño perfecto en el que ser feliz para siempre.

—¿Cómo lograste despertar?

—Recordando que eso no era real.

Había tardado incluso menos tiempo que yo en hacerlo. ¿Cuál habría sido aquella realidad que tanto le habría gustado vivir a Asmord? ¿Y cómo se había percatado tan rápido de que era falso? Quizás sus habilidades mentales le hubieran ayudado.

Cuando me ubiqué nuevamente, giré la cabeza en todas direcciones buscando a Ámarok, a quien encontré apenas a unos centímetros de mí. El pelaje de su lomo rozaba mi mano izquierda con suavidad.

—¿Sigue dormido? —era una pregunta tonta, pero la hice de todos modos.

—Despertará —me aseguró con voz firme—. Lo coloqué junto a ti creyendo que quizás podríais sacar fuerzas el uno del otro. Vuestro vínculo es fuerte.

Sí, sí que lo era. Por eso sabía que el lobo conseguiría regresar conmigo, costara lo que costase. La cuestión era: ¿cuánto tiempo nos quedaba para lograrlo?

Escudriñé una vez más el túnel. No había rastro alguno de la niebla, como si hubiera desaparecido en cuanto nos sumergió en nuestras respectivas ilusiones. El túnel continuaba hacia delante, como siempre.

—He intentado ir hacia allí, para ver si podía encontrar el origen de la niebla —habló Asmord—, pero no se puede avanzar.

—¿Cómo dices? —fruncí el ceño.

—Hay una especie de barrera invisible que impide el paso —el vampiro se levantó y caminó a paso tranquilo hasta el lugar donde estaba la barrera, apoyando una mano sobre ella para mostrármela—. Quizás tengamos que despertar todos para poder continuar.

—De todas formas, necesitamos a Ámarok. Danira fue muy clara al respecto.

Asmord me miró con atención, pero permaneció en silencio. Mientras tanto, yo me desplacé para quedar más cerca de Ámarok y así poder acariciarle suavemente mientras dormía plácidamente. ¿Qué estaría viendo él en sus sueños? ¡Tendría la misma visión que tuve yo? ¿Estaría tentado de quedarse en aquel lugar para siempre?

—Tienes que volver —susurré, tratando de no dejarme llevar por el pánico—. Tienes que volver conmigo, lobito. No puedo hacer esto sin ti.

Ámarok pareció suspirar y yo me quedé inmóvil como una estatua, esperando con ansias a que abriera los ojos, pero eso no ocurrió. Me tragué mi decepción y respiré lentamente un par de veces, conteniendo las lágrimas. Él regresaría.

—¿Hay algo que podamos hacer mientras esperamos? —preguntó Asmord, alejándose de la barrera.

—¿Se te ocurre algo útil? —inquirí.

El vampiro permaneció en silencio y yo supuse que eso era una respuesta negativa. Si Ámarok tardaba en despertar, aquello iba a ser una pesadilla. No había vuelto a estar a solas con Asmord desde aquella noche en el bosque, cuando sin querer utilicé mi don para obligarlo a permanecer lejos de mi mente. Había pensado muchas veces en si podría llegar a revertirlo, pero no estaba segura. Necesitaba tener un control mucho más preciso sobre mi poder. Y, de todos modos, no estaba segura de querer hacerlo. Asmord había obtenido lo que se merecía.

—Cuando dos vampiros se alimentan mutuamente, se convierten en amantes.

Aquella declaración me cogió tan desprevenida que sentí que mi cara enrojecía de vergüenza. ¿Se estaba refiriendo a nosotros dos? Oh, por Neptuno...

—¿Qué quieres decirme con eso? —hice acopio de todas mis fuerzas para controlar mi voz.

—Quiero que sepas la razón por la que me descontrolé aquella noche, la razón por la que te traicioné —Asmord no me miraba, sino que su expresión seria permanecía parcialmente oculta mientras perdía su mirada en la pared contraria—. No es excusa para mi posterior comportamiento, pero creo que lo justo es que sepas la verdad.

No dije nada. No iba a negar que no quería saberlo Me había preguntado muchas veces por qué acabó todo entre nosotros de aquella manera, por qué me atacó sin previo aviso. ¿Qué era lo que había hecho yo que lo había enfadado tanto? Así que me dispuse a escuchar.

—Fueron los celos —confesó sin más—. La noche anterior, yo había estado tratando de convencer a Hesper para que cambiara su parecer sobre ti. No quería que fueras la siguiente de su lista. Le dije que éramos amantes y que podía demostrarlo. Pero él me dijo que aquello no cambiaba nada y que, si realmente estábamos tan unidos, podrías decírselo tú misma.

—Pero yo no... —me quejé.

—Lo sé —me interrumpió él—. Aquella funesta noche, yo trataba de encontrar las palabras adecuadas para explicártelo. Había evitado aquella conversación demasiado tiempo. Yo nunca... nunca me había sentido atraído por otra persona desde que entré en este lugar. Así que fue una sorpresa tanto para mí como para ti. No sabía cómo explicarte lo que estaba pasando. Temía que, si le ponía etiquetas, si te lo decía abiertamente... saldrías corriendo. Y era lo último que deseaba, créeme.

—¿Por qué no me dijiste lo que ocurría? —casi sin darme cuenta, me abracé a mí misma en busca de fuerzas para aguantar aquella charla.

—Porque cuando fui a buscarte estabas besando al rey de los vampiros —los puños de Asmord se cerraron—. Al contrario de lo que puedas pensar, los besos no significan tanto para nosotros. Entre amantes hay plena libertad, siempre y cuando ellos así lo quieran. Pero aquello me hizo cuestionar que quizás tú deseabas a Hesper más que a mí. Y la sola idea de que fuera cierto, de que quisieras convertirte en su reina... No pude controlarme. Por eso, te pido perdón, aunque ya sea tarde.

Comenzaba a tener la sensación de que no podía respirar. Era demasiado, demasiada información de golpe. Celos... Asmord había sentido celos de Hesper. ¿Cómo había podido ser tan tonto? Aunque, en el fondo, lo comprendía. Él había procurado no meterse en mi cabeza... hasta aquella noche.

—Quería superar los dos primeros niveles para tener la fuerza suficiente para llegar hasta aquí —me encontré explicando—. Mis prisas eran por esto. Todo lo que he hecho hasta ahora era para ser libre y permitir que Hesper tenga lo que siempre ha deseado. No quería ser su reina, pero lo habría hecho de haber sido necesario. No quiero que todos los vampiros se vean envueltos en revueltas y guerras sin sentido en la búsqueda de un sucesor digno, un nuevo rey. Cuando Danira se puso en contacto conmigo, lo supe.

—Podrías habérmelo dicho —sonrió Asmord sin ganas.

—Podrías no haberme atacado.

—Supongo que estamos en paz, o lo estaríamos de no haber sido tan egoísta. De verdad que me arrepiento de haber tratado de invadir tu mente, Kaiserin. No hay una sola noche en la que no haya pensado en lo que pasó.

Un nudo se formó en mi garganta, impidiéndome hablar. Aquello era lo que había estado esperando escuchar desde hacía mucho tiempo. ¿Por qué no me sentía bien? ¿Por qué tenía la sensación de haber perdido para siempre aquello que había tenido con el vampiro?

—Puede que...

Sin embargo, un corto aullido proveniente de Ámarok interrumpió a Asmord. Con los ojos como platos, me abalancé sobre le lobo, queriendo comprobar que se encontraba bien. Cuando sus ojos oscuros conectaron con los míos, mi alma pareció liberarse.

—¡Ámarok! —grité, rebosante de alegría.

Oh, Silene, ha sido horrible —se quejó—. ¿Qué ha pasado?

—Según Asmord, Danira nos metió en una especie de visión para no despertar jamás —expliqué lo más deprisa que pude—. ¡Cómo me alegro de que estés bien!

¿La habéis encontrado? —preguntó mientras se incorporaba con mi ayuda—. ¿Habéis encontrado a la bruja?

—No —negué con la cabeza—. Estábamos esperándote. Al parecer, hay una barrera que no nos permite el paso. Suponemos que necesitamos estar todos despiertos para poder continuar.

Así que esto no acaba aquí, eh —el cansancio podía atisbarse en los ojos de Ámarok.

—No —me vi obligada a responder, con pesar—. No sabemos lo que nos espera ahí dentro.

Entonces, pongámonos en marcha cuanto antes.

Estando todos de acuerdo, nos detuvimos un momento para coger energías (sobre todo mentales) y después nos acercamos a la barrera. Pude sentirla con mis dedos durante un segundo antes de que desapareciera sin armar escándalo. Con cautela, di un par de pasos, cerciorándome de que no había ni rastro de ella.

—Podemos pasar —indiqué.

—Estad alerta —nos recordó Asmord—. Lo siguiente trampa podría ser la peor de todas.

De nuevo, reanudamos nuestra interminable marcha, sin saber cuándo terminaría aquella pesadilla. Mis fuerzas estaban al límite y Ámarok no se encontraba mucho mejor que yo. De Asmord no sabría qué decir... A pesar de lo que me había confesado, no lograba verle con los mismos ojos. Aquellos ojos que tanto le habían deseado, hasta el punto de que mi cuerpo moría por su sangre.

—Silene.

Una voz desconocida, como un susurro, llegó hasta nosotros. Mis pies se detuvieron y mis sentidos se agudizaron más que nunca.

¿Es Danira? —inquirió Ámarok.

—No lo sé, pero esa voz... me resulta familiar —respondí mientras continuaba mirando a todas partes.

No era la de Danira, por supuesto. Esta era masculina. Pero había algo extraño, como si ya la hubiera escuchado antes. ¿En un sueño? ¿Había vuelto a soñar con Danira y no lo recordaba?

—Alguien se acerca.

Los ojos de Asmord estaban clavados en el frente y vislumbré un par de cuchillos en sus manos. Estaba listo para atacar. Comprobé mi propia fuerza física y comprendí que aquella posiblemente fuera mi última pelea. Quizás no resistiera más. Así que debía darlo todo, por Ámarok, para que él sobreviviera.

—Bienvenida, Silene —habló de nuevo aquella voz, cada vez más nítida, cada vez más cerca—. Bienvenido, Ámarok.

Una figura comenzó a aparecer ante nosotros. Parecía un hombre de metro ochenta, cubierto por una enorme tela marrón, como una túnica, con capucha. Ni siquiera sus pies eran visibles bajo aquella vestimenta. No había nada que pudiera describir de él, nada que pudiera ver.

—Y bienvenido, Asmord —finalizó—. Habéis superado con éxito las pruebas impuestas por Danira.

Miré a Ámarok, sin creerme ni una palabra de lo que aquella figura encapuchada nos decía. Tenía toda la pinta de ser una trampa. ¿Qué podíamos hacer? ¿Atacábamos sin avisar? ¿O le seguíamos para saber a dónde nos conducía? No tuvimos oportunidad de hacer nada.

—¿Percibo duda en ti, Silene?

El corazón me dio un vuelco en el pecho. Aquella femenina voz sonaba mucho más anciana, pero era ella, sin lugar a dudas. Habría reconocido su voz en cualquier parte, porque llevaba meses soñando despierta con ella.

—Danira.



Espero que os haya gustado este capítulo de la historia. Me temo que casi hemos llegado al final de esta novela... Un par de capítulos más y se acabó. Estoy muy ilusionada ^^. Me ha gustado mcuho poder reescribir esta historia y darle un toque más de madurez. Aunque puede que en unos años vuelva a la misma tarea. ¡Gracias por leer!

Continue Reading

You'll Also Like

180K 11.3K 55
Alice es un chica que cree que es como todos los demás. Pero cuando conoce a Cedric y se da cuenta de todos los cambios que comienzan a surgir en su...
1.5K 115 15
Mi vida cambio ese día era una chica común ni corriente tenía que preocuparme por salir adelante seguir con mi estudio eso era la prioridad pero una...
1.3K 177 6
Un sucedo que trajo consecuencias y creaciones inesperadas. Descendientes que se encuentran. Seres superiores a otros, pero unidos por el destino. ¿C...
116K 5.9K 26
Anabelle Saltzman se despierta en una sala de hospital después de estar desaparecida por 2 años, todos intentan averiguar qué fue lo que sucedió con...