Eisherz

Von leisydiaz14

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«Él está encerrado en mi sótano y yo estoy condenada a enamorarme de él.» Desde el día en que Madison descubr... Mehr

ADVERTENCIA
PREFACIO
Capítulo 1: Malakai
Capítulo 2: Despertar
Capítulo 3: Extraño
Capítulo 4: Sonrisa
Capítulo 5: Hambre
Capítulo 6: Genio
Capítulo 7: Volar
Capítulo 8: Secuestradora
Capítulo 9: Cavernícola
Personajes
Capítulo 11: Aren
Capítulo 12: Reloj
Capítulo 13: Importante
Capítulo 14: Corazón
Capítulo 15: Beso
Capítulo 16: ¿Sorpresa?
Capítulo 17: Hermano
Capítulo 18: Proteger
Capítulo 19: Cita
Capítulo 20: Dibujo
Capítulo 21: Betsy
Capítulo 22: Límites
Capítulo 23: Almas
Capítulo 24: Pensamientos
Capítulo 25: Traición
Capítulo 26: Órganos
Capítulo 27: Cuento

Capítulo 10: Temperatura

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Von leisydiaz14

En este capítulo se confirmará algo que ya muchas sospechaban pero, anjá, debo confirmarlo al fin porque es algo emocionante, por lo menos para mí.

Bueno, no les quiero demorar mucho. Solo les recuerdo de comentar y comentar mucho, vuestras palabras y reacciones, me impulsan para seguir escribiendo esta historia tan nueva para mí.

Sin más, ¡A leer!

En cuanto su cuerpo alcanzó los 33 grados centígrados, el pulso de Eisherz volvió a repiquetear a través de la pantalla en la que monitoreaba sus signos vitales.

Subí un poco la temperatura de la máquina para evitar el proceso de congelado. Solo necesitaba enfriar su cuerpo lo antes posible, no volverlo a congelar. No me despegué de su lado en toda la noche, ni siquiera dormí vigilando que su pulso no desapareciera.

A la una de la mañana, con la temperatura de su cuerpo a 31,5 grados centígrados, Eisherz abrió los ojos dentro de la máquina.

—¡Eisherz! —presioné el botón que abría las compuertas con rapidez, mientras él me miraba desde adentro.

—¿Qué pas-? —no lo dejé terminar. En el momento en que ya nada impedía que nos tocáramos, lo tomé del hombro y lo impulsé hacia mí, hasta envolverlo en mis brazos.

El frío de su piel, me puso los pelos de punta. Parecía como estar abrazando a una paleta humana.

—¡No te imaginas el susto que me has dado! —las lágrimas salían de mis ojos como si tuvieran vida propia.— Pensé que-

—Mad...

—No hables. Solo... —sentía el nudo en mi garganta que no desaparecía— abrázame.

Y eso hizo. No dudó ni un segundo en estrecharme entre sus brazos. Mis ojos picaban mientras más lloraba como si mi vida dependiera de ello. Estaba sacando toda la frustración que tenía dentro.

En ese momento, él con medio cuerpo dentro de la máquina de criogenia y yo sentada al otro lado completamente desaliñada, supe que no podría vivir en un mundo en el que Eisherz no estuviera.

Lo necesitaba tanto como el oxígeno para respirar.

—Vamos. —mascullé al separarnos.

Le tendí mi mano para ayudarlo a abandonar la máquina. Salimos juntos del sótano, y yo me aseguré de volver a activar el mecanismo del mismo. Con los dedos entrelazados, lo guie hacia nuestra habitación. No quería soltarlo.

Él no protestó cuando le dije que se sentara en la tapa del retrete mientras me duchaba. No me importaba que solo hubiera una cortina separando mi cuerpo desnudo de sus ojos. Yo podía ver su silueta, y aunque estaba segura de que él también podía ver la mía, eso bastaba para seguir tranquila.

Aprovechó para ducharse después de mí, y yo tomé el lugar en el que estaba él antes, vislumbrando su sombra al otro lado de la cortina mientras se restregaba.

No tenía cabeza para pensar en algo sexual en ese momento, estaba bastante desconectada de la realidad aún.

En cuanto se puso el bóxer del otro lado y corrió la cortina a un lado, volví a tomar su mano y a conducirlo hacia mi cama.

Nos acurrucamos debajo de la manta, abrazándonos. Él estaba medio desnudo, pero yo llevaba ropa de los pies a la cabeza. Tenía puesto el aire acondicionada en la temperatura más baja por si acaso y estaba casi que tiritaba cuando coloqué mi cabeza desnuda sobre el pecho frío de Eisherz.

Me quedé dormida escuchando los latidos de su corazón e ignorando lo helada que me encontraba.

(...)

—Madison. —sentí como unos dedos gruesos y frescos, colocaban un mechón de mi cabello detrás de la oreja.— Despierta.

—Mmm... —me removí un poco antes de abrir uno de mis ojos, intentándome adaptar al resplandor que entraba por mi ventana abierta.

—Necesitas comer algo.

Ladeé la cabeza por completo hasta el lado de la cama en que se encontraba Eisherz sentado. Llevaba uno de los pullovers que habían pertenecido a mi hermano, y un pantalón largo de tela. Sus ojos grises se encontraron con los míos, y me sonreía con una ternura que quise grabar en lo más profundo de mi ser.

—¿Qué hora es? —pregunté cuando fui capaz de encontrar mi voz.

—Son las diez y cuarto.

Bufé.

—Es mi día libre. Déjame dormir un rato. —me giré hasta quedar boca abajo en la cama.

—Pero tienes que comer algo. Anoche no comiste nada.

Solo pensar en la noche anterior, provocaba que mi corazón doliera.

—No quiero. —repuse, dispuesta a quedarme el día entero en cama si hacía falta.

—¿No piensas levantarte? —inquirió en un tono que me causó un poco de ansiedad, pero aun así, negué con la cabeza— Pues te lo has buscado.

Y seguido, sentí su mano azotar mi trasero, levantándome en el acto.

—¿Me acabas de dar una nalgada? —mis mejillas se calentaron al instante y mis ojos parecían querer salirse de sus órbitas.

—No querías levantarte. —declaró, encogiéndose de hombros desde su dirección, con la cama de obstáculo entre ambos.

—¡Me acabas de dar una nalgada! —chillé mucho más alto de lo que pretendía.

—Sí, ¿Y eso qué?

Mi rostro debió transformarse de un momento a otro en uno terrorífico, porque fue nada más abrir los labios para hablar y él ya se había dado la vuelta para emprender su huida, conmigo siguiéndole.

—¡TE MATO!

—Madison, hablemos de esto, ¿quieres? —suplicó con las manos en alto desde el pico inferior de las escaleras.

—¿Hablar? —me reí mientras bajaba cada escalón con calma— Si tú eres más de acción, ¿no?

—Sí, pero de una acción buena. No una en la que me golpees.

—Pero si solo será un poquito. —bromeé estirando mi mano para alcanzarlo cuando ya lo tenía lo suficientemente cerca. Pero, ¿Cómo no? Separó sus pies del suelo y comenzó a flotar por los aires.

—Pensé que con todo lo que habíamos hecho anoche, ya no habría ningún impedimento para tocarte de esa forma.

Me mordí el labio inferior recordando todo aquello que le había permitido la noche anterior. Madre mía, hasta me había duchado con él en el baño.

Y no olvides que durmieron muy juntitos y apapachados toda la noche. Sobre todo cuando hicieron la cucharita y tu trasero pudo sentir el único atributo que aún no has visto de su cuerpo. Alerta Spoiler: era más protuberante de lo que imaginabas.

Abrí los ojos como platos haciendo memoria de aquel momento.

—No sé de qué estás hablando. —me hice la desentendida, evitando el contacto visual.

—¿Ah sí? —enarcó una ceja.

—Así que baja ahora mismo para darte un escarmiento por... —mis palabras se quedaron atoradas en la garganta cuando visualicé los platos encima de la mesa del comedor. — ¿Tú...?

—Sí, querida Mad. —agregó Eisherz con un tono de voz animado— A pesar de que finges no recordar lo que pasó entre nosotros anoche, yo te preparé este gran desayuno para que-

Mis pies se movieron con vigor hacia lo que yo consideraba "la escena del crimen". Agarré los platos con tostadas, huevos fritos, perritos calientes y más acompañantes y los lancé hacia la basura como si me estuviera deshaciendo de las evidencias de un asesinato.

—¿Qué haces? —ignoré el tono de decepción en el chico de hielo y continué mi camino hacia la estufa, quitando todos los recipientes calientes encima y colocándolos en el fregadero.

—No quiero que vuelvas a entrar en mi cocina de nuevo. —decreté con fiereza.

—¿Y cómo se supone que voy a cocinar si...?

—¡No quiero que cocines nunca más! —chillé con un nudo en la garganta.

Eisherz se posicionó en el suelo de nuevo con el ceño ligeramente fruncido.

—Si fue por lo que pasó ayer. Lo siento, vale. —vaciló un poco antes de acercarse a mí— Me entretuve con la televisión y el fuego se me salió de control antes de que pudiera hacer algo. No quería hacer un desastre, ni destrozarte tus cosas-

—¡Me destrozaste el corazón! —exclamé sintiendo los ojos humedecidos.

Elevó sus párpados, sorprendido por mi reacción.

—Pensé que estabas muerto. —seguí, sin poder detenerme— No te imaginas como me sentí cuando te tomé el pulso y no tenías. Pensaba que había sido mi culpa, yo te había dejado solo en casa y nada de esto habría pasado si nunca me hubiera ido a trabajar. Me importaba una mierda cómo habías dejado mi cocina porque ¡NO PRETENDÍA SEGUIR VIVA SI TÚ NO LO ESTABAS!

Mis piernas se debilitaron cuando dije la última frase. Solo imaginarlo me dolía como el demonio.

—Cuando estabas dentro de esa máquina de criónica en mi sótano, no dolía tanto porque sabía que, a pesar de todo, detrás de esos cristales estabas vivo. Pero... —se me quebró la voz— no sentir tu respiración... me... yo...

—Ey. —Eisherz se arrodilló en el suelo frente a mí— No volverá a pasar, ¿vale? Si quieres no me acercaré más nunca a la cocina ni al fuego. Haré todo lo que me digas con tal de no verte llorar.

Lo miré con la vista empañada.

—¿Lo prometes? —pregunté con un puchero y levantando mi dedo meñique.

—Claro que lo prometo. Pero no sé qué quieres decir con el dedo.

Resoplé con una leve sonrisa y el rostro aún húmedo por las lágrimas.

—Solo tienes que unir tu dedo pequeño con el mío, así... —tomé su dedo y lo enganché junto al mío— Luego se juntan los pulgares y es como sellar la promesa.

—Es algo raro. —añadió, haciendo lo que le dije.

—En la antigüedad, sino se cumplía la promesa, te cortaban el dedo meñique. —abrió sus ojos, asustado— Pero como no estamos en la actualidad, no es tan grave.

Dejó escapar un suspiro profundo.

—Aunque podría pensármelo si no cumples tu promesa. —lo fulminé con la mirada.

—Si, sí. Cómo digas. —asintió como un niño pequeño.

Erguí mi cuerpo, mientras me limpiaba los rastros de lágrimas en mi semblante.

—¿Y tú? —pregunté— ¿Te sientes bien?

—Bueno, acabas de echar a la basura todo el desayuno y yo... —hizo un puchero— tengo hambre.

Bufé incrédula.

¿Acaso no podía ser más adorable?

—No eso. —negué con la cabeza— Tú. Tu cuerpo. ¿No notas nada raro?

Pareció pensárselo un poco, para luego responder:

—Nada grave. A veces siento mucho calor, pero en cuanto meto mi cabeza en el frízer, me refresco al instante.

—Me lo imaginaba. —murmuré.

—¿Te imaginabas que metía mi cabeza en el frízer?

—No, bobo. Eso no. —puse los ojos en blanco— Sino que tu temperatura es distinta a la que tenemos los demás.

—Creo que necesito profundizar un poco en ese tema porque no entiendo mucho.

—Mira. Espera aquí un segundo.

Me moví escaleras arriba hasta entrar en el cuarto de baño. Busqué el kit de supervivencia debajo de la alacena y saqué dos termómetros. Cuando estaba a punto de salir, me sobresalté al ver mi rostro en el espejo.

—¿He estado así desde que me levanté? —mi cabello parecía un nido de pájaros; las bolsas debajo de mis ojos estaban acentuadas, al igual que las asquerosas lagañas; y mi boca apestaba.— Joder, que vergüenza.

Dejé los termómetros sobre la alacena y agarré mi cepillo dental. Esparcí un poco de pasta sobre él y me lo metí en la boca comenzando a cepillarme los dientes. Me lavé el rostro seguido y como solo tenía un poco de crema en el baño, fue lo que usé como si fuera una base para atenuar mis ojeras. Por último, me desenredé el cabello, deshaciendo todos los nudos en él.

Cuando ya estaba conforme con mi imagen, salí del cuarto de baño con ambos termómetros en la mano.

—Pensé que habías huido por la ventana. —ironizó Eisherz, quién me esperaba sentado en el sofá.

—Solo... tenía cosas que hacer. —me coloqué a su lado.— Mira, este es para... —detuve mis palabras cuando me percaté de que intentaba reprimir una sonrisa— ¿De qué te ríes?

—De nada. —presionó sus labios, apartando la mirada.

Seguro se está descojonando de lo "cambiada" que vienes del baño.

—Como sea. —lo ignoré a él y a mi jodida conciencia— Mira, esto se hace así.

Incliné mi cuerpo en su dirección, acercándome para colocar uno de los termómetros en su oreja. Presioné el botón para tomar su temperatura cuando ya estaba en el lugar. El cabello me resbalaba por el rostro, lo que me dificultaba la vista.

No fue hasta que Eisherz usó sus dedos de nuevo para acoplar las hebras rebeldes de mi pelo, que me di cuenta de lo cerca que estaban nuestros rostros.

—¡Hip, hip! —me aparté enseguida con el termómetro en la mano.

Y el corazón también, lista.

—¡Deja de hacer eso! —exclamé, sonrojada.

—¿Hacer el qué?

—Eso del... cabello.

—Pensé que necesitabas mi ayuda. —se encogió de hombros.

No sabía si estaba bromeando o lo decía en serio.

—Como sea. Mira. —le enseñé el termómetro, conteniendo mi hipo— Esta es tu temperatura normal: 31,5 grados centígrados.

Acerqué el otro termómetro a mi oído y tomé mi temperatura.

—Y esta es la mía y la de cualquier otro ser humano normal: 36,5 grados centígrados. —declaré— Cuando nuestra temperatura es mayor de 37,5 es que tenemos fiebre. Si tenemos más de 38, pues estamos muy enfermos. Y si es mayor de 39... pues a correr al hospital.

Ahora tomé su termómetro.

—Cuando pasó lo de... ayer. —aún me costaba decirlo sin recordar todo lo que sentí— Tu temperatura pasaba los 34 grados centígrados. Solo cuando bajaste a los 33 grados fue que tus signos vitales volvieron y a esta temperatura que tienes ahora, fue que abriste los ojos.

—Lo que significa que si mi temperatura se eleva hasta los 33 grados... puedo estar en una situación crítica.

—Eso es. —afirmé— Por eso debes evitar el calor e hidratarte con agua congelada en vez de agua templada. Trataré de mantener el aire acondicionado en 17, que es la temperatura mínima.

—Pero, ¿entonces no tendrás frío tú?

Negué con la cabeza.

—Prefiero estar congelada a pasar calor.

—Pues si estás de acuerdo...

—¿Y mi opinión no cuenta? —ambos giramos el rostro hacia el origen de la voz.

Mi respiración se detuvo en el instante en que divisé a la persona que ahora se hallaba recostada a la pared junto a las escaleras. Su cabello azul resaltaba como la vez anterior que había aparecido en mi habitación.

—¿Tú...?

¿Ojos rojos?

—Oh, mierda. —masculló Eisherz, removiéndose el cabello con una mano.

Fue entonces qué me di cuenta de algo.

—¿Lo conoces? —me puse de pie, clavando la vista en el chico de hielo que se mordía el labio inferior.

—¿Cómo no hacerlo si vive con nosotros?

—¿Perdón?

—Sigo aquí. —ironizó ojos rojos levantando una mano, en señal de atención.— Me duele que no me reconozcas. Ya te lo he dicho antes.

—¿Quién eres?

Él pareció estarse divirtiendo con mi cara de idiota fuera de lugar. Enarcó una ceja y elevó la comisura derecha de sus labios.

—Me llamo Aren, terroncito. —inquirió con un tono de voz travieso— Pero tú puedes llamarme... —en menos de un segundo yo tenía los ojos abiertos como platos y él... se... acababa de... ¿cambiar de forma?

—Mr. Hugs. —finalizó Eisherz, por él.— Es el jodido perezoso al que le pusiste nombre de osito cariñosito.

❄❄❄❄❄❄❄❄❄❄

¡Holiss!

AHHHHHHH Gritos de perra loca por al fin haber introducido a Aren como se merece. Mi bebé ojos rojos. *lloro brillitos* Es que lo amo demasiado, en serio. Él y Eisherz son dos de mis personajes favoritos creados.

Ya sé que muchas sospechaban de Mr. Hugs, y con razón. Es decir, lo puse un poco obvio porque, en vez de elegir un animal más común como un perro o un gato, pues me quise liar con un perezoso. Todo es culpa de mi amiga mía, alias *perversa*, que incluso me dio el nombre para el bicho jjj

Pero lo amé, en serio. Yo también habría sospechoso de él *guiño, guiño*

Bueno, por acá dejad vuestras opiniones sobre:

Bebé Congelado

Madison Sentimental

Aren / Mr. Hugs 

Y ya, pues, nos vemos el próximo #ViernesDeEisherz

PD: Se me olvidaba, ahora que ya presenté a Aren, creo que puedo subir el capítulo de personajes. ¿Qué opinan ustedes? Los leo.

XOXO

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