Cuervo (fantasía urbana)

By AvaDraw

1.8M 275K 211K

Alexia debe averiguar por qué se está convirtiendo en un monstruo, mientras suspira por el sexy chico gay que... More

Nota
Parte 1
Parte 2
Parte 3
Parte 4
Parte 5
Parte 6
Parte 7
Parte 8
Parte 9
Parte 10
Parte 11
Parte 12
Parte 13
Parte 14
Parte 15
Parte 16
Parte 17
Parte 18
Parte 19
Parte 20
Parte 21
Parte 22
Parte 23
Parte 24
Parte 25
Parte 26
Parte 27
Parte 28
Parte 29
Parte 30
Parte 31
Parte 32
Parte 33
Parte 34
Parte 35
Parte 36
Parte 37
Parte 38
Parte 39
Parte 40
Parte 41
Parte 42
Parte 43
Parte 44
Parte 45
Parte 46
Parte 47 (I)
Parte 47 (II)
Parte 48
Parte 49
Parte 50
Parte 51
Parte 52 (I)
Parte 52 (II)
Parte 53
Parte 54
Parte 55
Parte 56
Parte 57
Parte 58
Parte 59
Parte 61
Parte 62
Parte 63
Parte 64
Parte 65

Parte 60

20.4K 2.9K 4.6K
By AvaDraw

Lo del matrimonio era una locura, aunque no una mala idea.

Merecía la pena intentarlo. Eso sí, no me casaría con Ray ni en mil años por mucho que solo tuviera que firmar un papel. Antes muerta. Había demasiada mierda entre los dos como para ni siquiera planteárselo. ¿Y si alguien de mi pasado lo descubría? Él llevaba años siendo mi némesis y, aunque las últimas semanas me había ayudado mucho, no podía olvidar otras cosas que había hecho. Necesitaba otro marido.

Repasé la lista de las personas más cercanas a mí y descarté enseguida a Apolo. Según mi tía para los dioses éramos solo mascotas y nadie se casa con su mascota. Además, era preferible sufrir la maldición que pertenecer a un dios así. Tampoco me casaría con mi tía, era ilegal y muy raro.

Mi mejor amiga de la infancia, Alicia, había escogido su vestido de novia a los trece años, en cambio a mí nunca me interesaron las bodas y me daban nauseas cuando Pablo decía que él y yo nos casaríamos cuando fuéramos mayores. No quería casarme aún, no estaba segura de si alguna vez querría, pero si debía hacerlo por conveniencia, la posibilidad de que fuera con Héctor me hizo sonreír. Al menos, al principio. Él sin duda aceptaría. Conocía mi maldición, sabía lo grave que era y hasta qué punto podían ser peligrosos los dioses. Había hecho cosas mucho peores para librarse de su propia condena. Casarse conmigo no era nada en comparación.

El problema surgió cuando visualicé el momento y lo incómodo que sería. Él y yo sentados en la sala de espera del ayuntamiento, yo muerta de nervios y vergüenza y él haciendo bromas y siendo tierno conmigo para que yo me tranquilizara, lo cual empeoraría mucho más las cosas. Me pondría rojísima, me temblaría todo el cuerpo, sudaría hasta deshidratarme. Se me hizo un nudo en el estómago solo de imaginarlo. No podía casarme con Héctor, me gustaba demasiado.

Tatiana estaba descartada porque se lo contaría a todo el mundo, además ella planeaba casarse con el miembro de una boyband coreana y varios actores de Netflix.

Luego estaba Diego. No estaba muy segura de si seguía con su relación falsa o no, pero las chicas de primero ya me tenían bastante enfilada y no quería que usaran contra mí la artillería con la que atacaban a Tatiana.

El plan no terminó de cuadrar hasta que me acordé de Elena. Preciosa, dulce, inteligente, buena persona. Lo más probable era que pensara que estaba loca, pero si por alguna razón se creía lo de la maldición, me ayudaría y me facilitaría las cosas. Además, al casarnos tendríamos algo en común, nos conoceríamos mejor y podríamos acabar siendo buenas amigas.

En cuanto me decidí, bajé a la tienda que había cerca de casa, me compré un paquete de chicles de fresa y alcé la cara hacia el sol.

Me sorprendió no tener miedo a salir sola a la calle al día siguiente a que el semidiós me golpeara. Tras el primer ataque me costó mucho ir andando sola al instituto. Me temblaban los brazos, sentía que me seguían y cualquier ruido me hacía saltar. Supongo que haber salido victoriosa me dio seguridad.

Apolo tardó unos minutos en aparecer. Salió por la puerta trasera de un coche caro con las lunas tintadas. Iba impecable, parecía sacado de una alfombra roja. Sus zapatos estaban tan pulidos como la carrocería del coche. Vestía un traje negro con pajarita, llevaba al hombro una capa de plumas negras y doradas, y sus rizos rubios peinados hacia atrás. Se frotaba las manos, delatando sus nervios.

—He tardado porque no sabía qué ponerme. Ágata quiere verme por fin ¿verdad?

Le vi tan ansioso, tan enamorado y vulnerable que por un momento me planteé ayudarle. Luego recordé la historia que me había contado mi tía.

—No.

Sus labios pronunciaron un "Ella se lo pierde" y trataron de esbozar una sonrisa, pero sus ojos delataban lo mucho que le había dolido mi respuesta. Traté de ignorarlo, tenía cosas más importantes de las que hablar.

—Necesito preguntarte...

—¿Está comiendo bien? ¿Está bebiendo suficiente agua? Debería ver a los Netflix, eso la hace feliz. Toma, cómprale más. —Me entregó un pequeño saco de piel que pesaba más de un kilo. Más tarde comprobé que estaba lleno de monedas de dos euros—. ¿Y los pies? ¿Los tiene fríos? Siempre los tiene fríos. Yo tendría que... ¿Le está dando el sol? Tiene que darle el sol ¿sabes? Los mortales no podéis vivir si no os toca mi luz, os mustiáis como las flores.

—No voy a hablarte de ella. Te he llamado porque necesito que me ayudes.

—¿Crees que el dios del sol está para servirte? ¿Qué soy un simple oráculo? No vuelvas a hacerme perder el tiempo. —Se colocó la capa y se dirigió hacia el coche.

—¡Espera! Yo contesto a tus preguntas y tú a las mías. Una por una ¿Te parece bien?

Se detuvo, se giró de forma dramática y volvió a toda prisa a mi lado.

—Vale ¿tiene los pies fríos?

—No, los tiene bien. —La preocupación desapareció de su rostro un par de segundos para volver a regresar. Volví a hablar antes de que preguntara—. Necesito saber algo sobre mi maldición...

—¿Cuál? ¿La del pelo encrespado o eso de que entregas lo que te piden?

—Lo segundo. Verás, si yo perteneciera a otra persona no podría entregar mi mano o mi pie si me lo piden. ¿Verdad?

—Si tu cuerpo perteneciera a otra persona.

—¿Si me casara dejaría de afectarme la maldición? ¿Dejaría de entregarme?

Apolo se llevó una mano a la barbilla y entornó los ojos. No estaba segura de si estaba pensando o posando para un anuncio de perfume.

—¿Tu supuesto marido podría matarte sin consecuencias legales?

Elena nunca me mataría. No entendí a qué venía aquella pregunta, pero aun así contesté.

—No. Iría a la cárcel.

—Entonces no le perteneces. No contrarresta la maldición.

Había algo que no me cuadraba en todo aquello.

—Espera, se supone que mi madre está en el infierno porque yo pertenezco a Tártaro.

—Sí, pero no me vuelvas a pedir que la saque de ahí. No soporto esa voz de niña caprichosa que se te pone.

—¿Si pertenezco a Tártaro por qué me afecta la maldición?

—Porque a Tártaro no le pertenece tu cuerpo. Atenta, necia: el hombre que cubrió a tu madre no era tu dueño, era tu padre; así que solo pudo venderle su paternidad. Tártaro no compró tu cuerpo, compró tu guarda y custodia. Tiene derecho a tu compañía y las manualidades que fabriques por el día del padre.

Aquello, aparte de recordarme lo poco que me quiso mi padre biológico, me hundió. Tenía la esperanza de poder deshacerme de la parte más dolorosa de la maldición, pero el plan del matrimonio se había ido al carajo.

—Me toca ¿Q-quién le calienta los pies a Ágata? —Carraspeó para disimular su tartamudeo.

Me miraba impaciente, como si cada segundo que pasaba sin responderle le pesara. Sentí ganas de darle varios nombres falsos, mentirle y decirle que mi tía ahora era muy feliz, pero no estaba segura de si él también podía detectar mis mentiras.

—Usa unas botitas de peluche para estar por casa.

Se le escapó una media sonrisa que no logró conmoverme.

—Me toca. Un hermano tuyo me intentó atacar anoche. Necesito que le digas que me deje en paz.

Me miró de reojo, incrédulo.

—¿Un hermano mío? —rio—. No estarías viva. No tienes ningún dios que te proteja. Por cierto, Atenea sigue sin contestar mis mensajes. Creo que me evita.

—El que me sacó sangre y me dio una paliza la otra vez, me atacó anoche y se parece mucho a ti. Tenía los ojos azules, el pelo rapado por los lados y barba rubia.

—¿No habíamos quedado en que era un semidios? Me dijiste que se arrodilló y un dios no se arrodilla ante nadie. Si es un semidiós en todo caso es mi medio hermano.

—O tu hijo con una mortal...

—Oh, hace décadas que no puedo tener hijos. No me gustan, les coges cariño y se mueren. Por eso no tengo ni hijos ni plantas.

—¿Cómo estás tan seguro de que no has tenido nuevos hijos?

—Hace décadas operaron mis divinos huevos. No puedo tener hijos, pero eso no me hace menos hombre ¿sabes? Tengo un papel que lo dice.

Me soltó una pequeña charla sobre lo macho que era aunque no le saliera barba y le hubieran hecho una vasectomía, pero no le escuché. No me interesaba, en cambio sí necesitaba conocer la identidad de mi atacante y pararle los pies.

—Se parecía mucho a ti. Tienes que encontrarle.

Apolo suspiró y puso los ojos en blanco.

—Todos los hombres de mi familia son unos pichabravas, en especial mi padre. Puede ser el bastardo de cualquiera.

Volvió a insistir en que hablara con mi tía a su favor. Cuando le dije que no lo haría me lo ordenó y me dio una carta para ella. Mi tía no era precisamente mi persona favorita, pero no podía traicionarla, así que me disculpé y me metí en el portal. No sé qué tipo de protección había usado mi familia en aquel edificio, pero Apolo fue incapaz de seguirme.

En las escaleras abrí el sobre que me había entregado. Dentro había un papel que olía a como a jazmín y sobre el que había escrito "Soy el mejor y el más guapo. Déjame volver".

No podía creerme que aquello lo hubiera escrito el dios de la poesía.

Cuando subí a casa mi tía me preguntó de forma casual a dónde había ido, sin darle mucha importancia, pero yo no podía mentirle. No tenía sentido. Así que le dije la verdad y vi cómo aquella revelación le afectaba. Vi en sus ojos sus ansias por saber más. Le conté cómo estaba Apolo, lo que me había dicho y le entregué la carta. Ese día entendí que no es imprescindible cargar de poesía una frase para que esta pueda encender un corazón.

La mujer que llevaba semanas apagándose, que apenas y respiraba, volvió a la vida. Se deshizo en carcajadas al leer esas palabras. El color volvió a sus mejillas y rió hasta que se le saltaron las lágrimas. Murmuró varias veces "estúpido" y "creído" cuando pudo parar de reír y releyó la carta, pero lo hizo con una sonrisa de oreja a oreja.

Fue una lástima que el efecto de esas palabras se diluyera con el paso de los días.

A Ray no le alivió saber que no tendría que casarse conmigo. Se pasaba los entrenamientos haciéndome preguntas que no sabía contestar y dándole vueltas a aquel problema. Aquella maldición le preocupaba más que cualquier otra debilidad que tuviera o peligro que corriera. Para mí era muy frustrante que se hiciera las mismas preguntas o elaborara las mismas teorías que yo había elaborado semanas atrás. Pero me forcé a ser paciente por si a él se le ocurría algo nuevo. Quiso comprobar hasta donde me afectaba, desde qué distancia, qué ocurría si me tapaba los oídos, qué tipo de sonido o palabras se convertían en órdenes para mí. Quería encontrar los límites para así desarrollar formas de evitarla. Intenté ser fuerte y aguantar las pruebas, pero aquello era superior a mí. Lo pasaba muy mal. Empecé a tener pesadillas por culpa de aquello y él aceptó dejarlo.

Estaba tan ocupada con los exámenes y los entrenamientos que las vacaciones de Navidad me pillaron por sorpresa. Jamás habría imaginado que alguna vez me entristecería que acabaran las clases, pero así fue. El último viernes mis compañeros salieron a toda prisa del instituto. Tenían planes, viajes, fiestas a las que ir, familiares a los que ver, regalos que comprar. Yo no tenía nada de eso. Ray se marchó al pueblo para ver a sus abuelos, y me di cuenta de que sin el instituto y el gimnasio mi vida estaba vacía. No tenía nada más.

Mi tía era un fantasma que vagaba por la casa cada vez más pálida. No desaparecía porque me encargaba de servirle un plato de comida caliente todos los días. Intentaba no mirarla, no pensar en ella, porque me frustraba demasiado no poder hacer nada para ayudarla. Llegó un momento en el que ni siquiera era capaz de enfadarla.

El primer día de vacaciones estaba sentada en la cama mirando en redes sociales lo que mis compañeros de clase hacían, cuando me crucé con un tutorial para hacer copos de nieve con papel. Eso me inspiró y me puse manos a la obra. Doble el papel y lo recorté, hice dos docenas de copos y los fui pegando por el salón y mi habitación. Me di cuenta demasiado tarde de que estaba usando un horrible papel cuadriculado y además al recortarlo no logré darle forma de copo, sino de algo más tétrico que no sabría definir. Parecía decoración de Halloween.

Me quedaron mejor los gorritos de Papá Noel que hice para las serpientes. Tuve que hacer cinco porque una pitón hizo su aparición en mi cabeza, saliendo por encima de mi nuca. Era muy parecida a la serpiente que tenía la hermana de Tatiana, demostrando mi teoría de que me salían serpientes con las que había estado en contacto. Era más grande que las demás y no parecía dispuesta a interactuar con sus hermanas, aunque se dejó poner el gorrito, cosa que no fue tan fácil con la bastarda que creía que era comida. Las otras culebras la habían intentado olfatear con sus lenguas, observarla o frotarse contra ella. Ella actuaba como si no estuvieran allí. Era mansa pero no estaba muy convencida de querer formar parte de la cabeza de una gorgona. Cuando la bastarda, como no podía ser de otra forma, intentó metérsela en la boca no la atacó, pero tampoco se dejó.

La noche siguiente les volví a poner los gorritos mientras canturreaba y la pitón se puso a moverse como loca. Dejé de cantar y paró. Entonces puse música y volvió a moverse, me habría gustado decir que era una bailarina nata, pero apenas sabía llevar el ritmo. Sus hermanas la miraron con recelo al principio para más adelante unirse, con algo más de gracia, a aquel baile. Incluso la tímida serpiente del maíz se movía al ritmo de la música. La víbora hocicuda no quería saber nada de ese desmadre y se apoyó en mi hombro, sin ocultar su enfado. Tuve que poner paz porque la bastarda la agarró con la boca, la zarandeó para que bailara y empezaron a pelearse.

Por mucho que intenté mantener el ánimo arriba, el día de Nochebuena fue demasiado para mí.

Si mis navidades hubieran sido siempre así no me habría hundido tanto, pero estaba acostumbrada a pasar las fiestas rodeada de gente. Por el día había un montón de niños que venían de las ciudades a ver a sus abuelos, y por la noche cenábamos con varios vecinos del Tuerto, mi aldea, que no tenían familia que les visitara. Yo era la única niña en aquella cena y me consentían muchísimo.

Pero aquella Nochebuena estaba en mi cuarto, sola, con el pelo aún húmedo de la ducha, los gorros de las serpientes en el suelo, sin sueño y sin nada más que hacer que pensar en lo mucho que echaba de menos a mis antiguos amigos, a mis abuelos y a mi madre, que aún debía pasar seis meses más en un lugar horrible.

Me metí en la cama deseando despertar el 26 y que todo hubiera acabado, y entonces sonó la alarma de la app que me indicaba que Héctor estaba en peligro.

De un salto salí de la cama y di un par de vueltas tratando de recordar dónde había puesto los vaqueros. Entonces me di cuenta de que Héctor me estaba llamando. Lo descolgué de inmediato.

—¿Estás bien?

—Sí, sí. Lo siento, hay mucho jaleo en casa y me olvidé de la alarma —dijo medio riendo.

Se escuchaba de fondo gente hablando animadamente, ruido de cubiertos y platos y niños riendo.

—No pasa nada. —Solté los vaqueros y me senté en la cama.

—¿Estás bien tú? Suenas rara.

Él en cambio sonaba a que había cenado con bastante vino.

—Sí, sólo me asusté.

—¿Seguro?

—Sí.

—Alex...

—Estoy un poco agobiada.

—¿Por qué?

Entré en pánico. No quería contarle lo sola y triste que estaba. Busqué a mi alrededor alguna excusa para darle y la encontré sobre la mesa.

—Los problemas que nos pusieron de física.

Alejé el teléfono de mi cara y me golpeé la frente ¿no podía haber encontrado una excusa peor?

—¿Estás haciendo problemas de física en Nochebuena? ¿No pueden esperar?

—No. No porque, bueno, si no avanzo con los problemas de física no podré solucionar los problemas de mi vida. Es como una metáfora. Y no quiero estar hasta arriba de problemas en Navidad, si al menos puedo quitarme los de física dormiré tranquila. Por eso estoy agobiada. Ya sabes, es lo lógico, tengo que resolver los problemas. Entiendes, ¿no?

¿Qué acababa de decir?

—No, la verdad es que no te entiendo —se le escapó una risa que no pudo disimular—. Pero yo los tengo hechos y creo que son los mismos así que te los puedo pasar.

No iba a interrumpir su reunión familiar para que me pasara unos problemas que yo ya tenía resueltos.

—No, no. Los quiero entender.

—Puedo explicártelos. Ahora si quieres, así se te pasa el agobio.

Hubo algo en su última frase que hizo que me sintiera como en una nube. No quería volver a quedarme sola, quería seguir escuchando su voz.

—Con que me expliques el primero me vale.

—Vale, espera que lo busque.

Hacía frío en mi habitación así que cogí los apuntes y me metí en la cama mientras Héctor se disculpaba con su familia. De fondo pude escuchar a un par de chicos de nuestra edad interrogándole, querían saber con quién hablaba "Dejadle, será urgente" dijo su madre. "Mira la cara que se le ha puesto a tu hijo, Raquel. Esa cara es de estar hablando con su novia" escuché decir a una señora "O su novio" se corrigió. También escuché pasos de niños corriendo.

—Dame un segundo —dijo al teléfono. Debía estar en su habitación porque el ruido de la fiesta sonaba amortiguado.

—¡Tiene novia! ¡El primo Héctor tiene novia! —escuché a unos niños que no debían tener más de diez años chillando histéricos.

—Si me dejáis hablar por teléfono mañana os dejo todo el día la consola ¿vale? —le escuché negociar con ellos antes de cerrar la puerta.

Quería primos, quería una consola y quería que lo que gritaban esos niños fuera verdad. Se me escaparon un par de lágrimas, pero a la vez sonreía. No me entendía ni yo misma.

—¿Tienes el problema delante?

—Sí —mentí.

—Vale, no te agobies. Avísame si voy demasiado rápido.

Empezó a explicarme el problema paso a paso y yo me quedé hipnotizada con su voz. Me relajó, me hizo sentir bien, me calentó el corazón y cuando terminó se ofreció a seguir con el siguiente. Pasamos más de media hora al teléfono hablando de la gravedad, las cargas eléctricas, la ley de Lorentz, y yo no podía dejar de pensar en lo perdida que estaba en su campo magnético.

—¿Estás más tranquila? —dijo cuando terminamos.

—Sí, gracias. Me voy a ir ya a dormir.

—Qué suerte. Mi familia se tira hasta las tantas de fiesta. Me quedan horas aguantando a mis primos gritando y mordiendo. Tú seguro que ya estás en pijama.

—Y en la cama —sonreí, tratando de darle envidia—. Apoyada en mi almohada que está muy suave. Y susurrando porque mi casa está en silencio.

—Alex, me estás empezando a caer mal —me advirtió en broma.

—Perdona, no te oigo, estoy muy ocupada acurrucándome bajo un montón de mantas calentitas.

Soltó una breve carcajada.

—Ojalá poder darte un beso de buenas noches —susurró.

Me quedé callada, sin respirar, tratando convencerme de que se refería a un beso en la frente.

—Perdón, he bebido un montón de sidra.

Me repetí a mí misma mentalmente "no te ilusiones, no te ilusiones, no te ilusiones" y antes de que mi autocontrol me fallara me despedí.

—Feliz Navidad, Héctor.

—Que descanses, preciosa.

Apagué la luz y con ella apagué el sentido común que impedía que me ilusionara cada vez que interactuaba con mi protegido. Estaban siendo días muy oscuros y me permití al menos soñar con que aquella preciosa amistad se convertía en algo más. Soñé con más risas, más tonteo. Soñé con que volviera a calentar mis manos, con ese beso de buenas noches, con más conversaciones de madrugada.

Lo que no sabía era que la siguiente vez que hablara con él yo estaría drogada y encerrada en el maletero de un coche.

Hola!

espero que no os importe que publique un capítulo especial de Navidad en septiembre 😉

Me surge una duda. Ya sabemos lo que Cuervis opina, pero ¿Héctor ve a Alex como a una buena amiga o como algo más?

¿Qué le regalaríais a Cuervo por Navidad? recordemos que ella no puede poseer cosas, así que no puede ser algo material.

¿La invitaríais a cenar con vuestra familia? ¿Vosotros también tenéis primos alborotadores? jaja.

Muchas gracias por vuestro cariño y vuestro apoyo. Estáis haciendo crecer esta historia como jamás lo habría soñado, gracias a vosotras está llegando muy lejos. El otro día en la Feria del libro de Madrid me reconocieron varias lectoras y me quedé en shock 😳

Fue mi cumpleaños hace poco y me regalaron muchos dibujos y tiktoks de la historia. Uno de ellos me lo regaló @Inviernoalcorazon a quien pensaba que ya había dedicado un capítulo porque lleva muchísimo tiempo apoyándome y es una de las personas más bonitas que he conocido por aquí💕✨

Continue Reading

You'll Also Like

82.5K 12.3K 186
Breve resumen En su cumpleaños, Yan Heqing se despierta repentinamente y se da cuenta de que es un sustituto de carne de cañón en una trágica histori...
37.6K 3.7K 103
Solo después de morir, Fu Zhiyu se dio cuenta de que el mundo en el que vivía resultó ser una novela. Está Historia no es mí 🚫 todos los derechos a...
120K 27.3K 196
⚠️Solo a partir del capítulo 201, primera parte en mi perfil.⚠️ En un giro del destino, Jun Hao, un despiadado matón callejero conocido por su fuerza...
197K 13.5K 23
Todo en mi vida era normal. Hasta que entre a ese bar. ¿Dirás cuál es el problema? Ahi los conocí, conocí el secreto de este pueblo. No puedes confia...