THANTOPHOBIA; James Potter

By prongs_girl

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❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞... More

𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒:
𝐂𝐀𝐒𝐓
𝐏𝐋𝐀𝐘𝐋𝐈𝐒𝐓:
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AGRADECIMIENTOS Y EXPLICACIÓN.
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟭
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟮
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟯
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟰
𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟 𝗔𝗟𝗧𝗘𝗥𝗡𝗔𝗧𝗜𝗩𝗢
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟱
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟲
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟳

| 𝟰𝟬 |

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By prongs_girl


Remus y Sirius se aseguraban de que Alexandra no olvide ninguna de sus pertenencias en San Mungo. Por fin, luego de varios días de cuidados intensivos, había sido dada de alta.

Alexandra extrañaba su hogar, también a sus amigos y el poder disfrutar de su privacidad, pero también estaba algo asustada por abandonar el hospital. Las pesadillas continuaban, los ataques de ansiedad habían regresado, y ni hablar del miedo de dejar un lugar seguro como lo era San Mungo.

–Creo que eso es todo. –dijo ella colocándose el suéter de James, se lo había apropiado.

–Bien, cariño. –suspiró Sirius. –Vamos a casa.

–James debe estar como loco ordenando todo. –rió Remus.

Alex sonrió con ternura mientras esperaba que la medimaga la visite por última vez para dar las indicaciones que debía seguir.

James se había marchado esa mañana, él quería ordenar y limpiar la casa para mejorar un poco el lugar y que Alex se sienta más cómoda. No se le daba muy bien la limpieza, por lo que se fue lo más temprano posible.

–Déjame llevar esto. –murmuró el licantropo tomando el bolso de las manos de Alexandra.

–No es necesario.

Con una mirada, Remus obligó a su mejor amiga a callar, ella reprimió una risa y asintió desganada.

–Señorita Potter. –ingresó la medimaga. –¿Preparada para regresar a casa?

–Eso creo.

–No se preocupe, va a estar bien. –le sonrió. –Lo importante es que no haga mucho esfuerzo por unos días, su costilla aún se está recuperando. Todo lo demás está en orden. –revisó unos papeles. –Ya le di al Señor Potter algunos medicamentos e indicaciones para tomarlos, él me dijo que le explicaría. –hizo una mueca dudosa.

–Lo hará, suele ser insoportable con esas cosas. –levantó sus hombros Sirius.

–Bien, eso es todo. Cualquier cosa que necesites no dudes en llamarme, sea lo que sea.

–Gracias. –murmuró agradecida.

La mujer sonrió cálidamente y asintió. Siempre que un paciente suyo abandonaba el lugar en buenas condiciones no podía evitar sentirse orgullosa, y este caso no era la excepción.

–Oh, y otra cosa. Intente... ya sabe, no tener relaciones sexuales por unas semanas.

Alexandra apretó sus labios mientras sus mejillas se calentaban y miraba el suelo. Sirius soltó una risa nasal, ganándose un codazo por parte de Remus.

–¿En verdad te da risa? ¿Cuánto tienes? ¿Cinco?

–Ya, ya. –dijo entre risas. –Lo siento.

La mujer suspiró y movió su cabeza en forma de despedida, dejando al trío a solas. La risa de Sirius se hizo presente nuevamente, y Alex no pudo evitar sonreír.

–Pobre Cornamenta.

–Cállate o serás tú el que se quede sin sexo por semanas.

Sirius se calló al instante.



James estaba enloquecido, caminaba de un lado a otro por toda la casa, verificando que todo esté limpio y ordenado.

Sabía que estaba exagerando, a Alexandra no le molestaría que las cosas estén desordenadas o haya un poco de polvo en los muebles, era en lo último que se fijaría luego de todo lo sucedido. Pero James quería hacerlo de todas formas.

Suspiró nervioso mientras miraba fijamente un pollo crudo sobre la mesada, ladeó su cabeza y entrecerró sus ojos. No sabía por dónde comenzar. Cruzó sus brazos y suspiró nuevamente.

–Bien, pequeño pollo, somos tú y yo.

¿Qué tan complicado podría ser? Alexandra siempre cocinaba y lo hacía ver fácil, ella podía hacer mil cosas al mismo tiempo en que preparaba la cena o el almuerzo, y aún así le salía perfecto. En esos momentos se reprochó internamente por no prestar atención cuando ella cocinaba.

Eran las siete de la tarde, y el tiempo se le venía encima.

Las llamas de la chimenea resonaron, indicando que alguien había llegado a la casa. Sabía que Alex, Sirius y Remus no eran, ya que aún era temprano.

–James. –ingresó Dorcas a la cocina.

–¿Por qué miras fijamente un pollo crudo?

James miró mal a Marlene y sollozó dramáticamente, haciendo rodar los ojos al par. Lily ingresó detrás con una sonrisa amplia, pero bufó al ver al chico actuar de esa manera.

–Debimos venir más tarde.

–Oh no, claro que no. –negó al ver que las tres escaparían de la cocina. –Ustedes se quedarán aquí y me ayudarán con esto. –señaló el pollo.

–Yo soy un desastre en la cocina, una lástima. –escapó Marlene.

–Y yo... –se excusó Dorcas. –Bueno... ya vengo.

Dorcas salió casi corriendo, dejando a James y Lily solos. La pelirroja reprimió una risa al ver que él refregaba su rostro con cansancio.

–Ya, no llores, yo te ayudo.

–¡Sí! Gracias, gracias, gracias.

Lily soltó una risita y se acercó a la mesada para ayudar al chico, James posó sus codos en el mueble mientras miraba con atención cómo ella comenzaba a hacer lo suyo.

–Y... ¿cómo está ella?

Luego de unos minutos de silencio Lily se atrevió a preguntar.

–Bien, eso creo. Estoy un poco preocupado pero me pone feliz que regrese a casa.

Ella sonrió con ternura y asintió mientras comenzaba a buscar condimentos por los estantes.

–Lo bueno es que salió de allí. No quiero decir que lo de ahora vaya a ser fácil pero... tú entiendes.

James asintió y miró sus manos, prestando atención al anillo de casamiento.

–¿Y tú? ¿Cómo te encuentras?

–Supongo que bien.

–¿Supones?

–Todo esto es extraño, pero... no lo sé. –suspiró frustrado. –No puedo evitar pensar que de no estar con ella no habría sufrido, nada de lo que sucedió hubiera pasado.

–¿Qué dices, James? –frunció el ceño confundida.

Lily colocó el pollo sobre una fuente para horno para poder meterlo en la cocina y dejar que el aparato haga lo suyo. Se quedó esperando que el azabache conteste mientras lavaba sus manos.

–James...

–No lo sé. –se quitó sus anteojos para refregar su rostro. –El ataque que sufrió en Hogwarts, el secuestro...

–¿Y por qué crees que es tu culpa?

–Siento que hicieron todo eso por mí, que el que ella esté conmigo desencadenó...

–Espera, espera. –lo interrumpió. –¿En verdad piensas eso?

–En Hogwarts le hicieron por mí, porque yo estaba con ella y Johnson manejaba todo desde afuera. Ahora...

–Ahora sucedió porque así funcionan las cosas, a veces el que menos lo merece termina perdiendo. –apoyó sus manos en la mesa para mirarlo de frente. –Fue ella, pero pudo haber sucedido con cualquiera de nosotros.

–¿Y si...?

–Johnson no está más para molestarlos, y el resto que tiene problemas con ella... los seguirá teniendo estés tú a su lado o no.

–Lo sé. –murmuró.

Lily hizo una mueca y se acercó a su lado rodeando la mesada que se encontraba en medio de la cocina. Posó su mano en la espalda de él, acariciando hacia arriba y abajo buscando reconfortarlo.

–Si quieres intentar algo llegas tres años tarde.

Lily soltó una carcajada y golpeó su brazo con fuerza.

–Ya, idiota. –calmó la risa. –No estarás pensando en... terminar con ella ¿verdad?

James abrió sus ojos y la miró alarmado, comenzando a negar con su cabeza efusividad.

–Merlín, no. ¡Claro que no!

–No lo sé, siempre tienes impulsos horribles. –se excusó. –No me sorprendería que lo hicieras.

–Me costó demasiado estar con ella como para hacer eso, y estamos casados. –añadió lo último con una sonrisa orgullosa.

–¿Quién lo diría? –se burló.

–Oye, nunca fui tan malo para las relaciones.

–Solo tuviste dos. –elevó una ceja. –Y déjame aclarar que una de ellas terminó siendo una obsesionada, así que tu historial es bastante...

–Ignoremos a Caroline. –hizo una mueca de asco.

–Sigo sin creer que esté tan loca.

–Yo igual.

La puerta de entrada sonó, indicando que alguien había llegado. James se recompuso y Lily salió casi corriendo para ver si era su amiga, ni ella ni el resto de las chicas pudo verla en su estancia en el hospital.

Alex ingresó a la sala con Remus y Sirius, la pareja dejó caer los bolsos y suspiró pesadamente, cansados de cargar con las cosas. Podrían haber regresado por la chimenea, pero San Mungo había cerrado las conexiones para evitar visitas no deseadas.

–¡Alex!

–Chicas. –dijo sorprendida y confundida de verlas allí.

Marlene corrió a la pelirroja y abrazó su cuerpo con fuerza, la rubia no pudo evitar soltar unas lágrimas. Últimamente las cosas estaban complicadas y el estrés no ayudaba en nada con su estado de ánimo.

Dorcas y Lily, sin esperar que Marlene terminara, se acercaron y abrazó al par, convirtiendo un círculo de cuatro personas.

–Por Merlín, mujer. –murmuró Dorcas. –Casi nos matas de un infarto.

Alex rió y se separó de ellas, se sentía bien. Volver a ver a sus amigos la ayudaba demasiado, más de lo que creía que haría.

–Prometo que no va a suceder nuevamente. –les sonrió.

–¿Estás bien? –preguntó Lily mirándola con preocupación.

–Sí, estoy bien.

Ella asintió y tomó su mano dándole un ligero apretón.

James, Sirius y Remus estaban terminando de colocar los cubiertos y platos en la mesa mientras las chicas se abrazaban y hablaban de lo suyo, poco después Lily se dirigió a la cocina para poder finalizar con la comida.

Alex miró hacia abajo al sentir que algo tocaba su pierna, sonrió al ver que Olivia se refregaba contra su cuerpo, ronroneando y maullando con felicidad.

–Hola, linda. –se colocó de cuclillas mientras sentía un pequeño dolor en su costado, pero lo ignoró y tomó a la pequeña gata entre sus brazos para alzarla. –Sí, yo también te extrañé. –le susurró acariciando sus orejas.

Olivia bajó de sus brazos al oír ruido en la cocina, se había agarrado la costumbre de estar junto a la persona que se encuentre cocinando para ver si le daban algo.

–Bonita.

Alexandra se giró y se encontró con la sonrisa y mirada cálida de James, rápidamente lo abrazó y escondió su rostro en su cuello.

–Hola.

–¿Tanto me extrañaste? Nos vimos esta mañana.

Ella golpeó su nuca con fuerza, haciéndolo reír y quejarse al mismo tiempo. James colocó las manos en su cintura y se separó para ver su rostro.

–¿Todo en orden? ¿Hablaron contigo?

–Sí, dieron algunas indicaciones, nada de otro mundo.

James asintió, acercándose para besar sus cortamente, pero ella rodeó su cuello y alargó el acto, haciéndolo sonreír sobre sus labios.

El ruido de la puerta los obligó a separarse, ella lo miró confundida, pero James negó con su cabeza sin saber.

–Espera aquí.

James tomó su varita y alejó a la chica, obligándola a permanecer lejos.

–James...

Levantó una mano haciéndola callar y se asomó para mirar por la ventana, pero la oscuridad del vecindario no le permitía ver mucho. Elevó la varita, permaneciendo en una postura defensiva.

–¿Si?

–Soy Peter.

James y Alex soltaron el aire reprimido, aliviando sus cuerpos. El azabache abrió la puerta al oír la voz de su amigo, Peter se encontraba detrás, con las manos en los bolsillos y una media sonrisa.

–¡Colagusano!

James rodeó al rubio con sus brazos, abrazándolo luego de tanto tiempo sin verlo. Peter no se quedó atrás, abrazó a su amigo y sonrió, pero no podía ignorar ese sentimiento de culpa.

Decir que Peter se sentía bien con todo lo que le sucedió a Alex sería mentir. Se sentía mal, culpable y odiaba todo lo que estaba sucediendo, pero su familia estaba en riesgo y no le quedaba otra opción.

–Pasa, ¿estás bien? Te noto extraño. –le dijo James mirándolo preocupado.

Peter asintió desganado, caminó unos pasos hasta ingresar al interior, al instante pudo ver a Alexandra. Él se quedó estático, mirándola fijamente y con toda la culpa del mundo recorriendo su cuerpo, ella se preocupó y caminó hasta él.

–Hey, ¿te sientes bien? Estás pálido.

–S-si... yo... –pasó el dorso de su mano por la frente. –Solo estoy algo cansado, ¿cómo estás, Eyad?

Ella asintió y se acercó para abrazarlo.

–Hace mucho no venías aquí, te extrañábamos.

Peter se tensó ante el tacto de ella. Él no había estado en la Mansión Malfoy durante su captura, pero sí había oído todo lo sucedido.

Luego de unos segundos, él aceptó el abrazo y cerró sus ojos, disfrutando del acto. La extrañaba, a ellas y al resto, y no veía la hora de que todo esto terminara.

–¡Peter!

El resto se acercó al rubio, atocigándolo con abrazos y palabras de preocupación, había desaparecido por un largo tiempo.

–Los hombres son tan...

–¿Idiotas?

–Iba a decir raros, pero sí, idiotas también sirve.

Alex rió ante las palabras de Marlene y Dorcas. Los cuatro chicos se encontraban en un círculo y saltaban como niños de cinco años.

–Bien, ya. Vamos a comer. –ordenó Lily caminando hacia la gran mesa de la sala con una bandeja entre sus manos.

–Sí, mamá. –se quejó Sirius.

Todos caminaron hasta la mesa, sentándose en sus lugares habituales. Alex entre Remus y James, Sirius junto a su novio, Peter frente a ellos entre Lily y Marlene, y Dorcas a un lado de la rubia.

–Esto tiene un pinta increíble. –exclamó Sirius queriendo meter mano pero recibiendo un golpe de Remus. –¡Auch! ¿Volvimos a los golpes?

–Nunca dejó de golpearte. –musitó James.

–Tú cállate porque terminarás en el mismo lugar que Sirius. –lo amenazó la pelirroja.

–¿Y yo? ¿Por qué?

–Es un aviso.

James sacó hacia fuera el labio inferior, pero rápidamente sonrió al ver que en su plato aparecía un trozo de pollo con papas.

–¿Tú hiciste esto? –preguntó Remus mirando a James.

–¿Qué? ¿Tú cocinando?

–¿Disculpa? Lex, soy lo suficientemente apto para cocinar.

–Lo hizo Lily ¿verdad?

James suspiró ante las palabras de Alex, y comenzó a comer con un pequeño puchero adornando su rostro.

Alex rió suavemente ante su postura y se acercó, besando su mejilla suavemente.

–Ya, quita es cara, bromeo. –rió. –Noté que ordenaste y limpiaste todo, no era necesario.

James sonrió ante sus palabras y se giró para mirarla. Iba a aclarar que estaba bromeando, pero sus palabras habían aumentado un poco más su orgullo.

–Sí, lo era.

–¿No moriste del estrés ordenando todo? No es lo tuyo.

–Casi muero, pero sobreviví.

–¡Bien!

Ambos se sobresaltaron ante el grito de Sirius y lo miraron con reproche, el pelinegro bebió un sorbo de vino con diversión.

–Estamos casi finalizando febrero, eso significa que el cumpleaños de Cornamenta y Lunático está por llegar.

–¿Y eso?

–Más respeto con nuestro día sagrado, Marlene.

La rubia bufó ante las palabras de Sirius y continuó comiendo.

–No podemos hacer mucho.

–Podemos juntarnos aquí, primero es el de Lunático. –opinó James ante las palabras de Remus. Pero al instante se giró hacia Alexandra. –¿Estás bien con ello?

–Claro, no hay problema. –sonrió. –Podemos cocinar algo con Lily.

–Lo haré solo porque estaré contigo y sé que me ayudarás, porque la persona que está sentada a tu lado no hizo nada y me dejó sola.

–Estoy aquí. –James elevó sus brazos.

–Lo sé. –le respondió.

–Tranquila, prometo no abandonarte como ciertas personas.

–Sigo aquí.

Todos rieron ante las palabras de James y continuaron hablando, pero Alex se concentró en la comida y se aisló un poco. Estaba cansada y sentía que en cualquier momento podía desmayarse del sueño, aunque también estaba agradecida por ello ya que en la noche podría dormirse más rápido.

–¿Estás bien con esto?

Se giró mirando a Remus, que estaba inclinado ligeramente hacia ella.

–¿Con qué?

–Bueno... tal vez te agobia que todos hayan venido, no pensamos en eso, lo siento.

–No, no. –tomó su mano. –No te preocupes, me alegra demasiado que hayan venido. Los extrañé bastante. –sonrió.

–Mejor así entonces, también extrañaba esto. ¿Estás cansada?

Remus rió al ver que Alexandra negaba con su cabeza pero bostezaba al mismo tiempo, ella elevó sus hombros resignada.

–Un poco.

–¡Ustedes dos! Estamos hablándoles hace una hora. –reprochó Dorcas.

–Lo lamento. –se disculpó él falsamente. –¿De qué hablaban?.

–Una cena, la noche de tu cumpleaños, y luego podemos juntarnos para el de James. –opinó Marlene. –Necesito algo que nos distraiga, esto es cansador.

–Con la Órden es complicado. –murmuró Peter.

–Sí, es cansador.

Todos asintieron con cansancio y un pequeño silencio se formó en la sala. Habían intentado evitar los temas relacionados con la Órden para no incomodar a Alexandra, pero de una forma u otra las conversaciones terminaban allí.

–Entonces... –dijo Lily incómoda. –Bueno, ya que estamos en silencio creo que puedo aprovechar para decir que volví a salir con mi vecino, ¿lo recuerdan?

–¡Oh, sí! El romanticón. –chasqueó la lengua Marlene.

–Iba a esperar a que todo esto termine, pero me arriesgué.

–¿Cómo se llama? ¿Debemos golpearlo o algo?

–No, Sirius. No golpearán a nadie. –rodó los ojos. –Se llama Christian, habíamos salido un par de veces y...

–¿Es bueno contigo?

–Lo es, James.

–¿Y sabe algo sobre... la magia? –ladeó la cabeza Remus.

–No, aún no. No sé muy bien cómo contarle, pero esperaré que pase más tiempo.

Alex bostezó nuevamente, y apoyó su cabeza en el hombro de James. Él se giró y besó su cabeza para luego seguir pendiente a la conversación.

–Te conviene esperar, podrías pedirle opinión a Dumbledore. –comentó Dorcas.

James hizo una mueca al oír su apellido.

–Tal vez, en la próxima reunión hablaré con el.

–¿Cuándo es la próxima reunión? –preguntó Alex.

–Eh, la próxima semana.

–Yo... hablé con Dumbledore. –le murmuró James. –Luego te explico.

–Claro. –dijo más en tono de pregunta.

Los chicos se habían marchado bastante tarde. Habían pasado el tiempo comiendo, bebiendo café y hablando sobre sus años en Hogwarts.

Alexandra se dejó caer en la cama, suspirando y quejándose por lo bajo al haber descuidado su costilla.

–Auch.

James salió del baño apagando la luz detrás suyo, dejando solo la iluminación que brindaba la pequeña lámpara de noche.

–Se nota que regresaste.

Alex se giró, viendo a James que sostenía en alto la pasta de dientes destapada, soltó una risa y sonrió inocentemente.

–Lo olvido.

–Y tú te quejabas de mí. –rodó los ojos burlonamente.

–Solo dejé la pasta de dientes destapada, tú eres peor, exageras.

Alexandra se acostó y tapó su cuerpo con las mantas. Rápidamente James la siguió y se acostó a su lado, obligándola a apoyar su cabeza en su pecho.

–Te corrijo, dejas la pasta de dientes destapada todos los días.

–Deja de llorar y acaricia mi cabello.

James rió y comenzó a acariciar el cabello pelirrojo de la chica, sintiendo cómo su cuerpo se relajaba.

–¿Qué has hablado con Dumbledore?

–Bueno... estuvimos de acuerdo con que no asistas a las reuniones por un tiempo. –murmuró en voz baja, casi inaudible.

Ella se recompuso y lo miró atenta.

–Sé que tal vez no te gusta la idea, pero no creo que estés en condiciones para volver a las misiones y... –suspiró y la miró preocupado. –¿Te molesta?

–No.

James se sorprendió un poco, creyó que ella se molestaría al ver que él tomaba esa decisión sin consultarle. Pero él temía que Alex quiera continuar en la Órden sin primero recuperarse del todo.

–¿No?

–No, de hecho... iba a hablar con Dumbledore para dejar de ir por un tiempo, hasta recuperarme del todo.

James sonrió y volvió a acostarla en su pecho.

–También hablé por mí, me quedaré unas semanas contigo.

–¿No irás a las reuniones?

–Nah. –sacudió su mano. –Estarán bien sin mí, me quedaré contigo un tiempo.

–Prefiero estar sola, gracias. –bromeó.

James picó la zona de su estómago haciéndola reír, como consecuencia terminó golpeándolo con su rodilla.

–Eres una violenta. –se quejó con voz fina y sobando su estómago recién golpeado.

–Tú comenzaste.

–Cállate, me amas.

Alex hizo un ruido irónico y notó cómo James apagaba la pequeña luz del velador para tapar sus cuerpos y poder dormir.

–Cariño...

Ella murmuró en forma de respuesta.

–Me dieron unos medicamentos, pero comentaron que no los tomes si no es necesario. Si tienes pesadillas...

–Yo los busco, está bien. ¿Dónde están?

–Nop. –recalcó la última letra. –Si tienes pesadillas me llamas.

–No te despertaré por eso.

–Lo harás. –ella lo miró y abrió la boca para quejarse, pero la mirada amenazante de él la obligó a callarse. –Genial. –dijo feliz al ver su asentimiento. 

Alex cerró sus ojos y escondió su rostro en el cuello de James. Había llegado a la conclusión de que ese era su hogar, no literalmente claro. Lo segura que se sentía cuando lo tenía a su lado era inexplicable.

–Descansa.

James sonrió con ternura y besó su hombro desnudo.

–Tú también, bonita.

Sam se encontraba parado frente a ella, mantenía una mirada severa y se podía notar el enojo e ira en sus ojos.

Estaba completamente limpio, no como en el calabozo. Su uniforme de Hufflepuff estaba perfectamente acomodado.

Alexandra hizo el amago para levantarse, pero se quedó estática al ver que su amigo levantaba la varita para apuntarla.

El lugar era similar al calabozo de la Mansión Malfoy pero más oscuro, si es que esto era posible, y húmedo. Se podía oír la lluvia afuera, caía con fuerza y hacía un ruido estrenduoso.

–Macmillan...

–Te dije mil veces que no me llames así.

La voz de Sam era dura, se podía palmar la furia, el enojo, resentimiento y tristeza. Sus ojos estaban húmedos.

–¿Por qué me hiciste esto?

Ella quiso levantarse, pero unas cadenas en sus piernas se hicieron presentes, impidiendo movimiento alguno.

–Sam, yo no...

–¡Todo esto es tu culpa! –gritó al mismo tiempo en que su rostro enrojecía. –¡Tú hiciste esto!

Abrió su túnica amarilla y negra, dejando a la vista su torso. Estaba lleno de cortes, moretones y heridas.

–Tú me hiciste esto, Alexandra.

–Esto no es real. –susurró para sí misma mientras tomaba su cabeza entre sus manos.

–¿No te parece real? Entonces... ¿por qué te culpas a ti misma todos los días? Inconcientemente sabes que tienes la culpa.

Ella apretó su cabello con sus manos, intentando alejar su voz y enfocarse en otra cosa.

–¿No te da culpa? Juntarte con tus amigos y pretender tener la vida perfecta mientras sabes que yo no estoy aquí por ti.

–Basta.

–No hiciste nada por mí, no te preocupaste en absoluto. –murmuró con voz grave.

Es un sueño.

Es un sueño.

Es un sueño.

La voz de Sam sonaba tan real, parecía que estaba a su lado. Sentía que estaba allí nuevamente, encerrada, muerta de hambre y de sed, con frío, dolores...

Podía jurar que sentía los aromas del lugar. La sangre, la humedad, el óxido...

–Eres una mierda de persona, Alexandra.

–¡Basta!

–¡Lex!

Alex abrió los ojos de golpe al sentir que la mecían con algo de brusquedad y la llamaban. Jadeó en busca de aire y se sentó, sintiéndose mareada y con una gran opresión en el pecho.

–Hey, hey. –murmuró James tomando su rostro.

–Merlín, ¿te desperté? Lo lamento, yo no quise, vuelve a dormir o...

–Lex.

Estaba alterada.

Ella respiró hondo y miró a su alrededor, intentando relajar su mente y cabeza, que había comenzado a doler como nunca. Su pecho dolía, y sus manos y frente sudaban un poco.

–Oye...

James la tomó de las manos al ver que el ritmo de su respiración no cesaba, sino todo lo contrario. Estaba agitada y su labio inferior temblaba con furia.

Pasó sus pulgares por debajo de sus ojos, limpiando los rastros de lágrimas. Recién allí Alexandra notó que había estado llorando.

–Estoy bien. –susurró con la voz rota.

–Ven aquí.

James besó su frente y la apoyó contra su cuerpo. Podía sentir los pequeños espasmos que daba y el subir y bajar acelerado de su espalda y pecho, pero con el paso de los segundos esto fue cesando.

–Lamento despertarte.

–¿Enserio crees que eso me importa? Es lo que menos me interesa en estos momentos.

Alex escondió su rostro en su pecho, cerrando sus ojos, pero los volvió a abrir casi al instante al ver la figura enojada de Sam.

–Respira hondo, cariño.

Tomó unos minutos el que se relajara por completo y pueda respirar con normalidad, sin embargo, el temblor en sus manos y labio inferior continuaba.

–¿Quieres hablar de ello?

Alex negó con su cabeza mientras se separaba del abrazo, pasó el dorso de sus manos por los ojos y le regaló media sonrisa, intentando tranquilizarlo.

–Estás transpirada. –comentó tocando su frente. –Ve a cambiarte, yo ya regreso.

Iba a replicar, pero James salió de la habitación sin darle la oportunidad. Apoyó sus manos sobre los ojos, intentando calmar de alguna manera el dolor punzante en su cabeza, en especial en la zona de la sien.

Se levantó de malagana dirigiéndose al armario y tomando una de las remeras de entrenamiento de Quidditch de James.

En el baño se tomó el trabajo de limpiar su cuerpo, estaba completamente transpirada y odiaba la sensación pegajosa. Pensó en tomar una ducha, pero era de madrugada, o eso creía, y no tenía muchos ánimos para hacerlo.

Un trueno resonó, haciendo temblar ligeramente el vidrio de la ventana de la habitación. Le recordó al sueño, y al instante pensó en otra cosa para no volver a revivir aquello.

Se vistió con la remera de James una vez que terminó con el aseo y se colocó desodorante. Su rostro estaba pálido y había unas bolsas debajo de sus ojos.

Volvió a la cama, James aún no había regresado. No sabía qué estaba haciendo, por un momento consideró la idea de ir a ver, pero el cansancio era superior.

Miró por la ventana, la cortina estaba corrida y dejaba a la vista el cielo gris de la noche y los relámpagos que iluminaban el lugar cada tanto.

Unos pasos la alertaron, y se giró para ver a James que caminaba hacia ella con dos tazas entre sus manos.

No sabía el por qué, pero esa imagen pasó a ser su favorita.

El aspecto recién levantado de James, sin anteojos, con los ojos entrecerrados, el cabello completamente desordenado y para cualquier lado... Su pijama rojo, los pies descalzos y arrastrándose por todo el lugar, sus manos sosteniendo tazas que parecían contener té. Era su imagen favorita.

–Gracias. –le sonrió.

James se sentó enfrente suyo y elevó sus hombros, sin tomarle mucha importancia al gesto.

–Tal vez te relaje, además, siempre es buen horario para un té.

Alex miró el reloj de la habitación al oír esa oración, eran casi las cuatro de la mañana. Hizo una pequeña mueca y lo miró con culpabilidad.

–Ni se te ocurra disculparte. –amenazó. –En Hogwarts nos hemos quedado hasta más tarde haciendo pijamadas o travesuras, esto es similar. Y ahora no tenemos que preocuparnos por levantarnos temprano.

–Es un poco más deprimente.

–Nah, no parece deprimente. –bebió un poco. –Tú, yo... y Olivia. –agregó al ver que la pequeña gata ingresaba y subía a la cama. –No me deprime en absoluto.

Ella soltó una pequeña risa y acarició la cabeza de la pequeña gata.

–Y la lluvia. –agregó la pelirroja.

–Y la lluvia. –concordó. –Oh, por cierto... te traje esto. –tendió dos pastillas. –No sé si quieras tomarlas o no, pero la medimaga me las dió para las pesadillas, la ansiedad y los dolores de cabeza, creo que también te ayudarán a dormir mejor.

Alexandra miró dudosa el medicamento, no confiaba mucho en ello, y James tampoco, pero era la recomendación que les habían dado.

–Solo las tomarás cuando sea necesario, es lo mejor. –opinó.

–Está bien, sí.

De un sorbo, bebió las dos pastillas. James hizo una mueca de asco y se estremeció por completo.

–¿Qué?

–¿Cómo haces para tomarlas así? Diaj.

–Son pastillas.

–Con más razón. –se estremeció nuevamente, ella rió y miró con duda su bolsillo, del cuál sobresalía un paquete. –Oh, cierto. Lunático nos dejó esto, en realidad es para ti, pero lo que es tuyo es mío.

Sacó el envoltorio de chocolate y lo dejó entre ambos.

–¿Lo que es tuyo es mío? ¿Desde cuándo?

–Siempre me dices eso, y no tienes voz para discutir sobre ello. –se burló.

–¿Y eso por...?

–Tu remera me parece conocida.

Sus mejillas enrojecieron mientras miraba la mirada burlona del azabache, bebió del té e ignoró por completo la sonrisa orgullosa de él.

—¿Has practicado con la guitarra?

–Un poco. –dejó la taza vacía sobre el suelo. –¿Por qué?

–¿Podrías tocar algo?

James sonrió al instante y asintió, levantándose para ir por el instrumento que se encontraba en una esquina de la habitación. La lluvia cada vez caía con más fuerza.

Alex tomó una de las frazadas que se encontraba en los pies de la cama y se envolvió con ella, cruzando sus piernas y mirando con atención a James, que se sentaba enfrente suyo.

–¿Algo en especial?

–Lo que tú quieras.

James pensó unos segundos, entrecerrando sus ojos en el proceso.

Here comes the sun comenzó a sonar, al principio le costó un poco ya que no había practicado en las últimas semanas, pero al poco tiempo le agarró la mano y lo hizo con más confianza y seguridad. Había mejorado bastante y se notaba.

Alex se mantuvo así, escuchando la voz relajante de James y los acordes del instrumento, sus manos sosteniendo la taza de té y el chocolate enfrente suyo, a medio comer. Olivia estaba a un lado, durmiendo plácidamente.

Esos momentos eran los que valían completamente la pena.
















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