THANTOPHOBIA; James Potter

By prongs_girl

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❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞... More

𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒:
𝐂𝐀𝐒𝐓
𝐏𝐋𝐀𝐘𝐋𝐈𝐒𝐓:
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AGRADECIMIENTOS Y EXPLICACIÓN.
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟭
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟮
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟯
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟰
𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟 𝗔𝗟𝗧𝗘𝗥𝗡𝗔𝗧𝗜𝗩𝗢
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟱
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟲
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟳

| 𝟯𝟵 |

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By prongs_girl


James le sonrió a la enfermera cuando ingresó con una bandeja de comida para Alexandra.

El azabache refregó sus ojos y dirigió la vista a su esposa. Ella dormía plácidamente y abrazaba una de las almohadas que pertenecía al sillón.

James había dormido con ella, Alexandra le había insistido para que lo haga. Hacía tiempo que él no dormía bien a causa de la preocupación, y el tenerla a su lado le causó un alivio increíble.

Sin embargo, habían sido unas horas algo complicadas. Alex se había despertado varias veces, a causa de pesadillas o dolores punzantes de cabeza, los medimagos se habían encargado de darle una poción para los dolores y malos sueños, pero James se encontraba algo inquieto porque vuelva a suceder.

–Lex. –murmuró tocando su brazo con suavidad.

Ella jadeó y abrió los ojos sobresaltada, viendo la sonrisa algo apenada de James. Alexandra suspiró aliviada al recordar que se encontraba allí, le sonrió a medias, indicando que todo estaba en orden ante su mirada algo preocupada.

–Hola.

Él sonrió y tomó su mano.

–Hola. ¿Tienes hambre?

Ella asintió con su cabeza, no había ingerido nada desde aquel pedazo de carne seca unos días antes, que por cierto, no fue nada.

Habían decidido que era mejor esperar para que ella comiera algo. Curar sus heridas y atender los estragos por la pérdida del embarazo era prioridad.

–Te trajeron esto, aunque no sé muy bien qué es. –dijo elevando los hombros y tomando la bandeja entre sus manos, levantó la tapa que lo cubría y asintió con conformidad. –Bien, pollo con arroz, tiene pinta.

Alex sonrió un poco y se sentó, haciendo fuerza con sus manos apoyadas en el colchón. James la miró alarmado, pero se relajó al ver que podía hacerlo sin problemas y quejas de por medio, aunque una pequeña mueca de dolor atravesó su rostro.

James se levantó y acomodó la bandeja sobre las piernas de ella, sirvió un poco de agua en un vaso y se lo entregó.

–Gracias. –susurró. –¿Tú no comerás?

–Ya lo hice, desperté antes que tú y compré algo.

Ella asintió y tomó el tenedor entre sus manos para proceder a mover la comida de un lado a otro. El aroma la invadió y pudo sentir su estómago hacer ruido, pero había algo que le impedía tener bocado alguno.

Se sentía culpable, sabía a la perfección que no había hecho nada malo para sentirse de esa forma, pero no podía evitarlo. Recreaba una y otra vez las escenas de los días anteriores, pensando en qué pudo haber hecho para cambiar el final de su amigo.

James notó la mirada perdida de la chica, se sentó sobre la cama para tenerla más cerca y así tomar su mano.

–¿Estás bien? –preguntó en voz baja.

Ella pestañeó y lo miró, rápidamente sonrió y asintió con su cabeza. No quería preocuparlo más, ya le había hecho pasar un mal rato luego de todo lo sucedido, no quería seguir agobiándolo o preocupándolo.

–Sí. –respondió ante su mirada de inseguridad, carraspeó su garganta y pinchó un trozo de pollo para llevarlo a su boca.

James apretó sus labios, sabiendo a la perfección que no se encontraba bien, que era lo más normal del mundo. No insistiría, cuando ella se encuentre lista para hablar estaría ahí para escucharla, eso era algo que había aprendido con el tiempo.

–¿Está rico? La comida de los hospitales suele ser horrible.

Ella soltó una pequeña risa y asintió.

–Bien. –dejó un beso en su frente y se levantó para acomodar un poco el lugar.

Hoy irían Dumbledore, Kingsley y Moody para hablar con Alexandra, y él no estaba nada feliz con eso.

James sentía que ninguno había hecho lo suficiente durante los días de secuestro de Sam y Alex. Sí, el rescate había salido bien y pudieron ejecutar el plan a la perfección, pero Sam no había sobrevivido y se habían tardado demasiado.

No sabía para qué querían hablar con ella, no veía necesario el hecho de que reviva todo lo que atravesó allí dentro. Ni siquiera había pasado un día y ya querían hacerla hablar, le parecía innecesario.

Ya sabían quiénes eran mortifagos, y se podía llegar a suponer la cantidad de maldiciones y cosas por las que pasaron. ¿Para qué contarlo?

James miró a Alex mientras acomodaba unas mantas sobre el sillón. Ella comía con la mirada fija en el plato, no tenía expresión alguna y sus movimientos eran lentos, demasiado lentos.

Se acercó a ella y tomó asiento nuevamente, los ojos verdes de Alex se dirigieron a su mano, automáticamente sonrió al ver que él aún llevaba la liga de cabello en su muñeca.

–¿Aún la conservas?

–Claro que sí, es mía. –dijo con gracia.

Ella tomó su mano.

–¿No comes más? –preguntó extrañado.

–No, estoy bien así. –aseguró. –Iré a lavarme los dientes.

–Bien. –suspiró acercándose para ayudarla. –Vamos.

James tomó su mano y ejerció un poco de fuerza para ayudarla a levantarse. Su costilla había salido muy afectada, y la fisura dolía demasiado como para moverse con normalidad.

El caminar o acostarse no resultaba gran problema, el problema más bien eran los movimientos donde ejercía fuerza.

Los golpes y cortes estaban curados, y con un poco más de díctamo mejorarían. Lo único que quedaría era la cicatriz en su brazo izquierdo, las palabras que Bellatrix había escrito en su piel continuarían allí por el resto de sus días.

–Puedo ir sola. –lo miró. –Estoy bien.

–¿Seguro?

Ella asintió y dió un ligero apretón a su mano para alejarse y entrar al pequeño baño de la habitación.

James apretó los labios algo preocupado, y se acercó rápidamente a la medimaga al ver que ingresaba junto a la empleada que retiraría la bandeja con los restos de comida.

Una escoba encantada también ingresó, comenzando a limpiar el suelo blanco.

–¿Puedo hablar con usted?

–Señor Potter. –saludó. –Claro.

James miró a la pequeña mujer, tenía bolsas debajo de sus ojos y se la veía cansada, aún así continuaba mostrándose amable y paciente con él y la pelirroja.

–Yo... estoy algo preocupado. –rascó su nuca con nervios.

La medimaga miró a la empleada y le hizo una seña, indicando que los deje a solas.

–Dígame.

–Alexandra... –suspiró y miró sus manos indeciso, no quería sonar paranoico. –No creo que se encuentre bien, y me preocupa.

–Bueno, Señor Potter... ella estuvo secuestrada, claramente no está bien. El proceso es largo y requiere de mucha paciencia y...

–Lo sé, lo sé. Pero la conozco y me preocupa.

–Lo lamento, no sé a qué se refiere.

James refregó su rostro con frustración y la miró nuevamente. La mujer hacía lo posible por comprender sus palabras, pero él no se explicaba correctamente.

–Tuvo un pasado algo... complicado. –explicó. –Y la conozco, ha pasado por mucho y no quiero que vuelva a caer, ¿sabe a lo que me refiero?

La mujer tomó aire y asintió mientras exhalaba con lentitud. Ella pasó su vista desde la cama vacía hasta el azabache, analizando qué hacer. No había sido complicado comprender la magnitud de sus palabras.

El chico se notaba preocupado. Ella había trabajado allí por años y estaba acostumbrada a ver las expresiones de dolor, impaciencia y preocupación en los pacientes y sus familiares, pero él se veía tan agobiado que hasta llegaba a darle pena.

Lo que más le impactó era lo que tenían que atravesar siendo tan jóvenes. Había notado los otros dos chicos, los cuales ahora se hacían marchado, y todos eran tan pequeños para atravesar por todo esto.

La guerra los había obligado a madurar.

–Bien, escuche. –comenzó. –No puedo hacer mucho, en una situación normal recomendaría ir a terapia con regularidad y ver cómo procede todo, pero ahora es imposible. Es mucho riesgo.

Él asintió frenéticamente y dirigió su dedo pulgar a su boca, mordiendo ligeramente su uña.

–Puedo darle algunos medicamentos, no son fuertes pero estoy segura de que podrán ayudarla en caso de que haya algún episodio de ansiedad. También puedo recetar algo para las noches. –elevó sus hombros. –No puedo hacer más que eso, no puedo medicarla con algo más sin una sesión con una terapeuta de por medio.

–Entiendo.

–Ella tuvo un ataque al ingresar, por eso la sedamos. Y según lo que usted me comentó, tuvo algunas pesadillas. –él asintió. –Bien, le daré algunas pastillas, servirán para esos dos problemas que creo que son lo más importante por el momento.

–Bien. –se alivió. –¿Hay algo más?

–No la agobie. –dijo con una pequeña sonrisa. –Sé que está preocupado, pero no la trate como si fuera una niña pequeña, ella debe procesar las cosas a su tiempo. Es lo suficientemente fuerte para hacerlo.

Él hizo una pequeña mueca y asintió mientras pasaba sus manos por el pantalón.

–Es complicado. –se excusó, ella rió un poco y asintió.

–Lo sé, Señor Potter. Pero es necesario que lo haga de esa forma, no le pido que no se preocupe, solo que le dé un respiro.

–Bien, sí.

Ella se giró para salir, pero la voz del azabache la frenó. La mujer se giró y lo miró esperando que hable.

–E-eh... otra cosa. –carraspeó su garganta.

–¿Si?

–Yo... esto es algo extraño. –dijo nerviosamente. –Es sobre el... –tomó aire.

–¿El embarazo?

Él asintió con un nudo en su garganta.

La mujer dio un paso hacia él y notó cómo la expresión de su rostro cambiaba completamente. El labio inferior de él tembló un poco.

–Ella... –dudó. –Bueno, por lo que hemos hablado a ella le gustaría tener hijos en algún futuro, y sé que somos jóvenes pero...

–Señor Potter. –lo frenó con una pequeña sonrisa.

–Cierto, estoy divagando. –se avergonzó. –Mi pregunta es si ella podrá tener hijos, en un tiempo, claro. –murmuró en voz baja. –Tal vez es una pregunta extraña, pero...

–No es extraña. –lo consoló. –La mayoría de los matrimonios que pierden embarazos preguntan lo mismo. Y sí, podrá tener hijos. –le sonrió. –No se preocupe por eso. Solo deberá cuidarse un poco más y tener precaución, pero nada de otro mundo.

Él exhaló, sin darse cuenta de que había reprimido el aire, sonrió y relajó por completo los músculos de su espalda.

–Gracias.

La puerta del baño fue abierta, y Alexandra salió de allí con el cabello un poco más arreglado.

–Señorita Potter. –le sonrió. –¿Cómo se siente?

–Bien, gracias. –le sonrió un poco. –Yo... ¿sabe cuándo podré regresar a casa?

La medimaga dirigió una mirada significativa a James, el azabache se acercó a la pelirroja y pasó su mano por su cintura, colocándose delante suyo.

–Deberías acostarte. –le informó él.

–Pero...

–Aún debemos checar algunas cosas. –intervino la mujer. –No se preocupe, apenas sepamos le diremos. Mientras descanse.

–Bien. –dijo desganada.

James subió sus manos y tomó sus mejillas para que lo mire a los ojos, la mujer salió dejándolos solos.

–Estás helada. –dijo acariciando sus mejillas y bajando una de sus manos por lo largo de su brazo, sintiendo la piel fría.

–Hace algo de frío, sí. –apoyó la cabeza en su pecho y cerró sus ojos.

James bajó su rostro y besó su cabello mientras intentaba hacerla entrar en calor acariciando su espalda y brazos, los cuales estaban descubiertos por la ropa de hospital.

–¿Puedo sacarme esto? –preguntó ella refiriéndose a la ropa.

–No lo sé, cariño. ¿Te molesta?

Ella se separó y elevó sus hombros mientras se miraba a sí misma. James sonrió con ternura.

–Un poco, me hace sentir enferma. –dijo con un poco de gracia, él rió y asintió, estando de acuerdo.

–No creo que te digan algo, ¿quieres cambiarte?

James caminó hasta la mochila ante el asentimiento de Alexandra, sacó de allí ropa interior y un pijama.

Mientras Alex se cambiaba en el baño James aprovechó para ventilar un poco el lugar. La habitación era grande, pero el estar allí dentro era algo agobiante.

El día continuaba nublado luego de la lluvia de la madrugada, corría una brisa algo fresca pero necesaria para cambiar un poco el ambiente.

Esa noche también irían Remus y Sirius. La pareja no había regresado luego de dejar ropa para James y Alexandra, James suponía que estaban en busca de Regulus.

Alexandra regresó con su pantalón largo y brasier, su pijama era de color rojo y lo utilizaba mucho en Hogwarts, le recordaba al castillo. Al que luego de tanto tiempo sí pudo convertirse en su hogar, tanto como deseó desde sus primeros años.

La remera venía en su mano, y ella se estremeció al sentir el ligero viento que ingresaba por la ventana.

James se volteó y ladeó su cabeza con intriga.

–Eh, ¿me ayudarías?

Él se acercó a ella, tomó la remera sin mangas entre sus manos y bajó su mirada, la venda blanca rodeaba su torso por debajo del pecho.

–Levanta los brazo, despacio.

Hizo caso a las palabras del chico, se quejó por lo bajo al sentir un pinchazo en su lado lateral, pero restó importancia y se mantuvo en esa pose hasta sentir que el algodón atravesaba su cuerpo.

James soltó una pequeña risa al ver que el cabello pelirrojo de ella quedaba por su rostro, ella sonrió divertida y lo acomodó.

Abrazó sus brazos al sentir un escalofrío recorrerla. James se agachó, dejando un beso sobre su hombro descubierto.

No podía evitar besarla cada vez que tenía la oportunidad.

–¿Tienes frío?

–No. –sacudió su mano restando importancia.

Ella lo miró, se lo veía cansado y por un minuto pensó que en parte era su culpa el que se encuentre así.

Levantó su mano y acarició su cabello por primera vez desde que regresó a él. James cerró sus ojos y se relajó ante el toque suave, sus manos tomaron su cintura con suavidad y firmeza.

–¿Cómo te sientes, James? –preguntó en voz baja.

Él sonrió y asintió, mientras miraba con detenimiento su rostro, frenando unos pocos segundos en el corte de su ceja y el hematoma alrededor de su ojo.

–Bien, Lex. ¿Y tú?

Alexandra lo miró con una ceja alzada, aunque dejó de hacer el gesto al sentir que molestaba un poco.

–En verdad. –rió un poco.

–Vamos, amor. –insistió. –Te veo cansado, sabes que no necesitas fingir enfrente mío ¿verdad?

Su expresión de seguridad flaqueó, dejándolo en evidencia. Él elevó sus hombros ya que no podía emitir palabra alguna, un nudo se había formado en su garganta.

–Sí, lo sé. –respondió luego tragar en seco.

–¿Entonces? ¿Qué te preocupa? –interrogó aún acariciando su cabello.

–Tú.

–No me des tanta información, no vaya a ser que me explote la cabeza. –bromeó por primera vez.

James sonrió y sus ojos brillaron un poco, suspiró mientras la acercaba más a él.

–Es abrumador, todo lo que sucedió. –aclaró en voz baja. –No sé que hacer, quiero protegerte y asegurarme de que estés bien y no tengo idea de cómo hacerlo. Tampoco sé que hacer para que no vuelvas a caer, Lex. –susurró lo último.

–Deja de preocuparte por mí, tú tampoco te encuentras bien. –negó con su cabeza. Ella sabía que el aborto espontáneo no solo la había afectado a ella, James no se encontraba bien y lo notaba. Además, el estrés por el que debió pasar tampoco debió ser fácil, ella sabía qué tan importante eran sus seres queridos para él y cómo sufría cuando algo les sucedía.

–Lo superaré. –él sacudió su cabeza.

–Y yo también lo haré, no necesitas descuidar de ti por mí. –aseguró.

–No es comparación, lo que tú pasaste...

–No hagamos comparaciones ¿bien? No sirve de nada. –interrumpió. –Vamos a estar bien, ya veremos qué hacer, pero por favor, si te sientes mal dímelo.

James sonrió y asintió mientras subía una de sus manos a su mandíbula y la acercaba a él para besar sus labios por unos pocos segundos pero con mucho sentimiento de por medio.

–Vamos, acuéstate. –le dijo al separarse.

Ella asintió y besó su barbilla, haciéndolo sonreír con amplitud. Caminó hasta la cama mientras volvía a envolver su cuerpo con los brazos.

–¿Cierro la ventana?

–No, está bien. –se tapó con las mantas. –Que el aire se renueve, ya me siento encerrada.

–¿Quieres un abrigo? Los chicos guardaron algunos.

Ella asintió, pero luego relamió sus labios con duda y negó con su cabeza.

–¿Me prestas tu suéter?

James elevó una ceja y fingió pensar mientras miraba su suéter, que estaba colgado sobre el respaldar de la silla.

Lo había usado en la noche cuando la temperatura era mucho más baja.

–¿Mi suéter? –recalcó la primer palabra.

–Tus suéters son mis suéters.

–¿Y cuándo acordamos eso?

–Bueno, cuando tú me diste uno por primera vez. –chasqueó su lengua con gracia.

–La noche en que te mostramos el Mapa del Merodeador y la Capa. –asintió él. Ella lo miró algo sorprendida, aún no se acostumbraba a la buena memoria que James portaba, se acordaba de todo, hasta el más mínimo detalle.

–Esa noche, sí.

Él aumentó su sonrisa y le tendió el abrigo. Era de color marrón oscuro y muy suave, tejido por Euphemia cuando James cursaba su quinto año.

Ella se lo colocó sola, cosa que fue un pequeño logro a causa del dolor, pero pudo hacerlo sin problemas. Aún así, James le reprochó con la mirada.

–Ya, no me mires así. Ven aquí.

James se acercó a paso lento para acostarse a su lado, ella rápidamente apoyó su cabeza en el pecho de él y cerró sus ojos.

El suéter le proporcionaba su perfume, el sentir la respiración pausada y el latido constante de James le brindaba una calma inexplicable.

Alexandra tomó su mano, entrelazando sus dedos fríos con los cálidos de él.


Dumbledore, Kingsley y Moody estaban junto a Alexandra y James, tomaron asiento frente a ellos, mirando a la chica con intriga y preocupación.

Ya habían hecho lo mismo que todos, decir que lamentaban lo sucedido, preguntar cómo se sentía y dejar en claro que estarían allí en caso de que necesiten algo. Era cansador.

La puerta fue abierta, y Sirius y Remus ingresaron con rostros cansados, aún así ambos sonrieron al ver a su mejor amiga. La última vez que la habían visto estaba dormida.

Sirius se acercó con rapidez y la abrazó con fuerza, escondiendo su rostro en el cuello de ella.

–Merlin, pelirroja. –murmuró con la voz rota. –Te extrañe demasiado.

Besó su frente y se alejó un poco, el pecho de Alexandra dolió al ver sus ojos grises repletos de lágrimas.

–También yo.

Remus se acercó con pasos lentos y la abrazó, teniendo un poco más de cuidado que su novio. Alex sonrió ante las caricias que el licantropo le brindó.

–Me asustas así una vez más y te mato, Eyad. –susurró en su oído, ella rió y asintió a la vez en que él besaba su mejilla para alejarse.

–Alexandra... –comentó Moody llamando la atención de los cuatro. –Debemos preguntarte algunas cosas.

James reprimió la mala cara y dirigió la vista a sus manos.

–Claro.

–Primero que nada... –comenzó Moody. –¿Han preguntado qué querían?

Ella relamió sus labios y escaneó con su mirada a los tres mayores frente a ella.

Kingsley tenía una mirada algo avergonzada, podía apostar lo que sea a que él no quería estar allí.

Dumbledore estaba sin expresión. Era muy difícil adivinar cuáles eran los pensamientos o sentimientos del director, sabía fingir muy bien.

Y Moody... como siempre, aspecto ansioso e impaciente.

–Preguntaban sobre la familia de Sam. –respondió en voz baja. –Y sobre Regulus Black.

Sirius, Remus y James se miraron por un pequeño instante.

–¿Sobre Black? –preguntó Kingsley confundido.

–Sí, su paradero.

Dumbledore llevó la mano a su barba, acariciando mientras pensaba profundamente en lo que la chica decía y los últimos acontecimientos.

–¿Habían más rehenes? –preguntó Moody. –No se llegaron a revisar todos los calabozos.

–No, creo que no. –respondió un poco incómoda.

–¿Y sabes si tenían pensado atacar o llevar a otra persona como rehén?

Ella miró a Moody y sacudió su cabeza, indicando que no sabía sobre eso.

–Bien. –dijo Kingsley levantándose, pero el par se quedó quieto aún mirando a la joven. –Creo que con eso...

–Esperen, paciencia. –levantó su mano Dumbledore.

–Creo que es suficiente. –comentó James. –Debe descansar y...

–¿Preguntaron algo sobre la Órden?

James frunció su ceño al ser ignorado por Moody.

–Que yo recuerde no. –dijo masajeando su frente.

Tenía pequeños lapsos donde no recordaba a la perfección los momentos de tortura y qué le preguntaban. En parte estaba agradecida por ello, pero también sabía que eso podía servir para la Órden y le molestaba no recordar con exactitud.

–Lo lamento, no recuerdo.

–Está bien. –la relajó Dumbledore.

James suspiró de forma cansina y posó su manos sobre la pierna de Alex. Para este punto, Sirius y Remus también estaban hartos de la presencia del resto. El par estaba parado a su lado con los brazos cruzados.

–Es extraño. –murmuró Moody al aire.

–¿Qué cosa?

–No tiene sentido que tengan a dos personas pertenecientes a la Órden y no pregunten sobre las misiones, integrantes o cuarteles.

–Cuando tú no estabas hablamos un poco. –dijo Kingsley ante la mirada confundida de la chica. –Sacamos conclusiones y creemos que puede haber un traidor entre nosotros.

Ella abrió los ojos sorprendida y miró a James, pero él elevó sus hombros.

–Yo ya les dejé en claro que dudo que algo así suceda.

–Puede ser posible. –replicó Moody.

–¿Quién podría ser? –preguntó Remus con el ceño fruncido. –Nos conocemos entre todos, es imposible.

–Estoy de acuerdo con ellos. –murmuró Alex. –No creo que sea posible.

–Tiene sentido. –insistió Moody. –Nuestras señales de ayuda fueron descubiertas, no se molestaron en preguntar sobre la Órden cuando es algo clave para ellos...

–Creo que Alex debería descansar. –dijo Remus al ver que ella comenzaba a mover sus manos, uniéndolas y pellizcando sus dedos.

–Solo... –Dumbledore levantó una mano indicando que esperen, Sirius suspiró pesadamente y descruzó sus brazos. –¿Recuerdas quienes estaban allí? Tal vez había gente que se marchó para atacar el otro lado de la ciudad y recuerdas quiénes eran. –preguntó con voz calma, como siempre hacía.

–Señor...

–Está bien. –le susurró ella a James, interrumpiendolo. –Yo... eso creo. –suspiró. –Danielle Stone, Caroline Jones, Lucius Malfoy...

–Son los que ya tenemos anotados. –interrumpió Moody.

Alexandra sabía que no lo hacía con malas intenciones. Esa siempre fue la actitud del auror: fría, distante, cortante y con aires de superioridad. Pero ella no pudo evitar sentirse mal al no poder dar más datos de los que ya tenían.

–No recuerdo más, solo ellos.

–¿Los visitaban en los calabozos?

–Moody...

–Black, debemos saber todo con exactitud. –le dijo ya cansado de que interrumpan. –Dejen de interrumpir, esto puede servir para un futuro o en caso de que algo así vuelva a suceder.

–No creo que sea necesario hacerlo ahora. –respondió. –Regresó ayer, debe relajarse y dudo que quiera estar reviviendo una y otra vez lo que pasó allí dentro.

–No pasa nada. –murmuró hacia su mejor amigo.

–Sí que pasa. ¿Pueden solo... dejarla tranquila?

Alexandra miró al trío, rogando internamente que acepten, pero Moody miró un pergamino y dirigió su vista nuevamente hacia ella.

–¿Los visitaban?

–A veces. –murmuró mirando sus manos. –Solo se acercaban allí cuando nos daban un poco de agua o querían preguntar cosas.

–¿Iban en grupos o...?

Alexandra miró a Dumbledore, pero el viejo mantenía expresión neutra. Ella respondió, resignada.

–Casi siempre, sí. Cuando preguntaban cosas solían ser varios, dos o tres personas. –sintió ganas de llorar. –Pero... a veces era uno solo.

–¿Uno solo?

–Supongo que eso sucedía cuando era un conflicto personal. –comentó Kingsley mirándola con cautela y mostrando interés en esa parte de la conversación, ella asintió.

–¿Alguien tenía un problema personal con Macmillan?

Esa pregunta fue lo que sobrepasó los límites. Levantó su mirada hacia Moody, sintiendo su cuerpo temblar del enojo. Dumbledore no se veía dispuesto a reprocharle al auror, y Kingsley miraba a su compañero con algo de indignación.

–Nadie tenía problemas con Sam. –lo miró duramente. –¿Quién podría tener problemas con un chico como él? –rió falsamente. –Era una persona increíble, así que no, nadie tenía conflictos con él. –su voz se cortó en la última frase.

James suspiró con enojo y pasó su mano a su espalda baja, acariciando suavemente.

–Nos marcharemos. –comentó Dumbledore un “ya era hora” por parte de James se oyó por lo bajo. –Lamentamos incomodarte, pero era necesario para poder ayudar al resto. Espero que te mejores y sabes que cuentas con nosotros.

Ella ni se molestó en mirar a su antiguo director, pasó el dorso de su mano al sentir sus ojos repletos de lágrimas y notó de reojo como salía de la habitación junto a Moody.

–Sé que tal vez no sirve de mucho... –aclaró Kingsley antes de retirarse. –...pero Johnson no volverá a molestarte. Tal vez te calma un poco el saberlo, puede ser un alivio para ti el que ya no se encuentre aquí.

Levantó su mirada con confusión, los ojos oscuros del morocho estaban llenos de comprensión.

–¿Qué?

Kingsley dirigió su mirada a James y,  posteriormente, a la pareja del otro lado de la cama.

–Espero que mejores, Potter. –le sonrió a la chica para luego salir de allí.

Un pequeño silencio se formó en el lugar, a los pocos segundos el ruido de la lluvia chocar contra la ventana los invadió.

–¿Cómo te sientes? –le preguntó Sirius. –¿Te han tratado bien?

–Sí, bastante bien.

–Gracias a mí.

Todos rieron un poco ante el comentario de James, pero aún se notaba la pequeña tensión en el ambiente.

–¿Y Peter?

–No pudo venir, lo hará uno de estos días. –respondió Remus. –Depende de cuando regreses, tal vez directamente vaya a tu casa.

–Oh, está bien.

–Al igual que las chicas. –intervino James. –También quieren verte.

–¿Y Regulus? ¿Cómo se encuentra?

Sirius y Remus se miraron al mismo tiempo, James prestó atención a la actitud del par, ya que tampoco sabía qué había pasado con el menor de los Black.

–No sabemos. –susurró Remus ante el silencio de su pareja.

–¿Eh?

–Hay algunas cosas que debemos contarte.

Alexandra miró a James esperando que continúe.

Los tres se encargaron de contarle con detalle todo lo sucedido los días anteriores. La reunión de Regulus con Kreacher, la ayuda que brindó el menor de los hermanos con la ubicación de ella y Sam, su descubrimiento sobre cómo derrotar a Voldemort, su huida para buscar un objeto...

Y, finalmente, el cómo la pareja llegó a su hogar, sin encontrar rastro de él.

–Entonces... ¿desapareció?

–No lo sé. –respondió Sirius algo alterado. –Yo... ustedes saben que él no volvería con ellos ¿verdad? Estaba bien con nosotros.

–Nadie dijo eso, tranquilo. –le sonrió Alex. –Sabes que no pensamos eso de él, lo conocemos.

Sirius asintió aliviado de que sus amigos y pareja no desconfíen de Regulus.

–Él nos ayudó a encontrarla. –siguió James señalando a su esposa. –Sería de idiotas creer que regresó con ellos.

Remus tomó la mano de Sirius y se acercó para besar sus labios cortamente, tomando su mejilla izquierda con firmeza.

–Regresará. –dijo Remus luego de unos minutos de silencio. –Tal vez se retrasó. Después de todo... no sabemos dónde fue o cuánto podría tardar con eso.

Alex perdió el hilo de la conversación, estaba pendiente a sus pensamientos y tenía una confusión que no la dejaba centrarse del todo en lo que sucedía a su alrededor.

Las palabras de Kingsley seguían en su cabeza, no comprendía a qué se refería con el alivio al saber que Eric no se encontraba con ellos.

–¿Lex?

Ella miró al trío, los tres estaban preocupados con su repentino cambio de humor.

–Yo... tengo una duda.

–¿Cuál?

–Kingsley dijo... –sacudió su cabeza, ellos también lo habían oído. –¿A qué se refería? Cuando dijo que Eric no se encontraba con nosotros.

Aunque era obvio el significado de las palabras, ella quería saber qué era lo que había sucedido.

Remus miró a Sirius, la preocupación era notoria en su rostro, y ella se inquietó un poco al ver que Sirius no restaba importancia como hacía con la mayoría de las cosas.

–¿Entonces?

James suspiró y se levantó de la cama, tomando su cabello y caminando por la habitación.

–Eric murió, Alex.

Abrió los ojos ante las palabras de Sirius.

Sentía muchas emociones juntas, eso la perturbaba de cierta forma. Sentía tanto dentro suyo que por un momento creyó que podría explotar.

Su rostro palideció un poco, pero no por algún motivo del cuál preocuparse. Relamió sus labios al sentirlos secos, y lo miró sin entender.

–¿Qué? ¿Cómo...?

Sirius miró de soslayo a James, el azabache metió sus manos dentro de los bolsillos del pantalón y sus ojos marrones se unieron con los verdes de Alexandra.

–Yo... –dijo con voz entrecortada. –Se me fue de las manos. –susurró.

Alex frunció un poco el entrecejo, sin caer del todo en el significado de las palabras de James.

–Iremos a buscar algo de comer, para los cuatro. –informó Remus. –¿Vamos, Canuto?

Ambos salieron de la habitación, dejando a la pareja a solas.

James suspiró y se acercó con pasos lentos a ella, luego se sentó en su lugar habitual, pero mirándola de frente y con un poco de distancia de por medio.

–¿Qué sucedió?

–Se me fue de las manos. –repitió. –Yo no...

–James...

–Espera, espera. –interrumpió nervioso. –Debo explicarte, ¿si?

Estaba alterado, y podía notarse con claridad. Su voz había comenzado a temblar y no podía decir oración alguna sin tartamudear.

–Él... en un momento se cruzó en mi camino, decía cosas sobre ti. –cerró sus ojos con fuerza. –Decía...

–James.

Negó con su cabeza, indicando que lo deje hablar.

–Decía que te había tocado. –la miró.

Se sentía un poco mejor al expulsar todo eso, no se lo había contado ni a los chicos, y lo sofocaba mantenerlo dentro suyo. Sirius y Remus sabían el final del pequeño altercado, pero no lo que Eric había dicho minutos antes.

–Decía que te había tocado y lastimado, creí que era verdad, no me sorprendería de una persona tan enferma como él, sabes. –sus ojos se llenaron de lágrimas de impotencia. –Comencé a golpearlo, estaba cegado y...

Hizo una pausa, tomando aire lentamente e intentando explicar lo sucedido lo antes posible.

–Estaba en el suelo, tirado allí y repleto de sangre. –murmuró. –Pidió ayuda y lo ignoré. Él... prácticamente me rogó, y me largué de ahí. Yo... curaron mis manos. –dijo nervioso mientras miraba sus nudillos. –Las cremas de aquí son buenas, eh. –sorbió su nariz.

Alex se quedó en silencio, procesando sus palabras lo más rápido posible. Era demasiado y jamás creyó que algo así sucedería.

–¿Él te hizo algo? ¿Puso una mano sobre ti?

–No, no lo hizo.

–Yo no... no lo hice con intención. –se defendió. –No lastimaría a otra persona, lo sabes ¿verdad?

Ella se conmovió ante la desesperación en su voz, se acercó un poco y lo miró fijamente, sus ojos marrones ya estaban eliminando gotas de agua.

–Claro que lo sé. –susurró.

–¿No estás enojada conmigo? –preguntó refregando su ojo derecho.

–Claro que no. –tomó sus manos. –¿Por qué lo estaría? James...

–¿Soy una mala persona? –preguntó a punto de sollozar. –El haber hecho eso... ¿me convierte en alguien malvado? Yo jamás le haría algo así a alguien, pero colmó mi paciencia y en lo único que podía pensar era en ti y todo lo que...

–Respira.

James sollozó, y Alexandra se acercó a él para rodearlo con sus brazos y consolarlo. El llanto del chico resonaba por el lugar, y ella hacía lo posible por calmarlo y dejarle en claro que estaría a su lado sin importar qué.

–Respira, cariño. –murmuró ante el llanto descontrolado de él.

Él hizo caso a sus palabras, tomando aire profundamente y largando el mismo con lentitud.

Alex besaba una y otra vez su hombro, intentando reconfortarlo de alguna forma.

–Está bien. –susurró en su cuello. –No eres mala persona por eso, eres alguien increíble y que hizo lo que debió. –aclaró. –Odio pensar en esto pero sabes que él no hubiera dudado en matarte. Fue lo mejor que pudiste hacer acorde al momento.

Asintió, de acuerdo con sus palabras.

–No me importa lo que hiciste. Sé que no lastimarías a alguien por placer o gusto. Te amo, James ¿si? No me importa.

Él sorbió su nariz nuevamente, sin dejar de llorar y de humedecer el hueco entre el cuello y el hombro de Alex con lágrimas.

–Yo también te amo. –murmuró con voz rota. –Lo peor es que...

–...que... – lo incentivó a seguir al oír su silencio.

–No me arrepiento en absoluto, ¿eso es malo?

Alex se alejó, mirando su rostro enrojecido y húmedo por las lágrimas. Pasó sus pulgares por los lugares mojados, limpiando los rastros.

–Por supuesto que no. ¿Es malo que no sienta remordimiento por él? –replicó su pregunta.

–Por supuesto que no. –repitió.

–¿Ves?

Ella sonrió sin mostrar los dientes y asintió, haciéndolo sentir mejor. Besó cortamente sus labios, mordiendo ligeramente su labio inferior y haciéndolo reír un poco.

–Temía que creyeras que podía lastimarte o que me había convertido en alguien malo.

–Nunca creería eso de ti, jamás.


















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