Caricias Prohibidas

By juliettamv

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LIBRO I • DUOLOGÍA CARICIAS Leanne piensa que Edward es un bastardo que se cree superior a los demás y Edwa... More

CARICIAS PROHIBIDAS
CAPÍTULO 1
CAPÍTULO 2
CAPÍTULO 3
CAPÍTULO 4
CAPÍTULO 5
CAPÍTULO 6
CAPÍTULO 7
CAPÍTULO 8
CAPÍTULO 9
CAPÍTULO 10
CAPÍTULO 11
CAPÍTULO 12
CAPÍTULO 13
CAPÍTULO 14
CAPÍTULO 15
CAPÍTULO 16
CAPÍTULO 17
CAPÍTULO 18
CAPÍTULO 19
CAPÍTULO 20
CAPÍTULO 21
CAPÍTULO 22
CAPÍTULO 23
CAPÍTULO 24
CAPÍTULO 25
CAPÍTULO 26
CAPÍTULO 27
CAPÍTULO 28
CAPÍTULO 29
CAPÍTULO 30
CAPÍTULO 31
CAPÍTULO 32
CAPÍTULO 33
CAPÍTULO 35
CAPÍTULO 36
CAPÍTULO 37
CAPÍTULO 38
CAPÍTULO 39
CAPÍTULO 40
CAPÍTULO 41
CAPÍTULO 42
CAPÍTULO 43
CAPÍTULO 44
CAPÍTULO 45
CAPÍTULO 46
CAPÍTULO 47
CAPÍTULO FINAL
EPÍLOGO
Caricias Peligrosas

CAPÍTULO 34

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By juliettamv

CINQUE TERRE
.
Edward

—Además de terco, imbécil e idiota.

—Ya cállate Laura —me quejo mientras le doy un sorbo al segundo trago de la tarde—. No necesito tu sermón, ya te pareces a Sherlyn.

—No me parezco a Sherlyn, simplemente creo que mereces que ella te dé la espalda. Lo que has hecho no fue justo.

—No te metas.

Le da un sorbo a su trago sin despegar su mirada de la mía.

—Solo soy honesta; eres un imbécil. Y mientras tanto, voy a disfrutar ver como Leanne Vitali te arrastra por el suelo como un trapo desgastado.

—O como la arrastro yo a ella.

Sonríe.

—Bueno... ¿Tú ves a Leanne por aquí buscándote? Porque yo no —me quita el trago de las manos y se lo bebe—. Lo jodiste, admítelo. 

—Lo jodió ella —me quejo. 

Niega con la cabeza.

—Lo jodiste tú. No debiste besarla y no sé si te enteraste, pero su padre murió hace poco tiempo, así que en términos de joderlo; la cagaste. Dudo que esa mujer quiera verte la cara.

—Ya lo sabía —admito—. Su padre era un abogado, un hombre influyente en la ciudad y un adicto al trabajo con evidentes problemas cardíacos.

Me da un golpe en el hombro.

—Eres un idiota. ¿Al menos te disculpaste con ella por la idiotez que has hecho?

—¡Claro que lo hice! —afirmo—. Pero Leanne cree que me voy a arrastrar por ella y está muy equivocada.

—Pues yo te veo muy encaprichado con ella —Deja el trago sobre la barra—. Ten una buena noche, hermano. Ya tengo que irme.

Se retira del penthouse, dejándome a solas.
Me sirvo otro trago y tomo asiento sobre el sofá.

Cierro los ojos durante un par de minutos, vuelvo a pensarlo en mi cabeza cuando una idea se atraviesa en mi mente y...

A la mierda.

Me pongo de pie no sin antes terminar de beber el vaso de whisky y tomo el ascensor que me lleva a la recepción del edificio. Me meto dentro de la limusina.

—Señor, ¿a dónde lo llevo? —indaga mi chofer.

Suelto la respuesta al aire, la limusina se pone en marcha y me mantengo en silencio hasta que llego a mi destino.

Vuelvo a tomar el ascensor hacia la segunda planta y toco una de las puertas. Una mujer mayor me atiende, debe de tener cuarenta o cincuenta años. Lleva un bolso colgado en su hombro, como si estuviese a punto de marcharse.

—¿En dónde está? —exijo en medio de una pregunta.

—¿Busca a la señorita Vitali? Ella no se encuentra en casa, salió de viaje.

—¿A dónde se fue?

—No puedo revelarle la ubicación de la señorita —Apenas dice esto, saco un par de billetes de mi bolsillo. Su rostro palidece al instante—. Señor, ¿qué está....?

—¿Me va a decir en dónde está su señorita? —ironizo.

—¿Para qué necesita que se lo diga? ¿Acaso es la pareja de Leanne? Ella nunca lo mencionó a usted.

—Porque quiero. ¿Me va a decir o tengo que alargar la situación?

—Primero que nada, me llamo Mellea. Segundo, no aceptaré su dinero a cambio de la ubicación de Leanne, pero su rostro de enamorado me convenció un poco. ¿Quiere un consejo? A la señorita le encantan las rosas de color rojo, podría sorprenderla con un ramo.

¿Cómo se atreve a decirme semejante idiotez? Me está faltando el respeto.

» Voy a ser franca, no sé con exactitud en dónde se encuentra Leanne, pero ella me comentó que iba a recorrer algunos lugares de Italia.

—¿Solo Italia? 

—Supongo —cierra la puerta del apartamento bajo llave—. Si me disculpa, tengo que irme. Buenas noches.

Me mantengo en mi lugar hasta que la mujer se retira. ¿Por qué mierda no puedo conseguir lo que quiero? ¿Por qué no funciona con Leanne?

Laura tiene razón.

Leanne es el capricho momentáneo que no quiero soltar.

***

Leanne

—Señorita Vitali, pase por aquí por favor.

Me muevo por la estancia y las puertas del ascensor se abren, mostrando una alocada suite.

—Gracias por acompañarme —le agradezco al hombre.

—No fue nada —me sonríe—. ¿Requiere de algo más?

—No, gracias.

Asiente y se retira en completo silencio.

Llevo mis maletas hasta el borde de la cama y recorro la suite con mi mirada. Tiene suelo de moqueta blanca, una enorme alfombra de felpa frente a la cama, un sofá junto con una mesita y más adelante, unas enormes puertas que llevan a un balcón que tiene a la vista toda la ciudad de Cinque Terre. También, hay una pequeña mesita con dos sillas.

No me puedo imaginar lo bien que se vería este escenario por la noche.

Una de las puertas lleva a un baño con jacuzzi, ducha, lavamanos y estantes con productos para el pelo. Regreso a la habitación y tomo asiento sobre la cama. Tengo todo el día libre para hacer lo que quiera y ya estoy pensando en dormir. Durante los días anteriores, he decidido recorrer Venecia durante unos tres días, luego recorrí la Costa Amalfitana y ahora, acabo de llegar a Cinque Terre.

Deslizo mis manos por el colchón, el edredón es suave al igual que los cojines. La cama tiene unas cortinas de doseles que agregan un detalle más tranquilizante. La idea de despertar envuelta en este edredón, con la cabeza sobre una de esas enormes almohadas de felpa y con estas cortinas de doseles se ve como una gran idea de ensueño.

Me pongo de pie y decido ponerme ropa más liviana que consiste en un vestido rojo claro suelto en combinación con unas sandalias.

Abandono la suite y empiezo a caminar entre las calles de Cinque Terre. Todo es muy colorido, en las calles hay una buena vibra, las personas van con tranquilidad y lo mejor de todo; no hay prensa molestándome.

Camino por las calles hasta llegar a las piedras que dan al mar cristalino resplandeciente ante el sol. Admiro la vista en silencio mientras un recuerdo se atraviesa en mi cabeza; mi padre contándome cómo había sido su viaje en Cinque Terre la primera vez que fue. Mi padre era un hombre terco, pero también era muy aventurero a la hora de viajar. Le encantaba viajar, incluso tenía un álbum de fotos con todos los lugares que ha visitado. Así fue como conoció a mi madre, en uno de esos viajes casuales a Londres. Aun los recuerdo cuando estaban juntos, era como ver la imagen real del amor verdadero.

Me quedo durante un par de minutos allí, con la mirada puesta en el océano cristalino hasta que me pongo de pie, volviendo a recorrer la ciudad y esta vez, detallando más las tiendas que hay. Hay pizzerías, restaurantes, florerías, pequeñas tiendas con chucherías y más tiendas. Cuando regreso al hotel, ya ha atardecido notablemente; el cielo está un poco anaranjado, con matices claros y oscuros y con la puesta del sol a mi vista desde mi suite de lujo.

Decido darme una ducha, ponerme ropa más tranquila y minutos más tarde, pido a través del teléfono que yace sobre la mesita de luz una copa de vino. Más tarde, tocan la puerta de la suite, me dirijo a atender y una mujer de cabello negro azabache aparece con una botella de vino de Auxerrois in Cahors.

—Señorita —masculla, extendiéndome la botella que acepto, sonriente.

—Muchas gracias.

—No fue nada. Buenas noches.

—Igualmente —me dedica otra sonrisa cortés y se retira no sin antes darme otra mirada a modo de saludo.

Cierro la puerta de la suite, regreso a la habitación, cojo una copa de una de las gavetas y tomo asiento sobre el pequeño sofá que está justo al lado de las enormes puertas que dan al balcón que contiene la hermosa vista de la anochecida Cinque Terre. Sirvo una considerada cantidad de vino dentro de la copa de cristal, dejo la botella a un lado y me dedico a beber en silencio, dejando que mis pensamientos se mezclen entre sí.

En alguno de estos días, debería llamar a Alexander, preguntarle cómo está y conversar. Hemos perdido un poco el contacto después de la muerte de papá y ahora mismo no quiero confrontaciones con mi hermano ni nada parecido.

Lo único que tengo es a mi hermano. Todos los demás miembros de la familia han muerto.

Le doy un corto sorbo a la copa de vino que complace mi paladar. Cierro los ojos durante un instante para tratar de relajarme, sin embargo, aquel recuerdo regresa a mi mente, atormentándome y espantándome. Todavía me asquea.

"Si que quieres, deja de oponerte".

"Recordemos viejos tiempos, Leanne".

"Sé que tú también quieres que lo hagamos".

Sus palabras, el tono de su voz... se repiten en mi cabeza, provocándome náuseas. ¿Por qué tuvo que hacer eso? Por Dios, las cosas parecían ir tan bien que... jamás me esperé algo así de Brandon. Su arrepentimiento a través de esos correos electrónicos fue muy falso, él sabía lo que hacía conmigo. Él sabía perfectamente que estaba ebria.

Le doy otro sorbo a mi trago, queriendo que eso se desaparezca. Cuando regrese a Milán voy a afrontar esta situación, hablaré con Rebecca.

Traslado mi mirada hacia la vista del balcón, observando a la ciudad de Cinque Terre oscurecida por la noche. La vista es preciosa, grácil y tenue. Cinque Terre es un sitio realmente hermoso. Venir aquí ha sido mi mejor decisión, todo es muy tranquilo, las personas lo son, el sitio lo es, todo lo es.
Al cabo de unos segundos, caigo en cuenta de que me he terminado la copa y al notar que se me ha hecho un poco tarde, decido dejar la copa sobre la mesita. Me dirijo a la cama no sin antes apagar las luces, me cubro con el edredón y el sueño no se demora mucho en llegar.
Al día siguiente, despierto envuelta entre los cobertores de la cama, con mi melena de pelo esparcida sobre la cama y con la vigorosa luz de la mañana colándose a través de aquellas enormes puertas cristalinas que llevan al balcón. Me estiro, emitiendo un leve sonido que brota de mis labios y me reincorporo un poco sobre el colchón. Observo mi laptop que se encuentra sobre la mesita de noche y por inercia, la traigo conmigo hacia la cama y la abro. No me apetece demasiado ver mis correos electrónicos recientes, pero nunca se sabe, es mejor revisar.

Observo que Rebecca me ha enviado un mail reciente y decido tomarme el tiempo de leerlo. No vaya a ser que sea algo importante y decida ignorarlo. Será solo un segundo.

Asunto: Milán
De: Rebecca Mancini
Fecha: miércoles, 30 de marzo
Para: Leanne Vitali.

Buenos días Leanne,

notifícame cuando regreses a Milán así podré estar esperándote en tu apartamento. Hay algo de lo que tenemos que hablar. Notifícame apenas estés en camino a Milán, por favor.

Pd: Espero que estés teniendo un buen descanso.

Frunzo el ceño. ¿Qué será tan importante como para que quiera que lo hablemos? Intento no pensar demasiado, al fin y al cabo, estoy vacacionando en un lugar muy bonito como para preocuparme tanto. Le escribo un breve correo electrónico diciéndole que cuando esté en camino a Milán, se lo haré saber. Quizá quiere hablarme acerca de alguna propuesta, una sesión de fotos o algo parecido o... ¿Qué tal si se enteró de lo que sucedió con Brandon? No. No creo que Brandon se haya atrevido a...

O quizá sí.

No...

Cierro la laptop y evado todo tipo de pensamientos mientras me repito que estoy de vacaciones. Me tengo que dedicar a disfrutar y no pensar. Estoy sintiéndome un poco bien, relajada, y debería ser así durante los días consecutivos.

El sonido de alguien tocando la puerta me obliga a ponerme de pie y dirigirme a ver de quién se trata. Me sorprende ver a una de las empleadas de aquí sosteniendo una bandeja.

—Buenos días, señorita Vitali —me muestra la bandeja—. Cortesía del hotel, es un desayuno. ¿Me permite pasar?

—Claro.

Me hago a un lado, la mujer se abre paso hasta dejar el desayuno sobre la cama.

—Eso es todo —se vuelve hacia mí—. ¿Requiere de algo más?

—No gracias.

Me dedica un asentimiento de cabeza.

—De ser así, entonces procedo a retirarme. Que tenga una buena mañana, señorita Vitali.

—Igualmente.

La mujer se retira y tomo asiento sobre la cama, quitándole la bandeja para descubrir un delicioso desayuno. Contiene jugo, té, galletas, frutas y budín. Me relamo los labios antes de llevarme una de las galletas a la boca. Sabe bien.

Pienso en lo que haré en el día de hoy. Podría ir a nadar a aquel mar cristalino, visitar alguna playa para dar una caminata, ir a algún restaurante o incluso ir a alguna cafetería.

Después de desayunar y pensar en lo que haré en el día de hoy, me visto. Opto por ir a dar un paseo en la playa que se encuentra a unas pocas calles del hotel. La playa es tranquila, no hay demasiado gentío y la brisa es cálida. Lo sé porque una vez me encuentro allí, el clima me recibe de buena manera. Paso una buena parte del tiempo en la playa de Cinque Terre hasta que empieza a atardecer un poco. Emprendo camino hacia el hotel en medio de una caminata. Noto que esta vez, hay más personas rondando las calles.

—Señorita. —Un hombre sonriente que ronda los cincuenta se me atraviesa en el camino—. ¿Le apetecen unas Siemprevivas?

Observo el ramo de flores siemprevivas que tiene en la mano derecha. Son preciosas.

—Me encantan —mis dedos tocan el tallo—. ¿Cuánto cuestan?

—Diez liras.

Afortunadamente, llevo mi billetera encima, lo cual hace que pueda comprarle el precioso ramo de siemprevivas.

—Muchas gracias, señorita. Dios la bendiga.

Le sonrío mientras tomo el ramo.

—Igualmente.

—Tenga una buena tarde.

—Usted también —digo antes de hacerle un gesto a modo de saludo.

Continúo mi camino hacia el hotel. Una vez me encuentro en mi suite, dejo el ramo en agua en uno de los jarrones vacíos que se encuentran sobre la cómoda y me pongo cómoda a la hora de quitarme los tacones.

Mientras despojo mi ropa, me encamino hacia el cuarto de baño y observo el jacuzzi. Es hora de darle un estreno.

Decido encenderlo, empieza a burbujear al instante y una vez despojo mi ropa, recojo mi pelo en un moño desordenado y me quito el poco maquillaje que llevo encima. Dejo escapar un suspiro de satisfacción cuando mi cuerpo hace contacto con el agua caliente burbujeante que produce el artefacto. Flexiono un poco mis piernas y echo la cabeza hacia atrás, disfrutando del pequeño momento de relajación que acabo de crear.

Evito pensar en todo, dejando la mente en blanco y enfocándome en el baño. Sin embargo, cuando vuelvo a abrir mis ojos, noto que ya ha anochecido un poco.

Mierda.

Me reincorporo un poco sobre mi lugar y observo desde el ventanal que se encuentra frente a mí a Cinque Terre. La vista es fabulosa. Todavía no logro acostumbrarme a ver tanta perfección desde aquí.
Finalmente, después de terminar de relajarme por los últimos breves cinco minutos, salgo del jacuzzi y me pongo encima la bata de baño que el hotel tiene a disponibilidad del cliente.

Avanzo hacia el espejo, admirando mi figura y mi cabello desordenado que se encuentra envuelto en aquel moño revuelto. Aun sin maquillaje, logro verme increíble y eso es lo que me impresiona. Me paso una mano por los labios, no sé por qué siempre tuve la manía de mirarme en el espejo. Me causa un tipo de satisfacción indescriptible.

Alejo mis pensamientos, me pongo un poco de crema para hidratar la piel de mis mejillas y me cepillo los dientes antes de regresar a la habitación.

Decido soltar mi pelo cuando el moño desordenado empieza a molestarme un poco y por inercia, traslado mi mirada hacia las enormes puertas que dan al balcón.

Me lo pienso durante unos segundos, y opto por abrirlas, dejando que la lenta brisa se inculque en la suite.

¿Que mejor plan que pedir un poco de comida y cenar en el balcón bajo la luz de la luna?

Cumplo mi capricho, haciendo una llamada y en cuestión de unos minutos, traen mi pedido a la habitación. En definitiva, tengo que tratar de salir un poco más por la noche y quitarme el mal hábito de comer en la suite. Pero esta vez, necesitaba estrenar este balcón con urgencia. Acomodo las cosas y tomo asiento allí afuera, comiendo bajo el oscuro resplandor de la noche. Me permito disfrutar de esto en silencio y una vez termino, ordeno todo. Sin cerrar las puertas que dan al balcón, tomo asiento sobre el pequeño sofá que se sitúa al lado de estas puertas y enfoco mi atención en la revista que encontré por ahí. La única razón por la que la leo es porque tiene un artículo acerca de la pintura y me encanta todo lo relacionado al arte.

Observo las imágenes de cuadros, de nombres de artistas reconocidos y entonces...

El sonido de alguien tocando la puerta de la suite con insistencia casi agresiva hace que me ponga de pie. Por Dios, ¿por qué tanta insistencia? El servicio del hotel me estaba tratando muy bien ¿y ahora se ponen a tocar la puerta de esta forma?

Frustrada, me dirijo a atender. ¿Quién se cree que es la persona que se pone a tocar la puerta de esta forma?

—Disculpe, ¿podría por favor dejar de tocar....?

Las palabras quedan en el aire cuando observo a la persona que se encuentra frente a mí.

—¿Qué haces aquí? —suelto, circunspecta.

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