THANTOPHOBIA; James Potter

By prongs_girl

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❝Tipo de ansiedad que tiene que ver con el miedo a la muerte, el proceso de morir o perder a un ser querido.❞... More

𝐈𝐍𝐓𝐑𝐎𝐃𝐔𝐂𝐂𝐈𝐎𝐍
𝐀𝐂𝐋𝐀𝐑𝐀𝐂𝐈𝐎𝐍𝐄𝐒:
𝐂𝐀𝐒𝐓
𝐏𝐋𝐀𝐘𝐋𝐈𝐒𝐓:
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AGRADECIMIENTOS Y EXPLICACIÓN.
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟭
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟮
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟯
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟰
𝗙𝗜𝗡𝗔𝗟 𝗔𝗟𝗧𝗘𝗥𝗡𝗔𝗧𝗜𝗩𝗢
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟱
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟲
𝗘𝗫𝗧𝗥𝗔 #𝟳

| 𝟯𝟴 |

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By prongs_girl


La madrugada del sábado era horrible.

Eran las cuatro y media de la mañana y Sirius, Remus y James se encontraban en la sala de espera de San Mungo. Los medimagos se habían llevado a Alexandra apenas ingresaron al hospital.

El resto de la Órden se había marchado al rato, ya que hubo un ataque en un pequeño pueblo de Londres y debían ayudar a los afectados. Peter también se había marchado, luego de presentarse en el lugar y preocuparse por la chica.

Sirius mantenía su cabeza sobre el hombro de Remus, mientras sus manos estaban entrelazadas para relajarse mutuamente. Ambos estaban cansados, preocupados como nunca y con un nudo en la garganta presente desde que la rescataron.

James posaba sus codos sobre las rodillas y miraba fijamente sus manos, su cabello estaba desastroso y sus ojos irritados. Sentía una opresión en el pecho que le costaba el respirar, la puntada en su cabeza tampoco servía de mucho.

Quería verla, necesitaba hacerlo. Ni siquiera pudo asegurarse de que se encontraba bien en el rescate, ya que Sirius y Remus la llevaron fuera del lugar y rápidamente se marcharon a San Mungo. James y el resto de la Órden pudo abandonar el lugar luego de asegurarse que la mayoría de los mortifagos estaban inconcientes o, incluso, muertos. Había sido una batalla algo complicada, y sabían que eso traería consecuencias.

Las manos y parte de la ropa de James aún tenían restos de sangre seca, proveniente de Eric Johnson. No se había molestado en limpiarse, tenía miedo de dejar la silla y que los medimagos se acerquen para hablar con ellos.

Sirius estaba más que preocupado. Él no le había comentado a su amigo y novio lo que la chica le había dicho antes de caer desmayada. Él rogaba que todo haya sido producto de su mente o esté delirando, y que en verdad no esté embarazada porque complicaría mucho las cosas.

Además, Regulus había partido el día anterior en la mañana. Sirius estaba inquieto, aún no había recibido noticias de él. Tal vez había vuelto a la casa y los estaba esperando.

James se quitó sus lentes para refregar sus ojos por sexta vez en la noche. Se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro por el largo pasillo.

El lugar estaba vacío, ya que se encontraban en el tercer piso donde la gente con mayor prioridad se encontraba. Y, además, era de madrugada.

Un trueno resonó fuera, y a los pocos segundos se pudo oír el chispoteo de la lluvia contra las ventanas.

También pensaban en Sam. Ellos no eran tan cercanos al chico, pero eso no significaba que no doliera.

Era una de las primeras muertes tan cercanas que iban a atravesar.

–¿Cuánto más tardarán? –preguntó el azabache frenando el paso y mirando a la pareja.

Sirius suspiró y elevó sus hombros mientras se sentaba recto. Negó con su cabeza sin saber.

–Deben estar revisándola y curando algunas heridas. –dijo Remus. –Intenten estar calmados, sino no nos dejarán entrar.

James apretó sus labios y se apoyó contra la pared.

–Deberías limpiarte. –comentó el licantropo. –No les hará mucha gracia que entres con sangre, y también podría alterarla verte así.

James ladeó su cabeza, sin ganas de abandonar el lugar.

–Será rápido, Lunático tiene razón.

El azabache asintió y caminó a paso rápido hasta el baño. Al instante, Remus miró a Sirius, buscando explicaciones.

–¿Qué te traes?

–¿Qué?

–Ocultas algo. –dijo el castaño girandose un poco para verlo mejor.

–No oculto nada.

–Sirius, estás inquieto y distraído. –tomó su mano. –¿Sucedió algo allí dentro? –preguntó acerca del momento donde la buscó.

Sirius miró hacia otro lado mientras buscaba las palabras correctas que decir.

–Ella... creo que... –relamió sus labios. –No lo sé, no es seguro ¿si? Tal vez...

–Sirius.

–Ya. –tomó aire. –Creo... puede ser que esté embarazada.

Remus abrió sus ojos y lo miró alarmado, pero Sirius mantenía su vista fija en sus manos juntas. El licantropo negó con su cabeza.

–No, no. –dijo de forma nerviosa. –Tal vez se confundió o...

–Creí lo mismo, y espero que sea así.

–¿Por qué? Quiero decir, sé que sufrió demasiado allí pero tal vez...

–Estaba sangrando.

Remus iba a hablar, pero cerró la boca al ver que James se dirigía a ellos con las manos limpias y el rostro algo húmedo. También había acomodado su cabello hacia atrás en un intento de hacerlo ver mejor.

–¿Hay noticias?

Sirius iba a responder, pero la presencia de una medimaga lo interrumpió. La mujer era bastante pequeña de estatura, y tenía una expresión amable, aunque algo cansada.

En tiempos como estos, los medimagos trabajaban el doble. Constantemente llegaban personas lastimadas, torturadas, heridas o con problemas mucho peores. Trabajan turnos infinitos.

–Son los familiares de la Srta. Potter ¿verdad?

Los tres se levantaron de golpe, haciéndola dar un paso hacia atrás con un poco de sorpresa.

–¿Está bien? –preguntó James.

–¿Está despierta?

–¿Cómo...?

–Chicos. –interrumpió la mujer, Remus cerró su boca y la miró con culpabilidad. –Primero que nada, necesito que se relajen ¿entendido?

Los tres asintieron y la mujer suspiró antes de darles una sonrisa amistosa.

–Bien, ella está... estable. –dijo mirando una tabla dónde algunos pergaminos se encontraban. –Su cuerpo sufrió demasiado. Hay signos de tortura, han utilizado magia oscura y maldiciones imperdonables.

Sirius y Remus se dieron una mirada significativa al oír eso, temiendo que diga algo relacionado a algún embarazo. Rogaban porque no fuera así, sonaba mal, pero preferían que fuera en otras circunstancias y sin tanto riesgo de por medio.

–Hay múltiples golpes. Especialmente en las zonas de las costillas, rostro, piernas y estómago. –comentó mirando al trío nuevamente.

–¿Es grave? Mejorará ¿verdad?

–Sí, Señor Potter. –dijo con voz calma. –Estará bien, pero hay que cuidar más lo mental que lo físico en estos momentos, creo que es prioridad. –explicó. –Tuvimos que sedarla para que pueda descansar, tuvo un pequeño ataque de ansiedad y eso puede ser malo en estos momentos.

James cerró sus ojos y asintió, comenzando a morder sus labios con fuerza y lastimándose un poco.

–¿Entonces...?

–Hay algo más.

Los tres la miraron.

Si había algo que los empleados de San Mungo o de cualquier hospital podían hacer era dar malas noticias sin dejar que eso repercuta en su rostro. Pero en este caso, ellos pudieron notar la pequeña mueca de tristeza en su rostro.

–No pudimos salvar al bebé, lo siento. –comentó. –Había mucho daño, y al llegar aquí ella ya...

–¿Qué?

La medimaga miró a Remus ante la sorpresa de James, él negó con su cabeza indicando que los dejara solos. La mujer captó la señal y asintió.

–Si necesitan algo estoy en la oficina de guardia, pueden llamarme.

James continuaba con su expresión de confusión. No había movido músculo alguno.

–Debe estar equivocada, tal vez se mezclaron los datos de los pacientes y... –miró a los chicos. –Debe ser eso. –afirmó.

–James...

Sirius se quedó en silencio al ver que su amigo palidecía notablemente y se dejaba caer en la silla del lugar. El azabache pestañeó con fuerza al sentir que todo se movía a su alrededor.

Remus se colocó a su lado, posando una mano en su espalda y la otra sobre su pierna izquierda. Sirius se colocó de cuclillas frente a él, buscando su mirada con desespero.

–Lex no estaba embarazada, es un error. –negó con su cabeza. –¿Verdad? Ella no...

–Respira.

James hizo caso a la órden de Remus, y tomó aire profundamente. Su garganta y boca estaban secas, y sus manos habían comenzado a temblar.

–No es un error. –susurró el pelinegro.

James quería decir algo, pero las palabras no salían. Intentaba expresarse de alguna forma pero su cabeza solo pensaba en cómo debió pasarlo allí dentro, tal vez nunca se enteró sobre su condición, y los medimagos se dieron cuenta al atenderla.

James tapó su rostro con sus manos, volviendo a apoyar sus codos en las rodillas para utilizar sus brazos como soporte.

Tenía ganas de llorar, gritar, romper algo.

Sus ojos comenzaron a picar, y podía sentir un revoltijo en el estómago y la opresión en su torso. Le dolía todo.

–Necesito verla. –dijo con la voz entrecortada.

Remus asintió y acarició su espalda antes de levantarse e ir en busca de la medimaga. Rogaba porque los deje verla, aunque sea unos minutos.

La mujer se dirigió al trío luego de ser llamada por Remus.

–¿Podríamos verla? Por favor. –dijo James levantándose e intentando verse presentable, aunque falló.

–Sí, pero deben ser silenciosos, no alterarse o algo parecido. –explicó. –Está dormida por los medicamentos, pero puede despertar y lo mejor sería que recupere las horas de sueño, así que por favor, calma.

Ellos asintieron, y la mujer les tendió unos papeles para que firmen y declaren la visita.

–Solo uno puede quedarse con ella el resto de la noche, el resto debe volver a su casa o quedarse en la sala de espera, como deseen. –dijo recibiendo devuelta los papeles firmados. –Si hay algún inconveniente, ella despierta o algo parecido, necesito que me avisen.

Los tres asintieron nuevamente, y la mujer señaló la puerta detrás suyo para luego alejarse e ir a revisar otros pacientes.

–Creo que deberías entrar tú primero. –comentó Remus mirando a James. –Tal vez quieras tiempo a solas.

–Entraremos en unos minutos. –dijo Sirius.

James asintió. Iba a negarse, pero se arrepintió luego de meditarlo un poco. No quería que lo vieran llorar, y la verdad es que quería un poco de tiempo a solas con ella, aunque se encuentre dormida.

El azabache se acercó a la puerta y la abrió, sin ponerse a pensar mucho. Rápidamente cerró la puerta detrás suyo, pero no se animó a mirar la cama del lugar.

Podía oír la lluvia con intensidad y el viento que chocaba contra los árboles. Olía el aroma a esterilización, los medicamentos, pociones y la limpieza. El típico olor a hospital.

Levantó su cabeza lentamente, y jadeó al verla así.

Alexandra estaba dormida, tapada hasta la cintura con unas mantas blancas. Su cabello estaba limpio, supuso que debieron lanzar algún hechizo de limpieza o algo, porque claramente no podía lucir así luego de tantos días de secuestro.

Pero lo que le cortó la respiración e hizo que su pecho doliera fue su aspecto. Su rostro estaba golpeado, el labio inferior roto, varios cortes en sus pómulos y cejas, y su ojo hinchado y morado.

Se acercó a paso lento, intentando ser lo más silencioso posible. Llegó a su lado y, para este punto, ya se encontraba llorando.

Lo peor y que más odio le dió, fue ver su cuello de aquella forma. Tenía algunos hematomas en la zona, y no puedo evitar sentir enojo en todo su cuerpo al ver que habían tocado aquella zona de su cuerpo.

Sus brazos estaban moretoneados, y el izquierdo se encontraba tapado con una venda, no quería ni imaginarse qué había debajo.

Su brazo derecho tenía una pequeña aguja, por intravenosa estaban pasando algún medicamento.

En el Mundo Mágico no se utilizaban tanto las intravenosas, ya que con pociones era más que suficiente. Pero en situaciones así, donde el paciente está dormido, inestable o es recomendable no hacerlo ingerir nada, es la mejor opción.

Las mantas y ropa no le permitían ver su torso o piernas. Pero por la poca vista que tenía podía notar un bulto, supuso que unas especies de vendas rodeaban todo su abdomen.

Reprimió un sollozo mientras arrastraba una silla y la colocaba junto a la cama, tomó asiento y limpió su rostro.

Quería abrazarla, besarla y estrecharla contra su cuerpo, pero se veía tan vulnerable y frágil. Lucía mal, por donde se la mire.

Se veía rota.

Inconcientemente, dirigió su vista a su abdomen. Sentía que era tonto sentirse así, ya que jamás se había enterado de algún embarazo o indicio del mismo, tampoco había pasado mucho tiempo. Pero vamos, ¿quién no se sentiría mal al descubrir algo así?

Al mismo tiempo en que se enteró que Alex estaba embarazada, se enteró que lo había perdido.

Con la mano temblorosa, acomodó un mechón pelirrojo que estaba sobre su rostro, lo colocó detrás de su oreja y mordió su labio con fuerza, intentando no emitir ruido al llorar.

Miró su mano y no pudo evitar encerrarla entre las suyas, intentando darle algo de calor y protección.

Pudo oír la puerta detrás suyo, y supo que eran Remus y Sirius. Disimuladamente, limpió su rostro, pero fue inútil ya que al instante volvió a estar repleto de lágrimas.

La pareja se colocó del otro lado de la cama. Y ambos sintieron exactamente lo mismo que James al verla en ese estado. Se sentían inútiles, ella era su mejor amiga y no habían podido protegerla.

Remus aclaró su garganta al sentir que un nudo se formaba en la zona, y pudo notar cómo sus ojos eran invadidos de líquido. Sirius estaba igual que James, con lágrimas por su rostro.

–Lo importante es que estará bien. –intentó reconfortar Remus, aunque intentaba convencerse a sí mismo.

–Lo estará. –murmuró Sirius.

–¿Hay noticias de Regulus? –preguntó James queriendo desviar el tema de conversación sin quitar la vista de Alexandra.

–No, nada. –dijo Sirius caminando hacia la ventana y mirando la lluvia. –Tal vez se encuentra en casa, no estamos allí desde ayer en la tarde así que es lo más probable.

–Vayan. –dijo James.

–No. –dijeron los dos a la vez.

–Esperaremos afuera a que despierte. –comentó Remus.

–Eso, y tú duermes aquí.

–Pueden ir y asegurarse de que Regulus esté bien. –los miró. –Y yo... iba a preguntarles si podían pasar por casa y traer algo de ropa para Lex. –comentó nervioso mientras rascaba su nuca. –Si no quieren no...

–Iremos. –dijo Remus. –Tienes razón, podemos ir a casa y ver a Regulus, de paso le comentamos lo sucedido.

–Primero pasaremos por tu casa y buscaremos las cosas, tranquilo. –afirmó Sirius.

James sonrió agradecido y asintió. Estaba feliz de tener amigos como ellos.

–Gracias.

–Si sucede algo nos avisas. Estaremos aquí a primera hora.

Los dos besaron la frente de la chica, apenas rozando sus labios con su piel afiebrada. Luego, se largaron, intentando hacer lo más rápido posible por si Alexandra despertaba en unas horas.

James volvió a mirar a la chica. Si no fuera por su aspecto no parecería que había sufrido tanto. Los medicamentos la habían relajado a más no poder y le permitían dormir.

Él no sabía hasta qué punto le gustaba eso. No confiaba mucho en ese tipo de medicamentos, pero por lo visto funcionó, así que tal vez no era tan mala idea. De todas formas, se mantendría atento sobre el tema.

Retomó las caricias en su mano, pudiendo sentir la baja temperatura de la misma. Se levantó y quitó sus anteojos para dejarlos sobre la mesa de noche y estar más cómodo, ya molestaban un poco.

Tomó la punta de la manta y la tapó hasta los hombros, esperando que sea suficiente. De no ser así, pediría más mantas.

Tocó su frente, pudiendo sentir la piel algo caliente y sudorosa. Tenía algo de fiebre, pero sabía que estaba medicada por ello y era normal.

Sin tener algo más que hacer, volvío a tomar asiento, sin agarrar su mano ya que ambos brazos se encontraban debajo de la manta.

Apoyó su cabeza sobre el suave colchón y estiró su mano para tocar su brazo sobre el abrigo de la cama.

Luego cerró sus ojos, sintiéndose algo aliviado de tenerla a su lado, pero aún así asustado.


Lo primero que Alexandra vió al abrir sus ojos fue la intensa luz del lugar.

Se levantó sobresaltada, y comenzó a mirar a su alrededor intentando descifrar dónde se encontraba. Había un pequeño sillón del lado izquierdo, sobre este se encontraba una mochila.

Podía oír el ruido de la lluvia, pero no escuchaba voces que le den indicio de donde se encontraba.

Su corazón comenzó a acelerarse al sentirse tan perdida. Recordaba ver a Sirius, pero no podía descifrar lo sucedido antes.

Tomó su cabeza entre sus manos mientras intentaba regular la respiración. Sentía sus manos sudorosas y el pecho dolorido.

Sam.

Sus ojos al instante se llenaron de lágrimas y cerró sus manos en puños intentando controlarse un poco.

Sam ya no se encontraba con Alexandra. Sam había muerto. Sam, básicamente, se había sacrificado por ella.

Y se sentía tan mal.

La sangre en sus piernas.

Corrió las mantas a un lado para verse a sí misma, sabiendo que esto era algo inútil ya que no podría ver nada a través de su cuerpo.

Su cabeza comenzó a dar vueltas al sentirse tan agobiada. Quitó la intravenosa de su brazo y apoyó los pies sobre el suelo, pero un ruido en la puerta la frenó.

James había ingresado a la habitación.

Se veía cansado y podía notar a miles de kilómetros de distancia que había llorado, sus ojos lo delataban. Llevaba puesto un pijama, y eso la hizo sentirse más perdida.

James levantó la vista luego de cerrar la puerta, y jadeó al ver a la pelirroja despierta y a punto de levantarse.

–Lex.

Se acercó a ella y amagó con abrazarla, pero se frenó al no saber si eso sería buena idea. Después de todo, él no sabía que había sucedido los días anteriores, tal vez el contacto físico era lo último que ella quería.

Pero él sintió los brazos de ella rodearlo.

Alex se levantó y rápidamente lo abrazó, escondiendo su rostro en su pecho y notando como él comenzaba a acariciar su espalda y a dejar besos en su cabeza.

–James. –susurró sin dejar a la vista su rostro.

–Estoy aquí.

James se separó de Alex y sonrió mientras limpiaba su rostro repleto de lágrimas, siendo cuidadoso con sus golpes y cortes.

Tomó sus mejillas y la acercó a él para dejar un corto beso en sus labios. Al instante, la calidez recorrió el cuerpo de ambos, y pudieron sentir que las cosas mejoraban aunque sea un poco.

Al separarse, él unió sus frentes y miró los ojos verdes de ella.

–Te extrañé. –dijo él acariciando la comisura de sus labios.

–Y yo a ti. –murmuró con voz ronca.

–Debes acostarte y descansar.

Ella asintió y volvió a recostarse, James se encargo de tapar su cuerpo y tomó asiento en la cama, a su lado.

–Tuve que firmar unos papeles, por eso no me encontraba. –dijo tomando su mano. –La enfermera vendrá en unos minutos y de seguro te revisarán.

–¿Puedes quedarte?

James asintió y acercó su mano para besar el dorso de la misma.

–¿Cómo te sientes, bonita?

Alex apretó sus labios y elevó sus hombros. La puerta se abrió dejando ver a una medimaga y una enfermera, ambas sonrieron al ver a la chica despierta.

–Has despertado, eso es bueno. Debemos revisarte ¿está bien?

Alex asintió.

–Señor Potter, ¿podría esperar...?

–Él se queda.

Las mujeres se miraron y una se acercó a Alex para volver a poner la intravenosa.

–Será mejor que espere afuera, hay algunas cosas que debemos hablar y tal vez...

–Si quiere que me quede eso haré. –dijo él.

–Bien.

–Necesitamos que te quites la ropa y te quedes con la interior, ¿estás bien con ello?

Alex asintió y tomó la parte inferior de la ropa de hospital, pero al instante sintió un dolor en la zona de su costilla.

–Espera, te ayudo.

James quitó la ropa de la chica sobre su cabeza, dejando expuesto su torso repleto de vendas. Dejó la ropa a un lado y tomó asiento en la silla, dándole una sonrisa tranquilizadora.

La medimaga comenzó a sacar las vendas, dejando su piel pálida y moretoneada a la vista. James aún sostenía su mano, intentando relajarla un poco ya que podía notar sus reflejos al ser tocada por manos ajenas.

–Tienes una costilla fisurada. –comentó la enfermera. –No es nada grave, pero esa es la causa del dolor. Te daremos una poción y con eso mejorará.

Ella asintió.

James analizó su cuerpo, por donde mires había algún corte o hematoma.

–Curaremos tu brazo, ¿bien?

Alex ni se molestó en responder, tenía su cabeza en otro lado.

James se sentó un poco erguido para poder ver su brazo, no entendía el por qué de la venda en esa zona. Tal vez tenía cortes o algo parecido.

Él frunció el ceño al ver las palabras escritas en el lugar. Estaba inflamado, al rojo vivo y sangre seca se encontraba alrededor de las cortadas. Parecía a punto de infectarse, pero sabía que lo podían evitar con un poco de dictamo o crema.

James miró a Alexandra, pero ella mantenía su vista en la pared de enfrente.

No quiso ni imaginarse cómo le habían escrito las palabras Sangre Sucia, prefería no saberlo.

–Bien, te daremos unas pociones. –informó la mujer luego de tapar nuevamente su brazo.

Alex quería preguntar sobre un supuesto embarazo. Tal vez se había equivocado y la gravedad de la situación la había llevado a hacerse la cabeza y sacar conclusiones.

Nadie había dicho nada sobre el tema.

Alexandra aceptó las pociones y tomó una detrás de la otra, sin rechistar. Tenían un sabor asqueroso, pero si eso mejoraría el aspecto de su cuerpo y los dolores no se quejaría.

–Debemos hablar de algo importante. –dijo la mujer luego de unos segundos.

James miró a Alex, que dirigió su vista hacia la mujer con curiosidad y algo de temor. El azabache se levantó y pasó su brazo por los hombros de ella, debiendo inclinarse un poco por la diferencia de altura.

–Yo hablaré con ella.

La medimaga miró a James, que asintió seguro. Ella hizo una mueca dudosa e iba a hablar, pero él la interrumpió.

–Cualquier inconveniente las llamo.

Luego de que ellas meditaran un poco, abandonaron la habitación, dejando a la pareja a solas. James besó la cabeza de ella y se sentó en el colchón, mirándola de frente.

–¿Cómo te sientes?

–¿Qué sucede? –evadió la pregunta.

Alex miró a James, analizando su rostro. Podía notar su cansancio y supo al instante que no había descansado como era debido desde hacía bastante tiempo. Su labio inferior temblaba un poco e intentó morderlo para que ella no lo notara, pero no funcionó.

–James...

–Lex, sucedió algo. –la interrumpió con voz relajada.

Él no sabía cómo comenzar, ni qué decir. Intentaba formular la oración en su cabeza, pero no encontraba las palabras correctas. Después de todo, era imposible encontrar las palabras correctas para esa situación.

–¿Es sobre el embarazo? –preguntó en forma de susurro.

James la miró atónito. Por un lado se le hacía más fácil, ya que no debía informar que estaba embarazada para luego decirle que lo había perdido. Pero por otro, aún debía dar la mala noticia.

–Lo perdí, ¿verdad?

James suspiró y se acercó un poco más a ella, quedando a una distancia casi inexistente. Tomó su mano y notó cómo sus ojos se llenaban de lágrimas.

–¿Lo sabías?

–No, quiero decir... sí. –suspiró y refregó sus ojos. –Saqué cuentas pero no era seguro y..

–Hey.

James la tomó de las mejillas al notar que comenzaba a alterarse, ella lo miró esperando alguna respuesta a su pregunta anterior.

–¿Qué sucedió?

–Sufriste por muchas maldiciones y golpes, no es tu culpa o...

Ella soltó un sollozo, haciendo que el pecho de él se hundiera y doliera como nunca. La acercó a él, abrazándola y comenzando a acariciar su cabello.

–Lo siento. –dijo ella entre sollozos, en su pecho. –Lo siento tanto.

–No te disculpes, ¿por qué lo haces? –dijo limpiando su rostro e intentando no llorar más de lo que ya estaba haciendo. –No es tu culpa, que no se te ocurra pensar en eso.

–En parte lo es. –se separó de él. –Más de una vez los provoqué, pero para ese momento no lo sabía y...

–Lex, los hayas provocado o no habrían hecho lo mismo. –la interrumpió tomándola de sus mejillas y acariciando por debajo de sus ojos. –Lo sabes, nada hubiera cambiado.

Ella asintió desganada mientras limpiaba el rostro de él.

Sentía la culpa dentro suyo, pero también sabía que James tenía razón. Nada hubiera cambiado.

–¿Y tú cómo estás? –le preguntó con la voz entrecortada.

James sonrió sin mostrar los dientes y dejó un corto beso en los labios de ella.

–No te preocupes por mí.

Ella lo miró con profundidad, exigiendo que conteste la pregunta. Él suspiró.

–Feliz de verte bien, a mi lado y sana. –dijo mirando sus ojos. –Y triste por lo que sucedió, pero lo vamos a superar como venimos haciendo con todo, ¿de acuerdo?

Ella hizo una pequeña mueca, pero él elevó una ceja esperando respuesta mientras elevaba su meñique.

–De acuerdo. –sonrió a medias y entrelazó sus dedos.

Él sonrió y besó la punta de su nariz, sacándole por primera vez una sonrisa a Alexandra.

–Deberías dormir un poco. –dijo ella mirando su rostro cansado.

–No, tú deberías dormir un poco.

Ella bufó y se corrió hacia el lado derecho de la cama, palmeó a su lado, indicándole que se acueste.

–¿Tú quieres que me echen? –preguntó con gracia.

–No te echarán, ven.

Por más que fuera lo correcto negarse, no lo haría. Tenía ganas de acostarse a su lado y dormir un poco, tenía la necesidad de no despegarse de ella y asegurarse de que todo marche bien.

Se acostó con lentitud a su lado, apoyó su cabeza sobre la almohada y rápidamente Alex se acomodó sobre su pecho, largando un suspiro de alivio.

James los tapó con las mantas y prosiguió a quitarse sus anteojos para dejarlos a un lado.

La lluvia comenzó a caer con más fuerza, y ambos se quedaron en un silencio profundo mientras intentaban dormir.

–Lamento no haberme quedado en casa. –musitó en voz baja.

Él volteó a mirarla, pero por su postura solo podía ver su cabello.

–No digas eso. –dijo estrechandola un poco más hacia él, pero dejó de hacerlo al oír que ella se quejaba un poco. –Lo siento, lo siento. –dijo reprimiendo una pequeña risa. Ella sonrió y negó con su cabeza. –Yo me equivoqué, no debo decirte qué hacer y qué no, tú puedes ir donde quieras.

–Pero debí hacerte caso.

–No, no debiste. Y hacerme caso no hubiera sido propio tuyo. –comentó con un poco de diversión.

–No pude ayudar a Sam. –susurró con voz rota. –Él la pasó mal y...

–Lex...

–Se sacrificó, James. –dijo sentándose y mirándolo de costado.

Necesitaba sacar todo lo que llevaba dentro, o explotaría.

–Él... si se hubieran tardado un poco más en llevárselo, estaría aquí. –dijo limpiando su rostro. –Me estaban por torturar, y él los convenció para que se lo lleven.

James tomó asiento y apoyó su mano sobre la pierna de ella, escuchándola.

–Debí hacer algo. –susurró. –Siento que él sacrificó todo por mí y yo no hice nada, soy una egoísta y...

Se quedó en silencio al sentir que no podría seguir hablando, comenzó a sollozar y rápidamente James la abrazó.

–No eres una egoísta. –murmuró meciendola suavemente. –Ambos se ayudaron mutuamente. Él te quería demasiado, y lo que hizo fue decisión suya, sabes que no habría cambiado de opinión.

–Me confesó sus sentimientos. –dijo entre llanto. –Me siento horrible.

–Lo sabía. –musitó. –Y no tienes por qué sentirte horrible, no eres mala persona por no corresponder los sentimientos de alguien.

Ella se separó y limpió su rostro, lo miró mientras él le sonreía suavemente.

–¿Lo sabías? –preguntó mientras limpiaba su nariz con un pañuelo.

–Vamos, cariño... Cualquiera podía darse cuenta de cuánto te quería.

Ella frunció su entrecejo, y él sonrió ante la imagen. Se le hizo tierno ver sus ojos algo brillosos y el pequeño puchero que aún adornaba su rostro, el ceño fruncido con expresión confundida fue el toque final.

–Eras la única en no notarlo.

–¿Y tú no...? No entiendo.

–¿Si no me molestó, preguntas? –ella asintió. –Claro que no, confío plenamente en ti y no podía enojarme con él por lo que sentía. Era algo obvio, lo noté desde que entró a la Órden. –elevó sus hombros.

Ella resopló mientras refregaba su rostro.

–No debes sentirte mal, ambos eran muy buenos amigos más allá de eso. –dijo comenzando a acomodar su cabello pelirrojo en una coleta algo desordenada para despejar su rostro. –Es una mierda que se haya marchado, pero fue decisión suya y no debes sentirte culpable por eso. Vamos a dormir un poco, ¿quieres? Te sentirás mejor.

Alex sentía su cabeza a punto de explotar. Y sentía la necesidad de seguir hablando de Sam, pero el cansancio era superior.

–Bien.

James se acomodó nuevamente sobre el colchón y tiró de ella para acomodarla sobre su pecho.

–¿Sirius, Remus y Peter? Y las chicas, ¿están bien? Regulus...

–Todos están bien. –afirmó. –Remus y Sirius te trajeron algo de ropa, está allí. –señaló el sillón donde una mochila se encontraba. –Ahora están en busca de Regulus.

–¿Dónde se fue?

–Es una historia larga, prometo que te la contaré. –besó su frente. –Peter vino en la mañana, pero tuvo que marcharse. Las chicas se fueron en la madrugada pero dijeron que volverían en la tarde, así que las verás.

–Bien. –se relajó.

–Y Dumbledore, Moody y Kingsley vendrán mañana en la mañana, quieren hablar contigo sobre lo sucedido. Insistí en que nos den algo de tiempo, pero se negaron.

Alex asintió e hizo un gesto con su mano, restando importancia.

Enterró su rostro en el cuello de él, inhalando su aroma y cerrando sus ojos ante su presencia y las caricias que él repartía a lo largo de su espalda.

–Gracias, James.

James sonrió y besó su cabeza para luego tomar su varita de la mesa de noche, con un ligero movimiento apagó las luces y cerró las cortinas, dejando la habitación a oscuras.

Solo se podía oír la lluvia y las respiraciones pausadas del par.

–Te amo, cariño. Gracias a ti por no rendirte. –dijo él cerrando sus ojos, aunque no creyó que ella lo haya escuchado, ya que parecía dormida.
















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