El mundo oculto del Espejo [S...

By monicadcp10

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¿Conocéis a los vampiros? ¿Habéis escuchado sus historias? Bien. Porque este cuento no va de los vampiros que... More

[Adelanto]
Prólogo
Adiós, Neptuno
Conversión
El Espejo
El rey
Primera toma
¿Por qué a mí?
Asskiv
El diario
Primera Luna llena
Cárcel
Descendencia
Sed de sangre
Liberación
Poder vampírico
Reina
ESPECIAL - Día del Libro (23 de abril)
Proposición
Contrarreloj
Gota de sangre
Sedientos
Hipnosis
Una lección para el maestro
El anillo
Nolan
Lágrimas de diamante
La carta
Confesiones
Despedida
Incógnitas
Luna de sangre
Nadie podrá
Sin poder vampírico
Tigres
La disculpa tardía
Padre
Epílogo
AGRADECIMIENTOS

Duelo

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By monicadcp10


—Bienvenida, Kaiserin Prorok, a la segunda prueba de la Academia.

Ya había escuchado antes esas palabras y también había estado nerviosa aquella noche, pero no tanto como en aquel momento. Sentía que en cualquier instante el mundo entero caería hecho pedazos sobre mí. Las palmas de mis manos estaban sudorosas y un zumbido extraño presionaba mis oídos. Era como si todo a mi alrededor se desvaneciera y no fuera consciente de la realidad.

Sabiendo que era importante poner toda mi atención en aquella prueba, me obligué a espabilarme.

—Te enfrentarás a tu rival con las destrezas que te han sido inculcadas por tu profesor, Nolan Pyrs —continuaba diciendo Hesper desde su trono—. Las reglas para este duelo son sencillas. No se permitirán armas de ningún tipo ni tampoco escudos. No obstante, se podrá hacer uso de las habilidades que cada uno posea, si bien debéis recordar que no es el principal objetivo. Debes demostrar que eres fuerte independientemente de tus poderes. ¿Aceptas esta prueba por voluntad propia?

Podría decir que no, habría resultado gracioso ver su cara, pero no era momento para bromas.

—Sí, acepto.

—Os recuerdo que el duelo finalizará cuando una de vosotras ya no sea capaz de seguir peleando o se rinda por causas mayores. Debéis luchar con todo lo que tengáis como si fuera real. Si no, la prueba quedará cancelada. Que comience, pues, el combate —ordenó Hesper.

Tras una última mirada a Nolan, quien se encontraba bajo el trono del rey, me dispuse a prepararme para la aparición de mi contrincante. Aunque jamás, ni en un millón de años, hubiera imaginado que sería ella.

Con su resplandeciente pelo anaranjado sujeto en una coleta y ataviada con un traje negro muy parecido al mío, Kinn blandía una sonrisa desafiante. Me quedé perpleja, ya que llevaba mucho tiempo sin verla después de que fuera aceptada en el escuadrón que deseaba. ¿Qué estaba haciendo ella allí? ¿La habría hecho venir Hesper solo para esta prueba? ¿Por qué?

No me dio tiempo a pensar en la respuesta a esas preguntas, porque antes de lo que imaginaba tuve que evaluar a mi amiga como a un enemigo. Era rápida, muchísimo más rápida que un vampiro normal. En eso consistía uno de sus dones. Además de eso, debía tener presente su don telequinético: podía mover cosas a voluntad. No sabía muy bien cómo podría utilizar aquel segundo poder en una pelea en la que no estaba permitido utilizar armas ni objetos de ningún tipo, pero Kinn tenía más experiencia que yo. Seguro que sabía hacer cosas con las que yo solo podía soñar. Y no tardé en percatarme de ello.

Nos pusimos en guardia las dos, una frente a la otra. Nuestras manos estaban desnudas, sin ningún tipo de protección ni tela que ocultara nuestra piel. Así debía ser para que el rey y los demás espectadores (en este caso, Nolan) pudieran asegurarse de que ninguna rompía las reglas. Además, no llevábamos ningún tipo de calzado, puesto que también se podían hacer trampas con los materiales e incluso con armas ocultas. Todo había sido meticulosamente estudiado, lo cual me había llevado a pensar en cómo habían aprendido a hacerlo de ese modo. Tuvo que haber vampiros antes que yo que no fueron justos.

Volví a concentrarme en el presente. Hacerlo bien (ambas) era la única manera de poder realizar la prueba con éxito. Las dos debíamos darlo todo en aquel lugar, en aquel momento. Durante el tiempo que tomara aquel desafío, no seríamos amigas. No tendríamos consideración la una con la otra. Lucharíamos... a muerte.

Kinn se movió primero, algo que le agradecí enormemente porque me sirvió para despejar mi cabeza y centrarme en lo que estaba pasando. Debía superar aquella prueba como fuera y si no ponía todo mi empeño me culparía por ello después. La patada de la vampira fue rápida y me habría golpeado en la cabeza si yo no lo hubiera esquivado. Pero no debía hacerme ilusiones porque había podido captar su movimiento, lo cual significaba que aún no había hecho uso de su don.

La velocidad vertiginosa que Kinn podía llegar a alcanzar suponía una gigantesca ventaja para ella en un combate de aquellas magnitudes. Puede que fuera incluso peor que Asmord. Aunque, sin duda, prefería a la vampira antes que a mi antiguo profesor.

Obligándome a no pensar más en cosas que no venían a cuento, traté de golpear a Kinn en el estómago con uno de mis puños, pero ella se alejó demasiado deprisa, tanto que no supe que se había desplazado hacia mi izquierda hasta que fue demasiado tarde.

Sentí la patada de Kinn en la parte posterior de mi rodilla izquierda, lo que provocó que yo la flexionara, cayendo con la rodilla derecha al suelo. Instintivamente rodé hacia la derecha y esquivé su siguiente patada. Estaba claro que prefería las piernas a los brazos, pero aquello no me serviría de mucha ayuda. Lo más urgente para mí era encontrar la forma de poder ver sus ataques. Era demasiado rápida para un vampiro normal, así que mi mejorada vista de poco me servía. Además, Kinn era tan sigilosa como un gato y al estar en un lugar cerrado mi olfato tampoco era la mejor opción. ¿Cómo combatir a un enemigo que era prácticamente invisible pero letal?

Los golpes continuaron sucediéndose: en el hombro, en la espalda, en la cara... Aun así, Kinn parecía estar conteniéndose, como si quisiera darme la oportunidad de reaccionar. Por tanto, debía de haber una manera de poder luchar, de defenderme, de atacar. Y comprendí cuál era cuando pasó cerca de mí como un relámpago: el aire.

Había estado tan obcecada en la idea de que tenía que ver a la vampira que no se me había ocurrido la posibilidad de sentirla. El aire era el elemento que mejor controlaba, era parte de mí. Podía ser mi mejor aliado en aquella batalla. Y sabía perfectamente cómo utilizarlo, gracias a las lecciones de mi maestro.

Concentrándome en las partículas de aire que había a mi alrededor, hice que vibraran. Era algo apenas perceptible, nadie podría darse cuenta de lo que estaba haciendo, excepto yo. Poco a poco, golpe a golpe, todas las moléculas comenzaron a vibrar al mismo tiempo... excepto las que se encontraban cerca de los presentes. Mientras Hesper y Nolan continuaran inmóviles no habría ningún problema. La única que se movía en aquella sala era Kinn, de modo que debía estar atenta a las partículas del aire. Ellas crearían un camino de silencio cada vez que la vampira decidiera atacar. Y así fue.

Su siguiente movimiento iba destinado a golpear mi abdomen. Empleando la fuerza suficiente, me habría hecho doblarme y quedarme desprotegida. Por suerte para mí, mi idea dio resultado y detuve su patada con mis manos justo antes de que impactara contra mi cuerpo. Acto seguido, aferré con fuerza su tobillo, dispuesta a utilizar el agarre para hacerla caer, pero utilizó de nuevo su poder para huir a toda prisa antes de que pudiera hacer nada. Aun así, me permití el increíble lujo de esbozar una pequeña sonrisa. Porque por primera vez había logrado parar uno de sus ataques. Y eso para mí ya era un gran avance.

Por desgracia, tendría que hacerlo mejor si mi objetivo era ganar. Conseguí detener los siguientes movimientos de la vampira, pero eso fue todo. Se escabullía demasiado deprisa como para que pudiera atacarla después y nunca permanecía quieta el tiempo suficiente para que yo pudiera hacer el primer movimiento. Sabía lo que se hacía. Pero eso me dejaba a mí con escasas opciones.

Iba perdiendo, no hacía falta ser un genio para saberlo. Pero no podía permitirme fallar, no cuando las yemas de mis dedos ya podían acariciar el final de aquel intenso viaje. Tenía que acabar lo que había empezado. Casi podía notar el nerviosismo de Hesper en sus brillantes ojos morados. No me había dicho nada la noche anterior, cuando me deseó suerte para la prueba, pero no había hecho falta. Porque había leído el deseo en su rostro. Quería que saliera bien. Pero era yo la que debía superar aquello, no él. Así que todo dependía de mí.

Mientras los ataques de Kinn continuaban, aunque sin tener éxito, comencé a pensar en una forma de poder asestar algún golpe. Aprender a defenderme había sido un gran logro, pero no sería suficiente para superar la prueba. Además, los embates de la vampira comenzaban a dejarme sin fuerzas. Tanto era así que su siguiente patada, aún parándola con mis manos, me hizo caer de espaldas.

Resoplando y sintiendo el cansancio en mis jóvenes músculos, me levanté. Kinn me dirigió una mirada seria desde el otro lado de la sala que yo tuve la amabilidad de devolverle. Tenía que pensar en algo y rápido, antes de que llegara el momento en el que no pudiera levantarme de nuevo.

Cuando mis manos volvieron a sujetar la piel desnuda del pie de Kinn me dio la siguiente idea que necesitaba para salir victoriosa de aquella prueba. Pero debía tener mucho cuidado para no pasarme de la raya. Era algo arriesgado, pero era la única solución que se me había ocurrido en todo aquel tiempo. No podía desperdiciarlo. Y yo no podía seguir actuando como si no poseyera el poder del fuego.

Me preparé, más mental que físicamente, y cuando Kinn golpeó de nuevo canalicé el calor del fuego en la palma de mi mano, abrasando su carne cuando mi piel tocó la suya. La vampira soltó un alarido de dolor y se retiró de inmediato. Un segundo después pude contemplar la marca oscura de mi mano en su tobillo, aunque teniendo en cuenta la rápida curación de los vampiros no tardaría en dejar de notar la molestia. Había sido una pequeñísima victoria para mí. Sin embargo, la inclinación de cabeza de Kinn me hizo saber que se había acabado el juego. Ahora que yo ya había reaccionado lo suficiente, había llegado la hora de ir en serio.

La siguiente patada fue directa a mi pierna. La detuve, pero Kinn utilizó su puño para golpearme en la cabeza y después alejarse tan rápidamente como había venido. Un poco desorientada, maldije. Ella tenía bastante más experiencia que yo. Obviamente, sabría más técnicas y habría tenido más tiempo para dominarlas y perfeccionarlas a su manera y estilo. Yo apenas me tenía en pie. No era una pelea demasiado justa, pero la vida misma no lo era. Tendría que continuar de ese modo.

Kinn siguió haciendo golpes combinados que me hacían apretar fuertemente los dientes. Uno de sus ataques provocó que me mordiera la lengua y que la sangre inundara mi boca. Para ser un depredador carnívoro tan sangriento, aquello no me gustó tanto. Tragué la mayor cantidad de líquido posible mientras notaba cómo la herida comenzaba a sanar. Era algo increíble, sin duda.

—Os recuerdo que si tenéis alguna lesión importante que nosotros no sepamos, es importante que os rindáis —llegó hasta mí la voz de Hesper—. No quiero que haya heridas fatales, ¿entendido? No es un duelo a muerte.

Seguramente habría olido la sangre, no cabía la menor duda. ¿Pararía el rey de los vampiros el combate si creía que yo estaba herida? Esperaba que no, porque entonces iba a cabrearme mucho con él. Suficiente era que todo el mundo fuera a mirarme como si fuera un insecto si me convertía en su reina. No tenía por qué aguantar también los rumores de que Hesper me había ayudado a superar las pruebas que todo vampiro debía completar por sí mismo. Me destrozaría.

Con renovadas energías, aunque no demasiadas, mis golpes fueron cada vez más fuertes casi sin darme cuenta. Me cegaba la rabia por lo que Hesper pudiera hacer en su empeño por convertirme en la reina de los vampiros y era algo con lo que jamás podría continuar viviendo. Así que desperté y comencé a canalizar ese sentimiento de la única manera en la que podía hacerlo en aquellos momentos: luchando. Kinn decidió emplearse a fondo al percatarse de que yo tampoco iba a detenerme.

La velocidad de la vampira aumentó, si es que eso era posible. Apenas disponía de unas pocas milésimas de segundo para detectar sus ataques, esquivarlos y tratar de agarrarla antes de que se desvaneciera como si fuera humo entre mis manos. Sus golpes eran más rápido y más fuertes, pero era como si la energía de estos fuera utilizada después en los míos. Me agotaba físicamente, pero continuaba luchando. Hubo un momento en el que llegué a preguntarme cómo se vería nuestra batalla desde fuera. ¿Podrían Hesper y Nolan vislumbrar los ataques de Kinn? ¿O eran demasiado rápidos incluso para sus ojos?

Un segundo después de pensar en aquello, caí al suelo por segunda vez. Me costaba respirar y me encontraba realmente exhausta. No había una sola parte de mi cuerpo que no me doliera. Pero ni en aquellos momentos pasó por mi mente la idea de rendirme. Casi prefería morir allí, aunque no fuera ni siquiera una posibilidad.

—Kaiserin... —esa vez fue Nolan quien habló.

—Estoy bien —respondí mientras me levantaba a duras penas y respiraba profundamente—. Estoy bien.

—No hace falta llegar a extremos, Kaiserin —aquello fue como una regañina por parte de Hesper—. Ríndete.

"Ríndete". Aquella palabra se coló tan profundamente en mi mente que consiguió ofuscarla por completo. Rendirme... ¿Acaso pensaba que era tan fácil? ¿Creía él que podría rendirme sin que después me costara mirarlo a la cara? No, no podía hacer eso. Tenía que darlo todo de mí misma. Y si fracasaba, no sería porque no lo hubiera intentado, porque no hubiera puesto todo mi empeño en ello. Solo así podría no morir de la vergüenza.

Kinn pareció respetar la decisión que había tomado y se preparó nuevamente para atacar. La vista se me nublaba a veces y era una suerte que no la necesitara para detectar a la vampira. Si no, habría estado jodida de verdad. Sentía un leve temblor en las manos debido al cansancio, pero pasaría, todo pasaría. Solo tenía que aguantar un poco más.

Miré a Kinn, quien por la tensión de sus músculos estaba a punto de efectuar su siguiente movimiento. Y entonces caí en la cuenta de que igual que ella podía utilizar sus poderes en todo momento, nada me impedía a mí hacer lo mismo. Obviamente, sin romper las normas. Nada demasiado vistoso. En apenas unos segundos ya tenía elaborado un complejo plan que podría llevarme a mi objetivo final.

El primer paso consistía en obligarla a permanecer un poco más de tiempo cerca de mí. Kinn era demasiado lista: atacaba y huía con la misma rapidez. Apenas pasaba dos segundos a mi lado. No utilizaba ninguna de las técnicas de inmovilización que Nolan me había estado enseñando, posiblemente por temor a que pusiera todo mi cuerpo al rojo vivo. Tenía que conseguir que se quedara. La mejor forma de hacerlo habría sido, sin duda, crear un círculo de fuego a nuestro alrededor una vez que se hubiera acercado para atacarme. No obstante, aquello sería demasiado llamativo y no estaba segura de que la prueba lo permitiera. Mi segunda opción era menos efectiva y requería gran parte de mi concentración, pero no tenía otra alternativa. De modo que en el siguiente ataque de la vampira, produje una especie de escudo de aire. Cuando Kinn entró en mi entorno más próximo, concentré mi energía en mi control sobre el aire para crear por unos instantes un muro tan sólido como indetectable podía ser el viento.

El segundo paso, después de obligarla a permanecer algunos segundos cerca, era inmovilizarla para poder mirarla a los ojos. Ella conocía mis dones y seguro que ya había adivinado lo que pretendía, por lo cual sería incluso más difícil. Pero tenía que continuar con el plan. Así que hice lo que mejor me pareció: abalanzarme sobre ella, sujetándole los brazos con toda la fuerza que me quedaba y hacerla caer al suelo, golpeando su cabeza en el proceso. Tuve que recordar que era una vampira y que eso apenas era una molestia para ella, porque cuando abrió los ojos por la sorpresa tuve que actuar deprisa.

El último paso fue mirarla a los ojos, poniendo mucha atención en lo que estaba haciendo, vislumbrando cada detalle de los suyos.

—¡Ríndete!

La orden pareció calar en su cerebro, pero a mí ya no me quedaban fuerzas. Mi vista comenzó a nublarse y un desagradable pitido se instaló en mis dos oídos. Los labios de Kinn se movieron y puede que se rindiera... o puede que no. Porque un segundo más tarde todo se volvió negro.



—Kaiserin. Oh, por todos los vampiros, ¡Kaiserin!

Escuchaba mi nombre sin parar. Me habría gustado decirle a esa persona que parase y me dejase descansar, que quería continuar durmiendo, pero otras voces se unieron a la suya y no hubo momento de paz para mí. Abrí los ojos y aunque estaba un poco desorientada al principio supe que me encontraba en la sala del trono, donde había tenido lugar mi segunda prueba. ¿Cuánto tiempo llevaba tirada en el suelo?

—Menos mal —el tono de alivio procedía de Kinn.

—¿Kaiserin? —Nolan había puesto su mano bajo mi nuca, sujetándome la cabeza—. ¿Puedes oírme?

—Estoy muy cansada —escuché mi ronca voz.

La sonrisa de Nolan fue enorme.

—¿Y no podías esperar a llegar a tu habitación para echarte una siesta? —sonaba divertido—. Casi nos matas a todos.

—No sois tan débiles —traté de incorporarme un poco, pero la cabeza comenzó a darme vueltas—. ¿Qué ha pasado?

—Has superado la prueba —escuché la voz de Hesper por primera vez, quien se encontraba al lado de mi profesor, a mi derecha—. No te preocupes por nada, Kaiserin. Deberías descansar. Ha sido una dura noche y estás exhausta, tanto física como mentalmente. Perdiste el conocimiento debido a esto.

—Entonces no es nada malo.

—Te pondrás bien —Kinn también sonrió—. Me has dado una buena paliza.

—No eres tú la que tiene moratones por todo el cuerpo —me quejé.

—Ya lo discutiremos más tarde. Hesper me ha dado permiso para quedarme un par de días más aquí. Cuando despiertes, seguiré en la Academia, ¿de acuerdo? No tengas prisa por recuperarte, tómate tu tiempo.

Tiempo... eso era lo único que no tenía. No tenía la menor duda de que cuando hubiera descansado, Hesper querría tener una conversación conmigo. Debía encontrar a Danira antes de que eso ocurriera. Aunque habría sido una locura tratar de ir en su busca aquella misma noche en las condiciones en las que me encontraba. Un suicidio. Debía esperar.

Nolan y Kinn se encargaron de llevarme a mi dormitorio. Insistí en que podía caminar, pero mi profesor me tomó en brazos y no permitió que pusiera un solo pie en el suelo. Kinn, que no podía mantenerse en silencio, me pedía perdón de vez en cuando por las magulladuras, a pesar de que lo había hecho exactamente como debía. No le guardaba ningún rencor y agradecía que no me hubiera puesto las cosas fáciles.

Cuando por fin llegamos a la puerta de mi dormitorio, escuché unos suaves golpes en el pasillo: las patas de un lobo que se acercaba a toda prisa.

¡Silene! ¿Qué te ha ocurrido? ¿Estás bien? —la angustia podía notarse perfectamente en su voz.

—Tranquilo, Ámarok. Me pondré bien. Solo tengo que dormir una semana entera.

Kinn rio ante mi comentario, pero supe que no había conseguido tranquilizar al lobo. Y, efectivamente, no se encontró mejor hasta que estuve tumbada en la cama y él se empeñó en dormir en el suelo. No quería hacerme daño sin querer mientras dormía.

—Traeré una manta —ofreció mi amiga; y regresó un minuto más tarde con una enorme en sus manos—. Así tu lobo estará más cómodo.

—Gracias, Kinn.

—Intenta descansar. Nos vemos cuando hayas recuperado las fuerzas.

Le di las gracias otra vez y disfruté del silencio cuando se marchó. Escuché a Ámarok acomodándose en la manta y tuve que reprimir las ganas de pedirle que durmiera conmigo. Lo necesitaba para poder dormir bien, pero entendía que aquella noche mi amigo estaba demasiado preocupado. No sabía qué imagen estaba dando al mundo, pero seguramente una muy deprimente.

Sin embargo, a pesar de todo el cansancio, no conseguí dormirme de inmediato. La idea de ir en busca de la bruja era tan tentadora que me resultó difícil conciliar el sueño. No paraba de repetirme una y otra vez que lo solucionaría la noche siguiente, cuando tuviera energías para ello, pero estaba inquieta. ¿Volvería Danira a mis sueños? ¿Me revelaría algo más? Recordaba perfectamente cada detalle de aquella vez que había soñado con ella, pero me habría gustado tener otra prueba más. Por desgracia, aquella noche solo vi oscuridad.



Ya casi estamoooooossss... Ha sido una dura prueba para Kaiserin, pero parece que la ha superado. Ha llegado la hora de enfrentarse a todos sus temores. ¿Será real Danira? ¿Podrá llegar hasta ella y hasta sus hijos, los herederos al trono? ¿O se convertirá en la reina que Hesper tanto desea? Me da mucha rabia porque estamos tan cerquiiita de finalizar la historia... ¡Espero que os guste! Hasta la próxima actualización (dentro de otro millón de años, puede). Muchas graciasa todos <3

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