La chica de mis sueños

By corderoescribe

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Después de pasar una noche alucinando por una lección de fútbol, antes de despertar él sueña con la chica cap... More

🕯️ Sinopsis 🕯️
⬜ Prefacio 🟥
Capítulo I: premonición
Capítulo II: Déjà vu
Capítulo III: True Love
Capítulo IV: Quebrarse
Capítulo V: La carta de los miedos
Capítulo VI: Giros
Capítulo 8: Cosas en común
Capítulo 9: El efecto mariposa
Capítulo 10: No cambies tu esencia

Capítulo VII: Desfibrilador Emocional

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By corderoescribe

El tiempo iba lento, la pequeña comunidad de Hill Rose se sentía pesada, tantas historias ocurriendo aquí y allá.

Cada pensamiento una reflexión, cada idea una pequeña anécdota sobre el amor, visto desde los ángulos más complicados; inciertos, duros de afrontar.

Somos demasiados corazones, muy impares como para terminar todos conociendo el amor, no lo has pensado todavía, pero en ocasiones el dolor suele ser la alternativa que el universo pacta en nuestras vidas, ¿el único amor que merecemos?, este es especial, este nos hace capaces de todo, incluso de renacer.

El dolor suele ser esa puerta alterna que nos lleva a lugares nuevos. Donde sin esperarlo y muy lejos de la necesidad, encontramos todo lo que antes buscamos, y siempre estaba tan lejos. Es como si el universo fuera un pequeño travieso que huye cuando se ha enterado de que buscas en lo específico, llega como un ave cuando tu mente solo está reflexiva, ni en el pasado ni en el futuro, solo en el presente.

Dolor, este era un sinónimo en la mente de una Mary Leon de 19 años, la chica que vivía junto a la iglesia de la localidad, este sitio la verdad daba aires de antigüedad. Podía verla desde la ventana de su habitación, solían realizar bodas los domingos, su arquitectura era exquisita, aunque no como quienes le frecuentaban, esto le generaba náuseas.

Ella ciertamente no era muy religiosa, mucho menos pensaba en el amor. Sus pesadillas eran una de las razones que se lo recordaban constantemente. Su habitación tenía un pequeño estante con libros, una mesa de estudios, algunos discos compactos, las paredes eran color azul oscuro, un afiche algo perturbador de Megadeth del álbum Youthanasia; una mujer de avanzada edad colgando bebés por los pies en un tendedero como si se tratara de ropa, estaba pegado justo detrás de la puerta, visible desde dentro cuando esta se encontraba cerrada.

El ambiente era un tanto pesado y melancólico, esos donde reina el silencio, salvo que en esta ocasión lo único rompiendo el silencio era la canción Family Tree. Una letra en sintonía con lo que recorría los pensamientos de la chica aún desconocida.

Todos canalizamos nuestros demonios de alguna manera. Todos tenemos un rol en esta vida, a la que algunos los golpea con vara y castigo; a otros los hace vivir bien. Pero es que nunca se ha tratado de tu inicio, la vida parece ser esa guerra de la cual nadie sale vivo, pero si se debe aprender algo.

De los errores, los dolores, lo que te hunde, aquello que te desgracia hasta las ganas de comer. Esta chica era una de esas vidas que el universo pateo bien rápido y fuerte.

Su mente volvió a la fiesta de Halloween, tenía apenas 15 años entonces; era algo habitual disfrazarse en estas épocas, pese a que tenía una madre radicalmente religiosa, su padre era menos severo. Desde chica se disfrazaba de princesa; bailarina, brujita, en esta ocasión se fue por lo simple, pero divertido, sería simplemente ella con sus rasgos agraciados, y solo se pintó una punta de nariz oscura y unos pequeños bigotes de color negro a los lados de sus blancas, y en ocasiones rojizas mejillas.

Solía ser muy liberal, sus padres no prestaban mucha sobreprotección en ella, ¿Por tener hermana pequeña, quizás? Simplemente, estaba allí, disfrutando de la música alta, y de sus amigas, al menos eso parecía. Era realmente hermosa, su vestido ya atraía miradas en medio del bullicio, los tragos, y el baile incluso; el panorama es amplio desde una mesa.

-¿Qué tal la estás pasando? -Le preguntó sonriendo su amiga-. ¿Fue buena idea venir, cierto? Te dije que te hacía falta distraerte.

-Si, por supuesto. -respondió nada más por seguir la corriente y no quedar como una aguafiestas-. Lo necesitaba.

-¿bailan o solo observan? -Se acercó preguntando en un tono alto una figura masculina; en medio del oscuro escenario y las luces, mientras extendía su mano.

-La verdad es que no sé bailar -respondió Mary, aunque no era cierto.

-A ver demuéstrame que sabe hacer un Frankenstein cómo tú, espero no seas tieso. -respondió la amiga entre risas, dirigiéndose al sujeto misterioso. Mientras le cogió de la mano para ir al centro del lugar.

Sola en la mesa dio un sorbo a lo que parecía un Vanilla Strawberry Caipi. Y allí estaba repleta de tragos; sola, mirando la nada, mientras sus cinco amigas estaban en los alrededores del punto, algunas bebiendo en la barra y otras con algún otro grupo de amigos.

Ella pasó unos minutos pensando en lo que piensa una adolescente de su edad con cientos de problemas de su día a día. Esperó que llegaran algunas de las chicas a la mesa, y luego dijo que iría un momento al baño. Así fue...

En aquel espejo enorme, veía su desarreglado cabello, se ajustó un poco el vestido; unos toques de sutil maquillaje, pues, parte de sus bigotes habían desaparecido. Pasada la media noche sueles volverte muy reflexivo, sobre todo cuando no te sientes a gusto en un lugar como este, ella era condenadamente inteligente incluso sobre su sensualidad. ¿Pero cuántas veces creemos saberlo todo?, ¿omitir hasta el consejo más simple de un ser que nos ama?

«No vayas a la fiesta.» -era un pensamiento maternal resonante.

Salió del baño; busco su mesa, sus amigas volvieron a desaparecer. Incluso si no lo hubieran hecho, habría querido que el universo conspirase aquella noche para que no estuviera allí, que el auto de su padre se hubiera descompuesto para no dejarla donde su amiga; que el taxi hubiera olvidado la llamada para llevarlas a la fiesta, que no hubieran sido creíbles las identificaciones falsas que habían hecho para poder asistir, o que incluso no tuviera los 1.75 m de altura que le hacían ver mayor de edad, si no hubiera heredado esas características físicas.

Pero, ¿quién puede eludir al destino, cierto?

De todas las posibilidades absolutas, aquella noche ella solo tenía que hacer algo para mandar todo al demonio. Y así fue. Se sentó en aquella mesa, como una rosa entre matorrales, como un fragmento aislado de poca maldad y poca malicia. Bebió su trago, fue un sorbo profundo, de esos que quieres que te hagan olvidar todos tus problemas. Su garganta subió y bajo lentamente; las luces eran una danza de colores azules, rojos, verdes; mientras jugaba con sus manos entrelazadas en aquel trago, el más caro de la noche.

Un segundo después...

Oscuridad...

¿Por qué oscuridad?

Porque ella nunca se enteró de que sus amigas, no eran realmente "amigas", o al menos la definición exacta de lo que una amiga debe de ser, ni notó que otro chico le acompañó aquella noche, que se lo pasó sin expresión alguna; pero en medio de la diversión nadie lo pudo notar. Nadie notó que se fue cargada por el cuello de aquel ser, ni cuando la subió a un auto, o un taxi, una maldita carroza. No, definitivamente este recuerdo no era una maldita escena de Disney.

Tampoco recordó cómo acabó en una habitación, un lugar de cuatro paredes que puede sonar al infierno; incluso, no pudo notar como unas manos fantasmales; no, muy reales, unas manos desconocidas e intrusas le arrebataban su vestido. Su mente estaba en algún trance a causa de las drogas que nunca notó en su bebida, la más cara de la noche.

Su cuerpo; permaneció en tierra de nadie, donde la oscuridad asecha con forma de seres humanos despreciables. Aquella maldita figura seguramente sonreía porque la única manera de amor que le enseñaron, fue que si no le daban lo que quería, debía tomarlo por la fuerza. Mientras se soltaba el pantalón y terminaba de esfumar la poca dignidad y privacidad de aquel femenil cuerpo inerte, hundió sus manos desagradables y nada humanas sobre un cuerpo que nunca levantó su bandera de bienvenida. Tocó absolutamente todo, desde sus pechos, clavícula, nalgas, etc. Jadeos era lo único flotando sobre el ambiente, brutales golpes sobre su piel eran propinados por la mórbida sensación que le causaba a este depredador sin aspecto. Acercándose a pasar una languideciente y putrefacta lengua por aquel rostro apagado, besos de esos que solo pueden existir en la peor de las pesadillas.

Bienvenidos al mundo real, donde el amor fue asesinado. Ojalá hubiera podido quedarse dormida en la eternidad anterior a este episodio de horror. Dormida, su cuerpo era empujado contra unas sabanas de dudosa higiene, siendo penetrada, ultrajada y violada. Su cabello ahora si muy desordenado esparcido sobre su rostro, era el títere de cuerdas rotas en una obra en la que no quería estar. Al menos no querría estar para cuando su alma volviera a estar consciente.

Un putrefacto sonido de placer ensordecedor invadió aquel cuarto de hostal; el pasillo oscuro no tenía sonidos, salvo en el fondo, en aquella habitación de cuya puerta pendía un número que para cualquier extraño sería arbitrario, pero jamás sería olvidado por esta alma, en letras color negro estaba enmarcado el número 2511.

De allí escapaba el sonido del horror, que viven miles de corazones rotos hasta los huesos y hasta las almas, sonidos que es mejor no recordar ni asociar, quizás si pudieran ser enterrados como otros recuerdos, existiría una posibilidad de no cargar con ese peso.

Pero es que en una sociedad donde es más fácil hablar sobre otras libertades, la de castigar la inhumana manera de matar el amor sobre la piel de un inocente. Es amordazada, como su cuerpo. Unos labios se hicieron con la idea de que podían saborear su piel, sin impunidad, sin arrepentimiento, sin dolor, y sin castigo; solo un desgraciado placer, fermentado por tantos errores en la sociedad.

Los olores volaban en estas cuatro paredes como una descomposición absoluta, había un cadáver que aún estaba respirando allí y había un monstruo sin duda, era un monstruo cuya forma puede ser absolutamente cualquiera. No tenía que ser Halloween, su disfraz era una piel de cualquier color, al igual que su cabello, su alma estaba podrida por supuesto, si en la mirada pudiéramos reconocer a las bestias que exclusivamente merecen ser extirpadas de la tierra, habría esperanza en este mundo, quizás una pequeña porción.

Y así, una madrugada que para cualquiera fue simplemente un día más, para Mary, sería el despertar a un infierno privado. ¿Quién dijo que lo peor está bajo tierra?

El monstruo se vistió de un humano más, disfrazado de buen señor, de adolescente, de abogado o de jardinero, es que no hay un título; es una ruleta sin distinciones. Podría ser un payaso por ser 31 de octubre, se vistió de inocencia un pervertido, que nunca vería una maldita habitación enrejada, usando un traje a rayas o naranja.

Para las 6 A.M. Un alma regresó a aquel cuerpo inerte, estaba sola, sus ojos se abrieron lentamente, como cuando un poco de luz escapa por una ventana hacia el interior de una habitación, salvo que esta no era la suya. Ahora si notó un lugar viejo y agrietado, un abanico de techo giraba lentamente. Sus manos por extraña razón dolorosas buscaron estrujar sus ojos para terminar de despertar ante aquel inminente dolor de cabeza.

Estos castaños ojos, ahora veían su entorno. Y de inmediato su corazón se iba acelerando, paredes que dejaron de ser blancas hace mucho tiempo, para vestirse de suciedad y un tono amarillento, al girar a su cuerpo se encontró con su ropa parcialmente desgarrada, tirada por toda aquella repulsiva habitación.

Del baño se escuchaba el goteo de un lavamanos dañado, sus pupilas se dilataron ampliamente, pareció por un momento sentir que todo estaba en silencio, como si fuera una película muda, y ella la desgraciada protagonista que acaba muy mal.

Se sentó vio sus piernas repletas de moretones, sus brazos y demás partes llenas de chupones, aquel instante, lo comprendió como quien asimila una muerte importante.

Lamentablemente, en esta ocasión ella era el cadáver.

-No, no, no, no. -musitó mientras comenzó a derrochar lágrimas, violentas y saladas sumadas a un grito ahogado-. No Dios, no.

Intentaba aceptar aquello, quiso pensar que era una pesadilla, estuvo a punto de pellizcar su brazo, pero no lo intentó; no después de percibir ese asqueroso aroma a similar a cloro mezclado con pestilencia, algunos cabellos largos por el piso que suponía suyos o quien sabe de quién. Murió otro minuto, pues, se acostó en posición fetal para expulsar casi su alma a través de un llanto ahogado. Golpeaba su puño cerrado contra aquella cama, como creyendo que iba a solucionar algo.

60 segundos, una jodida eternidad para liberar a sus demonios, pero ninguno salió.

Se levantó, se vistió como pudo, con lo poca compuesta que había quedado su ropa, y tomó el pomo de una puerta vieja, la única testigo de sus desgracias, al igual que una cama en ruinas, donde deposito su vida, en una transacción que dejó en cero sus esperanzas.

Aquel pasillo tenía un aroma aún peor, salió como un fantasma, su disfraz ya no existía, en su piel se grabó un maquillaje imposible de borrar.

¿Aparecer en una habitación desconocida? ¿En una dirección nunca pisada antes?, ¿qué es esta locura?

Eran las dudas en su cabeza, sumado a otros diez mil punzantes y dolorosos pensamientos. Luego de media hora; estaba en su ducha, el agua cayendo, nadie le vio entrar a casa. La humedad escurría junto a su rimel, la suciedad que absorbió, sus lágrimas se mezclaron con el agua, sus talones raspaban el suelo de la ducha, sus manos tallaban con fuerza su piel, pero las manchas que quería quitarse seguían, se sentía sucia asquerosa, se sentía una mierda e inútil. Por un momento se sentó allí con el agua chorreándole y pegando su cabeza a una de las baldosas de colores y figuras.

Estrujaba aquella esponja de baño por sus brazos, por su cuello, quería arrancarse la piel a plenitud, si hubiera tenido algo afilado entre sus manos, ¡por Dios!, que lo habría intentado, ya no sentía nada.

Se golpeó los muslos como queriendo agitar su cuerpo, quizás su espíritu de alguna forma; ya había perdido hasta la voluntad de existir. Duró aquel día más de una hora bañándose y nadie le notó. Por entre sus muslos escurrían secreciones que no le pertenecían, sus dedos se sumergieron dentro de su profanado cuerpo queriendo purificarlo de todas las maldiciones que sintió caer sobre su cabeza. Tenía morados y chupones por absolutamente todo su cuerpo. Eso lo comprobó al salir de la ducha y pararse frente a aquel espejo, allí vio todo lo ajeno a su humanidad, y no logró encontrar una pizca de quien era.

De pronto, algo emergió dentro de sí. Una ira, una ira incontenible que le hizo romper el espejo con una botella de perfume que fue lo primero que vio, el cual irónicamente usó para la noche anterior, un aroma que maldijo como todos aquellos días.

Su silueta se vio fragmentada, casi tan rota como lo estaba por dentro. Sus labios se apretaban a un punto en que se reventaron y sintió el sabor a cobre por la sangre en sus comisuras.

Aquella puerta se cerró con la fuerza de su odio...

Y justo entonces aquella mente, volvió a su habitación, abandonó nuevamente una pesadilla que arrastraba durante esos años posteriores. Salió de su letargo y se preparó para ir a trabajar.

Un cadáver que respira, un alma vacía, un corazón que aprendió a odiar todo lo que estuviera asociado con el amor. A jugar con el cómo una marioneta, como la que fue.

Si quiebras un perfume, puedes comprar otro, así como cualquier objeto sin emociones ni sentimientos.

Pero quiebra un alma, y no habrá como reanimarla. Ni siquiera con un desfibrilador emocional.


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