Amor de subterráneo

By SkyRayo

445 82 222

Después de un sueño impactante, Levana comenzará a encontrarse seguidamente con un atractivo chico de rasgos... More

𝘚𝘪𝘯𝘰𝘱𝘴𝘪𝘴
𝘈𝘤𝘭𝘢𝘳𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯
𝘔𝘪 𝘯𝘰𝘮𝘣𝘳𝘦 𝘦𝘴 𝘑𝘶𝘯
𝘚𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘳𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘵𝘪

𝘜𝘯 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘰 𝘪𝘯𝘦𝘴𝘱𝘦𝘳𝘢𝘥𝘰

107 16 157
By SkyRayo

Odio mi vida.

Ya habían pasado seis meses desde el inicio del año y no había cambiado nada en ella, pero hoy comienza julio, un nuevo mes lleno de aventuras. No es mi culpa que los meses se pasaran volando.

Abrí la ventana y noté la característica más notoria de esta estación: el calor, abrumador e incómodo.

Los rayos, que el sol irradiaba, eran tan intensos que pensé que podrían dejarme ciega en cualquier momento. Imagina que vas caminando por la acera con un humor espectacular y de pronto, te entra la locura de sonreír al sol como modelo de catálogo de cosméticos; en ese mismo instante, el sol con sus rayos te deja ciego y le pone fin a tu carrera como modelo.

Por esa y muchas otras razones, evité voltear mi mirada hacia la ventana que dejaba filtrar luz por entre las cortinas.

Mis ojos me empezaron a escocer tanto que me hacían querer llorar, unas cuantas lágrimas rodaron por mis mejillas, aprovechando la oportunidad me puse a llorar por Doofenshmirtz. Es decir, pobrecito; hasta en su cumpleaños lo dejaron solo y, al menos yo, siento que nadie debe pasar su cumpleaños solo.

Por esa razón, amigos, nunca se queden haciendo la tarea que tienen acumulada desde hace una semana, porque si no, terminan llorando por un personaje ficticio de caricaturas infantiles que, por cierto, es uno de los mejores villanos que existe en todo el universo.

Soy de las personas que dice "Hay tarea, pero me da pereza hacerla" y al final, igual termina haciéndola porque salir reprobada no es de rockstars.

Entré al cuarto de baño y abrí el grifo para que la bañera se fuera llenando mientras alistaba mi uniforme. Mi madre entró de forma intempestiva a mi habitación para limpiar junto con su querida aspiradora. Su mirada estaba fija en mí hasta que habló. Sacudió las sábanas y recorrió la habitación hasta llegar a mí.

—Sabes que ya es tarde, ¿no? —avisó con ese tono sarcástico muy característico de ella.

Siempre decía ese tipo de cosas para asustarme, pero esta vez estaba muy segura que todavía era temprano. Hace un momento había ido a comprobar la hora, aún eran las seis de la mañana, máximo las seis y media.

—Mamá, estoy muy segura de que llegaré a tiempo —le dije con las manos en la cadera.

En seguida, se rio y señaló al despertador azul con estrellitas que reposaba en la mesita de noche que estaba al lado de mi cama.

—Tu reloj dice lo contrario —se burló. Para ser mi mamá, era muy cruel.

Efectivamente, como había dicho mi madre, las agujas del reloj marcaban las siete y cuarenta y cinco de la mañana, lo que significaba solo una cosa: ya era tarde.

Me voy a pegar un tiro en la cabeza Fuffy.

Fuffy es esa parte de mí que se burla cuando estoy en problemas. Algunos le dicen conciencia.

¿Eh?

Una sensación fría recorrió las plantas de mis pies. Algo húmedo como... ¡Agua!

Mi madre también se percató y se acercó de manera intimidante con un zapato en la mano.

Fui corriendo al baño a cerrar la llave, en mi apuro y por tratar de esquivar el zapato volador, resbalé y caí directo en la bañera, provocando un tsunami de dimensiones catastróficas que inundaron todo lo que encontraron a su paso. El agua se desparramó por todo el baño y por fuera de él. La mitad de mi cuarto quedó empapado.

Quedar como un clown es mi pasión.

Solo yo podría quedar como un clown y bañarme al mismo tiempo.

—Levana, sal antes de que te mate —amenazó mi madre con voz angelical —. Sabes que tengo que ir a trabajar y me das más cosas que hacer.

—¡Perdón! —grité desde el baño.

Salí del baño y me vestí. La blusa me quedaba demasiado suelta y grande, por eso siempre la llevaba sobre la falda. La directora ya estaba tan cansada de llamarme la atención que se había dado por vencida, aunque en ciertas ocasiones la arreglaba por iniciativa propia. A veces sueño con ella, es muy gracioso. En mi sueño, ella normalmente es una banana gigante y yo una pequeña uvita que rodaba por su vida.

Bajé las escaleras y recogí mi mochila, me despedí de mi madre antes de que me cayera alguno de sus golpes, y salí corriendo de ahí. La estación de metro se encontraba a una calle de mi casa.

Me adentré en la estación, mientras caminaba de prisa. La estación de París era casi idéntica a la de Londres, tenía años de antigüedad mezclados con tecnología de última generación. Era un choque de generaciones. El reloj empotrado en la pared de la entrada indicaba la hora. Debajo de él, el horario de los trenes estaba ubicado.

El subterráneo se demoraba unos cinco minutos en pasar. Me aburrí y saqué mi teléfono; ya saben, para leer en Wattpad.

Rebuscando, encontré un libro que particularmente llamó mi atención: se llamaba "Si el amor muriera". Lo guardé en mi biblioteca para después descargarlo.

Escuché el traqueteo del subterráneo acercándose. Lo vi asomarse por entre las vigas que se alzaban al inicio de las vías ferroviarias, este era como todos los demás, azul en las puertas, blanco en los vagones y los extremos, rojos.

Recargué mi mochila sobre mis hombros y me acerqué a la puerta del tren, esperando a que abrieran y me dejaran entrar.

La gente se amontonó para poder hacerlo. Una señora obesa me hizo rebotar contra ella, felizmente aterricé sobre algo blandito.

«¿Algo o alguien?» dijo Fuffy en mi mente.

Mierda.

Miré abajo y ¡Oh mama mía! Debajo de mí, un chico con rasgos asiáticos se encontraba viéndome de manera incómoda y de alguna forma, suplicándome con impaciencia que me levantara. Sus ojos verdes me estudiaban, no como analizas a una persona sino, a un libro. Le devolví la mirada y la mía fue aún más intensa que la de él. Volteó su vista, sonrojado, y me paré. Traté de ayudarlo, pero él solo avanzó y se fue. Me quedé viéndolo hasta que desapareció entre la gente que entraba al vagón del tren.

Ese chico tenía mejor piel que yo. Sin poros abiertos, sin granos. Gracias, Dios; gracias por hacerme tan fea.

Me quedé hipnotizada. Si él me hubiera pisado la cara, yo estaría más que feliz.

Lamentablemente, cuando salí de mi trance, el tren ya se había marchado junto a mi sentido común y mi dignidad.

Esperé otros cinco minutos hasta que apareció el próximo tren, subí y recé por llegar a tiempo a la escuela. Por las bocinas del metro, una voz femenina anunció la llegada del tren a mi destino deseado y descendí alocada por miedo a pasarme de estación.

Ya sé, parece imposible pasarse de estación, pero ya me sucedió una vez, así que, mejor es prevenir antes que lamentar, como me dijo Fuffy una vez y creo que tiene toda la razón.

Caminé una cuadra a paso rápido. La velocidad aumentaba a medida que me iba acercando. Llegué y abrí la reja con mucho cuidado para que el guardián no se percatara de mi tardanza.

No me di ni cuenta de en qué momento llegué al salón de clases. Solo sabía que estaba sentada en mi sitio y mi mejor amiga, Louise, estaba apoyada en mi mesa de trabajo, esperando a que yo pronunciara alguna palabra, o en su defecto, le diera alguna señal de vida.

—Hoy vi a un chico —dije, al fin.

Louise me miró confundida, como si nunca antes me hubiera mirado, como si tuviera un enorme grano en la frente o en la nariz. Parecía una mirada de extrañeza como si yo no fuera yo.

—¿Eh? —Tocó mi frente y me preguntó.—¿Tienes fiebre?

—No, ¿por? —contesté.

—¿Estás drogada? —volvió a preguntar con los ojos bien abiertos e impaciente. Parecía una niña de cinco años o, tal vez, una madre preocupada.

—No. —La miré feo y un poco incómoda. Sabía que Louise se pondría en este plan, pero igual le conté de aquel chico.

—Repite conmigo —mandó autoritariamente indicándome con la mano.

—¿Qué repito? —le pregunté.

—Los personajes ficticios no existen, por algo son ficticios —aclaró.

—Pero... —protesté un poco inquieta.

—Nada de peros. —Su expresión era dura, no había risas ni diversión en su mirar. Estaba hablando en serio.

No pude evitar reírme, ella creía que el chico del que yo hablaba era alguna alucinación por el consumo de algo que yo claramente nunca en mi vida había probado.

Una risa de foca epiléptica resonó por todo el salón, sí, fui yo. Todos me observaron y se acercaron a ver qué sucedía, por qué me reía como retrasada.

—Deja de reírte —me dijo Louise con un puchero.

—Louise.

—¿Qué?

—Esta vez sí era real.

—¿En serio?, ¿me lo juras?

—Te lo juro —suspiré resignada.

—Júralo por el meñique.

—Pero... —protesté.

—Entonces, ya no quiero nada. Vete a la mierda.

Sí señores, se puso modo resentida y se fue del salón a quién sabe dónde.

Mike, el capitán del béisbol, estudiaba en mi salón y lo vi acercarse a mí de forma tímida. Era apuesto pero para nada mi tipo. Llegó a mi lado y pensé que me invitaría a salir, pero en realidad, solo quería que le diera el número de Louise.

—No, ella está apartada. —Mike parecía un poco triste, pero ya se le pasaría. Además, Louise me advirtió que no le pasara su número a ningún chico sediento de sexo y claramente Mike llevaba cara de querer sexo.

Louise regresó después de la primera clase con una cajita de frugos en la mano. La puso en mi mesa junto a una notita y después, me pidió mis apuntes.

Mientras ella copiaba la clase de mi cuaderno, yo me apresuré a leer la nota, que decía:

¿Me lo prometes por el dedo meñique?😭👍

Pero, ¿por qué rayos quieres que te prometa por el dedo meñique? Retrasada.

Las horas pasaron y la hora del almuerzo llegó. Mi mejor amiga me arrastró prácticamente hasta el comedor para pedir unas hamburguesas. Esas que están llenas de grasa y desbordan de frituras. Creo que ese era el único tipo de comida que Louise consumía.

«La dieta nunca fue una opción», dijo Fuffy con acento español y música de fondo.

Fuffy tiene más producción y mejores efectos especiales que NNT y Fate Winx juntos.

Fuffy, silencio.

Mientras comía mi hamburguesa me dispuse a contarle con lujos y detalles lo que había sucedido en la mañana, ya que ella seguía pensando que yo estaba mintiendo.

—Se parecía a Song Kang —anuncié emocionada y expectante.

—¿A mi varón? —preguntó ella incrédula y con un brillo en los ojos, parecían farolines.

—Y tenía un toque de Levi softboy— agregué orgullosa con la barbilla levantada.

Abrió la boca y dejó caer unas cuantas papitas en la mesa. Ella estaba impactada, solo así se le podría describir.

—¿Me estás diciendo que tu crush imaginario es una combinación de Song Kang y Levi soft? —gritó. Todas las personas que estaban en la cafetería se nos quedaron mirando, especialmente a mí.

—Sí, pero cállate. Deja de gritar Louise. Además, jamás dije que era mi crush —negué con la cabeza y trate de hacerle bajar la voz.

—Cállame, mi amor. —Modo horny activado. Louise tenía la gran habilidad de no tomarse en serio nada, ni a sus enamorados, pero sí era buena dando consejos sobre amor. Mi mejor amiga es, por así decirlo, la doctora corazón del salón.

—Pero. —Me quedé callada, nadie podía contradecir a Louise. Era toda una fiera. —Por cierto, ¿a dónde fuiste?

—¿Por qué? ¿Me extrañaste?

—No. Solo quería enterarme quienes eran las nuevas víctimas que cayeron en tus manos para resolver sus conflictos amorosos —expliqué alzando las manos, como solía hacerlo cada vez que hablaba sobre ese tema.

—Ah, bueno. Esta vez es privado, lo siento.

—Espera. Aguanta ahí. ¿Me estás diciendo que no puedes contarme el chisme? —reclamé fingiendo molestia. Miré hacia otro lado y Louise se quedó dubitativa, viendo su mano y luego viéndome a mí.

—Exacto, eso mismo.

—Pero, pensé que éramos mejores amigas, y a las mejores amigas nunca se les abandona.

—Lo somos, pero no puedes andar preguntándome siempre sobre la vida íntima de los demás —aclaró como si fuera mi mamá. —No eres Stitch, basta.

—Si no me quieres, véndeme y cómprate un conejo —refunfuñé fingiendo tristeza.

Un chico de último año que pasaba por ahí se quedó perplejo debido a la escena. Lo observé hasta que salió por la puerta del local, mientras caminaba volteaba su cabeza y nos miraba para comprobar lo que había escuchado.

«Cualquiera se quedaría extrañado con las escenas tan perturbadoras que demuestran», habló Fuffy en mi cabeza.

Fuffy, nadie te pidió tu opinión.

«¿Te estoy pidiendo permiso?», contestó Fuffy malcriado.

Lo más irónico es que Fuffy siendo Fuffy actúa como yo normalmente soy.

Louise se quedó perpleja por unos minutos. La risa no tardó en aparecer.

—No te puedo vender, Levana. —Mi mejor amiga me ama, estoy feliz, no me toquen. Luego agrega:—Si te vendo no me alcanzaría ni para comprarme un conejo.

No le tiro un zape nomás porque voy a llorar. Se me borroneó la vista y comencé a lagrimear. No por el hecho que mi mejor amiga dijera eso, sino porque al escucharla, se me cayó mi hamburguesa. Te odio, vida.

«No desperdicies tu vida odiando cosas», dijo Fuffy como un poeta. Dentro de mi cabeza era como un teatro y Fuffy estaba en medio declamando.

Como dije, Fuffy se gasta millones en esas cosas. Tiene hasta camerino propio. Yo a las justas tengo cuarto propio y eso que trabajo medio tiempo en una panadería. Soy la encargada de los pastelitos.

—Eh, perdón. Era una broma, no te pongas a llorar. —Louise me tendió un pañuelo, como vio que seguía llorando se le remojaron los ojos y unas pequeñas gotas cayeron de sus ojos mientras se lamentaba.

»Perdón, perdón. —Su voz estaba quebrada, era como una canción llena de dolor.

—Si me querías cantar la de Ha Ash solo me hubieras dicho —reí.

—Pensé que ... —La interrumpí.

—Yo también pensé que me quería y no fue así —contesté lamentándome.

Alguien carraspeó, volteé y Kalev pasó, ignorándome como siempre. No entiendo por qué tanto drama, solo le di un beso y para colmo, fue de casualidad. Eso es algo que él no entiende.

«¿Sabes?, yo tampoco entiendo por qué está molesto, si cuando lo besaste de casualidad, él te metió lengua»; se entrometió Fuffy.

Fuffy, no digas esas cosas. ¿No ves que hay menores presentes?

«¿Quiénes?», preguntó.

Yo.

Kalev me miró y comenzó una conversación con mi mejor amiga. Louise notó mi incomodidad y lo agarró del brazo llevándoselo.

Regresé al salón y me senté en mi silla, estaba agotada a pesar de que no había hecho nada. Me recosté un minuto en mi pupitre, bueno, ese es el tiempo que yo creí que descansaría. Para mi mala suerte mi minuto se convirtió en la clase de física elemental, la cual perdí porque me quedé dormida.

Me siento indignada porque ninguno de mis compañeros se molestó en despertarme.

Mientras esperaba a que mi clase regresara del laboratorio, me colgué de una ventana para ver el exterior. Miré hacia el cielo, había sido un día muy caluroso, pero ahora que había atardecido, el sol se había ido y las nubes abarcaban todo el cielo. Creaban colores curiosos, algunos tonos eran demasiado azules, otros demasiado lilas.

Un suave viento hizo volar mi cabello y de paso, a mí también. Caí de la silla y aterricé encima de Jack que iba a su asiento. Él se sonrojó y se levantó. Jack era de los chicos tímidos, pero guapos, así que, no me arrepiento de nada.

Perdón, Jack.

«¿Cuál perdón? Ya traumaste al niño», se burló Fuffy.

Mis compañeros entraron al aula ruidosamente, lo que significaba que la clase de física elemental ya había acabado.

Louise entró saltando de puntillas. Se percató que la estaba observando fijamente y de forma amenazadora. Se dio media vuelta y se refugió detrás de Kae, una compañera muy alta que pertenecía al club de Judo.

Kae me miró, la miró y se rio. Agarró a Louise de los hombros, la cargó y la puso delante de mí. Su cabello era muy rubio cuando se reflejaba contra la luz brillaba como el de Rapunzel.

—Ya no tienen cinco años. Solucionen sus problemas como las adolescentes que son —nos regañó.

—Beso de tres. —Louise saltó encima de Kae, pero esta la esquivó y mi mejor amiga terminó tirada en el piso. Kae rodó los ojos y se fue.

—Te dije que no la fastidiaras —le recordé a Louise. Hace unas semanas, pasó algo parecido, pero en vez de Louise, fui yo.

La campana de salida sonó. El auxiliar Jeannette nos entregó unos panfletos en los que la escuela nos invitaba a que cuando termináramos nuestros estudios postulemos a la universidad anexa al instituto.

La escuela y la universidad estaban contiguas en un mismo espacio del tamaño de dos centros comerciales. Sí, es gigantesca. Obviamente la universidad es mucho más grande que la escuela. Tenía muchas carreras profesionales disponibles y era muy cara, podía ser porque tenía prestigio dentro del ámbito de la educación a nivel mundial.

"Es como un estadio de fútbol", había dicho Fuffy la primera vez que vine a esta escuela. Grande, espacioso, te daba una sensación como de libertad, pero a la vez te ponía unos grilletes muy gruesos.

Doblé el anuncio y lo guardé en mi mochila, por si acaso. En realidad, aún no había decidido que estudiar por eso no sabía a qué universidad ir.

Me levanté de mi asiento al igual que mis demás compañeros, mientras unos guardaban sus libretas y lapiceros, otros ya se marchaban a sus casas o a algún otro lugar. Jackson me ofreció su libreta antes de irse, la acepté y se lo agradecí. Salió volando, creo que me tiene miedo.

En mi caso, al no haber asistido a la última clase había alistado mis cosas hace rato. Estaba por salir y Louise me detuvo del brazo, un par de miradas curiosas nos recorrieron deleitándose, posiblemente, por el supuesto futuro enfrentamiento.

—¿Oye? —Jaló el doblez de mi falda. Esta era muy sobria. La falda estaba hecha de tela negra con pequeños cuadrados blancos que quedaron a consecuencia del cruce de rayas.

«Pareces un tablero de ajedrez», susurró Fuffy.

Gracias por tus halagos.

—Dime —dije.

—¿Puedo ir contigo? A tu casa, me refiero —suplicó.

—¿Problemas en casa? —le pregunté.

—Mis padres, otra vez. Mi madre me llamó y me dijo que no regrese hasta las diez de la noche. —Parecía un poco deprimida, un poco fatigada, un poco de todo. Siempre se ponía así cuando terminaban las clases. Detestaba verla así y se me rompía el corazón.

—Vamos —le respondí. Últimamente, sus padres discutían por todo y Louise siempre quedaba en medio de las discusiones. Todo era un huracán que dejaba caos por todos lados, todo eso acababa destruyendo a mi mejor amiga en el camino, imprimiendo en su alma un "Si nos divorciáramos...". Eso para ella era como un latigazo a toda su felicidad.

Necesitaba hablar con sus padres urgentemente para aclarar unos cuantos asuntos.

Salimos de la escuela, en la entrada nos detuvimos a comprar unos sándwiches. El aire mecía y sacudía el toldo del carrito, el metal del soporte parecía que ya no podría aguantar, pero seguía de pie, justo como Louise.

El señor barbudo que manejaba el puesto nos atendió. Cogimos nuestros sándwiches y cuando lo estaba devorando, una lechuga salió volando.

Al otro lado de la calle, lo vi. Era él, el chico del subterráneo. Eso creo. Tenía la misma ropa y los mismos zapatos, unos mocasines negros de edición limitada. Pero se veía más bajo que antes, volteó y pues... No era él. Fue una gran decepción. Es como cuando vas a ver una película que tiene un tráiler atrayente pero cuando la ves, termina siendo un fiasco... algo así me sentí.

Louise me miró a mí y luego, a la acera. No pudo descubrir lo que estaba sucediendo ni lo que yo estaba pensando. Seguimos nuestro camino a la estación, el cielo se oscureció, las nubes se veían más densas como si se fueran a romper en cualquier momento. Nos apuramos y nos refugiamos en la estación. Ahí estaba calentito, la calefacción mantenía nuestras temperaturas en lo ideal para no congelarnos y no quedarnos como cubitos de hielo.

No pasaron ni cinco minutos y empezó a llover; primero fueron pequeñas gotas, una mísera llovizna. El cielo enfureció, la pequeña llovizna se convirtió en un chubasco. Las heladas gotas chocaban con el vidrio transparente del tragaluz que la estación tenía en el techo.

Ni en verano nos salvábamos de mojarnos en aquellas lluvias. Me entró una gran felicidad ver al tren llegar, cogimos nuestras mochilas y las colocamos en las cabezas para no empaparnos mientras cruzábamos del andén a la plataforma del tren. Se sentía como la escena de una de las series asiáticas que a Louise le gustaba ver.

Ya dentro, me senté agitada debido a la fuerza que mis pulmones hacían para poder respirar con tanta humedad en el exterior. Una tos sacudió mi cuerpo, era de esas fuertes y rasposas, las que te dejaban la garganta dolorida.

—¿Estás bien? —me preguntó mi compañera de a lado.

—Sí, solo fue una tos. No te preocupes —respondí tratando de quitarle importancia.

No le importaba que yo le hubiera dicho que no me sentía mal, la preocupación que Louise tenía por mí, era más que notoria. Si tu mejor amiga no se preocupa como lo hace la mía, ahí no es. A veces, es peor que mi madre y se lo agradezco.

Louise sacó un pullover de su mochila. Me lo ofreció y ante mi negativa, tomó acciones más agresivas.

—Levanta tus brazos —ordenó. Para mi sorpresa y la de ella, levanté las manos. Claro, no fue por voluntad propia.

Alguien había agarrado mis brazos. Alcé mi vista y ahí estaba, el joven que vi al salir de la escuela, al que confundí con el chico que me dejó paralizada, estaba sosteniendo mis brazos.

—Perdón —me dijo entre risas. —Solo pensé que tu amiga necesitaba una ayuda y tú no te veías muy cooperativa.

—Odio los pullovers, son una ofensa para la moda francesa —protesté y forcejeé con todas mis fuerzas.

—¿Prefieres morirte de frío? —interpeló un poco molesta Louise. Sus ojos negros ya eran aterradores por naturaleza, pero ahora serpenteaban y echaban chispas.

—¡Si! —grite a todo pulmón. Me gané una mala mirada por parte de Louise y una burla por parte del chico.

Gracias a los casi diez centímetros que me llevaba de estatura, logró meterme el estúpido pullover por la cabeza. ¿Ya dije que odio estas cosas? Son demasiado molestas y difíciles de poner.

Me hizo sentar, entre tanto, ella conversaba con el sujeto que la había ayudado. Solo llegué a escuchar un "gracias" de parte de ella. Lo demás fue muy confuso para mí y mi reducido sentido de la audición.

Mi mejor amiga se volvió a sentar y el intruso vino con ella. Platicaron un rato, quizás intercambiaron números, escuché una risa y luego, silencio. Ella estaba roja, no sabía si por el frío o por otra cosa, como timidez.

Me había convencido a mí misma que a ella le llamó bastante la atención aquel joven. A mí también me pareció atractivo con su piel bronceada y su voz grave. Además, el acento que llevaba consigo era muy diferente al de nosotras, eso lo hacía ver más interesante.

El trasero me dolía, el asiento era duro y el tren parecía no moverse. De pronto, por los altavoces del tren una voz varonil explicó el porqué de la demora. Resulta que estaban cambiando a la vía alterna. Nuestra vía estaba llena de agua que se empozó por la abundante lluvia que cae a través del drenaje para lluvias que terminó filtrándose.

El tren se movió y avanzó. En diez minutos ya habíamos llegado a mi calle. Ella se despidió del chico que sorpresivamente estudiaba en la universidad anexa a nuestro instituto. Louise me contó que él se llamaba Marco o como dijo ella "el amor de su vida desde años atrás". Al parecer, se conocían de algún otro lado. Bueno, ella no me lo quiso decir, por lo que solamente lo inquiero.

El césped estaba húmedo y mojaba nuestras ropas, del árbol que estaba en el jardín delantero de la casa comenzó a caer suciedad mezclada con agua y tierra. En conclusión, todo era un desastre.

Nos dimos prisa, antes de obtener un resfriado o en su defecto, una neumonía. Cabe recalcar que sufro de asma, es leve pero empeora con el tiempo tan frío.

Entramos tiritando a mi acogedora sala, la cual posee una chimenea eléctrica empotrada en la pared. Cerramos la puerta enseguida. Tiramos nuestras mochilas, que rebotaron con el sillón y cayeron al piso, produciendo gran estrépito. Las recogimos y nos tumbamos en el sofá junto a ellas.

Tanteé con mi mano en la mesa, que se ubicaba a un lado, buscando el control remoto para prender la televisión. Lo único que había en señal abierta era un noticiero que casi nadie veía. Cambié a la televisión con cable y me puse a ver Disney, justo estaban pasando Miraculous, específicamente el capítulo de "Los orígenes (parte dos)".

Después de llorar, gritar y terminar enamoradas de Adrien (nuevamente), acabó el capítulo.

Me planté frente a Louise como una maldita policía muy hermosa.

«Eso es muy subjetivo», aclaró Fuffy.

—¿Me vas a decir de donde lo conoces? —interrogué al mismo tiempo en el que apagaba el televisor.

—¿Qué quieres saber? —Se acomodó en su sitio mirándome y tratando de coger el control de una forma no tan disimulada.

—¿No crees que es muy mayor?

—¿De qué hablas? Solo es un amigo, mejor dicho un senpai.

—Deja de meter palabras japonesas mientras hablamos. Me confundes —dije un poco alterada. —Pensé que...

—Bueno, no supongas cosas sin informarte bien. Eso no es de rockstars —se quejó.

—Está bien, perdón.

—No te preocupes, mi amor.

—A veces me da gay panic cuando me dices "mi amor". —Sonreí y la abracé.

Al igual que yo, rio y me devolvió el abrazo. Su perfume olor a rosas me acompañó durante mis sueños.

Me desperté en la madrugada cuando un rayo impactó contra el auto del vecino. Los demás vecinos de la calle salieron, los más chismosos se acercaron y otros más miedosos como yo, se quedaron viendo el espectáculo desde sus ventanas.

Lo inesperado llegó cuando vi caminar a Louise fuera de la casa. No la había visto salir. Volteé a revisar el sofá pero no estaba ahí. Salí corriendo a traerla de vuelta.

Un rayo volvió a caer en el mismo lugar, el impacto fue aún más fuerte que el anterior y todos salimos volando, los vidrios de los demás autos se rompieron. Los cristales de las casas estallaron, el césped se alisó. Había algunas personas quemadas, otras heridas; yo personalmente, no sabía en qué estado me encontraba.

—Deberías haber buscado al amor de tu vida, antes de morir, ¿no crees? —Louise escupió sangre por la boca, bajé mi vista. Su mano reposaba en la herida de su costado que no dejaba de sangrar. Apoyé mis manos en la herida tratando de ejercer presión.

—Sueles decir cosas muy estúpidas en momentos de vida o muerte. Justo ahora es más momento de muerte que de vida.

Luego, dejé de escuchar las sirenas de las ambulancias, los gritos de las personas. Solo logré ver unos ojos verdes, unos muy bonitos a decir verdad. Me tomó de los hombros y comenzó a gritar. Después, habló bajito, no pude entender bien.

Otras personas se acercaron, parecían paramédicos, creo. Quería gritar. Levantarme y decir que todo estaba bien, como siempre. Las heridas físicas son dolorosas pero no se comparan con las psicológicas.

Tenía sueño y no era la única, Louise también estaba por cerrar los ojos. Un susurro salió de sus labios:

—Yo estoy bien con esto, ¿y tú? —Sonaba entrecortada con la voz rasposa y tenía una paz en el rostro que me contagió. Una lágrima cayó por su rostro. Ella sabía que no estaba conforme con morir así, nunca lo estaría. Quería vivir muchos años y morir de viejita cuando la muerte ya no me dé tanto miedo, cuando esté con el amor de mi vida al lado.

Mi vista se volvió más pesada y mi cuerpo más ligero, como si volara. Cerré los ojos, pasé un buen tiempo así. Solo un barullo, cerca de mi oído, me molestaba. Trate de concentrarme, de sentirme más tranquila y más a gusto.

¿Estoy muerta?

La muerte es muy tranquila, silenciosa y espeluznante. Estaba todo bien hasta que oí algunas voces, eso me dio más miedo que la misma muerte. Traté de contenerme, al final me rendí y los terminé abriendo.

Continue Reading

You'll Also Like

95.1K 7.9K 65
Sus métodos de espantar a los hombres han mantenido a Melanie Grey a salvo de cualquier traición o decepción. Una estrategia que ha funcionado exitos...
402K 19.5K 48
Una historia que promete atraparte desde el principio hasta el final. Camila es una chica humilded, Ignacio Besnier es el heredero de un imperio empr...
19K 2.9K 34
Mr. Encantador es uno de los autores más populares de Wattpad. Escritor de novela juvenil romántica, tiene casi un millón de seguidores en la platafo...
94.8K 403 40
Y aquí vamos de nuevo