Entre Joy y Nueva York (AQS #...

De BeastDramaQueen

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Joy Finlay es descuidada, desprolija, despistada y una pésima cocinera. Vive su vida un día a la vez, odia la... Mais

Advertencia
Prólogo.
Capítulo 01
Capítulo 02.
Capítulo 03.
Capítulo 04.
Capítulo 05.
Capítulo 06.
Capítulo 07.
Capítulo 08.
Capítulo 09.
Capítulo 10.
Capítulo 11.
Capítulo 12.
Capítulo 13.
Capítulo 14.
Capítulo 15.
Capítulo 16.
Capítulo 17.
Capítulo 18.
Capítulo 19.
Capítulo 20.
Capítulo 21.
Capítulo 22.
Capítulo 23.
Capítulo 24.
Capítulo 25.
Capítulo 26.
Capítulo 27.
Capítulo 29.
Capítulo 30.
Capítulo 31.
Capítulo 32.
Capítulo 33.
Epílogo.
Agradecimientos.
Extra N°1.

Capítulo 28.

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De BeastDramaQueen

Hablé con Ciara por el resto de la tarde mientras mi esposa dormía. No sé hace cuánto tiempo nos quedamos dormidos pero para cuando abro los ojos apenas y el cielo está haciendo ademán de amanecer.

Parpadeo varias veces acostumbrándome a la luz de la habitación, todo está bastante tranquilo por lo que creo que mis padres no han regresado todavía de la playa o donde sea que se fueron porque nada suele estar así de tranquilo.

Me desperezo, dormir en esta incómoda silla me ha dejado con un dolor de cuello impresionante y...

—Buenos días Rapunzel—observo a mi esposa, está sentada en la cama con una sonrisa en los labios. No tiene puesto el oxígeno pero aún así, con su voz rasposa y la piel azulada, sigue siendo la mujer más hermosa que mis ojos hayan podido contemplar.

—¡Estás despierta!—digo lanzándome sobre ella. Siempre tengo cuidado al tocarla pero se aferra a mi cuello plantando un beso sobre mis labios. Los tiene resecos, ha pasado por mucho pero es imposible notar que está mejor pues está sonriendo, tiene fuerzas y está aquí... está despierta.

Me río cuando deposita un beso en mi cuello.

—¿Van a seguir con esta asquerosa escena?—me alejo de mi esposa para ver a Ciara de brazos cruzados en la puerta. Frunzo el ceño, ella estaba dormida, se supone que debía de estar dormida como yo pero por la expresión de Joy, no está sorprendida ni nada, supongo que hablaron mientras yo estaba durmiendo. —Te dije que no debiste casarte con él sino conmigo.

Joy rueda sus ojos.

—Te hiciste la difícil demasiado tiempo—se encoje de hombros jugando—perdiste tu oportunidad.

Los tres nos reímos. Me siento como en una clase de película pues está aquí, está feliz y hablando con esfuerzo pero hablando al fin y al cabo. Es casi una imagen irreal porque todos estos días ha estado durmiendo, siempre estaba sedada y ahora... es como si no necesitara nada de eso.

—No trates de robarte a mi novia—peleo con Ciara que me enseña la lengua—Es mía.

—Fue mía primero—responde acercándose. Planta un beso sobre la frente de Joy quien toma su mano enseñando una de las sonrisas que tanto me moría por verle en los labios. —Te eché mucho de menos, hermosa.

Joy besa su mano y luego baja la mirada.

—Ciara, creo que nunca te agradecí lo que hiciste por mí—susurra bajando su voz en varios tonos.—Me tendiste la mano cuando estaba sola, me llevaste a tu casa...

—Te entregué mi novio—la interrumpe su amiga haciéndola reír.

—Sí, por eso también te agradezco—comenta mi esposa mirándome con tanto amor que me enternece hasta la última célula.—Sabes que visité muchos lugares y tuve muchas aventuras, pero gracias a ti, a que me presentaste a Liam, entendí que mis mejores aventuras fueron a su lado y por eso te estaré siempre agradecida.

No sé por qué algo en su discurso me hace llorar, no sé si es por la fidelidad y el amor que se tienen la una a la otra o por las palabras de mi esposa admitiendo que en el mundo entero, su lugar favorito siempre fue conmigo.

—Me salvaste aunque nunca lo notaras, me salvaste porque planeaba terminar mi viaje en esta vida sola y ahora no será así—comenta manteniendo la sonrisa—Soy afortunada de tenerlos en mi vida porque me dieron momentos únicos, como una boda en Noche Buena y...

—No hagas eso—le corta Ciara con el ceño fruncido.—No te despidas de mí de esta forma porque todavía nos queda mucho tiempo y...

Joy aprieta su mano.

—Sabes que no es así—susurra dejándome paralizado.—No tengo mucho tiempo, pero quería que supieras, antes de dormir, que eres una buena amiga, la mejor que he tenido y que... que ese beso que me diste en la universidad fue el segundo mejor beso de mi vida.

Entre lágrimas Ciara se carcajea.

—¿Quién tiene el honor del primer beso?—le pregunta a lo que mi esposa clava la mirada en mí.

—Mi esposo, siempre tendrá el primer puesto—comenta.

Me limpio las lágrimas de mis mejillas antes de mirarla. Soy capaz de sonreír únicamente porque tengo un nudo atravesado en la garganta que me impide hacer algo más pues noto que se está despidiendo de su amiga porque el final está cerca.

Las manos me tiemblan, su amiga llora sosteniéndola de la mano y murmura miles de veces lo mucho que la ama cosa que es recíproco porque mi esposa también lo hace. En cualquier otro momento habría sentido algo con respecto a esto pero ahora solo puedo pensar en lo afortunada que es Ciara porque si la ama con la misma intensidad con la que yo lo hago sé que se siente privilegiada porque al menos para mí, ser amado por Joy y amarla es el mayor privilegio que tuve en mi vida.

Joy le permite llorar y desahogarse por varios minutos donde lo único que puedo hacer es tomar su mano y hacerme a la idea de que este es el momento del que tanto me habló mi tío, el momento donde el paciente en etapa terminal tiene una corriente de energía que no suele durar mucho tiempo pero que no significa que esté sanando sino todo lo contrario, significa que todo está peor. Mucho peor.

—¿Puedo ver a mis padres? Me encantaría hablar con ellos un momento—me pide mirándome.

—Los buscaré—susurro. Me cuesta ponerme de pie, siento que el corazón me pesa una maldita tonelada pero aún así camino hacia el pasillo donde se encuentran las habitaciones. Golpeo levemente la puerta dos veces pero nadie responde, voy hacia la puerta de mis padres y sucede lo mismo. Quizás se quedaron a cenar y se les hizo tarde, quizás necesitaban el tiempo a solas pero maldigo en voz alta porque el momento se está acercando y no estarán presentes.

No sé si grité en voz alta o qué pero tengo a la enfermera y al cuidador en el pasillo en cuestión de nada, ambos agitados acompañados por mi tío Kiran. Frunzo el ceño al verlo pues creí que estaba con los demás.

—¿Sucede algo?—me pregunta alarmado.

Respiro entrecortado tratando de hacer que el aire ingrese en mis malditos pulmones que se rehúsan a colaborar.

—Está... está pasando—susurro ahogado. Veo que los tres se tranquilizan cosa que no me da buena espina.

—¿Está hablando?—me pregunta serio.

—Sí, hablando y sonriendo, haciendo bromas y...

—Sabes lo que significa—me corta, creo que más que nada cortando mis penosas esperanzas de que esto signifique un milagro porque no será así—Debemos hacerla sentir cómoda, darle lo que quiera hasta que llegue su momento.

Me muerdo los labios tratando de no derrumbarme pues sabía que el momento llegaría, sin embargo el saberlo con anticipación no impide que duela menos.

Mientras mi tío coordina con los empleados yo regreso a la habitación donde veo a mi esposa con la cabeza recostada en la almohada apenas manteniendo los ojos abiertos mientras Ciara se mantiene serena tomando su mano.

—¿Los encontraste?—pregunta Joy.

Niego con mi cabeza.

—No están, salieron con mis padres hace unas horas y no han regresado—murmuro acercándome.

Ella sonríe, esperaba que se molestara o algo peor pero solo hace eso, sonreír.

—Seguramente no están lejos—susurra. Por su voz noto que el cansancio comenzó a hacer de las suyas en su cuerpo pero aún así mira a su amiga.—¿Puedes ir por ellos? Quisiera...

—Sí, por supuesto—responde su amiga poniéndose de pie de inmediato. Tantea en sus bolsillos las llaves de algún coche y al conseguirlas, planta un beso en la frente de su amiga y se encamina hacia la salida.—¡Regreso enseguida!

Joy la sigue con la mirada hasta que la puerta se cierra e incluso unos segundos después. La veo cansada, como si todo le hubiera pegado de golpe pero aún así me sonríe al mirarme. Tiende una mano hacia mí pero en lugar de querer que me recueste a su lado, me aparta.

—Quisiera ir al balcón—susurra. —Será un lindo amanecer ¿no crees? Quisiera verlo.

Trago grueso asintiendo recordando las palabras de mi tío acerca de darle lo que quiera.

—Iré... acomodaré un poco y vendré por ti—asiente y salgo al balcón encontrándome con la luz tenue de los primeros rayos de sol de la mañana. Tomo aire pensando unos segundos pero finalmente me acerco a la tumbona acomodándola hacia donde está por comenzar el amanecer dejando una manta a un lado.

Regreso a la habitación donde Joy se quitó el suero y el oxígeno. No puede ponerse de pie, no puede levantarse y por eso colocando los brazos bajo su cuerpo la llevo a la tumbona donde me recuesto dejándola entre mis piernas.

—Está haciendo frío, cúbrete—le digo pasando la manta por su cuerpo para luego dejarla apoyada sobre mi pecho con la cabeza recostada en mi hombro. Mis brazos le cubren el vientre, la sostengo como lo más preciado de mi vida y no me trago las lágrimas al sentirla más fría que de costumbre.

Su delgadez me grita que las cosas no están bien, pero el que respire con lentitud me provoca tanto llanto que debo levantar el rostro hacia el cielo que apenas se está tornando azul.

—No llores, no estés triste—susurra mi esposa entrelazando nuestros dedos.

—Pide lo que sea menos eso—respondo entre hipidos. Siento como su cuerpo comienza a tomar una pesadez que me preocupa pero no me muevo, solo me dedico a sostenerla, nervioso de que todo esto hubiera estado planeado desde el principio.—¿Esperabas a estar sola para irte?

Mi comentario la hace carcajear o al menos hacer el intento.

—Esperaba a estar a solas contigo—dice rompiendo mi corazón.—Liam... mi esposo...

Cierro los ojos con fuerza.

—No me hagas esto, no te despidas de mí—no sé cómo tengo la fuerza para pronunciar palabra alguna mientras la bola en mi garganta se hace cada vez más grande y mis brazos la aprisionan contra mi pecho rogando porque nos quedemos congelados en el tiempo en esta misma posición.

—Tienes que ser fuerte—continúa—salir adelante con ayuda de tu familia y jamás olvidarme ¿comprendes? Tienes prohibido olvidarme, Liam McMurray.

—¿Cómo puedes siquiera pensar que me olvidaré de ti?—pregunto ofendido besando su cabeza. —¿No puedes luchar un poco más? ¿No puedes quedarte un poco más de tiempo a mi lado? Te necesito.

—Quiero que seas feliz ¿sabes? Consigue una buena mujer, una que te ame y tus locuras de dramático por la limpieza—comenta obligándome a cerrar los ojos. —Quiero que vivas, Liam. No dejes que esto te derrumbe porque me decepcionaré de ti.

—No pidas eso.

—Vive, Liam, vive, ama, ríe. Extráñame, odíame si quieres, pero déjame ir en paz sabiendo que me perdonaste no poder pasar más tiempo a tu lado—sus palabras clavan mucho más profundo el puñal en mi pecho.—Ama con locura, no te ocultes en tu trabajo, no alejes a tu familia pero más que nada, cariño, quiero que avances.

Niego con mi cabeza.

—Recuérdame como esa fase de tu vida que no puede ser superada si quieres, pero no te estanques en mi pérdida—me pide con la voz mucho más baja.—Y gracias, cariño, gracias por amarme como si no hubiera un mañana, gracias por nuestra boda y por estos meses porque me diste los mejores días de mi vida. Me habría gustado quedarme más tiempo a tu lado pero es hora... ya es hora...

—Joy...

—Agradécele a tu familia por mí—susurra con la respiración entrecortada—Y dile a mis padres que... que los perdono y que... los amo.

La sacudo entre mis brazos al sentir como poco a poco se está dando por vencida. El temor me toma por completo, trato de mirarla a la cara pero no quiere moverse así que la abrazo a más no poder.

—No me dejes—le pido como un último acto de desesperación.

Las lágrimas caen por mis mejillas mojando su cabeza. El frío de su cuerpo está congelando mi piel pero aún así me quedo a su lado porque prometí amarla en las buenas y en las malas, prometí quedarme... le prometí quedarme.

—Y recuerda siempre que te amo, Liam—continúa casi con una voz inaudible.

—Te amo, nena, por favor... por favor no me dejes—la desesperación se siente en mi voz, en mis manos temblorosas, en los jadeos que emite mi cuerpo buscando una solución que nos mantenga así para siempre pero sé que no llegará, sé que ya nada puede detener esto... —Te amo, Joy...

Mi esposa apoya la cabeza en mi hombro. Miles de cosas se cruzan por mi mente y aunque intento mantenerme sereno para no asustarla, el llanto lastimero que emite mi garganta me quiebra el alma porque sé lo que viene, sé a lo que debo enfrentarme y me niego rotundamente a todo lo que está por suceder.

Amo a mi esposa, amo la chia desastrosa que irrumpió mi vida como un huracán y la quiero de vuelta. Quiero el desastre, la suciedad, la impuntualidad, su ropa ridícula, sus películas clichés, lo quiero todo, lo acepto todo si con eso regreso el tiempo al día en que la encontré en mi apartamento para amarla durante más tiempo, para hacerle más veces el amor, para besarle las mejillas cada que se sonrojaba... quiero volver. Puta madre, quiero volver a ese maldito día para hacer las cosas mejor.

—No puedo vivir sin ti—admito con la voz quebrándose al final.

—Te dije que sería un lindo amanecer—susurra. —Mira, Liam, mira los rayos del sol y dime si no es hermoso.

—No me dejes...

—Te amo, Liam... te amo demasiado...

La aprisiono con fuerzas contra mi pecho.

—No te vayas—le ruego. Escucho su respiración con atención y hace un sonido extraño. Su cuerpo se sacude por unos segundos pero entonces... entonces todo es calma. El peso de su cuerpo recae en mi pecho, sus dedos quedan inmóviles entrelazados con los míos y lentamente mi esposa, la luz de mi vida, la niña más alegre que he conocido y la dueña de mi corazón que acaba de romperse, da su último respiro.

La sostengo con todo lo que soy. Trato de recordar su aroma mientras le pido a gritos que me responda, que se mueva pero nada sucede. Mi tío llega, intenta hablarme, intenta alejarme de su cuerpo pero no puedo porque estoy atado a esta mujer de por vida, estoy atado a mis sentimientos por ella y al dolor que me está dejando sin aire.

—¡No te la lleves, te dejo mi alma, mi cuerpo, todo lo que quieras pero devuélmela!—grito al cielo. —No te la lleves, no me la quites...

—Liam, hijo, tengo que tomarle los signos vitales—me dice mi tío a lo que me niego pues tengo la esperanza de que regrese. —Hijo, por favor, debo tomarle los signos...

Me rehúso a que la toquen porque me rehúso a aceptar que la perdí, que siendo tan joven perdió la batalla y que amándola tanto tengo que dejarla ir.

Me niego.

No puedo.


HUDSON MCMURRAY

Pocas veces he visto a hombres derrumbarse. Kiran, Brennan, yo inclusive son contadas las ocasiones en las que casi pierdo la cabeza principalmente todas en situaciones relacionadas con mi familia. Casi perder a Lia cuando le dispararon, casi pierdo a dos de mis hijas y es difícil superar esas etapas, las crisis que vienen después por ese maldito casi y el que hubiera pasado así que no puedo imaginarme el dolor que va a sentir mi hijo cuando esa posibilidad se convierta en su realidad.

Perder a un ser querido no es fácil y quizás nosotros no conocemos bien a Joy pero al ver el impacto que tienen las palabras de Ciara en sus padres y sus amigos nos deja a todos enmudecidos.

Manejo el coche con rapidez, nos quedamos más tiempo del planeado pues fuimos a enseñarles California a los Finlay para que se distrajeran pero ahora todos estamos de regreso en casa.

Apenas detengo el coche todos salimos corriendo. Está amaneciendo, nos quedamos dormidos en casa unas horas junto a los niños y los dejamos demasiado tiempo a solas.

Con un suspiro pesado mi esposa se acerca a mí para tomar mi mano.

—¿Crees que todo esté bien?—me pregunta.

No sé qué responder así que solo me encojo de hombros.

—Entremos, seguramente Liam ya está despierto—le digo. La ex de mi hijo ayuda a la madre de Joy a bajar del coche y luego corre entre nosotros para ser la primera en abrir la puerta. El cuerpo médico de mi nuera está en el sofá, todos cabizbajos mientras mi viejo amigo se acerca a nosotros.

—¿Dónde está Liam?—pregunta Lia.

—¿Y Joy?—pregunta alguien detrás.

Me basta solo verle el rostro para saber que todo se fue al carajo, para saber que...

—Señores Finlay... será mejor que me acompañen—murmura tratando de mantener la serenidad cosa que se va al carajo con todos aquí, haciendo preguntas y alterando a los padres de la joven que seguramente ya partió a mejor vida.—Por favor...

—Dígame que no es cierto—susurra su madre aferrándose al brazo de su esposo que está blanco como el papel. —No es cierto... ¡No es cierto!

El caos se desata, los padres de Joy lloran su pérdida y por más que me duela y quiera darles mi apoyo, me concentro en mi hijo siguiendo a Kiran.

—¿Dónde está Liam?—pregunto deteniendo su paso.

Suelta un suspiro.

—¿Sucedió hace mucho?—pregunta mi esposa a mi lado secándose las lágrimas que rodaban por sus mejillas.

—Joy murió hace veinte minutos y... y Liam se niega a soltar su cuerpo—dice con cierta lástima en su voz.—Está en el balcón de su habitación. Espero que lo hagan cambiar de opinión.

Corro hacia la habitación de mi hijo, abro la puerta y el olor a muerte se siente en el ambiente a pesar de tener ambas puertas del balcón abiertas. Nuestro hijo yace en una tumbona aferrado al cuerpo de su esposa fallecida y las piernas me tiemblan al acercarme.

Impido que Lia me siga, no sé cuál es su estado mental en estos momentos y por eso me acerco con cuidado.

Como dije, he visto muy pocos hombres abatidos pero el ver a mi hijo a los ojos me hiela el cuerpo. Sus ojos están vacíos, inexpresivos pero las lágrimas siguen rodando por sus mejillas mientras hace el intento de continuar respirando.

Inhalo profundo antes de hablar, no sé qué se supone que debo decirle pero hago el intento cuando veo que me mira fijamente.

—No me pidas que la deje porque no estoy listo—dice con la voz rota, enterrando un puñal en el centro de mi pecho al verlo de esta forma.—No me pidas que la suelte... no me obligues, por favor...

—Hijo—hablo en voz baja—se fue, tienes que aceptarlo y dejarla.

Niega con su cabeza.

—No puedo—susurra—no estoy seguro de cómo mantenerme unido si la dejo.

—Liam...

—Tengo miedo—llora aún más—tengo miedo de olvidarla, de no recordar su risa ni el tono de su voz, de no recordar el color exacto de sus ojos o... o de cómo brillaba cuando le decía que la amaba. Papá...

Me rompe verlo de esta forma pero me rompe aún más saber que ni con todo el dinero del mundo podré recomponer a mi hijo de semejante pérdida. Me jode sentirme tan inútil, me molesta saber que no puedo repararlo porque yo lo hice, es sangre de mi sangre, mi hijo, el amor de mi vida y no quiero perderlo.

—Siento que si la suelto moriré así que no me hagas dejarla—me pide con los ojos cristalizados—no me pidas que la suelte...

—Hijo, no digas eso—reniego con el corazón roto por su dolor.

—Moriré—me asegura—porque no estoy seguro de querer vivir en un mundo donde Joy Finlay no exista.

Me duele hasta lo más profundo del alma, me duele su dolor, me jode su angustia pero más que nada, me aterroriza el que no note que su mayor miedo ya se hizo realidad porque Joy Finlay dejó de existir hace veinte minutos. 

Después de hoy voy a cancelar mis redes por un día o dos hasta que terminen de sentirse deprimidas porque yo ya lo estoy desde que lo escribí. 

Las amo, A. 

¡Todavía no es el final de EJYNY por las dudas! 

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