"Cuando alguien desea algo debe saber que corre riesgos y por eso la vida vale la pena."
Paulo Coelho
LEAH
Estoy en una habitación que me parece demasiado familiar. Mirar las paredes decoradas con dibujos, me lastima; el color rosado en ellas, se me asemeja a la sangre cuando la luz está apagada, como ahora.
Reparo la silueta de dos niñas, una de ellas posee una enorme cabellera rubia y está sentada en el borde de la cama meciendo sus piececitos. La otra está parada frente a ella, tiene el pelo castaño y parece tener mucha más edad que la primera.
Me llevo la mano al pecho porque duele como el demonio.
—¿Para qué es esto Lu? —pregunta la menor cuando la otra chica coloca algo en sus manos. Me acerco y logro ver un cúter con el astil rosado y pegatinas de estrellas doradas.
—Mira Le, lo escondes aquí —la mayor lo coloca debajo de la almohada— para que....
El sonido se distorsiona cuando una punzada en mi cabeza, hace que mis piernas pierdan fuerza y no logre detallar lo que dice por la sorpresa del momento. De pronto las voces vuelven y logro captar las palabras a continuación.
—Te va a ayudar. —termina de decir la mayor y la pequeña asiente para luego abrazarla.
De pronto la imagen desaparece y comienzo a escuchar gritos que me aturden los oídos por completo.
Despierto en mi cama con lágrimas cayendo sobre mis mejillas. Meto la mano debajo de mi almohada y saco el cúter que siempre guardo ahí. Me lo llevo al pecho y lo apretujo como si me protegiera del sufrimiento.
Me pongo de pie y me coloco frente al espejo.
—Esto no está bien. —murmuro al levantarme la blusa y ver el tatuaje de dos letras sobre mi abdomen.
Fue solo un sueño. Una pesadilla. Nada que tenga que recordar. Porque no es un recuerdo. Solo es un maldito sueño. No quiero saber nada más. Dentro de unos minutos lo olvidaré y ya está.
Mientras camino de un lado a otro en mi habitación, dándole vueltas al asunto, pude ver las cortinas del apartamento de Kyan, abiertas.
Distracción. Eso es lo que necesito.
Busco dentro de mi bolso los binoculares que me compré el día anterior para una situación como esta y los sitúo cerca de mis ojos en dirección a su apartamento mientras trato de ver todo lo que pueda. Es de madrugada, deben ser como las cinco y la iluminación en su hogar no es tan potente, por lo que apenas puedo ver su sombra moviéndose.
¿Por qué lo vigilo? No estoy segura. Su aura me llama la atención desde que lo conocí, pero no de una forma romántica, solo quiero saciar mi curiosidad.
Yo estoy completamente enamorada de Max y nunca me gustará nadie más que él.
La luz de la luna me permite distinguir un poco más de él cuando se detiene cerca de la ventana. Está bebiendo algo mientras mira el teléfono en su mano. Detallo bien el tatuaje en su cuello, ahora que él no puede verme. Parece ser un águila o una especie de ave con las alas abiertas.
Cuando se gira en mi dirección, trato de identificar el del otro lado, pero entonces coloca la cortina negra en su lugar y yo lanzo los binoculares sobre mi cama, frustrada.
—¿Qué haces? —la voz de Alexa me sorprende. Volteo y la veo de pie en el umbral de la puerta de mi habitación con los párpados elevados.
—¿Desde hace cuánto estás ahí? —pregunto, nerviosa.
—Lo suficiente para saber que mi amiga es una pervertida que espía a sus vecinos de madrugada. —se cruza de brazos.
—No es lo que parece.
—Eso es precisamente lo que dice alguien cuando sí es lo que parece. —levanta una ceja.
Suspiro.
—Bueno, es un poquito lo que parece. —declaro juntando mis dedos como cantidad, a la par que le sonrío enseñando mis dientes.
Baja los brazos y se sienta sobre mi cama.
—Ven aquí. —ordena, dándole palmaditas al colchón a su lado.— Cuéntame.
Conozco a Alexa a partir de que ingresé a la universidad. Es la única nueva amiga que he tenido. Siempre habíamos sido Camila, Max y yo desde pequeños. Pero ella ha sabido acoplarse a nuestro círculo de amistad cerrado.
No confío en ella como lo hago con Camila, pero siento que este tema es mejor hablarlo con alguien que no se lleva tanto con Max como Camila. Si se lo contara a Cam, la pondría en un aprieto con mi novio, y no quiero eso.
—Hace unos días me besé con un chico en un callejón. —confieso sin tapujos.
—¡¿Qué?! —exclama con los ojos bien abiertos.
—Si. Se lo conté a Max cuando pasó. No me gusta tener secretos con él.
—Espera, espera. —se pone de pie y abre los brazos como si estuviera ordenando los hechos— Le pegas los tarros a tu novio y, para colmo, ¿se lo cuentas?
—No fue un tarro. Solo fue un beso. Ni siquiera nos acostamos.
—Ser infiel no va solo de tener sexo. —declara— En el momento en que traiciones la confianza que alguien ha depositado en ti, haciendo algo que se supone que no hagas, ya estás jodida.
—¡Pero se lo conté! —me pongo de pie también.
—¿Y? Ahora, si él quiere puede besar a otra chica solo porque tú lo hiciste. Y no le vas a poder reclamar nada.
—No es lo mismo. Eso sería algo intencionado.
—Leah, entra en razón. —me agarra por los hombros y fija su mirada en mí— Está mal.
Alejo sus manos de mí y le doy la espalda.
—Te lo conté a ti porque pensaba que no me ibas a juzgar ni a ponerte en el lugar de Max.
—Soy tu amiga. Y las amigas se dicen la verdad aunque duelan.
Nos quedamos en silencio por unos segundos hasta que ella vuelve a hablar.
—A todas estas. ¿Eso qué tenía que ver con qué estuvieras espiando a los vecinos?
—Que el chico al que besé vive allí en frente. —murmuro. Ya qué más da que lo sepa todo.
—¿En serio? —sus párpados se elevan. Camina hacia donde lancé los binoculares y los agarra— Yo quiero ver.
—¿No decías que era una pervertida por espiar a mis vecinos?
—¿Y qué más da? Yo también soy una pervertida. —forma una media sonrisa en sus labios.
—Igual, no vas a ver nada. Es el apartamento de las cortinas negras.
Su móvil comienza a sonar en su mano y cuando ella ve la pantalla, sus mejillas se tiñen de rojo.
—Tengo que irme. —declara luego de dejar los binoculares sobre la cama.
En ese momento es que me doy cuenta de que ella no parece haber despertado recién como yo.
Está vestida con un pantalón de mezclilla que se ciñe a su cintura y un top negro que deja entrever su ajustador del mismo color. Lleva el maquillaje característico de ella: sombra negra, delineado negro, y labios negros. La gargantilla del mismo color, contrasta con el corte de su cabello hasta su barbilla.
—¿A esta hora? —no puedo evitar preguntar— Son apenas las seis. Las clases no empiezan hasta las ocho.
—Es que... —traga en seco— me gusta llegar temprano ja. Te veo luego.
Y se marcha dejándome con el ceño fruncido.
<Creo que deberíamos enseñarle unas mejores técnicas de disimulo>
Pongo los ojos en blanco, a la par que niego con la cabeza.
✘⛓✘
Llevo un largo rato debajo de la ducha, disfrutando pacíficamente del agua cayendo sobre mi cuerpo y de la música que se reproduce desde mi móvil. Mis manos se deslizan con facilidad sobre mi piel, gracias a la espuma acumulada. Con los ojos cerrados, dejo que mis pensamientos me transporten al momento que ahora se ha convertido en una de mis fantasías.
Me veo a mí misma desnuda sobre una cama cubierta de sábanas blancas. Tengo las piernas dobladas, arrodillada sobre el colchón y descansando mi trasero sobre mis tobillos. Mis manos reposan en mis rodillas y mi cabello se haya recogido en una coleta alta y desordenada.
Frente a mí, un hombre mata a navajazos a otra persona que yace en el suelo. Y yo solo estoy ahí, mirando.
Ver las venas remarcadas en sus brazos, provoca que mis mejillas se calienten. La sangre que lo rodea es suficiente para que una persona cuerda pierda el conocimiento solo por la impresión de verla.
Pero yo no. Yo solo estoy más cachonda.
Las palpitaciones en mi zona íntima se intensifican. Separo las piernas y comienzo a recorrer la piel de mis muslos con mis dedos mientras el hombre ahora le está sacando los ojos a la víctima. Trago en seco, cuando casi estoy llegando a mi entrepierna.
—¡Leah! ¿Estás ahí?
La voz de Alexa me devuelve a la realidad. Abro los ojos en un instante y alejo la mano de mi sexo, aterrorizada. ¿Qué demonios estoy pensando? ¿Qué clase de fantasía retorcida es esa?
Hacía tiempo que no llegaba a mi cabeza una fantasía cómo esta. Más o menos desde que comencé a salir con Max. Y qué hayan regresado, me asusta.
—¡Ya salgo! —le grito y me envuelvo en la toalla mientras intento olvidar lo que acaba de pasar. Pauso la música y me dispongo a salir del baño.
—Mira por la ventana. —es lo primero que dice cuando me ve.
—¿Qué sucede?
—Eso te quiero preguntar yo a ti. —replica.
Con el ceño fruncido, camino hacia dónde me indica. Me escondo detrás de las cortinas ya que solo tengo un toalla alrededor de mi cuerpo.
—¿Para dónde miro?
—Abajo. —declara, colocándose a mí lado.
Cuando bajo la mirada, distingo lo que parece ser una limosina negra aparcada frente a nuestro edificio. Dos hombres con aspecto de espías del gobierno están de pie frente a la puerta del costado izquierdo.
—¿Acaso están esperando al presidente o qué? —cuestiono con una ceja levantada.
—Eso pregúntaselo al hombre en nuestra sala de estar que pregunta por ti. —añade Alexa, provocando que gire mi rostro hacia ella.
—¿Qué?
—Que tenemos a un hombre vestido como una Agente 007 preguntando por Leah Blake mientras se toma un té en nuestro sofá.
—No te creo. —niego.
—Pues vístete y míralo por ti mismo.
Alexa sale de mi habitación dejándome confundida. Con algo de vacilación, dejo caer la toalla al suelo, colocándome la ropa que ya tenía lista sobre la cama. Se supone que hoy me voy a ver con Erwan para lo del trabajo. Aunque no fui yo la que quedé con él, no hacía nada con cancelarle si al final tendríamos que hacerlo algún día.
Me decidí por un vestido corto de cuello cuadrado y de color azul. Es una de las prendas que más cómoda me queda. El único inconveniente es que tengo que usar un short debajo de la falda, ya que con el mínimo aire, esta se levanta; y no quiero que nadie vea mis bragas.
Mientras me peino el cabello frente al espejo, recuerdo la coleta que tenía en mi fantasía retorcida y me hago una parecida e improvisada. Veo mi reflejo, la sangre aparece en mis pensamientos de inmediato, y me veo obligada a dejarme el cabello suelto de nuevo.
<¿Qué es lo que tanto te asusta?>
—¿Te falta mucho? —aparece Alexa, asomando la cabeza— Su mirada me da miedo.
—Ya voy.
Me coloco los zapatos y salgo de la habitación antes de que me amiga se infarte por culpa del Agente 007, como dice ella.
—Hola. —mascullo cuando llego al salón.
El hombre sentando en el sofá, levanta su mirada y deja el té sobre la mesita frente a él. Es cierto lo que decía Alexa, si los de afuera parecían espías, este parecía ser el líder. Aspecto robusto, mandíbula cuadrada cubierta por una leve barba, cejas abultadas, ojos marrones y cabello negro perfectamente peinado hacia un lado.
—¿Es usted la señorita Blake? —pregunta cuando se pone de pie, y descubro que tiene una altura poderosa.
—Sí. —declaro— ¿Quién es usted?
—Venga conmigo. —decreta, ignorando mi pregunta.
—¿Perdón? —miro a mi amiga con el ceño fruncido.
—Necesita ir conmigo.
—No pienso ir con usted a ningún lado. Ni siquiera me ha dicho su nombre.
El sujeto asiente con la cabeza. Con las comisuras inclinadas hacia abajo, presiona algo en su oído y dice: —Sube ahora mismo y trae dos. No quiere cooperar.
Esto no me da buena espina.
—Mira. Voy a llamar a la policía.
Intento ir a buscar el móvil a mi habitación, pero sus brazos en mi cintura me impiden moverme.
—¡Suéltame! —chillo, pataleando cuando despega mis pies del suelo como si fuera una pluma.
—AHHHH. —escucho gritar a Alexa y cuando ladeo la cabeza, veo a uno de los hombres que custodiaban la limusina presionando una tela blanca sobre el rostro de mi amiga.
En ese momento, siento algo presionar mi nariz y mis labios. No puedo respirar y lo único que hago es intentar zafarme. Pataleo todo lo que puedo, pero poco a poco comienzo a perder fuerzas. Mis párpados pesan y echo en falta el oxígeno.
Y, aunque se sintió como una eternidad, solo bastó diez segundos para que mi cuerpo se derrumbara en los brazos de un hombre que aparentaba doblarme la edad, pero que parecía salido de una de esas fantasías que tanto he querido borrar.
✘✘✘✘✘✘✘✘✘✘
¡Holiss!
Hoy es #MartesDeControl y aquí tienen vuestro capítulo.
He de decirles que llevo dos semanas sin poder escribir porque al parecer tengo covid y no me siento para nada bien. Estos capítulos que estoy subiendo son aquellos que tengo adelantado que, gracias a dios, son bastantes. Así que no estarán sin capítulos en lo que yo me recupero. Ni de Control, ni de Eisherz, que esta semana volverá con las actualizaciones.
Os amo y no olvideís votar y comentar.
Muass